Capítulo 7
No me iré sin despedirte.
Después del arresto de Antonia, Raquel me contó que Ileana ya acordó con Minerva para que trabaje en su casa. Eso me tomó por sorpresa porque no pensé que esto llegara a pasar y más aún cuando mi madre se va operar en unos días más. Pero eso no sería todo lo que mi hermana me contaría sobre ella.
- ¿Qué? ¿Una intrusa entre nosotros?
- Así es... Y además, Tomasa me dijo que Víctor se encontró con Ileana en las afueras de la habitación después que la limpiara. Quiere decir que ella tiene mucho que ver con el arresto de Antonia.
- Yo sabía que algo no andaría bien, Cata... Todo el tiempo, o al menos desde que llegó Antonia y su hijo Víctor a esta casa, Ileana siempre sintió envidia y celos de su persona... Y cuando tú te interesaste por él, ella fue la primera que no te miró con buenos ojos aparte de mi madre.
- Me lo imaginé, creo que ella carecía de esa falta de afecto que sus padres no le dieron cuando era niña. Por eso, ella siempre actúa así para con nosotros, es tan o más egoísta y ambiciosa que Minerva.
- Es cierto, son tal para cual. A propósito, mi mamá no se siente bien, aún no asimila que Antonia termine presa.
- Es tan difícil creer que esto sucediera tan pronto, tantas tensiones tuvo mamá en los últimos días por culpa de Minerva que no creo que pueda soportar esta antes de que se opere de la cabeza.
- ¿Y qué va suceder con Víctor y Gustavo ahora que su madre está en manos de las autoridades?
- No lo sé, iba verlo justo después del arresto a Antonia, pero Ileana me impidió hacerlo. Pero aún así, debo estar a su lado porque no puedo permitirme que esté solo durante tanto tiempo.
Por otro lado, Antonia fue recluida en una celda de la comisaría y permanecerá ahí hasta que se esclarezcan los casos. Entre lágrimas, ella clamó a Dios para que se haga justicia y le rogó para que su hijo Víctor y su amigo Gustavo estén bien ahora que estarán solos. Mientras esto pasa, al día siguiente, su esposo Gilberto y sus hijos Eduardo y Nisa leen en los periódicos la noticia sobre el incidente y sus reacciones fueron divididas...
- (lee el periódico) ¿Qué? ¿Vieron eso? ¿Antonia está presa? (se los muestra)
- ¿De verdad? ¡Ja! Esa señora recibió el castigo que se merece. No me importa la gravedad del asunto, ella merece pasar toda la vida tras las rejas.
- Pero el castigo que cometió no es tan grave para pasar todo el tiempo en prisión, Eduardo. No hables de una forma cruel y despectiva a tu madre...
- Me da igual el modo que me refiera de esa mujer así, pero ella está presa y no habrá nadie quien la saque.
- De verdad que tu corazón está más duro que la misma piedra, Eduardo.
- Sí, tu hermana tiene razón, Eduardo... Sé más benevolente con tu madre, no les puedes guardar tanto rencor por la supuesta infidelidad que cometió la mujer que te dio la vida.
- Me pregunto como estará Víctor porque va estar sin mamá durante el tiempo que va durar en prisión. Es más, hace mucho que no la veo... Ni a ella ni a Víctor los veo desde hace años y los extraño. (sollozando)
- No, hermana, ya vas empezar a ser melodramática... ¿Sabes qué? Tu inmadurez y tus berrinches son lo que realmente más odio de ti, Nisa.
- Déjala que hable, Eduardo, es el sentir de Nisa. No puedes obligar a que se vuelva tan dura como tú lo eres...
- Papá, si me disculpas, me retiro. En mi vida, me imaginé ser el objeto de burla de ustedes, me voy. (se va)
- Pero ni siquiera probaste un bocado de tu desayuno, Nisa...
- Déjala que se vaya, si lo hace con la intención de reencontrarse con nuestra madre o con Víctor, la desconoceré como su hermano. Y esto va en serio.
- ¡Basta! (Golpea la mesa) Eduardo, no rebases los límites de mi paciencia... Ya tuvimos suficiente con tus malas actitudes.
- Claro... (Ambos se ponen de pie) Tú te pones de parte de Nisa y le das la razón porque se nota que aún amas a mi madre y no soportas que ella esté en prisión. ¿Acaso no te acuerdas que te moriste de celos cuando la acusaste de infiel cuando ella nunca lo fue contigo? (Gilberto le tira una bofetada)
- ¡Papá! ¿Qué haces? (se acerca a el llorando) ¿Por qué le pegas a mi hermano?
- Lo hice porque no quiero que el me recuerde la relación que tuve con Antonia y que se terminó cuando ella me fue infiel.
- Gracias, gracias por pegarme, lo necesitaba... Acabas de herir mi orgullo tan solo por hacerte ver la realidad. Tú la quieres pese a todo y tus celos te nublaron la mente tanto a ti como a mí. (se retira)
- Sé que Eduardo aún está decepcionado con Antonia por esto, pero el tiene razón pues no la guarda rencor por nada después de tantos años separados. Así que, papá, te pido que pienses en el grave error que cometiste cuando rompiste con nuestra madre y la alejaste de nosotros por muchos años. (se retira)
- Pero... ¿Eduardo? ¿Nisa? ¿Por qué se van? ¡Oigan, niños, regresen!
Eduardo y su padre se distancian porque tienen opiniones distintas respecto al arresto de Antonia. El pasó su infancia con su padre y sentía que se alejó más de su madre debido a esta supuesta infidelidad ocurrida hace años. Pese a todo, el sigue con su vida y sacando adelante a sus hijos, pero todavía no encuentra a quien le haga feliz. Por otro lado, Minerva celebra que Antonia esta en la cárcel y ahora espera que Ileana se integre a su casona ni bien Ludovica se opere de la cabeza.
- ¡Ha sido uno de los días más productivos y satisfactorios que tuve hasta ahora! Mi hermana se le cayó la cara de la vergüenza porque no podía creer que su empleada favorita sea acusada de ladrona cuando en realidad, todo fue una trampa orquestada por mi en complicidad con Ileana.
- ¡Jajajaja! Tu plan salió tal como tú lo querías... Ahora nadie abocará por su inocencia... Ni sus hijos... Se va quedar ahí presa para toda su vida.
- Sí, este ha sido un buen comienzo, pero no olvides que siempre habrá un buen samaritano que velará por ella y hará de todo por querer sacarla de prisión. Eso va suceder, pero por más que lo niegue, Antonia va cargar con la pesada cruz de que será una ladrona.
- ¿Ella tiene una familia?
- No lo sé... Yo con las justas ví a su hijo en la fiesta de Primera Comunión, nada más, supongo que tendrá su esposo y algún condenado hijo que le sacará mil canas verdes con sus malcriadeces.
- ¿Tú quieres tener a un hijo?
- Ese sería un gran anhelo, no lo descarto, pero por ahora, mi intención es deshacerme primero de Ludovica como sea y así obtener a sus hijos. Pero, ¿para qué esperar a que mi hermana salga de alta tras operarse si puedo entrar en acción durante la operación?
- Es una estupenda idea... ¿Por qué no lo haces al día siguiente después de que Ludovica se vaya al hospital?
- Puede ser. Me tomaré la molestia de hacerlo para cobrarme todas las que mi hermana me hizo cuando éramos jóvenes. Y yo te daré la chance de que hagas con Catalina, todo lo que tú quieras.
Por otro lado, Ludovica ve la manera de cómo sacar a Antonia de prisión aunque no cuente con dinero suficiente para cobrar su sueldo pues casi todo el dinero se lo dio a Evaristo para costear la operación donde le extirparán el tumor cerebral y lo peor es que no tiene la ayuda de alguien para ayudarla con eso. Entonces, ella debe tomar una decisión muy difícil.
- (pensando) Pasado mañana, me operan de la cabeza, pero a la vez, necesito sacar a Antonia de prisión y no tengo pruebas suficientes para demostrar su inocencia ni tampoco dinero para pagar la fianza. ¿Qué voy hacer? ¿Qué pasará con su hijo y su amigo? No los quiero dejar solos...
Ludovica aún estaba con los ánimos por los suelos tras lo sucedido con Antonia, no podía dejar de pensar en esa escena y en lo que podría pasar en la operación. No quería fallar ni siquiera a su propia familia o quienes les tendió la mano, pero su decisión dependería el destino de uno y así se lo haría saber a todos mediante una carta que redactaría y lo leería delante de todos al día siguiente en el desayuno.
- Buenos días, señora Ludovica.
- Buenos días, Tomasa. ¿Los chicos ya se despertaron? (dirigiéndose a la mesa)
- Sí, bueno, excepto por Víctor. No quiso salir de su cama para nada porque, sabe, la situación de Antonia aún lo afecta muchísimo. Le insistí para que, por lo menos, coma algo de desayunar, pero lo rechazó. Además, no quiso recibir la visita de nadie a su cuarto...
- ¡Qué lástima! Me hubiera gustado que él esté aquí para que escuche la carta que escribí. ¿Está servido todo?
- Sí, encargué a Ileana que sirva el desayuno porque era labor de Antonia hacerlo. Bueno, la dejo para que disfruten el desayuno. Permiso.
- Muchas gracias, Tomasa. (se retira) Chicos, gracias por esperarme... Bueno, quería decirles que, como se dieron cuenta, Víctor no desayunará con nosotros por obvias razones, eso es uno. Lo otro es que me tomé la molestia de escribir una carta explicando lo que sería el futuro de Antonia en la casa, me pasé toda la noche pensando en lo que pasaría con ella y conmigo porque, como saben, mañana me opero. Me quitarán el tumor de la cabeza. Y mi decisión está escrito aquí en la misiva, se las voy a leer... (abre el sobre)
Estimada familia:
Han sido días difíciles que pasamos juntos. Mi hermana Minerva me hace la vida imposible y encima no tengo a Antonia de mi lado pues ella, en muy poco tiempo, ha sido de mi entera confianza desde que la contraté como mi doméstica pese a las diferencias que tuvimos en un inicio.
Es por eso que, por más que me duela, tomé la decisión de prescindir de los servicios de Antonia en esta casa porque temo por su seguridad, la de su hijo y su mejor amigo. Esto será después de solucionar su caso para que salga de la cárcel lo más pronto posible. Le daré su sueldo y además su liquidación en señal de agradecimiento por todo lo que hizo en el tiempo que trabajó para nosotros. Estoy segura de que conseguirá empleo en un hogar que se adecue mejor a este.
Agradezco su anticipada comprensión y espero que esta noticia se quede en absoluta discreción entre todos para que no se malinterpreten las cosas si terceros se enteran y se llegara a divulgarlo.
Atentamente,
Ludovica Vasconcelos.
- (Gustavo llorando) ¿Qué va pasar con nosotros, señora? No vamos a encontrar otro lugar para vivir.
- No te preocupes, Gustavo. Tarde o temprano buscarán refugio en otra casa cuya familia los acogerá con los brazos abiertos, de la misma forma que lo hice yo.
- (Víctor aparece) ¿Por qué despide a mi madre? Mi madre está en la cárcel y solo quiero que esté en libertad, no es justo que luego la corran sin haber hecho algo malo. No tenemos adonde ir si la corre.
- Por fin te levantas, Víctor, me imagino que escuchaste toda la carta que leí frente a todos, ¿no? Mira, no la estoy despidiendo, solo temo por su seguridad y la de ustedes.
- ¿Acaso la despide porque quiere protegerla del peligro? Esa es una de las excusas más tontas que escuché a mi corta edad, señora.
- Mamá, creo que no es momento para discutir con Víctor. Todavía el está triste por su madre..., pero le prometemos que haremos todo lo posible para que su inocencia sea demostrada.
- ¡Mi madre fue encarcelada porque tontamente cayó en una trampa hecho por sabe Dios quien! Y tú, Catalina, no eres capaz de comprobar que ella es inocente. Yo fui testigo de eso e iré a la comisaría para que las autoridades me crean y la saquen de prisión.
- ¿Por qué dices eso? Yo daría mi vida por demostrar la inocencia de Antonia.
- No. Tu no eres capaz de hacerlo. A lo contrario, te convertiste en cómplice de su delito. Eres una traidora...
- Calma, Víctor. No ganarás nada gritando y llorando. Ya se que tu intención es ir a verla, pero eres aún pequeño para hacerlo; así que tendrás que ir con algún adulto porque no te recibirán en la comisaría siendo tú menor de edad. ¿Puede ser que Tomasa vaya contigo?
- Claro. Raquel, Víctor y yo iremos a verla más tarde, señora, no se preocupe.
- Gracias, Tomasa, el asunto quedará solucionado y sacaremos a Antonia lo más pronto posible.
Tal como acordaron con Ludovica, en la tarde, Tomasa acompañó a los niños a la comisaría donde fue recluida Antonia, la idea era sacar una prueba fundamental escrita por mi madre en un documento y demostraría que ella es inocente.
- ¿Señor oficial? Buenas tardes, perdone que le interrumpa. ¿Acá se encuentra la señora Antonia Macedo?
- Sí, aquí está, pero hoy no es el día de recibir visitas en la comisaria. Le sugiero que venga mañana... Aquí las visitas son en dos turnos: mañana a las 10am y por la tarde a las 3pm.
- Pero, por favor, es urgente que nos atienda ahora porque tengo una prueba que demostraría la inocencia de la acusada. (se acerca) Por lo menos, no nos dejará pasar, pero igual le dejo esto... (se lo entrega)
- (lo revisa) Está bien, lo leeré. Muchas gracias de antemano por la información. ¿Me da su nombre, por favor?
- Soy la señora Tomasa Fuentes. Vine con el hijo de la procesada, Víctor, y una amiga de el, Raquel. Se lo encargo bastante, por favor. Gracias y que tengan buenas tardes. (se retiran)
- Por lo que más quieran, tienen que sacar a mi madre de la cárcel; ella es inocente y sé que nunca ha sido una ladrona como muchos lo piensan. (llorando)
Mientras ellos se iban, tristes por no permitirles visitarla en la celda, el oficial leía el documento que explica que Antonia no es causante del supuesto delito de robo como se había especulado en un comienzo sino que Ileana tramó este plan en cooperación con Minerva para culparla de este hecho. Todavía ellos ignoran quien es el verdadero responsable, pero por lo menos, encontraron a su cómplice. Eso fue más que suficiente para tomar su decisión; al día siguiente, los oficiales la pusieron en libertad debido a lo mostrado en la carta que la propia Ludovica redactó con el apoyo de Tomasa y Raquel donde demuestran su inocencia. A Antonia le bastó estar presa casi dos días porque no era justo que la acusaran de un delito que ni siquiera cometía. Minutos después, ella regresó a casa...
- (tocan la puerta e Ileana lo atiende) Veré quien es... (abre la puerta) ¿Antonia? ¿Qué haces aquí? (la abraza sin ganas) Te dejaron libre... Me imagino.
- Sí, han pasado apenas un par de días desde que me pusieron en prisión, pero por suerte, la justicia no demoró en hacer su parte y agradezco a Dios que me dejaran en libertad porque era cuestión de tiempo que se demostrara mi inocencia. ¿Y los niños? ¿Víctor? ¿Catalina? ¿La señora Ludovica? ¿Dónde están?
- Cada quien están en sus habitaciones, apresúrate que tienes que preparar algo para cenar. Yo me encargaré de avisar a todos de tu llegada. (sube las escaleras lentamente) Bienvenida...
- Gracias. (se pone el delantal)
- ¿Antonia? (Tomasa se acerca) ¡Antonia! ¡Por Dios, estás libre! (la abraza) Gracias Dios mío por concederme este milagro... ¿Cómo estás?
- Bien, pero me sentía triste porque estaba alejado de mi hijo. Le lloraba las veces que podía, mientras miraba el cielo, le suplicaba a mi Señor que me dieran la posibilidad de devolverme la libertad que la perdí, moría de hambre y de sed. Los guardias no me daban pan para comer o agua para beber... Tú no sabes lo difícil que fue estar entre cuatro frías y espesas paredes y encerrada en una celda.
- Comprendo la situación por la cual pasaste en la comisaría, pero yo tuve fe en ti de que no hiciste nada malo. Ahora, tenemos que ver quien te hizo caer en la trampa para ponerla en su lugar. (mi mamá y yo llegamos para verla)
- ¡Antonia! (la abraza) Bienvenida de vuelta... Me alegro que hayas recobrado tu libertad. (Antonia me abraza)
- Gracias, señora Ludovica. Catalina... (me acaricia el cabello y me sonríe) ¿Dónde está mi hijo? Aún no bajó a verme...
- Enseguida Víctor baja, no se preocupe... Ahora vaya a servir la cena que nos morimos de hambre... (asiente)
Ludovica se siente satisfecha por ver libre a Antonia después permanecer en prisión, pero aún no se siente lista para contarle que será despedida de su trabajo antes que la operen. Prefiere comentárselo a solas en lugar de decirlo frente a todos.
- ¿Esa es... mi mamá? (la ve de lejos y corre hacia ella) ¡Mami! ¡Mami! (la abraza entre lágrimas) ¡Te extrañé mucho!
- ¡Mi amor! ¡Mi querido Víctor! ¿Cómo has estado? (lo besa y apachurra)
- Estuve muy triste, realmente triste... Estos días me sentí muy vacía sin ti, no tenía ganas de hacer absolutamente nada, tu encierro me afectó bastante, pero felizmente hicimos un esfuerzo para que tu inocencia sea demostrada.
- Y gracias a tu esfuerzo y también el de todos, me siento mucho más libre, lista para retomar mi vida.
- No nos agradezcas, Antonia, todo esfuerzo ha valido la pena porque sabíamos que eras inocente. Antonia, antes que lo olvide, ahora que terminemos de cenar, quiero que hablemos a solas en mi cuarto. Puedes retirarte... (se va)
Antonia estaba tan contenta de recuperar su libertad luego de estar unos días en la comisaría injustamente, pero su sonrisa estaría por borrarse una vez más pues Ludovica le daría la noticia más triste de su vida pues todo cambio debía ser por el bienestar de todos.
- (toca la puerta) Adelante, pasa.
- Me llamó usted, ¿no? (cierra la puerta)
- Sí, quería hablar con usted de algo muy importante y por eso, la cité aquí porque me faltaba que lo supiera. Siéntese en mi cama, estamos en confianza.
- ¿De qué se trata lo que me quiere hablar?
- Pues, usted sabe que me voy a operar del tumor en la cabeza dentro de poco, ¿no? (asiente) Es por eso que me voy ausentar por un tiempo de aquí en lo que dure tanto mi operación como mi recuperación en el hospital.
- ¿Por cuánto tiempo?
- No lo sé, una semana o dos, depende. Por eso, le voy a pedir que, mientras esto pase, usted se irá de la casa con su hijo y su mejor amigo para garantizar su seguridad y la de ellos.
- ¿Me está despidiendo? (salen lágrimas)
- No la despido, solo quiero que usted y sus hijos estén protegidos de todo peligro que puede causar mi hermana Minerva. Le voy a dar dinero suficiente como parte de su sueldo mensual y de su liquidación para que vaya y encuentre un refugio para que pueda trabajar, eso no le va faltar nunca.
- Señora... No entiendo, ¿para qué me despide si no le hice nada malo? Lo que pasó la primera vez fue simplemente porque era nueva, mire, yo recién vengo trabajando un mes aquí y le agarré mucho cariño tanto a usted como a sus hijos. Hasta me comprometí en cuidar a sus hijos en lo que dure la operación.
- Lo que pasó, pasó, ya te di una nueva oportunidad. Esto es distinto, yo también quisiera que no se fuera, pero no quiero que usted y sus hijos o yo y los míos se vean perjudicados por lo que vaya hacer Minerva. Compréndalo.
- (llorando) Señora... (la abraza)
- Tranquila, no se preocupe. Mañana temprano hará sus maletas y me acompañará hasta el hospital donde me van a operar, después se va en busca de un futuro mejor para usted y sus hijos.
- Tengo miedo de que, un día de estos, mi esposo venga para humillarme tal como lo hizo hace años. Por su culpa, no supe más de mis hijos Eduardo y Nisa, ahora necesito reencontrarme con ellos una vez más para recuperar el cariño que perdí.
- Ay Antonia... Entiendo lo peor que te pasó hace años y el motivo que la trajo aquí venida de tan lejos, si usted se aleja de ese problema que la aqueja, va vivir feliz. Ya verá que se volverá más fuerte que nunca con el tiempo..., le prometo que sí.
- La voy a extrañar, señora. (la abraza con más fuerza) Gracias por esta oportunidad que me dio de compartir con usted y con sus hijos. Gracias.
Ambas se enfunden en un fraterno y emotivo abrazo de despedida, Antonia estaba triste por decirle adiós a Ludovica pues tomarían caminos separados y tal vez, no volverán a verse más. Sin embargo, yo estaba tras esa puerta oyendo parte de la conversación y cuando volví antes que salga Antonia, me encerré en mi cuarto y tapándome con mi cobija, me eché a llorar en silencio.
Continuará.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top