~|Prólogo: El Luchador|~
Lo hace para olvidar su inminente destino, esa noche de fiesta elige al que más le gusta antes de caer en las redes del matrimonio, uno arreglado. Lo que más le gusta del desconocido son sus ojos rojos y pasionales; no como los de Yuichiro Bakugō... Su prometido. Sabe que está mal, pero no le importa porque piensa bien que no lo volverá a ver.
ו••×
Esa noche la pelea era vigorizante, los golpes que su oponente le entregaba con dedicación los sentía a la perfección en su acostumbrada piel de Alfa puro. Todos, entregados con tal ardor que se sentía igual a miles de oleadas de fuego viajando por su interior a través de sus estrechas venas, increíblemente genial y emocionante. Katsuki después del decimoquinto striking (puñetazos, codazos, rodillazos, etc) en su rostro, se aburrió de ser un saco de boxeo. Se limpió la sangre de su nariz y le dedicó una sonrisa llena de superioridad y soberbia al idiota que había osado en tocarlo con sus asquerosos guantes baratos. Apretó con fuerza el protector bucal que usaba para no quebrarse sus perfectos dientes, esa noche quería terminar todo lo más rápido posible, afortunadamente ese era su último ring de toda la velada. En la madrugada tenía una importante fiesta a la cual asistir, era el cumpleaños de su mejor amigo, Kirishima Eijirou y no podía faltar, después de todo era el jodido anfitrión.
Alzó su gancho derecho con toda la fuerza acumulada que tenía guardada en su perfecto estómago e impactó contra de la mandíbula del pobre diablo, había olvidado el nombre del oponente, aunque eso no era importante a la hora de luchar. Solo tenía que ganar y ya. Con los ojos en blanco de su contrario y su cuerpo cayendo como plomo al piso junto al diente que estaba sobre un charco de sangre y saliva; le entregaron la victoria total. El mediador del octágono levantó su mano derecha e indicó su novena victoria en esa impecable fecha. Katsuki observó a las miles de personas a su alrededor, todos ellos gritaban su nombre con alegría, energía, excitación y euforia... Pero le faltaba algo. Todos sus colegas le decían que lo más agradable de ser el mejor de Japón era dedicar una victoria a una persona especial, no había nadie así en el público para él, tampoco se esforzaba en buscar un rostro en común, no lo hallaría jamás. Desafortunadamente Katsuki Bakugō encontraba que las personas tenían que ganarse su confianza, y las únicas personas en su vida que habían logrado eso era su madre y quizás sus más cercanos amigos. Su padre no contaba, él había fallecido y había caído con todo el honor del mundo, haciendo lo que más le gustaba; igual que él, ser un luchador profesional.
Y por aquello alejaba a todos a su alrededor, nadie podía penetrar la coraza de su corazón. Excepto él, que con un solo movimiento de caderas lo volvió una persona insulsa e inútil con sus rígidos sentimientos de Alfa solitario y amargado. Quizás era magia o algo más fuerte que el destino.
—¡Katsuki!—su entrenador lo llamó, Shouta Aizawa era como el padre que había perdido hace unos años. Era un beta amargado que le quitaba los trozos de pizza cuando estaba en régimen dietético, era una buena persona si quitaba la apariencia de vagabundo—. Hoy estuviste increíble, aunque me hubiera gustado que al menos no dejarás al pobre chico como una piedra en el suelo. Pero bueno, felicidades Katsuki, has ganado una vez más. Tu padre estaría muy orgulloso de lo que haz hecho.
Aizawa le sonrió con honestidad y orgullo. Le tendió una toalla blanca para que secara su sudor, Katsuki se secó con ella y agradeció el gesto a su entrenador. No solo por la toalla, sino también por sus alentadoras palabras. Luego se dirigió al público y dio el típico discurso de victoria a sus fans, lleno de emoción y soberbia invicta. Minutos más tarde fue a los camerinos. Tenía que darse una ducha, efectuaría una breve conferencia de prensa sobre todas esas aplastantes victorias que había tenido en la temporada, y se tomaría unas ansiadas vacaciones. Exactamente seis meses de descanso, para aplacar la siguiente temporada de torneos internacionales.
Mientras iba por los pasillos del grandioso establecimiento deportivo, miles de chicas y omegas lo observaban con lujuria, invitándolo a algo más. Él simplemente las ignoraba con respeto. No sabía el porqué, pero nunca en su vida había podido percibir el aroma de los omegas. Era extraño, como si su nariz fuera caprichosa y aceptará nada más que las fragancias sintéticas; algo solitario si se lo preguntan.
Llegó a los camerinos, se bañó lo más rápido posible, se quitó la sangre y todo rastro de sudor en su piel. Podía escuchar a sus fans en la distancia y a sus guardias personales tratando de controlarlas. Aizawa estaba afuera de las duchas contándole su itinerario de abril, en cuando volvería a las competencias, una vez más con la sonrisa llena de sorna que lo caracterizaba como personaje.
—Katsuki por ahora concéntrate en descansar, eso es lo importante. Además, hoy me llamó tu hermano, Yuichiro. Mañana tendrán un almuerzo especial en la mansión Bakugō, quiere que vayas. Según él tiene algo muy importante que decirte y no puede hacerlo a través de la pantalla de un celular—el cabello de Aizawa era negro, igual que su perfecto traje Giorgio Armani. Katsuki a veces se preguntaba cómo conseguía tener su cabello tan indomable y su traje tan malditamente rígido.
—¡Ha! De seguro es una estupidez sobre la compañía de mi madre. Desde que salí de las escrituras de la herencia familiar me siguen insistiendo en que debería sentar cabeza y hacer algo constructivo en la empresa, una reverenda mierda. Yo haré lo que hizo mi padre hasta que mis manos no puedan más, luchar por la victoria.
Salió de la ducha con una toalla en su cintura, con su piel descubierta se podían ver sus tres tatuajes negros. Unas detalladas alas negras de ángel en la espalda, grandes, acaparando cada centímetro de su formidable y ancha piel. En su antebrazo derecho tenía una pantera elegante y negra, en honor a su padre fallecido. Todos lo llamaron así cuando luchaba, era lo mínimo que podía hacer en su memoria. Por último, en su brazo izquierdo tenía dibujado con trazos suaves un enorme dragón. Todos hechos por el tatuador más prolijo y profesional de Japón. Quizás algún día agregue uno más a su colección, cuando encuentre algo que realmente le importe.
—Deberías ir, es tu hermano—Aizawa estaba revisando su teléfono, los medios ya habían llegado para escuchar las palabras de Katsuki, tenía muchas explicaciones que dar después de esa aplastante victoria—. Te hará bien, para limar las asperezas del pasado.
Katsuki hizo un mohín con sus labios delgados, quizás era lo mejor. Pero, si decía una sola palabra sobre su estado financiero o su presidencia en la empresa, se iría de su super y perfecto almuerzo familiar antes de emitir palabra alguna; no estaba listo para tonterías. Suspiró con cansancio, se secó, se vistió y fue a la preciada ronda de prensa. Todo terminaría más rápido si pensaba en algo lindo, como un buen plato de curry picante para llenar la panza.
ו••×
—Izuku aún no puedo creerlo, mañana estarás comprometido con el alfa de mayor importancia en el mundo financiero. ¿No es increíble ver todo ese dinero en tus manos?—la voz de su mejor amiga era lo más dulce que podía oír en ese momento, quizás sus palabras no lo eran tanto, pero no era su culpa, ella no lo sabía después de todo.
Izuku Midoriya era el hijo único de Inko Midoriya, una mujer muy endeudada con el estado de Japón por culpa de unas facturas médicas ocasionadas por la enfermedad y muerte de su padre, Hisashi. Lamentablemente no habían muchas posibilidades de mejorar su estado financiero, la mujer podía ir a la cárcel o peor, Midoriya, un pobre Omega de diecinueve años podía hacerlo. Había una pequeña posibilidad de salvarse y eso era un milagro muy caro. Yuichiro Bakugō era ese tipo de milagro, el alfa de treinta y dos años le ofreció una sustancial suma de dinero a cambio de un favor.
Un sólo favor.
—Sí, es genial Ochako—susurró Izuku con un poco de nerviosismo desde la cama, ambos compartían un pequeño departamento. Todo era muy modesto, un pequeño lugar de veinticuatro metros cuadrados para dos omegas, muy cerca del trabajo para aplacar los gastos en transporte; y con gastos comunes bastantes corrientes y baratos. En lo personal, muy cómodo para Izuku.
—Por supuesto y para celebrar el término de tu soltería iremos a una fiesta que promocionaron cerca del trabajo—los ojos de Midoriya se iluminaron con la mención de una celebración ajena a su estado actual.
—¿Una fiesta?—Ochako asintió repetidamente.
—Hoy es el cumpleaños del luchador Kirishima Eijirou y nos invitó Iida, es algo grande y alocado, quizás termine mal pero solamente se vive una vez. Entonces... ¿Quieres venir a tu última noche como soltero?
«Un cumpleaños...» pensó vagamente en ello. Distraerse y disfrutar un poco era lo mejor que podía hacer antes de comprometerse con Yuichiro Bakugō, uno de los hombres más ricos de todo Japón.
(...)
Ambos estaban afuera de una enorme puerta de caoba oscura. Se podía oír la música rebotando en el interior y la forma en que todos gritaban; eufóricos y por más de la anhelante diversión. El lugar estaba ubicado en la mejor zona de Tokyo, parecía demasiado irreal para ser un lugar tan grande en medio de sitios tan pequeños, sin duda el propietario era un hombre rico. Ochako tocó tres veces la puerta principal, parecía un código oculto. Luego de unos minutos casi exasperantes un chico con cabello rubio y una marca de rayo en un fleco le abrió la puerta.
—¡Ochako!, ¿verdad?—gritó el chico rubio, seguramente era un Omega por su olor, tan dulce que aludía a una pastelería en las mañanas.
—¡Kaminari!—Uraraka se lanzó a los brazos del chico, ambos sonrieron con los toques que se entregaron, Midoriya hubiera jurado que eran algo más si no fuera porque el chico olía sutilmente a madera seca, una fragancia muy penetrante, probablemente de alfa puro. Después del largo abrazo, Ochako presentó a Midoriya—. Este es mi amigo Midoriya Izuku, mañana tendrá la mala suerte de caer en las redes del compromiso y antes de que caiga de lleno en el matrimonio le quería mostrar un poco del maravilloso mundo jovial. Además Tenya me entregó esto.
Uraraka sacó de su ajustado pantalón de mezclilla un condón rojo, Denki le sonrió en respuesta y le entregó dos vasos llenos hasta la mitad con un líquido de dudosa procedencia.
—Hasta el fondo, de otra forma no entran al interior—Ochako tomó el contenido del primer vaso con rapidez y luego le tendió el otro a Izuku, el joven Omega estaba asustado. Aún así, no le prestó demasiada atención a su sentir, el aroma que desprendía el líquido del vaso de plástico rojo era embriagante, casi como si fuera un psicotrópico para encantarlo. Tragó en seco y se empujó el líquido por su boca, garganta y finalmente su estómago. Era terriblemente agrio, no reflejaba en lo absoluto su aroma. Hizo un gesto de desagrado y Denki le puso una mano en el hombro derecho.
—Bienvenido al infierno amigo mío, toma ésto—el rubio le tendió un condón de alfa—. Estoy muy seguro que lo necesitarás más adelante. Ahora diviértete hasta desfallecer, el rígido organizador le puso mucho empeño esta vez.
—Gracias—susurró algo débil. Uraraka de un momento a otro se perdió en la plenitud del lugar, eso no era muy bueno; como odiaba eso de su amiga.
Entró al lugar con timidez y sintió un escalofrío recorrer la totalidad de su espina dorsal, por alguna razón muy loca quería llamar la atención de alguien ahí, quizás era culpa del líquido agrio. No le importaba, lo único que deseaba era bailar y caer por ahí con un alfa sexy. Caminó entre el enorme tumulto de personas y sintió un fuerte olor a cacao, era demasiado para su débil nariz de Omega. Buscó con la mirada entre la multitud hasta hallarlo a él, un alfa puro... Pura sensualidad. Su enorme espalda era vestida con una delgada pero apegada polera blanca, se podía ver a través de la tela dos enormes par de alas negras, ambas cubriendo totalmente su piel. Izuku se sentó en un sillón de la enorme sala de estar, el departamento estaba lleno de personas que desconocía sin embargo, en ese momento, solamente existía él y sus alas de libertad. Tomó con confianza un vaso con líquido transparente ubicado en la mesa de centro y siguió haciendo lo mismo mientras se deleitaba con la imagen de ese Alfa que estaba con un chico pelirrojo, de hecho el chico pelirrojo olía a madera seca y tampoco estaba tan mal...
—Cabello rubio—susurró para sí mismo, el cabello del Alfa se veía puntiagudo, casi como si fuera una amenaza a su existencia—. Eso me gusta mucho más.
De un momento a otro el chico de las alas se sentó en la barra del bar, Izuku tomó una última vez del líquido transparente antes de meterse a la pista de baile, entre todas esas personas para mover sus caderas al movimiento de las mezclas del DJ. No sin antes guardar el condón que Denki le había obsequiado a la entrada del departamento. Si lo que tenía en mente salía bien, tendría que usarlo y le faltarían muchos más para sacar de su cabeza el compromiso.
(...)
Se sentó en la barra mientras Eijirou era llevado por el montón de despampanantes mujeres al centro de la pista, le sonrió dándole un impulso de fuerza para que les siguiera la corriente antes que Denki le tirará las orejas. Luego bebió un poco de Whisky, la mujer que le estaba dando los fuertes tragos le sonreía con lujuria. No le importaba demasiado, tener alguna aventura interesante cada cierto tiempo no era del todo malo para su cuerpo ansioso. Cuando sus labios rozaron el borde del séptimo vaso de whisky sintió un suave aroma, uno que nunca había sentido antes en su vida. Era cándido, dulce y a la vez embriagante de respirar, casi como una caricia a sus fosas nasales. Buscó la procedencia del aroma entre toda la música y la fiesta descontrolada. Encontró la fuente en medio de la pista, provenía de un tímido Omega de cabellos jade y sonrisa noble, todo en él parecía extremadamente dulce, pero sus movimientos de caderas estaban llenos de una seducción peligrosa. Tragó en seco, terminó su whisky y fue en busca de ese chico que lo seducía con energía.
Cual depredador ante su presa.
—¿Cuál es tu nombre, pequeño?—Izuku fue sorprendido por la espalda, un fuerte agarre se apoderó de sus caderas. Agradablemente la voz del extraño era grave, fuerte y penetrante; muy sensual. Por alguna razón no se sentía mal estar de forma tan personal, al contrario, estaba tan bien que no existía el miedo.
—Eso no es importante en este momento—deslizó sus palmas con confianza por las manos contrarias, acariciando y provocando una sensación eléctrica en sus nudillos, ese Alfa era completamente desconocido pero tenía un aroma tan delicioso y masculino que sus labios se humedecieron solos, Katsuki se acercó más y le habló con suavidad en su oreja derecha.
—Bueno, señor incógnito. Mi nombre es Katsuki—con sus pulgares presionó con fuerza precisa para acariciar las caderas de ese dulce chico. Y en ese momento comenzaron a moverse, no les importaba el ritmo de la fuerte música que retumbaba con fuerza en sus oídos, tampoco el alcohol que hacía estragos en su raciocinio. Inevitablemente sus caderas se conectaban con lujuria tentativa, casi acariciando sus egos sexuales.
—Muy bien Katsuki, tú me puedes decir Deku—el Alfa rubio sonrió con profundidad, el suave olor a dulzura de ese Omega era tan fuerte como el alcohol en su sangre que hizo oscilar su cabeza para presionar sus labios en el cuello contrario.
—Muy bien Deku, bailemos caliente—susurró con aspereza contra su piel trémula.
Izuku suspiró ante sus palabras, comenzó a moverse con él, no podía verlo con sus ojos e imaginaba que era el chico de la barra, aquel rubio sexy que lo había dejado marcando ocupado. Con valentía apoyó su cabeza en el cuello contrario, se sintió travieso y gimió levemente al sentir el bulto del alfa contra sus nalgas. No era una erección, era su tamaño natural contra la tela del jeans oscuro que usaba. Tan alucinante que su estómago se estropeó, quería saber más...
En ese momento, se removió con más fuerza, literalmente se restregó contra la entrepierna del desconocido. Katsuki apretó sus dientes por culpa del roce y lo dio media vuelta con rapidez, por primera vez en esa noche sus ojos se habían conectado sin ningún obstáculo de por medio. Sus rostros estaban a centímetros, ambos podían percibir en sus alientos el fuerte olor del alcohol. Y de un momento a otro, sus cuerpos se movieron por sí solos, ambos haciendo un contacto ardiente al ritmo de la música; nada valía más que eso, el tacto.
Izuku apoyó sus manos en los hombros contrarios y deseó besarlo solamente para tener más cercanía. Katsuki, que podía leer sus movimientos con facilidad y evidencia, se acercó y dejó caer sus labios en el cuello contrario. Solamente un roce suave para proceder, un movimiento de labios contra la piel y la yugular de Midoriya latía con una fuerza abismal. Apretó sus manos en la ropa del Alfa y susurró con suavidad "Kacchan", no sabía el porqué pero llamarlo de esa manera estaba bien... Nada se sentía mal. Y su estómago y terminaciones nerviosas lo querían derrumbar en el suelo del enorme departamento por culpa de los besos.
Katsuki lo besaba y sostenía con sus grandiosas manos, dándole la motivación necesaria para seguir moviéndose al ritmo de la ardiente música. Izuku no le prestó atención en lo absoluto a su puritana intención, como pudo lo empujó hacia una pared cercana, el luchador quedó plasmado por la fuerza ejercida, observó su rostro pecoso y por sus oscuros ojos verdes recibió la respuesta. Sonrió con sorna, se acercó a sus labios y lo besó con suavidad. Un leve roce, nada más que eso. Midoriya suspiró y extendió sus manos por debajo de la polera blanca, palpó con sus dedos esos maravillosos abdominales y en respuesta a sus acciones escuchó un maravilloso y profundo gruñido.
—Vaya, alguien tiene prisa de quitarme la ropa—Izuku levantó su rostro y lo observó directamente, Katsuki quedó petrificado ante la poca justicia de su obediencia. Sus emociones quedaron completamente expuestas, estaba ya excitado y ver la intensidad en esos ojos jade era como una invitación a continuar con todo en mente.
—¿Tú no? ¿Qué importan las etiquetas morales? Será solo una vez y luego volveremos a la normalidad—Katsuki se estaba controlando, pero ya no podía hacerlo más.
Lo besó, acarició sus labios con tal pasión que sus ojos se cerraron por inercia. Fue una represión salvaje, casi perdiendo la cordura en la punta de la lengua. Izuku estaba tan embriagado que simplemente agarró las nalgas de Katsuki y las amasó con firmeza. Ese toque fue fatal para el autocontrol del luchador profesional, tomó al pequeño Midoriya entre sus brazos, lo siguió besando pero está vez fue con más fuerza, literalmente comiendo sus dulces labios de Omega.
Caminando con calma por su departamento fueron hasta su habitación, en el camino habían muchas parejas haciendo prácticamente lo mismo que ellos. Poco importaba el pudor, cuando llegó, empujó la puerta para entrar a su dormitorio. Dejó a Midoriya en el suelo, justamente frente a la puerta por si quería huir del encuentro. El chico de cabellos jade sonrió con timidez, tomó el seguro de la puerta y la cerró de un solo golpe; dejando la privacidad para ambos. Ese gesto dejó como un loco a Katsuki, casi que de un sólo jalón desplazó el cuerpo contrario con tentación por la enorme habitación oscura, justamente hasta la enorme cama. Ahí lo dejó y observó con expectación a su próxima aventura de una noche.
El alcohol en su sangre, la excitación en su pantalón y la fuerte sensación de la locura invadiendo su interior lo hicieron dudar por instinto. Algo extraño había en él, lo sabía tan bien que dolía desearlo. Izuku se dio cuenta de su dubitativa, no le gustaban las dudas, debía disipar cada una de ellas. Se arrodilló en la cama y se acercó hasta Katsuki, tomó su mano y lo empujó en el mueble matrimonial. Se sentó en su regazo y lo comenzó a besar; torpe aunque suficiente. Ambas lenguas se acariciaron en el interior de sus húmedas bocas, entre tanta pasión, Izuku mordió el labio inferior de Katsuki, en respuesta a su bravo acto se ganó una nalgada en su perfecto glúteo derecho. Inesperado y ardiente.
—¡Ah!—encorvó levemente su espalda y gimió contra sus labios rosados, Katsuki estaba anonadado. La belleza de "Deku" era tan angelical y extraña que quería corromper todo su cuerpo con una pasión aberrante. Lo dio vuelta en la cama, Izuku quedó a gatas en las perfectas sábanas del luchador profesional Katsuki ¿Bakugō?—. Un momento, ¿cómo dijiste que te llamabas?
—¿Eso importa ahora?—Izuku vio en el buró izquierdo una fotografía en un perfecto marco delgado oscuro, podía ver perfectamente a Katsuki con su traje de luchador y a su hermano.
—¿Eres un Bakugō?—Katsuki le acarició la espalda por la encima de la ropa, contando mentalmente cada vértebra, poco después le alzó las caderas para intentar sacarle el pantalón de tela que estaba usando. Quería ver su piel íntima.
—Sí, siéntete afortunado Deku. Estás a punto de tener sexo con Katsuki Bakugō, el mejor luchador profesional de artes marciales mixtas—esas palabras condenaron a Izuku, por supuesto que todo estaba mal. Yuichiro lo mataría si se llegaba a enterar que estaba a punto de tener sexo con su hermano menor, quería irse. Pero Katsuki se las arregló para ayudarlo a cometer el gran error de esa noche. Se acercó al helix de su oreja derecha y le susurró con candidez—. ¿Algún problema con ello?
Izuku cerró sus ojos con dolor, pidió disculpas mentales a Yuichiro por lo que le haría, incluso antes de darle su cuerpo... Katsuki sería el primero. Y por primera vez en años se dejó llevar por las emociones del momento. El luchador mientras le quitaba la ropa era muy calmado, de hecho era terriblemente delicado y no le gustaba esa actitud. Quería sentir dolor por lo que estaba haciendo, por lo menos una gota de arrepentimiento en su pecho ya que su cuerpo ya no le respondía con racionalidad. Sólo había una pasión ardiente que secaba con rapidez cada centímetro de coherencia en su pecaminoso ser.
—No, pero podrías hacerlo un poco más... Rápido y violento—Katsuki sonrió de medio lado al escuchar esas deseosas palabras, estaba esperando la aprobación para abordar su incondicional inocencia.
—Como desees Deku—Bakugō lo acostó con violencia en la cama y le deslizó con los dientes la cremallera del pantalón, Izuku sintió su corazón latir con impaciencia, ya no se sentía tan embriagado por el alcohol. Se sentía terriblemente excitado, tanto que su mente quedó completamente en blanco con los ojos rojos del alfa. Tal magia debería ser ilegal... Katsuki, con su mano libre subió ligeramente la polera que usaba Izuku. Sus labios acariciaron la pecosa piel del Omega y en su estómago pudo ver una hilera de flores rosadas, que nacían del hueso de su cadera izquierda hasta su ombligo. Finamente hechas, unas hermosas y delicadas flores de cerezos. Sonrió encantado y beso las siete flores que se movían a la par de su respiración. Midoriya se aferró a las sábanas, encorvó su espalda y cerró los ojos.
Cuando sus piernas quedaron completamente al descubierto, el alfa se relamió los labios, se acercó hasta su intimidad y por encima de la tela del boxer besó su tímido miembro de Omega. Izuku suspiró profundamente y dejó que continuará con su ardiente travesía. Katsuki con una mano alzó la pierna derecha de sus amante, la dejó en su hombro y comenzó a besarlo, mordiendo ligeramente la piel de sus tobillos. Y con su otra mano trazó un camino desde el tatuaje de su cadera hasta el interior de sus muslos, despojando todos sus sentidos de la vergüenza. Bajo la pierna y lo observó con las manos alzadas, era momento de seguir adelante.
—¿Quieres huir de mí, pequeño?—Izuku tragó su vergüenza hasta el final de su estómago, se enderezó en la cama y le quitó la polera blanca a Katsuki, el alfa observó cómo el chico temblaba al quitarla, era demasiado dulce y no se esforzaba en dejarlo en evidencia. Le dejo hacer lo que quisiera. Era un obra de arte verlo intentar el coito.
Izuku suspiró cuando observó su pecho desnudo, trazó con sus manos los surcos que habían entre sus músculos. Era demasiado sexy, su cuerpo era como una escultura antigua y griega, finamente hecha por los artistas más recelosos. Alzó su vista con timidez y observó al luchador, sus ojos rojos estaban oscurecidos por la pasión. «¿Yo le provoqué esto?»pensó mientras observaba sus cuencas. Luego, de forma inevitable, observó sus labios. Nuevamente suspiró con pesadez, la suficiente para que se escuchará por encima de la música, lo besó tomándolo de la nuca para acortar distancias. Los besos que se entregaron en ese momento fueron llenos de pasión, con una necesidad insaciable, como si sus cuerpos estuvieran hechos para encajar físicamente. El luchador se aburrió de no verlo completamente desnudo y le quitó la polera que traía.
Y por unos momentos se bajó de su cama, se quitó los pantalones y sus boxers, quedando completamente desnudo. Se acercó a un mueble ubicado a un extremo de su dormitorio, sacó una caja negra y luego fue hasta la cama. Ahí dejó a Izuku delicadamente sobre su regazo, el menor aún poseía sus boxers plomos.
—¿Realmente deseas continuar?—su pregunta tenía auténtica sinceridad, no quería quedarse con una culpa.
—¿Por qué lo preguntas?—Izuku se sentía expuesto, casi como un niño ante la mirada atenta de su eterno ángel guardián.
—Porque si continuo no me haré responsable de lo que sientas en esta cama, probablemente no podrás salir de este departamento sin pedir mi número para volver a repetir todo, además... Siento que me estás ocultando algo y siendo sincero contigo, me importa un carajo ese secreto—Katsuki se acercó hasta Midoriya y rozó sus labios sin dejar de verlo, casi perdiendo su vista y orgullo en esos ojos jade—. Por eso y mucho más... ¿Podemos continuar?
Izuku tragó en seco, se podía oír la música y los gritos en las habitaciones del departamento. Y por alguna razón solamente podía oír el latido de su desbocado y ansioso corazón. Suspiró por enésima vez en esa noche, evitó la mirada de Katsuki y se puso de pie en la grandiosa cama. El luchador por un momento creyó que tomaría sus cosas y se iría, no fue así como terminó. El chico descendió torpemente su boxer por sus perfectas piernas blancas. Bakugō, sentado en su cama quedó loco al ver sus ojos jade brillar de pasión y deseo anhelante...
—Sí, podemos continuar con todo esto—el chico lo volvía loco y probablemente apenas lo sabía.
Lo atrajo hasta él y besó, por primera vez en años quería recordar cada parte de una persona, no lo conocía aunque que su cuerpo si parecía hacerlo, hasta el extremo que halló todos sus puntos débiles, casi como si no fuera la primera vez que recorría su piel. Y una vez que logró arrastrarse en su interior y sintió esas delicadas manos arañar su espalda, gruñó con placer su nombre... "Deku" se lo grabó en su memoria y lengua.
No había vuelta atrás.
Izuku gemía gustosamente por cada una de las deliciosas embestidas, su cuerpo le correspondía de una forma tan especial y malditamente única que podría fácil derretirse bajo él. Por sus movimientos de caderas cambiantes, por esas miradas llenas de deseo y las palabras que se perdieron en la oscuridad de la habitación de ese departamento, ambos extraños se convirtieron en conocidos. Compartiendo sus cuerpos y entregándose una pasión tan aberrante que marcaron sus almas con tinta. Y cuando gritó el nombre del luchador, se escuchó tan jodidamente bien que Katsuki se juró que no sería la última vez que lo oiría. Porque las lágrimas llenas de placer que Izuku le entregó toda la noche lo convirtieron en una bestia adicta.
ו••×
Abrió sus ojos, la sensación de la desnudez y la mañana siguiente —después de aquello— lo estaba carcomiendo vivo. Se sentó en la cama, todo su cuerpo dolió con esa pequeña acción. La noche anterior se había sentido tan bien que había olvidado decirle a Katsuki que era su primera vez; ahora se arrepentía. Apretó sus manos y deseo que la tierra se lo comiera vivo, no podía sentirse más asqueroso. Había traicionado a Yuichiro y también al hombre que dormía a su lado con tranquilidad, era de lo peor... Irónicamente en medio de esa tragedia mental, Izuku se dio el tiempo de observar al alfa rubio. Su torso descubierto se veía mucho mejor con la suave luz de la mañana... Sacudió su cabeza, salió de la cama aguantando todo el dolor que sentía en su cuerpo, cadera y trasero. Buscó su ropa y entre tanto desorden halló su celular. Rápidamente le envió un mensaje a Ochako para preguntarle dónde estaba.
«Izuku: Ochako... ¿Dónde estás?» a la chica le tomó su tiempo en escribir la respuesta.
«Ochako: En una habitación del departamento... Me duele todo, además hice algo muy malo Izuku.» Midoriya leyó rápidamente mientras terminaba de buscar sus cosas por la habitación, de pronto su vista halló el espejo principal y pudo ver su cuerpo, Katsuki lo había dejado marcando por todos lados, maldijo por lo bajo, tenía muchos problemas.
«Izuku: ¿Qué hiciste?»tecleó y se vistió mientras esperaba la ansiada respuesta, a lo lejos podía oír el suave respirar de Katsuki en la cama, para ser un luchador de artes marciales mixtas su rostro cuando duerme es bastante angelical. Nuevamente sacudió su cabeza, ¿por qué tenía que ser tan estúpido?
«Ochako: Me acosté con un alfa que tiene la cara quemada y el cabello de dos colores... ¿Ahora qué le diré a Tenya? No puedo creerlo.»Midoriya no podía expresar lo que sentía, pero seguramente era de la misma forma que Ochako lo hacía.
«Izuku: Ochako, lo mejor será irnos ahora. Yo hoy tengo que estar en el departamento de Yuichiro temprano, y solamente tengo cuatro horas para arreglar el desastre que hice.»abrió la puerta de la habitación, observó por última vez a Katsuki, seguramente lo querrá asesinar cuando se entere de la verdad.
«Ochako: ¿Qué hiciste?»Izuku leyó y salió de la habitación, en el camino se topó con Uraraka mientras salía de una habitación contigua.
—Mejor te lo explico de camino al departamento—la chica aceptó y se fueron entre medio de todo el desastre de la propiedad.
(...)
Su cabeza daba vueltas, su cuerpo dolía y sentía el suave aroma en el ambiente. Buscó el calor de su pasional acompañante pero no lo halló en las proximidades, rápidamente se levantó y fue a buscarlo en los rincones. No recordaba con claridad su rostro pero su cabello y tatuaje de flores de cerezo se habían quedado en su mente. Después de recorrer el departamento por más de tres veces llegó a la conclusión que el chico había huido, sonrió con profundidad. Era un desafío que estaba dispuesto a aceptar.
—Serás mío, pequeño...—susurró antes de ir buscar su celular para llamar a las encargadas de la limpieza.
Tenía que ir al almuerzo super especial de su hermano y después de ello lo buscaría, era una jodida promesa.
ו••×
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