|Capítulo XXVIII: Supremo Instinto|

Era un Omega peligroso. Se situaba en un coma inducido por el enemigo, pero con la fuerza de su alfa en el lugar podía despertar y luchar contra su propio némesis jurado... Con su propio instinto de venganza.

ו••×

Era un sueño frustrado...

Desde que poseía racionalidad para pensar lo emocional con eficiencia e inteligencia, deseó tener una familia funcional. Con un padre exitoso y cariñoso; grandes expectativas bajo el brazo para sus hijos y con sonrisas enormemente acalladas en el silencioso brillo del amor. Una madre amorosa, igual que el padre y que fuera el pilar fundamental de la unión en el núcleo parental. Sometiendo la separación de la soledad, propia en la adolescencia, e inculcando el éxito en la mente de sus primogénitos; Izuku deseaba tener algo así en su vida. Una familia, no numerosa, sin embargo, feliz junto a niños sanos y en conjunto con una persona que lo amara hasta lo imposible, é incluso más allá.

Entregaría todo por algo así y antes de conocer a Katsuki lo veía imposible.

Ahora es posible y a la vez no, lo ama y no tiene dudas de ello. El gran problema radica en su edad, es muy joven para siquiera pensar en ser parte del concepto madre de familia, lo sabe más que nadie. Con diecinueve años, tener el conocimiento de las pequeñas criaturas que crecen en su interior es lo suficientemente perturbante para su espíritu y las pesadillas que lo superan cada día, más aún cuando el villano de todas sus vidas lo tiene bajo su techo, comiendo su insípida comida nutritiva, durmiendo en la cama que eligió para él y muriendo... Cada día con más fuerza que el anterior. «¿Dónde estás Kacchan? ¿Te duele mi partida? ¿Fui demasiado cruel contigo?»se pregunta cada vez que el estrés lo absorbe hasta la asfixia.

Pero, eso hace que todo sea aún peor...

Le duele cada vez que piensa en su nombre y persona, su dolorido pecho le aprieta hasta la insostenible asfixia emocional. Ocasionalmente palpa la suave superficie de su estómago, únicamente para sentir lo que puede tener en un futuro no muy lejano. Aunque no dura mucho la tranquilidad que sus hijos le establecen, la constante persecución de sus emociones negativas y el sentir de tener que vivir al lado de una persona que no ama, lo vuelve loco en un dolor poco querido. Tanto que las pesadillas lo consumen nuevamente, viendo en ellas lo que más teme en su vida. Algo que no creía capaz de sentir y que ahora era lo peor que le podían mostrar a sus ojos.

Katsuki lejano, disfrutando la vida en los brazos de otra persona que no lo ame, porque no le importa si es feliz al lado de otro, solamente le duele que esa persona lo use para su conveniencia y no lo ame lo suficiente, y por si eso fuera poco, lo peor era ver a sus próximos bebés al lado de Tomura, odiando su propia existencia por la razón de que su madre los abandonó en los primeros años de sus vidas sin poder replicar por su vida. Viviendo una mentira infundada por el alfa de cabellos celestes y esperando que la nieve del invierno húngaro afloje lo suficiente para huir de la perfecta jaula de oro en que viven... Unos angelitos inocentes que lamentablemente podrían vivir una pesadilla nacida del sueño frustrado de su fallecida madre.

(...)

Sus pulmones no pueden más con la poderosa presión en su interior, aún así, absolutamente todo lo que siente es mental. Porque puede mover su pecho y aspirar todo el aire del ambiente pérfido a su alrededor, sosteniendo en los límites de sus pulmones el tan preciado oxígeno. Pero en el interior de su cabeza el sentimiento del caos y la impureza lo asfixia. Sabe que no es su hogar por el frío que no deja de hacer temblar hasta el último músculo de su cuerpo y más cuando corre para buscar algo en vano, aún sin hallar un rastro consistente de familiaridad, solamente la eterna soledad en esa enorme nada. Sin embargo, la agradable lluvia cae en ese distópico sitio... Está lo acompaña y se perfila en su rostro, mojando todo lo que exista a su paso, fría y sin compasión. Por alguna razón se alegra al saber que puede sentirla y no estar completamente insensible ante el frívolo ambiente.

—Deku... Izuku, ven a mi lado—lo puede escuchar, la rasposa y violenta voz de su alfa en medio de toda esa inmensa soledad. La siente con tanta fuerza en la cabeza, que se vuelve intermitente, clara y firme; llamándolo nuevamente a su lado, algo que anhela con desespero.

—¿Kacchan?—preguntó con la poca resistencia que le quedaba en la voz, su tono estaba más débil de lo normal y no creía que el otro lo escuchara hasta que...

—Izuku, ven aquí... Te estoy esperando. Tu alfa te está esperando, siempre ha sido así, incluso desde tu nacimiento—ahora la voz era autoritaria, no había cabida a dudas.

Quizás era el alfa interno de Katsuki.

Era suficiente, la pelea interior que había estado apaciguando desde la debilidad de su estado nuevamente se tornó fuerte en la profundidad de su sistema. Introduciéndose sin permiso en sus venas y recorriendo con su sangre la firmeza de un dolor que reconoce como suyo, un pesar que lo complementa desde el inicio de su milenaria existencia, debe despertar y ayudar a su amante de todas las vidas.
Trató de mover los ojos en medio de la inconsciencia y la niebla del somnífero que lo hacía débil en un sentir fuera de lo normal y racional... Exorbitante. Rompiendo las cadenas de las mentiras y susurrando la verdadera historia que con ardor le abrió nuevamente los ojos.
Tiene que ir con él.

Para luchar a su lado.

Se ahogó en su propia saliva al despertar, al abrir los ojos pudo ver la habitación en donde Tomura lo sentenció a vivir hasta la prematura muerte de su debilidad. La gruesa aguja intravenosa le arde en el interior de su codo al introducir el líquido frío. Lentamente, temblando y con una mueca dibujada en el rostro la sacó con la mano contraria. Gritó al retirarla; aguardó unos minutos presionando la zona y esperanzado de no haber roto ninguna vena; también espero que su cabeza dejará de dar tantas vueltas alrededor. Salió de la cama al momento y las rodillas le flaquearon en un principio por culpa de la poca fuerza que poseía, posiblemente por culpa de la falta de nutrición. ¿Cuántos días había estado de ese modo para tener así de débiles las piernas?

Busco el reloj analógico de la habitación con la mirada, el tecnológico aparato poseía la fecha y el horario de Budapest, abrió ligeramente los ojos al notar la fecha; veinte de enero. Casi una semana postrado en una cama sin voluntad y sin su preciada y lejana libertad, no le agrada la sensación que le ocasiona su encarcelamiento, ser la cosa de Tomura era lo peor que podía sentir. Sin pausas y afirmándose de cualquier mueble que estuviera en su camino se aventuró hasta el armario. Se vistió con una chaqueta roja oscura, unos pantalones elasticados, lo suficiente para que no presionaran su estómago, y sus zapatillas rojas.

La voz lo estaba llamando intermitentemente, poseyendo el infinito instinto de que él estaba ahí. En las proximidades y no hizo caso omiso a ese sentimiento. Es hora de ser libre y huir de las limitaciones impuestas por Shigaraki.

Pero, al dar pie fuera de la habitación, un fuerte e invasivo aroma le provocó el vómito en un instante, la presencia de un alfa enojado en el sitio le alborotó las delicadas feromonas, tanto que el asco se apoderó de su cuerpo. Luego de botar bilis en el piso alfombrado y limpiarse su boca del líquido restante alzó la mirada en busca de esa amenza; al final del pasillo y con una expresión molesta en los ojos, estaba Touya. Con un cuchillo en la mano derecha, la sonrisa poco agraciada y casi macabra dibujada en el rostro le enviaron el mensaje claro a Izuku... ¡Corre por tu vida! Aún así, antes de dar paso a su huida él le habló.

—Eres un puto errante—habló con calma, no había sentimiento de furia en sus palabras, lo que planteó que Touya no estaba enojado con Izuku. Sí, se veía furioso al delatar su expresión, aunque no era con el joven Omega—. Tomura me lo dijo, siempre vagando en cada vida con el idiota de Katsuki. Te arrastras por un impulso pasional... Tan patético.

—No es muy diferente a lo que tú haces—sentenció Izuku, el alfa cambió la expresión.

—Tranquilo, no quiero provocarte a ti. Solamente te haré una pregunta para que hagas lo que se te venga en gana, ¿Mina y Shoto tienen que ver con las reencarnaciones?—el tono que usó al nombrar a Mina delataba un grandioso pesar por la abogada. Estaba profundamente dolido.

—No, no que yo lo recuerde. El amor que ellos se tienen no es algo ancestral, es joven e íntimo.

—¡¡¡No es amor lo ellos sienten!!!—Touya se acercó hasta Izuku, soberbio y con la energía acumulada en el entrecejo. Su lenguaje físico era tan violento a la vista, que la similitud que tenía con Katsuki no le ayudaba, era peor para las sensaciones de Izuku, aquellas que lentamente amenazaban con consumirlo—. ¡¡¡Únicamente lo hacen para fastidiarme, no tienen otro puto motivo en la vida!!!

Izuku sintió pena por Touya, en su rostro había tanta falta de amor propio que si no fuera por su belleza heredada, sería un pobre diablo con la tristeza dibujada en la cara, casi quemando su piel y dando una expresión de nula felicidad.

—Ahora entiendo a Mina, lo único que te mueve es el ego. Un pobre ego nacido de ser la sombra de tu hermano menor.

No hubo tiempo de reacción para el ataque, chocando contra la opulenta pared Izuku sintió el cuchillo en el cuello, el filo poco oportuno al tacto le hizo gestar una mueca, el fino hilo de sangre que cayó por su cuello hasta la tela de su chaqueta despertaron en el chico Todoroki un deseo extinto por la frágil moralidad. Lamentablemente la muerte es algo adictivo para un sociópata, como diamantes para una mujer oportunista. Manipuladores, con un extraño sentimiento nulo ante el dolor ajeno, él es así. Touya es un ser sin emoción propia. Probablemente el "amor y la adicción" que profesaba por la abogada de cabellos rosados era por el ego de tener a la ex de su perfecto hermano menor. Ganarle en algo a su contendiente jurado desde la cuna. Y ahora que había perdido de forma aplastante contra Katsuki, otro contendiente en Las Vegas… Su ego no podía estar más herido y disconforme ante ello.

Debía hacer algo para aplacar la vergüenza.

—Ahora que lo recuerdo, el doctor de Shigaraki dijo que eran dos—el cuchillo bajo lo suficiente para que quedara en el estómago de Izuku. Un solo movimiento y la punta podría introducirse fácilmente y dañar la vida de los pequeños Bakugō—. Imagino que ese bastardo de Katsuki estará feliz con uno, ya que dos son un verdadero dolor de culo, ¿no lo crees así?

Izuku dejó de respirar por unos segundos, imaginando una salida victoriosa a su destino inválido. Podría sacarlo de encima con una maniobra ágil, aunque fuera lo mejor, el porcentaje de éxito era muy bajo para siquiera considerarlo una opción, además poner en riesgo la vida de sus hijos, incluso más del que actualmente estaban, no era parte de sus planes principales. No era buena su situación, necesitaba una salida.

—¡¡¡Touya Todoroki!!!—un voz profunda interrumpió la escena, un hombre corpulento y de unos cuarenta y tantos llamó al joven alfa de cabellos oscuros; era Enji.

—Viejo…

Soltó a Izuku como un pequeño niño ante el miedo más grande de su corta vida, al parecer aún tenía un sentimiento en su conciencia carente de humanidad noble. Y ese sentir era miedo hacia su grandioso y abrumador padre, el trauma de no ser lo suficientemente bueno desde el nacimiento de su hermano lo tenía perturbado hasta la muerte. Enji se acercó, lento y marcando un paso seguro para no alarmar en demasía a su hijo. Alzó el arma y trató de establecer contacto visual, no fue posible, la vista de Touya estaba pegada al suelo.

—Touya, hijo mío, sé que hemos estado muy distanciados en este último tiempo pero no es necesario que hagas esto para llamar mi atención—el alfa explotó ante las absurdas palabras de su padre.

—¿¡Llamar tu atención!? No seas ridículo viejo, no lo hago por llamar tu puta atención. No eres tan importante como para marcar una diferencia en mi comportamiento de mierda—Touya se acercó hasta Enji y lo encaró, estaban a una diferente altura y, aún así, se podía sentir la exorbitante diferencia de poderes.

Touya era violento, Enji impulsivo y poco comprensivo.

—Hijo, no seas así. Ahora estoy aquí.

—No mientas, no se te da. Es por ella qué estás aquí, ¿no es así?—la expresión de Touya era dolorosa, nuevamente su humanidad lo estaba atacando y la nula expresión de Enji no ayudaba—. ¡¿Es por tu amante?! Es por la mujer de tu juventud...

La expresión de Enji se endureció, ahora él parecía tener la culpabilidad de la situación.

—Mitsuki no tiene nada que ver con nuestra familia—aclaró.

—¡¡¡Es por ella que todo se jodió!!!—Touya se acercó hasta su solitario padre—. Siempre siendo atento con ella y con mamá una mierda, ¿no es así señorito perfección?

La situación parecía ir de mal en peor, Izuku aprovechó que los alfas tenían la guardia baja para huir de sus proximidades, los dramas familiares no eran su especialidad y más aún cuando tenía la sensación de que Katsuki lo estaba llamando a cada momento, el vibrante y poco sutil sentir que invadía sus venas lo tenía como un demente por la sangre de Tomura. Él se estaba apoderando de su cabeza y llevándolo al límite cercano. Corrió y antes de llegar a la cocina su mano derecha ardió, atravesando sus nervios con una fuerza abismal, parecía una puñalada en medio de la mano y no había nada en su palma. Extrañado, buscó una respuesta lógica, aunque lo único que podía significar esa señal... Era que su alfa estaba herido.

ו••×

Lo arrojó contra el maravilloso suelo, restregando su cara contra sus sucios pies y haciéndolo suplicar con la mirada por el ángel redentor que nunca vendría en su ayuda. Para Tomura el cielo estrellado de sus planes se estaba volviendo de un oscuro gris tormenta; la tempestad oscura de su corazón consumía hambrienta el último toque de tentación por la carne del joven príncipe que debería estar durmiendo en su habitación designada, el terco y hereje Izuku, nacido hace milenios en una cuna de oro. Katsuki no tenía tregua a los golpes que le propinaba, era como si sus puños fueran la fuerza de la justicia divina esperada por siglos, en busca de la sangre de Tomura. Dolían tanto al tacto que la capacidad regeneradora del metabolismo, propia de un alfa puro, era nula en Shigaraki; su corazón se volvía débil y se estaba rompiendo pieza por pieza. Y aún no era suficiente para el mancebo, nunca lo sería, el dolor era demasiado bueno para la vida de Tomura, incluso hasta la muerte era un regalo para su cuerpo.

Y para Katsuki había una forma muy especial en que podía hacerlo perder los estribos sin sacarle cada gota de sangre, algo que los alfas ven como una virtud en su vida. Algo que si se ataca con supremacía e información sustancialmente buena, duele mucho más que un golpe perfectamente ejecutado. ¿Por qué lo alfas sufren si su metabolismo siempre los sana al final del largo día? ¿Qué no se puede sanar con rapidez en una persona que lo posee todo? Las únicas dos cosas que pueden dañar a Tomura son: el orgullo y la mente tan enferma que posee. Ambas cosas pueden ser tan letales como un buen golpe, porque Shigaraki desde el inicio de todo el drama romántico ha deseado algo que Katsuki ha tenido en demasía; a Izuku.

Es ahí donde debe darle.

—Aún lo recuerdo, la vida anterior a esta. Cuando yo y Gabriel estábamos en tu cama real, amándonos sin límites—Katsuki tomó a Tomura de los cabellos y lo observó directamente, la sangre que caía por su nariz hasta la boca era belleza pura para su orgullosa venganza—. Aún tengo presente la sensación de su húmedo interior alrededor de mi polla, apretando mi ser con un placer que tú nunca podrías obtener. Como con sus manos arañaba mi espalda pidiendo con un hilo de voz extasiada más y más, mientras tú creías en su infinita fidelidad... Hubieron tantos lugares en ese enorme castillo, nombrandome incontables veces y rogando por ello, por el placer que tú nunca fuiste capaz de entregarle. Incluso en el trono, dónde dejé que mi semilla se secara de entre sus deliciosos muslos.

Funcionó.

La expresión de Tomura cambió radicalmente al nombrar lo que nunca pudo tener al lado de su amor imposible, enojado y con la cólera creciendo sin descanso en los ojos, golpeó a Katsuki. El alfa recibió el golpe con una sonrisa triunfal, incluso escupió la sangre acumulada en su boca en el centro de la cara de su contrario. Le encantaba la sensación de estabilidad que la expresión de su enemigo le regalaba con su desesperación, estaba ganando y aún ni siquiera empezaba a ejercer la verdadera fuerza bruta; únicamente, a través de palabras, quitándole la poca estabilidad mental que poseía en ese momento.

—Debió doler, ver cómo la grandiosa princesa Irenice, que tanto adorabas, caía en los brazos de un sucio y mocoso medjay—Katsuki empujó a Tomura contra la biblioteca de su despacho, fue con ambas manos—. Ver cómo perdía su pureza conmigo, y así sucesivamente durante todas las vidas. Con un ciclo interminable de frustración.

—No seas tan egocéntrico esclavo, hubo una vida en la que él te engañó. En el Japón antiguo—a Katsuki aún le molestaba esa situación, saber que Kirishima en una vida pasada había tocado la piel de su Omega, había estado en él... Impensable. De hecho era un tema que prefería no tocar—. Cuando se acostó en reiteradas ocasiones con el portador del dragón rojo y luego se enfrentó a su propio padre para salvar tu culo de la supuesta traición que hiciste al ejército japonés, él te amaba y dejaste que muriera en tu nombre. Y aún peor, yo vi cómo llorabas por su vida. Eres un ser sin honor...

—Pero no sabes lo que ocurrió antes de esa mañana en el castillo de su padre—la expresión de Tomura cambio—. Le confesé mi amor frustrado y lo ame hasta que su voz se extinguió en las proximidades de mi garganta. Dime Shigaraki, ¿cuántas veces pudiste darle un orgasmo aceptable a Izuku, a lo largo de todas estas vidas?

—Ninguno...—pensó vagamente en voz alta.

—Exacto pedazo de imbécil, nunca podrás follar a una persona con ganas. Porque eres un puto frívolo—Katsuki se acercó al oído derecho de Tomura y susurró—. Todos lo hijos que tuviste con Izuku eran míos porque eras estéril ante él... ¿Qué se sentía querer como tuyos a los hijos del bastardo que más odiaste?

Hubo una reacción terrible en consecuencia a la pregunta de Katsuki, Tomura se movió con una ira incalculable, alcanzó una lapicera de metal que estaba en la biblioteca, justamente al lado de unos libros de economía húngara, y atravesó la mano derecha de Katsuki. Dolió más de lo que podría haber imaginado, y mentiría si dijera que no sintió miedo por la descarga de adrenalina, aunque, como si fuera imposible tomó al alfa de cabellos celestes del cuello, encerrando su piel con una sola mano y alzando su cuerpo por encima del suelo con relativa facilidad.

—Entérate Tomura, siempre he sido la piedra en tu zapato. Y si lo piensas con más detenimiento e inteligencia... Aquí el verdadero villano de la historia soy yo—Tomura frunció el gesto. El poco aire que se alojaba en sus pulmones lo estaba abandonando—, siempre robándote lo que más deseas y haciendo que te conviertas en un asesino por mi. Aquí el esclavo de sus emociones no soy yo, eres tú.

La sonrisa triunfal dibujada en el rostro del alfa rubio rompió completamente el poco orgullo que le quedaba a Tomura y no solo eso, evidenció lo peor. Cada palabra era una verdad irrefutable, Izuku nunca había sido suyo a pesar de que en cada vida hacía lo mejor para alcanzarlo. Todos los esfuerzos eran en vano, sin resultados y a cada año cayendo más bajo de lo moralmente establecido. Siendo un ladrón, un traidor, alguien que repudio todo lo que deseaba, manipulador y un asesino. Todo era en vano y para nada. Al ver la vulnerabilidad, Katsuki lo arrojó con excesiva fuerza al suelo, y con el arma en la mano izquierda apuntó su cara.

—Te ves tan miserable, no haces honor a tu procedencia de sacerdote del padre de Irenice. Del grandioso faraón—Tomura lo observó, directamente y casi suplicando por la muerte que venía próxima a su cuerpo. Si moría en sus manos tendría otra oportunidad, una vida más para tener a su princesa—. No te preocupes, alguien acabará contigo pero no seré yo quien jale el gatillo. Lo hará él...

Y como si fuera premonición del errante destino, en ese momento se abrió la grandiosa puerta, con calma y un silencio impropio de la acción. Como una luz presentándose en la sombra más oscura de la noche, justo antes del amanecer. Izuku llegó al despacho de Tomura, con la expresión fría y las feromonas flotando a su alrededor con dolor e ira. La negación, propia de la incertidumbre, repleto el cuerpo del enemigo, imposible y cierto, todo en iguales proporciones. En ese instante ambos amantes se observaron y la emoción de volver a encontrarse se sintió, oscilando con enormidad sobre ellos. A pesar de que estaban ansiosos por tocarse y sentir el pulso del otro, había algo más en sus cabezas enamoradas: venganza y final al sacrilegio maldito impuesto por Themos.

«Debes degollarme, esa es la única forma de acabar con toda tu mala suerte. De no ser así, nunca serás feliz con él; los fantasmas del pasado irán tras de ti y te harán sufrir hasta la locura...»

Midoriya se acercó hasta su alfa y tomó la pistola, la observó y negó con mesura. No debía ser así, la dejó nuevamente en las manos de su alfa y sacó de su chaqueta un cuchillo que hurtó de la cocina. Tomura trató de moverse al ver las intenciones de Izuku, sin embargo el cañón de la pistola lo increpó en la mitad de su acción, no había salida para su vida. El Omega se arrodilló en el suelo y se acomodó detrás suyo, para depositar la cuchilla en el cuello contrario.

—Viszlát, Tomura—susurró adiós en húngaro y deslizó el filo de la cuchilla por su cuello, desgarrando la piel y dejando caer la sangre al suelo.

Y algo cambió en ese instante…

Izuku, Katsuki, Kirishima, Kaminari, Mirio y Tamaki gritaron con dolor su esperada libertad. El juramento que unía de forma permanente e injusta sus almas había desaparecido completamente, ahora quedaba un enorme hueco emocional en sus corazones. Impensado y contra todo pronóstico, el cariño y amor que habían adquirido con los años y las nuevas generaciones no cambió… Incluso se magnificó con la liberación de sus almas, demostrando que incluso si el alma dice adiós, los sentimientos siempre perdurarán en ella.

—Kacchan… Terminó, todo terminó—el cuerpo del enemigo estaba inerte en el suelo pero, ¿por qué se sentía tan inseguro? Su instinto le decía que el mal no había cambiado, aún había algo ahí afuera que podía quitarle lo que más amaba—. Katsuki, ven aquí.

Izuku estiró sus brazos para alcanzarlo, en ese momento no le importó su propio instinto, la ignoró y fue hasta él. Lo tomó entre sus brazos, abrazando su cuerpo tembloroso, con la misma desesperanza que había vivido todos esos días, en la que la soledad era su mayor cofrade y juez. Izuku al momento en que recibió sus entrañables brazos, lloró. No había nada más que ese aroma que llenaba cada parte de su fragmentada alma, solamente él, lo únicamente necesario para seguir otro día con vida. Era como su oxígeno, vital y la verdadera razón de porque tenía la conciencia limpia a pesar de haber asesinado a una persona.  

—Te extrañé tanto, mi pequeño Deku—beso su cuello, en donde la marca parecía reaparecer en medio de las pecas—, no podía hacerlo bien sin ti. Eres como una droga para mi, no sé cómo continuar sin tu presencia en mi sistema.

—Lo siento—se disculpó con dolor, todas las preocupaciones y el temor que había aflorado en su mente durante esos fatídicos días se dispersó. Igual que la tormenta después del clímax, despidiendo a la vergüenza y delirando la verdad—. No era mi intención ser tan malo contigo, es solo que…

—Lo sé, no hay necesidad de ser tan amable. También fue mi culpa, debí darme cuenta que estabas embarazado.

—Lo sabes… ¿Cómo?—Katsuki tomó la mejilla izquierda de Izuku y la acarició.

—Mina me lo dijo y Tomura también dijo que eran dos... Fui un maldito idiota. Dejarte solo, con nuestros cachorros ahí en ese puto salón vip...—la expresión de Izuku cambio ante sus palabras, "nuestros cachorros". Fue lo suficientemente evidente para que Katsuki lo ayudará a moverse del lado de Tomura y lo dejará sentado en un sillón, al lado de un librero, se arrodilló en frente suyo, con un evidente nerviosismo en su cuerpo, y apoyó su cabeza en el estómago del Omega, con delicadeza.

Gracias a sus perfectos sentidos agudizados por el metabolismo de alfa los escucho, el perfecto latido doble de sus cachorros, sus hijos, su familia. Una risita se escapó de su boca, ahora, todo lo que había vivido; cada lágrima, sentir sin explicación, soledad en su adolescencia, preguntas sin sentido durante su juventud y señales incomprensibles; cobraban sentido. Incluso la mano que se apoderó de su cabeza, con cariño. Palpando su conciencia como si pudiera sanar cada malestar, lo tranquilizó del verdadero dolor. Se quedó unos minutos ahí, llorando en discreción, escuchando a sus pequeños hijos y recibiendo las caricias de su amado Omega.

—Esto es jodidamente perfecto, los cuatro estaremos bien. No hay de qué preocuparse—Katsuki se levantó.

En ese mágico instante ambos vieron sus lágrimas, bellas y marcando un nuevo inicio para los dos. Sin sacrilegios, sin ataduras y sin un destino cruel marcado por alguien ajeno. No había nada que impidiera su amor en el camino; solamente ellos y sus sentimientos. El primero que se acercó fue Izuku, acortando la lejanía en ambos y con besos secando las adorables lágrimas de su alfa. Katsuki atrapó sus manos en mitad del intento y de un arrebato lo besó, nuevamente probando esos labios que había deseado desde hace miles de años. Con la maravillosa intensidad que lo caracterizaba, aceptando con vehemencia el sabor favorito de su droga perfecta. Acaparando con sus manos su cuerpo y tocándolo con pasión. Una que con el pasar de los años se haría más fuerte, hasta el punto en que sus almas a través de sus cuerpos harian ebullición en el más grandioso éxtasis de la vida.

—Me encontraste—susurró Katsuki contra sus labios, aludiendo la última promesa que se hicieron Gabriel y Patrick.

—Siempre lo haría. ¿Sabes por qué?—Katsuki negó, recuperando el aliento perdido en el beso—. Porque te amo, Katsuki Bakugō.  

Sonrió con la torpeza propia de sus rasgos, le tomó la mano y lo ayudó a caminar. Había cierta debilidad en su cuerpo y lo notaba en su cabello, escaso y sin brillo. No le preguntaría el porqué, sabía que Tomura tenía que ver con todos sus problemas. Pero todo sería mejor de ahora en adelante, juntos marcarían su futuro y Izuku se recuperará en Japón y tendrán a sus bebés y formarán una familia. Cómo un sueño. Aún así, con toda la felicidad del mundo... En ese momento nadie lo vio venir a él, nadie lo sintió; cuando ellos salieron, You había entrado a la habitación, con un cuchillo pequeño en la mano y en su cabeza la última petición de su padre; era muy tarde para los bebés.

“Si no es mío, por nada del mundo dejes que sea de Katsuki.”

Al final, no era el informante, rastreador y estúpido alfa que había hecho creer a todo el mundo. Era el más cruel de todos los presentes en esa mansión, había heredado la voluntad de su fallecido padre y no tenía miedo a nada más que la muerte. Katsuki no pudo hacer mucho con él, ya que el húngaro huyó al momento en que incrustó el pequeño cuchillo en el estómago del Omega. Como un cobarde sonriente delató sus intenciones ante los ojos rojos. Un grito desgarrador se hizo presente junto a la sangre, mucha sangre corriendo. Tan desalentador...
Y por mucho que intentó huir del dolor, de la vida misma en un futuro muy próximo, la justicia llegó más temprano de lo que podría esperarse para una persona cruel.

Y Shindou no es la excepción a la regla establecida por el karma.

ו••×

...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top