|Capítulo XVI: Sálvame|
Corrió porque era lo único que podía hacer en ese momento; sentir como su interior era arrastrado por la enorme necesidad de búsqueda lo mantenía con cordura, había luchado contra grandes y ahora entendía a la perfección el concepto no te rindas nunca ante tus enemigos.
ו••×
Era un bebé extraño, según los doctores tenía una anomalía en su sistema molecular que no le permitiría vivir más allá de los cinco años. La noticia era desalentadora para ambos, pero Mitsuki y Masaru nunca se rindieron con la vida de su pequeño hijo, no hubo día en que no tratarán de darle todo lo que alguna vez intentó de alcanzar con sus pequeñas manos; y a base de exámenes y operaciones invasivas le alargaron su tiempo estimado de vida. Sin embargo, cometieron un pequeño error con el pequeño Yuichiro, al darle todo lo que deseaba crearon un ser ambicioso que vio como amenaza todo aquello que lo alejaba de su objetivo principal. Y cuando superó la edad estimada, creyeron que se había sanado de su enfermedad molecular. No fue así, de alguna forma se camufló entre los demás ocultando su falta de fuerza física y olfato. Había superado sus limitaciones físicas, lamentablemente las mentales no... Y, a los siete años el mayor de los Bakugō vió su primera amenaza impuesta por la presión social; su pequeño y perfecto hermano, Katsuki.
Aquel niño que parecía brillar con luz propia y que no obedecía con el estereotipo correcto de alfa educado en sociedad acomodada; él era todo lo contrario. El pequeño muchacho de cabellos rubios y puntiagudos era violento, fuerte, sanguinario en ocasiones y usualmente llamado como una bestia noble por las personas que tenían el placer de conocerle. Yuichiro aún recordaba la primera vez que vio su rostro en el pecho de su madre, los ojos rojos de su hermano le parecieron hermosos y la forma en que solía extender sus pequeños y regordetes brazos para alcanzar un abrazo era adorable, juro desde muy temprano cuidarlo, pero el comentario de un sirviente malintencionado fue el inicio de todo su camino hacia la autodestrucción propia.
"El hijo menor es mucho más fuerte que el hijo mayor, incluso desde la cuna se puede ver con claridad. El amo Katsuki en un futuro definitivamente le ganará en todo ámbito al amo Yuichiro."
Y desde ahí decidió que quería ganarle al pequeño Katsuki y demostrarle a todos que podía más que su dotado hermano menor; no calculó la pérdida y el dolor que provocó con su deseo egoísta. Una mentira a sus oídos y ya había quebrado toda su vida sin saberlo, y de haberse propuesto la libertad honesta desde un inicio... Él sin duda hubiera sido más grande y fuerte que el gran Katsuki Bakugō.
(...)
El dolor en su hombro era abrumador; lentamente corriendo por sus venas hasta terminar tomando poder de su mano, infectando con dolencias todo a su paso. Profundamente en su estructura interna sentía que el oxígeno huía sin volver a introducirse en sus pulmones, correr en esas condiciones era uno de los peores dolores que había sentido a lo largo de sus veinticinco años y sabía la razón con claridad; Izuku estaba gravemente herido y no podía dudar ningún segundo ya que su vida corría peligro, ¿cómo lo sabía? Simplemente lo sentía, arraigado en la superficie de su agitado corazón.
Fue a su motocicleta MV Agusta, una hermosa Italiana negra, y aceleró lo más que pudo en diez segundos. Su cabeza dentro del casco era una mezcla muy difusa de visiones extrañas ajenas a su realidad como por ejemplo: Una hermosa dama vestida de seda blanca en las arenas de un palacio de piedra que lloraba su muerte llamándolo Khaleb; luego un hombre de cabellos verdes que asustado y en contra de su voluntad, se había convertido en un soldado romano, listo para clavar con dolor su espada en el corazón de su amante hereje; después, entre cerezos japoneses, la vestimenta azul de un samurái teñida de rojo sangriento por culpa del suicidio al saber el destino cruel de su amado; pintores apasionados de la antigua Grecia que se amaban en secreto y que murieron en la virtud de su juventud por envenenamiento de los enemigos; vikingos salvajes en una enorme barca dándose un placer que no era visto como un sentimiento apropiado por los demás, murieron injustamente quemados; en la vieja Rusia con la vestimenta de los zares e inviernos llenos de blanco que contaminaron la nieve con sangre inocente; Inglaterra y el corto reinado de un príncipe que se enamoró de su enemigo en plena guerra; las injustas cruzadas siendo víctimas de ellas con toda la sangre que llenó de odio el corazón de ambos al morir en la cumbre de su amor; y por último: una flecha en el corazón, justamente en frente de un gigantesco árbol de cerezos.
Muchos nombres que se fueron con el viento, Khaleb y Irenice (Egipto), Altair y Ezio (Roma), Gogo y Yamikumo (Antiguo Japón), Damon y Demetrios (Grecia), Viggo y Jensen (Scandinavia), Alik y Yerik (Rusia), Keith y Isaac (Inglaterra), Kay y Lewis (Prusia), Patrick y Gabriel (Europa)... Y al final del camino estaban ellos dos, Katsuki y Izuku. Tantas vidas en que sufrieron la persecución enemiga, en que sus pieles fueron viejas amigas del tacto fuerte y amoroso, en donde la oscuridad de una noche siempre ayudaba a guardar el secreto que tanto anhelaron ocultar; y que por más de tres mil años había perdurado hasta hoy, en su última vida antes de la pérdida total de oportunidades para ser finalmente felices. Y a Katsuki le dolía porque sabía que el pequeño era fuerte y a la vez débil, como un pétalo de cerezo cayendo de su flor por las brisas, lentamente descendiendo de la vida que le pertenecía por orden natural.
El alfa a cada segundo percibía más débil el lazo.
—¡¡¡No te atrevas a dejarme solo, maldito Deku!!!—gritó Katsuki al rebasar el límite de velocidad. Todo estaba difuso para su vista, aún así había algo muy claro en su mente; la sonrisa que Izuku le entregó el día después de esa noche en el hotel termal, esa hermosa línea ascendente lo hizo creyente de algo que nunca pensó sentir.
El querer y desear una vida al lado de una persona especial.
En cosa de minutos llegó a la florería Midori no Hana, estaba dispuesto a buscar a Izuku. Algo lo detuvo, cerca de ahí sintió un fuerte olor a sangre que podía reconocer perfectamente aunque estuviera ciego, plasmado por lo que creía ser fue hasta la fuente y encontró a su hermano en el suelo; apoyado en una pared con las manos presionando dos heridas en la base de su abdomen, la sangre salía muy rápidamente. Actuando por instinto más que por querer, fue hasta él y trató de hacer algo por su vida, lo detuvo la delgada y fría mano de su hermano.
—Detente Katsuki, no lo intentes. Es completamente inútil—unas pequeñas lágrimas cayeron por las mejillas de Yuichiro, su expresión era de un dolor y arrepentimiento profundo; casi evidenciando completamente lo que había provocado—, yo realmente no lo sabía, él me mintió durante tanto tiempo y yo le creí...
—¿De qué mierda hablas?—le interrumpió, sin embargo él continuó hablando y dejando caer una que otra gota de sangre por sus labios al tratar de respirar.
—Tomura, él me dijo que Hisashi Midoriya había envenenado a papá por venganza antes de entrar al octágono. Solamente para quedarse con mamá y yo le creí por las cartas que encontré de ella en su oficina en la mansión, todas para Hisashi Midoriya, al final no eran de ella. Por eso lo apoye en todo, su odio hacia Izuku se volvió mío sin saber que todo era una vil mentira para manipularme. Hace poco me confesó que me había engañado todo este tiempo, él asesinó a papá y simplemente me acabó ahora porque cancele el matrimonio con Izuku—gimoteo, una sonrisa dolorosa se dibujó en su rostro—. Más de la mitad de mi puta vida apoye a un asesino por ser un jodido defectuoso pero tú, tú puedes con él, yo lo sé—los ojos de Yuichiro comenzaron a mirar un punto inexacto del lugar y su voz comenzó a desvanecerse con el transcurso de las palabras—. Siempre fuiste el mejor y papá lo sabía, yo quería la empresa para mí porque creí que era lo correcto, sin embargo nunca me di cuenta en el monstruo que me convertí para conseguirlo, siempre te tuve envidia por ser el hijo favorito y perfecto de papá y mamá. Ahora todo está perdido. No aún no, debes ir y debes luchar por él... Él te quiere mucho.
—¿Qué mierda estás escupiendo Yuichiro? Muévete en este puto instante debemos ir a un hospital para tratar esa herida, no me jodas ahora con esto—el alfa de cabellos castaños le entregó un papel a Katsuki y negó sutilmente con su cabeza, la pared era incómoda y la sensación del dolor se cernía de la misma forma que la sangre en el suelo húmedo, lamentablemente se podía ver la muerte apoderándose con claridad de su cuerpo.
—Vete, él no dudará en asesinarlo, debes salvar a Izuku o será demasiado tarde para ustedes dos—Katsuki se puso de pie, apretujo el papel en sus manos y maldijo por lo bajo, ¿qué debía hacer ahora?—, sólo espero que ellos me perdonen, porque sé que de los demás no recibiré el perdón pero de ellos...—Katsuki vio las heridas de su hermano y luego el papel ensangrentado; era una dirección y no era muy lejana a la oficina de los Bakugō. Yuichiro tosió sangre y una lágrima efusiva se deslizó hasta su cuello, formando un camino brillante.
—¿Qué te perdone quién, Yuichiro?—él levantó la vista y ambos se observaron por una última vez, el mayor de los Bakugō esbozó una sonrisa sutil y se la dedico con amor a Katsuki, como la primera vez que lo vio en los brazos de su madre, con un sentimiento puro y sincero. Y, cuando obtuvo toda su atención susurró con suavidad sus últimas palabras.
—Papá y mamá.
Katsuki vio como la última respiración abandonaba el cuerpo de su hermano mayor, fue inevitable y soltó unas lágrimas al verlo decir aquellas palabras, Mina había obtenido información falsa. Yuichiro solo había sido una víctima más de él. Apretó sus ojos y comenzó a caminar cuando vio los paramédicos llegar al lado de su hermano, la lluvia era a cada segundo más fuerte y la sensación de que debía luchar era más grande que antes, el imbécil de Tomura Shigaraki debía pagar por todo lo que le había hecho a su vida.
Se aseguraría perfectamente de ello.
Llegó a la entrada de la florería Midori no Hana como si fuera la primera vez ahí, el lugar olía a sangre y podía percibir el sutil aroma triste a cerezos. «Izuku...»pensó al ver unas rosas blancas desparramadas en la barra de atención al cliente, él las había tocado, lo sentía. Un poco antes de la barra de atención estaba Hitoshi, siendo arduamente atendido en el suelo por unos paramédicos mientras una mujer de quizás unos cuarenta años lo veía con preocupación. Su cabello era extremadamente largo y azul, su figura no evidenciaba la edad que poseía y las marcas de expresión típicas de la adultez estaban ausentes en su rostro, pero su anillo dorado... Ese pequeño artilugio reveló la verdad, era una mujer casada. En sus ojos se podía ver un ligero brillo fuera de lo normal al verlo a él, Katsuki sabía que ese brillo no era por una preocupación simple hacía un empleado; iba más allá de una mirada y un sentimiento. Ellos eran más que solo desconocidos, el luchador prefería no intervenir su momento.
—¡Katsuki!—alcanzó a gritar Hitoshi mientras los paramédicos terminaban con sus procedimientos. No había tenido la oportunidad de verlo porque le preocupaba más Nejire. El luchador lo observó por unos segundos—. Lo siento es mi culpa, yo debí de hacerlo algo más...
—Te puedo pedir un favor ojeroso—lo interrumpió antes de escuchar el típico discurso de disculpa, ya no podía soportar esas palabras. El guardia personal asintió con preocupación—. Después de que te hagan las curaciones correspondientes y puedas caminar, ¿puedes ir a cuidar a mi vieja?
—¿La señora Mitsuki?—Katsuki asintió—. Claro, pero...—Hitoshi iba preguntar por las razones, sin embargo, el luchador se fue de la florería en menos de un minuto al escuchar su respuesta afirmativa. Nejire al ver las vendas en su lugar se acercó al lado de Hitoshi y tocó sutilmente su traje mientras apretaba una mueca en sus delicados labios.
—No hagas algo temerario por favor. Hitoshi, puedo soportar la frialdad de mi esposo, no puedo permitirme perder a mi mejor amigo—las palabras condenatorias, según Shinso.
Haberla conocido hace semanas y haber convivido con ella de forma amistosa todos los días desde que comenzó a trabajar con Izuku era una verdadera condena y tortura para el guardia personal, ver todos los días a su destinada con familia y esposo era desalentador y doloroso. Lo peor de todo era que su marca en el cuello lo obligaba a dar un paso al lado y no intervenir de forma amorosa. Sin embargo, eso no evitaba querer cuidarla de todos los males que podrían dañarla y hacerla feliz con cosas pequeñas... Sólo siendo amigos que toman una infusión de jazmín en las tardes agradables.
—Tranquila Nejire, soy fuerte y los alfas tenemos un metabolismo muy diferente a los Omegas. Además, la señora Bakugō no es una mujer débil—la curiosidad pico a la Omega, ella era un persona con genuina curiosidad por las cosas y a veces eso la volvía un poco tajante e invasiva con sus preguntas... Pero no era una persona con malas intenciones, Shinso ya se había acostumbrado a su forma, o eso creía.
—¿Quién es la señora Bakugō?—la primera pregunta, mas no la última por parte de ella; iba ser un día muy largo para el guardia personal.
(...)
Tenía la dirección gracias a su hermano, era una antigua fábrica de azúcar ubicada muy cerca de la empresa Bakugō, lo curioso del lugar era que no se había visto actividad laboral desde hace poco más de diecinueve años y aún así el gobierno japonés no había hecho nada para ocupar el terreno en algo más constructivo, muy sospechoso. Su Izuku estaba ahí y necesitaba ayuda, era un presentimiento muy fuerte que lo afirmaba, aunque sabía que no estaba solo el maldito Tomura; con confianza tomó su celular y llamó a la primera persona que sabía que no dudaría ningún segundo en ayudarlo, Shoto Todoroki.
—Katsuki, ¿qué ocurre?—su voz estaba cansada y a lo lejos se podía oír la voz de Mina hablándole sobre algo. Le jodía molestarlo, pero era lo único que se le ocurría en ese momento, Kirishima no lo ayudaría. Tenía problemas con Denki y parecían graves; la última vez que habló con él estaba en una consulta médica de ginecología.
—Me jode hacer esto, pero necesito un favor; Izuku está en problemas gordos y sé dónde está. Tiene que ser algo corto y preciso, como un "encargo". Asumo que sabes a lo que me refiero—el alfa rubio y el alfa bicolor tenían tantas vivencias juntos que simplemente podían confiar mutuamente en el otro; incluso hace algunos años, cuando Shoto estaba en una especie de revolución contra su padre por culpa de su madre, Katsuki lo ayudó a entrar en razón. Y ni hablar cuando el alcohol se volvió una segunda opción para Todoroki cuando Mina lo dejo, siempre fueron muy buenos amigos y estuvieron ahí para el otro; está vez no era un excepción.
—Entiendo, ¿dónde estás?—Katsuki sintió un tirón en su pecho al tratar de hablar, aún no era tarde, aún así, el pequeño estaba muy débil; lo podía sentir perfectamente a través del lazo que compartían.
—Afuera de la empresa Bakugō—alcanzó a decir, Katsuki apretó la ropa encima de su pecho, el dolor se estaba extendiendo por sus brazos, era insoportable.
—Bien—Shoto fue hasta su habitación, ahora con Mina estaban en una relación de "convivencia mutua sin ser nada pero con mucho sexo" algo cómodo para ella, aunque no tanto para él—. Estaré ahí en veinte minutos.
Ambos cortaron la llamada, Katsuki se quedó esperando afuera de la empresa que ahora le pertenecía por orden familiar. Shoto por su parte sacó un maletín de debajo de su cama, en el interior habían máscaras de gas, bombas lacrimógenas, unas cuantas armas con silenciadores, entre otras cosas; un regalo de su paso por el ejército. La chica de cabellos rosa se acercó a su amante con cariño, abrazando su espalda desnuda con suavidad, él se dio media vuelta para recibirla en sus acogedores brazos y le besó la frente con cariño. Ambos tenían un lenguaje personal en donde nada parecía perturbar su ambiente amoroso, ni siquiera un montón de armamento profesional. Pero, aún así ella seguía estando reacia a compartir la relación con los demás, a él le dolía, aunque también bastaba con amarla cada noche.
—¿Qué harás ahora, pequeño Todoroki?—él la soltó y sacó una Parabellum beretta 92 de nueve milímetros de la maleta, ella observó el arma con simpleza, estaría impresionada de no ser porque había visto tanto en su vida que ya nada realmente la sorprendía, después de la información de la familia de Bakugō, nada era igual.
—Ayudaré a Katsuki con un pequeño encargo, creo que es algo pequeño considerando que solamente me llamó a mi—dejó el arma en la cama y fue hasta el armario para ponerse ropa, ella hizo lo mismo.
—Esta bien, cuídate. Ahora yo tengo que ir al centro de Tokio, alguien tiene unos cuantos problemas con una empresa. Su jefe murió hace unos minutos y quieren hacer un cambio de mando lo antes posible. Dile a Katsuki que no se meta en problemas o le saldrá muy caro...—cuando Mina hablaba de su trabajo, todo era color de rosas para Shoto, ella era tan extraña y adecuada para su vida que habían ocasión en que solía imaginar una familia junto a ella.
Algo que no estaba lejos de cumplirse gracias al destino.
ו••×
Dolía demasiado, como si la piel de su hombro quisiera huir de su cuerpo y las terminaciones nerviosas cercanas a él llorarán con agonía por ello, era un calvario que no podía gritar porque su boca estaba sellada a voluntad de su captor, probablemente estaba drogado. Y gracias a eso no podía moverse con libertad, y no es como si pudiera hacerlo tampoco, su cuerpo flotaba desde una viga en lo alto de un lugar muy oscuro y sus manos estaban atadas con cadenas frías, dolientes y rígidas. El penetrante e insoportable olor a óxido lo hicieron pensar en un muelle aunque no estaba el sonido del mar chocando contra algo en la distancia. Solamente un silencio que lo volvía nervioso.
Sintió un ruido ensordecedor, era una puerta chirriante que necesitaba unos cuantos litros de aceite. Luego, de ahí salió con calma la figura elegante de Tomura, estaba acercándose hasta él. Su sola presencia lo aterró, su miedo era más pánico por lo que él podía hacer, no tenía escrúpulos y parecía feliz con su cautiverio. Lo veía como un animal exótico, como algo que no podía nadie tocar y que él presumía hacerlo cada vez que se le antojaba. A poco metros el alfa de cabellos celestes sonrió al verlo tan asustado y le pidió a uno de sus ayudantes que le lanzará un balde de agua fría, la fuerza ejercida por el hombre al lanzar el líquido gélido despertó cada terminación nerviosa en su cuerpo, abrió sus labios para expulsar un gritó ahogado y lleno de dolor.
—Es alucinante. La hermosa y hereje princesa de Egipto siendo sometida por un simple miembro del sacerdocio del faraón, ¿qué se siente estar atada por un hombre que rechazaste hace más de tres mil años?—Izuku tosió para luego responder con dolor.
—No sé a lo que te refieres, apenas te conozco—Tomura comenzó a reírse de manera exagerada, incluso su risa parecía alejada de la decencia en una persona normal, ¿ese hombre podía llamarse normal? Definitivamente no. Unos momentos después se detuvo al ver la expresión extrañada de Izuku.
—¡¡¡Me refiero hace años cuando eras mi Irenice y volviste del desierto con ese mugroso Medjay!!!—Tomura se acercó a Izuku y comenzó a gritarle con todas las fuerzas que su estómago podía soportar—. ¡¡¡El faraón me prometió tu mano en matrimonio pero esa noche, cuando perdiste tu bella pureza con ese simple esclavo me dí cuenta que siempre serías una perra fácil y que lo mejor era atarte a mi de una forma más perpetua, completamente eterna!!!—la respiración de ambos era errática, una por temor y la otra por ira—. ¡En un principio quería dañarlo a él para que sufriera el ardor de los infiernos, no era suficiente, así que finalmente preferí atarte a mi!
—¿A qué te refieres?—Tomura se acercó hasta el pequeño de cabellos verdes y rizados, observó su rostro asustado y le acarició unos cabellos que caían con torpeza por su frente, amaba sus maravillosas hebras hasta el punto en que deseo poseerlas entre sus dedos cada día de su miserable vida y quizás a lo largo de todas la existente en el pasado.
Izuku, por su parte, odiaba cada maldito segundo en que Tomura lo veía como si le perteneciera, la sensación era similar a la de un día soleado opacado por un frío terrible. Y la gelidez del agua en sus ropajes y la herida de la bala mal tratada lo tenían vagando entre la inconsciencia y la consciencia; era difícil mantenerse bien cuando sentía a cada segundo más temor y frío. Lo único que necesitaba era a él, quería verlo y abrazarlo... «¿Dónde estás Kacchan? Ven por mí, tengo mucho miedo»pensó mientras Tomura parecía más enfocado en sus palabras.
—Querido y estúpido Izuku, todas las vidas que viviste y olvidaste al lado de Katsuki se esfumaron porque amarre tu alma a la mía de forma permanente, no hay forma de acabar con esto, excepto que tú acabes con mi vida de la misma forma en que yo lo hice hace tres mil años en Tebas—Tomura se acercó a él y con su dedo índice recorrió su cuello, haciendo énfasis en la marca que fue ignorada, luego de presionar y finalmente formar una línea recta horizontal en la piel—. Debes degollarme, esa es la única forma de acabar con toda tu mala suerte. De no ser así, nunca serás feliz con él; los fantasmas del pasado irán tras de ti y te harán sufrir hasta la locura, aunque no te preocupes. Antes de que lo intentes yo acabaré con tu miserable y predecible vida.
Tomura se alejó lo suficientemente para tomar prestado un cuchillo de sus ayudantes, Izuku comenzó a sentir la desesperación del momento. La hoja brillante de la afilada arma lo tenían distraído, realmente deseaba tener esa fuerza abrumadora para tratar de hacer algo en contra y no caer tan plenamente en la muerte que el alfa de cabellos celestes podía darle. Y a menos de dos metros, cuando vio la diversión en los ojos de Tomura, cerró los suyos y gritó para sus adentros: «Ayúdame Kacchan.»
Y como una súplica escuchada por los dioses de su pasado, la puerta del lugar se abrió de golpe, una sola patada y el silencio sepulcral se vio perturbado por él, por su querido alfa.
—Alto ahí hijo de tu puta madre—Katsuki apuntó a Tomura con un arma, en sus ojos había una determinación admirable y llena de ira—. No me lo quitarás esta vez.
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