Treinta y cinco


Con nosotras tenía que terminar.

Una semana después.

Narra Ella.

Me encontraba sentada en el balcón de la habitación en la que estaba hospedada. Podría decir que admiraba las vistas, pero no se vislumbraba más que una destrozada calle por la que pasaban autos de cuando en vez.

El cielo estaba despejado, con un sol feroz en lo más alto del cielo, por ser mediodía.

Miro el cigarrillo entre mis dedos y luego lo llevó lentamente hasta mis labios. Inhalo el humo por la boca y luego de unos segundos lo suelto por el mismo lugar.

Entre eso, escucho el ruido de la puerta corrediza abriéndose y después veo como Leyla se sienta a mi lado.

Se veía demacrada, las ojeras bajo sus ojos eran más que obvias y su pelo no estaba bien peinado como de costumbre, lo tenía en un rodete mal hecho. Hacemos contacto visual y ella nota lo que sostenía en una de mis manos, pero claro, yo no intentaba esconderlo.

-¿Ahora fumas? -inquiere con la nariz torcida.

La observo fijamente, con una mirada cargada de cansancio y desaliento. Luego le respondo con un simple encogimiento de hombros y a la vez dándole otra calada al cigarrillo.

-Quizás.

Ella, respecto a mi respuesta lo único que hace es asentir lentamente. Nos quedamos en completo silencio y en eso ella saca de su bolsillo un paquete de chicles.

De fresa.

Al mirarlo se me tensa al instante la mandíbula. Y es que solo me recordaba a una cosa, a una persona.

Nada de esto lo hacíamos porque nos apetecía, sino porque era una manera de recordar.

Y cuanto dolía hacerlo.

Solo a mi cabeza llegan múltiples imágenes de Royce masticando sus infames chicles mientras tenía en el rostro una pícara sonrisa.

¿Era posible que ya no existiera? ¿Era acaso probable que esos dos chicos en estos mismos momentos ya no tuvieran vida?
Sí. Lo era. Porque ambas habíamos visto como ésta se escapaba de sus ojos.

-No estamos bien -asegura en alta voz Leyla mientras mira fijamente la caja de chicles.

Yo ladeo la cabeza y fijo mi vista en ella-. ¿Hubo un momento en el que sí lo estuvimos? -inquiero con amargura mientras frunzo los labios.

-Sí, no lo hemos estado en mucho tiempo, pero hemos llegado al fondo del pozo, ya no podemos bajar más -menciona mientras cierra los ojos y su semblante denota tristeza.

Leyla estaba destrozada, al igual que yo. En estos últimos días lo único que hemos hecho ha sido estar dentro de nuestra habitación. Spencer y Tommy eran quienes venían y nos traían comida, porque si por nosotras fuera, tampoco hubiéramos ingerido nada.

Ese día, cuando las puertas se cerraron en nuestra cara y nosotras acabamos destrozadas en el suelo, llegaron los chicos a buscarnos, ya que luego de un tiempo estaban preocupados sobre nuestro paradero.

Nosotras no pudimos responder a ninguna de sus preguntas en ese momento. Solo llorábamos, emitíamos quejidos de puro dolor y sufrimiento.

Pero luego, un poco más calmadas, les dijimos lo que pasaba.

Ellos estuvieron ahí para nosotros, nos consolaron, nos mimaron. Sin Spencer y Tommy creo que no podríamos haber llevado esto de la misma forma. Si no que de una mucho peor. Han sido un gran apoyo y lo han sido desde que entraron por esa puerta en la casa abandonada del bosque.

Hablando de la feliz pareja, escucho como una puerta se abre y luego de escuchar otro portazo, oigo la voz del chismoso rubio:

-¡Chicas llegaron sus dramáticos favoritos! -exclama en un grito.

Giro mi cabeza lentamente hacia atrás y me encuentro con un Spencer con las manos abiertas de par en par y la boca abierta en sorpresa, casi parecía que se presentaba a sí mismo. Atrás de él, con una tierna sonrisa estaba Tommy.

-Hola, chicos -saluda amargamente Leyla.

El rubio frunce el ceño en extrañeza-. ¿Pero que son esos ánimos? ¡Arriba como la espuma! Anden, vamos. Bajaremos un rato a la pequeña cafetería del motel. Ya es hora de que coman un poco fuera de casa.

Yo niego lentamente con la cabeza y pongo cara de desagrado-. No tengo ganas, Spence. De verdad.

Leyla pasa su mirada de mí a Spencer y niega con la cabeza igualmente.

Tommy pasa por delante de Spencer y camina hasta arrodillarse frente a nosotras.

-Ella, Leyla. Sé que es muy duro, yo también los echo en falta y eso que no los conozco ni la mitad de lo que ustedes lo hacen. Pero quedarse aquí encerradas, sin moverse a ningún lado, no es una forma de mantener vivo su recuerdo, ni se sentirán mejor de lo que lo harán si salen. Es más, puede que se distraigan un rato de la realidad. Y no, no quiero que se olviden de ellos, porque es imposible, pero deben aprender a recordarlos de una buena manera. Y sé que esto sonará típico, pero ellos nunca hubieran querido que después de su... muerte ustedes se mantuvieran así de fragmentadas -manifiesta él, dándonos una mirada reconfortante.

La morena a mi lado quita su mirada de los ojo de Tommy y la fija en cualquiera de los árboles que se ven más allá de la carretera. Cruza los brazos frente a su pecho, adoptando una pose defensiva.

-¿Sabes qué pasa, Tommy? Que mi importa una mierda lo que ellos hubieran querido, porque ellos ya no están. Y hasta que Cassandro y Royce Fontanier no se planten frente a mi maldita cara y me lo digan, me va a importar tres pepinos -escupe Leyla y mete uno de los chicles que se encontraban dentro de la caja, en su boca.

Me mantengo callada observando la escena, doy la última calada a mi cigarrillo para luego aplastarlo en el cenicero junto a mí, hasta que ya no es más que cenizas.

-Está bien, si no lo quieren hacer por ustedes, ni por los Fontanier, que en paz descansen, lo harán por nosotros -alega Spencer mientras mira distraídamente sus uñas.

Lo observo con los ojos ampliados y con la curiosidad de qué era lo que iban a decir para convencernos.

Leyla también los observa a ambos, pero ella con una cara de superioridad, como si estuviera más que segura de que nunca nos convencerían.

• • •

Abro la puerta principal de la acogedora cafetería, ocasionando que la campana en la parte superior de ésta, suene.

Me arrimo del brazo de Leyla mientras barro con la mirada el lugar.

Ni siquiera sé cómo es que llegamos. Solo recuerdo como Spence y Tommy nos amenazaron diciendo que sino bajábamos junto a ellos, publicarían por todas las redes fotos nuestras dormidas.

Mi reputación no era lo mejor del mundo, pero no podía dejar que siguiera cayendo en picada. Además, si la publicaban podrían rastrean donde estábamos, o de laguna manera, estuviéramos exponiéndonos al peligro.

Es raro pensar que ahora tenemos que vivir escondidos, en el anonimato, por la simple razón de que no queremos que él nos descubra.

Todo está bajo control, menos por el pequeño detalle de que el interior de la cafetería no hay ni una simple mosca.

Frunzo el ceño en confusión y me volteo hacia la parejita para darles una mirada inquisitiva.

-¿Qué es esto? ¿Un juego? -interroga Leyla alzando una de sus cejas en dirección a Tommy.

Ellos se dan una fugaz mirada entre ellos y después vuelven a mirar en nuestra dirección.

-No reclamen tanto y por favor, siéntense -comenta Spencer señalando con sus manos unas de las incontables mesas en las que se podían sentar en este sitio.

A mi cabeza llego la pregunta de por qué esa en específico, pero supongo que solo fue pura casualidad.

Junto a Leyla, un poco extrañadas nos encaminamos hacia la mesa de cuatro sillas y luego de acomodarnos sentadas una al lado de la otra miramos expectantes a los chicos que aún se encontraban de pie.

-¿No sé sientan? -inquiero. Esta situación era un poco rara y no sé porque tenía la impresión de que los chicos tramaban algo.

-No, en realidad nosotros saldremos. Disfruten -comunica Tommy y se despide agitando su mano. Luego ambos, castaño y rubio comienzan a caminar en reversa hasta que llegan a la salida y se pierden por ella.

Mi amiga y yo aún sentadas en nuestros lugares intercambiamos miradas de desconcierto.

¿Qué narices les pasaba estos dos? ¿Se habían fumado algo? Y si lo habían hecho, ¿dónde podía encontrarlo? Necesito algo así para salir un poco de la realidad.

Desconcertada por todo lo que estaba sucediendo espero a que alguien llegue, pero nadie apareció.

Estábamos allí a la expectativa pero nada pasaba.

Decido pararme de la silla y bufo frente a lo ridículo que esto parecía. Leyla lo hace después de mí y ambas nos encaminamos hacia la salida.

No obstante, solo podemos llegar a la mitad del recorrido porque se escucha el sonido de una silla moviéndose y luego algo o alguien desplomándose en ella.

Giro mi cabeza frenéticamente, con una leve esperanza de que pudiera, al menos por un instante, ser...

Mis ojos por fin conectan con la mesa en la que estábamos sentadas hace un momento, casualmente la misma de la que provenía el ruido.

Mi boca se abre en estupefacción al ver... al verlos.

-¿Se irían sin siquiera esperarnos, corazones? -pregunta la misma persona que se sentó en la silla y detrás de él, de brazos cruzados y con una sonrisa de lado casi imperceptible se hallaba su hermano.

Ambos estaban ahí, nos miraban con adoración, cariño. Quizás también los mirara así sino fuera porque los vi morir.

Estaban sanos, estaban bien. No podría creer lo que veían mis ojos y al parecer Leyla tampoco porque restregó sus ojos como si lo que observaba fuera una alucinación.

-U-u-ustedes -es lo único que logro formular. La alegría y a la vez sorpresa que emanaba desde mi pecho no me permitía hacer otra cosa que mirarlos con los ojos casi salidos de sus orbes.

Leyla reacciona antes que yo y se dirige con rapidez hacia los gemelos.

Abraza con fuerza a cada uno, casi dejándolos sin aliento por lo que logro percibir. Comienza a llorar desconsoladamente mientras dice cosas que desde el lugar en el que me encuentro no logro entender.

Por fin vuelvo a la realidad y empiezo a mover mis pies en dirección a los Fontanier. Hasta que no estoy a un metro de ellos no me lo creo. Por mi cabeza comienzan a pasar imágenes, como si se tratara del tráiler de una película, de nosotros. Todo lo que vivimos.

También llegan los recuerdos de está oscura semana en la que las ganas de seguir y de luchar han desaparecido por completo de nuestro cuerpo. ¿Para qué seguir luchando si al hacerlo solo se destruía y marchitaba cada persona o cosa a nuestro paso? Eso era lo que llegaba a nuestras mentes, o al menos a la mía.

Pero ya no parecía así, con solo ver el rostro entre angelical y rudo de los chicos que de los que primero desconfiamos, luego odiamos, luego apreciamos, luego odiamos, luego quisimos, luego amamos, luego odiamos y luego volvimos a amar, la esperanza había florecido dentro de nosotras.

Llego primero hasta Cassandro y acaricio su rostro, cerciorándome de que fuera real, y sí 8lo era. Lo abrazo con toda la fuerza que tendría una persona al no ingerir alimentos desde ayer en la tarde. Él me corresponde el abrazo y lágrimas de alegría comienzan a caer por mi cara.

-Gracias por no dejarme -susurro en su oreja.

-Siempre estaré aquí para ti. Recuerda, no me he ido y no pienso hacerlo -declara por lo bajo y se separa de mi para mirarme a los ojos. Yo sonrío al escuchar lo que me dice.

Luego paso a abrazar al idiota sarcástico que tanto amé y odié desde que lo conozco. Él me recibe con una sonrisa lobina la cual ocasiona que volteé los ojos.

Quita un mechón de pelo de mi cara y lo coloca detrás de mi oreja para luego mirarme fijamente.

-¿Me extrañaste, Mika? Espera no sé ni porque la pregunta. Es obvio que lo hiciste -presume él alzando sus cejas una y otra vez.

-Esta vez no puedo contradecirte. Te extrañe y mucho -alego y pasa mis manos por alrededor de su cuello apretujándolo contra mí y dándole un fuerte abrazo.

Me separo y seco las lágrimas que habían ocasionado que mi cara se viera más desarreglada de lo que ya lo estaba.

-Tomen asiento, por favor -pide Cassandro y se sienta próximo a su hermano.

Leyla y yo obedecemos y nos sentamos en las sillas que antes habíamos abandonado.
El ambiente se queda en silencio por unos pocos segundos hasta que Leyla se decide por hablar:

-¿Cómo es que están vivos siquiera? -inquiere ella y apoya sus antebrazos en la mesa al mismo tiempo que pasa ambas manos por su rostro.

-Digamos que el Sr P. nos contactó y nos propuso un trato. Nosotros fingiríamos nuestra muerte frente a ustedes y luego nos fugaríamos hacia cualquier país que deseáramos. Decidimos aceptar, claramente teníamos propósito y ese era engañarlo haciéndole creer que nos habíamos ido para siempre pero en realidad permaneciendo aquí, en Inglaterra. Idearíamos el plan perfecto para encontrar al Sr. P, retenerlo y así que nos cuente quién es, por qué hace todo esto y cuando haya soltado toda la información, eliminarlo -explica el hermano serio.

-¿A qué te refieres con eliminarlo? -cuestiono con una mirada horrorizada.

-Sí, Mika. Exactamente a eso que estás pensando. Él merece eso y muchísimo más -me aclara Royce.

Suelto un suspiro y miro de reojo a Leyla, quién carraspea y hace otra pregunta.

-¿Cómo fingieron su muerte?

-Simple. Los golpes que vieron fueron reales, los muy malditos se pasaron un poco a la hora de crear "un aspecto moribundo real". Pero algunas de las heridas fueron maquillaje -expresa Cassandro con los codos apoyados en la mesa y ambas manos cruzadas entre sí-. El disparo se trataba de una pistola con una bomba de pintura, era un color rojo vino. Idéntico al tono de la sangre. Luego de que cerraran las puertas lo único que hicimos fue irnos de ahí. Para ellos, lejos; la realidad, no a mucha distancia de aquel lugar.

Luego de escuchar el alegato de Cassandro repiqueteo mis dedos en la madera de la mesa, mi cabeza solo podía pensar en que les había llorado a personas que nunca murieron. Eso me molestaba y a pesar de que fingieran por un plan no quita que haya dolido.

-Podían habernos dicho algo. A penas un "Estamos vivos, no se preocupen. Pronto les explicaremos" -comento mirándolos con los ojos entrecerrados.

-No nos habrían creído y de hacerlo, nunca tendrían la reacción que de verdad correspondía. Sé que pasaron unos malos ratos y que sufrieron, pero oye, estamos vivos y sabemos cómo acabar con él -manifiesta Royce.

-¿Cómo? -pregunta la morena a mi lado.

-¿Cómo qué? -interroga Cassandro sin entender.

-¿Cómo es el plan?

Ellos asienten con la cabeza y intercambian una mirada entre ellos. Auto seguido, Royce empieza a hablar.

• • •

-¿Donde es que está el auto? -pregunto cruzándome de brazos mientras caminaba a su lado.

Había decidido acompañar a Royce hasta su auto para buscar su equipaje y el de Cassandro para llevarlo a las habitaciones que les habían asignado.

Cada uno tendría una porque ya el motel no estaba tan lleno como el día que llegamos.

-¿No has dado ni tres pasos conmigo y ya quieres huir, Mika? -Voltea su cabeza y me da una mirada de las suyas, cargadas de prepotencia y pillería.

No puedo evitar que en mi cara crezca una sonrisa. Era innegablemente molesto, pero lo había extrañado tanto.

-Imposible, Mikaella no pone los ojos en blanco cuando hablo. ¡Ya pueden salir, descubrí la cámara oculta! -exclama colocando las manos a los lados de su boca para simular algún tipo de megáfono.

-Por favor, no te escandalices -comento y pongo mi mano extendida frente a su rostro-. Además, para cámaras ocultas el númerito misterioso que montaron en la cafetería. ¿Cómo hicieron para que estuviera desierta?

Él muerde su labio a la vez que niega con la cabeza, se adelanta y se sitúa frente a mi cuerpo, aún caminando.

Si de casualidad choca con un basurero yo no lo ayudaría, era bastante grande para cuidarse el solito. ¿Reírme? Eso por supuesto.

-Solo pagamos el precio indicado, y ya. Nuestro por una hora. Sabes, todo el mundo se puede comprar de alguna forma -declara y se inclina levemente hasta mí. Vuelve a situarse a mi lado andando de forma normal, y confiesobque esperaba que si chocara con un basurero.

-¿Ah, si? ¿Y cuál forma es la tuya? -interrogó con curiosidad a la vez que lo miro con las cejas arrugadas y la cabeza ladeada.

Ya nos habíamos adentrado en el aparcamiento. Había algunos carros por aquí y por allá pero tampoco una aglomeración.

Yo no tenía idea de cuál era el coche en el que los Fontanier habían llegado aquí. Por lo que recordaba su auto lo habíamos dejado en la casa de la madre de Leyla.

Mientras estaba entretenida mirando a los alrededores me sorprendo con la respuesta que me da el chico:

-Que les hicieran daño a ti, a Leyla o a mi hermano, para evitar eso haría lo que fuera. Ustedes son la única familia real que me queda -contesta y baja su mirada un instante al suelo para luego alzarla de nuevo con una sonrisa de boca cerrada pintada en el rostro-. Bueno, también están Tommy y Spencer.

Suelto una pequeña risa e inconscientemente reposo mi brazo en su hombro.

No puedo evitar pensar que ellos ayudaron a los Fontanier con su juegecito. Sabían que estaban vivos. ¿Pero desde cuándo?

-¿Ellos sabían el plan? -pregunto.

-No. Se enteraron ayer mismo, nos comunicamos con ellos en la noche y creéme, fue una gran sorpresa. Incluso creí escuchar que Spencer grito -comenta con mirada pensativa.

Típico de Spencer.

Él se detiene, por lo que parece frente al auto en donde se encuentra el equipaje.

-¿Este es? -inquiero.

Él asiente y de su bolsillo saca las llaves. Con solo tocar un botón del control que está encadenado a ellas la cajuela se abre.

Dentro de ella solo hay dos pequeñas maletas. Por lo que parecía los chicos no tenían intensiones de pasar unas vacaciones, sino de hacer lo debido.

Royce carga ambas maletas y el color rojo que tinta su cara me da a entender lo mucho que pesan.

-Anda, dame una. No sé como se te ocurre cargarlas tú solo. ¿Para que vine sino es para ayudarte? -comento mientras tomo una de las maletas que cargaba. No pesaba tanto como el hacia parecer, pero bueno supongo que solo quería hacerse el heróico.

-¿"A qué viniste"? Pues obvio a admirar mi belleza monumental como la fanática desquiciada que eres por mí.

-Ni en tus más dulces sueños -alego mirándolo por encima del hombro.

Él suelta una sonora carcajada y luego enfoca su vista directo en mí-. Mis sueños nunca son dulces cuando se trata de ti -confiesa.

Su declaración hace que mis ojos se amplien y mis cejas se alcen con sopresa.

A pesar de que de vez en cuando Royce soltaba comentarios de ese calibre nunca me llegaba acostumbrar. Mi corazón siempre latía con rapidez y mi respiracion se aceleraba.

El contacto de miradas se rompe con el sonido de mi celular.

Lo saco del bolsillo de mi suéter y leo el nombre en la pantalla.

Carraspeo y vuelvo a mirar a Royce.

-Respondo la llamada un segundo y nos vamos -declaro y le regalo una sonrisa dulce de boca cerrada. Me alejo considerablemente para que el chico castaño no escuche lo que digo mientras arrastro la maleta.

Descuelgo el teléfono y lo primero que digo es:

-Dime, ¿qué quieres?

Narra Leyla.

Estaba sentada en el balcón de mi habitación comiendo una deliciosa dona de chocolate que había comprado antes de salir de la cafetería.

-¿Qué pasa? ¿Ya recibiste tu habitación? -cuestiono y cruzo mis pies en el asiento donde me encontraba.

-Sí. Quería venir a verte -comenta y se sienta tranquilamente en la silla a mi lado.

Termino de comerme la dona y sacudo mis manos alejando cualquier resto de chocolate.

-Asi que... todo este tiempo estuvieron jodidamente vivos -pronuncio negando con la cabeza con una sonrisa en la cara.

-Vivos sí, jodidos... un poco -alega y gira su cabeza para mirarme a los ojos.

-¿Y qué es el mensaje que hay que enviar para el plan? -inquiero apoyando ambas manos en los brazos de la silla.

No podía dejar de mirarlo fijamente, básicamente porque estos siete días estaba mas que segura de que jamás lo volvería a ver.

-No puedo decírtelo, porque será en el momento -Me observa con una mirada de aviso.

-No me podrías contar. Te juro que no se lo diré a nadie. Al menos solo un poquito -suelto lo último y con mis dedos pulgar e índice hago el gesto de una minucia.

-Leyla... -Cassandro dice mi nombre con un tono de advertencia mientras peina con sus manos el nido de pájaros que llevo por pelo-. Tráeme un cepillo para el cabello, te peinaré -me dice y no deja de mirar mi cabellera.

-¿Y me contarás?

-Puede -declara encogiéndose de hombros.

-Vale... -acepto para mí misma y me levanto del asiento.

Me adentro en la habitación y busco el cepillo que siempre llevo conmigo, luego de tenerlo en mis manos vuelvo al pequeño balcón.

Cassandro nota mi llegada y yo agito el objeto en mi mano para que lo vea.

-Siéntate aquí -me pide, señalando un pequeño banquillo que puso entre sus piernas.

Yo alzo las cejas en sorpresa pero igual me siento donde me dice. Era oportuno tomar este momento de bondad a tener que peinarme por mi sola. Le cedo el cepillo y él, con una delicadeza que no sabía que tenía, comienza a cepillar mi cabello, comenzado por las puntas.

-Pues... en el momento en el que salgamos debemos enviar la palabra "puente", esa simple palabra y el plan se pone en marcha.

-¿Puente?

-Sí, no tiene ningun sentido solo es una plabra al azar -responde el mientras pasa los dientes del cepillo por todo mi pelo.

Yo cierro los ojos, ya que esa forma tan sutil de peinarme me lleva a mi niñez, específicamente en las mañanas antes de ir a la escuela, cuando mi madre cepillaba mi cabello haciéndome dos coletas a los lados de la cabeza.

Ahora que sé que los gemelos están vivos, y que tienen un plan para acabar con el hombre que ha estado tras nosotras todo este tiempo, debo salvar a mi madre.

Debo liberarla del lugar en el que la tienen cautiva, pero para eso, antes necesito agregar al plan de alguna manera la misión de salvar a mi madre.

Porque no iba a esperar más.

-Cassu -lo nombro con un tono tierno el que hace que deje de peinarme por unos minutos.

-Voy a salvar a mi madre ese mismo día -suelto.

-Leyla, no creo que sea adec...

-No era un pregunta era un aviso -comento y alzo la mirada para observarlo directamente a los ojos.

Cassandro termina de peinarme y en ese momento llegan a la habitación Ella, Royce, Tommy y Spencer.

Pasamos todo el día juntos. Hablamos de todo lo que pasó en el tiempo que estuvimos separados, nos reímos de unas cuántas locuras de Spencer y Royce y Cassandro se enteraron de la relación de Spencer y Tommy.

Pasamos una tarde amena y divertida como en mucha tiempo no sucedía.

Es bueno desconectar de la realidad un poco.

Al menos un tiempo, unas horas, un instante.

Pero la realidad nunca se marchaba.

• • •

Abro los ojos frenéticamente a la vez que emito un grito ahogado.

Miro a mi lado y hallo a Ella durmiendo en la cama plácidamente.

Veo por debajo de las sábanas y me percato de que llevo ropa interior. Y sí, afortunadamente estoy tapada por mi pequeño conjunto de encaje color lila.

Entonces... solo había sido un sueño.

Es raro, porque tenía la extraña sensación entre estar aliviada o descontenta.

A estas horas de la noche mi cabeza no pensaba con claridad, es más, creo que solo repetía una y otra vez en mi cabeza el sueño que había tenido.

Royce y yo en una de las habitaciones de los hoteles, dándolo todo. Yo sobre él, viceversa. Sentados, de pie.

Madre mía, cuanto más lo pensaba más se acentuaba la humedad en mi entrepierna.

No era de interiorizar mucho las cosas, caliente mucho menos, por lo que lentamente me destapo y con cuidado me levanto de la cama, sin omitir ruido alguno.

Le doy una mirada a Ella, para verificar si el movimiento en la cama la había levantado. Mágicamente no había pasado nada como eso, me sorprende mucho ya que la rubia tenía el sueño más ligero que había visto nunca.

Me pongo mis pantuflas y casi de puntillas me dirijo hacia la puerta de la habitación. Sin pensarlo un segundo más, salgo por ella.

En el exterior de las habitaciones no había nadie. Estaría asombrada si así fuera, no había comprobado la hora pero estoy segura de que era tarde.

No sé porque razón pero aún me mantenía caminando de puntillas. Hablando de cuestionamientos, ¿por qué me esmeraba en que nadie supiera que me dirigía a la habitación de Royce? No es algo malo, ni errado.

¿O sí?

Por fin me detengo frente a su puerta y dudo por un segundo de sí tocar o no.

Quizás está durmiendo y mi llegada sería tan inoportuna como molesta. En ese instante mi vergüenza será mayor que mi calentura por lo que dignamente mi iría a mi cama y dormiría tranquilamente implorando no tener más sueños puercos.

Pero... ¿y si tenía insomnio y estaba recostado al espaldar de la cama pensando en lo sexy que soy?

Mi mano da dos toques en la madera de la puerta del castaño y mi pie moviéndose intranquilamente refleja el nerviosismo que tenía.

No pasan más de veinte segundos cuando Royce abre solo llevando un pantalón de pijama y el pelo revuelto -no tan diferente a como siempre estaba- y una expresión entre sorprendida y somnolienta.

-¿Quiroga? ¿Qué haces aquí? -cuestiona pasándose una mano por la nuca.

-Eh... si quieres me voy y...

-No, no. Pasa -me invita él señalando con ambas manos el interior de su habitación.

Asiento levemente y muevo mis piernas hasta dentro del cuarto.

Paso la mirada por el lugar y me doy cuenta que es igual a la mía y de Ella. Pero está era solo para él.

Hay personas afortunadas.

-¿Estabas durmiendo? -inquiero con la cabeza ladeada.

Él se acerca lentamente hacía mí.

-No, en realidad estaba sentado en mi cama -menciona recostandose a la pared.

-¿Recostado en el espaldar? -cuestiono con el ceño fruncido dando un paso hacia él.

Royce conecta su mirada con la mía y enarca una ceja a la vez que suelta-: Sí, ¿cómo...?

-Presentimiento -hablo moviendo mis labios lentamente, alargando cada letra.

Quería ver a Royce mirarme, quería que me admirara, que me deseara.

Quería que sintiera lo mismo que yo sentía en ese momento.

Al parecer había cumplido con mi cometido, el fija los ojos en mis labios para luego bajarlos por todo mi cuerpo.

-¿Que intentas, Quiroga? -inquiere, dando un paso hacía mí.

-¿Qué supones que intento?

-Supongo que no viniste aquí para responder una pregunta con otra -alega aproximándose a mí.

Se percibía al detalle la tensión que había. Yo lo quería a él y él me quería a mí.

Acaricio su hombro sutilmente con mi dedo índice, casi como si éste fuera un pincel.

Y la verdad no dudaría que Royce Fontanier fuera un cuadro.

-Puedes suponer lo que quieras, féroce. -le llamo por el apodo que me había dicho aquel día en el lago-. Feroz -susurro al oído la traducción.

-Veo que te haz in...

No logra terminar de hablar porque me lanzo a sus labios.

Comenzamos a besarnos sin control. Casi como en mi sueño.

Pasamos a la cama y en algún momento, menciono casi sin aire:

-¿Me deseas?

-Leyla, te deseo tanto, que la misma palabra deseo no está a la altura.


Narra Ella.

Levanto mi cuerpo de la cama y miro con el ceño fruncido como está vacía. Leyla no estaba por toda la habitación y de cierta forma eso causa preocupación en mí.

No había ningún motivo para ponerme nerviosa pero la experiencia me había ocasionado malas pasadas anteriormente.

Me coloco cuidadosamente las pantuflas y envuelvo mi cuerpo en una especie de kimono color azul prusia.

Con un poco de ansiedad respecto al paradero de mi mejor amiga, salgo de la habitación y cierro la puerta tras de mí.

Camino por el desolado pasillo y barro con la mirada cada rincón con la esperanza de distinguir el pelo castaño de Leyla por algún lado.

Y termine encontrándome con una cabellera marrón. Pero no la de mi amiga.

Noto como Cassandro está saliendo de su habitación y mira de un lado a otro para luego comenzar a andar.

Desde el lugar en el que me encuentro el no me logra ver lo que es una gran ventaja.

Creo una querella en mi cabeza para decidir si seguirlo o no peor cuando me doy cuenta mis piernas ya se están moviendo en su dirección.

Estoy a una considerable distancia de él, ni muy lejos ni muy cerca.

Caminamos hasta que salimos de la edificación llegando al estacionamiento.

Oh, oh. De un momento a otro ya no veo a Cassandro. Volteo mi cabeza en todas las direcciones pero no hallo rastro del hermano Fontanier.

Madre mía. ¿Dónde se había metido? Después de una pequeña esquina despareció de mi vista.

-¿Me seguías acaso, Mikaella? -cuestionan tras de mí a la vez que colocan una mano en mi hombro.

La sorpresa ocasiona que de un pequeño brinco y respire hondo antes de voltearme y encontrarme con Cassandro.

-Eh... yo... -balbuceo sin saber que decir-. Sí, te seguía. Te vi sospechoso y desconfié un poco. ¿Está mal? No me dirás que no tenía motivos para hacerlo.

Él remoja sus labios y mira al cielo un momento antes de volver a fijar la vista en mí.

-Tengo mis antecedentes, en eso no te equivocas -alega y se queda en un silencio un tanto incómodo-. Iba a salir a buscar algunas cosas necesarias para el plan.

Frunzo el ceño y lo miro con la cabeza ladeada-. ¿A esta hora?

-Sí. Es en el momento en el que pude hacerlo. No hay que perder el tiempo, lo sabes -comenta y vuelve a caminar por el estacionamiento. Yendo hasta el coche.

-Iré contigo -suelto y comienzo a caminar en su dirección-. Me gustaría asegurarme que lo que dices es verdad.

Eso no era tan cierto. En realidad buscaba otra cosa.

-Si quieres, por mi está bien -acepta y sigue caminando hasta que llegamos al auto.

Cuando nos subimos a él cada uno cerramos nuestras puertas. Me coloco el cinturón de seguridad a la ves que él hace lo mismo para luego poner el auto en marcha y salir del estacionamiento.

Me acomodo en el asiento del auto, incómoda.

Cassandro parece notar eso porque me da una mirada de lado y luego carraspea.

-¿Pasa algo, Ella? -cuestiona mientras mueve el brazo en el volante para pasar por una curva.

-Nop, nada -niego rotundamemte-. ¿Por qué lo preguntas? -interrogo con las cejas arrugadas y un ligero levantamiento de cabeza.

Ahora era yo la que preguntaba.

-Si quieres volvemos al motel, no quiero que te sientas fuera de lugar. Tal parece que no te sienta bien mi presencia.

Suelto una risa nasal-. Sabes que no es eso, Cassandro. Siempre me siento cómoda contigo.

Él deja de mirar fijamente a la carretera y clava su mirada en mis ojos grises azulados. Mantenemos el contacto visual por unos segundos y en ese tiempo pareciera como sino existiera nada más.

Y es que no lo hacía. Después de todo este tiempo lo único que me había quedado claro es que amaba a Cassandro de una forma única.

Pero también amaba a Royce, lo que de una manera totalmente diferente.

-Sé que siempre te lo digo, Ella. Pero quiero que estés totalmente segura de que nunca te dejaré sola. Porque aunque quisiera, no puedo. Una fuerza desconocida siempre me mantiene cerca tuyo, no sé si sabes a que me refiero -pronuncia y sonríe muy levemente, casi dudaba de que en verdad lo hacía. Pero sí, era cierto.

-Sí, sé a que te refieres -suelto y reposo mi mano sobre la suya, haciendo que se tense por un momento.

Cassandro baja un poco la velocidad y posa sus ojos en mi rostro. Noto como mira mis ojos, mi nariz, mis pómulos, mis cejas, y por último, mis labios.

No lo pienso dos veces, y es que, en estos momentos suelo ser muy impulsiva, junto sus labios con los míos y luego de un instante él reacciona. Detiene el auto y coloca una de sus manos en mi pelo y lo acaricia suavemente.

Yo, pongo ambas manos detrás de su cabeza y lo acerco más a mí para profundizar nuestro acto.

El beso es gentil, cargado de sentimientos de ambos. Es nuestro primer beso y cuando sientes tantas cosas, cualquier beso se queda corto.

Él me toma de la cintura y me coloca sobre su regazo.

Me separo un instante y sonrío de boca cerrada, mirando a sus hermosos ojos.

-No sabía que necesitaba tanto esto, Cassandro -suelto mientras acaricio sus ojos.

-Yo si lo sabía -confiesa él y vuelve a besarme, esta vez de una manera más apasionada. Yo muerdo su labio inferior y con ambas manos toco su pelo despeinándolo por completo.

-Jet' aime, Ella -gruñé en francés.

-Eso sí sé que significa, Fontanier -comento con una sonrisa.

• • •

Abro la puerta de la habitación silenciosamente. De seguro Leyla ya estaba ahí.

Si no estaba en verdad iba a preocuparme.

Cuando me adentro no veo a nadie y en ese instante admito que me puse muy nerviosa.

-Ella -escucho que me nombran a las espaldas.

Al girarme me encuentro con una Leyla un poco despeinada e incluso podría decir que estaba sorprendida por verme.

-¿Dónde estabas? -cuestiono con el ceño fruncido.

Ella me mira fijamente pero no dice palabra alguna.

-Con Royce, ¿no es cierto? -interrogo y me siento en la cama mirándola cautelosamente.

Solo estar con uno de ellos la pondría de esa manera.

Leyla no me responde y eso ya es una respuesta para mí. Mantiene la mirada baja pero de un momento a otro la enfoca en mí-. ¿Y tú? ¿Con Cassandro, no?

Trago en seco para luego asentir lentamente.

Nos quedamos unos minutos en silencio hasta que un carraspeo de Leyla acaba con él.

-Ahora no es tiempo para pensar en el amor. Tenemos una misión por delante -alega ella y se cruza de brazos mientras pasea por la habitación.

-Conseguí robarle a Cassandro algunas cosas que podemos usar -le informo levantándome de la cama y enseñándole la bolsa que conseguí robarle al castaño con las cosas dentro.

-Yo sé la palabra clave para que comience el plan -menciona ella e intercambiamos miradas un instante.

-Pues comencemos a prepararnos. Hoy partimos y comenzamos el plan. El Sr. P tiene que pagar lo que nos ha hecho.

Leyla asiente, en acuerdo conmigo y ambas nos ponemos manos a la obra.

Solo las dos nos encontraríamos con quién nos amenazaba.

Nadie más podía salir heridos por esto.

Había empezado con nosotras, y con nosotras tenía que terminar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top