|Capítulo XX: Amoroso y Bestial|
Con una sensación indecente recorriendo sus venas, lo tomó. En una cama tibia y reconfortante, con los truenos sonando afuera de su pequeño lugar de confidencia; fue especial porque no estaban teniendo sexo... Esa noche por primera vez le hizo el amor.
ו••×
Izuku sentía en cada centímetro de su piel la impaciencia sometiendo sus acciones físicas y mentales, ver a Katsuki de esa forma tan vulnerable lo hacía débil ante todas sus peticiones; en realidad era débil en cualquier ámbito con referencia a su alfa. Quizás era por la marca que palpitaba con un fervor candente en su cuello o tal vez las vidas pasadas llenas de pasión y dolor angustiante... No quería saber la verdadera razón del sentimiento, era irrelevante ahora que podía tocarlo y sentirlo sin las ataduras sociales.
Sin tormentos en su cabeza.
Acercó su nariz hasta la piel de su cuello y suspiró captando con sus sentidos todo el profundo aroma a cacao que expedía; deposito sus labios en esa zona y succionó su piel con ímpetu. La yugular del luchador profesional respondió perfectamente, ocasionado un constante y fuerte golpeteo en sus labios. Sonrió ampliamente y deslizó su lengua por su cuello hasta acabar en el mentón; Katsuki gimió sintiendo el calor cobrar vida en cada parte fría de su cuerpo. Realmente se estaba controlando, su instinto le ordenaba quitarse la venda y agarrar con sus manos ese par de nalgas carnosas que tenía sentadas en su regazo; no podía, y era muy difícil ignorarlas cuando él usaba un pantalón de mezclilla negro ajustado a sus peligrosas curvas, quizás hasta se los había puesto con la intención de provocarlo. Gruñó tratando de despejar su mente y alejar cada idea maliciosa que crecía sin permiso, no podía pensar demasiado en ellas. Mordió su labio inferior y respiró con más dificultad mientras Izuku notaba su nerviosismo y rozaba con descaro sus miembros en un movimiento sutil de caderas. «Maldición, lo está haciendo lento...»pensó el alfa.
—Kacchan... Estás un poco animado aquí abajo—la voz de Izuku se escuchaba nerviosa y realmente lo estaba.
Podía percibir perfectamente la virilidad de Katsuki contra la suya, y se removía contra ella para evitar la calentura que provocaba tenerla tan cerca, aunque era inútil; se sentía mucho más grande y dura con los segundos. Pegó su frente al agitado pecho de Katsuki y bajo sus manos con torpeza hasta el pantalón del luchador buscando el zip; quería explorar su intimidad sin la necesidad de ir rápido, tomar con calma sus propias acciones aunque por dentro estuviera arrastrándose con vergüenza por el fuego de la pasión. Bajó el cierre metálico escuchando el sonido que emitía junto a las respiraciones profundas y erráticas de ambos; tanteó por encima de la tela del bóxer negro lo que estaba buscando, tocó y Katsuki golpeó como reflejo el suelo al percibir el tacto firme. Izuku se dio cuenta que la superficie fría era peligrosa para explorar su cuerpo; se levantó con la cabeza abombada y ayudó a Katsuki a hacer lo mismo.
Lo hizo caminar hasta la cama y lo sentó en el borde de la misma.
—Sácate la ropa, toda excepto la venda y no digas absolutamente nada. Me da vergüenza refutar tus afiladas palabras—el luchador asintió débilmente.
Izuku sintió una gota de sudor caer por su espalda baja, la tela de su poleron seguramente la seco a mitad de camino. Pero nada de eso importaba cuando tenía a su alfa desnudándose con torpeza en la cama; arrojando lejos los zapatos que usaba, bajándose los pantalones de tela mientras a tientas se sentada una vez más en el mueble e iba por la chaqueta que vestía para quedarse solamente con su chaleco de lana oscura; Izuku se mordió su lengua al verlo tan nervioso quitándose la penúltima prenda. Rápidamente apagó la luz, se acercó sacándose la chaqueta y el polerón que usaba para cubrirse del frío, su pecho quedó completamente descubierto y el rubio lo sabía por la simple razón que podía oler los confines de su pecho... Él emanaba una fragancia distinta cuando estaba nervioso y le encantaba sentirla en su nariz.
Como una leve caricia a sus nervios.
—¿Por qué sonríes Kacchan? Mejor no respondas, tendrás un castigo por ello de todas formas—Katsuki abrió la boca para cerrarla con rapidez. Ahora estaba más impaciente por lo que la pequeña criatura frente suyo haría para castigarlo. Izuku no lo pensó demasiado, se sacó los ajustados pantalones que estaba usando y le quitó el cinturón; los sonidos que emitían las cosas tenía a ambos pendiendo de un precipicio hasta caer en un mar de sensaciones arrolladoras. Era demasiado. Luego, sin previo aviso, empujó a Katsuki en la cama poniendo estratégicamente una rodilla entre sus piernas, presionando su intimidad. El luchador soltó un gemido mezclado, dolor y excitación perfectamente homogéneas en sus labios—. ¿Te dolió pequeño luchador? Será porque luces tan bien así, en donde realmente perteneces. Bajo mío.
El alfa odiaba su voz llena de temblores, cada palabra que decía era autoritaria y más cuando en su tono se oía como una burla mal hecha, aún debía aprender pero... Dios, le encantaba ser humillado por su pequeño conejito.
—Te haré pagar por cada mierda que me haces, Deku. Tenlo por seguro—Izuku, ignoró sus palabras, tomó sus manos y las amarró con el cinturón; increíblemente el luchador se veía masculino con su cuerpo inmovilizado. Con su estómago moviéndose agitado, con sus oblicuos marcándose en cada respiración y ese aroma que yacía en sus generosos pectorales. Como una obra de arte antigua que solamente sus ojos verdes podían observar.
—Eres increíblemente sexy Kacchan, incluso cuando te ves así de débil y ridículo, ¿estás feliz siendo un don nadie en mis brazos? ¿Debería parar?—Katsuki apretó los dientes, el cinturón le apretaba en demasía y las sensaciones que estaba sintiendo no le ayudaban a estar más calmado; ser abusado por su pequeño Omega era jodidamente excitante y su miembro dolía con la presión.
—No, no te contengas Deku...—su voz ronca entrecortada por la pasión fue una nueva melodía para Izuku.
Su favorita.
Le ordenó que levantará sus caderas y así lo hizo el luchador que percibió como lentamente su boxer se deslizaba por la piel; se sentía observado, y estaba perdiendo la consciencia con cada sensación incómoda que le provocaba él. Los ojos verdes observaron expectantes su varonil desnudez, el abdomen subía y bajaba con rapidez y su miembro hacia los mismo con la tensión. Se acercó endeble y lamió con firmeza desde su ombligo hasta el centro de sus pectorales, por encima de su esternón; presionando en un movimiento ágil sus manos atadas contra la cama. En ese preciso momento comenzó a llover con fuerza; cada sensación en ambos cuerpos retumbaba igual que los relámpagos que se presentaron en el cielo de Tokio.
Mágico y a la vez tal real como las sensaciones.
Izuku impaciente se enderezó en la cama y se acercó con timidez al lugar de sus sueños. Katsuki sintió el aliento húmedo cerca, suspiró consumido en la impaciencia. El pequeño lo sostuvo en sus manos, acomodándose y tragándose su inevitable vergüenza. Quería hacerle un oral a su alfa y tener a Katsuki con los ojos vendados era una ventaja competitiva; podía libremente verse débil y ridículo tratando torpemente de darle un placer que nunca antes había ejecutado. Observó con atención su pene, su piel íntima se veía semi rosada en la oscuridad, era apetecible de ver y a pesar de que sabía claramente que su sabor no sería así, igualmente se relamió los labios, y los posó en la punta de su intimidad, ejerció una presión débil para luego empujar gran parte de la piel en su cálida boca. Las piernas de Katsuki perdieron su fuerza ante el cómodo contacto, agradeció enormemente estar acostado de otra forma habría caído de rodillas en el suelo.
Se estaba derritiendo ante los ojos de un chico de diecinueve años.
Luego lamió, con apetencia desde la base hasta la punta, sin pausas y con los ojos cerrados e imaginando que Katsuki estaba mordiéndose el labio inferior; y no se equivocaba, el alfa se ahogaba en sus labios mordidos y desesperados por más tacto. Sonrió al saberlo y bajó, hasta la piel del dídimo y aspiró suavemente, supo que estaba bien por la presión de las manos contra el cinturón, se alejó para ver la obra unos momentos y se limpió la saliva de sus labios para nuevamente poner esa grandiosa dureza en su boca.
Al cabo de unos momentos dolía demasiado su mandíbula por culpa del tamaño, nada era como lo pintaban en las películas, pero saber que su alfa se disputaba con orgullo entre gruñir a dientes apretados y gemir a boca abierta era gratificante para su ego. Con el transcurrir de los minutos proporcionó lamidas más peligrosas, recorriendo todo su miembro como si fuera una carretera llena de curvas... No le importaba morir, si debía ir a toda velocidad, lo haría fácilmente. Con un sabor agrio creciendo en su lengua húmeda se volvió devoto a su piel blanca; dio un respingo cuando un líquido tibio salió con un poco más fuerza en la punta del glande. Lo saboreó con gusto y se lo tragó para cubrir completamente el pene de Katsuki; el alfa gimoteo descaradamente al sentir tal calor, presión y humedad demente en su piel íntima. La garganta de Izuku se contrajo en su glande.
Ambos sintieron el frenesí.
Izuku extasiado, y no satisfecho con su maravilloso cuerpo chupó y lamió como una bestia hambrienta, deslizándose nuevamente hasta la piel de sus testículos, asegurándose que era una zona bastante sensible. Estaba tan excitado con hacerlo que no se dio cuenta de la humedad que se escurría desde su propia entrada, sin ser tocado ya estaba en el límite de su propia cordura física. Katsuki con cada succión húmeda de sus labios rosados no podía más; se volvería loco si no hacía algo, si no le hacía algo y controlaba luego la situación. Y de la nada el pequeño Omega le proporcionó una leve mordida en la piel de tronco. No pudo soportarlo más; apretó con fuerza sus brazos tratando de extenderlos para así romper el cinturón de cuero, no fue difícil. En un movimiento lleno de energía el cinturón se destrozó en sus muñecas. Rápidamente se enderezó en la cama y se quitó la venda para verlo.
Quedó completamente boquiabierto con la imagen.
Perdió la cabeza al verlo tan deseable lamiendo sin decoro su intimidad, había soñado con verlo de esa manera tan poco delicada. É incluso él podía convertir una acción caliente en una obra de arte; con sus ojos verdes perfectamente nublados por el placer, observándolo. Con su delgada mano apretando la base de su pene y con su boca... Sus delgados labios brillantes y húmedos por culpa del líquido blanco mezclado perfectamente con su saliva. Apoyó suavemente su mano alrededor de la cabeza y lo ayudó a seguir el ritmo errante, su estómago se contrajo y sintió los espasmos en sus extrañas. Izuku dejo caer unas lágrimas mientras la mano lo acunaba, era fuerte y en un movimiento firme se ahogó alrededor del glande, el alfa lo alejó para que pudiera recobrar la respiración. Katsuki se volvió un demente al verlo de esa manera tan sucia y no lo soporto más. Tomó entre sus manos el rostro pecoso y lo besó. Agrio y salado, en sus lenguas que hormigueaban con las sensaciones que explotaban como granadas en sus interiores.
—No te ordené que te soltaras—susurró Izuku con la voz raspada mientras se enderezada para sentarse en su regazo; el alfa lo recibió observando su cuerpo con detención para acariciar su espalda baja.
—Yo soy un esclavo hereje, deberías saberlo—sonrió y tomó con fuerza su boca y lo besó, mordiendo sus labios y deleitándose con las pequeñas quejas que Izuku soltaba al hacerlo un poco más rudo de lo normal.
No quería esperar más.
Deslizó sus dedos con lentitud hasta acabar debajo de la tela del boxer verde oscuro que Izuku usaba, tanteó con confianza y penetró sutilmente con dos dedos su húmeda entrada mientras veía su rostro retorcerse en una mueca llena de nerviosismo; sus pecas lentamente se movían a la par de sus gemidos y no podía sentirse más superior al saber que podía llevarlo un poco más allá del límite. Hundió sin preámbulos su rostro enrojecido en el cuello y mordió el hueso de su clavícula con fuerza, las manos del pequeño Omega jalaron su cabello rubio con avidez. Una mueca de dolor enajenado acompañó una débil línea de sangre que caía sin permiso por el pecho pecoso. Katsuki la tomó entre sus labios y la saboreó mientras seguía moviendo sus dedos, Izuku se aferró al sentir como los dedos de su alfa lo tocaban sin piedad. Cerró los ojos mientras la sensación corrosiva consumía todo su cuerpo.
El líquido blanco manchó ambos estómagos, Katsuki empujó a Izuku en la cama y abrió sus piernas para ver cómo aún sentía la electricidad del maravilloso orgasmo en su cuerpo, luego con su dedo índice quitó unos excesos del mismo líquido tibio del estómago del pequeño; justo encima de su tatuaje de cerezos. Con una sonrisa llena de victoria mordió cada flor sin dejar realmente una marca, Izuku se movía en la cama con fervor arrugando las telas y gimiendo leves afirmaciones de placer positivas; era un espectáculo celestial y que tenía un toque caliente digno de la misma naturaleza carnal. Lo necesitaba en ese mismo momento, penetrar su cuerpo y sentirlo desde su húmedo interior libidinoso.
Corrompiendo su alma, desde adentro hacia afuera.
—Hazlo Kacchan, no limites tus deseos y úsame para satisfacer tu voluntad, no seas suave conmigo—como si leyera su mente Izuku alcanzó a tocar su mano derecha, apretando su piel y dándole el permiso de corromper con placer una vez más su sensual cuerpo.
Katsuki frunció el ceño con cariño y tomó con fuerza sus muslos, apretando la carne. Ajustando sus cuerpos y palpando en demasía su piel blanca y pecosa. En el momento en que ambos se tocaron el alfa lo reconoció como la máxima belleza que hubiera visto en su vida, con sus movimientos poco delicados obtenía una imagen casi épica para él; con el corazón golpeteando su pecho se introdujo en el interior de su amante con amor y firmeza. Ambos marcaron un vaivén lento y profundo, escarbando las sábanas con pasión y compartiendo sus cálidos alientos. Las sombras que se formaban cada vez que un relámpago se presentaba en el cielo demostraban esa pasión, oculta en aquellas manos que se movían escurridizas por la espalda tatuada con las enormes alas negras y luego por la pantera que parecía cobrar vida ante sus ojos verdes... Katsuki en toda su extensión era un hombre ardiente.
Y se sentía afortunado de tener tal bestia hambrienta haciéndole con tal intensidad el amor.
Porque realmente así se sentía; de una forma tan diferente y a la vez tan familiar que no sabría cómo describir los toques que sus dedos expertos le entregaban en cada contacto húmedo. Probablemente en algún momento de la noche se perdió en las gotas de sudor que caían a su cuerpo, quizás en sus ojos rojos llenos de lujuria oscura o en su voz ronca que no paraba de llamarlo por su nombre, lleno de placer, y ni hablar cuando mordió sin piedad cada parte de su cuerpo, aprovechándose de aquella debilidad al dolor que sentía a su lado. Y totalmente fuera de toda sensación carnal, Izuku sintió que de alguna forma Katsuki esa noche lo amo con todas sus fuerzas.
Recorriendo su piel con ardor amoroso y bestial.
(...)
"Es un asesino, no confíes en él. Es igual a su padre, son unos traidores y cuando menos te los esperes él te dará la puñalada por la espalda, rompiéndote el corazón en mil pedazos." Katsuki aún no se podía quitar de la cabeza los dichos de su madre, entendía perfectamente que estaba pasando por un momento muy delicado —él mismo se sentía mal por su hermano, y que debía tenerle paciencia por encima de todo concepto—, pero llamar a su Omega de esa forma solamente por estar levemente vinculado a algo que era obra de Tomura lo enfermaba; odiaba cada mirada que le entregaban los demás a su alrededor con respecto a Izuku. Nadie debía opinar sobre su relación, ellos tenía un secreto que era fatigoso de asimilar y pensar que los demás llegarán a saberlo y entenderlo era de difícil de esperar; por eso nadie podía saberlo. Sí, le dolió, aún así, tenía que seguir adelante contra todo; su pequeña razón para hacerlo lo necesitaba más que nunca.
Suspiró y se acurrucó contra el cálido cuerpo de su Omega, la lluvia y los truenos no habían cesado desde hace horas; escuchar las gotas golpeando la ventana mientras se rompía el silencio con los truenos y la luz de los relámpagos en las ventanas era tranquilizante para su cuerpo, igual que aquella dulce y bienvenida fragancia a cerezos que sabía muy bien cómo calmar su instinto de alfa. Su Izuku... Era algo innegable, no podía estar sin él y no le molestaba; sin duda será divertido caminar a su lado por el resto de sus días y ver cómo sus ojos verdes se iluminan por cosas simples... Incluso lo "simple" con él era extraordinario.
Acarició con cariño sus alborotados cabellos verdes y beso con sutileza sus delgados labios secos; su cuerpo desnudo era menudo, aunque, tenía un buen tono muscular, el chico era atractivo y dulce a la vez... Era su chico. Y ahí lo tenía, entre sus brazos en los confines de su pequeño departamento. Seguro de todo el jodido mundo. Como debió ser desde un principio en Egipto.
—Kacchan... ¿No tienes sueño?—parpadeó y notó como Izuku buscaba su calor aún con los ojos cerrados y con la somnolencia limitando sus movimientos; era tierno de contemplar a la luz de los relámpagos.
—Sí, tengo sueño así que cierra la boca—susurró suavemente y lo atrapó con más posesividad entre sus brazos; por primera vez en años se sentía realmente feliz de tener una persona capaz de soportar todo su mal genio y cada falencia que su asquerosa personalidad poseía.
—Bueno, entonces buenas noches Kacchan—finalizó con torpeza, Izuku uso el pecho de Katsuki como almohada y cerró los labios para seguir con su descanso nocturno.
—Buenas noches Izuku—musitó, luego besó sus cabellos y cerró sus ojos rojos para dejar que el cansancio ocupará su cuerpo en esa tormentosa noche.
(...)
El gimnasio en donde Katsuki entrenaba cada día después de su desayuno era de categoría deportiva profesional, sus implementos especialmente hechos para ser funcionales en el área de artes marciales mixtas habían sido traídos directamente desde el extranjero, específicamente desde la fría Rusia. Estaba ubicado en Minato y era accesible a la vista de cualquiera, aunque muy pocas personas sabían de su existencia técnica. Usualmente Kirishima venía con su entrenador personal y eso era en temporada alta, cuando no tenía tantos problemas personales encima. Y ahora estaba tan ocupado que parecía no tener tiempo para ejercitar su cuerpo, Katsuki había recibido esa mañana varios mensajes de él algo desesperantes que carecían de sentido. No le prestó más atención de la necesaria e ignoró el mensaje. De hecho Katsuki era un asco como amigo, con las únicas personas que se portaba "bien" era con Izuku y Aizawa.
Poco después y con toda la calma del mundo, se bañó con su Omega pero le costó hacerlo; Izuku vomitó bilis por más de quince minutos en el escusado. Katsuki realmente estaba preocupado por él, nunca lo había visto así. Él le aseguró que era normal, era uno de los efectos secundarios de las pastillas del doctor Yagi Toshinori. Al finalizar la rutina de limpieza desayuno con él unas ricas tostadas francesas, extrañamente Izuku tenía ganas de comer algo dulce y Katsuki no se hizo esperar; le dio en el gusto.
Volver a ciudad fue un poco más difícil de lo que realmente había planeado el luchador profesional, debía llegar lo más discretamente posible al gimnasio para no llamar la atención de la prensa deportiva, aunque eso no era lo que más le preocupaba. Llevaba a Izuku con él por tres simples razones, la más importante era que el mismo pequeño le había pedido con ahínco acompañarlo para "verlo entrenar y conocer un poco más de su mundo". Parecía desesperado por estar cerca de su alfa, incluso más de lo común. Katsuki tenía dudas sobre sus náuseas matinales, lamentablemente no podía pensar demasiado en ello. Tenía una confrontación que ganar y Aizawa no parecía muy contento con la visita del Omega en el gimnasio.
—¿Por qué lo trajiste aquí Katsuki? Solamente te distraerá—preguntó y cuestionó Aizawa al notar al pequeño Omega vistiendo un traje deportivo excesivamente grande para su cuerpo, seguramente el traje era de Katsuki; el chico apestaba al luchador con un descaro que era evidente hasta para un ciego—. Además, el gimnasio no es un lugar para traer parejas, tienes la pelea con Dabi en menos de dos semana. Debes enfocarte, y dudó mucho que con él aquí puedas hacer un sparring decente.
Katsuki chasqueo la lengua con desaprobación.
—Aizawa no puedo dejarlo solo, su madre está en Chiba y sus amigos son unos inútiles. No sé dónde se metió Shinso y realmente me molesta dejarlo por ahí—el beta observó con enojo al alfa, podía ver claramente en sus ojos rojos la súplica. Le molestaba porque no se podía negar, para él Katsuki era como un hijo. Uno que nunca podría tener al lado de Yagi.
—Esta bien, que se quede. Pero que no toque nada. Si quiere hacer algo, que sea en un lugar que no provoque ningún desorden, ¿me oíste?—el alfa asintió como un niño pequeño y fue en dirección de su Omega. Se veían bien juntos, hacían una pareja "perfecta". Si no fuera por los medios y todos los obstáculos que tendrían de ahora en adelante podrían llamarse normales, ellos no lo eran. El chico era él ex prometido de su fallecido hermano y Katsuki... Bueno, él era un hombre explosivo que tenía poca paciencia con todo el mundo.
Sin duda era difícil y Aizawa les deseaba mucha suerte; algo le decía muy claramente que más adelante en verdad la necesitarían. Porque quizá las acciones del destino son curiosas y a la vez muy crueles, y con unos pequeños y tiernos errores podría cambiar su tranquilidad para mejor o lamentablemente para peor.
Solamente el destino lo sabía.
ו••×
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