Veintinueve


El plan de la fábrica


Narra Leyla.

Recuesto mi cuerpo en la pared mientras vuelvo a mirar la hora. No era una persona paciente y creo que era un defecto de mi parte, pero aun así, no entendía porque habría de esperar para realizar algo que se podría efectuar en el momento.

No obstante, debía inhibirme de hacer lo que se me diera la gana porque debía de ceñirme al plan que todos habíamos hecho, en tres horas, pero lo habíamos hecho.

—¿Por qué tanta impaciencia, pelinegra? —me interroga con ese acento francés el chico detrás de mío, refiriéndose por "pelinegra" a la peluca de ese color con flequillo que llevaba. Me la ponía para evitar que nadie ahí dentro me reconociera, ya que al pensarlo, sí dentro estaba quien nos amenazaba, sin ni siquiera nosotros saberlo, me reconocería, y el plan se habría arruinado.

Giro mi cabeza hacia atrás y le planto cara, alzando mis cejas.

—Cállate y no me molestes, Cassandro. —Vuelvo a girarme hacia adelante esperando que Tommy nos dé la orden de comenzar con la fase uno del plan.

—Aún se siente raro que me llames así.

Me ahorro responderle.

—Cuando quieras, Tommy —hablo por el dispositivo que nos había entregado el mismo, uno por dúo. Estábamos Cassandro y yo, y Elle y Royce.

Ni siquiera sé porque nos organizamos de esa manera.

Leyla, actúa según dictamine —me ordena el castaño desde el auto a un kilómetro de aquí.

Asiento con la cabeza, a pesar de que él no pueda mirarme—. Vale —respondo y vuelvo a colocar el aparato en mi cadera.

—¿Vas a ignorarme? —cuestiona de nuevo el ser humano detrás de mí.

—Cassandro, ¿no que odiabas el universo y hacías voto de silencio por el resto de la vida? Ahora estamos en medio de algo importante, así que por favor te pido que dejes de jugar a lo que sea que estés jugando.

—No estoy jugando, ¿por qué insinúas eso? —me pregunta frunciendo el ceño, pero aún sin cambiar esa expresión de lasitud absoluta.

—Porque haces lo que te da la gana cuando te da la gana, primero eres sensible y cálido y luego ¡PUM! Un témpano de hielo, pero déjame decirte que yo no seré la muñeca que esté solo cuando Cassandrito tenga ganas de tolerar el mundo —escupo las palabras con rabia y mirándolo directamente a sus iris con una mezcla azul y verde. Y lo que decía era la verdad, o al menos lo que yo percibía.

—Leyla...

Las palabras de Cassandro son obstaculizadas por la voz de Tommy.

Cámaras desactivadas. Procedan a comenzar con el paso uno de la primera fase —menciona desde el aparato.

—Entendido —respondo y vuelvo a mirar a Cassandro.

—Ya comenzamos.

Narra Ella

Las hojas de los árboles obstruyen mi vista hacia la entrada de la fábrica, la cual está custodiada por dos hombres a cada lado de la puerta. Guardias de seguridad diría yo.

Bueno, creo que es obvio.

Royce a mi lado me observa con descaro, pero hago como si no me diera cuenta para no tener que hablar más de lo necesario.

Maldita fuera la hora en la que me había tocado hacer dúo con él.

—¿Aún molesta, Mika? —interroga.

—No sé de qué me hablas.

—Vamos, lo sabes bien, lo de antier, lo que pasó en la coci...

—Royce, sí sé que insinúas, lo que pasa es que no quiero hablar de eso —alego aún sin mirarlo.

Él toma mi rostro y hace que lo miré a los ojos. Aprieta los labios y comienza a hablar:

—Mika, hablaré sin tapujos, siempre que estamos solos se siente esa tensión en el aire que solo te puede pasar con un persona, como sí de alguna manera estuviéramos cohibiéndonos de algo, y tú debes sentirlo tanto como yo. No entiendo porque te esfuerzas en evitar que pasé, pero hay cosas en la vida que son inevitables, y nosotros —pronuncia señalándome a mí y luego a él—, Somos inevitables.

Luego de que Royce termina con su discurso o como se pueda nombrar lo que acaba de contarme, no puedo decir palabra alguna, solo lo observo a los ojos intentando indagar a través de su mirada.

Ella, ¿me escuchas? —se oye la voz de Tommy desde la especie de walkie-talkie que nos había dado.

—Sí, Tommy. Te escucho.

Prepárate, ya inicio la fase uno. Al tanto, sabes lo que debes hacer —me informa.

—Entendido.

Coloco el artefacto en el bolsillo interno del bléiser que llevaba puesto, lo que era también parte del plan. Acomodo la incómoda peluca negra, apartando algunos pelos rebeldes de mi cara.

Avisto a Royce el cual tiene sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir, mantiene una pose defensiva, como si se preparara para lo que sea que viniese, fuera bueno o malo.

—Comienza la Fase Uno —le hago saber, y él me da un simple asentimiento como respuesta—. ¿Estamos bien, Royce? —suelto la pregunta más fuera de lugar que podría hacer estando en la situación que estábamos.

Al parecer, él se toma el tiempo antes de responder la interrogante, para ser más analítico de lo que lo ha sido nunca, ya que barre mi rostro con la mirada sin dejar ni una sola facción de él sin observar.

—Depende... ¿sientes algo por mí? —interroga desnudamente.

Me toma por sorpresa y mi cara lo expresa, amplio los ojos tal como un pequeño bulldog lo haría.

¿Qué debía responder? ¿Lo que sentía o lo que pensaba? Millones de veces he estado entre estas dos opciones, sin saber decidirme por una.

El problema es que esta vez no sabía ni lo que sentía ni lo que pensaba, ocasionando que mi cerebro colisione y haga que responda cualquier cosa.

—No —menciono firmemente, alzando la cabeza, al parecer muy segura de lo que decía, pero en realidad no sabía que había pasado por mi cabeza para llegar a soltar una respuesta tan clara y tan espontáneamente.

—Pues estamos igual que siempre —contesta Royce de manera cortante.

Frunzo el ceño mirándolo fijamente. Asiento repetidas veces con la cabeza mientras aparto la mirada de él.

Noto como se escucha un ruido dentro de la fábrica y uno de los guardias frente a la puerta se aleja de la entrada para ir a revisar, quedando solo uno.

Llego mi hora.

Tomo en mis manos la maleta que traía conmigo y antes de darle una última mirada a Royce me dirijo hacia la fábrica.

En mi mente rondaba la duda de que significaba lo que él me dijo.

¿"Pues estamos igual que siempre"? ¿Cómo es esa situación? ¿Cómo siempre hemos estado?

Narra Leyla

Cassandro y yo estamos escondidos esperando a que ese guardia de seguridad por fin llegase.

Cuando escucho pasos acercándose me alarmo más de lo debido, casi cayendo de lado sino fuera porque Cassandro me sostuvo.

El guardia le proporciona una mirada general al lugar y cuando está a punto de irse pulso el botón de mi celular para llamar al número que tenía ya marcado. Automáticamente suena el tono del pequeño teléfono que habíamos lanzado por arriba de la puerta cerrada, y seguido de este, el señor gira su cabeza de nuevo hacía la entrada trasera de la fábrica.

Agudiza su vista para descifrar donde es que está el celular.

Saca el manojo de llaves del cinturón de su pantalón y al hallar la llave correcta se dispone a abrir la puerta.

Me reacomodo en mi lugar sin hacer ruido y le doy una mirada a Cassandro.

Él se levanta lentamente y en total silencio se aproxima hacia el hombre, pero yo no puedo resistirme y tomo la tabla de madera que está junto a mí, levantándome.

Me acerco al guardia y él en ese instante voltea la cabeza, pero yo no le doy tiempo ni a pensar porque le proporciono tal tablazo que cae al suelo, noqueado.

Cassandro se queda horripilado observando al guardia en el suelo, y luego posa su mirada en mí.

—Leyla, ¡¿Qué se supone que hiciste?! —exclama él, casi soltando humo por las orejas.

—Yo... ¿lo noqueé? —menciono sin entender el porqué de su obvia pregunta.

—¡Sí! Lo noqueaste, cuando lo que se supone que debíamos hacer era ¡Aplicarle una llave del sueño! —prorrumpe Cassandro, refiriéndose a la técnica que nos había enseñado Tommy para poder dormir por algún tiempo a los guardias. Él se agacha para comprobar su pulso, y al ver que aún estaba vivo se vuelve a levantar y me da una mirada asesina.

—¿Y sí no era efectiva? De toda la vida para dormir a alguien se la da un buen palazo —declaro posicionado mis manos con las palmas extendidas a los lados de mi cabeza.

—Leyla Quiroga, no me importa que malditas técnicas se usan o usaban. Lo que hay que hacer es actuar según lo planeado. Deja de improvisar que para algo hay un plan, maldita sea —me sermonea el castaño pasando las manos por su cabeza con estrés.

—Ya, está bien, perdona —intento calmarlo, no dejaría que Cassandro explotará por primera vez y menos ahora.

—Entremos ya. Habla con Tommy y dile que procedemos a ingresar, que ocurrió un... imprevisto pero todo está en orden.

Asiento con la cabeza y tomo el dispositivo tocando el botón que Tommy me había mostrado que era para comunicarse con él.

—¿Sí, Leyla? —inquiere.

—Procedemos a entrar. Todo bien, tuvimos un imprevisto pero nada de qué preocuparse —le comento mientras yo y Cassandro nos adentramos por la puerta que el señor abrió. El chico Fontanier toma el teléfono que arrojamos y lo guarda en uno de los bolsillos de su pantalón de uniforme.

Íbamos vestidos como empleados de limpieza, la mejor manera para infiltrarse en el ala de oficinas.

—¿Imprevisto?

—Ehm... en vez de la llave del sueño que pediste que aplicáramos, actué por mi cuenta y... le di con una tabla al guardia —le explico, mencionando lo último corridamente para evitar que lo escuchara.

Lástima que igual lo hizo.

—¿Qué hiciste...? Ay, Leyla, después hablaremos de eso, ahora prosigamos con la Fase Dos y espero, sin altercados —me comunica él.

—Cambio y fuera —bromeo, usando los términos que usaban las personas al usar estos cachivaches.

Vuelvo a colocarlo en su sitio y me dispongo a seguir el recorrido, cuando por fin estamos dentro de la fábrica, Cassandro y yo nos escabullimos rápidamente.

Para comenzar con la Fase Dos.

Mantenerse dentro hasta acumular la mayor información posible.

Narra Ella.

Abro la boca para responderle al guardia que estaba a punto de echarme de la entrada ya que no se había reportado que vendrían a hablar con el director, pero en ese instante aparece Royce detrás de él y antes de que siquiera el mismo hombre pudiera darse cuenta, emplea la llave del sueño por la cual el guardia cae dormido en el suelo.

Me agacho para tomar dos tarjetas del bolsillo del guardia con la palabra "autorizado" grabada en ellas. Le doy una a Royce y la otra la pego en mi ropa.

—Al menos muévelo hacia un lado —le reclamo al castaño que estaba a punto de entrar a la Fábrica y dejar al pobre hombre derrumbado en el suelo.

Me regala una mirada de pesadez y sin decir nada recuesta al hombre en un muro próximo a la entrada de la Fábrica.

—¿Contenta? —refunfuña.

Yo lo miro mientras pestañeo dejando mis ojos cerrados más de lo debido, en una muestra de hastío por su comportamiento. Alejo mi mirada de él y nos adelantamos a entrar de una vez.

—Todo correcto hasta ahora, Tommy. Nos disponemos a entrar.

Vale. Con cuidado. —Vuelvo a guardar el aparato y nos adentramos en la Fábrica.

Lo primero que mis ojos notan es la seguridad que el sitio tiene, siendo solo una fábrica de espejos bien apartada de la civilización.

Lo primero que debemos hacer es pasar nuestros equipajes por el detector a rayos X. Cuando los trabajadores que la atienden nos regalan un asentimiento para poder pasar, me quito un peso de encima.

Noto las cámaras en posiciones estratégicas en la pared, pero no me preocupan ya que Tommy las desactivo previamente. Desvío mi mirada del pasillo izquierdo al derecho, nos había sido asignado el izquierdo, en la zona de elaboración.

Caminamos desapercibidamente hacia este y al estar en un rincón menos concurrido procedemos a quitar rápidamente nuestros trajes formales para quedar con una ropa más cómoda y simple, la que usan los trabajadores de esta zona para realizar mejor sus tareas.

Guardo la ropa que me quite cuidadosamente en el maletín y acomodo la que llevo puesta.

El chico Fontanier y yo caminamos a la par por los pasillos intentando encontrar algo en lo que indagar.

A primera vista todo parecía en orden, como debía de ser en lugares como este.

Pero algo era muy extraño. La industria era escasa, había pocas máquinas y también pocas personas, algunas de estas no tenían apariencia de trabajar en esta sección. Parecían aplicados, listos, de esas personas que tienen cara de saber muchas cosas, aunque no quiero decir que los demás no lo sean.

—El Sr. George está reunido con los financieros y ahora nadie puede hablar con él. —Escucho como alguien le comenta a otro compañero. Intercambio una mirada con Royce, Así que así era como se llamaba el director de la fábrica, o eso es lo que parecía.

Royce y yo seguimos andando por la zona, sin encontrar ningún indicio que nos lleve a pensar que ahí dentro se encontraba el Sr. P.

Seguíamos caminando sin rumbo alguno hasta que nos encontramos con un mapa en la pared de uno de los pasillos más estrechos que había en lo que llevábamos de recorrido.

El mapa era de un tamaño bastante grande, parecía que había sido amplificado.

Abrí los ojos con sorpresa, ya que yo sabía que era lo que mostraba ese mapa.

—¿Eso es... Murgare? —cuestiona Royce.

Asiento, todavía sin apartar la vista de mapa.

Me sorprendo más al ver que están circulados los lugares que más concurrimos Leyla y yo, como lo son nuestra habitación, el café y el apartamento de los Fontanier.

Y aún más al ver que había una tachuela exactamente sobre la imagen de nuestra habitación y en ella estaba colgada una llave, la llave de nuestra habitación.

Narra Leyla

Llevando un carito de limpieza nos desplazábamos de un lugar a otro, de una oficina a otro. Lo único que encontrábamos en ellas era... bueno, las cosas típicas que encuentras en una oficina.

También era un poco estresante que al estar dentro de las oficinas las personas nos pidieran hacer alguna cosa. ¡Señores estamos haciendo algo importante! Aunque ellos eso no lo sabían, solo creían que éramos unos simples limpiadores.

Aunque también logré notar que la mayor parte de las personas que estaban en sus oficinas no estaban haciendo nada, no trabajaban, no miraban informes. ¿No se supone que esta gente siempre estaba ocupada? O eso hacían creer en las películas.

—Leyla, yo creo que...

—Cassandro, te dije que estábamos haciendo algo importante. No es momento de hablar de eso —menciono refiriéndome a todo lo que le había soltado minutos antes de comenzar con el plan.

—...deberíamos de ir a lo seguro y avanzar directamente hacia el despacho del director de la fábrica —pronuncia él terminando la frase que yo no lo dejé. Ah sí, y haciéndome quedando un poco en ridículo.

—Ohm... no sé. Habíamos concordado que iríamos despacho por despacho —comento mientras vacío la basura que había en un cesto dentro del basurero del carrito.

—Perdonadme, olvide que compartía palabras con la persona que más se ajustaba al plan —alega sarcásticamente.

Él se agacha para recoger algunos papeles tirados en el suelo y yo me quedo viéndolo y a la vez pensando si deberíamos hacerlo o no.

—¿Y si él llega a entrar? —interrogo.

—Espero que no tengamos tan mala suerte.

Volteo mis ojos una y otra vez. Cassandro se queda viéndome, esperando por mi respuesta.

—Vale, vayamos —acepto por fin.

Cassandro y yo nos apresuramos con el carrito hacia la oficina más alejada de todas, que está al final del pasillo y en lugar de estar en los laterales, esta en el frente.

—Oigan —escucho que alguien detrás de nosotros nos llama. Ambos nos giramos frenéticamente en 90 grados—. Oh, perdónenme, me equivoqué de persona —se disculpa la señora alternando la mirada de mí a mi acompañante para luego darse la vuelta alejándose de nosotros.

Maldita sea, me di el susto de mi vida.

Cassandro niega con la cabeza y yo suelto el aire que retenía desde que escuche el "oigan".

Luego de esa desafortunada situación seguimos transitando por el pasillo hasta llegar por fin al despacho.

Cassandro sostiene la manija de la puerta y me regala una última mirada esperando mi aprobación, yo asiento con la cabeza y él termina por abrir la puerta, la cual afortunadamente no está cerrada con llave.

Lo primero que percibo al entrar es la sofisticada decoración del despacho, pareciendo más de un presidente que del director de una fábrica de mala muerte, seamos claros.

Siento como Cassandro cierra la puerta tras de mí y comenzamos a rebuscar por doquier, a ver si hallábamos por fin una prueba irrefutable de que aquí estaba quien nos amenazaba y no vinimos en vano.

Me muevo hacia la mesa del despacho y comienzo a buscar. Lo primero que veo sobre la mesa es un bolígrafo, pero no cualquier bolígrafo, es un bolígrafo con el logo de Murgare, una "M" alargada al final y una "U" (Murgare University). Estas plumas solo se les ofrecían a los profesores y estudiantes de Murgare.

—Cassandro —le llamo y doy un asentimiento en dirección al objeto para que lo vea. Él fija la mirada en este, y amplía los ojos, volviendo su mirada hacia mí.

—¿Es de...?

—Sí, de Murgare —reafirmo en el pensamiento que pasaba por la cabeza del castaño.

—Eso quiere decir que... ¿el jefe de esta empresa es quién va tras ustedes? —analiza él en voz alta.

—Lo más probable es que sí —declaro encogiéndome de hombros. Luego tomo mi celular en el bolsillo de mi pantalón y, como ya es costumbre, le tomo una foto al bolígrafo.

Vuelvo a la búsqueda y sigo mirando sobre la mesa, cuando termino de mirar en esta me dirijo a los cajones.

En el primero no hay nada fuera de lugar.

En el segundo lo mismo.

Pero en el tercero me topo con un cuaderno, más específicamente un diario. Lo abro y leo la primera página. Annie Hollan sale como la legítima dueña de este.

Y Annie Hollan me suena mucho y no de cualquier parte, sino de Murgare, exactamente del día de la Feria en el que lamentablemente, fue asesinada.

Sí, era el diario de la chica con el cual el Sr P nos amenazaba.

Estoy a punto de enseñárselo a Cassandro cuando se escucha un ruido fuera del despacho, el sonido de una voz hablando muy cerca de él, como si estuviera a punto de abrirlo.

Observo directamente al chico frente a mí el cual me da una mirada como si saliera de una película de terror.

Leyla, ¿me escuchas? —oigo la voz de Tommy.

Tomo el aparato y lo acerco a mi boca—. Tommy, estamos sufriendo una crisis, pero tranquilízate. Te llamo cuando estemos a salvo. Adiós. —Sin esperar una respuesta de su parte toco el botón rojo.

—Tenemos que salir de aquí, ya —suelto en un tono de voz que no pudieran escuchar por detrás de la puerta, hablándole a mi compañero.

Cierro el cajón lo más silenciosa que puedo y me dirijo a la ventana.

—Tenemos que saltar —le digo a Cassandro, asomando mi cabeza por la ventana.

—¿Estás loca? Son más de 2,5 met... —no le dejo terminar de hablar y lo agarro del uniforme colocándolo al lado de la ventana.

—Tienes que saltar. Ahora —le ordeno mirándolo intensamente, como si tuviera visión de rayos X.

Él suspira y termina por lanzarse, sin sufrir ningún otro daño que en el trasero, porque cayó sobre él.

Pongo los ojos en blanco y sin pensarlo dos veces me lanzo yo también, en el momento exacto en el que escucho como la puerta del despacho se abre, lo último que logro ver es una cabellera castaña, imagino del director de la fábrica.

Al caer al suelo Cassandro me ofrece la mano para levantarme, pero lo hago por mí misma.

—Ahora hay que correr hasta llegar al auto —dictamino y sin cuenta atrás comenzamos a movernos con velocidad lejos de la fábrica.

Narra Ella.

Después de haber visto semejante cosa, apliqué el método Leyla y le saqué una foto a aquella prueba indiscutible de que aquí había algo turbio.

—¿Esto quiere decir que toda la fábrica es el Sr. P? —inquiere Royce.

—No creo, más bien imagino que trabajen para él —menciono yo mientras caminamos por el pasillo.

Ya saldríamos porque no encontramos nada más que aquel mapa, que no me quejo, es una excelente prueba de que estaba tan al tanto de nosotros que hasta había conseguido una copia de nuestra llave.

Eso me hace recordar cuando estaba en el baño y al salir encontré pintada en el espejo aquella frase. Y cuando aparecieron en nuestras camas aquellos muñecos horripilantes para luego desaparecer.

Todo tenía un poco más de sentido.

Por otro lado, tengo sentimientos encontrados respecto a Royce. No habla más de lo debido y aunque eso podría ser un consuelo, me hace sentir triste, porque sé que tengo la culpa de que esté así conmigo.

De igual forma, ¿Qué quería él que hiciera? ¿Qué le dijera que sí porque él lo deseaba?

En este caso si sentía algo... pero existía la posibilidad remota de que no lo hiciera.

—Oye, mira ahí —menciona el susodicho señalando una puerta diferente a las demás, era de color gris oscuro y no tenía ningún cristal que dejara ver a través de la puerta como eran las otras. Por alguna razón no la habíamos notado antes.

—Hay que ver —aviso yo, dirigiéndome hacia esta.

Cuando estamos frente a ella tomo el picaporte y la abro, veo a primera vista un montón de computadores, cosas electrónicas e imágenes colocadas en las paredes.

Desafortunadamente no puedo inspeccionar la habitación porque en ese instante alguien toca mi hombro.

Giro la cabeza y me encuentro con un señor de unos cincuenta y tantos años, con lentes de pasta y vestimenta formal.

—Ustedes no pueden estar aquí —nos advierte, tenía cara de mandón, como la que tiene ese profesor que le encanta dar órdenes y siempre llega con mala cara a los turnos de clase.

—P-perdone, señor —me disculpo yo, bajando la cabeza.

—Váyanse —decreta.

No supe muy bien si era irnos de aquí, de la fábrica o del universo, pero no me quedé para comprobarlo.

Royce y yo nos alejamos a paso rápido del lugar y cuando perdemos de vista a aquel hombre nos volvemos a colocar la ropa que llevábamos antes y salimos de una vez por todas de aquel lugar.

Aunque sea habíamos podido enterarnos de unas cuantas cosas, como que ese lugar no era una fábrica de espejos, o al menos no verdaderamente.

Narrador Omnisciente.

Luego de que los chicos se fueran de la fábrica se arma un gran revuelo dentro de esta.

Cuando el director llegó a su oficina y vio aquel carrito de limpieza dentro, intuyó que algo pasaba.

Luego al recibir distintas declaraciones de los trabajadores supo que entraron intrusos a la fábrica.

Él recoge del suelo un artilugio, parecido a un walkie-talkie, el cual se le había caído a Ella minutos atrás.

Ella, ¿estás ahí? —preguntan del otro lado de este.

Hmm... tal como lo sospechaba él.

Leyla, Ella y los gemelos estuvieron aquí.

—Mándale saludos de mi parte, Tommy —le comunica, alargando su nombre más de lo normal.

Luego no se escucha nada más, había colgado.

Después de todo, el Sr. P conocía muy bien a Leyla y Ella.

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Aquí yo: Apuchulisssss, ya sé les dije el martes!! Pero solo han pasado 14 minutos, pido perdón.

Bueno, en fiiiiiin. Algo importante que debo decirles es que cambié el apodo del "Sr. PD" al señor "Sr. P". Creo que es mejor y... si hablo más es spoiler.

Perdón si hay faltas ortográficas es muyyyy tarde, las arreglaré lo antes posible.

Apuchurros:

Camille Mugs

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