Capítulo 1

El primer malentendido.

Año 2003.

Desde niños nos enamoramos sin querer... Desde niños entrábamos en confianza cuando intercambiamos palabras por primera vez supimos que éramos almas gemelas en el primer cruce de miradas, aquel día que una mujer y su hijo vivían con nosotros en un pequeño cuartito de huéspedes, todo había cambiado para mí. Mi nombre es Catalina Vasconcelos e imaginen a la niña de 11 años que corre por los pasillos de la casa, si, esa soy yo. Y esta es mi familia compuesta por mis hermanos, Raquel y Tirso, yo soy la segunda de tres hijos que tiene mi madre, Ludovica, una mujer autoritaria que busca sacar lo mejor de nosotros, pero también es alegre y segura de si misma aunque esconde un oscuro secreto que ya lo sabrán más adelante.

- Mamá, hay una señora con dos niños que están tocando el timbre. ¿Puedo ir?

- No, yo iré. Igual gracias... (Abre la puerta)

- Hola, ¿esta es la casa de la familia Vasconcelos? Vengo por el puesto de empleada. (Ludovica la recibe)

- Sí, pase. Bienvenida... (Cierra la puerta) Me llamo Ludovica, soy dueña de esta casa. ¿Cómo se llama usted?

- Me llamo Antonia. Antonia Macedo Urquidi, tengo 22 años. Vengo desde muy lejos y soy madre de un hermoso niño llamado Víctor que lo traje conmigo para que usted nos acoja en su casa de forma temporal porque no tenemos un lugar donde ir. Ah, también le traigo al mejor amigo de mi hijo, Gustavo. Saluda a la señora...

- Hola... (Se estrechan la mano)

- ¿Usted es madre a tan corta edad?

- Sí, si le contara mi historia, no me creería al principio, pero descuide, se lo contaré en otro momento porque es muy larga y delante de los niños, no puedo. 

- No se preocupe, no será necesario que me lo cuente ahora... Sé lo difícil que fue para usted dar a luz a una corta edad. Venga, le voy enseñar la casa y también la cama de huéspedes donde va dormir con ellos. Ah, también conocerán a mi pequeña niña, Catalina. ¡Cata, ven!

La mujer que es como un ángel guardián en la casa, se llama Antonia Macedo. Viene de muy lejos en busca de trabajo, y por suerte, lo encontró en la casa pues mi madre, Ludovica, la acogió aquí junto con su hijo Víctor y su mejor amigo de la infancia, Gustavo, ella sería una de las empleadas junto con Tomasa e Ileana, otras servidumbres. Ahí le preparamos una cama para que duerman los tres con tranquilidad. Por mi parte, soy la hija mayor, mis hermanos Tirso y Raquel tienen 9 y 8 años, respectivamente. Pero no todo tiene que ser bueno en la casa, mi padre Javier nos abandonó antes que nazca Raquel y nunca volvió a saber de nosotros. El tuvo un romance pasajero con la hermana de Ludovica, Minerva, pero como ella tenía predilección por coleccionar pretendientes, prefirió refugiarse en los brazos del alcalde de Santa Cecilia, Evaristo Domínguez, aquel que no gozaba de una buena reputación entre los vecinos del pueblo por los constantes actos de estafa y corrupción que cometía desde que comenzó su era en el sillón municipal y con quién se casó en una ceremonia privada.

Flashback:

- ¿Te gusta? (acariciando su rostro)

- ¿Que si me gusta? Claro, mi amor. Tu me das más de lo que yo pido, no solo en la cama sino como persona. Tu me das tanto que otras no me lo quieren dar.

- Te amo... (Lo besa castamente)

- Que bueno que dejaste a ese imbécil de Javier y lo creíste muerto. Porque sabías que yo era un mejor partido que el.

- Así es, yo usé a Javier para molestar un ratito a Ludovica y vaya que funcionó. ¿Sabes que, Evaristo? Algún día tendré la oportunidad de criar a los hijos de mi fastidiosa hermana como si fueran míos. Yo siempre quise ser madre y ojalá que el destino me conceda este deseo.

- Pero... No creo que Ludovica acepte tu idea, tu y ella no se llevan bien y lo sabes... (Le sirve su copa de vino)

- Me da igual lo que piense, yo he sido clara en mi meta y lo conseguiré como sea aunque tenga que pasar por encima de mi estúpida hermana, en caso ella quiera impedírmelo.

- Y yo te ayudaré a conseguir lo que deseas. A fin de cuentas, con Ludovica fuera de tu alcance, saldrás ganando, Minerva. Salud... (chocan sus copas)

- Sí, Ludovica no estuvo y ni siquiera estará a mi altura porque ha sido un estorbo en mi vida, pero pronto me cobraré la venganza que tanto anhelo. Porque no me voy a conformar con tener un breve romance con su ex marido... yo lo quiero todo, absolutamente todo.

- Y tarde o temprano, lo conseguirás, mi bella dama. Salud.

Fin del Flashback.

Por otro lado, Antonia Urquidi es la esposa de Gilberto Macedo y fruto de su relación tienen tres hijos: Eduardo, Nisa y Víctor, pero no todo es color de rosa en la vida de los Macedo Urquidi. El hombre es un tipo carente de confianza, celoso y posesivo, siempre vigila a su esposa creyendo que ella le es infiel, cuando la realidad es contraria a lo que piensa y lo que le chismosean la gente en la calle. Cansada de los maltratos y abusos que soportó por parte de Gilberto cuando la abandonó siendo ella más joven, Antonia se instaló desde años en Santa Cecilia donde Víctor y Nisa nacerían y más adelante, el menor conocería a Gustavo en la escuela y con el tiempo se hicieron los mejores amigos; amenazados y con la idea de que no fueran encontrados por Gilberto, Antonia llegaría a la casa buscando trabajo como empleada y a la vez, se sentiría protegida por Ludovica, fue entonces que cuando conocí a mi primer amor.

- ¿Por que se demora? ¡Catalina, baja ya!

- Sí, mamá. (Me acerco a Ludovica)

- Cata... Ven para acá, quiero que conozcas a nuestra nueva empleada.

- Hola, Catalina. Soy Antonia, soy la nueva empleada de la casa. (Extiende su mano) Mucho gusto... (Lo acerca a mí) El es Víctor, mi hijo. (El sonríe)

- Hola. Soy Víctor, ¿y tú? (Me saluda)

- Catalina. (Extiendo mi mano)

- Mucho gusto. (Me corresponde al saludo)

- Igualmente.

Canción de fondo:
'Cuidarte el Alma', Chayanne.

Por primera vez, el me sonreía con tanta dulzura y delicadeza. Por primera vez, el me hablaba con la ternura como la que hace un niño que va del brazo de una madre. Víctor era tan educado, tan lindo, tan sencillo y humilde. Lo malo es que él Nisa nacieron producto de una violación que Antonia sufrió a tan corta edad, ese pasaje lo quería borrar de cualquier manera, pero sus fantasmas a cada rato la perseguían y no la dejaban tranquila.

- Veo que empiezan a llevarse bien, ¿no?

- Si. Dales algo de tiempo para que se conozcan y se lleven mejor. A la larga, serán mejores amigos.

- Ileana, ven para acá, por favor. (La chica se acerca a Ludovica) ¿Puedes preparar dos camas para que la señora y su hijo duerman cómodamente?

- Sí, señora. (Se retira)

- Mi hijo y su hija se llevarán bien, estoy segura que sí. ¿Y los otros niños?

- Ah... Están ocupados terminando de arreglar sus habitaciones. Mi hijo Tirso tiene 9 años, mi hija Raquel, 8. Catalina es la mayor con 11 años. Ya los conocerás cuando sea la hora de almuerzo.

- ¿Y su esposo? ¿Esta en casa o salió a trabajar? (Ludovica la mira incómoda)

- Mira, lo de mi esposo es un asunto privado que no pienso comentarlo. Así que, como empleada del hogar que serás de ahora en adelante, prefiero que no tengamos tanta confianza al momento de contar nuestras cosas privadas. No quiero que nadie malinterprete lo que uno comenta. (Ileana las mira a lo lejos)

- Jajajajaja... Si esa muchacha supiera la tragedia que pasó en la casa hace años.

- Mañana temprano, 6:30am, empiezas como empleada. Le ayudarás a Tomasa e Ileana a preparar el desayuno. Si no sabes, no te preocupes, ellas te ayudarán a poner la mesa y servir los alimentos.

- Gracias, señora. Bueno, veré cómo anda nuestro cuarto... ¿O me va acompañar?

- No, vayan ustedes nomás. Yo me quedaré hablando con Catalina. (Antonia se retira y Ludovica se dirige a mi) Mi amor, se que no es un buen momento, quiero que sepas una cosa... El próximo mes celebramos tu Primera Comunión y desde ahora lo estamos preparando todo. Para eso, quiero que solo te concentres en tus clases de Catecismo por las tardes, así evitarás estar más tiempo con tu nuevo amiguito.

- Pero mamá, ¿ya vas a empezar con tus malas interpretaciones? Víctor es solo un amigo que recién lo conozco.

- No, no quiero malinterpretar nada. Pero por más que quieras que sea tu amigo, el es un extraño para ti. Podrás verlo o hablarlo, pero no excedas los límites de confianza con el hijo de nuestra nueva doméstica, ¿estamos? Ahora, alístate que en un rato llega el Padre Orestes para tu clase de Catequesis.

- Si, mamá. (Me retiré)

Me retiré con cierta pena por la decisión de mi mamá. Quizá ella no ve con buenos ojos mi amistad con Víctor a pesar que recién nos conocimos, el hecho que nuestro padre nos abandone cuando era más pequeña afectó más a mi madre que a mí, yo no era muy apegada a el a diferencia de ella, pero mis hermanos, sí y aunque se comportó mal con ellos en su momento, lo querían mucho. No siento odio por Javier, sino lástima el se fue de la casa porque era su decisión aunque no podrá gozar del crecimiento de sus hijos ni tampoco de sus éxitos.

En medio de mis clases de Catequesis con el Padre Orestes, me quedé pensando en la sonrisa tan tierna que esbozaba Víctor al momento de conocerlo. Y también en la triste situación que obligaron a Antonia, su hijo y su mejor amigo a dejar su tierra para venir a probar suerte en la capital. Sin embargo, como decía mi mamá, debía centrarme en mi Catequesis como preparación para recibir mi Primera Comunión.

Flashback:

A dos cuadras de la Municipalidad de Santa Cecilia, vive mi mejor amiga Úrsula, la conocí cuando tenía 9 años y ya llevábamos dos años fortaleciendo este lazo de amistad, pero no todo era bonito para ella pues un suceso fatídico cambio el rumbo de su vida... un hecho que no me permitió verla de nuevo.

Su padre Demetrio falleció en un accidente de carretera y por pedido del alcalde que se lo concedió, se la llevaron a una clínica psiquiátrica creyendo que ella estaba loca tras saber que su padre murió, pero en realidad, era la misma Erika que lo mató de tres balazos vengandose de una supuesta traición donde se le vio en una foto junto a su amante. Y para deshacerse de su cuerpo, ella lanzó por la ventana de su habitación sin necesidad de pedir ayuda y lo metió en la maletera de su auto, condujo a gran velocidad por la carretera para luego salir y dejar caer el vehículo hasta descender hacia un peñasco y explotar. Desde entonces, la vida de Úrsula no sería la misma ahora que está a merced de Erika, pero aún así ella está a tiempo de saber la principal razón por la cual su locura fue totalmente desbordada.

Fin del Flashback.

Pero volviendo a mi vida, terminé mis clases de Catequesis con el Padre Orestes aunque tenía prohibido verme con Víctor porque mi madre no deseaba que nos juntáramos para hablar o jugar durante mis horas libres. Así que, me quedé platicando con Tirso y Raquel durante la tarde, pero en eso, Antonia me pidió que vaya y acompañe a su hijo a su habitación, mientras ella salía con mi madre hacer unas compras para preparar la torta de Primera Comunión.

- Catalina, saldré a comprar con tu madre para hacer el almuerzo. Te encargo a mi hijo, conversa con el y así de paso, se conocerán mejor. ¿Estamos?

- Por supuesto. Así será, gracias.

Raquel me miraba con sus ojitos negros que le brillaban porque sabía, de mi parte, que Víctor empezaba a caerme bien desde el momento que lo conocí. Mi hermana no descarta que pueda tener algo más con el a pesar de ser menor de edad, pues mi mamá siempre nos decía que para el amor, la edad no importaba. Pronto sería la hora de almuerzo y para Antonia, su hijo y su mejor amigo, ésta sería la primera vez que comparten la comida con nosotros.

- ¿Víctor? (Acercándose a el)

- ¿Qué haces aquí? ¿Mamá te pidió que vinieras o fue por voluntad propia?

- Fue a pedido de tu mamá. Víctor, tengo una duda muy grande que ni siquiera mi madre lo quiso decir delante de la tuya. ¿Qué pasó? ¿Por qué Antonia se convirtió en madre a una corta edad?

- Eso no lo pienso decírtelo, mi mamá se molestará mucho conmigo porque es un asunto privado que nadie debe saberlo.

- Pero solo quería saber... (Ileana los ve)

- No me hables... ¡No lo hagas! (llorando)

- Víctor... ¡Víctor! (Saliendo del cuarto)

- ¡Catalina! ¿Qué hiciste con Víctor?

- Solo le hice una pregunta, nada más. Parece que eso lo incómodo y se fue.

- ¿Qué le preguntaste? (Me sostiene del brazo) Dime qué le preguntaste o si no quieres que tu mamá lo sepa por mi.

- Yo... Yo... (Lloraba) No le dije nada... nada malo que afecte a Víctor.

- Ileana, no la lastimes... (Tirso interviene) Catalina tiene razón, ella no dijo nada malo, es Víctor que no quiso responder a su pregunta y se fue como si nada.

- ¿Ah sí? Pues aún así, te exijo que me digas que le preguntaste al niño... ¡Dilo!

- Basta, no hace falta que la atormentes, Ileana. No la obligues a responder algo que no quiere revelar.

- Cállese, Tirso. (Volviendo a mi) Si no quiere decir nada, pues entonces, se lo diré todo a la señora Ludovica para que te obligue a confesarlo y de paso, te encierre todo el día en tu cuarto, como castigo por tu malcriadez. Ve a tu habitación... y bajas luego para el almuerzo.

Ileana, tan fría como déspota, me mandó a mi cuarto. Me castigó por mi pequeñez que cometí, no había nada de malo hacer una pregunta a Víctor porque recién nos conocíamos, pero después del almuerzo y haciendo gala de su rol como la empleada chismosa que es, se acercó y le contó todo a mi madre, a escondidas de Antonia para que quede mal parada.

- Señora Ludovica, Señora Antonia, le contaré que su hija Catalina se portó muy mal con el niño Víctor. (Me señala) Esta criatura no me quiso responder a mi pregunta..., aquella que le formuló a este niño y que lo ofendió a tal punto de hacerlo llorar. Yo no la escuché, pero en cuanto lo ví salir, la encaré.

- ¿Es cierto eso, Catalina? (Se acercó a mí) Contéstame... ¿Lo que acaba de decir Ileana, es verdad? (Bajo la mirada) ¡Mírame y respóndeme! ¿Te portaste mal con Víctor, si o no? (Me tira una cachetada) ¡Maldita sea, dilo!

- Señora Ludovica, no es necesario que le golpee a su hija. Por Dios... ella no le hizo nada malo a mi niño.

- No se entrometa, Antonia... Yo crío a mi hija como se me pegue la gana, así que guarde silencio... No se atreva a ser insolente porque la despido sin darle ni un solo centavo de sueldo, ¿quedó claro? (Interviene Víctor)

- A mi madre no la amenace, señora. Que recién nos conozcamos no quiere decir que tenga un trato hostil con ella.

- ¿Tú también te atreves a retarme, pequeña rata? Ok... Perfecto. Ya que todos no quieren decirme nada, pues yo misma resolveré este problema. Catalina, te quiero en mi despacho ahora mismo.

Mi madre estaba furiosa, la sonrisa de Ileana lo decía todo: se salió con la suya después de ir con el chisme barato y yo era quien pagaba las consecuencias. En el despacho, debía confrontarla a solas, pero siento que no me siento capaz de mirarle a la cara y confesarle la verdad.

- Ahora me vas a decir las cosas con la verdad, ¿qué cosa le dijiste a Víctor que le hizo llorar? (Cierra la puerta)

- Le pregunté... ¿por qué Antonia se convirtió en madre a tal corta edad? Es decir, me invadió la curiosidad por saber qué le pasó a Antonia que la tiene triste.

- Eso... (Me tira dos cachetadas) No te debe interesar... Eres menor de edad y los niños como tú no deben saber lo que hacen los adultos en su vida.

- Pero... no era necesario que me pegues.

- ¿Ah? ¿Me estás contradiciendo? (Agarra mi blusa y se la quita para luego darme varios palmazos en la espalda) ¿Cómo te atreves a contradecirme? A tu madre... no se le hace nunca esto. Acomoda tu blusa... (Me seco las lágrimas) Antes que te vayas, escúchame bien, niña: irás a pedirle perdón a Víctor por formular esa tonta pregunta... Y luego te encierras en tu cuarto, ahí te quedarás y no saldrás a jugar ni con el ni con tus hermanos. Ah, y tampoco recibirás comida ni agua. Así de hambrienta y sedienta estarás durante el resto del día. ¿Me entendiste? (Asentí) Ahora, largo... (La miro) ¡Largo!

Me sentía tan triste, tan destrozada por dentro y por fuera, los golpes que recibí por parte de mi madre eran tan injustos. Ella nunca me había pegado en la vida, pero por una pregunta simple, me agredió con suma crueldad y sin piedad... Yo no tuve la culpa por preguntar a Víctor sobre la situación de Antonia, como dije, fui invadida por la curiosidad que mi mamá no lo quiso entender y esto conllevó a un duro castigo. Antonia salió del despacho antes que Ludovica la descubriera y sospeche que escucho la conversación. Cuando subí las escaleras y me miró triste, pensó que algo pasó y decidió encararla.

- Quiero hablar con usted, señora.

- ¿De qué sirve hablar con usted si ya todo está zanjado? Ya aclaré las cosas con Catalina, ¿para qué debo hacerlo con una doméstica como usted? Ahora si me disculpa, debo ir a mi cuarto, necesito tomar un descanso porque discutir con mi hija hizo que me doliera la cabeza.

- Es urgente que lo sepa, señora... Todo lo que pasó después de almuerzo se trató de un malentendido. Mi hijo no está muy acostumbrado a estar hablando con extraños como su hija, aunque ahora ya no lo sean, además, el es algo tímido y no suele responder preguntas que no se relacionen con la familia. Por eso, debe comprender que es un malentendido...

- ¿Me está diciendo que esto fue un maltentendido? Jajajajaja... ¡¿Qué tontería me acaba de decir?! Acá no hubo maltendidos ni nada parecido, acá la gran culpable es Catalina y por eso, la castigué a golpes en el despacho y la mandé a su habitación a que se encierre hasta el día siguiente, como castigo por la estúpida impertinencia que hizo.

- Pero usted es su madre... ¿Cómo puede castigarla por una simple pregunta que le hizo a mi hijo, mientras se conocían? No puede hacerle esto si ni siquiera aclaró bien las cosas con su hija.

- Porque, para que lo sepa, yo educo a mis hijos a mi regalado gusto y usted, siendo una empleada que, desde ahora, trabaja para mí, no debe cuestionar mis acciones, así sean buenas o malas. Si una vez más lo hace, la despido sin darle un centavo para su pasaje de retorno a su casa... Acá no hay espacio para cometer errores.

- Ni tampoco hay espacio para agresiones ni castigos de la forma como usted le hizo. Escuché a lo lejos unos fuertes gritos que venían desde el despacho y de inmediato, supe que eran los de Catalina. Doy gracias a Dios por no educar a mis hijos con tanta agresividad, así como lo hace usted.

- ¿Cómo lo supo? ¿Estuvo husmeando la conversación que tuve con Catalina en el despacho? (Se hizo un silencio por unos segundos) Antonia... exijo una respuesta que me la dará en este momento.

Antonia no podía estar más nerviosa ante tal momento, Ludovica la puso entre la espada y la pared dado que la acusa de oír la conversación que ella tuvo conmigo en la puerta del despacho y tras pensarlo mucho, por fin, dio una respuesta que la sorprendía.

- Sí... Lo hice, me involucré en esto. ¿Y acaso le importa que oiga charlas ajenas? Estoy en mi derecho de defender a quienes son víctimas de las injusticias que padecen a lo largo de su vida. Por más que Catalina es su hija, me veo en la obligación de ser como su protectora. 

- Ok... Si así es lo que quieres... (le da una bofetada) Ni se te ocurra volver a oír una charla ajena ya sea con Catalina o con quien sea porque, de golpe, tú y tu hijo serán puestos de patitas en la calle. ¿Me entendió? Ahora, aléjese... Déjeme sola. (Antonia sale llorando)

Ludovica sintió culpa por haber pegado a Antonia luego de reclamarle por haber oído una conversación ajena, pero más se preocupó por mi... Que me haya castigado sin aclarar su situación con Víctor fue algo que nunca lo hizo desde que se convirtió en madre y por eso, va pagar las consecuencias.

Continuará...

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