Epílogo: Nuestro Secreto
Ellos son grandes y perfectos sueños de los frustrados, nacidos de una tentación prohibida, que acabó con lo que consideraban normal. Él lo amará hasta el final de los tiempos, y él jurará que siempre será suyo. Ese es su secreto: son amantes destructivos, han sido los ególatras desde el inicio. Y siempre, aunque la historia quiera hacerlos parecer bondadosos, serán los injustos.
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Una sensación poco agraciada se apoderó del cuerpo de Tamaki al dormir en esa tormentosa noche, no sintió el momento cuando cerró sus ojos y se rindió al cansancio pero sí percibió la dulce voz que lo penetró en demasía. Atravesando su corazón y alma de una manera tan dolorosa y violenta que se rindió ante el pesar, nunca se había sentido así, ahogándose en un enorme charco de emociones irracionales. Al tratar de abrir sus ojos no ocurrió nada más que el fracaso, parecía parálisis del sueño y a la vez no lo era. Iba más allá de una simple inmovilización física, estaba a un nivel espiritual. Como si todos sus miedos se vieran reflejados frente a un espejo. Reflectando su rostro.
—Tamaki, soy yo—la situación a cada momento se hacía más extraña, una voz nítida lo llamó limpiando las impurezas del entorno. Una voz dulce y a la vez pasada.
—¿Quién eres?—en el momento en que habló se halló a sí mismo en mitad de la lluvia, como si estuviera fuera de su casa, tratando de atravesar el pórtico de la entrada para cubrir su cuerpo del frío y las demás sensaciones poco cómodas.
—Kya... Soy tu hermana pero no de cuerpo, estamos emparentadas a nivel espiritual. Además, eres la única persona de la maldición que puede ayudarme a volver—después de intentarlo, finalmente pudo abrir los ojos y ver a la persona que estaba hablándole en su sueño.
Era una pequeña, de tal vez unos cinco años. Sus facciones eran hermosas y tenían un cierto toque familiar que no podía identificar a la perfección por su falta de parentesco, a los ojos de Tamaki le parecía un ser hermoso y tan deslumbrante que le hacía similitud con el sol en lo alto de los mejores días; también le recordaba a sus padres, a los antiguos, aquellos con los cuales soñaba en los peores momentos de su vida. Si tuviera la decisión de elegir, desearía borrar cada recuerdo doloroso de la vida pasada, al mismo tiempo no lo podía hacer. Amaba y odiaba ser la persona más sensible a la maldición.
—¿Cómo puedo ayudarte?—Tamaki se acercó lo suficiente para ver con más detalle su cuerpo y ojos, tan rojos como el fuego más vivo. Era una persona cálida, igual que Mirio. El nombre le hizo tener un mal sabor de boca.
—Debes hacerme un favor, es algo que no te gustará—el Omega se arrodilló frente a ella, ignorando sus palabras, impactando el asfalto mojado y abrazándola.
No supo porqué lo hizo pero necesito ese abrazo más que nada, le recordaba tan bien a Mirio que un deseo casi egoísta se alojó en su pecho al percibir sus pequeñas y delicadas manos aferrarse a su cuerpo. La pequeña niña sintió el pesar que su hermano transmitía, era como el frío, recorriendo y escudriñando la piel. Era tan irreal abrazar a un hermano a través de un sueño y sin realmente serlo, casi tan extraño como ser reencarnaciones de un ciclo de tragedia interminable.
—Kya...—el nombre sonó tan bien en sus labios que podía acostumbrarse a ello—. ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Dónde estás? Tu piel es muy fría, casi como el hielo.
La niña se alejó unos momentos del lado de su hermano y le sonrió con la mirada, sin mover ningún músculo facial. Por alguna razón a Tamaki cada nervio del cuerpo le tembló, solo con esa mirada llena de amor y pésame. Y al verla con más detalle notó que era casi transparente, y su alma no era del todo "real" al tacto. El motivo y razón aparente se alojó en su cabeza, como un cuchillo en su piel.
—No estás viva...—susurró al momento del entendimiento, el miedo de comunicarse con seres extracorpóreos era real, pero la impotencia fue mayor al miedo—. ¿¡Quién fue!? ¿Quién te hizo daño Kya?
El sentimiento de que alguien la hubiera dañado era bastante personal, los recuerdos y errores de la vida anterior siempre venían a su mente, torturando y juzgando su pobre espíritu carente de fuerza. La pequeña niña soltó una leve lágrima, algo casi inédito en un espíritu y se la entregó a Tamaki.
—Eso no es importante, en este momento lo único que importa es si tú deseas darme vida...—Tamaki asintió tan rápido como pudo, Kya gestó una mueca poco agraciada—. Bueno, primeramente necesito un recipiente para vivir.
—Okey, creo que no te sigo—en respuesta la niña delineó el cuerpo de Tamaki con suavidad hasta que llegó a su estómago bajo, apuntó ahí con fuerza—. ¿Mi útero?—ella asintió y luego, de la nada, una imagen apareció en la cabeza de Tamaki.
Una escena que en sí era erótica y perversa, dos cuerpos familiares al tacto que se encontraban nuevamente en una sensación muy icónica, consumando su amor en la oscuridad de una habitación. Hermosas manos aferrándose a un alfa que poco hacía para detener el veneno en sus interiores; era maravilloso, y al final de la escena, Tamaki logró vislumbrar un rostro, el de Mirio.
—Tamaki, debes tener un hijo con Mirio.
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La boca de Katsuki se abrió ligeramente más de lo normal, su expresión de rudeza cambio a una repleta de incógnita, su lenguaje corporal ya no era agresivo; algo muy dentro de su conciencia cambió y lo reflejó visiblemente en su cuerpo, las preguntas se acumularon tan rápido como las palabras de su madre en la superficie de su cabeza. ¿La presidencia de la grandiosa compañía Bakugō para su pequeño Omega? No entendía el propósito de algo tan descabellado y peligroso, toda su vida de adulto estuvo corriendo de esa responsabilidad tan arrolladora, no era algo que fuera de su agrado ser el centro de atención incorrecta, y más aún del mundo financiero, en donde todos esperan el día en que muriera para que dejar el puesto de trabajo. Era un no rotundo, no quería eso para su amado. Quería protegerlo de todos, de cada uno de ellos.
—Debes estar bromeando muy fuerte, no dejaré que le hagas algo así a Izuku. Él está pasando un momento horrible por culpa del bastardo de Shindou y tu quieres darles más responsabilidades, ¿estás jodidamente loca?—Mitsuki asintió repetidamente con las palabras de su hijo, se acercó, lo tomó de los hombros y trato de verlo a los ojos; él corrió la vista a penas pudo; estar cerca de ella era lo suficientemente extraño como para negarlo.
—Precisamente por eso quiero que sea el presidente de nuestra compañía, su irremediable dolor, la ira hambrienta y ese deseo de venganza serán suficientes para que pueda superarse a sí mismo y ser más que una víctima de la situación, él será la persona que tú nunca quisiste ser. Además, su padre ya lo tenía en mente, Izuku nació para hacer algo grande—Katsuki negó. Sus palabras no eran sanas.
Nada de lo que estaba pasando en su vida era bueno para él y su bebé. Además, conocía lo suficientemente bien a su Omega como para afirmarlo y decir que él aceptaría sin dudar la presidencia de la compañía Bakugō, todo por el deseo de la venganza, por el intrépido anhelo desesperado de acabar con la existencia Shindou, no era que estuviera en contra de su exterminio —de hecho lo deseaba más que nadie—, pero él se perdería a sí mismo en ese camino y mundo tan abrumador, aún no poseía las suficientes fuerzas para soportar algo así. Porque ahora todo era diferente, habían sobrevivido a la injusta maldición de Tomura... Y su instinto se lo decía con tanta claridad, Izuku había aceptado su oscuridad con la muerte de Kya y Tomura. Eso lo volvía un ser muy peligroso, no para él, sino para los demás. Y no había dolor más grande que verlo convertido en una bestia salvaje. Aquella que nunca deseo ser.
—No—negó nuevamente—, esto solamente lo consumirá hasta la autodestrucción, deseara tener todo el poder y la persona que conozco dejará de existir... No lo tolerare, de ninguna manera.
Por un mínimo momento Mitsuki entendió las intenciones de Katsuki al ver en sus ojos rojos una pena inmensa, nunca los había visto de esa manera, ni siquiera cuando su padre no le dejó tener un felino en la casa por ser alérgico a los pelos del mismo... Era impresionante de presenciar aunque, un instante después, descartó completamente la idea de comprender la desesperanza de su hijo al verse rodeada por su ira en feromonas; simplemente era egoísmo de alfa. Un miedo más a su delicado orgullo de hombre puro y superior, nada más. Sin embargo, ella no dimensionaba sus destinos.
—No es un tema que sea discutible contigo, es algo que su madre y yo encontramos ventajoso para su espíritu, del hecho que lo hayas marcado por accidente en un momento de calentura no significa que seas el dictador de su destino, él elige lo que desea para sí mismo, no tú—Mitsuki ignoró la próxima protesta y emprendió camino hasta la salida, antes de abandonar el hospital junto a Enji. Observó de soslayo a su hijo, un alfa que se veía cabizbajo en todo el sentido de la palabra a pesar de que emitía feromonas de ira. Necesitaba aplacar el dolor, una última caricia de madre—. Solamente espero que no lo dejes solo, el camino de la presidencia es muy arriesgado para un Omega, necesitará la potencia y protección de un alfa puro. De un hombre de verdad.
Por un instante Mitsuki pensó que él guardaría silencio al verse acorralado por las palabras, olvidó que él no era así.
—Si él acepta ser el presidente de tu jodida empresa, estaré a su lado. Sin dudarlo ni por un momento—Katsuki alzó la cabeza y observó con toda la ira contenida en su cuerpo a la alfa, Mitsuki por un breve instante vio a Masaru en él, en su porte de alfa y fuerza irracionalmente potente de hombre—. Seré el perro guardián de sus deseos, sin importar lo egoístas que sean. Sin embargo, si el camino que recorre es la autodestrucción personal para darte en el gusto, no creas que me quedaré de brazos cruzados.
Eso la sorprendió más de lo normal, él siempre había sido un ser egoísta por naturaleza, violento de actitud y torpe de emoción, ocultándose de la verdad; y siempre siendo el solitario de la manada; el hombre que estaba frente suyo no era su hijo, el pequeño insoportable dolor de culo. Era otra persona, una que había madurado en el dolor de la pérdida y la injusticia social, no creía en las palabras de Shindou, pero la prueba era irrefutable frente a sus ojos, su hijo era una reencarnación y le dolía no ser capaz de poseer el poder de comprender; era una ignorante y prefería quedarse así, no entender el trasfondo de la situación. Suspiró y habló pausadamente.
—Me extrañaría de lo contrario, sé que nos veremos muy pronto y no precisamente en la misma instancia. Debes ser fuerte, ellos te necesitan más de lo que podrías imaginar, sé lo que es perder a un hijo—la expresión no cambió en ningún momento, Katsuki estaba realmente mal con las palabras de su madre, y más aún, con el peligroso destino que le deparaba.
—Seré el imbécil que destruya tu compañía si él lo desea—fue un tono amigable versus el que estaba usando hace muy poco.
Ella sonrió con su broma, era importante para Mitsuki saber que al menos su hijo estaba dispuesto a proteger las propias decisiones de su omega; velar por ella y protegerlas. Eso dejaba en evidencia su buena y formidable educación parental. Él trató con todas sus fuerzas de copiar el gesto de su madre, no fue exitosa la acción en su rostro. Lamentablemente el instinto de Katsuki era lo suficientemente agudo para sentir la oscuridad que emergía de su pequeño Omega en habitación del hospital; tenía miedo de lo que podía hacer, aunque tampoco debía negar que una parte muy significativa de su alma sentía curiosidad.
Una tan magnética y llena de temores que su alma esclava velaba por la grandeza de su princesa.
(...)
Shoto se fue de Budapest una vez que Momo lo llamó para informarle sobre la delicada situación de Ochako, al parecer la chica no estaba mejorando en su condición con los medicamentos y necesitaba la presencia del alfa padre para continuar con un tratamiento poco convencional; el alfa de cabellos bicolor no quería irse de la ciudad europea pero Katsuki lo obligó. Le gritó, literalmente, que no fuera un puto cobarde y que aceptara sus jodidas responsabilidades de padre soltero. Todoroki sonrió ante sus palabras, si tenía esa fuerza para regañarlo, era suficiente para quedarse solo hasta que pudiera volver a Japón con Izuku.
Lo cual no era del todo próximo a las fechas, por culpa de su estado Izuku permaneceria una semana totalmente sedado. Únicamente para que su sistema inmunológico se fortaleciera al estar en un embarazo de alto riesgo, después irían quitando lentamente los sedantes, para ver cómo reaccionaba al tratamiento. Si no había una reacción significativa, le pedirán a Katsuki que suelte sus feromonas en la habitación y así tenga un estímulo de mayor magnitud. Estaría en cama dos semanas más y le realizarán exámenes para calificar su estado. En resumen, Katsuki y Izuku estarían pisando Japón a finales de febrero o principios de marzo.
Al recibir esa valiosa información, Katsuki fue hasta el departamento que había alquilado en Budapest, uno pequeño y con cosas básicas, nada estrafalario. El beta a cargo le aconsejó al alfa que fuera a asearse y comiera algo para recuperar las fuerzas que necesitaba para los próximos días, porque una vez que el chico abriera sus ojos, el shock de perder un hijo lo podría dejar más emocionalmente inestable de lo normal y las feromonas de el alfa padre eran necesarias para calmar. Él no era escéptico con los tratamientos que requerían feromonas, muchos científicos creían en esos tipos de terapias poco invasivas y naturales entre alfa y Omega, solamente creía que su pequeño no necesitaría ese tipo de trato. Poco después del sueño con Kya e Izuku, las cosas se volvieron bastante interesantes en la habitación, quizá lo suficientemente rápido como para preguntarse un porqué. Aún se culpaba más que nada por lo que había hecho, pero la sombra en los ojos de su Omega al finalizar el sueño lo dejaron más pensativo de lo común; no era normal que una persona tan nerviosa y sentimental dejará la tristeza tan fácilmente.
Se entró a bañar y observó con lentitud como la sangre se deslizaba por su desnudo cuerpo, era tan extraño verlo y saber que gran parte de ella era a causa de un descuido propio. Si hubiera estado más alerta con las cosas, ellos estarían bien, sus amores estarían saludables. Los cuatro juntamente tratando de viajar a Japón, hubiera hecho lo que fuera para tenerlo bien y con la sonrisa dibujada en sus labios... Además no tendría a Mitsuki pisándole los talones por algo peligroso.
—Izuku, tengo miedo. Te necesito aquí, conmigo—se dijo a sí mismo mientras terminaba de bañarse y un momento después se río de sus propias palabras, era tan patético, ahora se sentía el débil de la relación, porque era la nada misma sin él. No había motivo para seguir... Eternamente sería su esclavo, un destino que había elegido hace tanto tiempo que olvidó todas las palabras de Izuku—, ¿qué está pasando por tu cabeza en este momento, Deku?
Se preguntó una vez que salió de baño, con la toalla en la cintura, la piel empapada y el vapor abandonando su cuerpo; se sentía demasiado cansado. Observó con desdén el sillón y se sentó de golpe en el, era más cómodo de lo que aparentaba y se acomodó para cerrar los ojos, solamente por unos instantes antes de volver nuevamente al hospital, de volver a la guerra que estaba batallando en solitario; de seguir aprendiendo y perdiendo al mismo tiempo.
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Antes ocurría algo muy extraño cada vez que cerraba los ojos para descansar, y ahora más con el coma inducido en su cuerpo, sintiendo el sedante en su torrente sanguíneo. No necesitaba la mente dormida para ver cosas que aún no reconocía como parte de su pasado o presente, cosas que carecían del mismo sentido común, ¿qué ocurría con el dolor que su corazón había multiplicado por la culpa? Ya no lo sentía en su totalidad, seguía doliendo pero era más soportable que antes y era diferente cada vez que escuchaba su voz, la voz lastimada de su alfa en la distancia; su chico nostálgico y roto. ¿Por qué no se sentía igual de triste que Katsuki? Probablemente ver a Kya en sueños y sentir su aroma a lavandas, jugar con ella en un campo repleto de las mismas y saber que estaría bien "en el otro lado" lo hizo inmune a ciertas cosas; o quizás era la oscuridad de su corazón que estaba negando desde un principio. No lo sabía con certeza, solamente era consciente que ya no tenía miedo de lo que ocurría a su alrededor, lo único que deseaba es despertar y consolar ese dolor ajeno.
Hacer feliz al hombre que tanto amaba, hacerlo sentir bien sin importar lo que costara o tomará. Aunque, cada vez que intentaba siquiera abrir sus ojos verdes y decir su nombre para calmar la ansiedad que lo embargaba, las visiones llegaban y le quitaban en su totalidad la voluntad. Sin advertencia y confundiendo cada vez más su frágil subconsciente. ¿Quién era la dueña de esa voz en la distancia? ¿Y por qué el tema de conversación siempre era el mismo...? El amor prohibido en su reinado y el teniente Bakugō. Era tan extraño que no sentía que fuera él, siempre se sorprendía de lo que era capaz de decir con esa voz. Esas palabras que salían sin pedir permiso de sus labios.
—Tú no quieres ser como yo, amando hasta la locura a un hombre que es prohibido por lo moralmente establecido en mi colonia—susurró sin nada de vergüenza, no sabía quién era su receptor en ese lugar, pero tenía muy presente que esa persona lo estaba escuchando atentamente y lo mejor de toda la situación: no lo juzgaba por sus actos adúlteros. Así que continuó hablando como si fuera lo más normal del universo—. Hace años, cuando la tierra aún era "normal y estable" lo ame hasta la locura de mi propia conciencia, igualmente morimos vidas tras vida, y aquí estamos nuevamente... Siendo amantes de lo prohibido, asesinando a nuestros enemigos y huyendo de los vestigios de una mentira.
—¿Cuál es la mentira príncipe?—la voz era suave, aterciopelada y lo estudiaba con el tono, no era tan malo. Lamentablemente no podía ver claramente lo que había a su alrededor, aunque, podía aceptar que la calidez del sitio era maravillosa al tacto, casi como estar a la distancia correcta de una estrella brillante.
Viviendo cerca de un sol lejano y remoto a la destruida tierra...
—Todo sobre mí es una falacia, él es un teniente y yo soy un príncipe, soy su hombre, eso nunca cambiará. Esa es la verdad pequeña, al final lo único real de mí es lo que siento por él...—recién pudo vislumbrar una cosa, parecía una linterna en la mitad de la nada... ¿Eso era una luna? Porque no se parecía al satélite que acompañaba a la tierra.
—Entonces, ¿usted y el teniente Bakugō son amantes desde hace años?—asintió con elegancia, en su mano izquierda descansaba un cigarrillo electrónico, lo aspiraba y eso era lo único que calmaba su ansiedad después del sexo con él, con su alfa puro—. ¿Por qué?
—Porque los chicos buenos van al cielo, pero los chicos malos te lo traen a tus pies. Y el teniente Bakugō es mi chico malo, el que mataría al mismo rey por estar en mi cama—y con eso terminó lo que fuera que estaba haciendo, no lo entendía muy bien, quizás nunca lo haría hasta abrir sus ojos y acabar con todo lo que ocurría a su alrededor.
Hasta acabar con Shindou y el dolor de su alfa.
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Durmió hasta que las pesadillas lo despertaron abruptamente a las cinco de la mañana, fue extraño levantarse y comer algo tan delicioso cuando únicamente pensaba en las desgracias de su omega, en lo que ocurriría con la empresa de su familia, en su futuro juntos; nunca —ni en sus mayores sueños—, se imaginó verlo a él en lo alto de la jerarquía económica, aunque no podía negar que desde un principio él había sido una autoridad poderosa... Después de todo, nació siendo la princesa de Egipto, era lo normal que adquiriera una responsabilidad potente. Y por si fuera poco, la preocupación lentamente lo consumía, obteniendo únicamente de su conejito la fuerza vital para vivir, una gravedad que no podía negar a su cuerpo.
Todo estaba acumulándose, necesitaba urgentemente oír su voz. Y en busca de ello, fue rumbo al hospital. Cuando llegó al área de Cuidados Intensivos sintió en el lugar algo similar a la felicidad suprema. No entendía del todo la sensación que embargaba su espíritu hasta que se presentó donde el encargado de Izuku, el hombre con una expresión muy sorprendida le explicó algo que no era normal en la gestación de su Omega, el beta lo llamó milagro de la ciencia...
—Es muy extraño que esto ocurra señor Katsuki, es impresionante, al final eran tres bebés. La bolsa que no alcanzó a penetrar el cuchillo del atacante alojaba un par de gemelos—la cara de Katsuki debió ser lo suficientemente extraña para que el profesional se preocupara—. Obviamente como médicos seguimos lamentando la pérdida de su bebé, pero esto es algo para celebrar.
—Es imposible—asumió bastante incrédulo.
—No, no es así señor, es algo que no nos podemos explicar con exactitud pero los exámenes médicos no mienten, es verdad, miré—el doctor sostenía en sus manos una ecografía, Bakugō increíblemente podía ver ambos bebés.
—Eran tres...—susurró para sí mismo mientras el doctor seguía hablando de lo increíble que era la situación.
Katsuki estaba estupefacto con la situación, era increíble y extraño. Se preguntó porqué no pudo escucharlos cuando trato de saber de ellos en la mansión de Tomura, porque no era posible que algo así pasará desapercibido para él, los sentidos de un alfa puro eran los mejores del mundo, incluso más que las máquinas especializadas en captar resonancias, claramente si el latido triple estaba ahí... Los habría escuchado en primera instancia. ¿Qué estaba sucediendo en su vida? Aún así, le restó importancia a las alarmas de racionalidad en su cabeza y le hizo caso al doctor, se adentró en la habitación de su omega. Sentándose a su lado y tomando su mano para entregarle la fuerza suficiente, la que necesitaba para abrir sus ojos y seguir su camino.
—Te necesito aquí... Deku, tengo tanto miedo que no lo soporto. Despierta por mí conejito—al susurrar esas palabras algo aún más increíble que la existencia de sus hijos ocurrió.
Se suponía que Izuku estaba sedado con los mejores medicamentos para garantizar su integridad física y emocional, no era posible que con esa cantidad de detención médica en su cuerpo fuera capaz de siquiera escuchar una palabra del entorno en que vivía, aún así, cuando sintió su calor una vez más en esa tortuosa pesadilla, apretó su piel. Cuando las feromonas de tristeza impactaron su corazón, dejó de contenerse en un sueño y aún más con las palabras bailando en el aire de la habitación... Sabía que debía abrir sus ojos y pronunciar las palabras que tanto quería decir y gritar.
—Kacchan... Estoy aquí.
Katsuki alzó la vista que tenía pegada en el suelo y observó con sorpresa como esos maravillosos ojos jade le daban la bienvenida al mundo de la libertad; dejando atrás el secreto de sus existencias y dando paso a un deseo tan grande que su corazón latió con firmeza. Dejando atrás el frío de la mentira y ayudando a la luz de la verdad emerger, finalmente eran libres y nadie tenía el derecho de negarlo. Su corazón se consumió en ello, se desplomó en el piso y lloró amargamente por la libertad y la partida de su hija. Izuku sonrió con nostalgia por su actitud y acarició su cabello, entregando a su esclavo la estabilidad que carecía en su existencia, aquello que desde un principio le había atraído. Entregando el amor que había dejado de lado y omitiendo el secreto.
Finalmente abriendo camino al deseo de liberación por sus almas.
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