Capítulo 11
La disfuncional familia Freitas
Instalados en Lima, Antonia, su hijo Víctor y el mejor amigo de este, Gustavo, no esperaron tanto para ir por trabajo. Así que, buscaron en todos lados la oportunidad de que una casa pueda albergarlos de la misma forma como mi mamá lo hizo en su momento y en una de ellas, lo consiguió.
- Buenas tardes, ¿viene por trabajo?
- Sí. Me llamo la atención un afiche que encontré por la calle. Me llamo Antonia Macedo, estos son Víctor, mi hijo y su amigo Gustavo. (Estrecha su mano)
- Mucho gusto, me llamo Valeria Freitas.
- El placer es todo mío. ¿Puedo pasar?
- Claro, adelante. (estrechando su mano a Víctor y Gustavo) Esta es mi casa... ¿Es muy grande, verdad? Tengo solamente una empleada que hace todas las cosas aquí, lo que ocasionalmente hace una muchacha laboriosa. Se llama Julissa, es algo tímida a pesar que le digo que se suelte, pero cuando la conozcas, te va simpatizar... Esta es mi terraza, es espaciosa y todos aquí vinimos a tomar desayuno, almorzar, a leer, a jugar o a lo que sea. Y esta es mi familia, te los presentaré... Familia, ella es Antonia, vino acompañada por su hijo Víctor y su amigo, Gustavo...
- Hola, soy Ulises Ontiveros, el esposo de Valeria, es un placer conocerla. (le estrecha su mano)
- Lo mismo digo de usted.
- Y estas son mis hermosas niñas, Sara y Marion. Saludenlas.
- ¿Son sus hijas? Pero que hermosas son... Lo malo es que... (acercándose a Marion) ella está en una silla de ruedas.
- Ah, es una historia muy larga, te lo explicaré en su momento. Ahora tienes que ayudarla mucho para impulsarse por los alrededores de la casa. Dime, ¿qué cosas sabes hacer?
- Lavo ropa, cocino, barro, tiendo las camas... Las labores comunes de una empleada. (se ríe con timidez) Quizá me dedique hacer otras cosas que nunca lo he hecho o que comparta labores con la señora Julissa.
- Mami, llévame a mi cuarto, por favor.
- ¿Qué? ¿Ya te aburriste a estar aquí, Marion? ¿Por qué no te vas y juegas a la pelota con Víctor y Gustavo?
- No se preocupe, yo me la llevaré a su habitación. Permiso...
- Espera... No hemos hablado de cómo va ser tu trabajo en esta casa.
- Espera... ¿Me está dando el trabajo?
- Así es. Desde ahora, va trabajar con nosotros en esta casa. Le daremos cobijo a usted, su hijo y su amigo, le vamos a dar dos cuartos vacíos que nadie usa para que puedan acomodarse. Mañana la quiero lista a partir de las 7am para preparar el desayuno. ¿Quedó claro?
- De acuerdo. Se lo agradezco bastante, señora Valeria. Usted es mejor persona que la otra señora con la cual trabaje en su hogar hasta hace poco.
- (se ríe) ¿En serio? (Antonia asiente) Y, ¿cómo se llama tu anterior patrona?
- Ludovica, Ludovica Vasconcelos.
- ¿Qué? ¿Ella misma? (Le muestra el periódico) Ayer ella falleció...
Antonia no podía creer lo que supo por medio de Valeria. La muerte de mi madre le cayó como un balde de agua fría. Aún no puede creer cómo pasó y en qué circunstancias pereció, pero se mostraba muy preocupada por mí y mis hermanos después de quedar huérfanos. Después de ayudar a trasladar a la habitación de Marion, ingresó al cuarto de huéspedes para desempacar sus cosas, pero no pudo evitar sentir pena por la muerte de su anterior patrona. Se miró al espejo y tras encerrarse, empezó a derramar lágrimas.
Mientras tanto, Valeria también guarda un secreto oculto desde hace años que todavía no lo puede revelar a Antonia, a diferencia de Ludovica que si lo pudo contar en su estancia por la casa. Sin embargo, la única que lo sabe es su hija Sara porque Ulises se lo dijo y por eso, la mayor de sus hijas le tiene rencor a su madre, pero igual la quiere mucho.
Flashback.
Hace años, Valeria discutió con su esposo Ulises porque sentían que su relación de 17 años estaba condenada a fracasar, pero lo peor venía después y era algo que Sara lo había escuchado desde lejos.
- Hola Ulises... (Lo ve sentarse en el sillón cogiendo su periódico) ¿Hola? ¿No me dirigirás la palabra?
- Sí, hola... Estoy leyendo periódico.
- ¿Qué? ¿De qué va eso de que lees el periódico en el sillón? ¿No tienes otro sitio para leer, como la terraza, por ejemplo?
- Oye Valeria, yo puedo leer en donde se me pegue la gana. (Tira su periódico de cólera) Tú no eres quien para decirme lo que debo o no hacer.
- Yo soy tu esposa, ¿habías olvidado eso? Nos amamos tanto, pero últimamente tus actitudes dejan mucho que desear. Ya ni siquiera me dices cosas bonitas... Y hasta a veces me ignoras...
- ¿Qué? ¿Pienso que yo te ignoro? Por favor, Valeria, lo que dices son tonterías que salen de tu cerebro...
- No son tonterías, es la realidad. Vienes y simplemente o te tiras al sillón con tu periódico a la mano esperando que yo te atienda o vienes a tu cuarto de frente para tirarte a dormir y no saludas a nadie, ni siquiera a tus hijas.
- Si no saludo cuando llego es porque tuve esos días pesados en el trabajo y uno llega cansado, tanto de tarde como de noche.
- Pero tus hijas y yo somos importantes en tu vida y por lo menos, tienes que dedicarle unos minutos de tu tiempo en vernos, no te cuesta nada en hacerlo. ¿O acaso tienes una mujer por la cual, me cambiaste?
- ¿Qué? ¿Qué estupideces me dices?
- Lo que escuchaste, Ulises. Ahora, responde... ¿Me cambiaste por otra mujer?
- (le tira una bofetada) ¡Cállate, eres una celosa! ¿Por qué te empeñas en pensar mal de mí, Valeria? Yo puedo andar y tener sexo con cualquier mujer que se me pegue la gana, pero aún así, seguiré contigo porque te amo.
- Si me amaras, no tendrías a muchas mujeres a tu alrededor... (Le enseña una prueba) Así como lo demuestra esta foto.
- ¿De dónde sacaste la foto? ¡Respóndeme! ¿Cómo lo conseguiste?
- Me lo encontré en los bolsillos de uno de tus sacos. Te juro que no quería que mis hijas supieran de que me fuiste infiel y el dolor que siento es tan grande por saber que me engañabas de esa forma.
- ¿Mis hijas? Querrás decir, nuestras hijas, porque Sara y Marion también son mías.
- Lo se, pero dudo que vuelvan a verte ni bien se enteren que me engañaste. Ahora, Ulises, antes que las niñas lo sepan por mí, dime con la verdad... ¿Me engañaste y te acostaste con cuánta mujer se te cruzó en tu camino? (Sara escucha la charla)
- Sí. Te engañé, todo este tiempo te traicioné. Tuve relaciones con una mujer que no la conoces, pero tú sí. A veces salía del trabajo y me encontré con varias mujeres a mi alrededor, pero con una de ellas, me llevé a la cama y...
- ¡Eres un idiota! (Lo abofetea) Has tirado 17 años de nuestro matrimonio a la basura... (Se agarra la cabeza) Y así decías que me amabas tanto... Ahora entiendo lo que hacías cuando no veías a mis hijas al regresar del trabajo, ni las saludabas a ellas o a mí. (Ulises se acerca a Valeria) No te atrevas a tocarme, ni lo sueñes, Ulises.
- Valeria, lo siento tanto... Yo solo...
- ¿Y todavía dices que lo sientes? No, Ulises, a mí no me engañas... ¿Para qué te empeñas en asumir tu rol de esposo arrepentido si ni siquiera te sale bien?
- Valeria...
- Dime, ¿quién es la mujerzuela con la que tuviste relaciones?
- ¿Qué? ¿Acaso le vas hacer algo malo? Pobre de ti si te atreves a lastimarla.
- ¿Ahora defiendes a la amante y a tu esposa la amenazas? ¿Crees que yo sería capaz de irme hasta su casa y golpearla porque con ella me engañaste? No... Estás mal, Ulises. Solo quiero saber cómo se llama la mujer con la que tuviste sexo.
- Ok, está bien. Te lo diré... Esa mujer se llama Minerva. Minerva Vasconcelos.
- ¿Qué? ¿Es la esposa del alcalde de Santa Cecilia? Pero... Ella es una mujer casada. Está casada con Evaristo Domínguez, un hombre poderoso y acostumbrado a tener todo el dinero del mundo. Ahora falta que digas que la embarazaste...
- No. ¿Cómo crees? ¿Cómo se te ocurre pensar que la embaracé? ¿Eres bruta o qué? (Le hace la señal del pensamiento) ¿No usas la cabeza para pensar y luego soltar cosas coherentes de tu boca, eh? Jamás se me pasó por la mente eso.
- Se te nota claro que me mientes, Ulises. A la tal Minerva la embarazaste y lo ocultaste solo para que ni su esposo ni mis hijas lo supieran. ¿Sabes que? Ya estuvo bueno de discutir, de ahora en más dormirás en la cama de huéspedes. Prefiero estar sola que perder mi dignidad, mientras comparto la habitación con un infiel como tú.
- Pero, Valeria, mi amor...
- Y una cosa más, ni una palabra de esto a mis hijas, es mejor mantenerlo en estricto privado por el bien de ellas.
Valeria estaba devastada, no podía creer que supiera la traición de su marido tras 17 años de un matrimonio que tenía muchos altibajos que lo supieron afrontar a duras penas por el bien de Sara y Marion. Al llegar a su habitación, se encerró, se tiró a la cama, se cubrió el cuerpo con las sábanas y lloró sin consuelo durante el resto del día. Valeria, a la semana siguiente, encaró a Minerva en la casa donde vive con su marido Evaristo para ajustar cuentas.
Una semana después...
- Valeria, ¿qué haces aquí?
- Y todavía lo preguntas, vieja cochina. (Le tira una bofetada) ¿Cómo y por qué te acostaste con mi marido si sabías que estás casada con el alcalde de Santa Cecilia?
- Oye, ¿qué te pasa? ¿Con qué derecho vienes a mi casa a juzgarme?
- Te lo diré una vez más, Minerva... ¿Cómo te atreviste a acostarte con mi marido y por qué lo hiciste?
- Baja la bulla y cuida que Evaristo no lo sepa... (Sale de la casa) Si lo hace, me echará a la calle.
- Me da igual. Responde la pregunta...
- Yo no tengo porqué darte explicaciones.
- Pues, igual me las tendrás que dar, lo quieras o no lo quieras.
- Ok. Te lo explicaré... Ulises es un tipo que fácilmente se deja manipular, el me dijo un día que ya se cansó de esta relación que se volvió rutinaria. Así que, durante varias noches, cuando salía de su trabajo, yo me lo encontraba cada que podíamos y luego nos íbamos al hotel para dar rienda suelta a nuestra pasión en uno de los tantos cuartos que tenían. El placer y el deseo carnal nos dominaba por completo y era imposible poder resistirse a ello.
- ¿Y en medio de tanto sexo interdiario, Ulises te embarazó?
- ¿Qué cosa? ¿Qué tonterías son esas? Ulises no me embarazó... Mi primer bebé fue producto de la relación que tengo con Evaristo, yo rechace a la criatura porque aún no estaba lista para ser madre y la regalamos a una de las familias para que la adopten como si fuera suya. Después que mi hermana tuviera tres hijos con Javier, mi deseo de ser madre se volvió una obsesión para mi que hasta me dan ganas de quitarle lo que Ludovica más ama, de la misma forma como yo se lo quité a su marido casi a la misma vez que tú.
- ¿Cómo fuiste capaz de llegar hasta estos extremos de maldad, Minerva? ¡Eres una adúltera! (Se aleja y la señala) No fue suficiente para ti quitarle el marido a tu hermana sino también te acostaste con el mío... Y encima, una de mis hijas no es mía en realidad, la adoptamos.
- ¿Cuál? ¿La mayor?
- Si. Se llama Sara, tiene 11 años, y tenemos otra niña fruto de mi relación con Ulises, su nombre es Marion y tiene 9 años. Ahora, como se lo diré...
- Valeria... (Se acerca) Yo...
- Cállate, tú menos que nadie me vas a pedir que me calle aún sabiendo que toda esta desgracia ha sido por tu culpa. Me voy... (Se limpia las lágrimas)
- Suerte con tus hijas y con Ulises...
Valeria se sentía más vacía que nunca. Con total descaro, Minerva admitió haberse acostado con Ulises y para remate, le mintió diciendo que Evaristo la embarazó, pero rechazó a la criatura y terminó por regalarla, esa misma resultó ser Sara. Ella fue adoptada por los Freitas y Marion es la hija legítima. Tanto fue su dolor que, apenas entró a la casa, abrazó con fuerza a las dos y lloró sin consuelo, pero demostrando que aún las quería.
Fin del Flashback.
Así que, de alguna forma u otra, los destinos de Ludovica, Antonia y Valeria estaban unidos y fue Minerva quien las había marcado para siempre con sus malvadas acciones. Valeria todavía no tiene las agallas para contarle a Toñita su triste secreto que involucraría a Sara y Ulises, pero tampoco la joven por el hecho que, en cualquier momento, Gilberto la buscaría de nuevo y la sometería a otro castigo, similar a cuando fue violada y a raíz de ello, nacerían Víctor y Nisa.
Y para empeorar las cosas, estaba el accidente de Marion que la tiene postrada en una silla de ruedas. Cuando estaba en un paseo escolar, cursando la primaria, el camión que transportaba a los alumnos se cruzó con uno pesado en medio de la vía y se volcó hacia el precipicio, algunos murieron y otros, tales como Marion, resultaron heridos y con secuelas. La familia se enteró de ello y se impactaron con la noticia de que no volvería a caminar porque la columna quedó dañada severamente. Tuvieron que operarla de emergencia y regalarle una silla de ruedas para que se impulse por la casa o por donde sea si quería salir a la calle, sola o con amigos. Al inicio, Marion se oponía a ello, pero luego, lo recapacitó y lo sigue usando hasta ahora.
Volviendo a la actualidad, en la madrugada, me entraron unas ganas enormes de salir e ir en busca de Víctor para decirle lo mucho que lo quería. Me sentía muy sola y no había nadie a quien le contaba mis problemas o mis alegrías, a excepción de Raquel, la empleada Tomasa o el Padre Orestes, mi mamá era la única a quien le contaba todo, era toda una confidente, más que una amiga para mí. Y sin embargo, la perdí, la perdí para siempre y siento mucho su ausencia, mis lágrimas me consumen por dentro, creo que jamás me afectó tanto la muerte de alguien cercano a mi familia, como la de mi madre. Al día siguiente, mientras ordenaba mis cosas, encontré un papel escrito con un número telefónico, pero no sabía de quién era. Me dejé llevar por mi curiosidad y comunicarme con este número anotado en el papel, grande fue mi sorpresa, y para bien, cuando una voz familiar atendía está llamada.
- ¿Aló? Sí, buenos días. ¿Me estoy comunicando con este número?
- Sí, ¿quién llama de madrugada?
- Si, qué tal. Soy Catalina Vasconcelos, la hija de Ludovica. ¿Con quién hablo?
- Hola Catalina... Qué tal, soy yo, Antonia.
- ¿Antonia? ¿Eres tú? ¡Qué bueno! No sabía que ese era tu número y por suerte contestaste mi llamada. ¿Dónde estas?
- Estoy en Lima. Una familia me acogió en su casa y ahora estoy trabajando como empleada. Traje a mi hijo Víctor y a su amigo Gustavo para vivir ahí de forma temporal, me encantaría que conocieras la casa, es muy hermosa.
- ¡Qué bueno! En algún momento iré a visitarla si la tía Minerva me lo permite. Mi mamá tenía razón cuando te dijo que trabajo no te va faltar nunca, Toñita. (Risas) Bueno, le tengo que contar algo. ¿Sabe que se murió mi madre, no?
- Si, es una lástima, yo también me enteré de esto porque mi patrona actual me lo dijo y me sentí muy triste por ello. Te envío mis condolencias a ti y a tus hermanos. Víctor me pregunta mucho por ti y más aún cuando ya no tienes madre, no ve las ganas de poder reencontrarse contigo.
- Si supiera que lo extraño mucho... No tengo a nadie con quién conversar aparte de mis hermanos. Todavía no asimilamos el hecho de que creceremos sin tener a nuestra madre con nosotros y es muy difícil adaptarnos a ello.
Ileana me ve a lo lejos conversar con Antonia y se esconde para evitar ser descubierta y seguir oyendo la charla.
- Si, ya me imagino como te sientes. En fin, me encantaría que vinieras a la casa donde estoy trabajando para así seguir platicando como lo estamos haciendo ahora y también conozcas a la familia.
- Eso quisiera, pero no puedo, tendré que permanecer en mi casa y esperar a que olvide el luto por la muerte de mamá para ir a Lima a visitarte, ¿ok? Oye, me encantó conversar contigo, Antonia, después de tanto tiempo. Gracias por esta llamada... Nos vemos.
- Cuídese mucho, Catalina. Adiós.
- ¿Con quién habló, Antonia?
- Con Catalina, la hija de Ludovica. Me imagino lo triste que está después de la muerte de su madre. Y... yo también, ya que ella era mi primera patrona.
- ¿Si? Ah, no sabía...
- Con ella no tuve la oportunidad de conversar para conocerla más a fondo. Sin embargo, si yo pude contarle un poco de mi historia, quizá también podría contarle un poco de esto a usted.
- ¿De verdad? A ver, cuénteme...
- Bueno, yo vine desde lejos en busca de trabajo. Mi esposo me abandonó cuando estaba embarazada de Víctor y el estaba cegado por los celos porque pensó que yo le fui infiel, pero el en realidad abusó de mi. Me violó... (Le salen las lágrimas) Después, yo viajé a Santa Cecilia y ahí di a luz a Víctor y luego a Nisa, pero a esta última me secuestraron y ya no la volví a ver. Eso también se lo conté a la señora Ludovica, que en paz descanse.
- ¡Oh, por Dios! ¡Qué bajeza! ¿Cómo pudiste permitir que el abuse de ti de esa forma? Es una asquerosidad...
- Ni lo mencione más. De tan solo pensar en esto y que Víctor nazca producto de una violación..., me duele. Y mucho...
- Entiendo su frustración y comparto su pena. Pero usted no es la única que sufrió por culpa de un hombre de la misma clase que su esposo. Yo también sufrí por culpa de mi marido, el me fue infiel con Minerva Vasconcelos y tengo el presentimiento que el la embarazó.
- ¿En serio? ¿Cuántos años tiene de relación con el señor Ulises?
- Tengo 17 años de matrimonio, pero es un matrimonio lleno de altibajos, más bajos que altos. Producto de esta relación nacieron mis hijas Sara y Marion, pero un hecho marcó mi relación. Descubrí que Ulises me fue infiel con Minerva, a la vez que ella también se acostó con el marido de su hermana Ludovica.
Antonia no podía creer lo que se enteró. Cuando estaba viva, Ludovica nunca le dijo que su esposo Javier le sería infiel con su hermana Minerva durante años. De razón, la mayoría de problemas que tuvo surgieron por su culpa. Mientras tanto, Ileana esperó a que subiera para pararse ante mí tras hablar con Antonia.
- ¿Con quién conversabas?
- Con Antonia.
- ¿Se puede saber de qué hablaron? No, no me lo digas, yo adivinaré... Le dijiste a Antonia sobre la muerte de tu madre... O de seguro mencionaste que tu mamita le hizo la vida imposible a Minerva.
- ¿Cómo lo sabías? ¿Quién te lo dijo?
- No te lo diré... A menos que me digas cómo conseguiste ese número.
- Chismosa... Tú todo quieres saber, ¿no?
- (me sostiene de la mano con fuerza) Y eso a ti que te interesa... Me vas a decir de qué conversabas con Antonia, sino te dejo sin comer todo el día.
- ¡Déjame! Yo contigo no tengo porqué contarte mis asuntos... ¡Déjame!
- ¡Ileana! ¡Deja a la niña en paz!
- ¡No, Tomasa, no lo haré! La niña me debe contar lo que hablo con Antonia... Quiero saberlo todo y con lujo de detalles, si no, la castigo sin comida.
- ¡No! Así no se hace... (Ileana me suelta) Tú no eres la patrona de la casa, hace falta una persona para poner orden a falta de la señora Ludovica, pero es obvio que tú no eres la indicada.
- De acuerdo, tal vez no sea yo la persona indicada, pero pronto lo seré cuando trabaje para Doña Minerva y me dé todos los beneficios económicos que la señora Ludovica no me los dió nunca.
- No me digas... ¿Vas a trabajar para esa señora solo porque quieres más dinero y salir de la pobreza? ¿O acaso ella te pidió que fueras su cómplice solo para hacerle daño a Antonia y al resto de la familia?
- (la cachetea) Le prohíbo que me hable así, Tomasa. Si soy cómplice de la señora Minerva y si pronto voy a trabajar para ella, es mi maldito problema. Usted deje de meterse, vieja metiche.
- Se más humilde, Ileana... Que estés trabajando con la señora Minerva más como su "chupe" que como su empleada, no quiere decir que te olvides de dónde has venido. Eso no más digo. Veré a la niña. (Se aleja de Ileana) ¿Catalina? (Entrando al cuarto) ¿Donde estás? ¿Catalina? (Entrando a mi cuarto) Raquel, ¿has visto a tu hermana?
- No... (Bosteza) ¿Qué pasó?
- Ileana le llamó la atención a la niña porque le dio la gana. Discutí con ella y me dio una cachetada porque le falté al respeto supuestamente.
- Yo la vi, ella escapó llorando de la casa. Ni siquiera me dirigió la palabra...
- ¿Viste adónde se fue, Tirso?
- No más me dijo que no quiere que nadie sepa de su paradero, ni que vayamos tras ella. Quiere estar sola...
- Catalina... (Se abraza con Raquel)
Escapé de mi casa. Si, estoy cansada de que me vean como la víctima perfecta. Se la están agarrando conmigo a pesar que no hice nada malo. Sin mi madre, me siento y me veo débil, me veo como una zombie andante que solo camina sin mirar un horizonte. Una niña extraña que no hace más que llorar y llorar... Siento que alguien sembró la semilla del dolor en mi y se convierte poco a poco en una maldición que se derrite en mi corazón y que me costará sacarlo. Solo me queda mirar hacia el mar, uno de los lugares favoritos de mi madre y sentir como la brisa del viento acariciaba mi rostro y el inconfundible aroma de sus olas hacen que deje mi frustración atrás y cuánto más lo miraba, todos los días, me transformé en alguien más madura, más fuerte y consciente con el paso del tiempo. De un momento a otro crecí, siempre fiel a la hermosa vista de un mar cristalino y brillante. Y ahora, ya soy grande... Tengo 27 años.
Continuará...
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