Capítulo 0
Las pesadillas son sueños desagradables que nos producen angustia, ansiedad, miedo o terror. Son experimentados a cualquier edad y por cualquier persona, sin importar que, todos llegan a tenerlas.
La noche era húmeda y ventosa, dos niños disfrazados de calabazas caminaban bamboleándose a través de la plaza, y los escaparates estaban cubiertos de arañas de papel, adornos muggle celebrando Halloween.
Y él se deslizaba hacia delante, con una sensación de resolución, poder y corrección; no sentí furia, más bien triunfo. Así como otra parte de él sentía que llevaba tiempo anhelando lo que fuese que hubiera esperado.
—¡Bonito disfraz, señor!— vio la sonrisa de un pequeño niño vestido de calabaza, pero cuando se acercó lo suficiente como para ver bajo la capucha de la capa,vio el miedo nublar su cara pintada de naranja. Fue entonces que el niño se giró y huyó.
Bajo su túnica sostenía el mango de su varita. Un movimiento simple y el niño quizás nunca
alcanzaría a su madre pero era innecesario, innecesario para lo que fuese hacer ahí.
Recorrió una calle nueva y más oscura que la anterior, ahora su destino estaba a la vista, una macabra sonrisa apareció por su rostro; sentía que sabía algo que otros no y esa sensación le encantaba, camino lentamente haciendo menos ruido que las hojas muertas, camino un poco más sobre el pavimento hasta llegar al nivel del oscuro seto y mirar por encima de él.
Gracias a la transparencia de la ventana podía ver lo que hacia, un par de personas que creía reconocer, se veían muy cariñosos en el pequeño salón, un hombre alto de pelo negro con gafas creaba ráfagas de humo de colores con su varita para diversión de un pequeño del mismo color de cabello, quien vestía una pequeña y linda pijama azul. El niño se reía y trataba de coger el humo, agarrándolo en su pequeño puño.
La puerta se abrió y una mujer de cabellos rojizos entró, pronunció palabras que él no podía oír. Ahora el padre cogía en brazos al hijo, y se lo entregaba a la madre, arrojando su varita al sofá.
La verja rechinó un poco cuando la abrió, pero al parecer nadie lo escucho, Su mano blanca aferró la varita bajo de su capa y apuntó a la puerta, la cual se abrió de golpe.
Estaba en el umbral cuando aquel hombre llegó corriendo al vestíbulo. Fue fácil, demasiado fácil, ni siquiera había recogido su varita.
—¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Huye! ¡Le retendré!— escucho como aquel desesperado gritaba a la que parecía era su esposa.
¡Retenerle, sin una varita en la mano! Se rió antes de lanzar una maldición. —¡Avada Kedavra!— la luz verde llenó todo el vestíbulo, dibujando la silueta del cochecito del niño contra la pared, hizo que los pasamanos brillaran intensamente igual que un relámpago, y el hombre cayó como una marioneta cuyas cuerdas hubieran sido cortadas.
Podía escuchar los gritos en el piso de arriba, atrapada, pero algo le decia que no le haría nada siempre y cuando ella fuera sensata. Subió las escaleras notando con diversión sus débiles intentos por bloquearle con una barricada desde dentro. No llevaba encima la varita. Qué
estúpidos habían sido y qué confiados, creyendo estar seguros confiando su seguridad a sus amigos.
Esas armas debían descartarse en determinados momentos... Y ese era uno de ellos.
Sin ningun trabajo forzó la cerradura de la puerta, arrojó a la silla y las cajas a un lado con una perezosa onda de su varita.
Y allí de pie estaba ella, con el niño entre sus brazos. Al verle, dejó a su hijo en la cuna tras ella y abrió los brazos— como si eso fuera a ayudar— pensó con diversión, como si ocultándole de su vista esperará ser elegida en su lugar.
—¡Harry no, Harry no, por favor Harry no!— las lágrimas relucían en su rostro, tan suplicante, tan pequeña a su parecer.
—Apártate, muchacha estúpida... hazte a un lado, ahora.
—Harry no, por favor no,llévame, mátame en su lugar.—
—Ésta es mi última advertencia— era benévolo pero nunca había soportado que no le obedeviesen.
— ¡Harry no! ¡Por favor... ten misericordia... ten misericordia. ¡Harry no! ¡Harry no! Por favor, haré cualquier cosa. ¡Pero Harry no!
— Apártate. ¡Apártate,muchacha!
Pudo haberla apartado a la fuerza, pero parecía más prudente matarlos a todos....
La luz verde brilló intermitentemente en toda la habitación y cayó tal como su marido. El pequeño niño no había llorado en todo ese tiempo, solo estaba de pie, aferrandose firmemente a los barrotes de su cuna, levantando la mirada hacia la cara del intruso con brillante interés, quizás pensaba que era su padre que se escondía debajo de la capucha, que haría más luces bonitas, y que su madre se levantaría en cualquier momento, riendo. Que equivocado estaba.
Apuntó cuidadosamente su varita a la cara del niño. Quería ver como ocurría la destrucción de aquel que sentía como un inexplicable peligro. Al ver que no era su padre el niño comenzó a llorar. No le gustó que llorase, nunca había podido soportar los lloriqueos.
—¡Avada Kedavra!—
Y entonces se rompió. Él no era nada, nada excepto dolor y terror, y debía esconderse.
—No— gimió de dolor. Como sí sintiese lo que ocurría en aquel sueño, despertó. Respiraba y exhalaba con dificultad. Toco su frente seguido de su cabello mientras intentaba regular su respiración. 《Otra Pesadilla》
Observó sus alrededores y noto que todo estaba oscuro, eso significaba que aun era de noche o bien, de madrugada. A pesar de saber eso la curiosidad no le impidió ver que hora marcaba su reloj. 《4:30》
—Aún es muy temprano— se dijo con un resoplido, volviéndose a recostar.
Sería otra noche sin poder dormir, no entendía porque día con día tenía esa clase de pesadillas y lo peor de todo era que él no era la víctima (Bueno nunca lo había sido), sino el atacante de personas que nunca en su vida había visto. Sin embargo, decirle a su madre no era una opción, no quería darle una preocupación más. Sabía que ella no estaba bien, ¿Quién lo estaría después de ver como su esposo era asesinado?
Estiró su antebrazo izquierdo y observó a detalle aquel tatuaje que desde niño tenía, paso la lldma de su dedo sobre cada línea dibujada a fuego por los mismos asesinos de Marvolo II Gaunt, su padre. A pesar de los años aquella figura seguía tan fuerte como el primer día. Un cráneo con una serpiente saliendo de su boca. Era consciente del significado y a quien le pertenecía, así como todo las atrocidades que había hecho. Quizás no era su culpa pero ahí estaba él, marcado para siempre.
Sus ojos eran tan oscuros como la noche pero si lo vieras de mejor manera te darías cuenta que eran de un castaño fuerte e intenso, su tez era pálida (aunque no se le denotaba que estuviese enfermo) sus facciones bien delineadas, de estatura alta y un cuerpo bien proporcionado. Él era Tom Marvolo Riddel, nieto de Lord Voldemort.
Hay pesadillas que sólo son parte de un horrible y doloroso sueño, al igual como existen aquellas que son parte de la realidad. Y Rose Granger Weasley sabe mucho de ello.
Lágrimas caían por su rostro mientras se aferraba así misma, abrazaba con necesidad sus piernas intentando ocultarse entre ellas, quería desaparecer de la faz de la tierra, quería que la dejasen en paz. Mañana regresaría a casa y quizás eso fuese un alivio para cualquier otra persona, pero no para ella, sabía que ahí estaría igual de segura que como estaba en el colegio.
Gimoteo un par de veces mientras releía la carta que sus padres le habían enviado.
Rose Granger Weasley!
Sin duda no podemos creer lo que has atrevido hacer! Estamos tan decepcionados como costumbre, sabemos que quizás no te interese lo que la gente diga de ti, pero creíamos que ya eras lo suficientemente mayor para pensar en lo que podrían decir de la familia. ¿Cuando dejarás de pensar únicamente en ti? No sólo molestas día a día a tu prima; sino que ahora también todo el mundo debe saber que no sientes respeto ni por ti misma. Tal vez no es conveniente que regreses a casa, sin embargo, tememos que si te dejamos en el colegio vuelvas hacer alguna otra incoherencia. Día a día nos preguntamos que hemos hecho mal contigo, te hemos dado todo lo que ha estado a nuestro alcance pero parece ser que no es suficiente para ti.
¿Porque no eres un poco más como tú prima Lily? Siendo menor que tú entiende como debe comportarse una señorita. Tú madre esta tan decepcionada y enferma de la actitud que en estos últimos años te has atrevido a tomar. Es muy probable que después de vacaciones no regreses a Hogwarts. No es necesario que respondas la carta, sinceramente no queremos hablar contigo.
Atentamente.
Tus padres.
La había releído tantas veces que no podía creer que fuera cierto todo lo que estaba escrito, quizás fuese otra broma que sus primos habian preparado para ella, pero no, esa era la letra de Ron Weasley.
Lloro nuevamente tomando con manos temblorosa una de las tantas fotos que había podido reunir, en ella aparecía la misma medio desnuda con un pedazo de lo que parecia ser estiércol en la cabeza. Sus primas Dominique y Molly habían aparecido cuando estaba en medio de una ducha, ambas con un par de botes en la mano, lo último que recordarba era haber escuchado su nombre, cuando subio la cabeza para ver de quien se trataba sus dos primas habían arrojado desperdicios sobre ella, mientras Roxanne y Lucy tomaban fotos sin parar de reír. Poco después cientos de fotos se encontraban dispersas por todo el colegio. Agradecía a la Directora McGonagall que le hubiese ayudado a destruir la mayoría, sin embargo cuando ella misma le pregunto si sabía quien o quienes eran los responsables de la broma no pudo evitar decir que no lo sabía.
Quizás era que a pesar de todo no quería meter a su familia en problemas, porque era muy probable que esto lo hubieran hecho para darle una lección por volver hacer que su pequeña prima Lily derramara nuevamente una lágrima por ella.
No era su intención, nunca lo había sido, Rose no quería lastimar a su prima. Sin embargo, algunas veces sin darse cuenta sus acciones lastimaban a la menor. Quería ser mejor persona enorgullecer a su familia, pero sin importar lo que se esforzara, siempre resultaba lo contrario.
Su vida era una completa pesadilla de la cual quería salir, amaba tanto a su familia ¿Pero ellos también la amaban a ella? No tenía a nadie, nadie confiaba en ella. Nació siendo la sombra de sus padres, creció siendo su orgullo y continuo convirtiéndose en la deshonra e infelicidad de los Weasley.
Mañana sería un nuevo día, tenía que quitarse aquella pintura que sus compañeros habían lanzado en su ya de por sí enmarañado cabello.
Pensó en lo que quizás su hermano le pudo haber dicho a sus padres para que le escribieran de esa manera, aunque bien no importaba, porque sus padres ya no eran incondicionales a ella. Para ellos y para todos los demás sólo era un perfecto estorbo en la familia perfecta. Un dolor de cabeza encargado de herir a la princesa de la familia.
Cansada de sus intentos fallidos por remover aquella pintura, se recosto en la cama mientras las últimas lágrimas salían.
Sus ojos azules eran hermosos aun estando tan rojos por tanto llorar, habían unas cuantas pecas esparcidas por su nariz, sus tez era clara como la de su padre pero sus facciones eran tal y como la de su madre, incluso aquel alborotado cabello había sido heredado por ella. Muchos decían que era la misma Hermione Granger en pelirroja.
Cerró con fuerza los ojos esperando que su pesadilla tan sólo fuese un sueño del cual mañana despertaria.
Hay quienes sufren las pesadilla y hay quienes forman parte de ellas.
Sabía que esta vez se habian pasado, de verdad que lo hicieron. Aquello era mucho peor que en la última broma en la que él había participado.
Sentia una gran ira contenida en su interior, aquello sobrepasaba todos los niveles. Escribía a puño firme, debía parar esto. No quería que Rose siguiera dañando a su novia, pero tampoco quería que siguieran dañando a Rose. Con exactitud no era consciente de lo que en esos momentos sentía por la pelirroja Granger, quizás fuera por lástima pero ya no quería ver que de nuevo todos fueran en contra de ella.
Por favor, venga a ver mañana a Rose en el andén.
Defendería a Lily sin importar que, por eso lo hacía, o eso es lo que quería creer.
Rose Granger Weasley había sido no sólo su mejor amiga, sino también su primer amor. Hasta que ella misma le rompió el corazón y Lily Luna Potter había llegado a repararlo.
Suspiró con pesadez y amarró el pergamino en la pata del gran alcon.
—Trata de entregarlo esta noche — pidió.
Hay pesadillas que pueden ser realidad o simplemente sueños, pero lo que nadie esperaba de estos es que serían capaces de unir a aquellos que buscaban otra oportunidad.
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