Veintisiete
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Depende de nosotros mismos
Narra Leyla.
El atardecer en este lugar era hermoso. Ella tenía toda la razón al decir que era increíble.
Me entrentenía en hacer largos por el lago.
Había pensado que podía haber algún animal acuático o algo así pero Ella dice que es un lago casi virgen, es muy difícil que especies marinas habiten dentro de este.
Royce estaba detrás de mí, fingía no saber que estaba a punto de asustarme para hacerlo así más emocionante.
Cuando siento que está cada vez más cerca me giro con rapidez y le muerdo el brazo derecho.
—¡Quiroga, cuidado! —grita agitando el brazo.
—Ten cuidado tú al asustarme. Hacías más ruido que un elefante huyendo de un ratón.
—Y tú muerdes más duro que una piraña.
Me quedo mirándolo mal.
Él me mira mal.
Y seguidamente comenzamos a reír.
Me sentía muy cómoda con Royce, y creo que es porque casi siempre pensábamos lo mismo.
—Me subiré en tus hombros —le aviso mientras empujo su cuerpo hacia abajo para de esa forma subirme más fácilmente.
Cuando ya estoy arriba me cuesta un poco encontrar el equilibrio pero lo hago.
—¡En pie! —celebro.
—Ahora mi pregunta es, ¿qué haces ahí?
—Gobernarte.
—Eso lo puedes hacer siempre, féroce.
—¿Féroce? ¿Qué significa? —inquiero interesada.
—Algún día te lo diré.
—Sabes qué puedo buscarlo en Google, ¿no?
—No hay internet —se burla de mí sacándome la lengua.
Me inclino completamente hacia adelante quedadando de cabeza frente a él.
Y debo decir que al revés se ve igual de guapo que de frente.
—¿Qué haré contigo, Royce Fontanier? —me me pregunto a mí misma.
—Eso me pregunto, ¿qué harás? —cuestiona él acercándose a mí.
Me quedo paralizada hasta que levanto la cabeza y luego me bajo de los hombros del chico ojiazul.
Había caído una vez y no podía volver a hacerlo. Quizás este hombre tenga espermatozoides de hierro, y aunque el cuerpo me llame no puedo responder.
Porque sería volver a arriesgarme, volvería a suceder no quiero hacer nada con él luego de lo que pasó. Solo me torturaría.
—Está oscureciendo. Deberíamos buscar a los chicos y volver.
Royce suspira a mis espaldas.
—Leyla, ¿se puede saber qué te pasa?
—¿De qué hablas?
—¿Por qué me haces eso? Te acercas y luego me cortas. No entiendo lo que pasa por tu cabeza pero me gustaría saber cual es mi papel en esta obra.
—No hay ninguna obra, Royce. Solo es que ya es hora de volver. Preocupación nada más.
—Pues yo creo que te preocupas demasiado.
—Y yo creo que tu te preocupas muy poco.
Comenzamos un duelo de miradas asesinas hasta que él baja la mirada lo que indica que yo soy la ganadora.
—¿Sabes? No quiero pelear. Haz lo que quieras.
—Ya lo hago —alego mientras nado con desdén hasta donde se encuentran los chicos.
Cuando entran en mi campo de visión los observo muy juntos a ambos hablando de no sé qué, porque desde aquí no escucho.
Solo se que me dio una pequeño tic en la ceja izquierda.
¿Que hacían?
¿Acaso se gustaban?
—¡Chicos! —exclamo llamándolos y asustándolos, haciendo que den un salto separándose dos metros el uno del otro.
—Al final te metiste al agua, Elle. Me alegra —menciono mientras nado como perrito hacia ellos—. Royce y yo hablábamos de que era mejor irnos ya.
En ese mismo instante aparece tras de mí.
—Sí, se pondrá oscuro muy pronto —habla Elle mirando el cielo.
Todos salimos del lago, y así, con la ropa mojada y tiritando por el frío de la noche, nos encaminamos hacia la cabaña.
El recorrido había sido caracterizado por el único sonido del crujir de las ramas y hojas al andar.
Tenía ganas de llegar a casa y cambiarme de ropa de una vez.
—¿Cuánto tiempo debemos de estar aquí? —cuestiona Elle.
—No hay un número exacto, el suficiente como para que el señor P.D. las deje en paz —explica Cassandro.
—Tampoco podemos estar perdidas tanto tiempo, se está llevando a cabo una investigación policial y nosotras somos conocidas cercanas de la víctima, cualquier movimiento podría ser un paso en falso. —Doy mi punto de vista.
—Haremos lo posible porque no les ocurra nada. Los suministros los buscaremos por las mañanas a la tienda más cercana, que está como a una hora y media de aquí.
—Vale. Por cierto, Cassandro, El Wi-Fi está descompuesto, ¿podrías arreglarlo?
—Sí creo, se algunas cosas sobre eso. Haré lo posible.
Frunzo el ceño, ¿no se supone que Elle se lo había dicho en la tarde?
Seguimos caminando en silencio. El cielo ya se ha oscurecido y es poco lo que podemos divisar.
Tiempo después llegamos todos a la casa.
Voy directo a mi habitación a cambiarme la ropa mojada por una ropa cómoda, no sin antes darme una ducha breve para quitarme el olor que había dejado en mí el agua del lago.
Luego de salir de la habitación me encuentro a los gemelos sentados en la mesa del comedor. Cassandro con sus antebrazos sobre las mesas y mirando al vacío, Royce con una de sus piernas sobre la superficie y comiendo un trozo de pan.
—¿Qué está pasando? —interrogo.
—Vamos a hablar de eso.
Asiento pronunciando un "oh" en señal de entendimiento con Royce.
—Esperemos por Elle.
Después de unos seis minutos la rubia sale de la habitación con el cabello mojado y vestida con un vestido práctico para andar por casa.
—¿Qué hacen? —pregunta.
—Debemos hablar del tema diario —le hago saber.
—Oh, de acuerdo.
Camina hasta sentarse en el asiento a mi lado. Nos quedamos en silencio y espero que Ella comience hablar ya que es la que conoce la mayoría de la historia.
—Estaba en la cafetería, venía de buscar mi bandeja y me estaba sentando en una de las mesas vacías. Me percaté de que faltaba el kétchup para mi hamburguesa, asi que me levante y fui a buscarlo. Al llegar, sobre la mesa yacía un sobre, y adentro estaba esto. —Ella se levanta de la silla y se pierde por la puerta a su habitación, al volver tiene en sus manos el sobre que me había mostrado.
Se los entrega a los gemelos, ellos cuidadosamente lo sujetan, Royce lo abre y ambos leen una por una las hojas que se encuentran dentro de este.
Al terminar alternan la mirada de mí a Ella.
—¿Esto fue lo que recibiste? —cuestiona Cassandro.
Elle asiente.
—Con ese diario tienen todas las de condenarlas. Solo necesita enviarlas a la policía.
—Pero no puede hacerlo y no va a hacerlo-agrego.
—¿Qué te da tanta seguridad?
—Veamos, Cassu. Esa persona sabe nuestro secreto, si quisiera solamente jugar con nosotras para luego llevarnos a prisión, lo habría hecho hace bastante tiempo. Quiere algo más, no sé el qué, pero estoy segura de que no es algo estúpido como dinero.
—¿Qué insinúas, Leyla? —inquiere Royce.
—Quiero decir que volverá, en algún momento volverá a por nosotras y debemos estar preparados.
—¿No crees que se haya creído el plan? —cuestiona Cassu.
—Puede que sí, o que nos haga creer que sí. El mensaje de "despedida" —hablo mientras hago comillas con mis dedos al mencionar la última palabra—, quizás haya servido para despistarlo. Recoger nuestras maletas y escaparnos... pero creo que no tardará mucho en sospechar de vuestra repentina desaparición. Seguramente nunca se enteré de la carta que les enviamos a su apartamento contándoles del plan y de sí querían venir con nosotras o desencadenarse de nuestra existencia para siempre, no obstante puede que sí sospeche de que fue un teatrillo y de que estamos juntos aún.
—Sí, es cierto lo que dices, debemos andarnos con cuidado, cualquier mínimo error podría descubrirnos —alega Elle.
Los demás asentimos con la cabeza.
—Lo que queda claro es una cosa, debemos encontrar ese diario. Mientras no haya evidencia, no hay acusación —advierte el más hablador de los Fontanier.
—Bueno, ahora no podremos hacer nada. Debemos dormir.
—Leyla tiene razón. Vámonos a la cama, ya es muy tarde. Royce y yo debemos de ir a comprar suministros mañana temprano —objeta Cassu.
Cada una se levanta de su silla y comienza a caminar en dirección a su habitación.
Yo tenía un único pensamiento en la cabeza.
Sobrevivir.
Y lo iba a lograr, porque pelearía por ello.
Despues de todo, lo que queremos llegar a ser y hacer solo depende de nosotros mismos.
• • •
Estaba sentada en el sofá del salón, el que por cierto no era nada cómodo, lo que creo es motivo de que la tía abuela de Elle no fuera de comprar muchas cosas nuevas.
Leía el libro Caraval de Stephanie Garber.
Escucho unos pasos por la cocina que pasan por el hall y luego se detiene frente a mí.
—Hola, Elle. ¿Cómo empezamos el día?
—Ayer tuve un sueño horrible. Se resumía en que debía elegir entre uno de los dos Fontanier y para mí era imposible.
Aparto la vista del libro y miro a la rubia directo a los ojos.
No puedo creerlo, es el mismo sueño que tuve.
—¿Estás bien? —cuestiono con una ceja arqueada.
Ella era una guerrera, pero llegaba a ser considerablemente frágil en ocasiones, en episodios de ansiedad se le hacia muy difícil controlarse y llegaba a experimentar ataques de ansiedad.
—Desperté con un sudor frío y la respiración agitada. Estuve a punto de ir a buscarte, pero me tranquilice, respire profundo y pude superarlo por mí misma —habla sentándose junto a mí y posicionando su cabeza sobre mi hombro.
Sonrío al escucharla. Para mí es reconfortante oír esas palabras. Ella había logrado conseguir por ella misma calmarse, sin necesidad de otra ayuda más que la de ella misma. Después de observarla en tantas ocasiones débil y destruida, ver el coraje y valor que sostuvo al superar un ataque, no me provoca más que una genuina emoción.
Emoción que evoca que una traicionera lágrima escape de mi ojo izquierdo, deslizándose por mi mejilla.
—¿Estás llorando, Leyla?
—Lo conseguiste, sabía que lo harías.
—¿El qué?
—Demostrar tu fuerza. Elle, eres la persona más fuerte y valiente que conozco. Siempre ocultas tu valía tras una máscara de fragilidad que, está contigo, mas no te define a ti.
—Yo... solo sé que estoy cansada. Estoy cansada de que por llorar me llamen débil, llorar es la única forma de descargar mi frustración sin caer en adicciones o dejar toda la oscuridad dentro.
Asiento frente a su comentario, limpiando otra lágrima de mi cara.
Ella me toma de los brazos y nos unimos en un sentimental abrazo.
—Tuvieron que llegar dos estúpidos y misteriosos gemelos para que te dieras cuenta —bromeo.
La rubia suelta una risa nasal y aprieta aun más mi torso con sus brazos.
—¿Dónde están por cierto?
—Salieron a la tienda.
—Me alegro de que podamos haber tenido este momento juntas.
—Elle, ¿sabes que te amo, no? Como a nadie en el mundo.
Decía la total verdad, Ella y yo teníamos una increíble conexión. Era como si fuéramos dos pedazos de un mismo ser, un alma en dos cuerpos.
Ella era mi alma gemela, porque el estúpido término de que esta solo era una pareja sentimental era una total mentira. No conocía a una persona con la que tuviera más afinidad que con ella. Eramos idénticas siendo desiguales, no estaría nunca más agradecida con el universo por hayarla.
—También te amo, Leyla —me corresponde reforzando el abrazo.
• • •
—Veo, veo.
—¿Que ves? —cuestiona Ella.
—Una cosita.
—¿De qué color es? —me preguntan esta vez Royce y Ella.
—De color... —comienzo a hablar buscando por el salón algún objeto para luego pronunciar su color— Verde.
Chasqueo la lengua evitando mirar la taza verde que se encuentra tras el jarrón de la mesilla de café, al verlo detenidamente se puede notar.
Ambos comienzan a decir objetos que detectan pero al ser los incorrectos reciben un "no" como respuesta de mi parte.
Por lo tanto yo me entretengo observando a Cassandro arreglar la Wi-Fi subido en una silla.
Los chicos habían vuelto hace unas horas, habían traído comida, cepillos y pasta dentales, papel higiénico y todos las provisiones básicas que necesitábamos.
—La taza que está ahí —declara Royce señalando el objeto que había elegido.
Lo miré entrecerradamente —. Sí, es ese.
—¡Yeah! —celebra el castaño haciendo un "dap" con sus brazos y cabeza.
Volteo los ojos frente a su excéntrico acto.
—Sí, ya, ganaste. Yo lo llevo haciendo tres veces consecutivas y no me di aires de grandezas.
—Sí, en realidad sí lo hiciste —interfiere Elle.
—¡Oye, se supone que debes defenderme a mí! Soy tu mejor amiga.
—Defiendo a quien tenga la razón.
—Ay, Mika. Tú siempre tan conejitos y flores —menciona Royce tomando de un té que compraron.
—Indocto, te defiendo y me pagas insultándome —reclama la rubia junto a mí, tirando un cojín a la cara del egocéntrico personaje.
La acción hace que el té que el chico ingería se volteara totalmente sobre él.
—¡Ay!
—Ups, perdona, Royce. No quería... yo... mejor vamos a la cocina para limpiarte —propone poniéndose en pie y levantando de un jalón al accidentado.
Narra Ella.
Llevo a Royce hasta la cocina-comedor y dejo que se siente en uno de los taburetes.
Tomo un paño cualquiera de la superficie de madera y lo humedezco un poco, luego me dirijo hacia Royce.
—Vaya desastre me has hecho, Mika.
—¿Cuántas veces te he pedido que no me llames así? —cuestiono mientras paso el paño por las mangas de su sudadera.
—De las veces que me lo has señalado, la misma cantidad no las he escuchado.
—Que gracioso eres, Royce Fontanier.
Me dirijo ahora a limpiar el pecho. Siento la mirada del ojiazul sobre mí y la levanto, mirándolo directamente a sus iris.
Los movimientos con el paño cada vez se hacen más lentos mientras no dejo de mirar a Royce a los ojos.
Comienzo a bajar mi mano junto al paño, poco a poco hasta que llego al final de su abdomen.
Dejo el paño sobre su pierna, y sin pensarlo dos veces adentro mi mano dentro de su ropa.
El suelta un suspiro que hace que sus labios se entre abran.
Esto es algo muy indecente de mi parte, teniendo en cuenta que se acostó con mi mejor amiga, y dejo en ella un instante que recordaría para siempre. Pero, increíblemente no se como evitarlo.
Deslizo mis dedos por todo su tórax intentando no dejar ninguna parte a la imaginación.
Royce agarra mi brazo en un suave agarre y saca mi mano de dentro de su sudadera.
En ese momento la vergüenza me invadió. Quizás no le gusto la acción que tuve. Quizás me ve solamente como una amiga.
—Mi turno, ¿puedo?
Asiento lentamente.
Así que solo quería disfrutar también.
Sin rodeos Royce introduce su mano dentro de mi blusa y empieza acariciando mi abdomen, desde el ombligo hasta la parte inferior a los senos.
Ahí se detiene y me mira.
—Mika, Mika... —pronuncia y luego aleja su mano de dentro de mi blusa.
Yo suelto el aire que retenía y me levanto del taburete.
Siento demasiada vergüenza.
—Creo que ya estás seco —aviso andando hasta mi habitación.
Pero antes de entrar por la puerta le doy una última mirada.
La próxima le tiro todo el café.
Narra Leyla.
Continuó leyendo mi libro cuando notó un ruido frente a mí. Alzo la mirada para encontrarme con Cassandro montando algún aparato frente a la ventana del salón.
Al parecer ya había arreglado la Wi-Fi.
—¿Que haces, Cassu? —cuestiono curiosa.
—Algo —responde él, secante.
—Ni modo que no hagas nada, Fontaniercito —alego irónicamente—. Dime, ¿qué es?
—Monto mi telescopio, Leyla.
—¿Un... telescopio? —inquiero anonadada.
—Sí. ¿Qué pasa? ¿Nunca has probado uno?
—No.
—No puedo creerlo. En Murgare hay una sala casi llena de ellos.
—Pero no los sé utilizar, no iría ahí solo a mirarlos.
El rueda los ojos, pronunciando por sus adentros: "Pero que bruta" o algo así.
—Acércate —me invita.
Me levanto del sofá dejando el libro cerrado sobre la mesilla.
Al llegar a su lado lo primero que siento es su perfume. El cuál no conozco porque no soy muy fanática de los perfumes, ni sus nombres.
Cassandro culmina de hacer sus últimos arreglos y luego se pone de rodillas.
Lo miro con el ceño fruncido.
—Hazlo —me ordena.
Me pongo en la misma posición que él y me sujeto de su hombro al hacerlo porque el equilibrio suele jugarme malas pasadas.
Cassandro toma el telescopio con ambas manos y sumo cuidado y observa por su orificio para ver, no conozco el nombre.
Lo coloca en una posición fija y luego aparta la mirada de este para observarme.
—Mira, ese de ahí es Venus. Suele ser un planeta adorado por las personas, en la mitología romana hace referencia a Venus, la diosa de la belleza y el amor.
Me inclino hacia el telescopio y veo por el lente el planeta del que Cassandro me habla.
Wow, es increíble lo que puedo percibir desde aquí.
No puedo describir con palabras la satisfacción que me da la vista que tengo del espacio con el artilugio que uso.
—Es única.
—¿Quién? ¿La diosa o el planeta?
—Ambas. Según sé Venus es la equiparada itálica de Afrodita, la diosa griega, y la belleza que posee una diosa, más aún si es la de el amor, debe ser incomparable.
—La belleza depende de los ojos que la vean. Para mí, tú puedes ser tan hermosa como ella.
Quito la mirada del telescopio para observar los ojos de Cassandro. En ellos esta vez hay algo más que indiferencia.
Me quedo mirándolo embobada y él me mira fijamente a mí, me inclino hacia adelante lentamente, hasta qué:
—Llama a Ella, por favor. Necesito hablar con ustedes —me pide y hace que me sobresalte.
Nunca más rechazada.
—Eh... sí, voy.
Me levanto del suelo y camino hasta la puerta de la habitación de Elle.
Doy dos toques y luego digo:
—Ella, sal al salón. Cassandro quiere hablar con nosotras.
—Ya salgo —me responde del otro lado de la puerta.
Al volver a donde estaba antes veo que Cassandro ya está guardando el telescopio en su respectivo estuche.
—Ya viene.
Ni siquiera me contesta, solo sigue en lo suyo, pensaría que me ignora sino fuera porque hace el minúsculo acto de asentir.
—¿Se pued...?
—Ya estoy, ¿qué pasa?
Mi pregunta dirigida directamente a la yugular de Cassu alias el ignora chicas, se ve interrumpida por la llegada de unos ojos grises azulados.
Él me mira por un instante, como haciéndome saber que había sido salvado.
No por mucho, Cassu.
—Debo hablar con ambas dos —se dirige a nosotros sentándose en el sofá individual. Y con el tono completamente cambiado si lo comparamos con el de hace unos minutos.
Ella y yo nos sentamos en el sofá frente a la mesilla y lo observamos, esperando que comience a hablar.
—Cuando quieras —impulso para que suelte la sopa de una vez.
Pasa la mirada de mí a Elle y luego cierra los ojos con la intención de buscar las fuerzas para hablar.
—Estuve ahí esa noche —suelta sin tapujos.
—¿Qué noche?
—La noche de la muerte de Kelly.
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Aquí yo: Como prometí, nuevo capítulo.
Puejeso, que esta gente está muy confundida y yo no entiendo nada :o
¿Que creen ustedes, apuchulis 7u7?
Bueno, me despido no sin antes decirles que:
Los apuchurrooooo:
Camille Mugs.
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