|Capítulo XXIV: Tan Asustado|
Hasta el lugar en donde no hay retorno, él fue. Con un sentimiento errado y con la seguridad de que estaba haciendo lo correcto por sus seres queridos. Era contradictorio y era su último punto de quiebre antes del nuevo resurgimiento de la venganza personificada en una nueva piel.
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La luz nunca antes le había molestado tanto como en ese gran día frente al espejo. Veía su rostro en el reflejo y notaba las ojeras que lo tenían lamentando no haber dormido lo suficiente; tener pesadillas sobre su Omega huyendo de su lado le hacían tener un mal sabor de boca. Temblaba en ocasiones y deseaba acabar con ese sentir, con el despreciable y poco agraciado presentimiento de huida. Así como con Touya en unos cercanos minutos, se sacaría las ganas de acabar con alguien golpeándolo, era lo mejor para calmar sus ansias de sangre. Después de sonreír como un idiota ante el pensamiento, se sintió listo para salir. Fuera de toda fantasía mortífera, ahora tenía un motivo más grande para ganar la pelea y más aún, dedicársela a alguien importante en su miserable vida solitaria. Esa persona que no quería decirle sus preocupaciones a pesar del lazo... Levantó la vista y al fondo del lugar brillaba para él un cartel, mostrando la publicidad de su pelea con Todoroki, sabía que la arena de Las Vegas estaba llena por culpa de los gritos enajenados de la audiencia en la distancia. Era hora de dar la cara. Dio pasos firmes y salió de la habitación con emoción, se dio cuenta que Izuku estaba afuera. Esperándolo con su tímida expresión, aquella que era lo mejor de todo el mundo.
—¿Qué haces aquí? Deberías estar en la habitación vip—lo regañó con una sonrisa dibujaba en el rostro.
La habitación vip era una de las más seguras del establecimiento; cómoda, confortable y resguardada por múltiples guardias entrenados para acabar con cualquier amenaza que se presentará frente a ellos. El alfa de cabellos rubios confiaba firmemente y plenamente en ellos, eran los únicos capaces que podían cuidar a su Omega mientras él estaba ocupado peleando con su aburrido contendiente.
—Quería verte antes de que entraras a ese lugar. Sentía que era necesario—Izuku se acercó hasta él y depositó un beso casto en su mejilla. Katsuki frunció el entrecejo y tomó su muñeca, con firmeza, posando sus dedos con confianza.
—En la boca también, no seas egoísta con un beso.
Izuku sonrió con felicidad y vergüenza ante su adorable petición, se acercó hasta su amante y tocó sutilmente su cálido pecho. Palpando su respiración y rememorando su leve quejido cuando lo hacía, seguramente tenía la manos heladas, y nadie podía culparlo, hacía un frío endemoniado a las afuera del recinto y los omegas no tenían un metabolismo tan genial y ventajoso como el de los alfas, sus sistemas estaban diseñados para tener una temperatura corporal más alta, mientras que el de los omegas era diferente, de hecho eran más sensibles a la sensación del frío. Dejó de pensar en ello y se relamió los labios, dejó con confianza un beso en sus delgados labios. En medio del acto fue atrapado por sus manos, obligándolo a entregar uno más profundo y prolijo. No se hizo esperar y le regaló el beso más intenso que habían tenido en sus cortas vidas, dejando de lado las respiraciones y deseando no separarse jamás del tacto candente. Una vez que fue imposible continuar, Katsuki conectó sus frentes y observó sus maravillosos ojos. Era imposible creer que su conejito lo dejaría, era un estupidez de su parte presentirlo así.
—Tengo que irme, desearía quedarme para hacer cosas más interesantes, pero... Esos idiotas me esperan.
—Lo entiendo—Katsuki dejó nuevamente un beso pero esta vez fue en su frente. Luego le dio la espalda, Aizawa lo estaba esperando.
Izuku emprendió camino hasta la habitación que lo tendría resguardado hasta el final de la pelea, sin mirar atrás, no tenía tiempo de dudas ahora que las fuerzas de su alfa parecían sorprendentes e inalcanzables. Todas las piezas iban por su propio camino designado por el destino. Aún así, Katsuki antes de seguir con su andar dió media vuelta para verlo. Estaba tan jodido en ese momento, porque lo único que deseaba era correr y abrazarlo para detenerlo. Algo... Algo no estaba bien. Negó y avanzó con esa energía propia de su comportamiento impulsivo por el pasillo que lo llevaría hasta su destino. Antes de salir se encontró con su entrenador, Aizawa. Por alguna razón el paraje frente suyo era frívolo y nostálgico, entraría a un lugar para acabar con su enemigo; igual que la primera vez que conoció a Izuku. En Egipto, hace cientos de años.
Dónde todo comenzó... Dónde todo tenía que empezar para terminar. Como un ciclo interminable que debía acabar por una orden mayor a la del impulso.
—¿Listo para acabar con Touya esta noche?—rogaría tener una razón para negarse, lamentablemente no tenía opción. Sería de cobardes dar un paso atrás y ese no era su estilo. Además de la fama que obtendría si ganaba, el dinero era bueno. Era un punto bastante importante para los organizadores. Tenía que ganar, las apuestas estaban de su lado... Era un buen día para que la avaricia cayera del cielo.
—Vamos por ese maldito bastardo.
(...)
—¡¡¡Señoras y señores, bienvenidos a la arena oficial de UFC Las Vegas. Esta noche de treinta y uno de diciembre tendremos a dos alfas de la categoría wélter peleando por el grandioso título!!!—el público gritó dos nombres, Katsuki y Touya ante las palabras del presentador. Estaban eufóricos y se podía sentir el bravo calor de sus gritos sin freno, era increíble—. ¡¡¡Con cinco rounds y cinco minutos para acabar con sus contendientes, una gran noche para ganar y hacer de las apuestas un gran dramón!!!
Todos estaba ahí para ver la pelea de ambos alfas, pero las personas más importantes del recinto, eran los jueces y el árbitro que no tenía piedad a la hora de juzgar sus movimientos.
—¡Y para dar inicio: En la derecha tenemos a Touya Todoroki, seis victorias a su nombre! ¡¡Con un peso de setenta y cinco kilos y un metro ochenta, aquí está!!—Dabi entró con sus respectivos trabajadores, no tenía la mirada de un luchador, parecía enojado con todas las personas que lo rodeaban. No habían dudas de que sería un encuentro lleno de viejas heridas. El alfa de cabellos negros se encargó de dejarlo bastante claro en las redes sociales la noche anterior, tenía entre ceja y ceja la intención de reventar la cara de Katsuki a golpes. Su actitud no fue tomada como fuera de comportamiento por culpa de que generó más controversia y gracias a ella, más público asistió al gran encuentro.
De esa forma era el espectáculo, una burla para los participantes que lo único que hacían era luchar por sus egos.
—¡Y en la izquierda tenemos a Katsuki Bakugō, con doce victorias y nueve de ellas consecutivas! ¡¡Con un peso de setenta y seis kilos y un metro ochenta y tres!!—Katsuki entró con todo su equipo, seguido de Aizawa que tenía el título anterior de Katsuki y la bandera de Japón en sus manos.
La gente tomó lugar, aún conscientes en la fiebre de la hiperactividad.
Los alfas se vieron las caras al interior del octágono y todo cambio, la presión que antes había pasado desapercibida por culpa de los gritos ahora se podía cortar con tijeras. El árbitro les habló y ninguno de los dos prestó atención a sus palabras u órdenes, únicamente esperaban ansiosos el inicio y cuando fue así, los puños chocaron con furia. Los tres primeros rounds fueron increíblemente sanguinarios, nunca se habían visto que unos contendientes soportaran tanto dolor por parte de los puños contrarios. El primero en derramar una gota de sangre fue Touya, al recibir el perfecto derechazo que Katsuki le propinó después de cansarse de ser su saco de boxeo.
Era alucinante, el público no sabía cómo explicar lo que se sentía ver a dos grandes bestias luchar por el orgullo de sus nombres. Las voces se desgarraban y los alientos calentaban el violento ambiente, las gotas de sudor y la adrenalina corriendo por sus cuerpos dictaminó lo emocional y contradictorio de ese encuentro. Touya lo hacía viendo a su contendiente, sin decir una palabra. Había ocasiones en donde sus ojos celestes vivos en furia buscaban la cabellera rosa, le dolía más ver su rostro lleno de indiferencia hacia su persona; su Omega lo había traicionado de la forma más humillante posible. Acostándose con su perfecto hermano menor. Con el preferido de su padre... Detestable y tan asqueroso que podría explotar de la vergüenza interna.
Katsuki, por su parte, tenía su corazón latiendo por uno más, que lejos veía la situación con las ansias de un desertor. Soñando calar fuerte en la llaga de sus enemigos, dañando y atravesando la mayor debilidad de ellos, y con el sentimiento de ansiedad alojado en los ojos. Perdía los segundos contándolos para que acabara el round en curso y su alfa descansará un solo minuto. Únicamente para ver su respiración errática, siguiendo las indicaciones de su entrenador para volver renovado y listo. Y justamente en el inicio de último round, cuando el público estaba extasiado de ver la sangre salir en nuevas heridas, las cosas cambiaron radicalmente. Los golpes ya no eran rígidos, ahora eran prolijos; dolían en la piel agrietada y roja por culpa del pesar anterior.
Y al final la fuerza con que las cosas se iban maquinando era inhumana, cada segundos que transcurría era un dolor más al doctor que tendría que analizarlos después de la batalla. Y un solo golpe, solamente uno y todo parecía ir terriblemente mal para el alfa de cabellos rubios. Izuku se levantó de su cómodo asiento al ver el violento golpe seco en la expuesta mejilla de su alfa, él cayó como un árbol recién podado al suelo, rendido ante su enemigo. Un hilo de saliva carmín salió de sus labios agrietados en resultado; el Omega no creía lo que veían sus humedecidos ojos. Él estaba perdiendo. No podía perder, no hoy cuando lo quería ver feliz y darle la noticia que cambiaría sus vidas para siempre.
Se acercó y observó a través del vidrio polarizado a su amado, golpeó con todas sus fuerzas la pared transparente delante suyo mientras las lágrimas que caían de sus ojos se arrastraban como fuego a través del hielo. Aspiró un poco de aire y entonó las palabras que tanto le había querido decir:—¡¡¡Gana por nuestro bebé, Kacchan!!!—una gran sensación de estabilidad invadió su cuerpo. Aún sabiendo que él nunca podría escuchar su revelación por culpa de la distancia, aún así, sintió que si lo decía en ese preciso instante le entregaría las fuerzas suficientes para alzar la cabeza y continuar con su pelea.
Y así fue.
Icónico y con un grito gutural se levantó del suelo alertando a todo el público que lo veía perdiendo, parecía ser una entonación repleta de dolor. Como un cristal roto en el silencio más grande. Se movió sin descanso en el interior del octágono y una expectación profunda se formó en la arena al ver lo que había logrado en pocos segundos. En menos de tres minutos la mano de su contendiente tocó la colchoneta con desesperación ante la falta de aire en sus pulmones. El alfa rubio le tenía estratégicamente contra el suelo, con su brazo derecho agarrando su cuello; era su última opción para conseguir la tan anhelada y lejana victoria. Su punto de escape. Y ahí, entre sentimientos estimulantes y la ovación del público ganó por rendición ante Las Vegas, los dolorosos golpes que había recibido de los impasibles puños de Touya no significaron nada ante la enorme fuerza llena de convicción que crecía en su interior con cada uno de ellos.
Lo había hecho por él, se lo dedicaba a su querido Omega.
El pequeño pecoso al verlo de esa forma en el interior del octágono, tan victorioso e inalcanzable, sonrió con auténtica alegría. Sus ojos verdes contemplaban a una hermosa criatura invicta; una que lo tenía tan enamorado que nada podría arruinar la celebración que después tendrían en el hotel Bellagio. Le diría a la luz del centro de Las Vegas que estaba embarazado. Esperaría su reacción y sin importar cómo fuera, el resultado sería el mismo; lo seguiría amando. Estaba muy seguro que su alfa estaría feliz, porque ahora él también lo estaba. Tocó su estómago bajo con las manos temblorosas y sonrió como un idiota, ahora tenía todo lo que alguna vez había deseado. Finalmente era feliz y tenía el mundo a sus pies.
—No te muevas ni un solo centímetro.
Escuchó esa voz y perdió la sonrisa dibujaba con tanta emoción en su jovial rostro. Sus piernas cedieron ante la impresión, lo sostuvieron inmediatamente, entre los brazos que odiaba tanto. Sin previo aviso percibió en sus costillas un cañón; apostaría todo lo que tenía a que era una pistola. Se suponía que esa habitación era la más segura del recinto, se suponía que nadie sabría su ubicación hasta la salida de Katsuki. Y más importante, se suponía que él estaba enfermo de gravedad en un hospital de Minato, esperando la inminente muerte... Entonces, ¿por qué Tomura estaba detrás suyo con una pistola en las manos a punto de apretar el gatillo para asesinarlo?
—Te perseguí por tanto tiempo pero estaba haciendo todo mal, por suerte recibí consejos y entendí que la única forma de no parecer sospechoso ante las autoridades era fingiendo una enfermedad terminal. Le vendí toda mi parte de la empresa a Mitsuki y me fuí de Japón dejando un estúpido y vegetal monigote en Minato. Todo para conseguir mi dulce venganza, ahora no puedes hacer nada contra mí, pequeño y estúpido conejito—le susurró con ironía.
—¿Qué quieres maldito?—Tomura se rió con soltura ante la última palabra, estaba demasiado confiado. Quizás sus cartas, aquellas que había jugado con cuidado, al fin salían bien.
—En un principio quería matarte, quitarte todo lo que tenías para siempre. Irónicamente me di cuenta que esa no es la única forma de hacer sufrir a una persona; míralo Izuku. Tu alfa parece tan jodidamente feliz con su décimo título, sonriendo como si pudiera ganarles a todos sus enemigos. Aún así no puede proteger a la persona que más le importa en la vida. Tan patético, propio de un sucio esclavo.
—¿Qué quieres decir?—alcanzó a hablar, el lazo estaba haciendo su trabajo. Tenía miedo y eventualmente Katsuki se daría cuenta que estaba en peligro pero, ¿por qué se demoraba tanto? ¿La emoción lo tenía cegado?
—No tengo tiempo para responder eso ahora, vámonos—Izuku no se movió ningún centímetro de su puesto, Tomura sonrió y le susurró con diversión—. Tengo un francotirador en la habitación contigua, tiene el dedo puesto en el gatillo y si yo se lo ordenó le dejará una linda bala en el pecho a Katsuki y créeme, no se sanará de algo así. Morirá en la cumbre de su carrera y al interior de un octágono, igual que su papi.
El terror invadió a Izuku tan rápido, como el bombeo de la sangre a las venas.
—No te creo, si crees que caeré en algo así, estás tan loco como una cabra—el alfa de cabellos celestes se rió ante sus dudas, exhausto tomó su celular con la mano libre y marcó un número; en segundos le contestaron.
—Dale una demostración a nuestro incrédulo chico, que no sea llamativa para los demás—Tomura hizo que Izuku viera el vidrio, en una esquina superior, justamente en donde no había mucha gente ni atención del eufórico público; de un momento a otro, un guardia cayó de forma súbita al suelo. No se escuchó ningún tipo de ruido proveniente, pero fue un disparo directo en la frente. Seguramente el arma del francotirador tenía un silenciador y por lo visto, tenía una puntería tan acertada que incluso con los ojos cerrados podría hacerlo, darle a Katsuki en el pecho—. La siguiente será en el pecho de tu novio, ¿le digo que continúe?
—¡No! No lo hagas—lo último que deseaba en ese momento era que su alfa sufriera por algo que se podía remediar. Algo tan injusto como lo era la mera existencia de Tomura.
—Entonces muévete, no me hagas cambiar de opinión en considerar tu miserable vida.
Se movió con impaciencia por donde Tomura le dijo que fuera. Salieron de la habitación vip y al hacerlo pudo ver a todos lo guardias conscientes, no hacían absolutamente nada para detener a Tomura y tampoco les llamaba la atención la singular situación; probablemente estaban siendo sobornados o amenazados por el alfa, de todas formas, ambas opciones no lo ayudarían a salir airoso de la irremediable situación. Llegaron al ascensor principal y en todo momento Tomura le apuntó el estómago; había cierta diversión en su rostro mientras lo hacía. Él sin duda sabía de su bebé. ¿Cómo pudo ser tan estúpido de pensar que podía ocultarlo? ¿Nueva vida con Katsuki? Una ilusión, una perfecta mentira idealizada por su ingenua mente.
No podía huir de su pasado. Nadie podía hacerlo, tenía que enfrentarlo, como el hombre que era.
—Saldremos del país en media hora, espero que te guste Hungría. Budapest será tu nuevo hogar y el de tu bastardo. Que ahora será mío—los ojos de Izuku ardieron más que nunca ante sus detestables palabras, aún así se aguantó las ganas de mostrarle sus sentimientos. No podía llorar y ser débil ante él, era darle demasiado.
Al llegar al estacionamiento sintió el terror crecer con más fuerza en su interior, la realidad que estaba negando al mentirse sintiéndose fuerte lo golpeó al ver el automóvil de Tomura. ¿Budapest?, ¿cómo se supone que Katsuki lo salvaría si se iba a Hungría? Además, con cada paso que daban sus resentidos pies percibía cada vez más débil el lazo que compartía a su vez con el alfa, hasta el punto de la inexistencia sensorial en su cuello. ¿Katsuki se sentía así? ¿Por qué se demoraba tanto en notar su ausencia? «Maldición, Kacchan date cuenta, sálvame nuevamente de este idiota enfermo.»
—Te notó muy nervioso, quizás sea por tu alfa. No te preocupes, hay una droga que consumió por "accidente", está suprime por días las sensaciones propias del lazo. Katsuki se dará cuenta que te fuiste cuando no te vea en la sala vip y para en ese entonces estaremos muy lejos. Una vez que lleguemos a Hungría, llamaré a un doctor especializado en enlaces y todo cambiará para ti.
—¿A qué te refieres?—tartamudeo. El alfa se detuvo unos momentos, lo observó con atención y habló con fuerza, logrando su cometido. Intimidar su espíritu valeroso.
—Romperé el lazo que tienes con Katsuki, obviamente después de que nazca el niño. Y te marcaré para ser tu alfa, y luego seré el padre de tus hijos.
Izuku no lo soporto más.
—¡Estás loco si piensas que te dejaré hacerlo!—se acercó hasta Tomura con la intención de atacar, no soportaba su estúpida cara llena de satisfacción, quería borrarla a golpes. Pero no pudo formular sus deseos, en el instante en que trató de golpearlo e iniciar la confrontación física, unos ayudantes del alfa lo detuvieron, aunque eso no evitó que la ira se arraigara en su cuerpo como el oxígeno que consumía. Tan fiel, como una segunda piel—. ¡¡¡Yo nunca seré tuyo, podrás tomar mi cuerpo, podrás tomar mi vida pero nunca tendrás mis sentimientos, me oíste imbécil!!!
Tomura sonrió.
—¿Y cómo lo harás para cuidar a tu hijo si Katsuki no sabe de su existencia?
—¡Él hallará la forma de buscarme!—Tomura se acercó, sacó de su bolsillo un celular. Chasqueo los dedos y de inmediato se acercó una mujer con una tableta electrónica en la manos; en la pantalla se podía ver al francotirador en la habitación contigua a la vip.
—¿Olvidaste lo que te dije?—Izuku comenzó a llorar, no podía más. Se rompía a cada momento; en ese momento él parecía tan fuerte que nada podía hacerlo surgir del dolor.
—¿Qué quieres de mí Tomura? ¿Por qué tan obsesionado? ¿¡Qué ganas con todo esto!?—lo soltaron al verlo tan vulnerable, cayó de rodillas al suelo, llorando y anhelando que su alfa sintiera la desesperanza de su corazón. Tomura se acercó hasta Izuku y le tomo la barbilla con suavidad, los ojos rojos vieron los ojos verdes con superioridad.
—Quiero hacerte mucho daño y al mismo tiempo no. Poseo un enorme deseo incoherente de tener tu cuerpo para mí, porque aún veo en ti a Irenice, mi casta princesa de Egipto—Izuku apretó los dientes con furia.
—Malas noticias para ti Tomura, no soy la princesa de ese tiempo y mucho menos casto, Katsuki sabe hacerlo muy bien.
—Lo sé y no me importa, aún así nada cambiará para ti. Serás mi princesa cautiva.
—¡Él me buscará y te matará; y esta vez no lo detendré! ¡¡¡De hecho, lo haré yo!!!
—En eso te equivocas, lindo Omega—Tomura se volvió más inteligente de lo que alguna vez fue, sacó del bolsillo de la chaqueta de Izuku su celular y se lo tendió, casi invitándolo a hacer una llamada—. Cuando lleguemos al aeropuerto y estemos a punto de irnos a Hungría, llamarás a Katsuki y le dirás que todo lo que ocurrió entre los dos fue un error de medianoche. Que no deseas verlo más y que te sientes desplazado por culpa de su abrumadora fama, inventa algo y dale la suficiente seguridad de que estás diciendo la verdad, también dile que irás a Budapest y que sea convincente. De otra forma, si Katsuki sospecha algo por culpa de tu comportamiento hiper sensible, yo lo sabré. Y con ello olvídate de tu madre, de tu hijo y de los que amas. Todos morirán y te dejaré con vida únicamente para que sufras sus ausencias. ¿Entendiste pequeño conejito?
Izuku estaba devastado... No sabía qué hacer en ese momento, la situación era tan complicada que no hallaba la forma de salir; estaba perdido ante el hombre que lo jodió desde un principio y no solo eso; Se iría con su mayor enemigo y le rompería el corazón al hombre que más amaba solamente para verlo con vida... Tan difícil. Tomura sonrió con profundidad al verlo así, todo estaba saliendo bien. Luego lo guío hasta el automóvil y se fueron hasta el aeropuerto internacional McCarran que estaba ubicado a ocho kilómetros al sur del distrito financiero de Las Vegas, en el pueblo Paradise.
Tan lejos, simplemente perfecto.
(...)
Acepto huir con él a Budapest porque era lo único que se le ocurrió hacer en ese momento de ironía. Era su último punto de quiebre, solamente por el único y verdadero amor de su vida. Resignado se sentó en uno de los cómodos asientos del avión privado, sentía la mirada de Tomura a unos pocos metros. Sabía que sonreía ampliamente por su desgracia, nuevamente había salido victorioso. Sin embargo, no podía hablar con confianza y darle un mensaje secreto a su alfa, uno de los guardias más corpulentos estaba a su lado. Ocultando en la chaqueta que usaba la pistola que podría ponerle fin a su vida en cualquier momento. Marcó el contacto de Katsuki y las lágrimas cayeron; silenciosas y delictivas.
—¡¿Dónde jodida mierda estás?!—escuchó su voz, si no fuera por la pistola en sus costillas rompería en llanto y le pediría ayuda a todo pulmón—. ¡¿Estás bien!? ¿¡Por qué no te siento a través del lazo!? ¡¡¡Responde, maldita sea!!!
—Katsuki—lo llamó con la voz más fría que su garganta pudo hacer en ese momento, se tragó su dolor como fuego ardiente por sus cuerdas vocales y continuó hablando. Arrepintiéndose de cada palabra emitida, tan doloroso que podía sentir el fuego viajar desde sus pies hasta su rostro—. ¿Recuerdas lo que te dije en el departamento, antes que subieramos al avión que nos traería a Las Vegas?
—Sí...—Katsuki se sentó sorpresivamente, apretó sus adoloridas e hinchadas manos mientras Aizawa lo veía con incógnita. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué Izuku no estaba cerca?
—Te mentí—la temperatura corporal de Katsuki cayó, igual que su corazón. No podía ser cierto, todo era bueno en ese instante, menos romper su acalorada relación—. Sé que has hecho mucho por mí y lo lamento, pero esto solamente fue calentura de una noche de fiesta extendida a muchas más por culpa del deseo de lo prohibido. De la adrenalina. Estamos destinados a sufrir juntos y no puedo aceptarlo así como así. Quiero vivir mi vida feliz y plena, tener más emociones y no puedo experimentarlas a tu lado; confinado a ser tu amante hasta que mi corazón deje de latir, eso no es lo quiero. Te odio en parte porque me marcaste y ahora tendré que hallar alguna forma de quitar la molesta marca; y eso será lo más difícil. Porque aunque me duela, no quiero volver a verte.
Hizo una pausa en sus palabras y el alfa de cabellos rubios aprovechó ese momento de duda para hablar, por primera vez en mucho tiempo usó un tono de voz suave, casi cepillando sus cuerdas vocales.
—¿Me amas?—Izuku se mordió la lengua por unos segundos, quería gritar y romper sus cuerdas vocales con la verdad, decirle todo—. Todo lo que vivimos fue una mentira para ti, ¿verdad?
—Sí—Katsuki maldijo en silencio, estaba incrédulo con sus palabras, ¿cómo podía ser posible que su conejito dijera esas palabras con tanta facilidad? Aizawa se sorprendió con su presencia, nunca lo había visto así. Soltaba feromonas de dolor con cada respiración—. Me iré a Budapest, no me busques porque no te gustará lo que encontrarás. Te enviaré el dinero de la deuda de mi padre en unos días para que no tengas excusas de volver a verme.
—¿Y qué ocurre con el amor que tanto me predicabas? ¡¿Mentinste solamente para agradarme y llevarme a la cama!? ¡¿Es por las vidas pasadas?!—Izuku rompió el llanto, esas palabras no eran buenas para su mente. Para sus sentimientos...
—No hagas esto más difícil de lo que es. Nada de lo que digas cambiará las cosas... Estoy aburrido de todo, ¿entiendes? De vivir siempre una tragedia a tu lado. Lo que hayamos vivido antes, no cambia mis aspiraciones actuales. No quiero ser más tu Omega, Katsuki Bakugō. Es detestable de solo pensarlo—el alfa sintió que su mundo se venía abajo con las últimas palabras; su adorable conejito ya no estaba ahí. No reconocía al hombre que le decía esas horribles cosas, todo era tal como en su sueño. Solamente faltaba el alfa, el otro hombre y todo sería igual.
—¿Es otro hombre?—Izuku guardó silencio por unos segundos, Katsuki comenzó a reír frenéticamente en respuesta. Creía firmemente que era otro hombre. El silencio siempre da la respuesta—. ¿Me viste la cara de imbécil? ¿Me mentiste con lo de anoche? ¿Fui un juego? ¿Todo la pasión fue solamente un objeto de tu diversión?
Izuku aprovechó esa oportunidad de dañar su orgullo, lo que más le dolía al alfa.
—Sí, fuiste un juego para mí y te mentí, lo siento mucho si creíste que te amaba, pero así son las cosas. Ahora y siempre, eres el esclavo que se enamoró de la persona equivocada. La persona que usó sus sentimientos y le mintió para obtener lo que deseaba. Katsuki, eres y siempre serás un pobre ingenuo—el rubio negó reiteradamente y cortó la llamada por impulso, eso era todo lo que estaba dispuesto a escuchar. Durante todo ese tiempo juntos, todo había sido una jodida mentira para nada.
Ya no había más "nuestro secreto" entre ambos. Ese día el alfa rompió en ira y el Omega rompió en llanto. Sin embargo, el ser más débil de la jerarquía social se iba a vengar, haría lo que fuera por hacer que Tomura mordiera el polvo de una vez por todas, incluso si eso significaba traicionar al hombre que amaba con todo su corazón. Ahora era más que personal...
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