24

Tres largos cuchillos estaban colocados sobre la cazadora de Jace. Cuando el rubio se dio la vuelta, Jane vio los afilados discos de metal metidos en su cinturón.

   —No tuve oportunidad de acceder al arsenal, así que éstas son las armas que tenemos — dijo Jace — Pensaba que podríamos prepararnos cuanto podamos antes de que Magnus llegue aquí. —Alzó el primer cuchillo—. Abrarie.

Al recibir un nombre, el cuchillo serafín titiló y cambió de color. Se lo tendió a Luke.

  —Yo ya tengo —dijo Luke, y apartó a un lado la chaqueta para mostrar el kindjal metido en el cinturón.

  Jace entregó Abrariel a Clary, que tomó el arma en silencio. Tenía un tacto cálido, como si una vida secreta vibrara en su interior.

  —Camael —nombró Jace al siguiente cuchillo, haciendo que se estremeciera y resplandeciera para luego entregárselo a Jane—. Telantes —dijo al tercero.

—¿Usáis alguna vez el nombre de Raziel? —preguntó Clary mientras Jace se metía los cuchillos en el cinturón y volvía a ponerse la cazadora.

  —Jamás —respondió Luke—. Es impensable.

  Escrudiñó con la mirada la calzada detrás de ellos buscando a Magnus. Jane podía percibir su ansiedad, sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, sonó el teléfono de Clary. La pelirroja lo abrió y se lo entregó a Jace sin decir una palabra. Éste leyó el mensaje de texto, enarcando las cejas.

—Parece ser que la Inquisidora le ha dado a Valentine hasta la puesta de sol para que decida si me quiere más a mí o a los Instrumentos Mortales —dijo—. Ella y Maryse llevan peleando desde hace horas, así que aún no han notado que me he ido.

  Devolvió el teléfono a Clary y se volvió hacia Luke:

  —¿La Inquisidora tiene un hijo muerto? —inquirió con brusquedad—. ¿Por eso es así?

  Luke suspiró e introdujo las manos en los bolsillos de la chaqueta.

  —¿Cómo lo has averiguado?

  —Por el modo en que reacciona cuando alguien pronuncia su nombre. Es la única vez que la he visto mostrar cualquier sentimiento humano.

—La Inquisidora es como es por muchas razones. Stephen es únicamente una de ellas.

  —Es raro —comentó Jane—. No parece alguien a quien le gusten los niños.

  —No los de otras personas —repuso Luke—. Era diferente con el suyo. Stephen era un niño mimado. De hecho, lo era de todo el mundo… de todos los que le conocían. Era una de esas personas que era buena en todo, indefectiblemente amable sin resultar aburrido, apuesto sin que nadie le odiara por eso. Bueno, a lo mejor le odiábamos un poco.

  —¿Fue a la escuela contigo? —preguntó Clary—. ¿Y mi madre… y Valentine? ¿Es así como le conocéis?

  —Los Herondale estaban al frente de la dirección del Instituto de Londres y Stephen fue a la escuela allí. Después de que todos acabásemos los estudios, cuando regresó a vivir a Alacante, empecé a verle más. Y hubo un tiempo en que le veía muy a menudo, ya lo creo. —Los ojos de Luke se habían vuelto distantes, del mismo azul gris del río—. Después de que se casara.

  —¿Así que estaba en el Círculo? —preguntó Clary.

  —No entonces —respondió Luke—. Se unió al Círculo después de que yo… bueno, después de lo que me sucedió. Valentine necesitaba un segundo al mando y quiso a Stephen. Imogen, que era totalmente leal a la Clave, se puso histérica; le suplicó a Stephen que lo reconsiderara, pero él la dejó de lado. Dejó de hablarles tanto a ella como a su padre. Estaba totalmente subyugado por Valentine. Le seguía a todas partes como una sombra. —Luke hizo una pausa—. Y Valentine no consideraba que la esposa de Stephen fuese apropiada para él. No para alguien que iba a ser el número dos del círculo. Ella tenía… conexiones familiares indeseables.

El dolor en la voz de Luke le provocó a Jane un escalofrío. Sentía esa historia muy familiar, pero en su joven mente no cabía respuesta.

—Valentine obligó a Stephen a divorciarse de Amatis y a volverse a casar; su segunda esposa era una muchacha muy joven, de sólo dieciocho años, llamada Céline. También ella estaba totalmente bajo la influencia de Valentine, hacía todo lo que él le pedía, sin importar lo extravagante que fuese. Entonces a Stephen lo mataron en una incursión del Círculo a una guarida de vampiros. Céline se suicidó cuando se enteró. Estaba embarazada de ocho meses. Y el padre de Stephen murió, también, de un infarto. Así que toda la familia de Imogen desapareció de golpe. Ni siquiera pudieron enterrar las cenizas de su nuera y nieto en la Ciudad de Hueso, porque Céline era una suicida. La enterraron en una encrucijada fuera de Alacante. Cuando mataron al Inquisidor durante el Levantamiento, le ofrecieron el puesto a Imogen. Regresó de Londres a Idris… pero jamás, por lo que oí, volvió a hablar sobre Stephen. Eso explica por qué odia tanto a Valentine.

—Porque mi padre envenena todo lo que toca ¿no? —preguntó Jace con amargura.

  —Porque tu padre, a pesar de todos sus pecados, todavía tiene un hijo, y ella no. Y porque le culpa de la muerte de Stephen.

  —Y tiene razón —repuso Jace—. Fue culpa suya.

  —No del todo —repuso Luke—. Ofreció a Stephen una elección y éste eligió. Sean cuales sean sus otros defectos, Valentine jamás chantajeó ni amenazó a nadie para que se uniera al Círculo. Sólo quería seguidores bien dispuestos. La responsabilidad por las elecciones de Stephen recae únicamente sobre éste.

  —Libre albedrío —indicó Jane.

  —No hay nada de libre en él —repuso Jace—. Valentine…

  —Te ofreció una elección, ¿no es cierto? —dijo Luke—. Cuando fuiste a verle. Quería que te quedases, ¿verdad? Que te quedases y te unieras a él.

  —Sí. —Jace miró al otro lado del agua, en dirección a Governors Island—. Así fue.

—Y tú le dijiste que no —continuó Luke.

   —Ojalá la gente dejara de adivinarlo. Me hace sentir predecible.

  Luke se volvió para ocultar una sonrisa, y se detuvo.

  —Alguien viene.

  Una persona se acercaba, efectivamente, alguien muy alto con cabellos negros que se agitaban al viento.

  —Magnus —dijo Clary—. Pero parece… distinto.

  A medida que el brujo se acercaba, Jane vio que su pelo, normalmente peinado de forma de púas y cubierto de purpurina como una bola de discoteca, le colgaba limpiamente por encima de las orejas como una cortina de seda negra. Los pantalones multicolores de cuero habían sido reemplazados por un pulcro y anticuado traje oscuro y una levita negra con refulgentes botones de plata.
 
—Parecéis sorprendidos de verme —dijo.

  Jace echó un vistazo a su reloj.

  —Lo cierto es que nos preguntábamos si vendrías.

  —Dije que vendría, así que vine. Simplemente necesitaba tiempo para prepararme. Esto no es un simple juego de prestidigitación, cazador de sombras. Esto necesitará nagua de verdad. —Volvió la cabeza hacia Luke—. ¿Cómo va ese brazo?

—Estupendamente. Gracias. —Luke era siempre educado.

  —Es tu furgoneta la que está aparcada junto a la fábrica, ¿verdad? —señaló Magnus—. Es terriblemente varonil para un librero.

  —Bueno, no sé —repuso Luke—. Todo ese ir y venir con pesadas cajas de libros a cuestas, subirte a estanterías, la dura tarea de colocar los volúmenes por orden alfabético…

  Magnus lanzó una carcajada.

—¿Puedes abrirme la furgoneta? Quiero decir, podría hacerlo yo mismo —meneó los dedos—, pero me parece de mala educación.

  —Por supuesto.

  Luke se encogió de hombros y se dirigieron de nuevo hacia la fábrica. Jace y Clary se quedaron atrás.
 

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