Treinta y tres
Revelaciones y Despedidas.
Narra Leyla.
Detengo mi paso y escrutó el edificio residencial donde su ubicaba el pequeño alojamiento de los Fontanier, o al menos, el que antes fue suyo.
Elle se detiene a mi lado y hace lo mismo que yo para luego soltar un suspiro.
-Cuántas cosas han pasado desde la última vez que estuvimos aquí, ¿no? -comenta aún mirando el edificio como si le impusiera.
-Ni que lo digas.
Ambas nos aventuramos a entrar en el edificio, evitando a toda costa que alguien nos reconociera.
No fue nada difícil adentrarnos en Murgare, teniendo en cuenta que el guardia de seguridad de la entrada estaba casi en la palma de nuestra mano después de que el señor P lo amenazara. Lo que él no sabe es que vinimos aquí luego de escapar de sus garras, o mejor dicho, sus estúpidos guardias.
Incluso nos dio los instrumentos que le pedimos. Me pregunto que habrá hecho nuestro amenazador para que ese señor estuviera así de asustado.
Nos subimos al elevador, y presionamos el botón que nos llevaría al piso de los susodichos.
Por lo menos yo estaba un poco nerviosa teniendo en cuenta que teníamos grandes posibilidades de descubrir la verdad, la definitiva.
Qué era lo que desde que nos conocemos, los gemelos nos ocultaban. Y no sabía si eso me alegraba o me asustaba.
A mi lado, Ella no deja de mover la pierna con nerviosismo y eso me ponía aún más ansiosa.
El ascensor por fin llega al piso deseado y abre sus puertas dejándonos adentrarnos en el pasillo.
Ella y yo nos damos una última mirada antes de salir de dentro de él. Como para asegurar que de verdad haríamos esto.
Cada paso que damos por el cuidado rellano hace eco en las paredes creando un ambiente de suspenso y expectación.
Por fin llegamos a la puerta de los Fontanier y para entrar en ella utilizo el mismo truco que usé la primera vez que vine aquí, a hacer lo mismo que vengo a hacer ahora, investigar.
Usando los instrumentos que tomé de la pequeña casilla del guardia logro abrir la puerta luego de unos minutos.
Ella suelta el aire que tenía retenido desde que comencé con la maniobra.
-Pensaba que no lograrías -menciona coocando un mechón de su cabello rubio detrás de su oreja.
-Ten más fe en mí la próxima vez -respondo con una sonrisa casi que forzada a la vez que abro la puerta completamente. Dándonos paso al salón del apartamento.
-Espero que no haya próxima vez -masculla Ella entrando, yo paso detrás de ella.
Miramos detenidamente el lugar, y a mí por lo menos me llegan los recuerdos de este lugar, del sofá en el que tantas veces hablamos, reímos, lloramos...
A mi lado escucho un sollozo y al mirar me encuentro a mi mejor amiga con las manos tapando su rostro y llorando con intensidad.
La observo con una mirada triste, a pesar de que ella no me esté viendo. No le iba a decir "no llores" porque ya me llega a parecer hasta innecesario, Ella no llora por nada, que lloré no significa que deba ser socorrida. Llorar está bien, llorar es normal. Es una posibilidad física que tiene nuestro cuerpo para sobrellevar el dolor, la tristeza, la alegría.
Se llora cuando el sentimiento en tu pecho es tan fuerte que no cabe en tu interior.
Así que, como forma de concordia y entendimiento, me acerco hacía ella y la abrazo de lado.
-Han sido muchas cosas, Leyla. Un montón de sentimientos, pesares, secretos, mentiras, momentos y dolores. Son demasiados cosas las que hemos tenido que cargar en nuestra espalda y sentir en nuestro pecho -solloza mientras limpia su rostro de las efímeras lágrimas que salieron de sus ojos.
-Elle, lo sé. Lo he vivido junto a ti todo este tiempo. Pero debemos dejar de recordar lo que fue el pasado y pensar en lo que es el presente y en lo que será el futuro. Nuestro futuro depende de lo que haya en esa puerta -le hago entender a la vez que señalo con mi dedo índice la pierta que se divisa al final del pasillo.
Elle asiente repetidas veces y ata su cabellera rubia en una coleta baja para luego mirarme fijamente a los ojos y seguidamente pronunciar:
-Tienes razón. Vamos a lo que vinimos -declara dirigiéndose hacia el pasillo que había mencionado anteriormente.
Yo, con un andar desganado, la sigo hasta el final del pasillo.
En realidad, me aventuré a venir aquí porque estoy hasta las narices de tanta mentira y quiero saber la verdad de una maldita vez.
Después de ver y escuchar como mi madre se quedaba en aquel lugar abandonado y permaneció ahí en el suelo viéndome irme por la ventana me causa mucha rabia e impotencia lo que me hace volcarme aún más en esta misión.
Quería saber todo.
Quería salvar a los míos.
Y no lo quería pronto, lo quería ahora.
Al estar al término del pasillo me arodillo frente a la puerta y me dedico a intentar abrir la puerta con las pequeñas varillas.
Seis minutos después y aunque batallo con toda la destreza que puedo no consigo abrir la puerta.
¿Un "ábrete sésamo quizás"?
Ni siquiera el chiste que elaboro en mi cabeza disminuye el humor de los mil demonios que tengo.
-¡Mierda, mierda, mierda! -improperio en alta voz, por la frustración.
-¡Leyla no sueltes injurias en alta voz! -me recrimina Ella -. ¿Qué es lo que pasa que te demoras tanto? -inquiere dando cortos pasitos de adelante hacia atrás los cuales ocasionan un ruidito el cual me pone aún más de los nervios.
-¡Esta maldita puerta tiene una ceradura demasiado avanzada para estos cachivaches! -exclamo dando un salto de la ira.
Estaba estresada. Se juntaban muchas cosas a la vez y esta puerta y esta cargaría con la culpa de todas.
Doy una fuerte patada al mismo centro de la puerta, no esperaba abrirla ni nada por el estilo, solo descargar la frustración como antes dije.
-¡Leyla! -me reclama Ella proporcionándome un manotazo en el hombro-. ¿Se puede saber qué cosas te pasan por la cabeza cuando haces esas estupideces?
-Abrí la puerta, no te andes quejando -respondo de mala gana.
-Sí, ¡de una patada y haciendo un hueco! -se queja Ella agachándose ligeramente para ver a través del hoyo.
Yo hago lo mismo a la vez que suelto un suspiro.
-La luz está apagada -pronuncia.
-No me digas.
-Voy a entrar -avisa ignorando mi sarcasmo que disparé con toda la mala vibra hacia ella. Que puedo decir, sentía un poco de pelusilla luego de que casi me arrastrara de los brazos de mi madre y me alejara de ella, así como así.
Alza una de sus flacas piernas y la atraviesa por el hueco hasta apoyarla al otro lado de la puerta, seguidamente pasa su torso y cabeza y por último su otra pierna. Luego de la cuidadosa faena ya se encuentra dentro de la habitación.
De esa habitación.
Observo con mirada calculadora la oquedad frente a mí, analizando si tenía posibilidades de adentrarme por ahí.
A ver, Ella y yo no era que tuviéramos anatomías de volúmenes semejantes, aunque como bien dicen, donde cabe la cabeza cabe el cuerpo. Y mi cabeza por aquí cabía.
-¿Pasas o no, Leyla?
-Voy, voy -le respondo y sin pensarlo un minuto más atravieso por la puerta, con su debida dificultad, obviamente. Pero al menos pude lograrlo.
-Auch -me quejo-. Me raspé el muslo -susurro intentando mirar la zona dañada, tarea que iba a ser un poco compleja teniendo en cuenta que nos encontrábamos en la rotunda oscuridad.
-¿Estás bien? -inquiere Ella con un tono de preocupación, mientras posa su mano en mi hombro.
-Sí, estoy bien. Solo es un rasponazo.
-¿Buscamos el interruptor, entonces?
-Por favor.
Y así empezamos a desplazarnos por la habitación oscura, con sumo cuidado de no tropezar o romper nada. Ya suficiente habíamos tenido con el estrepitoso golpe que le proporcioné a la puerta.
Caminaba a paso lento mientras deslizaba mi mano por la pared, en busca del interruptor. No sentí ninguna textura que pudiera pertenecerle al objeto. Lo único que sentía era papel, o algo muy parecido a eso. Se esparcía por toda la pared y las teorías de lo que podía ser me explotaban la cabeza.
-Lo encontré -alega Ella y seguidamente veo como la luz de la lámpara en el techo ilumina la habitación.
Cuando me acostumbro a la luminosidad me dispongo a detallar el sitio en el que me encontraba.
Como había supuesto, las paredes estaban, en su mayoría repletas de imágenes, papeles, periódicos y documentos de todo tipo.
En la pared frente a la puerta había un cuadro.
Y como ustedes deben pensar, no era cualquier cuadro.
Era de ellos.
De Cassandro, de Royce.
Y de Kelly Robinson.
O debería decir...
Margaret Fontanier.
Sí, a pesar de comprobar más de cinco veces ese era el nombre que ponía en la parte inferior del retrato.
«Margaret Fontanier»
Sí, ese nombre no me sonaba por nada. Era el nombre grabado en el sepulcro de la casa abandonada de los Fontanier; era además el que estaba escrito en la foto de los gemelos cuando niños, y por último, era el nombre real de Kelly Robinson.
Mi amiga muerta.
Lo peor de todo no era que había descubierto que ambas personas eran una misma, sino también que bajo los nombres de los tres chicos estaban las palabras «Trillizos Fontanier».
De momento sentí un gran vacío en mi pecho, como si mis órganos se hubiesen esfumado y solo quedara un ente insulso el cual no puede sentir. Lo cual era contradictorio, porque en ese momento sentía todo lo que podía ser posible.
El labio inferior me temblaba y no podía dejar de pestañar frenéticamente.
No entendía nada a pesar de que la respuesta estuviera justo frente a mis ojos.
Dejo de mirar el cuadro y desvío la mirada a mi lado donde se encontraba una Ella totalmente inmovilizaba, si no pestañeara podría decir que se había quedado congelada.
-Es... ella es ella -intento hablar con las pocas palabras que mi cerebro logra procesar. Ella gira la cabeza hacia mí con una lentitud que podría llegar a ser perturbadora.
-Sí. Además de matar a mi mejor amiga maté a la trilliza de los Fontanier -expresa sin balbuceos y con una voz baja que me cuesta un poco de trabajo escuchar.
Aprieto mis párpados con los ojos cerrados mientras bajo la cabeza. Pensando en todas las pequeñas pistas que vimos, en todas las señales de lo que pudo ser, pero nunca vimos.
Ciegas, eso es lo que fuimos, todo estuvo ahí y pudo serlo si hubiéramos dejado la mente volar y no evitar que algo nos llevará a catalogarlos a ellos de culpables.
Abro los ojos y una lágrima escapa de mi ojo izquierdo, bajando por mi mejilla y perdiéndose en al curva de mi cuello.
Me tomo el tiempo de detallar con mayor atención todo lo demás que se encontraba en la habitación.
Un montón de imágenes de todo lo que tenía que ver con Margaret Fontanier, dentro de eso su segunda identidad, Kelly Robinson. Dónde vivía, dónde estudiaba, qué lugares frecuentaba, números de teléfonos relacionados con ella. Y por supuesto, con quién se relacionaba, y en ese grupo estábamos nosotras.
Mikaella Teronge y Leyla Quiroga.
Habia un computador sobre una mesa y una silla para sentarse en ella, perpendicular a esa zona habían varios cajones con cosas que desconozco y que no me interesaba conocer.
Ya lo tenía todo.
Ya sabía lo que necesitaba, no necesitaba más.
Suelto un suspiro profundo repleto de toda la preocupación y frustración que guardaba dentro de mí. Mis hombros pesaban, era como si la carga de toda la información que ingería terminaba allí.
No pudiendo más ni con mi propio cuerpo me desplomo en una esquina de la habitación. Hecha un ovillo y con las manos sobre mis rodillas. Así me veía, pequeña e indefensa, como tantas veces odié verme.
Habían podido conmigo, entre todos. Me habían gastado. Ya no podía más y no era solo que no podía, sino que no quería.
No quería luchar más, no si a pesar de usar toda mi fuerza nada mejoraba.
Comencé a llorar, las lágrimas caían por mis mejillas como cataratas y me abrazo a mí misma para intentar recuperarme de alguna manera.
Narra Ella.
Desde el lado de uno de los cajones visualizaba como se Leyla se encontraba ovillada en sí misma, sentada en ese rincón casi oscuro. Lloraba, lloraba mucho y casi parecía que se le acabarían las lágrimas.
Pero yo más que nadie sabía que esas cosas no pasaban.
Incluso me sorprende que no esté llorando en este mismo momento. Y es que de alguna manera no tengo ganas de llorar, no me sale. Entonces puede que si se me hayan acabado las lágrimas.
Esto de lo que nos habíamos enterrado había sido impactante. Jamás me paso por la mente que ESTO pasaría, ni siquiera algo similar. La duda de que Kelly pudiera ser parte de la familia Fontanier siempre estuvo, ¿pero su trilliza?
Era algo que aún no lograba procesar. Me encontraba en estado de shock.
Ni siquiera se parecían. O... ahora que lo pensaba, Kelly tenía el mismo color de ojos que ellos.
Ese azul con motas verdes que tanto me hipnotizaba había sido al mismo que miré en los ojos de Margaret antes de que muriera.
O debió de haber sido, porque no lo recuerdo.
Vuelvo a mirar fijamente a mi mejor amiga la cual estaba hecha pedazos y comienzo a caminar en su dirección. Al estar frente a ella me arrodillo y relamo mis labios antes de hablar.
-Leyla, esta es la verdad -pronuncio acariciando su cabello-. Por fin es nuestra. Y ahora que la tenemos debemos irnos de aquí.
Ella alza la mirada y sus ojos acuosos de tanto llorar se encuentran con los míos.
-No a la casa del bosque -solloza limpiando las lágrimas de sus ojos-. No quiero ir ahí, no hoy, por favor.
Sin poder parar de llorar tapa su rostro con las dos manos y vuelve a sollozar, ahora incluso más fuerte.
-No, Leyla. Iremos a cualquier parte menos ahí. Pero hay que irnos, ahora.
La morena logra por fin levantarse del suelo con mi ayuda, se limpia todo rastro de lágrimas existente en su rostro y me observa con una mirada decidida. Pero ese brillo de sufrimiento no se escapa de sus ojos.
-Salgamos de aquí -declara con voz determinante y comenzando a andar hacia la salida de la habitación.
Le doy una sonrisa de boca cerrada al darme cuenta de que se había recuperado, aunque, yo sabía que aún en el fondo lloraba sin remedio. Pero decido dejarlo pasar, tendría tiempo de sacar todo lo que llevaba dentro.
Antes de marcharme del recinto doy una última mirada a todo lo que se encontraba en la habitación.
Y es que fuera como sí... Kelly estuviera viva.
Esta habitación estaba repleta de ella.
Este lugar era Kelly Robinson, y era Margaret Fontanier.
Tal vez ella no había muerto del todo, quizás había una manera de... mantenerla.
Suelto un suspiro al recordar su sonrisa, sus bromas pesadas, lo atrevida que era en ocasiones...
Había sido una persona repleta de luz.
Bajo la mirada y me dispongo a salir de la habitación, con los hombros caídos. Y es que cada vez que la recordaba terminaba de la misma forma.
-¿A dónde es que iremos? -cuestiona Leyla a la vez que aparezco a su lado mientras caminamos por el pasillo.
Abría la boca para responderle a Ella que no tenía idea alguna, cuando se escucha el sonido de alguien abriendo la puerta principal.
Miro a Leyla alarmada y ella me devuelve la mirada con los ojos casi salidos de sus orbes.
Para cuando la puerta es abierta de par en par ya Leyla y yo estábamos escondidas detrás del sofá del salón.
Supongo que debe de ser algún guardia o alguien que venía a averiguar que pasaba luego de ser informado de algún ruido dentro del apartamento.
Aunque mi teoría recae un poco al escuchar unas voces. Sus voces.
-Ellas estuvieron aquí -asegura Cassandro con su tono de voz profundo y de que nada le importa.
-O están -agrega nadie más ni nadie menos que Royce Fontanier.
-Hmmm... ¿déjà vu? -alega Leyla en baja voz.
-Shhh -la callo.
Se escuchan pasos hacia una dirección que no sabría precisar, luego más pasos y llego un momento en el que no entendía que pasaba y no entendía por qué razón nos escondíamos si no teníamos nada por lo que avergonzarnos.
-Leyla, Ella, pueden salir de detrás del sofá cuando quieran -expresa Cassandro en alta voz con la intención de que lo escucháramos.
Leyla y yo nos miramos por unos segundos antes salir de nuestro "escondite". Nos mantuvimos de pie detrás del sofá observando fijamente a los dos hermanos.
Ambos estaban justo como los recordaba, y fui estúpida al pensar de que se verían de otra manera habiendo pasado solamente seis horas desde que lo vimos por última vez.
Cassandro, a excepción de siempre, que llevaba su cabello perfectamente peinado, ahora se veía totalmente despeinado, como si no le hubiere dado tiempo a arreglarse antes de venir aquí. Su mirada destellaba anhelo, como si dentro de él estuviera la posibilidad de que esta sería la última vez que nos verían.
Royce se notaba escuálido, sus ojos estaban rojos y las ojeras que tenía no pasaban por hartos. Estaba mal, muy mal más específicamente. Él sufría mucho y podía imaginar por lo que pasaba.
Pero nosotras no nos quedábamos atrás.
Ellos la pasaban mal ahora pero nosotras llevamos tiempo siendo mentidas en la mismísima cara.
-¿Qué hacen aquí? -inquiere Leyla luego de unos minutos de espeso silencio.
-Venimos a por ustedes -responde Royce alternando la mirada de mí a Leyla.
-¿Cómo siquiera supieron que estábamos aquí? -cuestiono alzando la mirada la cual mantenía en el suelo. Los miraba con decepción, y ellos notaban eso.
-Lo... deducimos -vuelve a responder él.
-U-ustedes... -comienza a hablar Leyla con la voz temblorosa y la cabeza baja-. Todo este tiempo... ¡todo este tiempo fue una maldita mentira! Ustedes... fueron unos mentirosos. ¿Qui-quieren venganza? ¡¿Quieren venganza por lo que le hicimos a su hermana?! -manifiesta ella, rompiendo en llanto.
Yo, con el presente recuerdos de ellos, de todo este tiempo, suspiro mientras cae una lágrima por mi mejilla, la que limpio instantáneamente.
-Nosotros no queríamos venganza, bueno, al principio sí. Nuestra hermana... -comienza a hablar Cassandro.
-¡Trilliza! ¡Es su jodida trilliza! ¡¿Cómo maldita sea pudieron ocultarlo todo este tiempo?! -exclamo dando un fuerte golpe a la cabecera del sofá.
-Chicas, debemos hablar. Vamos a contarles toda la verdad de una maldita vez. Todo lo que pasó, y todo lo que tenga que ver con Margaret Fontanier -explica Royce y al terminar la frase aprieta los ojos y cuando los vuelve a abrir una lágrima rebelde sale de su ojo izquierdo, pero él la quita al momento.
-Después pueden decidir lo que quieran -agrega Cassandro, con una voz débil, como si estuviera a punto de romper en llanto. Pero no lo hace.
Leyla y yo nos damos una mirada y luego asentimos con la cabeza en concordancia con lo sugerido por ellos.
Con lentitud y delicadeza ambas nos encaminamos juntas hacia el sofá para sentarnos a escuchar lo que tenían que contar los Fontanier.
Los -ya no- gemelos se sientas en los dos asientos frente a nosotras y luego de unos segundos de silencio y miradas entre Leyla y yo, por fin Cassandro empieza a hablar:
-Mi madre, Katrin Fontanier, estuvo embarazada de tres bebés, dos niños y una niña. Es un caso visto pocas veces pero aun así no es algo anormal, el tema es que esos niños éramos Royce, yo y Margaret. Pasamos nuestra infancia felices, nuestra madre era el pilar fundamental que nos mantenía unidos, ya que mi padre comenzaba a hacerse exitoso con su empresa y viajaba mucho. Cuando los tres teníamos diecisiete años... -Cassandro para de hablar un momento y relame sus labios con los ojos cerrados, seguramente recordando a su madre-. Ella murió en un accidente de elevador. Fueron tiempos grises en nuestra familia, mi padre, al haber perdido a mi madre, pasaba más horas que nunca trabajando para intentar olvidar que ella ya no estaba; nosotros estábamos destrozados por la pérdida de nuestra madre, ella lo era todo para nosotros, Royce y yo comenzamos a perdernos días de casa y regresar oliendo alcohol y...éramos un total desastre.
Ambos intercambian una mirada llena de culpa y tristeza. Cassandro tensa la mandíbula antes de volver a hablar:
»Margaret se quedaba cada vez más sola y cada momento nos alejábamos más. Entonces mi padre empezaba a extender su empresa, y uno de los lugares donde estaba teniendo más auge era aquí, por lo que vinimos a vivir a Inglaterra, más exactamente a la casa abandonada del bosque, que en ese momento era un lugar lleno de vida. Dejamos atrás Francia, junto con todo lo que nos recordaba a mamá. Margaret, a pesar del cambio, seguía con el perenne recuerdo de nuestra madre, y así paso todo un año sin volver a clases, ya que el psicólogo le había diagnosticado Trastorno de Depresión Mayor. En ese tiempo mi padre contrató a alguien que la cuidara y fuera su compañía, la llamábamos Sra. Eugener.
-La señora Eugener... -repito el nombre por lo bajo, recordando que así se hacía llamar la "madre" de Kelly.
-Sí. -asiente Royce y mira a su hermano antes de comenzar a hablar- En fin, que en ese tiempo nosotros nos convertimos en la peor versión de nosotros mismos; hacíamos lo que nos daba la gana y nos distanciamos completamente de nuestra familia e hicimos un gran vínculo entre ambos, éramos compañeros de aventuras. Entonces, cuando pasó un año luego de haber llegado, nuestro padre nos informó que volveríamos a Francia ya que nuestro tiempo en Inglaterra se había acabado. Margaret estaba negada a volver porque decía que todo le recordaría a mamá. Ella le rogaba a mi padre que le dejara quedarse allí, que no sería capaz de regresar. Mi padre, que siempre había tenido a Margaret como favorita, le permitió quedarse, siendo cuidada por la Srita. Eugener quién se fue a vivir con nuestra hermana a otro pueblo, a vuestro pueblo.
Yo escuchaba todo con suma atención y si no fuera por los detalles quedaban, podría creer que todo era una mentira. No podía imaginar que la Kelly que yo conocía antes había sido la Margaret infeliz que contaban. Eran muy diferentes.
Margaret fue sufrimiento, pérdida, dolor. Kelly fue vida, alegría, luz.
»Ella cambio su nombre para tener una nueva identidad en el nuevo pueblo. Mi padre quería que ella fuese feliz, que tuviera una vida apartada de la oscuridad y decadencia que nos recorría a él y a nosotros. Y eso fue lo que ella tuvo, mientras nosotros pasábamos nuestro último año de instituto, ella comenzó el segundo, y las conoció a ustedes. Según lo que nos contaba la Sra. Eugener había dado un cambio drástico, sonreía cada dos por tres y era totalmente otra persona. Cassandro y yo... sentíamos envidia de que ella lo hubiera podido superar, porque aunque no lo pareciera, nosotros todavía no lo habíamos hecho. Cuando nos graduamos del instituto nos fuimos a vivir a Inglaterra y visitábamos a Kelly cada que podíamos. En eso tú me viste en la fiesta de San Valentín, Leyla -alega dirigiéndose a la morena quien le da una corta mirada para después bajar la cabeza.
-Y... de esa forma también termine en la misma fiesta en la que ella... murió -pronuncia Cassandro alzando la mirada solo para fijarla en mi por unos cortos segundos y luego volverla a enfocar en el suelo-. Chicas, ustedes pueden pensar lo que quieran, pero esta es la verdad, la pura y absoluta -alega frotando sus manos una con la otra.
-¿Cómo fue todo para ustedes... después de la desaparición de Ke... Margaret? -inquiero observándolos con la cabeza ladeada. Quería buscarle respuestas a todas las dudas que se desarrollaban en mi cabeza.
-Mi padre había recibido una llamada de la Sra. Eugener diciendo que Kelly no había vuelto ese día a casa. Nosotros también nos enteramos porque ella nos llamó para preguntar si por alguna casualidad estaba con nosotros. La Sra. Eugener llamo a la policía para informarles de la desaparición y ellos a pesar de hacer todo lo posible, nunca hallaron nada que les llevara a ella. No hubo señales de Kelly y debido a eso tiempo después el caso fue abandonado. Todos pensaron que había muerto, porque... ¿de qué otra manera pasaría algo así? Ella era feliz allí. Entonces, mi hermano y yo nos decidimos a averiguar la verdad por nuestra cuenta, sin importar con que nos encontraríamos. Y... lo que hallamos ya es historia, sabiendo que ustedes estuvieron allí esa noche las comenzamos a investigar. Lo descubrimos, juntando pistas descubrimos que ustedes lo habían hecho, habían matado a nuestra hermana trilliza. Por eso vinimos aquí, a Murgare. Para hacerles pagar por lo que hicieron. Claro que nunca esperábamos lo que nos pasó, lo que sentimos. Lo que entre los cuatro... creamos -la voz de Cassandro era áspera. Su rostro no detallaba ninguna emoción. Era como sí no sintiera nada.
Pero, después de conocerlo sabia que sí que lo hacía.
Royce a su lado, a la vez que Cassandro contaba la historia soltaba unas cuántas lágrimas por sus ojos.
Aspiro aire lentamente, me causaba una punzada de dolor verlos en ese estado, pero no podía serenarme. Yo necesitaba respuestas, y por mucho que doliera, sus lágrimas no eran respuestas.
-¿Cómo es qué... Kelly tenía el pelo castaño rojizo y no... del color del de ustedes? -vuelvo a preguntar yo. Y Cassandro alza la vista un momento solo pasa darme una de esas miradas que el daba.
-Ella... se tiño el cabello cuando cambio de ciudad -aclara Royce.
-En verdad, ¿cómo supieron dónde estábamos? No creemos ni un pelo eso de que "lo dedujeron" -interrogo, haciendo comillas con los dedos al decir las últimas palabras.
Ambos hermanos bufan y se dan una miradita entre ellos que comunica cosas que ni yo ni Leyla lograríamos entender.
-Yo... se puede decir que fueron secuestradas por mi culpa -confiesa Royce mirando a un punto muerto en el salón.
-¿Q-qué? -inquiero sin entender a que se refería exactamente.
Él suspira antes de comenzar a hablar con los ojos acuosos-. Recibí una llamada del Sr P, él... me prometió que si dejaba la puerta de la casa abierta para... tomar el diario, él me ofrecería el cuerpo de Margaret y podía darle una despedida como se merecía...
-Su cuerpo lo tiene la policía.
-No. Ese no es el cuerpo de Margaret, solo es algo que el uso como distracción y para que... ustedes se a-asustaran -expresa el entre lágrimas. Y la verdad llorar era lo menos que podía hacer si era cierto que por su causa fuimos secuestradas y la madre de Leyla se quedó allí-. El caso es que yo acepté... pero yo no sabía que las secuestrarían. No sabía que vendrían por la noche a secuestrarte, Ella. Por favor, tienes que creerme. Tenía un montón de sentimientos encontrados porque hacía un año que había muerto mi hermana. Solo quería despedirla, solo quería darle el adiós por última vez. Luego el Sr. P volvió a llamarme diciendo que si tenía algo que ver con que se hubieran escapado, y... no te ví a mi lado -se dirige a mí con la mirada-. Junto con mi hermano sabíamos que si escaparon del Sr. P, lo que harían sería buscar respuestas.
-¿T-tú... me pediste dormir contigo para distraerme? ¡¿Para mantenerme vigilada?! -cuestiono dirigiéndome directamente a Royce, con la voz rota y un montón de furia acululada. Él tiene la cabeza baja, no me responde-. ¡Habla, maldito cobarde! -grito levantándome del sofá y colocándome de pie frente a él.
Royce levanta la cabeza y enfoca sus ojos en los míos y confiensa en un susurro que logro escuchar perfectamente-: En parte sí, en parte no.
Al escuchar esas seis palabras que me demuestran tanto solo sé que la ira y el dolor de descubrir tantas cosas a la vez me abruma, ocasionando que impacte mi mano en la mejilla izquierda del chico de ojos azules y verdes.
El impacto de mi mano hace eco en la sala y junto a mis fuertes sollozos es lo único que se escucha.
-Podría haberte perdonado todo, pero... ¡ESE MALDITO MOMENTO QUE PASAMOS SOLO FUE UNA MENTIRA! No quiero volver a verles la cara. A ninguno. A partir de ahora no son más nada que... un error del pasado. ¡Nada más que los hermanos de Kelly Robinson! -descargo toda mi rabia contra ellos dos.
Ellos dos, que fueron por mucho tiempo nuestro equilibrio, ahora solo eran un maldito recuerdo doloroso.
Sus rostros estaban rojos, ambos estaban despeinados. Reflejaban sufrimiento. Parecían cada uno la fotocopia del otro.
-Ustedes... es tan curioso como de un momento a otro miras a un rostro y solo te causa dolor y decepción cuando anteriormente te había dado estabilidad y alegría -pronuncia Leyla quien también había llorado, ni siquiera los miraba la cara. Ella tenía la mirada perdida en un punto muerto de la habitación.
-Por favor, perdónennos -suplica Cassandro, intentando mantener la postura y hablando lo más firme que le fuera posible -Haremos cualquier cosa, hicimos mal, s-si. Los errores son de humanos. Por favor, haremos cualquier cosa porque todo sea como antes. Solo... perdón.
-¿Perdonarlos? Claro, están perdonados. Pero... -antes de seguir hablando ojeo a Leyla y ella me mira fijamente, y con su mirada estoy más segura de lo que debo decir-, debemos alejarnos de ustedes. El amor nunca será sano mientras heridas del pasado estén adheridas en él.
-¿Nos abandonarán? -inquiere Royce.
-No, más bien nos encontraremos a nosotras mismas y dejaremos atrás lo que solo daña -responde Leyla, y yo no lo pude haber dicho mejor.
Ambas, sin mirar atrás caminamos hacia la puerta.
Antes de salir por ella Leyla suelta:
-Hasta que sea el momento, hermanos Fontanier. -Luego salimos del apartamento cerrando la puerta tras nosotras.
Y con la sensación de haber cerrado algo más.
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