26
Casi sin aliento y empapada en agua, Jane se desplomó sobre la cubierta del barco junto a Jace.
Por encima de ellos apareció una cabeza recortándose contra el cielo. Era Luke, que había alcanzado lo alto de la escala. Éste trepó laboriosamente por encima de la barandilla y se dejó caer al otro lado. Bajó la mirada hacia los chicos.
—¿Están bien?
—Perfectamente — respondió el rubio.
Jace se puso en pie. Tiritaba. Hacía frío en la embarcación, más frío del que había hecho en el agua.El muchacho miró a su alrededor.
—En algún lugar hay una puerta que conduce al interior del barco. La encontré la última vez. Sólo tenemos que recorrer la cubierta hasta que volvamos a encontrarla.
Luke empezó a andar.
—Deja que yo vaya primero —añadió Jace, colocándose delante de él.
Luke le lanzó una mirada de suma perplejidad, dio la impresión de que iba a decir algo, pero finalmente se puso a andar junto a Jace mientras se aproximaba a la parte delantera del barco seguidos por Jane
—Tu padre —comenzó Luke—, ¿qué dijo cuando le viste? ¿Qué te prometió?
—Ya sabes. Lo de costumbre. Una provisión perpetua de entradas para ver a los Knicks. —Jace hablaba quitándole importancia, pero el recuerdo le afectó —. Dijo que se aseguraría de que no nos sucedería nada ni a mí ni a nadie que me importase si abandonaba a la Clave y regresaba a Idris con él.
—Crees… —Jane vaciló—, ¿crees que le haría daño a Clary para desquitarse contigo?
—No, creo que la ha cogido para hacernos venir a la nave, para tener una moneda de cambio. Eso es todo.
—No estoy seguro de que necesite una moneda de cambio — dijo Luke.
Luke habló en voz queda mientras desenvainaba el kindjal. Jane volvió la cabeza para seguir la dirección de la mirada de su compañero, y por un momento se quedó pasmada.
Había un agujero negro en la cubierta del lado oeste del barco, un agujero como si hubiesen recortado un cuadrado en el metal, y de sus profundidades manaba una oscura nube de monstruos. Jane fue incapaz de contarlos. Palpó en busca de su cuchillo y lo sacó del cinturón, iluminando la cubierta con su blanco resplandor. Los demonios sisearon ante su visión, pero ninguno de ellos retrocedió. Jace se puso a la defensiva, dispuesto a dar un paso adelante.
—¡Para! ¡Para! —La mano de Luke, cerrada sobre la parte posterior de la camisa de Jace, tiró de éste hacia atrás—. Hay demasiados, Jace. Si podemos retroceder hasta la escala…
—No podemos. —Jace se desasió violentamente de la mano del Luke y señaló—. Nos han rodeado por ambos lados.
Era cierto. Una falange de demonios Moloch, con llamas saliendo a chorros de sus ojos vacíos, les cortaba la retirada.
—Salten por la borda, entonces. Los contendré.
—Salten ustedes —replicó Jace—. Yo estoy perfectamente aquí.
Luke echó la cabeza hacia atrás. Sus orejas se habían vuelto puntiagudas, y cuando gruñó a Jace, los labios retrocedieron sobre caninos que eran repentinamente afilados.
—Eres…
Se interrumpió cuando un demonio Moloch saltó sobre él con las garras extendidas. Jace lo acuchilló con tranquilidad en la columna vertebral cuando pasó por su lado, y el ser cayó sobre Luke tambaleándose y aullando. El licántropo lo agarró con manos que eran zarpas y lo arrojó por encima de la barandilla.
—Has usado esa runa que quita el miedo ¿verdad? —inquirió Luke, volviéndose hacia Jace con ojos que brillaban ambarinos.
Se oyó un lejano chapoteo.
—Respuesta correcta —admitió Jace.
—¡Cielos! —exclamó Jane—. ¿Te la has puesto tú mismo?
—No. Clary.
El cuchillo serafín de Jane hendió el aire con fuego blanco; dos demonios drevak cayeron. Pero había docenas avanzando vacilantes hacia ellos, con las manos finalizadas en agujas extendidas.
—Es buena en runas, ya sabes.
—Adolescentes —exclamó Luke, como si fuese la palabra más asquerosa que conocía, y se arrojó sobre la horda que iba hacia ellos.
Jane jamás pensó que ninguno de ellos podría haber estado vivo en aquellos momentos, pero por algún motivo, así era. La sangre había vuelto resbaladiza la cubierta del barco, y ella estaba cubierto de mugre. Se las habían apañado para meterse en un hueco en la pared de metal del barco, y peleaban desde aquel refugio mientras los demonios se abalanzaban sobre ellos. Jace había usado sus dos chakhrams y ya sólo le quedaba el último cuchillo serafín y la daga que le había cogido a Isabelle.
Un demonio araña avanzó hacia Jane, chirriando y disparando veneno amarillo. Se agachó para apartarse, pero no con la rapidez suficiente para evitar que unas cuantas gotas de veneno le salpicaran la blusa. Ésta siseó mientras corroía la tela; Jane fue sintiendo su escozor a medida que le quemaba la carne.
El demonio araña chasqueó satisfecho y soltó otro chorro de veneno. Jame se agachó y el veneno alcanzó a un demonio oni que iba hacia ellal desde el otro lado; el oni lanzó un alarido agónico con las zarpas extendidas y, retorciéndose, se abrió paso hacia el demonio araña. Los dos forcejearon, rodando por la cubierta.
Por un momento observó a Luke y seguía sin poder creerlo. Luke resultaba casi irreconocible. Las orejas se alzaban hasta finalizar en afiladas puntas lobunas; los labios estaban retirados del enfurecido hocico en un rictus permanente; las manos en forma de zarpas estaban ennegrecidas con icor de demonio.
—Deberíamos ir hacia las barandillas. —La voz de Luke era un medio gruñido—. Salir del barco. No podemos matarlos a todos. A lo mejor Magnus…
—No me parece que nos esté yendo tan mal. —Jace hizo girar el cuchillo serafín, lo que fue una mala idea; la mano estaba húmeda de sangre y el arma estuvo a punto de resbalarle—. Dada la situación.
Entonces algo enorme e informe cayó del cielo, derribándolos a los tres.
La cabeza de Jane impactó contra el suelo de manera dolorosa y fuerte, pero no lo suficientemente como para dejarla inconsciente. El cuchillo serafín de Jace se le resbaló de la mano y calló por la borda. Jace lanzó una palabrota y se incorporó tambaleante. La cosa que había aterrizado sobre ellos era un demonio oni. Era insólitamente grande para uno de su clase; por no mencionar insólitamente listo al haber pensado en trepar al tejado y dejarse caer sobre ellos desde lo alto. El ser estaba sentado encima de Luke, atacándole con los colmillos afilados que le sobresalían de la frente. Luke se defendía lo mejor que podía con sus propias zarpas, pero ya estaba empapado en sangre; su kindjal yacía a unos treinta centímetros de distancia sobre la cubierta. El hombre trató de ir a por él, y el oni lo agarró de una pierna con una mano que era como una pala y tiró de ella doblándola igual que la rama de un árbol sobre la rodilla. Jane oyó el chasquido de hueso al quebrarse al mismo tiempo que Luke gritaba.
Jace se lanzó a por el kindjal, lo agarró y rodó hasta ponerse en pie, descargando la daga con fuerza contra el cogote del demonio oni. Ésta le cortó con fuerza suficiente como para decapitarla, y la criatura se dobló hacia adelante a la vez que un chorro de sangre negra brotaba del cuello cercenado. Al cabo de un momento, el demonio había desaparecido.
Jane se precipitó hacia Luke y se arrodilló.
—Tu pierna...
—Está rota. —Luke se sentó con un tremendo esfuerzo, y el rostro se le crispó de dolor.
—Pero vosotros curáis deprisa.
Luke miró alrededor con rostro sombrío. El oni podría estar muerto, pero los otros demonios habían aprendido de su ejemplo y trepaban en tropel al tejado.
Luke cerró la mano alrededor de la empuñadura del kindjal.
—No lo bastante deprisa.
Jace sacó la daga de Isabelle del cinturón. Era la última de sus armas y parecía patéticamente pequeña.
Reuniendo valor, Jace y Jane se agarraron de las manos y se pusieron en pie justo cuando los demonios caían desde el tejado en una oleada. Una se alzó imponente ante ellos. Era un esqueleto de más de metro ochenta, sonriendo burlón con dientes rotos. Empuñaba una katana en una mano huesuda, lo que era poco corriente: la mayoría de demonios no se armaban.
Jace lanzó la daga. Golpeó la huesuda caja torácica del demonio y se quedó allí atorada. El demonio apenas pareció advertirlo; se limitó a seguir avanzando . El aire a su alrededor apestaba a muerte y a cementerios. Alzó la katana en una mano que era una garra…
Una sombra gris hendió la oscuridad frente a los chicos, una sombra que se movió con un movimiento de rotación preciso y mortífero. El arco descendente de la katana se cortó con un fuerte rechinar de metal contra metal; la figura oscura empujó la katana hacia atrás y con la otra mano lanzó una cuchillada ascendente a una velocidad que el ojo de Jane apenas pudo seguir. El demonio cayó hacia atrás, el cráneo haciéndose pedazos mientras el ser se desmenuzaba y desaparecía. Alrededor Jane pudo oír los alaridos de demonios que aullaban de dolor y sorpresa. Se volvió y vio que docenas de siluetas, siluetas humanas, trepaban por las barandillas, saltaban al suelo y corrían a enfrentarse a los demonios, que reptaban serpenteaban, siseaban y volaban por la cubierta. Empuñaban espadas de luz y vestían las ropas oscuras y resistentes de…
—¿Cazadores de sombras? —soltó Jane tan sorprendida que lo dijo en voz alta.
—¿Quién si no? —Una sonrisa centelleó en la oscuridad.
—¿Malik? — dijo Jace —¿Eres tú?
Malik inclinó la cabeza.
—Lamento lo sucedido antes —dijo—. Tenía órdenes.
Jace estaba a punto de decir a Malik que acababa de salvarle la vida, cuando un grupo de demonios raum se abalanzó en tropel sobre ellos, azotando el aire con los tentáculos. Malik giró en redondo y arremetió contra ellos con un grito, su cuchillo serafín llameando como una estrella.
Iba a seguirle cuando una mano los agarró por el brazo a cada uno y tiró de ellos a un lado.
Era un cazador de sombras vestido todo de negro con una capucha ocultando el rostro.
—Vengan conmigo.
La mano tiraba insistentemente de sus manga.
—Tengo que ir con Luke. Le han herido. —Jace tiró hacia atrás el brazo—. Suéltame.
—Ah, por el Ángel…
La figura los soltó y alzó las manos para echar hacia atrás la capucha de la larga copa, dejando al descubierto un estrecho rostro blanco y unos ojos grises .
—¿Harás lo que se te ordena ahora, Jonathan?
Era la Inquisidora.
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