Dieciocho
Las mejores decisiones
Narra Leyla.
La cara de Ella me da aún más ganas de llorar.
Y sé que la cagué.
¿Cómo me voy a acostar con quién se supone que es nuestro enemigo?
Pues eso es lo que hice.
Y sería hipócrita decir que me arrepiento, porque en ese momento lo pasé tan bien...
No sé que haré, ni siquiera sé que estoy haciendo.
Bueno supongo que esto es lo que te intentaban que no sucediera cuando en la escuela te decían: USA CONDÓN.
¡Mierda! Soy completamente idiota.
Todo lo que esta pasando es por mi culpa, todo.
Me limpió la cara de la catarata de lágrimas que están pasando por mi rostro.
Elle me mira fijamente pero esta pensando en algo, en algo más.
Quizás es en como llegue a hasta aquí, o la vergüenza que siente hacia mí.
Pueden ser muchas cosas pero pocas buenas.
Y es que hice todo para intentar olvidar ese momento, ese error.
Porque, a pesar de que haya sido un error no se sintio como uno, entonces, ¿se supone que no es un error?
Lo que si sé, es que la peor forma que he podido tener para olvidarme de esa noche, es lo que está pasándome.
—¿Qué harás? —me pregunta Ella después de un tiempo de silencio.
—No me puedo quedar con esto... con él, no lo merezco, él no lo merece. —digo señalando mi panza.
—¿Eso quiere decir que...?
—Sí, Elle, voy a abortar y puede que pienses que soy una persona horrible, que no puedo acabar con una vida así, pero no podría soportar enterarme que son ellos quien nos acosa y cargar con un hijo suyo para toda la vida. —explico.
Ella me da una sonrisa reconfortante.
—Estoy contigo, Leyla. Para lo que sea cuando sea.
—¿Hasta para la muerte?
—La muerte es lo menos que haría por ti.
...
Me he quedado todo el día en mi habitación. No iré a clases, no estoy mentalmente bien para hacerlo.
Le dije a Elle que se justificará con los docentes de mi parte.
La pregunta que más rondaba por mi mente era...
¿Iba a hacer lo correcto?
Y sí no lo era, ¿cómo lo sabría?
Seamos sinceros, esto es la vida real. Yo no me puedo hacer cargo de este niño, viviría en un mundo de mierda en una situación de mierda. Él no merecería una madre como yo ni un padre como lo es Royce.
Debía hacerlo.
Y debía tener fuerza al hacerlo.
Yo era fuerte, lo sabía.
Estaba sentada en mi cama con la laptop en mis piernas buscando clínicas donde se pueda... eh, realizar la interrupción.
Leyla si no puedes ni decir la palabra no lograrás nada.
Iba a abortar, abortar un niño que no quería y aunque quisiera no podría mantener, muchas personas me juzgarían y eso me queda claro. Pero me considero fuerte por hacerlo, me considero valiente, y a pesar de tener miedo no estoy nerviosa. Estoy haciendo lo que muchas mujeres quisieran y no pueden hacer, ya sea porque las obligan a no hacerlo, ya sea porque no tienen el valor.
Estaba decidido, mañana en la tarde iría a la clínica y me interrumpiría el embarazo. No podía cargar con un bebé, menos de él.
Yo no era lo suficientemente madura para cuidarlo, y no tenía nada, ¿qué tenía? Un maldito secreto que me seguía a donde fuera, una madre enferma, una amiga con problemas de ansiedad porque no puede cargar con la culpa de lo que hizo.
La verdad soy muy hipócrita, ¿haber hecho lo que hice con él y ahora decir que no quiero nada?
Es estúpido además de sinvergüenza.
En fin, Ella me acompañará lo que me reconforta mucho, sin ella sería muy difícil.
Y no queda más que esperar a que sea mañana... ¿no?
Narra Ella.
No puedo de pensar en Leyla, en lo que le hice.
Osea esto va de mal en peor, me besé con él... ejem, padre de su feto. Que pronto no estará.
No es que a lo largo de mi vida haya estado muy de acuerdo con el aborto pero cuando vi la decisión en los ojos de Leyla sentí que era lo correcto.
Pero bueno, uno no puede sacarse de arriba ni un minuto a los Garrapantanier, ¿no?
Estaba caminando hacía su apartamento y esperaba que no estuvieran en clase ya que este viaje sería en vano.
Hoy como casi todos los días íbamos a cenar con ellos —por desgracia—, esta vez debía decirles que Leyla estaba enferma de gripe y no podría ir, yo tampoco iría ya que me quedaría "cuidándola".
Toco la puerta dos veces y con paciencia espero a que me abran.
2 minutos después aún nadie me abre por lo que decido girarme y en ese mismo instante abren la puerta.
Me volteó para ver que gemelo es y cuando miro... es un señor. Un señor que no había visto en mi vida pero por alguna razón, se me hace conocido.
—Hola, señorita, ¿en qué puedo ayudarla?
—Eh, hola. ¿Sabe si alguno de los gemelos está por ahí?
—Salieron un momento pero enseguida vuelven, ¿quiere pasar y sentarse? —me pregunta con voz amable.
—Sí, gracias. —agradezco para luego entrar y sentarme en en un pequeño sofá individual.
—¿Eres de aquí de Murgare? —me pregunto, para hacer conversación.
—Pues, sí. En realidad, se me conoce como "una joya de Murgare" pero me gusta que me llamen Ella.
—Ok, Ella.
—Una cosa, usted es el mayordomo o algo así, porque siento que lo he visto antes.
—No sé, dímelo tú. —me dice y luego se echa a reír por lo que le salen pequeñas arrugas a los lados de los ojos.
Me río falsamente, no le encuentro la gracia, en serio creo que conozco a este tipo.
Pero... ¿de dónde?
Escucho como unas llaves abren la cerradura de la puerta principal y por ella entran los hermanos Fontanier.
Cuando se percatan de mi presencia me miran con interés.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Cassandro. Siempre tan sutil.
—Vengo a hablar con ustedes. —respondo.
—¿Sobre...? —habla esta vez Royce.
—Sobre que Leyla y yo no podremos ir a cenar con ustedes porque ella esta enferma y me quedaré cuidándola. —miento.
—¿Qué tiene?
—Gripe.
—¿Soy yo o Leyla siempre está enferma? —cuestiona Cassandro.
—Es muy enfermiza. —menciono encogiéndome de hombros.
—Pues iremos contigo y veremos a Leyla.
Me paso la mano por el rostro con frustración.
¿Por qué era tan difícil?
—No, ella no quiere recibir visitas. Sólo yo, ¿por qué no lo comprenden? Se siente mal.
Royce suelta un suspiro y me mira. Lo había convencido, para que mentir era buena en eso. Las charlas se me daban muy bien.
—Vale. Pero mañana la pasaré a ver si está mejor. —menciona.
—Yo también. —agrega Cassandro.
—Está bien, les llamaré cuando mejoré.
Les regalo una sonrisa radiante —aunque falsa—.
—Adiós, Sr...
—Lincoln.
—Lincoln. —hablo para luego salir del apartamento cerrando la puerta a mi espalda.
Tenía su nombre, ¿era un progreso, no?
En serio, él me parecía muy conocido pero... no se de donde.
Iba a necesitar la ayuda de Leyla para eso.
...
—Es él. —pronuncia Leyla mientras mira a un lado con asombro.
—¿Él quién?
Leyla se para con rapidez de la cama y toma una hoja de papel y un lápiz comenzando a dibujar algo pero... parece un boceto de un rostro.
Le doy su tiempo y minutos después ella gira su dibujo frente a mí.
—¿Es así? ¿Es él? —me pregunta señalando con su dedo índice el trazo en el papel.
—Sí... es él. Pero, ¿quien es exactamente? —le pregunto de nuevo esperando esta vez una respuesta.
—El día que fuimos al pueblo de miedo, ¿te ubicas?
—Sí.
—El señor que dije ver. La razón por la que corrimos sin parar.
—Sí mal no recuerdo eso fue por culpa de tu tobillo.
—Centrate, Mikaella. —me pide y elevo la manos en señal de aceptación.
—Es él, Lincoln es amigo o familiar directo de los Fontanier, es algo más. Otra pista más.
—Te dije que no haríamos nada hasta que acabe el Festival.
—No hablo de hacer algo. Solo organizo ideas. Dos gemelos misteriosos llegan a Murgare sin ningún indicio de tener un futuro universitario. Se manda mensajes secretos con una X persona. Visitan una casa abandonada en un pueblo abandonado.
—Un momento, ¿para que irían a una a una casa abandonada en un pueblo abandonado?
—Para estar solos.
—¿Y para qué quisieran estar solos?
—¿Porque quieren hacer algo y que nadie sepa?
—¿Y por qué no quieren que nadie sepa?
—Porque esconden algo. —responde Leyla sumida en sus pensamientos.
—Ahora hay que averiguar que esconden.
Mi amiga asiente para luego volver a saltar de un tirón a su cama.
Me ponía de mejor humor ver como se veía feliz, a pesar de lo que está pasando, de lo que va a pasar, Leyla no bajaba su cabeza por nadie. Eso era algo que envidiaba de ella.
—Cariño, tengo que volver a la preparación del Festival. ¿Podrás sobrevivir sin mí?
Leyla me hace puchero y luego me mira. —Nunca.
—Pues tendrás que intentarlo. —le advierto para luego salir lentamente de la habitación.
...
Un día después...
Aprieto con fuerza la mano de Leyla mientras nos adentramos en aquel lugar.
No habíamos hablado en todo el camino, pero lo entendía, necesitaba un momento a solas consigo misma.
A mis fosas nasales llega el olor a hospital, duah, como lo odiaba. Hay varias personas sentadas y ubicadas a nuestro alrededor, pero no presto especial atención a ninguna de ellas.
En este momento solo me importa Leyla.
Nos sentamos en la pequeña sala de espera y yo tomo dos revistas y le ofrezco una de ellas a la morena. Ella la recibe con una sonrisa.
—¿Lista? —le pregunto tocando su hombro.
—No creo que lista sea la palabra indicada, más bien... preparada.
Sonrío de boca cerrada y vuelvo a prestar atención a mi revista.
Luego de unos veinte minutos como máximo, sale una señora de edad media, parecía una enfermera, y hablo:
—Leyla. —menciona a lo que ella se levanta de su asiento y aprieta los puños para acumular fuerza.
—Vamos, tu puedes. Con esto y más. —la animo.
Comienza a caminar y se pierde por el camino que lleva la puerta por la que salió la enfermera hace unos minutos.
...
Una hora después, de aburrimiento absoluto y de repetir la revista una y otra vez. Noto que Leyla sale.
La expresión de su cara me hace sentir que esta un poco adolorida por lo que voy hacia ella y la sujeto de la cintura.
—¿Como te fue? ¿Todo bien?
—Fue difícil pero no imposible.
—Hiciste lo correcto. —le digo acariciando su mejilla. —Lo correcto para tí, que es lo correcto que tu sabes más que nadie.
—Gracias por estar siempre ahí Leyla.
—No hay de qué. Para eso estoy.
—Eres mi mejor amiga, nunca más fallado en cam...
—Si te he fallado. Te fallé y me arrepiento.
—¿Qué pasó?
—Llegamos a casa y te lo cuento con calma, debes hacer reposo.
Y así ayude a Leyla a llegar hacia el auto.
Sin saber muy bien como le contaría lo que le debía de decir.
Después de un recorrido silencioso en el auto, llegamos a la universidad.
Había pensado todo el camino en la forma de decirle a Leyla lo que pasó, porque lo iba a hacer.
Al llegar a la residencia y luego a nuestro piso estaba con el suficiente valor para salir de una vez de este martirio.
—Leyla, te debo contar algo. Yo... besé a Royce en la fiesta, el mismo día que tú. Sé que hice mal, lo siento, ¿ok? Soy la peor pe...
—Lo sé. —suelta.
Cierro la boca al instante y miro con el ceño fruncido.
—¿Qué? ¿Cómo...? ¿Cómo qué lo sabes?
—Royce me lo contó el día que... —ella me mira luego bajar la mirada al suelo. —Bueno, ya sabes. Él me dijo que fue su culpa, que el lo empezó todo.
—¿Royce? ¿el insoportable de Royce te dijo eso?
—Sí, y tranquila, no estoy enfadada contigo, ¿por qué me enfadaría porque hayas hecho lo mismo que hice yo? Caer en la tentación.
—Entonces... ¿no hay rencor?
—Nunca lo hubo. Recuerda, contra ellos y nunca entre nosotras.
Le regalo una sonrisa de boca cerrada. —Siempre.
Éramos un equipo. Yo pensaba en todo y ella era lo suficiente valiente para enfrentarse a las cosas.
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Aquí yo: Chicoooos, en estos capítulos he tocado temas sencibles, solo quería dejar plasmado que todo no es como lo suelen pintar. El amor siempre no es perfecto. Existe el arrepentimiento y los hijos no deseados. Leyla tomo la decisión que ella debía, lo que necesitaba, así que sino estás de acuerdo pues una opinión más, pero no por eso lo debe de cambiar.
Este fue el nuevo capítulo. En los próximos caps... pasarán cosas, se revelaran cosas. BUENO... sin más preámbulos...
Apuchurros y muchísimo amor:
Camille Mugs.
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