Veinticuatro

"Día tranquilo"

Narra Ella. 

Es sábado por la mañana, no tengo nada que hacer, todos mis deberes pendientes los acabe ayer. Además de estar sola porque Leyla se fue desde ayer a visitar a su madre como casi todos los fines de semana.

Cuando volviera empezaríamos a indagar el tema "Sello de la compañía".

Lo único que me quedaba era estar todo el día en internet viendo curiosidades, cuestionarios y estadísticas, bueno, no se veía nada mal.

Es lo mejor después de las locuras de los días anteriores. Al menos ayer habíamos podido aprender e investigar un poco, habíamos conseguido una pista.

Lo que sí sé es que este día va a ser tranquilo.

Me levanto de mi cama y voy hacia el baño a darme una ducha de agua fría, como siempre hacía. Me ayudaba a aclarar mi mente.

Mi mente todos los días de año representada gráficamente era un garabato. Mis pensamientos siempre estaban contra mí, tenía miedo hacia ciertas cosas y siempre me acompañaba está terrible ansiedad, a donde fuera.

Al salir de la ducha me pongo un vestido con cuello puritano acompañado a unas botas de plataforma. Dejo mi pelo al natural, y con eso quiero decir plagado de friz por doquier. Iba a quedarme en la habitación, no iba a arreglarme exageradamente.

Me siento cuidadosamente en el escritorio y tomo mi laptop, la abro y comienzo a adentrarme en lo que para mí, es el paraíso.

Sé que es estúpido, pero me gustan este tipo de cosas. Me emociono al ver un test que dice: "Responde estas preguntas sobre tu personalidad y te diremos como será tu chico ideal". Uy, me encanta.

Respondo cada una de las preguntas y la respuesta final me llega:

"Tu tipo de chico es alguien conversador y risueño. No le da miedo nada a simple vista y se nota seguro frente a las personas. Pero, por dentro es alguien comprensivo y que sabe cómo tratar a sus seres quieridos. ¡Solo nos queda esperar que lo encuentres!

Ehm... ¿no es idea mía, verdad?

Díganme que no y así no pensaré que soy la única tarada que piensa en él.

Se parece mucho a Royce, Jesús de Nazaret.
Ya este test me amargo el día.

Me sigo introduciendo en las locuras del internet cuando noto que llaman a la puerta.

—¿Y ahora quién es? —murmuro por lo bajo.

Levanto mi anatomía de la silla del escritorio y camino hasta la puerta para luego abrirla.

Miro por la mirilla.

Spencer.

—¿Qué vienes a buscar?

—A ti —escucho que responde por detrás de la puerta.

—Spencer, dije todo lo que tenía que decir ya.

—¿Puedes, por favor, abrir la puerta?

Pongo los ojos en blanco pero al final me decido por abrir.

—Ya he abierto la puerta. Si no tienes nada importante que decir permíteme retirarme, estoy haciendo cosas importantes.

Mira para adentro de la habitación y al darme cuenta cierro un poco la puerta.

—¿Importante? ¿Jugar a los... tests?

—Spencer, me dolió lo que me hiciste porque por primera vez confíe en alguien sin medir las consecuencias, y me sentí bien al hacerlo. Entonces, ¿cómo crees que me sentí con ese artículo? —él se queda callado y no me responde. —Muy mal, sí, así me sentí. No obstante, no te guardo odio, únicamente no quiero tener tu cara como recordatorio de que estoy casi sola y no puedo confiarle mis secretos a nadie.

—Ella, yo... no te haría algo así. Sé que tienes una horrible imagen de mí luego de lo que paso pero entiende, yo no soy así. Fue... mi compañera de...

—No intentes escaquearte, lo que hiciste estuvo mal. Si me vas a dar excusas mejor no me des nada.

Las excusas eran ruegos de perdón disimulados, era una forma de pedir perdón con mayor dignidad, pero a la hora de pedir perdón no puedes andar buscando dignidad.

—Vale, tienes toda la razón. Las excusas no valen. Espero que te valga mi más sincero perdón, desde el corazón, sin nada más, solo de mí para ti —me pide él.

Lo miro a los ojos y veo reflejado el arrepentimiento. Lo que me hizo estuvo mal pero... ¿acaso yo no he hecho cosas peores? ¿E imploró perdón sabiendo que no lo merezco.

—Te perdono. Bueno, comienzo a perdonarte, porque no te mentiré, todavía siento rencor y... hasta que no deje de sentir ese pequeño rencor, no estarás realmente... perdonado. No sé si comprendes.

—Claro, sí, sí. Perfectamente. Gracias, Ella. Sentía un pinchazo en el pecho solo de pensar en que me aborrecías o algo por el estilo. Nadie se merece que cotilleen de su vida.

—No... todo está bien. Espero que hayas aprendido la lección al menos —le digo mirándolo a los ojos.

—Sí. No seré más cotilla, y, al alguien contarme un secreto lo guardaré. Porque ese alguien está confiando en mi. Aunque en realidad no creo que nadie lo vaya a hacer de nuevo.

Le regalo una sonrisa.
 
—Adiós, Spencer.
 
—Adiós, Ella —se despide de mí y comienza a caminar hacia los ascensores.
 
Cierro la puerta detrás de mí y camino de vuelta al escritorio.
 
Justo en el momento que me iba a sentar noto que la puerta vuelve a ser tocada.
 
—Jolín —se queja y da un giro de 180 grados para dirigirse a la entrada.
 
—Buenos días, vengo a entregar una carta de posible candidata a alumna estrella de Murgare —menciona una señora con el sello característico del personal no docente de la universidad.
 
—Oh, claro —suelto intentando ocultar un poco mi entusiasmo.
 
—¿Es usted Mikaella Teronge? —cuestiona.
 
—La misma.
 
—Esto es para usted —dice y me entrega la carta correspondiente.
 
—Gracias.
 
La señora me da un asentimiento de cabeza y luego se aleja por el pasillo.
 
Cierro de un portazo y me siento en la cama, emocionada por leer la carta.
 
La oficina de dirección de la Universidad de Élite de Murgare, blah blah blah.
 
Mikaella Teronge se ha destacado por sus buenas calificaciones y desenvolvimiento académico, blah blah blah.
 
¡Aquí está!
 
Estamos en el deber de informar que no ha sido elegida como la alumna estrella, a pesar de su trayectoria impecable en la institución.
 
No consigo leer después de "No ha sido elegida". No porque crea que me lo merezco más que nadie, ni porque soy la mejor. Simplemente porque sé porque NO he sido elegida.
 
Me decanto por leer en la parte más baja de la nota donde reiteran la "razón" o razones por las que el estudiante no fue elegido.
 
Poco desenvolvimiento social.
 
Excusa.
 
Cierta inseguridad respecto a las decisiones.
 
Patraña.
 
Mala reputación frente al alumnado.
 
Aprieto la mandíbula al leer.
 
Lo sabía. Es que en el fondo siempre lo supe. Dentro de mí siempre estaba la cuestión de que el escándalo que se ocasiono sería un fuerte detonante para la elección que harían.
 
No estoy enfadada con Spencer, ya no. Él no tiene la culpa de que esto haya pasado.
 
Esta es la viva representación de lo que todos creen y nadie dice.
 
Siempre, aunque hagas todo perfecto, aunque no cometas ningún error, todos notarán ese pequeño fallo y, en ese momento, nadie recordará las cosas que hiciste bien o lo mucho que te esforzarte. Porque quieren que el hombre sea perfecto y se les olvida un pequeño detalle, que somos humanos.
 
Eso es lo que me molesta, lo que me hace arder el corazón. Me esforzado tanto, tanto, tanto. ¿Qué gané a cambio? Nada.
 
—¡YO ME LO GANÉ, JODER! Me lo gané —grito tirando la carta a algún lugar de la habitación.
 
Tantas horas estudiando, aprendiendo de memoria cosas que no me gustaban, no me hacían sentir bien.
 
Lo he dado todo por ese reconocimiento, y todo lo que gano es prejuicios. Prejuicios de la sociedad hacia cualquiera equivocación humana. Hacia las personas que intentamos ser perfectas, PERO NO LO LOGRAMOS. Nunca lo lograremos porque es simplemente imposible la perfección, es un ideal absurdo al que se supone que debemos aspirar.
 
LA ODIO. Siempre he odiado la perfección, y a pesar de eso siempre he tenido que tenerla cerca, yo cumplía la regla de: "ten a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca".
 
—He perdido tanto el tiempo —me digo a mí misma mirándome al espejo, mis ojos llenos de lágrimas.
 
La única perfección es la de ser uno mismo.
 
Acaricio el espejo, como si lo estuviera haciendo conmigo misma.
 
《Hemos sufrido tanto》—pienso.
 
Pero el mayor sufrimiento siempre fue hacer como si nada hubiera pasado. Porque sí pasó.
 
Tomo una onda respiración relajando mi cuerpo y mente.
 
Ya todo sucedió, no puedo cambiar nada. Me servirá de lección para el futuro. Espero, no, no espero, SERÉ mejor después de esto.
 
Sale una pequeña lágrima rebelde por mi mejilla y la quito al instante. Basta de llorar.
 
Inhalo y exhalo seguidamente hasta que me tranquilizo. Luego me acuesto en la cama y comienzo a cerrar los ojos hasta quedarme dormida.
 
• • •
 
Me despierta el sonido de mi teléfono, alguien me está llamando.
 
Medio adormilada tomo el aparato entre mis manos y miro el nombre.
 
Cole.
 
¿Por qué me llamaba a esta hora? Normalmente se comunicaba conmigo a las 17:00...
 
Miro la hora en mi celular, ¡17:26! He dormido por casi cinco horas, madre mía.
 
Contesto la llamada.
 
—Dime... eh, Cole. ¿Qué pasa?
 
Hablando sinceramente me sentía muy mal por Cole. Nuestra relación era casi una mentira, no sabía la mitad de las cosas de mí. No sabía lo de Kelly, nunca lo sabría. Jamás le conte lo del... beso con Royce. Tampoco le he contado lo del artículo... Espera, ¿me llamaba por eso?

Un sudor por los nervios se comienza a acentuar en mi frente.
 
—No pasa nada, amor. Ehm... ¿tú que haces? —pregunta. Y no sé porque razón pero el "amor" me dio muy mala espina.
 
—Pues... bien. Me acabo de levantar de una larga siesta.
 
—Que bien. Me alegro por ti. —suelta.
 
Dios, esto es demasiado raro, raro e incómodo.
 
—En serio, ¿qué es lo que pasa, Cole? —pregunto seriamente.
 
Escucho el sonido de la puerta sonar, OTRA VEZ.
 
Suelto un grave suspiro.
 
—Están llamando a la puerta, amor. Vuelvo enseguida.
 
Muevo el picaporte de la puerta hasta abrirla por completo.
 
Me quedo en completo shock.
 
—¿Co-cole?
 
• • •
 
Estábamos sentados, Cole y yo, en la mesa del mismo café en el que siempre nos reuníamos.
 
Lo miraba fijamente, intentando analizarlo, no logro detectar nada que me dé una pista de lo que hace aquí.
 
Nos llegan de una vez nuestros cafés, yo pedí un capuchino como hacía casi siempre. Cole pidió un expresso.
 
—Muchas gracias. —le digo a la dependienta.
 
A veces me maravillo de mi habilidad para fingir, en serio. Es que puedo parecer totalmente segura cuando en realidad por dentro estoy destrozada. Es cierto eso que dicen, de que con práctica cualquiera se hace experto.
 
Creo que nadie dice eso, pero deberían.
—Ehm... y dime, amor. ¿Qué viniste a hacer aquí? —interrogo, para ver si podía sacarle un poco de información.
 
—¿Acaso no puedo venir a ver a mi novia? —cuestiona él, respondiendo mi pregunta con otra. Mientras me miraba con esos ojos verdes que penetraban mi alma.
 
A Cole lo conocí en el instituto, empezamos a ser amigos hasta que fuimos acercándonos más y más, de un momento a otro ya éramos exclusivos, nos besábamos en cualquier momento, era una relación, pero sin el "quiero tener una relación". Que en realidad a nosotros nos sobraba.
 
Él era un chico un poco rudo a veces, le gustaban las artes marciales, a veces era un poco serio, pero siempre se preocupaba de la gente a su alrededor, eso era una de los rasgos de su personalidad que más me gustaban.
 
—Sí, sí. Por supuesto, pero... tan de imprevisto, ¿no estás en exámenes?
 
—Solo me quedaré un día.
 
—Oh, vale. —respondo con un asentimiento de cabeza. Luego de eso se queda un silencio un poco incómodo en el aire.
 
—Y... ¿no tienes nada que contarme? —me pregunta tomando un sorbo de su café.
 
—Uhm uhm. —balbuceo mientras niego con la cabeza. —¿Y tú?
 
—Cero. —comenta aun mirándome.
 
Silencio, de nuevo.
 
Repiquetea los dedos en la mesa impacientemente.
 
—¡Mikaella, lo sé! —exclama con un tono de voz un poco elevado. Haciéndonos ganar un par de miradas.
 
—¿Q-qué sabes? —cuestiono muy nerviosa. Demasiado. Tanto que en estos momentos no me importa que las otras personas presten atención a la conversación.
 
—Lo del artículo, lo de ese... Royce. No me voy a precipitar a creer en lo que leí en un tonto artículo. Quiero oír todo de ti, tu versión de la historia, al fin y al cabo mi novia eres tú. —me explica él con los dientes apretados.
 
Jesús de Nazaret.
 
Es que yo lo sabía, sabía que él se había enterado, es que lo sabía.
 
Debo comportarme firme. Contarle los hechos como son y no ese falso rumor que se inventaron.
 
—Cole, primero que todo... perdón. En serio, de corazón. Sé que no mereces que te mienta, no me voy a excusar. Sabes que no es mi estilo.
 
Él asiente con la cabeza.
 
—Ella, ¿sientes algo por... Royce? —me pregunta y sé que le es muy difícil formularla.
 
Me quedo en blanco, boquiabierta.
 
¿Cómo explicarle algo que ni yo misma me sé decir?
 
—Cole, yo... no sé lo que pasa por mi cabeza, estoy muy confusa, y...
 
—¿Has tenido algo con él?
 
Anda, al grano.
 
—Respóndeme con sinceridad, Ella. ¿Tuviste algo con... ese chico? —cuestiona. Noto el temor en los ojos. Estoy muy segura de que Cole me ama tanto como yo lo amo a él.
 
Precisamente con eso sé que a él esto le duele lo mismo que a mí.
 
Bajo la cabeza, no consigo mirarlo a los ojos.
 
Esto es un asco. Yo... le fallé, sé que en el momento en que lo hice no pensé en él.
 
No obstante, Cole ha sido toda mi adolescencia, con él he crecido y aprendido muchas cosas. Me hace sentir bien estar a su lado, siento que estoy segura.
 
Recordar el pasado no sirve de nada ya, tenía que dar la cara.
 
—Ella, responde.
 
Se me escapa una pequeña lágrima de la mejilla y froto mis manos una con otra.
 
Aunque no responda queda clara la respuesta, pero a pesar de eso debo decirlo yo con mis propios labios.
 
—Cole, lo... siento muchísimo. Te he faltado el respeto de una manera horrible, tú... eres muy especial, no mereces esto que te estoy haciendo. Mereces algo mejor que yo. —hablo sollozando.
 
A Cole también se le escapa una lágrima, desvía su mirada a otro punto de la sala.
 
—Estos meses... han sido muy duros para mí, no es una excusa. Solo quiero que sepas que... sé que te hice daño y eso me duele más que todo, porque tú eres una parte esencial de mí, ¿sabes? —me expreso con total sinceridad limpiando mis lágrimas.
 
—Teníamos una bonita relación, ¿no? ¿O era yo solo él que lo pensaba? —suelta él con la voz rasposa.
 
—NO, claro que no. Todo estaba bien. Yo... solo...
 
—¿Qué cambio? ¿Eh?
 
—N-no lo sé. Solo pasó, yo no planeé que pasara, Cole. Te amaba, siento...
 
—¿Amabas?
 
—Aun lo hago. Ten por seguro que tendrás un buen lugar en mi corazón pero no puedo permitirme estar contigo... mientras estoy confundida por lo que siento por alguien más. Tú... mereces más que eso. —sollozo en un intento fallido de verme firme ante la situación.
 
—Creo... creo que es lo mejor. —menciona en un hilo de voz. Nunca lo había visto tan roto como ahora, supongo que debe estar igual.
 
Es tan triste cuando algo que estaba en tu pedestal, de momento ya no está, lo debes dejar ir. Porque así es mejor, para él y para ti.
 
—Antes de irme necesito saber exactamente que hicieron. —me pide.
 
—Cole, creo...
 
—Por favor.
 
—Nos besamos, en una fiesta. Él fue el que me beso y yo... le correspondí. —expreso apretando los labios.
 
Duele mucho. Duele, quema, destroza. No podría alguien tener idea de cuánto amo a este chico.
 
—Vale... entiendo. —expresa él, limpiando sus propias lágrimas. —De todo corazón, Ella. Eres única y maravillosa, nunca lo dudes, quien diga lo contrario solo intenta destruir ese brillo que guardas detrás de la niebla. Espero que encuentres a alguien que... ames igual o más de lo que yo te amé, no te mereces menos.
 
—Cole... —salto a sus brazos y le doy un fuerte abrazos y siento su olor en mis fosas nasales.
 
Dolía pero era lo que tenía que hacer.
 
Me repito a mí una y otra vez.
 
Culminamos el abrazo y lo miro directamente a los ojos. —Que siempre te vaya bien, siempre. Necesitas a alguien mejor que yo, que te ayude a sanar, que no sea una herida más. Necesitas paz, no te mereces menos. —repito su misma frase.
 
—Adiós, Ella. —se despide levantándose de su lugar.
 
—Adiós, Cole. —me despido del que minutos atrás era mi novio.
 
La vida puede cambiar tanto en un momento.
 
Y lo veo alejarse, lo único que puedo hacer es llorar.
 
Porque lo quiero y lo voy a extrañar.
 
Porque todo es culpa mía.
 
Porque puede que no lo veo nunca más.
 
• • •
 
Toco dos veces la puerta. Había salido del café llorando, no sabía a donde ir, no quería caminar por ahí a estas horas, era de noche ya y las calles estaban muy oscuras. No quería estar en mi casa sola y con mucho tiempo para pensar.
 
Así que aquí estoy frente a la puerta del apartamento Fontanier, esperando ver quién la abría.
 
Seguro lucía desaliñada y completamente destrozada, pero era como estaba por dentro. No podía dejar de pensar en Cole. Su risa. Sus ojos. La sonrisa que ponía cuando le decía algún piropo. Las veces que se ponía romántico. Cuando veía deportes de artes marciales en la televisión y sus ojos brillaban de alegría. No paro de acordarme de él.
 
Y necesito refugio.
 
Al fin abren la puerta, logro notar entre la mirada borrosa por mis lágrimas a Cassandro con su cara seria la cual se suaviza un poco al ver mi situación.
 
Cassandro era el más maduro, comprensivo y sensato de los cuatro, aunque no lo pareciera. Yo sabía que no solo era frialdad, detrás de todo eso había sentimientos, y mejores que los de muchos.
 
Está a punto de hablar pero lo paro.
 
—Casi nunca hablas, por favor no lo hagas ahora —le pido entrando y abrazándolo fuerte mientras lloro—. Necesito que me escuches, solo eso por favor. Solo ahora. Solo abrázame, quédate, porque últimamente parece que todos se van.
 
Él no separa sus brazos de mí hasta que yo lo hago para mirarlo a los ojos.
 
—Quédate y no te vayas —pido sollozando—. Nunca, por favor.
 
Él me abraza ofreciéndome ese rosa que hay entre todo su gris. Yo no digo nada más. Solo lloro entre sus brazos.
 
—Nunca me iré —menciona abrazándome más fuerte—. Menos ahora.

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Aquí yo: Apuchulisssss.

Capítulo larguito (en mi opinión) para compenzar la demora. Jis, jis.

Este capítulo se llega a la conclusión de muchas cosas y se conoce un poco más a Ella, creo yo.

Se vienen fuertes partes :)

Y un especial para el 14 de febrero. UwU.

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Los apuchurramooooo (nuestro verbo):

Camille Mugs.

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