13

- ¿ No puedes hacer nada ? - dijo Jane entrando en pánico - ¿ No hay ningún modo de invertir el proceso ?

- Le podrían cortar la cabeza y quemar su corazón en una hoguera, - dijo Raphael - pero dudo que hagan eso.

- ¿ Qué querría Simon ? - dijo Jace - ¿ Es esto lo que querría para sí mismo?

Simon jadeó de improviso, arqueándose hacia arriba en los brazos de Clary. El muchacho tenía los ojos muy abiertos y aterrados.

- Soy yo - dijo la pelirroja - Simon, soy yo, Clary.

Las manos de Simon se apretaron sobre las de la chica. El chico soltó aire, y luego ya no volvió a respirar.

El pecho de Jane se apretó y fue incapaz de hablar, de moverse, o incluso de respirar. Su mejor amigo, su confidente, el chico al cual había amado por tantos años, ya no respiraba. En su momento de confusión, pudo ver como Isabelle caminaba rabiosa hacia Raphael y comenzaba a gritarle.

- ¿ Qué se supone que debemos hacer ahora ? - chilló la pelinegra.

- Enterrarlo - respondió Raphael.

- Eso no tiene gracia.

- No pretendía que la tuviera - replicó - Así es como somos creados. Se nos quita toda la sangre y se nos entierra. Cuando alguien se desentierra a sí mismo, es cuando nace un vampiro.

- No creo que yo pudiera hacer eso - dijo Isabelle con repugnancia.

- No voy a meterle bajo tierra - afirmó Clary.

- Entonces se quedará así - replicó el vampiro - Muerto, pero no del todo muerto. Sin despertar jamás. Debería decirles que no hay mucho tiempo. Cuanto más esperemos antes de enterrarle, menos probable será que no pueda desenterrarse solo.

- Entonces enterrémoslo - dijo Clary - Pero quiero que sea en un cementerio judío. Y quiero estar allí cuando despierte.

- No será agradable - advirtió Raphael.

- Nada lo es jamás - replicó Jane - Pongámonos en marcha. Sólo quedan unas pocas horas antes de que amanezca.

El cementerio estaba en las afueras de Queens. Les llevó un cierto tiempo conseguir abrirse paso con sus estelas a través de las verjas cerradas, y otro poco encontrar un lugar oculto para que Raphael comenzara a cavar. Estaba en lo alto de una pequeña colina, resguardado de la carretera por una hilera de árboles.

- ¿ Sufrió ? - preguntó Clary a Raphael.

- No - respondió el vampiro - Morir desangrado no es un mal modo de morir. El mordisco te droga. Es agradable, como dormirse .

Jane apartó la vista del hoyo que cavaba Raphael y miró de reojo el cuerpo inmóvil de Simon. Sintió odio, dolor, rabia. ¿ Dónde estaba Alec cuando más ella lo necesitaba ? Ayudando a un amigo. Ella no podía quejarse, ella estaba haciendo lo mismo, incluso cuando no sabía si aquello era lo correcto.

- Jane - dijo Jace sacándola de su embelesamiento - Iremos a sentarnos ladera abajo. ¿ Vienes?

- Quiero estar aquí cuando él despierte - respondió la rubia.

- Y lo estarás, - aseguró - volveremos antes de que despierte. Solo se me hace injusto que Clary y tú presencien este momento.

Casi por inercia, Jane asintió. Siguió a Jace ladera abajo, fuera del claro. Se sentaron en unas piedras y Jane pudo comenzar a sentir el gélido frío de la noche, el cual no había podido sentir en todo ese tiempo debido a la adrenalina que ahora comenzaba a disiparse como una niebla espesa.

- Tengo náuseas - dijo Clary.

- Lo sé. Es por eso que las he traído aquí - dijo Jace - Se ven pálidas.

- Todo es culpa mía - dijo Jane en voz baja.

- No es culpa tuya - aseguró Jace.

- Tienes razón - dijo Clary - Es culpa nuestra.

- ¿ De dónde sacas eso ? - replicó Jace.

- De no ser por lo sucedido en la corte se las hadas, Simon todavía estaría vivo.

- Nos vimos obligados a hacer lo que hicimos. No fue para divertirnos o para herirle. Además, eres mi hermana.

- No lo digas de ese modo...

Jane sentía que acababa de quedarse atrapada en el medio de una pelea de novios, aunque no lo eran. Justo como había dicho Jace, eran hermanos, aunque ninguno de los dos se sintiese de esa manera por el otro, y Jane lo sabía.

- ¡ Jace ! - se oyó otra voz que lo llamaba.

Era Alec. Iba despeinado y jadeante por haber corrido. Llevaba una bolsa de plástico negro en una mano. A Jane se le estrujó el corazón al verlo, y sin querer casi se echa a llorar con fuerza, sintiendo unas ganas inmensas de echar a correr hacia él y que la refugiase entre sus brazos. Junto a él marchaba Magnus.

- He traído sangre - dijo Alec deteniéndose frente a Jace y tendiéndole la bolsa - Como me has pedido.

- ¿ Debería preguntar dónde la conseguiste ? - dijo Jace arrugando la nariz.

- De una carnicería en Greenpoint - contestó Magnus - Es sangre animal.

- Iré a llevar esto - dijo Jace para luego mirar a las chicas - Esperen aquí.

- Quiero estar allí - dijo Clary - Tengo que estar allí.

- Sé que no puedo impedírtelo - claudicó él - Vayamos.

Ambas chicas se pusieron de pie para seguir a Jace. A penas los ojos de Alec se cruzaron con los de Jane, la chica sintió que una corriente eléctrica recorría todo su cuerpo. A cada segundo que pasaba más difícil se le hacía aguantar las ganas de saltar a sus brazos y abrazarlo hasta que todo aquello terminara.

- Gran brujo - saludó Raphael a Magnus una vez que llegaron - No esperaba verte aquí .

- Tenía curiosidad - repuso Magnus - Jamás he visto alzarse a uno de los Hijos de la noche.

Raphael miró a Jace.

- Andas en compañía de gente ilustre, cazador de sombras.

- ¿ Vuelves a hablar de ti ? - bromeó Jace - Eso parece jactancioso.

- A lo mejor se refería a mí - soltó Alec haciendo que todo el mundo lo mirara sorprendido, ya que él nunca hacía chistes - Lo siento. Son los nervios.

- No tienes que disculparte - intervino Jane.

La chica alargó el brazo para tocar el hombro de Alec, pero este se movió rápidamente fuera de su alcance, y la mano extendida de la rubia cayó al costado de su cuerpo.

- Quizás deberíamos haber dejado que se fuera - dijo Isabelle con la voz rota.

- Dejarle morir, quieres decir - dijo Clary con amargura - Claro que eso es lo que tú piensas. Piensas que todos los que no son como tú están mejor muertos.

- Eso no es...

Entonces un sonido interrumpió a Isabelle. Era un sonido que no se parecía a ningún otro que Jane hubiese oído antes. La tumba se agitaba como la superficie de un océano, y de repente, reventó con terrones de tierra volando por los aires. Ya había comenzado.

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