Capítulo I

Tenía que calmar un poco mi imaginación y dejar de ver todas las noches los vídeos de Super Junior porque después pasa esto, tengo sueños tan reales que termino emocionada y decepcionada a la vez.

Escucharlos cantar y en las entrevistas al igual que en los conciertos, fue mi motivación para aprender coreano, pero lamentablemente no podía vivir de eso, por lo que me tocaba trabajar en una cafetería.

Mi casa estaba bastante alejada del centro de la ciudad, ¿por algún motivo en especial? Pues claro, amo la naturaleza y prefiero estar rodeada de un hermoso paisaje verde con un pequeño lago para refrescarse en verano, que estar rodeada de personas autistas que en lo único que se preocupan es en ellos mismos; al menos aquí nadie me molesta por poner mi volumen al máximo para escucharlos cantar todo el día.

En la cafetería comencé cuando apenas se estaba creando siendo una de las primeras mozas en trabajar ahí. Con el tiempo, y junto a mi aporte comenzó a ganar popularidad y yo a subir de puesto, y después de varios años ahorrando la terminé comprando. Al principio fue un lugar para que todos pudieran disfrutar de un buen rato, pero conforme pasó el tiempo lo fui mejorando a mis propios gustos.

En el sótano se encontraba todo dispuesto para los adolescentes que tuvieran el mismo amor que yo por el K-pop, por lo que la habitación estaba cubierta de diversos colores y decoradas con las imágenes de los distintos grupos, tanto de chicos como de chicas, las paredes eran acústicas por lo que la música no se escucharía en las otras habitaciones. En la planta baja el tema se centraba en una apariencia más sobria pensado para hombres y mujeres de negocio. El primer piso estaba destinado para las parejas, decorado con colores pasteles y algunas frases de amor sobre las paredes, mientras que del techo colgaban corazones y estrellas. El segundo piso era para los estudiantes que necesitaban un lugar para concentrarse en estudiar mientras recuperaban algo del azúcar que perdían, la habitación constaba de una pequeña biblioteca y mesas dispuestas alrededor. Finalmente la terraza era una especie de jardín flotante donde los amantes de la naturaleza podían renovar el aire de sus pulmones ahí. Todas las renovaciones habían llevado su tiempo, pero merecían el esfuerzo.

Al salir de casa monté en mi motocicleta para dirigirme a abrir la cafetería. Me gustaban las motos porque de alguna manera se veían bastante sexy en una mujer.

—¡Llegas temprano! —Lena gritó desde el otro lado del mostrador.

—Es que te extrañaba tanto que necesitaba verte con urgencia. —dije acercándome hasta el mostrador para besarle la frente.

—Deja de molestar y ponte a ordenar las mesas que faltan arriba para abrir de una vez por todas. —Me ordenó mientras se sacudía con una de sus manos el lugar donde la había besado.

—A veces se me olvida que la dueña soy yo. —Sonreí y tomando el trapo para limpiar las mesas subí hasta el primer piso.

Lena era mi mejor amiga desde la infancia, aunque al principio no nos llevábamos del todo bien, ahora era una persona en la que podía confiar y que ahora trabajaba como mi ayudante en la cafetería. Lo que más me gustaba de ella era su carácter alegre y fuerte, era la que siempre me sacaba adelante si caía en algún pozo depresivo, como así también era la que me rescataba de las locuras que se me ocurrían.

Luego de terminar de colocar todo en su lugar y poner música en cada una de las salas abrimos las puertas, la gente ya estaba esperando.

Sólo éramos nosotras dos junto a Mila que era nuestra mesera principal. Decidí no contratar a nadie más, no porque no pudiera pagarles, sino porque prefería un grupo pequeño de personas en las que pudiera confiar y delegar el trabajo en caso de que no pudiera asistir.

—¡Mila ya está la orden para la mesa cinco del segundo piso! —gritó Lena.

—¡Dos segundo y voy! —Le devolvió el grito mientras se terminaba de acomodar el uniforme.

Mila tenía permitido llegar tarde debido a que tenía que esperar que la niñera de su pequeña hija llegara, cosa que nunca sucedía con puntualidad. Si bien no me gustan los niños su historia me conmovió al punto de darle trabajo.

—Mesa cinco del segundo piso allá voy. —dijo con una gran sonrisa en su rostro pequeño mientras tomaba el pedido y subía las escaleras. Nadie podría imaginar que con el cuerpazo que posee tiene una bebé de seis meses.

—¡Aysel! Mesa tres en el sótano. —gritó diciéndome mi próximo destino.

—Enseguida mi capitán. —Puse mi mano firme a un costado de mi frente como si fuera un soldado.

—Te veo y no entiendo porqué siendo la dueña no estás de este lado del mostrador. —Sonrió mientras me daba la bandeja con el pedido.

—Porque es más divertido y saludable hacer ejercicio subiendo y bajando las escaleras para conversar con los clientes que quedarse ahí sentada tomando pedidos y cobrando. Te volverás fofa. —Rápidamente tomé la bandeja y bajé lo más rápido que pude las escaleras, sabía cuánto mi amiga odiaba tocar el tema del cuerpo.

La mañana fue agitada como siempre, y estaba agradecida de eso, pero era hora de almorzar por lo que dejé mi puesto y salí a buscar la comida para las chicas.

Mientras caminaba en dirección al lugar donde compraba siempre nuestros alimentos pude ver que la ciudad estaba empapelada con anuncios de que tendríamos un concierto sorpresa de una banda de k-pop, eso me emocionó y comencé a rezar para que fuera Super Junior, pero era imposible ya que esta mañana había leído un artículo que explicaba que se encontraban por una gira en Europa.

Cuando llegué con el almuerzo las chicas ya estaban babeando, y como siempre la pequeña Alai ya estaba en los brazos de su mamá. Eso sucedía en el horario del almuerzo y duraba hasta la noche porque Mila no podía pagar otra niñera para que la cuidara y tampoco quería pasar tanto tiempo separada de su hija.

Mientras ellas almorzaban, porque eran mi prioridad, yo estaba en el mostrador recibiendo a los clientes.

A la espera del próximo cliente me quedé sentada mirando por el vidrial hacia afuera y me llamó la atención un grupo de personas con mascarillas cubriendo sus bocas y con capuchas puestas. Pensé que a lo mejor era un grupo de jóvenes que habían salido a caminar un poco fuera del hospital, eso explicaría el uso de mascarillas en plena primavera.

Me quedé observando como pasaban cuando uno de ellos volteó y miró en mi dirección. Me sorprendió tanto que mi cara enrojeció y agaché la mirada.

—¿Y esa cara toda roja? —Lena me sorprendió apareciendo a mi lado.

—¿Qué? ¿Aysel sonrojada? ¿Quién es, cómo se llama, estado civil, le tomaste una foto al chico? —Mila se sumó a la burla.

—Si terminaron de comer es mejor que se pongan a trabajar. —Las miré desafiante a las dos—. Dame a la pequeña Alai que la cuido mientras almuerzo. —Tomé en mis brazos a la pequeña y corrí hacia el interior de la cocina para comer.

Alai jugaba con mi collar ajena a lo que sucedía a su alrededor, era pura risa sin preocupaciones, muy distinto a mi que no paraba de pensar en esa mirada de ojos rasgados e inocente, nunca antes había conocido a un hombre que tuviera esa mirada, y gracias a estar sumida en mis pensamientos casi no comí.

Tras hacer dormir a la bebé y dejándola en su carreola al lado de Lena seguí llevando los pedidos a los clientes.

Finalmente la hora de cerrar había llegado junto con el cielo estrellado. Al tiempo que Lena ordenaba todo y Mila limpiaba los utensilios que habíamos usado yo me encargaba de hacer la caja.

Tras despedirme de ellas, tomé mi motocicleta, me puse el casco y me encaminé hasta mi casa. Al salir de la ciudad el aire se volvía más fresco y eso se debía a que no habían edificios que frenaran el paso del viento.

Al guardar la moto y entrar a casa lo primero que hice fue darme una ducha de agua caliente para relajar un poco mi cuerpo. No había necesidad de decidir mucho sobre qué ponerme ya que no esperaba a nadie por lo que la mejor opción era mi ropa de vagabunda, que consistía en un short de jean oscuro y una remera sin mangas que dejaba ver mi brazier deportivo.

Me dirigí hasta la cocina para abrir la heladera y ver qué había para cocinar, no habían muchas opciones por lo que tomé las verduras que estaban ahí para hacer un salteado.

Mientras esperaba que se enfriara me senté en silencio a la mesa, pero como no estaba de ánimo para el silencio conecté los parlantes a mis amados cantantes.

Me puse a bailar al ritmo de "Sorry, sorry" a la vez que comía un bocado, la idea era terminar de cansarme para caer rendida a la cama, pero mientras bailaba, velozmente vino a mi el recuerdo de esos ojos. Me quedé quieta por un segundo y antes de que pudiera reaccionar alguien tocaba desesperadamente a mi puerta.

Miré la hora, eran más de las doce de la noche, nadie vivía por acá y Lena no me había avisado que vendría, por lo que lentamente me dirigí hacia la puerta.

Cuando intenté abrirla despacio para ver de quién se trataba, me vi empujada hacia atrás por siete personas que pude distinguir como hombres y uno que se quedó en la puerta haciendo alguna especie de reverencia.

De lo aturdida que estaba no había notado que las ocho personas estaban hablando en coreano. ¿Qué demonios estaba pasando?

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