|Capítulo XI: Comportamiento Imprudente|
Su adorable cuerpo de hombre, cada curva delineada con sus ojos rojos y cada sentimiento que fluía con enormidad en su intimidad lo hacía sentirse un animal sediento de placer, quería hacerlo suyo y corromper lentamente su inocente vergüenza... Aquella que lo hacía caer aún más.
ו••×
—¡¿Dónde está el muy idiota!? Lo mataré con mis propias manos, haré pedazos su cara de niño rico—Mina entró al hotel termal hecha una furia, Shoto la observaba con una cara neutral mientras registraba a ambos en una habitación compartida; en el fondo esperaba que ella siguiera manteniendo esa abrasadora energía... Quizás la haría gastarla más tarde, después de todo aún tenía unas enorme ganas de hacerla enojar.
Fue tanto lo que Mina insistió, amenazando con demandar a medio mundo, que la encargada de la inscripciones le dio la ubicación exacta de Katsuki y Izuku. La abogada no esperó a Shoto y fue tras el chico rubio; en un principio supuestamente Aizawa la llevaría a Chiba, no fue así. Se sorprendió cuando salió de su trabajo y un automóvil negro la estaba esperando para ir a un helipuerto. Todo bajo la excusa de viajar más rápido a la prefectura, debió darse cuenta que era el hijo de su ex jefe, y es que estaba más preocupada de los papeles y el plan de Katsuki, vaya error de un novato. Abrió el fusuma con fuerza y ahí encontró al luchador, coqueteando y abrazando a un chico de cabellos verdes, asumió que era Izuku Midoriya por la descripción física. Se hubiera presentado, esta ocasión le ganó más su ímpetu devastador.
—Aquí estás pequeña mierda—se acercó de forma amenazante hasta él, como si pudiera expulsar ácido de sus palabras—. Lo sabías, ¿verdad rubia oxigenada?
Izuku se sobresaltó por el tono agresivo de la chica, Katsuki, en cambio, tenía una sonrisa dibujaba en su rostro. Ni se inmutó al verla tan cerca.
—Oh, mapache rosado, disfrutaste volverlo a ver, el bastardo insistió en traerte—Mina ahora quería asesinar a Shoto, ¿por qué seguir insistiendo después de una ruptura tan dramáticamente estúpida hace dos años? Pensó que solamente un idiota masoquista como él lo haría tan difícil. La abogada se calmó respiró y contó hasta diez; observó a Midoriya y luego a Katsuki, el alfa lo entendió inmediatamente—. Él es Izuku, el hijo de Hisashi.
—Es un gusto conocerte Izuku Midoriya, mi nombre es Mina Ashido—le tendió la mano con energía y le sonrió con alegría e Izuku le devolvió el gesto con la misma ganas.
—Hay un ligero cambio de planes, él quiere ser parte de todo—la Omega de cabellos rizados sonrió ampliamente al escuchar las palabras de Katsuki. Después de saber sobre Tomura y Yuichiro, todo se había vuelto muy personal. Ella tomó su maletín y observó con determinación a Izuku.
—Muy bien, esto hace las cosas aún más fáciles para todos. Necesitaré algo muy importante de ti Midoriya, ¿puedo confiar en que harás exactamente todo lo que yo te diga?—Izuku observó a Mina y a Katsuki, percibía un extraño poder al estar a su lado; sentía que podía hacer todo lo que se proponía.
Asintió y las tres sonrisas marcadas en sus rostros marcaron el ambiente, era hora de trazar el plan.
(...)
Salió de la habitación con una tarjeta de acceso a una bañera privada en las manos y fue hasta la recepción del hotel termal; todos los clientes en el lugar sonreían y parecían tan relajados en sus kimonos blancos que era contagioso. Lamentablemente Izuku no se sentía de esa manera, tan feliz. Después de hablar y trazar el plan con detalle sentía que iba a explotar por toda la información que había recibido de golpe, todo era tan confuso y peligroso que podía enloquecer. Katsuki le había prometido protección por encima de todo y eso lo tranquilizaba. «Mi protector. Mi caballero...»pensó con una sonrisa dibujaba en su rostro, sus mejillas y orejas se pintaron de rojo; ese hombre lo iba a volver loco y realmente no se lo estaba proponiendo.
Observó el jardín cercano y fue en busca de su madre, la sentía cerca y parecía muy nerviosa por lo que podía percibir en su fragancia. Llegó a una zona rocosa llena de plantas, Inko estaba arreglando unos jarrones con flores, volverla a ver después de tanto tiempo era muy diferente a lo que se imaginó. Ella lucía igual que siempre, con sus mejillas regordetas y la sonrisa torcida. Aún así, algo en ella había cambiado considerablemente; no se veía dolida como la última vez, al contrario, parecía feliz en su entorno actual. Izuku pensó que sería un desperdicio distraerla y contarle sobre sus problemas, lo mejor era dejarla fuera de todo los problemas. Al final y al cabo, ella no sabía que estaba ahí y podía relajarse en la bañera privada cuanto tiempo quisiera.
Antes de entrar a la bañera privada se bañó. Izuku no se había dado cuenta que lo requería hasta que lo hizo. Su cuerpo necesitaba el calor tibio del agua y más aún cuando la sensación de las lágrimas del alfa seguían en su piel, quemando. Cada sentimiento y frustración lo estaban consumiendo con un silencio descontrolado, saber qué tanto él como el luchador habían tenido que afrontar duros momentos en su vida por un idiota corrupto adicto al dinero lo hacía querer alzar sus manos y luchar. Aunque, como lo había dicho Mina; su estrategia tenía que ser pasivo agresiva, con pequeños detalles para después acabar de una vez por todas con Yuichiro y Tomura.
Debía darles donde más le dolía... En su orgullo de alfas puros.
Entró a la bañera templada; la pequeña piscina rodeada de rocas, árboles y una pared de bambú le entregaban el paraje perfecto para relajarse por unos momentos de su complicada vida. Su cuerpo desnudo lo agradece, sobretodo cuando está solo. Tranquilamente cerró los ojos, apoyando su cabeza en un pequeño cojín ubicado en el borde de la misma; quería reflexionar unos momentos sobre su situación y pensar más sobre su futuro... Se lo propuso pero sintió otra presencia en el lugar.
Era Katsuki y lo reconocía aún con sus ojos cerrados.
Su olor penetrante a cacao y esa energía que irradiaba al entrar a un lugar no lo podían confundir, abrió sus ojos con temor y el alfa se sentó en el borde de la bañera, a un extremo. Ambos mantenían un silencio sepulcral, no era necesario de más. En sus ojos había una diferencia perceptible; se llamaban sin alzar la voz para clamar sus nombres. Izuku tragó en seco y se acercó hasta su lugar sin salir del agua, justo entre sus piernas. Sorprendentemente ninguno de los dos veía sus atributos físicos expuestos; solamente la magia que había en el brillo tentador de sus ojos era suficiente.
«Quiero besarlo»pensaron al mismo tiempo cuando notaron el brillo en sus labios semiabiertos, no sabían si hacerlo; después del plan ambos no debían mantener contacto público. Únicamente para no levantar sospechas sobre su alianza personal; hasta Izuku dijo que no estaba enfocado en mantener una relación, de hecho dejó en claro que quería estar solo emocionalmente hablando. Katsuki lo comprendió, sabía que en sus planes el deseo que sentían por el otro podía entorpecer absolutamente todo lo que habían hablado... Ignorar lo evidente tampoco solucionaba las cosas.
No podían hacerlo.
Increíblemente Izuku fue el que levantó su cuerpo y besó al alfa ignorando todo lo hablado anteriormente. Katsuki no se hizo esperar por palabras cursis, tomó entre sus brazos al pequeño omega y lo sentó en su regazo; el leve roce en sus intimidades hizo gemir a Izuku; dejaron de besarse y observaron sus ojos, querían seguir.
—Señores, aquí están sus kimonos blancos para cuando estén listos—antes de volver a conectar sus labios la encargada de las termas los interrumpió; Izuku en ese momento se dio cuenta que lo mejor era parar antes de cometer un acto comprometedor en público, como el de la fiesta, el callejón y la estación de metros. Se puso de pie y fue en busca de su kimono, Katsuki también hizo lo mismo.
La cercanía entre ambos era tentadora.
—Tenemos que hablar sobre nosotros—la primera persona en entonar una palabra al salir de las termas fue Izuku, Katsuki estaba esperando que hablara él primero porque su maldito orgullo de alfa le estaba haciendo cerrar la boca más de lo común.
Y se odiaba por eso.
—Sí, tienes razón. Sobretodo por esos jodidos y deliciosos besos que últimamente me has estado dando—Izuku observó a Katsuki con frustración y confusión. No ayudaba a controlar la situación, nunca había tenido la oportunidad de hablar con él de algo tan delicado como lo que tenía en mente, probablemente porque el tiempo que llevaban conociéndose era ridículo. Personas normales no tendrían este problema, fácilmente se dirían adiós y acabaría el problema. Él no podían hacerlo, algo se los impedía y no le molestaba en lo absoluto.
Quería ser egoísta y mantener su secreto.
—Yo... No sé cómo explicar lo que siento, pero me es muy difícil reprimir mis emociones. Y es aún más complicado estar en una habitación contigo sin pensar en esa noche y la forma en que me tocaste—Izuku estaba hablando con confianza, por alguna razón su lengua estaba moviéndose sin siquiera pensarlo, y no se iba detener, había sido cruel con él al decirle esas palabras en su departamento. Y no quería serlo, al menos no de esa forma—. No puedo estar sin ti pero no creo que sea amor, es más complicado que eso, es difícil encasillar y definir lo que siento en este momento por ti.
—Entonces no lo hagas—Izuku dejó de respirar. Ambos, que miraban objetos estratégicos en la salida de las termas, dejaron de hacerlo para contemplar sus ojos; recorriendo más de lo común en esos colores tan contrarios: verde contra rojo—. Simplemente no compliques la mierda y déjate llevar por lo que crees sentir, yo no puedo hacerlo porque soy un hombre jodidamente peligroso para tu bienestar pero tu puedes hacer lo que desees conmigo. No me voy a negar a tus peticiones, por muy egoístas que sean.
¿Cómo reaccionar ante esas palabras? ¿Cómo volver a respirar si la persona que deseas te dice prácticamente que hagas lo que quieras con él? ¿Cómo no caer en la tentación si te tienta con tanto descaro y poco decoro?
—Eres cruel Kacchan, diciéndome esas palabras en las termas, cuando justamente te acabo de decir que te deseo y que me es difícil controlarlo...—Izuku negó sutilmente con su cabeza, temblaba y lo único que sus ojos podían ver era la profundidad de los rojos; esa irrefutable pasión tangible que se notaba en la forma que tragaba un poco de saliva al verlo a su lado, o como también se aproximaba hasta Izuku, observándolo con deseo—. No sabes lo real que se puede convertir esto, pero dame una sola razón para caer en ti y no arrepentirme a la mañana siguiente de cometer una vez más el error.
—No te tengo miedo—espetó. La mano derecha de Katsuki tocó la mejilla de Izuku, entrecerró sus ojos y se acercó hasta sus labios, levemente encorvando su espalda para poder respirar el mismo aire, Izuku lo observó directamente y abrió ligeramente su boca, esperaba aquello, esos delgados labios de hombre sobre los suyos—. No tengo miedo de caer en el abismo por ti Izuku. No tengo miedo de volverme un tóxico de mierda para protegerte.
Eso fue más que suficiente.
Izuku encerró con abrupto sus brazos alrededor de su cuello y acercó su cuerpo. Al fin pudo conectar sus labios y besarlo después de todos esos momentos en que lo único que acechaba su corazón y mente era su rostro contraído con el placer de esa noche, presionando sus pieles.
Se dio cuenta que se movían por las termas sin necesidad de hacerlo rápido, no, era lento y más pausado, casi pidiéndole permiso a los pies para que dieran los siguientes pasos. Observó fugazmente a Katsuki, sus ojos carmín estaban cargados con una energía tan jodidamente lasciva que se podría derretir sin necesidad de ascender la temperatura de su cuerpo. Y no podía, no se perdería ningún detalle de él...
Debía ser egoísta.
Después de unos metros Katsuki lo hizo tropezar con sus propios pies y ambos cayeron al suelo de madera en las termas. La mano protectora en su cabeza y la forma en que ahora lo besaba lo hicieron guardar silencio y dejar que las cosas siguieran su curso. Aquella pasión salvaje y posesiva lo tenía embelesado en sus propias respiraciones, su orgullo poco poderoso le permitía dejar entrar su húmeda lengua, hurgando y acariciando su interior, pero esos dientes... Gimió cuando lo mordió justamente en su labio inferior.
Se restregó contra él y sintió la evidencia de que iban rápido, ambas erecciones semi abultadas se habían tocado sin ningún cuidado, dando como resultado dos gemidos que salieron sin preocupación de sus labios. ¿Qué importaban los clientes del hotel si no sabían nada de ellos? Esos idiotas con suerte veían una película porno detrás de cuatro paredes, ellos no tenían por qué guardarse sus propias pasiones por unos desconocidos. Porque gracias a eso, todo se sentía tan malditamente bien que acabar con la pasión que sus cuerpos recorría era el verdadero pecado.
En ese momento no tenían miedo...
Izuku se estaba removiendo contra la madera del suelo, no quería que sus toques bajo el kimono blanco se acabaran, no quería que nada de él terminará en nada. Así que simplemente susurró muy bajo un: "Continúa por favor, Kacchan". Katsuki dejo de besarlo para mover sus labios justamente debajo de su cuello, en la parte inferior de su clavícula, con su aliento caliente y deseoso le tiñó la piel con marcas, deslizándose con sus labios perversos por esos centímetros de dermis nívea y pecosa. Y sin poder evitarlo, Izuku abrió sus piernas cuando sintió esos dedos introducirse en el interior de su kimono.
De pronto, sin ningún tipo de aviso previo, Katsuki tomó entre sus manos el miembro de Izuku y lo comenzó a masajear suavemente, sin necesidad de hacerlo gemir, porque eso lo haría perfectamente bien y después. Por ahora podía contemplar sus ojos verdes y las maliciosas sensaciones que le transmitían, ni siquiera la vergüenza de sentir la rodillas jodidas por culpa del piso de madera en las termas lo podían hacer detenerse, había jurado ser su amigo, amante, guardia, su absolutamente todo; como en el pasado con Gabriel... «¿Gabriel? ¿Quién mierda es Gabriel?»pensó. No divago demasiado en ello, estaba más concentrado en otra cosa.
—Izuku...—jadeó con lujuria entre esa neblina de placer que sentía al percibir esa deliciosa fragancia invadir la salida de las termas con timidez, lo tenía tan claro que no le importaba ser su sombra, sería el mejor y haría que su torpe voz enajenada hiciera eco en las delgadas paredes de papel que parecían querer descubrir su secreto. El secreto de Izuku era solamente para él—. Maldición, joder, mierda... Te deseo tanto pequeño conejito.
—Lo sé...—sonrió de medio lado, realmente no sabía qué le ocurría a su boca esa noche, palabras intrépidas salían sin control. No había control.
—Bueno, joder será todo lo que sabrás de mí esta noche—Katsuki lo tomo sin ningún problema entre sus brazos, Izuku no opuso la menor resistencia, realmente deseaba que ningún conocido los viera en los pasillos del hotel, quería toda la noche y todo el día siguiente solamente para él y el fuego tentador que Katsuki le entregaba en cada movimiento.
Llegaron rápidamente a la habitación y sin preguntas a la cama. Izuku pudo vislumbrar a través de la tela del Kimono una vez más esos tatuajes que tanto había deseado tocar, con confianza sin necesidad de que el temor estuviera de por medio. Katsuki entendió ágilmente lo que él quería, lo podía ver en el brillo apenas perceptible en sus orbes verdes. Después de descubrirse la parte superior de su cuerpo, se sentó en la cama, justamente delante de Izuku, para que ambos pudieran tocarse.
—Puedes tocarlos, no morderé. Claro, a menos que me lo pidas—Izuku sonrió ligeramente, tragó en seco y depósito sin demora sus dedos por la piel teñida de negro. Entrecerró sus ojos y deslizó su índice por los trazos oscuros, recordando cómo se veían al brillo de su propio sudor ardiente y ese perfecto aroma a cacao que lo volvía un loco. El tatuaje que lo tenía más curioso eran las alas de ángel, para ellas tenía un trato diferente.
Se acercó aún más, viendo como el pecho de Katsuki subía y bajaba con pesadez y prolongación, casi costando más de la cuenta respirar. Sabía que tenía ese poder sobre él y quería abusar un poco. Tragó duro, se sentó detrás de él, fuera de su campo visual para ponerlo nervioso, justamente frente a su espalda; observó con detenimiento la obra de arte que podía ver en la oscuridad de la habitación, se relamió los labios y besó el inicio de las plumas, poco después deslizó su lengua por la piel; Katsuki no hizo nada, porque quería explotarle la cara por haber hecho aquello.
— Pagarás muy caro por ello, Deku—le avisó, Katsuki se dio media vuelta y una vez más en esa mágica noche lo besó, dejando muy en claro que le gustaban sus labios, sentir la lengua ajena entre sus surcos y como trataba de moverse a la par; tan deseable.
Izuku suspiró y se levantó en la cama; con una lentitud tortuosa se sacó el kimono bajo su atenta mirada carmín, que lejos de tener una mirada lujuriosa parecía más la mirada de un depredador listo para encarnar sus dientes y arrebatarle una parte de su alma. Aunque si era sincero, no sabía realmente cómo explicarlo, pero quería saber cómo sería tener una marca de él en su cuello. Y pedirle algo así era lo último, no tenía las fuerzas ni la valentía de hacerlo, velaba porque el alfa lo hiciera en un futuro cercano...
Aunque le mintiera en su cara al decirle que no deseaba un compromiso con nadie por culpa de la venganza que le guardaba a Yuichiro y a Tomura, su verdadero secreto era muy diferente: ser de Katsuki era uno de sus mayores deseos y anhelos... Sólo necesita decirlo, nunca lo dirá, nada de ello saldrá de sus labios mentirosos.
—Bien Deku, ahora desnúdame—los ojos de Izuku brillaron, fue con lentitud hasta la atadura de kimono contrario y sacó el cinturón sintiendo la erección contra la tela del Kimono, se mordió la lengua y le sacó todo excepto un trozo de tela que guardaba ligeramente su miembro, tenía miedo de ver una vez más su intimidad, sabía claramente que tarde o temprano tendría que verla. Ahora era diferente, porque sabía que se le haría agua la boca y no quería hacer una ridiculez. Quedarse en vergüenza por algo así—. No te contentas, haz lo que desees.
Se acercó y le pidió a Katsuki que se acostara en la cama, así lo hizo y le saco la tela, una vez que vio la virilidad de su amante deseo tocarla con sus labios. El problema era muy distinto, no sabía cómo hacerlo y no quería arruinar el gratificante momento, de sólo ver al alfa con los ojos cerrados esperando algo maravilloso, lo hacía sentirse mal por no saber qué hacer.
—Eh, Kacchan... ¿Te puedo confesar algo?—Katsuki se levantó de la cama algo asustado y observó a Izuku con curiosidad—. Bueno, la verdad es que tú has sido mi único hombre y yo no sé mucho sobre el sexo oral, perdón.
El corazón de Katsuki dio un vuelco de emoción, se acercó hasta Izuku y lo observó directamente a los ojos; fijándose en su miedo tomó sus manos y le sonrió con cariño.
—¿Por qué mierda te disculpas por algo así?—por unos segundos Izuku sintió que le llegaría un insulto, lo único que vio en sus ojos fue una pasión para nada discreta, el alfa se acercó más a él, casi rozando sus intimidades, luego tomó sus manos y se las guío por ambas extensiones. El pequeño de cabellos jade se quejó levemente cuando sintió ambas pieles sensibles tocarse en su mano, era tan diferente que no comprendía. Luego tuvo que tomarlas con ambas palmas, era vergonzoso y delicioso—. Deku, hay cosas que se deben aprender con el tiempo y eso está bien. Pone atención, primero tienes que saber que la suavidad solamente va bien al principio de todo, después cuando sientes esa sensación que hace explotar tu vergüenza, ahí... Debes hacerlo rudo.
Katsuki sostuvo con sus manos ambos miembros, guiando a Izuku para que se moviera con confianza. Después de unos momentos los besos y las pequeñas gotas de sudor evidenciaron el terrible y descontrolado calor que ambos sentían, las manos se movieron con más ímpetu y las voces se vieron expuestas; no faltó mucho para que el líquido tibio hiciera presencia ayudando a la fricción. Midoriya se sentía tan embriagado que dejó caer su cabeza en el hombro contrario; quejándose muy sonoramente en las proximidades de su piel. El alfa estaba sintiendo como lentamente su voz y olor a cerezos lo volvía loco.
Una bestia insaciable.
—Katsuki... Kacchan—susurró Izuku, Katsuki dejó de tocar ambas erecciones y empujó al pequeño contra la cama, levantó sus muslos y lo observó para ver como reaccionaba... Un líquido transparente y brilloso cayendo de su rosácea entrada, era tan transparente.
No necesita preparación, estaba más que listo.
Izuku le observó con expectación, esperando el siguiente movimiento de su oponente en esa reñida guerra de pasión perversa, tratando de no caer en la locura al ver sus tatuajes y la forma en que parecían brillar para él en esa extraña noche, y es no lo podía creer. Katsuki era diferente a cualquier hombre que antes hubiera visto en su vida... Y en la florería había visto muchos. Podía ser salvaje, brutal, amoroso, malo y por sobretodo podía ser muy cruel cuando se lo proponía. Suspiró tratando de calmarse y cerró los ojos, tocó su cuello con deseo y se removió con impaciencia al sentirlo entre sus piernas aún así sin llegar a tocarlo; percibía su calor íntimo. Katsuki se acercó hasta él y le lamió desde la clavícula hasta el mentón, saboreando su sudor, las reacciones que Izuku hacia, todas ellas, se las estaba grabando en lo profundo de su mente.
—Kacchan, no seas tan cruel y hazlo de una vez—él esbozó una sonrisa malvada, mostrando ese gesto poco agradable. Tocó con la punta de los dedos su tatuaje de cerezos y lo penetró, invadiendo con lentitud su estrecho interior, deleitándose con las expresiones que Izuku hacia al sentirlo, esas que tanto lo hacían perder el raciocinio.
—Me cabreas muy fuerte, Deku pero eso me encanta—y una vez más se acercó hasta él y le mordió el cuello con fuerza, sus caninos impactaron una parte estratégica de su piel dejando una fina línea de sangre que ninguno de los dos notó. Para su suerte, después de aquello salió un grito placentero y esa excitante fragancia que lo volvía una bestia adicta, los benditos cerezos envolviendo su cuerpo. Sintió la presión del interior de Izuku en su miembro y se movió con más ímpetu, se agarró de las sábanas con confianza y conectó aún más sus cuerpos.
Dejando un nulo espacio entre ambos para respirar.
Izuku cerró sus ojos y boca por culpa de la presión profunda, deslizó sus manos por su piel ardiente; apretó inconscientemente la piel por el placer y la espalda tatuada de Katsuki sufrió las consecuencias, el dolor poco agraciado que ocupaba la epidermis de su tatuaje lo impulsó a moverse con más fervor, dándole a entender que lejos de amar la suavidad, amaba más el dolor, ese que sus pequeñas manos de omega le proporcionaban.
Izuku gimió profundamente cuando la grave y quejumbrosa voz de Katsuki hizo eco en su mente con sólo cuatro palabras claras: "Dame más dolor, Deku". Casi se ahogó al escucharlas y ahí mismo, acariciando a momentos su nuca semi húmeda, le dio en el gusto... Se acercó hasta su cuello y lo mordió con salvajismo, luego lo besó dejando un sabor metálico en ambas bocas.
Que lejos de hacerlos parar, los hizo moverse con más impaciencia.
Los besos calientes, el poderoso eco de sus pieles húmedas chocando en las delgadas paredes de papel en la oscura habitación, esos suspiros y gemidos escurridizos que llegaban a lo profundo de sus nervios y esas miradas... Ellos se contemplaban, cerrando sus ojos en ocasiones cuando la ardiente lujuria no parecía darles tregua, y siempre volviendo a abrirlos para no perderse el poderoso espectáculo. Completamente absortos en su momento, moviéndose como animales. Se besaron provocando que sus lenguas y dientes se tocaran sin ninguna duda, cayendo tan profundo en el abismo del fervor, olvidando que tienen la necesidad de guardar silencio. Simplemente dejando salir todas sus necesidades.
—Eres tan erótico, pequeño conejito—gimió Katsuki en su oído—, que simplemente podría morir deseándote.
Izuku quería llorar, y no le faltaba mucho. Sentía sus ojos húmedos por culpa del ardor lujurioso que su cuerpo estaba experimentando, era demasiado, aún así, no iba a ceder fácilmente. Se movió con más ímpetu, demostrándole a Katsuki que también podía tomar las riendas de la situación y desearlo. Lo empujó en la cama del hotel, quedando encima suyo, le costó moverse una vez más alrededor suyo y de una sola estocada volvió a introducir el pene del alfa en su interior. Abrió sus labios para quejarse y suspiró con profundidad, el olor a juncos y cacao lo volvían inmune al dolor, incluso en esa posición podía sentirlo aún más que la vez anterior, debía tomarse un poco más de tiempo para moverse encima suyo.
Con sus palmas es los generosos pectorales del luchador, aún sin moverse, lo observó con hambre. Humedeció uno de sus dedos y trazó un camino entre sus músculos, tocándolo y dejando en claro que no quería perderse nada de él. Con todas esas acciones, hizo que la respiración del rubio se volviera aún más errática. Él se quería mover, darle más de sí mismo ya que cada acción de Izuku lo volvía enteramente loco pero... Este no era su momento de hacer el trabajo.
—Quédate tranquilo Kacchan...—susurró con lentitud, observó sus manos con detenimiento y el alfa entendió inmediatamente lo que estaba pidiendo, un soporte para moverse—. Y cierra los ojos.
Le dio sus sentimientos, sus manos, le regaló su primer aliento de placer, le entregó su primer orgasmo compartido, su primera vez y su cuerpo... Le había dado tanto a Katsuki que verlo ahora rendido, obedeciendo y con los ojos cerrados esperando que se moviera, era demasiado. Él era un deportista de categoría, miles de omegas, alfas y betas soñaban con él cada noche... Era la única persona que podía ver esa anhelante expresión de placer puro, siendo su única e irrepetible persona especial.
Comenzó a moverse con pausas, sin subir demasiado por la virilidad de su querido amante, y sin descansar lo suficiente de su candente cuerpo. Cuando su interior se acostumbro al tamaño, lo comprendió y llevando su propio ritmo entendió porqué le decían que debía hacerlo, porque cuando era apenas un adolescente las omegas de su clase se lo repetían incesantemente; estar encima de un alfa significaba llevar las riendas de la situación, por lo tanto significaba que estaba en la cúspide de las razas, tomado todo el control de un hombre y para hacer más increíble la situación... El alfa que tenía a su disposición no era cualquiera, era Katsuki Bakugō, un alfa puro.
Llamando su nombre con suavidad y sin poder explicar dónde fue a parar su vergüenza se movió con rapidez, usando el apoyo de sus manos para tomar un ritmo eufórico y logrando aprender el compás que le gustaba por sí mismo, estando en lo más alto de todo, sintiendo en su interior ese remolino violento de pasión y como el miembro viril de Katsuki tocaba sin compasión aquel punto en donde la demencia y el placer se tocaban sin descanso, no logrando mezclarse y dejando una sensación que crecía a cada segundo en el interior de sus calientes venas. Se volvería loco por cada sensación, pero quería hacerlo.
Sería el más loco por él, por su Katsuki Bakugō.
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