Taquicardia paranormal #NoviembreDinámico
Gerardo ya no sabía cuánto más podría soportar su corazón las taquicardias. Después del trasplante creyó que su vida iba a mejorar. Sin embargo, los latidos acelerados cada día, siempre a la misma hora, no lo dejaban tranquilo.
El doctor lo calmaba diciéndole que, cuando el órgano trasplantado se acostumbrara a su nuevo huésped, ya no tendría estas crisis que tanto lo asustaban. Sin embargo, él sentía que no le quedaba mucho tiempo.
Ese día, al sentir su pulso acelerarse respiró profundo durante largos minutos y cuando parecía que su ritmo cardíaco empezaba a normalizarse, un espectro se le apareció y lo sobresaltó.
La miraba fija del fantasma en el reloj que llevaba en su muñeca, le hicieron mirar la hora; entonces la aparición se desvaneció.
Una vez se hubo tranquilizado, se sentó frente a su computadora y se puso a buscar en internet. El aparecido le había confirmado algo que intuía, pero que nadie más parecía notar: la hora en que su corazón se aceleraba, tenía algún significado.
Abrió las páginas de noticias locales y buscó alrededor de la fecha de su trasplante. Por esos días, entre la alegría y los preparativos para la operación, no había estado al tanto de los acontecimientos fuera de la clínica.
Se sorprendió al descubrir que un conserje que iba en bicicleta hacia su trabajo, murió atropellado por un automóvil que se dio a la fuga. Había sucedido el día antes de su intervención y a la misma hora en la que él sufría las taquicardias.
No podía ser una coincidencia. Para salir de dudas, entró en la red social más famosa y buscó el nombre de la víctima. Apenas vio su perfil, lo reconoció: era el fantasma que se le había aparecido y el dueño del corazón que ahora latía emocionado en su pecho.
Agotado, se recostó pensando qué podía hacer. Al quedarse dormido el fantasma apareció en su sueño y una voz de ultratumba resonó en su cabeza: «Dijo que me mataría y lo hizo. Ayúdame a arrancarle el corazón o también morirás». Gerardo se despertó sabiendo lo que debía hacer: ir a la comisaría.
La policía le informó que el caso estaba prácticamente resuelto: una prostituta se había entregado al día siguiente del choque. Manejaba el auto de un "amigo" cuando atropelló al conserje y huyó del lugar por miedo. Sobre el propietario del vehículo no le dieron información y le advirtieron que no siguiera indagando o le iba a pesar.
Lo supo en el acto: la mujer era solo un chivo expiatorio. Desde entonces no descansó hasta averiguar quién era el dueño, que resultó ser un mafioso muy temido.
Una noche se sentó a cenar en la mesa contigua del restaurante que frecuentaba el criminal. Al terminar de comer, éste cayó muerto sobre su plato, a causa de un infarto repentino. Concluyeron que la comida le había sentado mal. Pero Gerardo sabía que no fue eso lo que pasó... porque nunca más tuvo problemas cardíacos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top