Veinticinco


En peligro de arresto


Narra Leyla

Debía correr, no, tenía que correr por mi vida.

Escuchaba pasos corriendo tras de mí, cada vez más cerca y yo me preguntaba: ¿Esté sería el final? ¿Yo... moriría? La respuesta no la sé, de lo que sí estoy totalmente segura es que nunca estuve tan en peligro como ahora.

Maldita sea. No podía más, estaba fatigada de tanto correr y en este instante ni siquiera la adrenalina me ayudaba.

Caigo de rodillas al suelo. Pisadas cada vez más cerca, y más cerca.

Cuando noto que alguien me levanta en sus brazos, la esperanza que perdí regresa. Observo su rostro para aclarar quién era y por qué me ayudaba.

Es...

No lo creo.

¿Royce? ¿Cassandro?

Detallo sus ojos, no puedo decifrarlo.

—¿Quién eres? ¿Cuál de los dos eres...?

Entonces siento que alguien toca mi hombro detrás de mí.

No puede ser...

Era el otro Fontanier.

No sabía cuál era cuál. No podía distinguirlos.

Abro los ojos y me levanto frenéticamente de la cama. Tenía las piernas sudadas y la respiración un poco agitada.

Suelto un sonoro suspiro.

Solo fue un sueño.

Maldición, se veía tan real.

Yo... no sabía diferenciarlos, no supe quién era Royce y quién era Cassandro. Y eso me aterro, porque yo sé cuan diferentes son el uno del otro. Siempre los sabría diferenciar.

Total, que el día se arruino antes de empezar.

Bueno, pensemos en positivo.

Me levanto de la cama de un salto, lo que me ocasiona un mareo leve. Estiro mi cuerpo elevando mis brazos hacia arriba.

Miro la cama situada al otro lado de la habitación.

Desde qué llegue en la madrugada de casa de mi madre me había preguntado dónde estaba metida Elle. No era de levantarse tan temprano y no creo que haya pasado la noche en otro lugar.

A pesar de la curiosidad me fui a dormir, porque me debía levantar temprano y en casa no pude dormir tan siquiera un poco. Yo y mi madre habíamos tenido una conversación de horas actualizándonos de nuestras vidas, yo abreviando una que otra cosa, como que estaba involucrada en un asesinato y recibía amenazas.

Volviendo al tema de Elle, apostaría que Cole apareció de sorpresa y se fugaron a una cita romántica.

Aunque ella puede hacer lo que quiera, estaba molesta por cómo se refirió a mí.

¿Egoísta?

Lo único que he hecho este maldito año ha sido salvarnos el culo a ambas, una y otra, y otra vez.

¿Entonces ella me llama egoísta?

Tiene toda la razón. Sí ponernos a nosotras por encima de cualquier otra persona es ser egoísta, pues sí. Soy la persona más egoísta del mundo.

Desvío el tema de mi mente, ya que se me calienta la cabeza.

Me doy una rápida ducha, me cambio y me dirijo hacia los entrenamientos.

Narra Ella.

Había dormido de maravilla.

Como no dormía en mucho tiempo, y eso que ni siquiera dormí en una cama.

Después de que llegará al apartamento residencial de los Fontanier y rompiera a llorar en los brazos de uno de ellos...

Él estuvo conmigo. Me acompaño en todo momento. Y se lo agradecí internamente, por primera vez que no dijera una palabra había sido gratificante.

En sus brazos me sentí lo más segura que me haya sentido nunca, como si una capa protectora nos distanciará del mundo real y de todas las atrocidades que vienen con él.

Abro los ojos de par en par y al hacerlo debo volver a cerrarlos por la molestia que me ocasiona la luz.

Me siento en el sofá y suelto un sonoro bostezo.

—Buenos días —me saluda Cassandro desde la cocina americana.

—Hola —saludo mientras me rasco los ojos.

Él camina hacia mí con una bandeja en las manos. La deja en la mesa frente a mí.

—Yo... pensé que... —se le escuchaba nervioso—. Sólo come —me pide y vuelve a la cocina.

Jesús de Nazaret, vaya desayuno.

Había zumo de naranja, tostadas, waffles recién hechos y...

Un cupcake de vainilla. La imagen que se me viene a la mente es nada más y nada menos que la cara de Cole.

A él le fascinaban, aún más de ese sabor. Todos decían que la vainilla era aburrida pero para él era un sabor diferente, la muestra de que en lo común puedes hallar lo más extraordinario.

Y todo lo contenta que había despertado cambia drásticamente solo con un recuerdo... con el suyo.

Aunque intenté pasar página y hacer todo para bloquear su recuerdo de mi cabeza sé que sería en vano. Porque ni yo lo voy a olvidar a él de hoy para mañana, ni hacerlo me haría bien.

Me dispongo a comer un poco de todo.

—Gracias.

—No hay de qué, era sólo... para que te sintieras un poco mejor —responde desde la cocina—. Sé lo que se siente una ruptura, bueno, no lo sé, nunca he terminado con alguien de manera formal así que...

—¿En serio? ¿Nunca has terminado una relación? Por dios, eso suena tan... fuck boy.

Él rueda los ojos—. No soy un fuck boy, además... un simple comentario no puede venir con el estereotipo de ser algo o alguien solo por decirlo. —explica filosóficamente saliendo de la cocina y parándose a frente a mí.

—¿Y Royce dónde está metido? —cuestiono.

—No tengo idea. A veces solo... desaparece. Somos gemelos pero en ocasiones se complica soportarnos el uno al otro.

—Ajá —digo asintiendo y terminando de desayunar.

Debía salir ya, tenía varias cosas que hacer y poco tiempo para llevarlas a cabo.

—El desayuno estuvo fantástico, fuck boy —le molesto.

Él bufa—. Sé perfectamente que intentas hacerme enojar, no caeré en tu juego, Mikaella.

—Nunca me llames por mi nombre completo, me siento en el siglo XIX —le pido—. Cassandro, muchas gracias por... todo. En serio no podría agradecerte por algo en específico —le hablo tomándole la mano para que vea lo verdaderamente agradecida que estoy.

Siento que el contacto le provoca tensión. Separo mi mano.

—Ella, te conozco hace 3 meses, pero no me he sentido más cómoda con alguien en mi vida —menciona él tomando mis dos manos—. Y marca está fecha en tu calendario, puedo contar con los dedos de una mano los días que expreso mis sentimientos.

—Qué pena —suelto mirándolo directamente a los ojos.

Pasan unos minutos de silencio y yo me levanto del sofá. Tenía la misma ropa de ayer por lo que no debo cambiarme.

—He de irme, te agradezco, una vez más —hablo.

Él asiente, me acompaña hasta la puerta y entrega mi bolso.

—Adiós, Cassandro.

—Adiós, Ella.

No sé porque siento esta despedida tan profunda... como si fuera más que un "hasta pronto".

Camino hacia el ascensor sin mirar atrás.

• • •

Salgo de una de mi tercera clase muy tranquila. Ya eran la 13:00 horas y no había almorzado, me dirigiría a hacerlo.

Al menos estar ocupada me había mantenido a raya de recordar...

Patada mental a ese pensamiento.

Sé que Leyla ya había llegado, pero no había podido verla. Quería hablar con ella sobre el tema de la pelea, solucionarlo. Era inmaduro de nuestra parte en la situación en la que nos encontramos comportarnos así.

Camino por los pasillos hasta llegar a la zona la cafetería de la universidad.

Además de los incontables restaurantes y cafeterías que se situaban en la zona también estaba la cafetería. Al llegar a esta me decido a ver el menú. Había hamburguesa, con ensalada de tomate y el otro era pizza hawaina.

Ehm... sin dudarlo la primera opción. Sí, era más de hamburguesas y muy orgullosa de eso.

Hago la fila hasta recibir mi comida y elijo una mesa vacía. Queda más que claro que no me gusta compartir asiento, menos con gente desconocida que a la primera oportunidad dicen obscenidades de mí.

Cuando estoy a punto de introducir la hamburguesa en mi boca me recuerdo de algo importantísimo.

No le puse kétchup, y eso sí es de la peor de las atrocidades.

Levanto mis pompas de la silla y me dirijo a donde la cocinera.

—Hola, ¿me puede regalar una bolsa de kétchup o...?

Ella, sin ni siquiera mirarme, me entrega la pequeña bolsita de la pequeña salsa.

¿Por qué la gente era tan amargada?

No le doy muchas vueltas al asunto y vuelvo a mi sitio.

Pero al regresar me llevo una gran sorpresa. Un sobre de color mostaza yace sobre la mesa donde estaba sentada, junto a mi bandeja.

—Permiso, ¿vieron quién puso esto aquí? —interrogo amablemente a unos chicos en una mesa al lado de la mía.

Niegan con la cabeza en respuesta.

—Jolín... —mascullo sentándome cuidadosamente en la silla, como si hiciera un movimiento brusco algo explotaría.

Me dispongo a dejar al fondo de mis pensamientos la cobardía y tomo el sobre entre mis manos.

Antes de abrirlo me llega a la mente una pregunta, ¿cómo el señor PD sabe siempre dónde estaremos?

Abro el sobre de una vez por todas y encuentro varias hojas de papel, con algo impreso.

Detallo bien la imagen frunciendo el ceño, era un diario, la imagen de un diario. Lo que decía se podía leer claramente.

Leo detenidamente:

20 de octubre del 2019.

Amado Diario:

Cada día estoy un poquito más cerca del secreto de esas chicas, Leyla y Ella son las chicas más exitosas de Murgare, pero tienen un secreto, algo que las atormenta. Yo lo noto. Descubriré que es. Tal vez pueda usarlo y convertirme en la nadadora que he querido ser siempre.

Tomo otra hoja:

1 de noviembre de 2019:

Querido Diario:

El secreto es peor de lo que pensé. No era simple como drogas, o un bebé. Era algo más oscuro y más horroroso. Lo que sí sé es que ya no las veo con los mismos ojos. Tengo que seguir investigando.

Automáticamente tomo la hoja siguiente:

4 de enero del 2020:

Diario:

Llevo tiempo sin escribirte lo sé. Pero las cosas que descubrí son casi imposibles de contar. Una aberración. Descubrí el secreto de las chicas. Seré clara, asesinaron a su mejor amiga. Ellas la mataron, le quitaron su vida. Y sí se lo cuento a alguien, me matarán a mí.

2 de marzo:

Diario:

Hoy es el día del festival. Diré todo, diré la verdad. Contaré frente a todos lo que Leyla y Mikaella han hecho. Espero no morir en el intento.

Cuando termino de leer todo tengo los ojos cristalizados y me mantengo en un estado de shock.

¿Por qué mandaban esto?

Nos hace quedar a Leyla y a mí como las asesinas de...

La chica. Recuerdo quien es ella, la pobre chica que iba a recibir el premio a la mejor estudiante deportista y... la mataron en pleno discurso.

La mataron y no fuimos yo y Leyla.

Entendí todo. El señor PD mando esto, es un tipo de... ¿amenaza? No estoy entendiendo.

Busco en el sobre de nuevo a ver si encuentro alguna explicación.

Y la hallo.

Dice:

Sino deseas que sean encarceladas en un lugar paralelo, escapen lejos de aquí y lejos de los gemelos.

PD: Escapen y yo lo prepararé todo. Si no lo haces, ya saben, la cárcel no es lugar lindo para vivir la juventud.

Creo que queda claro todo.

Lo que no queda clara es mi mente, no tengo ni idea de lo que voy a hacer.

Y la incertidumbre me dificultaba respirar.

Narra Leyla.

Maldito sea el entrenador, maldita sea la natación y maldita sea el agua. Cada vez que salía de los entrenamientos lo hacía de mal humor, y es que con razón, todo ahí se tornaba tan pesado y complejo de efectuar que no me daban ganas de hacerlo, a pesar de que me encantará nadar.

Estaba caminando por la zona exterior de la universidad. En dirección a mi habitación en la residencia. Quería tomarme una siesta a mediodía para recuperar la energía que había perdido al no dormir.

Suena mi teléfono y lo contesta sin mirar el número.

—¿Sí?

—¿Leyla? —me contesta una agitada Ella—. P-por favor, necesito hablar contigo. ¿Podrías venir a la residencia cuanto antes?

—Sí, claro. Estoy allí enseguida —respondo y luego cuelgo.

Sólo la posibilidad de que Ella esté herida o le haya pasado algo hace que mi corazón de un vuelco.

Sin pararme a pensar me dirijo lo más rápido que puedo hacia la habitación.

No podía permitir que le pasara nada a Elle.

Sí ella estaba a punto de caer yo la sostendría, y si no podía, caería con ella.

Cuando llega al frente de la puerta de nuestra habitación doy dos toques y espero a que me abra.

Elle me abre. Con la cara roja y mojada debido a las lágrimas que han salido de sus ojos y su respiración agitada me causa nervios hasta a mí.

—¿Qué te pasó, Elle?

—Hay algo que debo de mostrarte porque no podría decidir por mi cuenta —me explica y luego me ofrece un sobre.

La miro, dubitativa. Al final me decido por abrir el sobre y leer lo que tenía dentro.

Cuando termino tengo claro mi decisión y lo que deberíamos hacer.

—Creo que está más que claro —articulo mirando fijamente a Elle.

• • •

Miro en dirección a Elle mientras hago la maleta y guardo las últimas cosas.

—¿Estamos seguras de esto? —cuestiono parándome de brazos cruzados y observando fijamente a mi amiga.

—Es lo que debemos hacer, ¿no? Si no queremos ir a la cárcel —suelta ella. Con una mirada perdida.

—Es lo correcto, pero... eso no quita que duela. También te duele dejarlos ¿verdad, no soy solo yo?

—No. Me duele y mucho. Hemos pasado tantas cosas juntas en este poco tiempo que... imaginar no verlos más se siente... abrumador.

—Sí... son una de las mejores cosas que nos ha pasado últimamente. Y... yo los quiero, Elle —afirmo en un hilo de voz. La tristeza me llena y suelta una pequeña lágrima por la mejilla, la limpio de inmediato y miro hacia arriba, firme—. Pero, nos quiero más a nosotras y a nuestra seguridad. Por eso esto es lo correcto —dictamino asintiendo con la cabeza.

—Tienes razón en todo lo que dices. Ellos... se habían vuelto una parte esencial de mí, suena tonto, pero es cierto.

Se hace un silencio luego del comentario de Elle y por fin termino de recoger la poca ropa que llevaré. Elle también termina con la suya.

—Debemos dejarles un mensaje, al menos de despedida —menciona la rubia mirándome—. No podemos solo irnos y ya.

Pienso en lo que me dice y tiene razón. Estamos hablando de todo lo que sentimos por ellos y los abandonaremos como si nada.

Además con Royce viví una situación que me marco mucho, no con él pero por él. Y a pesar de que no lo supiera, siempre lo recordaría, siempre estaría grabado en mi mente. Pude haber tenido un hijo nuestro.

—Tienes razón. Debemos hacerlo —concuerdo y tomo mi celular. Ambas nos sentamos en mi cama, mientras elegíamos las palabras exactas para despedirnos.

Al final el mensaje quedó así:

Demasiadas cosas para decir, muy poco tiempo para contarlas. Primero que todo, gracias, por haber estado ahí y ser ese equilibrio entre todo el caos a nuestro alrededor. Nos apoyaron de diferente forma, pero siempre de manera única. Hoy nos despedimos, y puede que sea un adiós definitivo o temporal, eso lo decide el destino. Perdónennos, por no haber salido de la falsedad como tanto pidieron. Perdón por huir, parece que hemos pasado tanto tiempo con una máscara que olvidamos nuestro verdadero rostro. Debemos mirar por nosotras, esto es lo que debemos hacer. Estén seguros de que nunca volveremos a encontrar a otros gemelos Fontanier. Con muchísimo sentimiento, Ella y Leyla.

Damos enviar al mensaje y sin mirar atrás salimos de la habitación, estaba rota por dentro, pero pararnos a llorar ahora no serviría de nada más que para mojar nuestro rostro.

De todas formas, porque algo tengo un mal desenlace no significa que haya sido un fracaso, siempre queda la magia del comienzo y las emociones del medio.

Nos montamos en el auto sin decir una palabra y cuidándonos de que nadie nos vea.

Cuando llegamos a la salida de la universidad nos preparamos para que esto salga bien. Nos encontramos con el guardia, irresponsablemente dormido en pleno turno de trabajo.

Al menos el señor PD había cumplido su parte.

Con rapidez Elle baja del auto y toca el botón para levantar la barra que nos impide pasar.

Luego vuelve abrazándose a sí misma, ha de hacer frío afuera.

—Vamos.

—Vamos —le correspondo pisando el acelerador de su auto.

Y así comenzamos un recorrido de al menos, 4 horas, hacia la cabaña abandonada en el bosque de una difunta tía abuela de Elle. Mencionó que a la mujer le gustaba estar alejada y hace 12 años construyo su propia casa ahí. La rubia solía ir de vacaciones ahí.

Estábamos aproximadamente por la mitad del recorrido y me sentía muy cansada.

—¿Puedes conducir tú? Estoy demasiado cansada para hacerlo, podría dormirme en cualquier momento y, no creo que la muerte sea una opción.

—Vale.

Ambas nos bajamos y cambiamos de asiento para luego seguir el recorrido.

A Ella y a mí nos preocupaban dos cosas.

La primera, que esto sea algún tipo de trampa de la persona que nos amenazaba, o que enviará las pruebas de igual manera.

Luego de un largo recorrido caracterizado por suspiros de tristeza y conversaciones para llenar vacíos, llegamos a nuestro destino.

Estaba más nerviosa de lo normal, necesitaba saber ya.

Después de conducir el auto por todo un terreno de árboles frondosos llegamos a la casa. Ambas bajamos del auto y llevamos nuestras maletas con nosotras.

Nos paramos en el porche.

Y pasó.

Y lo que tanto esperaba ya tenía respuesta.

Sus ojos... los ojos de ambos son algo que encandila la vista.

Ellos estaban ahí, habían decidido, como pedimos en la carta que mandamos horas antes de mandar el mensaje que sería la señal de salida.

No aguantamos más la emoción y nos abrazamos.

Éramos un equipo, un maravilloso equipo.

Todo lo que tuvimos que hacer fue necesario para sobrevivir.

Para que el señor P.D. no se enterará de la verdad nadie se podía enterar.

Ni siquiera ustedes mismos, lectores.

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Aquí yo: Como mismo vine me voy.

Apuchurros:

Camille Mugs.

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