cap 29 El Amor de la Familia
La familia de Perú había crecido de manera sorprendente, no solo en número, sino también en amor y conexión. Cada día que pasaba, los alfas se unían más entre sí, creando una red de apoyo y cariño que les daba fuerzas para afrontar todo lo que venía.
Perú, a pesar de su embarazo avanzado, se encontraba más tranquilo que nunca. Había aprendido a confiar en cada uno de los alfas que lo rodeaban, y aunque aún quedaban muchas preguntas por responder, la certeza de que estaba rodeado de amor lo mantenía firme.
El embarazo había avanzado a un ritmo constante, y con ello, el vínculo con los alfas se había estrechado aún más. Cada uno de ellos asumía su papel de una manera única, pero todos compartían un amor común por Perú y el bebé que estaba por nacer.
USA, quien siempre se preocupaba por el bienestar físico de Perú, comenzó a organizar sesiones de relajación y ejercicios suaves para asegurarse de que Perú se sintiera cómodo durante el embarazo. USA le enseñaba respiraciones profundas, algo que ayudaba a aliviar el estrés y la tensión que a veces invadían a Perú. "No es solo el cuerpo lo que necesitas cuidar," le decía USA. "Tu mente también tiene que estar tranquila."
Mientras tanto, Rusia, siempre tan protector, se encargaba de cualquier situación que pudiese poner en peligro el bienestar de Perú. Su seriedad y dedicación se veían reflejadas en la forma en que cuidaba a Perú, asegurándose de que estuviera bien alimentado, descansado y fuera de cualquier situación estresante. Rusia no solo se preocupaba por el físico de Perú, sino también por su salud mental.
México, con su energía y entusiasmo característicos, se encargaba de levantar el ánimo de Perú. A veces, lo sorprendía con pequeños detalles, como preparar su comida favorita o simplemente contarle chistes para hacerle reír. "El bebé tiene que sentir que su papá está feliz," le decía México con una sonrisa brillante. "Y si te hace falta, ¡yo te haré reír hasta que no puedas más!"
España, siempre atento y cariñoso, le regalaba pequeños detalles para el bebé. Un día, apareció con una canasta llena de ropa para el bebé, todo cuidadosamente elegido. "Este será el lugar perfecto para el bebé," dijo España mientras le mostraba una pequeña manta tejida a mano. Perú no pudo evitar sonreír ante el gesto tan amoroso.
Francia, quien siempre había sido un pilar en su vida, le ofreció algo más que ropa o gestos de cariño. Francia le dio un consejo sincero: "Perú, no importa lo que venga. Lo que importa es que te tienes a ti mismo y a todos los que estamos aquí contigo. El bebé será la bendición más grande que podrías recibir, pero lo más importante es que tienes todo mi apoyo."
Japón no se quedaba atrás. Cada vez que veía a Perú inquieto, le daba pequeños obsequios que representaban la cultura de su país, como pequeños amuletos de buena suerte para proteger al bebé. Cada obsequio, aunque simple, le daba a Perú la sensación de que no estaba solo, de que todos estaban comprometidos con el bienestar del bebé.
Las sorpresas seguían llegando. Un día, Perú se encontró con una carta de Corea del Sur, quien le había enviado un paquete lleno de productos naturales para ayudar con los dolores y las molestias del embarazo. "Pensé que te vendría bien," decía la carta de Corea del Sur. "No hay nada que más me gustaría que verte feliz y saludable."
Lo que más sorprendió a Perú fue el apoyo incondicional que sentía de todos los alfas, sin excepción. Ninguno de ellos se quedaba atrás, y todos intentaban hacerle sentir que no importaba lo que sucediera, siempre habría un lugar seguro para él y su bebé.
China también había hecho su parte. Siempre tan meticuloso, le había preparado una caja con hierbas medicinales que habían sido recomendadas para mantener el embarazo saludable. "Estas son las mejores hierbas para tu salud," le explicó China con su calma característica. "Te ayudarán a mantenerte fuerte durante estos últimos meses."
Cada uno de los alfas contribuía de alguna manera, desde gestos pequeños hasta grandes sorpresas, pero lo que realmente marcaba la diferencia era la forma en que todos trabajaban en equipo para hacerle sentir a Perú que no estaba solo. A medida que el embarazo avanzaba, la sensación de familia se volvía más palpable que nunca.
El día en que Perú comenzó a sentir las primeras contracciones, todos los alfas estaban preparados para cualquier cosa. Aunque no era el momento de la llegada del bebé, el ambiente estaba lleno de emoción. Los alfas estaban alerta, listos para apoyar a Perú en cada paso de lo que se venía.
Al final de ese día, cuando las contracciones fueron más fuertes, Perú comprendió lo que realmente significaba ser parte de algo tan grande, tan hermoso. Miró a su alrededor y vio los rostros preocupados y amorosos de todos los alfas. En ese momento, supo que no había nada que temer, porque su familia lo acompañaría hasta el final.
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