Capítulo 20
No es posible que me engañes.
Sara pensó que el anuncio de la fecha de su boda con Víctor le saldría perfecto tal como lo imagino... O quizás, no.
- Mamá, papá, Marion... Me imagino que ya se habrán enterado del motivo por el cual los he reunido aquí. Como verán, estoy de gala porque... Víctor y yo nos casaremos... En dos semanas. (Aparece Imelda)
- ¿Dos semanas? ¿Creí que era en un mes?
- ¿Mamá?
- Lo siento, quise evitar que entraran, pero ambos ingresaron de frente.
- Descuida, Julissa... Te entendemos.
- ¿Tía Imelda, qué haces aquí? Pensé que estaría en Lima la próxima semana como habíamos acordado. (Se abrazan)
- Si, pero nuestros planes se adelantaron, Sara. Diego y yo quisimos venir a Lima creyendo que estarías haciendo tu fiesta y anunciarías por lo alto la fecha de tu matrimonio con Víctor, pero no pensé que tan pronto y que tan simple sería esto. ¿Hasta donde hemos llegado?
- Mejor hubiéramos regresado a Miami.
- Bienvenida, mamá. (Se saludan) Antonia, ayúdame con las maletas y llévala al cuarto de huéspedes, por favor. Diego se encargara de llevar las suyas.
Una vez que todos abandonaron la sala y ayudaron a los invitados a instalarse, Sara quedó sentada en el sofá, frustrada porque en un momento importante, la tía Imelda y su primo Diego le impidieron decir cuando sería su boda. Aún tenía en pie los anillos de compromiso que le faltó entregar a Víctor, pero una vez más, se dejó llevar por su cólera y botó las decoraciones de la mesa al suelo.
- Sara, ¿por qué lloras? ¿Solo porque nosotros vinimos aquí significa que te vas a rendir? (Sara se recuesta sobre el brazo derecho de Diego) Vamos... Cálmate y piensa que mañana será otro intento de... (Sara empuja a Diego)
- En mala hora ustedes vinieron a verme... En mala hora... (Llorando) Ya veo porque todos tratan de impedir que sea feliz con Víctor. Pero ya verán que sus palabras fácilmente el viento se las llevará. Ya lo verán. Iré en su búsqueda y le obligaré a que acepte la fecha de nuestra boda para casarnos si o si.
Sara sigue enojada con la familia. Su obsesión por casarse con Víctor se hace cada vez más grande a tal grado de querer consumir su mente. A todos los ve como sus enemigos, pero más que nada, a mi, Catalina, quien le quiere arrebatar su amor, cosa que es falso. No me sirve ser plato de segunda mesa, pero cuando me acerco, siento que no me resisto, hay algo en el que me enamora y no puedo escapar de ello. Mi mente no deja de pensar en el, no consigo sacarlo de mi corazón por más que quiera, pero ya no puedo esperar un día más: es hora de confesar mis sentimientos por el y pavimentar mi camino a la felicidad.
Flashback del primer beso con Víctor y de mi enfrentamiento con Sara en el restaurante.
- ¿Qué hago, Dios mío? Quiero pensar que estoy haciendo lo correcto sin tratar de lastimar a nadie. No me resisto... (Me siento en un banco del parque) Es hora de abrir mi corazón. (Respiro dos veces)
- ¿Catalina? ¿Qué haces aquí solita?
- (lo abrazo) Victor... ¿Te acuerdas de aquel primer beso que nos dimos bajo la lluvia? Pues, tengo miedo... Tengo miedo que Sara lo sepa porque fueron ya varias veces que, en mis sueños, ella me atormenta pensando que podemos tener algo y que, al final, no tengamos nada.
- Tranquila, no pasa nada. Sara imagina cosas donde no las hay, su mente para puesta en cualquier lado y no en nuestra realidad. Ella no te hará daño a menos de que ambos lo impidamos.
- Pero Sara es muy hábil, no tardará mucho en descubrirnos. Además, hasta sospecha que me estoy robando el cariño de su familia, cosa que no es así.
- No. Todos en la casa te quieren. La única que no te tolera es la misma Sara, su envidia y su obsesión están carcomiendo su mente y a la larga, perderá el control. Yo hace rato me di cuenta de sus errores y trato de que entienda, pero al parecer, no nos hace caso.
Cancion de Fondo:
"Cuidarte el alma", Chayanne.
- Victor, quiero que sepas que aunque estés con Sara, yo... (Toco su mano) te quiero. Te quiero mucho. Es más, te amo... Eres el hombre de mi vida y quiero que desde hoy, sea siempre así.
- Yo también te quiero... Es decir, te amo. No me importa si Sara esté loca con tenerme, yo no me resisto de pensar en lo triste y vacía que sería si no tuviera una vida contigo. Amémonos con locura y pasión, amémonos como si el mañana no existiera, amémonos hasta el final.
- Si, amémonos. (Nos besamos con pasión, pero Sara a lo lejos nos ve)
- Lo sabía... Sabía que lo harían a mis espaldas para prodigar su amor a los cuatro vientos. Ambos son unos mentirosos. Quisieron verme la cara de idiota, pero no dejaré que su amor se fortalezca. Yo me encargaré de hacerles la vida imposible, especialmente tú, Catalina. Te arruinaré la vida, así como también quisiste arruinarme la mía. Me iré con Minerva y se lo diré todo.
Sara se retiraba del lugar con lentitud y entre lágrimas porque descubría que Víctor le fue infiel conmigo. Aún tenía los anillos en su poder, lo sacó del bolsillo de su abrigo y por más que quería romperlo en mil pedazos, decidió conservarlo para usarlos en otro momento en otras manos que no fueran las suyas.
- (coge su celular y le manda un mensaje a mi tía) Señora Minerva, veámonos en su casa. Retire a quien sea que esté contigo porque me urge verla.
Por otro lado, Diego miraba a Marion que estaba en su cuarto viendo la TV. Era la primera vez que le prestó atención a algo tan simple, así que se acercó a ella para acompañar a ver el programa que tanto le gustaba y mientras la miraba sonreír, el también sonreía.
- ¿Cómo te llamas?
- Soy Marion, la hermana de Sara.
- Yo soy Diego, el primo de Sara.
- Eres linda, pese a tu discapacidad.
Canción de fondo:
"Mientras me curo del cora", Karol G.
- Nadie nunca me ha dicho algo así, la única que me lo dice es mi madre. Y las pocas personas que conozco también piensan igual que ella, pero por estar así, no salgo a la calle, no tengo más amigos, digamos que en mi casa soy invisible.
- No, Marion, no lo digas así. Que tu discapacidad no sea un motivo para esconderte dentro de tu cascarón. Mira, yo quiero ser tu amigo, de los tantos que quiero que tengas para que no te sientas sola. La vida no es fácil, no, pero si pones de tu parte... Verás que todo cambiará para bien y ya no serás invisible dentro y fuera de tu entorno.
- Gracias, Diego. Gracias por apoyarme y cuando quiera, siempre contaré contigo.
Entre Diego y Marion ha nacido una nueva amistad, amistad que de seguro pasará luego a ser un gran amor entre ambos. Ella, una joven discapacitada, pero con un ferviente deseo de renacer, y el, un hombre que quiere vengarse de aquel tipo que los dejó en la calle: el mismo Evaristo Domínguez. Por otro lado, Sara y Minerva se encuentran y se encaran mutuamente.
- Sara, ¿qué pasó? Me pediste que me reuniera contigo en este lugar. Sonabas alterada cuando me llamaste.
- Este plan no nos está resultando, Minerva. Te pagué el dinero suficiente para que hicieras el trabajo sucio más sencillo que era separar a Catalina de Víctor y mira lo que resultó... Ellos ahora son pareja, oficialmente.
- ¿Y por eso me sacas en cara? No tienes que venir a desquitarte conmigo, Sara. Tú misma has permitido que tu amado Víctor nade en los brazos de otra. Tu descuido te ha llevado a esto...
- Ahora me echas la culpa, ¿no? Pues, te equivocas. Desde que llegó Catalina, mi vida se ha puesto patas arriba. Varias veces se vio a escondidas con Víctor y cuando me encontré con ella para amenazarla con que se aleje de el, me decía que no son nada. Y hoy, cuando estuve a punto de anunciar la fecha de mi boda con él, mi tía Imelda y su hijo Diego vienen de Miami pensando que yo iba hacer la fiesta por todo lo alto, como estaba planeado en un inicio, pero que mi madre me lo negó. Y para colmo de males, como para cerrar este día de porquería que estoy teniendo, me encuentro con la escena que me faltaba, Víctor y Catalina se besan.
- Eso fue porque tú lo permitiste, Sara. No pasaste en limpio tus planes que tu cerebro grabó desde un inicio, los dejaste en borrador. Dejaste el camino libre para que Víctor se fije en mi sobrina. ¿Ahora que harás?
- ¿Qué haré? Pues, quiero atormentar a Catalina y hacer lo que esté a mi alcance para que Víctor regrese a mi lado porque yo lo necesito, lo necesito tanto como un bebé necesita de su biberón para chupar su leche. Mi carrera de modelo puede esperar un poco más, ahora mi prioridad principal es volver con mi novio porque no pienso pasar ni un solo día estando cruzada de brazos y al final, no haga nada.
- Yo podré apoyarte con ello. Haré lo que esté en mis manos para separar a Catalina de Víctor y que esté vuelva a ti.
- Hágalo, pero ni crea que le volveré a dar dinero, basta con el que le di la primera vez y no en que porquerías lo invirtió. Lo que me queda lo usaré para otras cosas. Si encuentra a Catalina, me la encara y después me lo hará saber.
- Está bien. Si no tienes nada más que decir, puedes irte... Pero recuerda, quiero tu felicidad con Víctor, ninguna otra mujer, ni siquiera Catalina, podrá hacerlo... Solo tú. Buena suerte.
Sara renueva su confianza con mi tía Minerva con la intención de querer destruirme. Su fuerte alianza entre ambas me hace pensar que existe algo más que las une, pero que lo ignoran por completo. Los únicos que saben de este terrible secreto eran Ulises y Valeria.
Al día siguiente, me abstuve de ir a la casa de los Freitas porque no quería encontrarme con Sara, me imagino que estaría enfadada conmigo por haber besado a Víctor y para evitar problemas, le mandé un mensaje a Valeria para que se entere sin que su hija se diera cuenta.
"Perdón, señora Valeria. Hoy no podré ir a su casa porque temo que su hija Sara vaya a causar problemas conmigo, usted sabe cómo es ella. Espero que lo comprenda".
- Catalina... ¿Qué habrá ocurrido?
- ¿Está bien, señora Valeria?
- Si, Antonia. Solo que... Catalina no vendrá hoy. (Mira a Toñita atentamente) ¿Qué? ¿Tu sabes algo de ello?
- Señora Valeria... Sara me dijo que no se lo dijera a nadie porque me amenazaba con despedirme si la delato, pero no me resisto y ahora se lo cuento. (Cierra la puerta) Mi hijo Víctor me habló anoche y me dijo que él se beso con Catalina.
Flashback:
- Mamá. Mamá. Estoy tan feliz, al fin lo hice. Catalina y yo ya somos novios.
Sara escuchó toda la conversación entre Víctor y su madre contando cómo este logro conquistarme. Ella los miraba abrazándose y compartiendo su felicidad, pero en cuanto la mucama salió de la habitación, se escondió en un rincón para evitar ser vista y debía seguirla hasta el próximo lugar donde iría.
- ¿Qué te dijo Víctor? (Se hace un silencio breve) Mira que no estoy de buen humor. (Se hace otro silencio breve) Contéstame, doméstica. ¿Qué te habló tu hijo?
- Por favor, señorita Sara, le prohíbo que me hable en ese tono. Un pulgar más abajo sería mejor para que me...
- (La arrincona a la pared) Yo te hablo como se me pegue la pinche gana. (La cachetea) No se resista, señora... Dime, ¿qué se hablaron tu hijo y usted?
- No lo sé... Se lo juro, no lo sé.
- ¡Miente! (La lanza al suelo) ¿No me quiere ver la cara de idiota, no? Yo los oí hablando de como su hijo enamoró a la estúpida de Catalina y por eso, me cambió. Me cambió por esa naca igualada que cree que puede ser mejor que yo. ¿Tan difícil es no decirme la verdad? Ahora párese y escúchame bien lo que le diré...
- No. Usted primero me escuchará a mi.
- Cállese si no quiere que le dé otra bofetada. Aquí usted se limita a ser la doméstica de esta casa porque está en un nivel muy inferior al mío. Escuche, por ningún motivo le cuente de esto a mi madre, si lo hace... La despediré y no recibirá un céntimo, se marchará y no tendrá un lugar donde vivir. ¿Entendió? Puede retirarse... Y lamento esto, pero tenía que hacerlo. (Antonia se va llorando)
Fin del Flashback.
- ¿Eso hizo Sara? (Antonia asiente) No puede ser que haya llegado tan bajo. Por un lado me alegra que su hijo encuentre alguien que lo ame, pero por el otro, no dejo de pensar que mi hija llegase a un punto donde su mente se retuerce y se llene de odio por alguien que no hizo nada contra ella. Hasta ahora no entiende que su obsesión por apropiarse de Víctor la llevará hacia la locura. No voy a esperar a última hora para que esto explote, debo detenerla como sea.
- Pero, ¿cómo le hará?
- No se, ya se me ocurrirá algo.
Valeria siente que Victor está haciendo bien conquistandome y hará lo posible por protegernos, sin embargo, teme que salgamos lastimados por culpa de su hija cuya obsesión de tenerlo está por llegar a su límite. Por otro lado, Sara llamo a Eduardo para que hablen de su asociación.
- Oye, a la hora que me llamas, Sara. No he sabido nada de ti desde la última vez que nos encontramos. ¿Qué pasó?
- Si supieras lo mal que me ha ido en los últimos días. No pude anunciar la fecha para mi boda con Victor y para empeorar todo, resulta que lo encontré besando a la descarada de Catalina.
- ¿En serio? Vaya que te fue muy mal estos días y con razón no fui a tu dichosa fiesta porque en las redes leí que la cancelaste. Y ahora que perdiste el amor de Víctor, ¿qué pretendes hacer?
- ¡Tonto! Yo no lo perdí, el se lo perdió por preferir alguien que no está a mi altura. Pero si cree que se quedará con ella para toda su vida, se equivoca. Yo iré a su casa o quizá en la mía, armaré un escándalo para pedirle que vuelva conmigo porque no seré nada sin el.
- ¿Estás loca? ¿Le vas a rogar que vuelva contigo? Pones tu dignidad en juego. Yo te sugiero que no lo hagas...
- No me digas que debo hacer o no, Eduardo, son mis planes, no los tuyos. Además, estoy harta que me des órdenes como si fuera una niña porque yo confié en ti y me fallaste una vez, ¿te acuerdas? Ya veo que no. ¿Sabes? El amor es como el fútbol, los partidos se luchan hasta el final y como yo no me daré por vencida, quiero jugarme todas mis fichas para demostrarle a Catalina que me quedaré con Víctor y si tengo que manchar mi reputación tantas veces como puedo, lo haré. Esta guerra apenas empieza.
- Eso. Así se habla. Enséñale a esa chabacana de porquería que no debió meterse en tu camino.
Por un momento, Sara pensó que Eduardo no sería una persona de confianza ya que falló en su plan de conquistarme como ella ordenó, pero esas palabras de ánimo fueron suficientes para continuar con sus deseos de venganza. Cuando terminó de hablar con Eduardo, su tía Imelda apareció en son de paz.
- Listo. Te llamo más tarde... Adiós.
- ¿Se puede? (Toca la puerta)
- Pase. (Entra Imelda) Ah, es usted.
- Sara, quería hablar contigo.
- Ya se lo que dirá de mi después de lo que pasó ayer. La verdad es que no quiero hablar con nadie, el tema quedó zanjado, me da pereza seguir dando más vueltas al asunto. Dime, ¿a qué viene?
- En realidad, no vine hablar de lo de ayer. Vine a disculparme por lo ocurrido.
- ¿Disculparse? Después de que usted y Diego quisieron echar a perder lo que pudo ser una maravillosa noche para mi, ¿viene a mi para pedirme perdón?
- Es que no sabía...
- Por favor, si lo sabía. Usted era consciente de que tarde o temprano anunciaría la fecha de mi boda con Víctor pese a que no salió como quería. Así que, no me venga con sus excusas baratas.
- No son excusas.
- Si, lo son. Tanto usted como mi familia y las personas que conozco no quieren que yo sea feliz con Víctor. Y prueba de ello es lo que pasó ayer. Cada vez siento más lejos a Víctor, pero no voy a bajar los brazos, haré lo que sea para retenerlo.
- Haz que tus palabras no sean de la boca para afuera si tú intención es retenerlo, pero primero... Hazte una auto crítica y pregúntate a ti misma si lo amas. No quiero que termines sufriendo por algo que, al final, no lo vas a tener.
- De acuerdo. Solo porque eres mi tía, te haré caso. Pero aún así, nadie me hará cambiar de parecer. Víctor es mío, le guste o no le guste a la gente.
Imelda salió del cuarto sin convencer a Sara que sigue haciendo oídos sordos a los comentarios de los demás y está determinada a vengarse de mi por tratar de quitarle a Víctor. Y precisamente, mientras salimos de compras, Raquel y Úrsula aprovechamos para hablar de ello pues ignoran que nos besamos.
- Ayer tus ojitos no dejaron de brillar y tú ni siquiera dejabas de sonreír. ¿Por qué?
- Ay, hermanas... Si supieran lo que pasó.
- Ay, vamos, amiga. No se resista, ni se quede callada... Suelta el chisme que aquí no hay espacio para la curiosidad.
- Pues... Víctor y yo nos besamos.
- Oh no... No puede ser, cógeme Raquel que me tiró al suelo. (Sueltan risas) Oye, ¿pero como se te ocurrió besarlo?
- Bueno, pues...
Flashback de aquella escena...
- ¿Y Sara no los vio besarse?
- No lo sé, no me di cuenta de ello.
- Ahora, ¿tú ya eres la oficial de Víctor?
- Oficial, oficial, no... Pero podría ser que, más adelante, lo sea. Ese beso fue solo para ya lanzarme a ello y no quedarme atrapada dentro de ese horrible cascarón pensando que hacer, mientras pasa el tiempo y, en paralelo, Sara sigue en sus planes de casarse con Víctor.
- Déjame preguntarte algo. ¿Tu sinceramente lo amas? O sea, no quiero que lo digas de la boca para afuera. ¿Sientes que tú corazón realmente le pertenece a Víctor o piensas que estás jugando con sus sentimientos porque prefieres que el siga siendo torturado psicológicamente por Sara?
- Siguiente pregunta... (Sueltan risas) No, en serio, viendo esto de forma general. Yo amo a Víctor, por mi estoy logrando que, de a poco, se libere de la obsesión de Sara aunque claro, no se consigue todo de la noche a la mañana. De todas formas, no quiero que ella misma o mi tía Minerva traten de poner trabas que dificulten y destruyan nuestro amor.
- Vaya vaya... (Se acerca Patricia) ¿Mira quien habla? Claro, la muy hipócrita que, actuando como una sombra silenciosa, viene y se apofera del corazón de Víctor.
- Oh oh, también que íbamos...
- No se preocupen, chicas. Vayan comprando que al rato las alcanzo.
- Y dime... ¿Que tú te tramas con Víctor?
- Nada. Yo solo quiero ser feliz a su lado sin pretender hacer daño a nadie.
- Y ya lo estás haciendo... ¿Te das cuenta que tu sola presencia perturba la ciudad y también molesta a mí madre y también a Sara? Cuando ambas lo sepan, se vendrán con todo y no sabes cómo son cuando están furiosas.
- Que se molesten, yo no les temo a las dos, pero eso sí, las cosas no cambiarán de la noche a la mañana. Oye, ¿a qué vienes, Patricia? ¿Cómo supiste lo de Víctor y yo? Aguanta... Déjame adivinar... ¿Tu mamá te lo dijo o nos perseguiste por toda la cuadra escuchando todo?
- Es lo de menos, Cata. Solo quiero aclarar una cosa: Victor es mío. Yo fui la primera chica que se fijó en el antes que Sara, yo lo amé en secreto, pero el nunca me correspondió y ustedes no son conscientes de ello. Pero óyeme bien, piruja metiche... Estoy por volver a convencerlo de que regrese a mi lado y no voy a dejar que me quiten ese derecho. ¿Estamos?
- Estamos, pero déjame responderte... (Minerva escucha escondida en un rincón de la cuadra) Me alegro que regreses a reclamar lo que, por derecho tuyo, te pertenece, pero aquí el que decide al final es Víctor. Y las que pierdan... Se lamentaran ver cómo sus oportunidades se les irá de las manos, pero al poco tiempo, no se rendirán y lucharán con todo lo que tengan para quedarse con su corazón.
- No me digas que...
- Si, el que persevera, alcanza. Te deseo buena suerte... ¡Y que gane la mejor!
- Será una guerra de tres... Y yo al final ganaré, tú y Sara no se quedarán con Víctor. Te lo garantizo. (Sale Minerva)
- ¿Ya ves? Ella está más segura de si misma porque sabe que se quedará con Víctor. Es una oportunista... Pero se que tú y Sara aprovecharán cada error que cometa para ganar terreno y así acercarse más a el hasta conquistarlo, ¿no lo crees?
- Mamá, ¿eres estúpida o te haces? Que sea tu hija no quiere decir que te siga la corriente... Me trajiste hasta aquí con engaños para decir ese guión que armaste porque, en el fondo, eres consciente de que te faltan agallas para pararte y decírselo todo frente a Catalina. En resumen: eres una cobarde.
- Cállate. (La cachetea) No te permito que me hables así. No quiero que seas una mediocre... Yo ya le dije todo lo que quise decir, pero Catalina no me hace caso. Por eso, te mandé para que hagas el trabajo sucio por mi. Felicidades, lo lograste...
- Sí, lo logré... Super. Ya cumplí tu capricho, pero eso no quita el hecho que acabe siendo la sobrante en esta disputa porque Sara y Catalina pelearán a muerte por el amor de Víctor por más que tenga ganas de confesar que lo amo.
- Pues díselo. No tengas miedo, hijita.
- No quiero. No tengo valor para hacerlo.
- Entonces, no lo amas. Claro, te estás dando por vencida, lo cual no me conviene y, a estas alturas de mi vida, odiaría tener que lidiar con débiles y mediocres que no suman en mi familia.
- Ya, mamá. Ya fue suficiente, vámonos.
Patricia no quiere seguir el mismo mal camino de Minerva porque sabe que Víctor no le va corresponder. Y por eso, horas después, decidió ir a verme pues está muy arrepentida por faltarme el respeto siguiendo sus órdenes.
- ¿Hola, se encuentra Catalina?
- ¿Tú eres la misma que tildó a mi amiga de hipócrita en la calle? (Patricia asiente) Ok, debería darte una cachetada y bloquearte el paso por lo que hiciste a mi amiga, pero veo que tus intenciones son buenas. Así que, entra. Le avisaré a Catalina que estás aquí.
- Gracias. (Entro a verla) Patricia... ¿Qué haces aquí después de vernos en la calle?
- Mira, se que no debería estar aquí, pero en las últimas horas, no me he sentido tranquila después de tratarte feo en la calle y te debo una disculpa por ello.
- ¿Ah sí? Si fuera yo, no te las aceptaría. Me tildaste de hipócrita, me llamaste piruja metiche, me dijiste que Víctor era solo tuyo y que no dejarías que Sara o yo nos saliéramos con la nuestra solo porque estás intentando volver con el. ¿Por qué vienes a mi casa a pedirme disculpas si ya la fregaste?
- Si, la fregue y lo admito. Pero es mentira todo lo que te dije en la calle. No estoy intentando volver con Víctor si nunca ha sido mío ni lo nunca será para mí. Todas las porquerías que hablé fueron porque mi mamá me obligó a decirlo.
- ¿Qué? ¿Te dejaste manipular por mi tía Minerva? ¿Ella te obligó a decirlo? (Patricia asiente) Lo sabía... (Me lamento) Sabía que, desde un inicio, ella estaba detrás de esto porque te conozco y se que eres incapaz de decir toda clase de pestes.
- Ahora entiendo por qué mi mamá siempre es mala contigo. Se que no aceptarás mis disculpas, pero al menos, sabes que mi mamá no quiere que seas feliz con nadie porque a ella la impidieron que tenga ese derecho, supongo que los hechos del pasado la volvieron una mujer amargada con la vida y por eso, quiere vengarse de ti.
- Ya, basta, basta... ¿Sabes qué? Ya no quiero seguir escuchando tantas tonterías. No quiero que Minerva se meta en mi vida ni que tú te prestes a los siniestros planes que haga. Podré aceptar tus disculpas, pero la amistad es algo que no se compra, se obtiene. Y a estas alturas, no creo que te la obtengas.
- Está bien, pero que conste que te advertí lo peligrosa que es mi madre. A la larga, terminarás sufriendo por su culpa y me darás la razón.
Tal vez Patricia este en lo cierto cuando me advirtió sobre su madre. Y si, Minerva es el más grande obstáculo que jamás enfrente en mi vida, pero no por eso, seré menos que ella y que Sara, ahora que son aliadas. Víctor es el hombre de mi vida y por eso, no debo caer en la trampa que cualquiera me deje y que me llevará hacia mi perdición.
Por otro lado, Gilberto viene a la casa de Antonia con una sorpresa inesperada.
- ¿Quién es? (Abre la puerta) ¿Tú?
- Si, ¿a quién esperabas ver si no es a mi?
- Claro, el típico guión de un cobarde que viene a la casa como si nada. ¿Qué te traes ahora? ¿Vienes a fregarme la vida como siempre lo has hecho?
- No. Vengo para dejarte esto... (Se lo da)
- Es un sobre y en ella está mi nombre. (Lo abre) Es una carta de demanda.
- Así es. Vengo a cobrarme lo que me debes. Si no me regresas a Nisa, terminarás en la cárcel por toda tu vida.
Antonia queda sorprendida por la demanda que le interpuso Gilberto en su contra por intento de secuestro de la hija menor de los Macedo Urquidi, Nisa. Ella piso la cárcel por primera vez gracias a que cayó en la trampa de Minerva y ahora no querrá volver a estar tras las rejas gracias a un hombre machista, tóxico y sediento de venganza. ¿Le responderá a su demanda o de nuevo será condenada a vivir en la soledad?
Continuará...
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