Dos

Equivocaciones y Reencuentros.

Narra Leyla.

Estaba caminando hacia mi entrenamiento diario y juro que preferiría quedarme durmiendo en mi habitación, pero en la vida hay que hacer sacrificios.

La verdad quería que el fin de semana llegará ya, la semana ha sido muy atareada y no he podido ir a visitar a mamá. La extraño demasiado y quiero asegurarme de que esté bien.

Al final un poco agitada llegó hasta la zona de natación y me encuentro con el entrenador Gordon esperándome con una mirada que te aseguraba una muy buena riña.

¿Qué quieren que les diga? Poco me importaba lo que dijera o pensara él. La única razón por la que sigo entrenando natación es para poder mantener mi beca, y conseguir un mejor futuro para mí, y para mi madre.

—Ya era hora de que llegará —me comenta con brazos cruzados.

—Perdone la demora e...

—¡Bueno, comenzamos las prácticas! —ordenó para todo el equipo, interrumpiéndome.

Disimulo mi cara de desagrado y me apresuro a ir a cambiarme para empezar a entrenar.

Cuando era pequeña amaba nadar. Al ir de vacaciones con la familia de mi padre a Cuba, pasaba todo lo que podía en las playas de Varadero, arenas finas y aguas casi transparentes las caracterizaban. Pero cuando nadar paso de ser una afición a una obligación, deje de sentir la magia que transmitía hacerlo.

Cuando por fin acabo de arreglarme para entrenar miro a mi alrededor y no veo a nadie cerca.

Perfecto.

Saco de mi taquilla un sobre con pastillas, tomo una y la introduzco en mi boca, entonces tomo un poco de agua para tragarla.

Luego guardo todo y me giró para ir hacia la piscina pero me detengo de golpe al ver en medio de la puerta a... ¿Royce? ¿Cassandro? La verdad no tengo idea, distinguirlos era una ardua tarea.

—Soy Royce —dice como si leyera mi mente.

—¿Qué haces aquí? ¿Desde cuándo estás aquí?—cuestiono, preocupada por mis adentros.

Como me haya visto...

—¿Por qué? ¿Hay algo que no debería ver? —pregunta con una sonrisa burlona.

Ignoro su pregunta dando por terminada la conversación. Lo empujo hacia un lado para poder pasar y huyo lo más rápido que puedo de su lado. ¿Acaso no reiteré que no hubiera nadie? Esto no puede volver a pasar, como alguien se enteré... no, no podían enterarse.

—Srita. Quiroga puede ponerse en posición, gracias —me pide (ordena) el entrenador.

—Por supuesto —le digo subiéndome en mi cubículo para empezar la carrera, a pesar de que el entrenador Gordon me tratara considerablemente mal, tenía que respetarlo, sino quería ser sermoneada. Además era mi entrenador, merecía respeto.

Me pongo en posición de salida y activo el modo concentrada.

—En sus marcas... —escucho que dice el entrenador —. Listos... —en ese instante cometí el gran error de enfocar la vista en una esquina del lugar, donde se va hacia los vestidores, y de ahí salía el que creo era Royce, con unas pastillas en la mano, mis pastillas, él desapareció por la puerta y yo debía de tener una cara de terror horrible —. ¡YA! —grita el Sr. Gordon, pero yo no salto, me quedo ahí parada mirando la entrada a la piscina, por la que Royce había salido a penas unos minutos.

Me bajé del cubículo lo más rápido posible y salí corriendo de allí hacia los vestidores lo más veloz que mis piernas me daban, no escuchaba ni veía nada, solo estaba enfocada en asegurarme si las pastillas que vi en las manos de Royce, eran o no las mías.

Cuando llegué lo primero que hice fue ir hasta mi taquilla y abrirla, pero cuando miro en el lugar que las dejé... siguen ahí. Pero... ¡¿cómo mierda?! Yo lo vi saliendo del vestuario con mis pastillas, puede ser que no hayan sido las mías, pero eran idénticas. ¿Eso qué quiere decir? ¿Acaso quiere decir algo?

Maldita sea.

No tenía la cabeza para más teorías de lo que había pasado. Estaba agotada de pensar y analizar todo. Así que salí corriendo de la zona de la piscina.

Escuché que el entrenador decía mi nombre pero no le presté atención.

Eso seguramente me iba a costar una ida a dirección porque como "la nadadora estrella" que soy no me puedo permitir saltarme los entrenamientos así.

Me paso la mano por la cara con desesperación y me siento en una de las millones de bancas que hay en toda la universidad y... cierro los ojos y suspiro, porque es lo único que me baja el estrés, la verdad es que es necesario, tengo más estrés que un doctor que ha tenido dos guardias seguidas.

Siento que me tocan el hombro y rápido levanto la cabeza.

—¿Qué mierda quieres ahora? ¡Me puedes dejar un minuto sola! — le hablo entre dientes.

—Ejem... no sé qué te ha hecho Royce, pero... no soy él. Soy Cassandro.

¡Oh Genial! Había olvidado que venían en paquete dúo.

—¿Y qué te trae esta mí, ¡oh todo poderoso!? — pregunto parándome y mirándole a los ojos.

Sus ojos... una mezcla casi única de azul marino con pequeñas motas de verde esmeralda. Mirarlos hasta me disminuía el estrés.

—Quiero que me lleves al edificio de ciencias —me dice con su cara seria e inexpresiva.

¿Esperaba que con esa cara lo llevara a algún lado?

—Sabes que solo te enseñe la escuela, no soy tu guía turística. Pídeselo a otro —hablo de mala manera y camino dándole la espalda.

—Ten por seguro que no te lo pediría sino fuera estrictamente necesario. Además soy muy malo con las ubicaciones y... con hablar con otras personas —me dice.

Sí, ya veo.

—Entonces ve a Google Maps y ubícate en tiempo y espacio —menciono volteándome hacia él.

—¿Por qué siempre eres tan borde?

—¿Por qué no te callas?

—Ni siquiera he hablado. Solo te pido que me lleves al área de ciencias, nada más —vuelve a pedir con su acento francés característico.

Doy un gran suspiro y me giro a mirarlo. —Está bien, te llevo. ¡Pero rápido!

—Gracias —me dice para luego sacar su teléfono que vibraba en su bolsillo.

—Cassu, ¿podrías...?

—¿Qué me llamaste? —me interrumpe volviendo a guardar el aparato.

Hoy todos me iban a interrumpir por lo que parece.

—"Cassu" te llamé, y deberíamos emprender camino ya —sugiero.

—Vale.

...

—¿Pero por qué nunca me lo dijiste? —me pregunta Elle frunciendo el ceño.

Estabas en la habitación de la residencia, ambas sentadas en la cama. Le había contado todo lo referente a las pastillas y... la alucinación que tuve en el entrenamiento.

—No sé, es que me avergon... me avergüenza —le explico —. Disminuye un poco la sensación de ansiedad que siento por todo lo que nos ha pasado, y... está pasando —menciono refiriéndome a la "sorpresa" que recibimos ayer.

—¿Y sí solo es una confusión?

—¿Confusión, Elle? No puede ocurrir ninguna confusión, lo sabes —explico.

—Mira, olvida eso, lo que pasó, pasó. No creo que el cerebro de él pueda sacar una conclusión de unas simples pastilla para el estrés, no es ilegal, ni prohibido.

—¿No entiendes, Elle? En los formularios puse que no ingiero ningún tipo de medicamento o anticonceptivo ¡Me podrían expulsar únicamente por mentir! Sabes cómo es esta escuela de estricta.

—Está científicamente comprobado que el 80% de las cosas que te preocupan nunca pasan.

—Por favor, no empieces con tus estadísticas, te lo ruego —le pido pasándome una mano por la cara.

—¿Sabes qué? Cambiemos de tema. Investigue un poco sobre ellos, ya sabes, siempre al tanto.

—Ingeniosa forma de cambiar de tema. Pero bueno, ilumíname —solicito acomodándome en la silla del escritorio.

—Son hijos de un gran empresario con sedes en muchos países, que gana mucho dinero y conoce a muchas personas, osea, todo se reduce a MUCHO. También leí que sus hijos...

—Espera —le interrumpo—. ¿De dónde sacas todo eso?

—"El que busca encuentra", sabes —me dice alzando ambas cejas y yo quedé como: ¿qué? —Por favor no me digas qué nunca has escuchado ese refrán.

—La verdad, no.

—Bueno continuó, ellos no tienen muy buena relación con sus padres después de que se especuló que ellos estaban metidos en negocios turbios, drogas, etc., pero al parecer todo eso después fue desmentido por su padre que hizo que ¡PUF! Desapareciera.

—Me encantan los efectos cinematográficos, eh.

—¿Puedes dejarme terminar?

—Está bien, me callo —digo simulando que me cerraba la boca como una cremallera.

—El padre les da una gran cantidad de dinero todos los meses, o eso creo. Ellos se mudaron a Inglaterra hace poco y vinieron aquí y... lo demás ya es historia —termina su discurso y se tira en su cama.

—Tú también crees que...

—No puede ser una coincidencia —me interrumpe.

—Deberíamos tenerlos aún más vigilados que antes.

—¿Por qué lo harían? —pregunta—. ¿Qué tienen que ver con lo que pasó?

—Ni tu ni yo sabemos exactamente lo que pasó, no creo que lo sepan, pero... igual los veo sospechosos, ¿por qué vendrían aquí? Luego de terminar el instituto tuvieron dos años sabáticos, ¿por qué ahora?

—Hmm... veo que no soy las únicas que los ha investigado.

—¿Qué? Yo no los investigue me lo dijo Cassu.

—¡¿Cómo?! ¿Cassu? —pregunta con incredulidad.

¡Oh no! Graso error. Debo estar preparada para lo que yo llamo: Los 10 Mandamiento de Elle.

—Es... solo que lo acompañe al centro de ciencias porque... él me lo pidió y quería despejar mi cabeza de todo lo que tenía que ver con las pastillas y eso, ya sabes.

Ella se me quedo mirando fijamente con los ojos entrecerrados.

—¿No te gustará, no?

—¿Gustar? ¿En serio? No sé distinguir cuál es cuál, ¿Cómo es posible que me guste uno?

—Es que me preocupo por ti. ¿Hace cuánto no tienes una pareja estable?

—¡Oye! Tuve a Smith —le recuerdo.

Aunque... la verdad no sé si es digno de recordar.

—¿Smith? Por favor, ese tipo era un idiota tóxico que creía que eras solo suya. Tuvieron más rupturas que tiempo juntos —reclama.

—Perdona sino todos tenemos la suerte de tener un novio hace tres años.

—Hablando de Cole, no he hablado con él. Debería llamarlo, ¿estará despierto? —dice para ella misma, parándose y yendo a buscar su móvil—. Lo comprobaré —avisa.

—Vale —digo alargando la palabra.

Me quedo un poco preocupada recordando el paquete que recibimos ayer, así que voy hasta donde lo tengo escondido para ver si consigo hallar alguna pista que antes no vi.

Me quedó mirando el escondite que tengo resevado para él, estupefacta.

¿Miedo? ¿Preocupación? ¿Miedo? ¿Preocupación?

Escucho repetir una y otra vez al estúpido muñeco y no aguanto más, lo tiro al suelo y comienzo a darle patadas y patadas, hasta que únicamente quedan fragmento de la caja y el muñeco aplastado.

Escuchó que Elle abre la puerta y hablo:

—No creeras lo que... —le digo y me giro.

¿Ahora qué hace este aquí? No me jodas. No me jodas. No me jodas.

—Smith, ¿qué coño haces aquí?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top