|Capítulo XXIII: Un Sueño...|
Era tan extraño; lo tenía en completa y entera disposición entre sus brazos pero a la vez lo sentía tan lejano que no le hallaba lógica a su presentimiento.
ו••×
—Estoy en casa—Abrió la puerta con sus llaves y empujó el trozo de madera con hastío, estaba más cansado de lo común. Esa mañana la nieve se había acumulado demasiado gracias a la extraña nevada nocturna. Sus zapatos pesaban con la humedad y tenía la nariz más fría que de costumbre; y como siempre ocurría, su lado izquierdo sentía menos frío. Algo bastante común en su vida. Tomó una nota mental de no quedarse más tiempo del establecido en la oficina durante el invierno, después de todo aún tenía un cálido hogar al cual volver. Al menos eso se repetía cada vez que salía de su departamento para ir al despacho—. ¿Ochako? ¿Estás en casa?
Solía acostumbrar a recibir sus quejas por todo lo que hacía mal y casualmente esa mañana había un silencio casi pacífico; algo andaba mal. Se aventuró hasta la cocina tratando de buscarla y recordó a medio camino que ese día era víspera de navidad. Ella estaría con sus padres hasta año nuevo; no era invitado porque "sometía a su hija a un destino cruel de Omega incubadora", si no fuera por el dinero que juró darle una vez que diera a luz, seguramente estaría en una cárcel contando los días para salir. Se calmó dando un largo suspiro, al llegar a la cocina sorpresivamente se encontró con una mujer que reconocía más que nadie; la había visto tantas veces durante su infancia que en más de una ocasión la llamó madre por accidente.
—Está invadiendo propiedad privada. Lo sabe, ¿verdad?
—No creo que te moleste. Después de todo tampoco haces cosas legales. Pero no estoy aquí para evidenciar tu moral, me dijeron que eras investigador privado, ¿eso es verdad?
—Sí, le dijeron bien.
En ese momento la mujer se dio media vuelta en su lugar. Su apariencia no revelaba en lo absoluto su verdadera edad. Seguía conservando una piel impecable, apenas se podían notar unas líneas de expresión; nada profundas considerando su edad. Su cuerpo era escultural y bien tonificado, el hábito del deporte estaba bien arraigado a su rutina diaria. Si no la conociera y tuviera unos diez años más, sin duda Shoto la hubiera halagado por su apariencia perfecta. Como alfa reconocía un espécimen superior, su instinto animal la reconocía.
—Es un alivio—suspiró con tranquilidad—. Escuché de Enji que eres muy bueno investigando a las personas más difíciles de hallar.
La leve emoción al nombrar a su padre le preocupó.
—¿Conoces a mi padre? ¿De dónde? ¿Desde cuándo?
—Eso no es relevante para ti, he venido aquí para darte trabajo no para hablar de mis relaciones interpersonales—eso fue todo lo que Shoto pudo oír, ¿desde cuándo Mitsuki Bakugō era amante de su padre? ¿Tenía que ver con la huida de su madre? No lo entendía...—. De cualquier forma, ¿aceptarás mis peticiones?
No era de su agrado tenerla ahí por culpa de su padre, pero trabajo es trabajo, y tiene dos hijos en camino; no puede negarse a una oferta.
—¿Qué desea señora Bakugō?—la mujer sacó de su perfecto bolso una fotografía, Shoto reconoció al hombre en un instante.
—Quiero que averigües todo sobre Tomura Shigaraki. Me da igual lo que tengas que hacer para conseguirlo, quiero saber absolutamente todo sobre su asquerosa vida. Hasta la más mínima mierda que encuentres—por alguna razón quería declinar la oferta aunque sí lo hacía, conociendo a su padre, lo tendría todos los días en su departamento con tal de aceptar el trabajo de Mitsuki y lo menos que deseaba en ese momento era tenerlo cerca. Porque tendría conocimiento sobre sus pequeños y no deseaba eso, al menos quería guardar ese secreto hasta que fuera evidente—. ¿Aceptas pequeño Todoroki?
Alzó la vista con determinación y tomó la fotografía con su mano izquierda, el destino estaba haciendo su trabajo. Todas las piezas estaban encajando.
(...)
Ahora estaba en su oficina, planeando todo para su siguiente trabajo. Por suerte la privacidad de un lugar absoluto era lo mejor para un investigador, tener que saber todo sobre un hombre no era de su agrado, muy molesto. Los secretos a voces no son muy ventajosos para los investigadores. Además, siendo sincero consigo mismo, prefería los trabajos menores; asesinatos y otras actividades de esa índole. Le era más fácil arrebatar una vida que investigarla a fondo. Pero tenía unas cuantas razones para aceptar.
Dinero.
Poder.
Mina.
Y sus hijos.
Se sentó en la silla y abrió el segundo cajón de su escritorio; la prenda de ropa llamó toda su atención, la bufanda roja que Mina usó durante esa pasional noche que compartieron en ese mismo lugar se había convertido en uno de sus más preciados tesoros. La acercó hasta su rostro y aspiró todo el aroma; dolorosamente aún no la podía dejar ir, quizás nunca lo haría considerando el lazo invisible que ambos podrían formar al nacer su bebé. Porque la criatura en camino era fruto de un sentimiento que aún persistía en su corazón y no quería arruinarlo. Creía tener una segunda oportunidad para remediar todo.
Quizá la tenía.
Tomó su chaqueta de cuero negro, y guardó en su bolsillo derecho una pistola. Era hora de investigar por su cuenta, aunque algo muy profundo en su interior le decía que lo que iba encontrar no le gustaría. No había vuelta atrás, ya había aceptado el dinero y la única forma de cambiar de opinión era muriendo. Y esa no era una opción para este trabajo.
—Muy bien, veamos qué escondes a los demás, Shigaraki Tomura.
ו••×
—¡¡¡Apúrate, se nos irá el avión y nada más llevará tu trasero a Las Vegas!!!
Gritó con energía Katsuki mientras subía al automóvil las maletas restantes, Aizawa estaba pegado al celular haciendo llamadas importantes a los organizadores americanos. Los guardias de seguridad que siempre lo cuidaban de los fans obsesivos estaban ahí, haciendo de sus cuerpos un muro de concreto. Izuku aún estaba en el interior del departamento, batallando con una maleta de mano. El chico ya no podía soportar más la presión. ¿Por qué tenía que temblar tanto al tratar de cerrar una maleta? ¿Por qué simplemente no pudo decirle la verdad en navidad mientras cenaban pollo frito, a solas? ¿Por qué no podía mirarlo a la cara y decirle que tenía dos meses de embarazo? ¿Por qué era tan cobarde? ¿A qué le temía tanto?
—¿Te ayudo con esa maleta pedazo de dulzura inútil?—apareció ahí, irrumpiendo sus pensamientos.
—Esta bien—alcanzó a susurrar, el alfa se acercó hasta él y cerró la maleta con facilidad. Notó que Izuku estaba temblando, últimamente lo hacía por todo.
No le gustaba.
—Si no quieres ir, no hay problema. Puedes quedarte en Japón con el doctor Toshinori. Él es un beta confiable—Katsuki estaba auténticamente preocupado por su omega. Desde hace unos días sentía a través del lazo que le estaba ocultando cosas. En las noches mientras dormían juntos, su calor aumentaba hasta una fiebre anormal; aunque no parecía estar físicamente mal con ello. No le había dicho nada sobre su extraño padecimiento porque no quería presionarlo más de la cuenta, ya la gente hablaba mucho por culpa del comercial y eso lo tenía particularmente pendiendo de un hilo entre la racionalidad y el nerviosismo puro. Sentía que en cualquier momento lo perdería y no le gustaba la sensación... Era muy dolorosa para su corazón—. Touya no es la gran cosa, además Aizawa y Mina estarán ahí conmigo.
—¡Quiero ir contigo!—aseguró Izuku con cada nervio gritando, todos sumidos en desesperación al interior de su cuerpo—. Es solo que...
—¿Es solo que? Vamos, dímelo. No tenemos todo el día.
Izuku lo observó directamente, notando su preocupación palpada en los ojos, sonrió con dolor y tocó su rostro. Sus manos temblaban por culpa de sus nervios, Katsuki frunció el entrecejo y le devolvió el toque para darle firmeza. Sabía que ocurría algo, lo sentía tan dentro suyo que si podría sacarle la verdad de alguna forma, lo haría a cualquier costo para no dañarlo. A Izuku le gustó la extraña sensación de su barba de seis días al tacto de sus dedos. A los omegas no les crecía mucho vello corporal por culpa de la alta cantidad de estrógenos en sus cuerpos; los alfas eran máquinas de testosterona, y por alguna razón Katsuki tenía los vellos en las zonas exactas. Íntimas y rostro. Él era perfecto, su hijo también sería así. Estaba muy seguro, el único imperfecto ahí era él.
—Me gusta tu barba, Kacchan—susurró desviando la mirada.
—No te vayas por las ramas y dime qué es lo que te ocurre—Izuku dejó de tocar su rostro y se dio media vuelta, dándole la espalda.
—Tengo algo que decirte—tragó, Katsuki nunca se había sentido de esa manera. Tan ansioso por culpa del lazo que compartían—. Pero lo mejor será que te lo diga después de la pelea.
—¿Romperás conmigo?—nada podía ser peor que eso.
—No—Katsuki volvió a respirar—. No es nada de lo que preocuparse, no es malo para ti.
Y eso era una vil mentira, Katsuki lo sintió a través del lazo.
—¿Entonces?—Izuku se acercó a su lado sin mirarlo y sacó su maleta, dirigiéndose a la salida. Dándole la espalda una vez más.
—Tranquilo no es nada, ahora vámonos. Nada más que ese avión nos llevará a Las Vegas.
Sonrió con evidente molestia, no podía hacer nada más. Si su omega no se lo decía, de alguna forma tendría que esperar por la verdad.
(...)
Una vez que llegaron a Las Vegas, inmediatamente fueron al hotel Bellagio. No había mucho tiempo disponible para ambos porque Katsuki tenía que prepararse para el pesaje y el careo que tendría en unas horas. Mientras daba entrevistas y entrenaba para las cámaras y unos auspiciadores relacionados con el mundo deportivo; Izuku descansaba en el hotel. Él lo vio esporádicamente durante el viaje en avión y en otras ocasiones muy reducidas de tiempo. Era difícil no estar a su lado, aunque para su suerte, en todo momento fue acompañado por Ashido, su mayor confidente. La abogada, la mayor parte del tiempo estaba al celular y en otros momentos hablaba con otras personas en inglés, ella daba las órdenes a los guardias en tanto Aizawa estaba fuera con Katsuki. Además, desde que Tomura había caído grave en un hospital de Minato, parecía estar más tranquila, todos los estaban. Solamente esperaban su inminente muerte.
—¿Tienes hambre?—Izuku estaba sentado en un sillón, quería hablar con su madre sobre su bebé pero ésta no le contestaba el celular; no le preocupaba, a veces había días en donde no podían hablar por culpa del trabajo—. Obviamente, tenemos que comer. Hay razones para hacerlo.
—¡Mina!—Izuku se acercó y trató de callarla—. Alguien podría escucharte y decirle a Kacchan.
—Tonterías, aquí a nadie le importa los extranjeros irrelevantes. A menos que seas como Katsuki, ahí ellos te tomarán atención—Izuku lo notó desde que llegaron al aeropuerto, sus fans y hasta las modelos. Todos notaban a Katsuki en demasía, le molestaba y sentía muchos celos. Creía que no podía tenerlos por ser ajeno a ese mundo tan abrumador y estimulante como lo era la fama—. Por lo que veo, aún no le dices nada.
—No quiero darle más problemas.
—Bueno, eso es imposible. Un bebé arruinara sí o sí su mundo frágil de luchador profesional, de hecho has hecho eso desde que llegaste a su vida. Y nunca entenderé el porqué, pero parece que te ama. No me malinterpretes, sé que ustedes dos tienen secretos. Todos los tenemos—Izuku bajó la vista, sabía que eso era verdad. Katsuki era sincero con sus sentimientos y sus secretos; le dolía no ser igual a él con algo tan delicado como un bebé—. Pero, si soy sincera contigo, no pareces muy "completo" con su amor.
—¡Eso no es verdad!
—¿Entonces?—Izuku una vez más se encogió en el asiento.
—Tengo miedo de que me rechace por un bebé.
Mina suspiró, entendía a la perfección el sentimiento. Hace unos días Touya llegó muy enojado a su departamento, en un principio no entendió lo que ocurría hasta que vio sus ojos; azules, dolidos y llenos de decepción amorosa. Se había enterado por unos cercanos lo que había ocurrido en el despacho de Shoto, ella no lo negó porque sería mentirle a su alfa. Y estaba cansada de mentirle a la gente, de odiar a su padre, de odiar a Shoto y estaba más cansada de perder cosas importantes en su vida. Y aceptó ante su alfa haber tenido relaciones sexuales con su hermano y también le comentó sobre el bebé en camino.
Touya explotó en cólera y la golpeó.
Aceptó eso, aceptó que la llamara ramera y que le sacara en cara todo lo malo que había en su vida profesional, pero no acepto que insultara a su bebé. La primera vez que alzó la mano para callarlo fue suficiente, Touya abandonó el lugar con lágrimas en los ojos. Mina también lloró amargamente en su ausencia mientras sufría el rechazo natural de su alfa, porque algo la mantenía a flote en medio de todo ese dolor y caos. Su hijo. En un principio no lo quería por ser hijo de Shoto, ahora se aferraba al pequeño; quizás Izuku podía hacer lo mismo. Aferrarse a la vida de su pequeño.
—Izuku—Mina lo llamó, se arrodilló ante él y le tocó el cabello con confianza—. Cualquier decisión que tomes será acertada. Es tu bebé y lo más importante ahora no es Katsuki, sino su bienestar. Tú, como madre debes velar por ello.
Gracias a sus sabías palabras, Izuku al fin había tomado una decisión. Debía contarle a su alfa porque era la opción más segura para ambos, no significaba que sería fácil pero tendría a su omega interno más tranquilo, y por consiguiente a su bebé más sano. Además, no podía ser del todo pesimista, Katsuki en todo momento lo había ayudado a pesar de las adversidades. Y tenía muy claro que está vez igualmente sería así, él le tendería la mano y le aseguraría su entorno, su vida, su bebé... Él tenía su extraña manera de hacerlo, de hacerlo sentir en paz y a salvo.
(...)
El pesaje y el careo frente a los auspiciadores y periodistas americanos fue más fácil de lo estimado por los organizadores; Touya no mostró en lo más mínimo un atisbo de preocupación, emoción o algo de ese estilo por su contendiente y al contrario de lo normal, parecía ido y tenía una expresión vacía en el rostro. Olía a diferentes Omegas y su manager le llamaba la atención en cada momento por su falta de entusiasmo. A Katsuki no le importó, hizo lo que estaba planeado y se fue del lugar sin provocarlo; no pensaba perder más tiempo del necesario en ese tipo de polémicas vacías. Además, tenía muchas ganas de llevar a Izuku por la ciudad; solamente para ver su sonrisa, una sincera. No había nada mejor.
Fue rápidamente a los vestidores, se vistió con la ropa casual que traía para el cambio y se echó perfume, una vez listo se acercó hasta el automóvil que había rentado. Era muy difícil traer el suyo a Nevada, ya que solamente estarían una semana en el estado y sería inútil hacerlo.
—¿Para dónde vas?—Aizawa lo interrumpió al momento en que encajó la llave en la cerradura—. Tenemos una cena muy importante con los directores de la UFC y otros auspiciadores americanos.
—No puedo asistir hoy, tengo que pasar tiempo con Deku—habló con hastío y un poco de enojo.
—Tu Omega puede estar solo unos días, no le hará nada malo. Si no te presentas a la cena, perderás credibilidad y respeto en la UFC, ¿eso es lo que quieres?—Aizawa se acercó y lo observó.
—Quizás estoy harto de que en cada momento me jodan por más atención, no la conseguíran, solamente están perdiendo el tiempo. Además, quiero un momento para mí y Izuku, a solas.
—Lo tendrás después de la pelea de mañana, por ahora tienes que ir con ellos; es lo mejor para tu carrera deportiva.
—¡No!—Aizawa notó la leve vena que salía de su frente, estaba enojado y lo entendía; nunca habían sido tan insistentes con una figura de la UFC. Hasta una cadena de deportes internacional lo quería en su programa, la verdad, era un poco extraño para él. Desde que el alfa había ganado terreno en las peleas, su fama había crecido exponencialmente y si conocía a Katsuki lo suficientemente, querría retirarse muy pronto por culpa de la excesiva presión—. Estoy muy cansado, será otro día.
—Katsuki, Izuku hubiera querido que fueras. Estoy muy seguro que él no quiere ser una piedra para tu carrera, demuéstrale que puedes con esto y no le des una preocupación más. Creo que le basta con ser una persona "normal" ante una figura famosa como tú.
El alfa se contuvo en responderle a su mentor una réplica porque tenía toda la razón; su Omega no querría que tuviera problemas en su carrera por un poco de tiempo compartido. Maldijo por lo bajo y siguió a Aizawa, tenía la difícil misión de empezar a tomar decisiones difíciles para su vida; Izuku o su carrera de deportista profesional. Personalmente, no le era difícil elegir. Siempre sería su Omega.
(...)
Se quedó dormido esperándolo, sentado en el sillón más cómodo de la habitación y con una gruesa manta cubriéndolo del frío de Nevada en invierno. No prendió la calefacción porque no le gustaba, quería su calor humano. Mina antes de irse a su habitación le explicó que tendría que esperar, Katsuki estaba en una muy importante cena con los líderes de la UFC. Aunque, por alguna razón verdaderamente extraña, mientras su alfa estaba en ese lugar; se sintió solo. Muy solo, algo que supuestamente no ocurría cuando compartían el lazo.
Extrano... Tanto que se quedó dormido pensando en ello.
Y cuando se abrió la puerta de la habitación rentada en el hotel Bellagio, lo único que el luchador profesional vio fue a él. Tenía frente a sus ojos una hermosa vista del centro de Las Vegas, pero notarlo sentado solo y en medio de toda esa belleza, hizo que se le rompiera el corazón en pedazos; estaba notablemente triste, lo podía ver en su expresión al dormir. No sentía bien el lazo, probablemente por culpa del cansancio físico de ambos, y eso era lo suficiente para hacerlo sentir culpable. Fue hasta él y lo tomó en brazos; se preocupó inmediatamente al tomarlo con más conciencia. Estaba más ligero de lo que recordaba; había dejado de hacer deporte y nunca le pregunto el porqué.
Era tan ingenuo que aún no podía armar el rompecabezas en su mente; náuseas, dejar el deporte intenso, los extraños antojos, las peticiones sexuales y su olor; más dulce de lo normal.
—¿Llegaste?—Izuku bostezo y se aferró a su alfa, su calor al fin había llegado—. Qué bueno verte, te extrañe mucho Kacchan.
—Perdón por hacerte esperar, esos idiotas no me dejaban en paz. ¿Comiste algo?—Izuku asintió entregándole un pequeño tacto en los labios; un beso de bienvenida. Katsuki, llegó a la cama y lo dejó ahí mientras se sacaba la ropa para acostarse a su lado; necesitaba tenerlo ahí, entre sus brazos.
—¿Cómo te fue? ¿Algo novedoso?—susurró mientras se deleitaba con la vista.
—No pero fue un día bastante ajetreado, en resumen una vil mierda—el alfa se sacó su última prenda, Izuku quedó embelesado una vez más con su tatuaje en la espalda.
—Ya me imagino, debió ser difícil soportar tanto...—Katsuki notó el nerviosismo palpado en su voz, como la tinta al papel. Demasiado evidente a sus sentidos. Se dio media vuelta para verlo, Izuku poseía el rubor característico de la vergüenza en sus mejillas.
Tan fácil de leer.
—Y, ¿cómo te fue en tu día con la abogada más divertida del puto mundo?—Izuku lo observó.
—Nada es bueno si no estás tú. Eres el único con el cual quiero estar...
No necesitó que dijera algo más, porque inevitablemente ambos extendieron sus brazos y con ello sus labios se conectaron sin dudar en hacer algo más en los del otro, expandiendo con emoción por el oscuro lugar el sonido de sus necesidades personales. Cada toque en sus lenguas era como un pulso rebozado de una sensación tormentosa y explosiva, extendiéndose hasta donde no había nada más que los límites de la excitación. Katsuki lo sabía tan perfectamente que quema, ambos se necesitaban y no había tiempo para hacer una previa detallada del tema. Estaban cansados y no tenían el tiempo suficiente.
Lo tomó de la cintura sin pedirle permiso y con una sonrisa triunfal dibujada en el rostro, apretó su cuerpo como suele hacerlo cada vez que desea amarlo sin premura, con ese palpitar delator en sus manos que sospechaba las ansías de su cuerpo y mente. La debilidad de sus piernas y los vestigios del cansancio de su ajetreado día fue olvidado al trémulo tacto de las manos pecosas. Y con un evidente descuido corto el beso y lo arrojó en la cama, para observar y acaparar con su mirada desde una distancia prudente aquella obra de arte que se estremecía con cada tacto; su obra de arte personal. El cuerpo de su Omega rebotó una vez más en las suaves mantas, y esta vez fue por culpa del alfa, que se arrojó sin duda alguna a besarlo y desnudarlo con más ansías, era embriagante porque no se contenía en ningún sentido oportuno. Y el suspiro delator al sentir el tacto firme de sus manos por debajo de la ropa íntima verdosa al descubrir su piel, evidenció lo que ambos escondían con ahínco en esos días.
La pasión sin límites que se tenían en secreto.
Izuku jaló con fuerza de los cabellos rubios, sintió como Katsuki gruñó con satisfacción por ello, se dedicaron una mirada y luego se mordieron los labios a besos. Katsuki amó eso. ¡Adoraba que su Omega fuera un salvaje en la cama! Y como recompensa decidió darlo vuelta en el cómodo colchón. A gatas lo desnudó por completo, abriendo sus piernas y propinándole dos nalgadas fuertes que solo consiguieron que el pequeño emitiera un fuerte gemido mezclado con dolor placentero. Y no fue el último una vez que sintió su húmeda y ávida lengua, moviéndose sin descanso por encima de su anillo rosado del placer; haciendo de sus gemidos y balbuceos nerviosos un mantra necesario para el espíritu de Katsuki.
Tan obvio...
Dejó caer de sus labios el nombre de su omega y lo volvió a tocar, y está vez lo hizo a la par de sus respiraciones. Izuku se mordió ligeramente el labio inferior y se deleitó con la imagen de su formidable alfa. Él era una bestia indomable y ansiaba saber cómo lo amaría está vez. Katsuki notó eso, y sintiendo la excitación debajo de su piel como un océano de fuego se alejó de la cama, observando como por los muslos de Izuku caían líneas blancas de secreción limpia y tibia, aquella que solamente se presentaba ante la fuerte excitación.
—Eres tan bello, Deku. Eres mi bello Omega—susurró, lentamente dejando que la fiebre se apoderara por completo de su racionalidad, omitiendo con ella todo lo moral que tenía establecido para esa noche. Estaba impaciente por verlo en su máxima expresión.
Sin duda lo hará explotar del placer.
—Si lo soy, demuéstramelo—susurró Izuku, Katsuki se arrodilló en la cama ante sus palabras y sonrió mientras le introducía dos dedos que no fueron suficientes para hacerlo emitir algún ruido, sabía que eso le molestaba—. No crees que podrías ir un poco más rápido. ¿Por favor?
—¿Quieres que te haga mi hombre?—habló finalmente Katsuki, Izuku ante sus palabras se levantó ligeramente aún sin dejar de estar a gatas en la cama, observó detenidamente a su alfa y este le devolvió la mirada con una intensidad e inestabilidad que solamente se evidenciaba en sus ojos rojos; que aún sin la luz de la habitación podían brillar en la oscuridad.
—¿Y qué esperas alfa mío?—sonrió de forma profunda al llamado, con esa picardía y maldad que hacía de él un pervertido atractivo.
—Esta bien, como desees mi Omega.
Lo tomó de sus angostas caderas, dejando la punta de su miembro en la entrada, luego solamente la mitad y dudando de introducirlo completamente. Se divertía bastante al ver como la pecosa espalda de Izuku se movía nerviosa por sentirlo con más detalle; después de unos segundos y dándole en el gusto de una sola y firme estocada lo penetró. El pequeño de cabellos verdes con el movimiento repleto de placer perdió la estabilidad de sus brazos y mente.
Olvidó todo.
Cayó en la almohada y se aferró a ella mientras su alfa se empezaba a mover con lentitud, arrastrándose con pericia por su interior y demostrándole que aunque no hubieran tenido sexo en los últimos días, aún recordaba dónde y cómo debía mover su miembro para hacerlo sentir un estúpido del sexo. Sin duda, su secreto podría esperar.
(...)
«—No puedo creerlo, ¡¿cómo pudiste hacerme esto?!—su voz, detestaba ese tono tan poco amable. Él no era así, su Omega era un ser lleno de nobleza y amabilidad—. ¡Te odio, Katsuki! ¡No quiero ver tu miserable cara nunca más en mi vida!
¿Qué mierda estaba pasando? ¿Por qué todo se sentía tan real?
Abrió los ojos apenas pudo hacerlo, estaba sometido en el suelo; hacía frío y podía notarlo por el vaho que salía de sus agrietados labios. Alzó la vista con un esfuerzo doloroso, estaba a los pies de dos personas y una de ellas era Izuku. Y no estaba solo, junto a él había otro alfa, no lo reconocía por apariencia y podía asegurar que era algo más que un amigo; sostenía su cintura con posesividad. Su cabello era alborotado y negro, igual que sus ojos. Parecían los ojos de una bestia vacía y lista para encarnar los dientes.
—¿Estás satisfecho?—preguntó el hombre pero fue interrumpido.
—Vámonos, aquí no hay nada más que hacer—le susurró su Omega al hombre, usaba una voz amable. Él le hizo caso y se fue. Katsuki extendió su mano derecha para tratar de alcanzarlo. En ese momento el hombre se acercó hasta él y con una sonrisa perversa dibujada en la cara, le tomó el mentón con una fuerza excesiva.
—Tomaré todo lo que tienes y lo haré mío, acéptalo Katsuki. No eres nadie sin la sombra de tu padre—lo soltó, Izuku se acercó a él.
—Ya vasta You... Es hora de ir con Kya.
Katsuki observó con dolor como "You" nuevamente le hacía caso a Izuku. Ambos se fueron de la mano mientras se le sumaba una niña pequeña que no podía ver bien gracias a una niebla, trataba de gritarle para que no se fuera, mas le fue inútil. En ningún momento los ojos verdes se dirigieron una vez más en su dirección; parecía ser otro hombre... Ya no era su Omega.»
Despertó de golpe y sin moverse abrió los ojos, tenía el alma pegada al pecho por culpa de su sueño. Observó su alrededor y se tranquilizó al verlo ahí, a su lado y entre sus cálidos brazos. Negó con la cabeza y se estrechó contra su cuerpo, apreciando nuevamente su amigable calor. ¿Qué había soñado? Y peor aún, ¿por qué lo sintió tan real?
No lo entendía, no parecían visiones de sus vidas pasadas... Era diferente. Quizá demasiado, aunque no podía pensar demasiado en ello, tenía que dormir. En unas horas estaría en el centro de un octágono, peleando por su décima victoria y un sueño no podía hacerlo perder los estribos. Esos que tanto le había costado encontrar.
ו••×
...
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