Ocho
Confusiones y discusiones.
Narra Leyla.
Estaba acostada en mi cama, con los ojos cerrados. No intentaba dormir, sólo descansar los ojos por un tiempo.
La misión se canceló cuando vi que entraba Ella, enfadada y mascullando maldiciones.
—¿Que te ha pasado, oh Mikaella?
Ella me mira con cara de desagrado por haberla llamado de esa manera. Y luego se centra en quitarse los zapatos.
—La Sra. Juliet Teronge me solicita el miercóles en casa para una cena de mucha importancia —vocifera con voz aguda.
Doy un suspiro entendiendo la situación. La madre de Ella siempre la llamaba diciéndole que tenía que asistir a eventos, cenas y todas esas cosas de la gente rica que yo no entiendo porque no lo soy.
—¿Por qué te molesta tanto?
—¿Por qué? Porque siempre empieza a tirarme indirectas muy directas frente a todo el mundo para avergonzarme, y yo le respondo y terminamos peleadas y entonces cuando me vuelve a llamar terminamos más peleadas aún —explica atropelladamente.
—Vale, creo que entendí.
—¡Qué estrés! —dice dándole una patada a la silla.
—Aguanta ahí, vaquera. No te frustres. Ve ahí y compórtate maduramente y así ell...
—¿Me acompañas? Por favor, por favor —suplica.
—¿Qué? No, tengo muchísimas cosas importantes que hacer.
—¿Cómo cuáles?
—Eh... una de ellas es no ir a tu cena.
—No es mi cena, es la de mi familia.
—Es lo mismo.
—No lo es.
—Sí lo es.
—Que no.
—Que sí.
—¡Ya! ¿Me vas a acompañar o no?
La miro con los ojos bien abiertos.
—Hija, haberlo pedido y ya.
Ella gira la cabeza y me mira con los ojos entrecerrados, negando con la cabeza.
—Pero, ¿que diré? ¿qué me pongo? —pregunto con el ceño fruncido.
—Tranquila, ponte cualquier cosa.
—¿Cualquier cosa? —pregunto de nuevo—. Elle, las cenas de tu familia son muy importantes, no puedo ir en jeans —ruedo los ojos.
—Ay, ya después veremos —dice y se sienta en la silla del escritorio dando vueltas en ella.
—¿Averiguaste algo del código?
—Creo que son jeroglíficos, pero... no sé de qué tipo. A lo largo del tiempo, hubieron muchos tipos de ellos. Tendré que seguir averiguando.
—Vale.
Escucho el sonido de una notificación y miro mi teléfono, no, no es mía.
Veo que Elle lee y luego sonríe.
—Ser hija de Juliet Teronge tiene sus ventajas... ¡Nos vamos de compras!
No entendí lo que dijo... ¿vamos de compras? ¿A qué?
—¿Compras? —pregunto confundida.
—Sí tonta, ¡A comprar ropa para la cena!
—¿Cuándo? —cuestiono de nuevo.
—Mañana, tenemos todo el día libre.
—¿El director lo sabe?
—Sí, ya le dije que vas conmigo así que nos dejó el día libre a ambas.
—Pues... ¿bien? —digo aún un poco desconcertada.
—¡Genial!
Me encamino hacia el escritorio y me siento en la silla de este.
—¿Sabes? Deberíamos aprovechar y llevar el colgante a destazarlo, así tendremos una parte cada una —le propongo a la rubia, refiriéndose a la bisutería que me mostro días atrás.
Ella asiente con la cabeza mirando a algún punto de la habitación.
—Tienes razón —menciona y se dirige al sitio donde se encuentra el colgante.
Veo como rebusca en el extenso armario de dos partes en el que guardamos nuestras pertenencias.
Gira su cabeza y centra su mirada en mí.
—No está, no... no lo encuentro —balbucea mi amiga, moviendo su cabeza de un lado a otro, en negación.
—¿No está?
—Se lo llevaron... alguien lo tomó.
...
—¿Qué te parece este? —me pregunta Elle.
Después de la pérdida del preciado objeto había intentado desconectar todo lo posible.
Pero, ¿hasta cuándo puedes mentirte a ti misma sin explotar?
¿Acaso cada mentira no es una deuda con la verdad?
Estábamos en la tercera tienda desde que llegamos. Ella estaba buscando por doquier algo que la convenciera, sin elegir una opción específica. Dice que es para ver varias opciones y luego elegir la mejor. Lo único que hago yo es seguirla por todos lados mientras me pregunta si me gustan ciertos atuendos.
Me mostraba un vestido de tirantes color rosa palo que llega hasta la mitad del muslo más o menos y era de un material suave... ¿seda puede ser?
—Me gusta más este —le digo señalando un vestido rojo vino, de un material fino y que llegaba más o menos por los talones y tenía una apertura en la esquina derecha. También contaba con unas mangas cortas que en vez de estar en los hombros estaban en el brazo, colgando.
—Pues... es muy tú, que te puedo decir —dice sonriendo—. Solo debo buscar y vamos al probador —exclama y me hala del brazo para que la siga.
Estamos viendo vestidos muy atentamente cuando Elle da un grito que me hace saltar en el lugar.
—¡Mira este! —señala— ¿Puedes creértelo? Es perfecto...
El vestido que decía era un vestido de color verde esmeralda con el cuello alto y sin mangas, la parte de abajo era corte princesa y le llegaba hasta las rodillas, era de un fondo de blanco pero estaba diseñado con una explosión de colores, como sí hubiera sido manchado de pintura.
Lo miró y me brillan los ojos... es precioso. Más que precioso, espectacular.
—Sí... esta bien —le digo caminando hacia los vestidores.
Al llegar ahí la dependienta nos dice cuáles son los cubículos de cada una.
Camino hacia el mío y al entrar cierro la puerta con seguro. Me empiezo a quitar los jeans y la blusa que tengo puesta para probarme el vestido. Me lo voy subiendo poco a poco, con cuidado de que no se rompa ni nada por el estilo.
Cuando ya lo tengo puesto me miro en el espejo. Me veo bien... bueno como me tendría que ver, ¿no? Se supone que con mi cuerpo debería ponerme vestidos así, ¿NO?
O eso es lo que dice la gente. Que me queda bien, pero... no sé.
No muy convencida me quitó el vestido con la intención de comprarlo, bueno no yo, sino Elle.
Cuando terminó con la tarea salgo para encontrarme con mi mejor amiga.
Voy hacia la puerta del cubículo de Elle y toco dos veces... sin respuesta.
—Ellie, por favor, si te apurara fuera todo mejor, ¿sabes? —sin respuesta de nuevo.
Con el ceño fruncido intento empujar la puerta y se abre.
Está abierta, y no esta Elle, ni ningún ser humano.
Voy hasta donde se encuentra la dependienta y pregunto:
—¿Sabe a dónde fue la chica que andaba conmigo? —le pregunto y me hace caso omiso.
Carraspeo la garganta y ella sube la cabeza del celular, estaba jugando al Candy Crush.
—¿Mhm? —pregunta confundida.
Suspiro de frustración.
—¿Qué si no ha visto a la chica rubia que venía conmigo?
Mira hacia todos lados y después me vuelve a mirarme—. No, no la vi —responde negando con la cabeza.
—Cielo, pues empieza a hacerlo, tu trabajo no es jugar Candy Crush y si lo fuera creéme que no te pagarían —le escupo en la cara y me voy de ese lugar con el vestido en la mano.
¿Dónde mierda esta Mikaella?
Estoy muy preocupada porque... con todo lo que está pasando que no la encuentre no es lo más normal, me preocupa bastante.
Empiezo a buscar por todo la tienda hasta que la veo, está en una zona de zapatos.
Voy con rapidez hasta donde esta ella y la agarro del hombro para girarla hacia mí.
Cuando le veo la cara... no, no es Ella. Es una mujer de unos 45 años más o menos y con una cara de estirada que no se aguanta ni ella.
—Sí Elle se entera de con quien la confundí —mascullo por lo bajo.
—¿Qué dices, niña? —pregunta diciendo "niña" de forma despectiva.
—Nada, señora, coma tofu, es muy saludable —le digo y me volteo para irme.
—¿Sabes lo que es el tofu? Tienes cara de que lo único que comes son las sobras de algún restaurante.
Al escuchar eso me pare al instante. Cerré los ojos un segundo y me giré hacia ella.
—Mire no sé quién es usted, pero tiene cara de que nada de lo que tiene puesto se lo ha comprado con su dinero. Así que mejor cierre su boca, porque prefiero mil veces comer sobras de restaurante a ser una mantenida como usted. Seguramente está aquí mientras su marido se encuentra en cualquier burdel con una mujer de compañía porque no le quiere ver la cara de estirada —le hablo con desprecio.
Que creído se lo tiene.
Puede que haya sido una falta de respeto de mi parte dirigirme así a una persona mayor. No obstante, no hice nada malo para que me tratará de manera tan despectiva, y aun así lo hizo.
Después de haberle dicho eso me voy de ahí y sigo buscando a mi amiga por la tienda.
Alguien me toca el hombro y me sobresalto volteándome.
—¡Elle! ¿Dónde estabas? Te he buscado por toda la tienda me tenías preocupada.
—Luego hablamos no sé qué le hiciste a esa mujer pero le está diciendo a ese hombre de seguridad que le hablaste mal y le intentaste robar la cartera, así que vámonos de aquí rápido.
—Pero si no he pa...
—Ya te compré el mismo modelo del mismo color, ¡vámonos! —me dice.
—Ok, a la cuenta de tres caminas con discreción pero rápido —le explico mientras disimulo mirando unas prendas—. Uno, dos y... ¡Tres! Vamos, corre.
Ella y yo salimos de la tienda con nuestras bolsas sin hacer mucho escándalo.
Entonces decido pararme un momento y gritar hacia la tienda: —¡¿Sabe señora? ¡Compadezco a su marido! —grito y me voy corriendo junto a Elle.
—Pero, ¿qué haces? —me pregunta Ella riéndose.
—Demostrarle a Sra. Amargada lo gentuza que soy.
—Estás mal de la cabeza —me dice riendo. Pero luego se le borrala sonrisa al mirar a un punto en específico.
—¿Que miras?
—No te quiero asustar pero creo que nos observan...—dice mirando disimuladamente.
Fijo mi vista en el lugar al que mira Ella y veo a una figura con gabardina gris, un pañuelo beige que le tapa la nariz y la boca.
—Es un hombre, ¿no?
—Sí, eso creo —respondo.
Vuelvo a mirarlo y veo que ya no está.
—No está —aviso.
—¡Jolín! Seguramente se fue por ese pasillo —me señala.
—Voy a ver —informo caminando hacia el pasillo. Hay millones de personas en el centro comercial eso me hace más difícil localizar a la figura.
Miro hacia todas partes para intentar localizarlo. Lo veo de perfil entrando a una tienda de niños. Lo sigo sin acercarme mucho.
Al entrar veo varias estanterías llenas de ropa de bebé, también hay personas alrededor.
Veo de nuevo al hombre adentrándose en un pasillo, más específico en la zona de juguetes, cuando llego lo veo de espalda en una estantería con osos de peluche de varios colores, saca algo del bolsillo y lo deja ahí. Luego camina lentamente yendo hacia otro pasillo con vacilación. Rápido voy hacia donde dejo el papel y lo cojo, leyéndolo.
Intento seguirlo de nuevo pero al ir a la sala de al lado ya no está. En ningún lado.
Al darme por vencida decido ir de vuelta a la parte principal del centro comercial.
Cuando ya estoy allí me encuentro a Elle sentada en una banca moviendo los pies con desesperación. Al mirarme suelta un profundo suspiro.
—¿Dónde estabas metida? Me tenías preocupada —suelta y me enseña lo que tiene en la mano. Un papel.
Le enseño el mío y ella lo lee, y yo leo el de ella. Y juntos dicen:
Pueden dejarme de buscar,
Cuando yo quiera me van a encontrar.
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