Capítulo Once

Capítulo Once – ¿Por qué yo?

El genio solo vive un paso por encima de la locura.


Jules.

—En ese momento los tres desaparecieron de mi vista, dejándome sola en la oscuridad de aquel callejón con tan solo seis años, solo me limitaba a apretar con fuerza aquel collar —dije tomándolo en ese momento, no me lo había quitado desde entonces.— La promesa que le hice de siempre ser buena alumna y nunca descuidar mis estudios no salía de mi cabeza. Rato después me quedé dormida encima de unas bolsas de basura, al día siguiente desperté con la esperanza de estar en mi cama, con mi mamá abrazándome, mientras me repetía que solo había sido una pesadilla... —tomé aire para poder contener las lágrimas— No pasó, ella no estaba, ni ella ni nadie James —lo miré tras decir su nombre, él solo me miraba atento y con cierta tristeza ajena — Por suerte no tuve que pasar más noches allí, una niña curiosa me descubrió ese mismo día, su madre me llevo consigo y hasta el día de hoy me han hecho sentir parte de la familia, Elena es como mi hermana.

—¿Elena y su familia hicieron eso por ti?—preguntó algo impresionado, y le asentí como respuesta.

—Me siento afortunada por eso, me criaron y me dieron amor, el que había desaparecido con mis padres. —no pude evitar soltar un par de lágrimas.

—No, no llores Jules. —me dijo dolido.

—¿Que más puedo hacer si nadie me quiere?—le pregunté con la voz rota.

—No digas eso, claro que hay personas que te quieren.

—Si mis padres me dejaron por algo fue, algún defecto tengo, por eso nadie me querrá, por eso fui una puta regalada, no merezco que nadie me quiera, Elena tenía que haberme dejado morir de hambre y de frío.

En ese momento me tomó por el brazo y en una acción rápida me encontraba siendo acogida entre sus brazos. Esa acción no me la esperaba, pero se sintió bien, muy bien.

—No vuelvas a decir nada como eso. —ordenó—Yo... Yo te quiero.—me apretó contra él, dejándome aún más sorprendida.

Nos quedamos así por unos minutos, mientras me tranquilizaba un poco.

—Gracias...—le dije secando mis lágrimas.—Gracias por estar aquí.

—No tienes por que, para eso estamos los amigos.—me acarició el cabello.

—Siento que te conozco de toda la vida, de verdad, muchas gracias.

—Te dije que no tienes que agradecer.—detuvo sus movimientos en mi cabeza.

—¿De verdad me quieres?—pregunté aún si creer su confesión.

Él me separó de su pecho y me miró para responder. —¿Todavía lo preguntas?—me brindó una sonrisa.

Me quedé observándolo y noté como empezó a acercarse a mi, cerré mis ojos preparándome para el contacto pero el supuesto beso terminó quedando en mi frente, luego unió su frente con la mía y nos quedamos en aquella posición por un rato.

—Lo siento.—se disculpó separándose.

—No... No te preocupes.—contesté mirando hacia otro lado.— Necesitaba un poco de afecto...

—Claro, sí, claro.—noté algo de nerviosismo en sus palabras.

Digamos que estuvimos un rato haciendo tonterías con nuestros dedos o mirando a todos los lugares, un tanto incómodos por nuestro acercamiento, hasta que él decidió terminar con ello haciendo una pregunta.

—¿Qué música escuchabas?

—En realidad, no estaba escuchando música.—aclaré

—¿Y que hacías entonces?—solté una carcajada ante aquello, la respuesta sonaría absurda.

—No me lo vas a creer.

—Soy todo oídos.

—Pues... No tenía algo en lo que despejar mi mente, así que pensé en tu apodo y me recordó a el famoso animado "Tom y Jerry" y pues estuve viendo algunos capítulos.

—Espera, espera ¿qué?—preguntó incrédulo y con un tanto de gracia.— ¿Estuviste pensando en mi en medio de tu depresión? 

—No pensaba en ti, solo veía unos inocentes animados. —traté de defender.

—Porque pensaste en mi.—añadió.

—¡No! —seguí negándome.

—Acabas de decir que eso hiciste.

—Claro que no, solo fue tu apodo.

—Pensaste indirectamente en mi.

—Lo que digas.—suspiré rendida.—Pero no fue así.

—¿Vas a seguir negándolo?—asentí.—Bueno pues te las vas a ver con la garra escurridiza.

—¿Que?

Y no dio tiempo para decir más, James comenzó con una guerra de cosquillas que me estaban dejando sin aire.

—¡James detente!—rogaba yo y el negó.

En un movimiento ágil lo empuje y calló acostado en el suelo, por lo que tuve la oportunidad de ser quien controlaba la situación.

—El cazador resultó cazado. —solté para hacerle cosquillas.

Nuestras carcajadas se escuchaban por todo el lugar, nuestros ojos estaban incluso llorando y nuestros cuerpos fatigados de tanto ajetreo. En un determinado momento, los dos nos detuvimos, nos miramos el uno al otro, nuestros pechos subían y bajaban, pero era una buena sensación, volvimos a reír de la nada, nos encontrábamos en una posición bastante comprometedora pero aquello no nos importó hasta que alguien más lo notó.

—¡Jules! —gritó entrando por la puerta, bastante agitada. James y yo nos paramos en nuestro lugar con rapidez.

—Amber ¿que estás haciendo aquí?

—¡Oh Jules! —no respondió a mi pregunta, vino hacía mi y me dio un abrazo que me estaba dejando sin aire. — ¿Estás bien? —preguntó tomándome de los hombro para separarme de su cuerpo.— Perdón por no haber llegado antes. —habló un tanto afligida.

—No te preocupes por eso, yo ya estoy bien, ¿tú que tal? —traté de calmarla.

—Bueno yo, bien, en lo que se puede.

—¿Por qué?

—Es una larga historia, te contaré más tarde.

—Bueno... —habló James un tanto incómodo.— Yo creo que mejor me voy.

—¡Jules! —exclamó de repente.—¿No me presentaras a tu amigo?—preguntó subiendo y bajando sus cejas repetidas veces.

—Amber, él es Jerry; Jerry, ella es Amber. —los presenté.

—Un gusto.—le dijo Jerry.

—¿Pero te llamas Jerry? ¿Cómo el ratón de "Tom y Jerry"? —reí ante la imprudencia de mi nueva amiga, pero aclaré la situación.

—Su nombre es James, James Gueller para completar, Jerry es su apodo. —expliqué.

—Oh... Entiendo, perdona. —rió con un tanto de nerviosismo.

—No te preocupes.—le respondió él y luego se giró hacía mi, e hizo algo que me dejó sin palabras de nuevo, se acercó a mi rostro y dejó un corto beso en mi mejilla para voltearse e irse.

—¡James! —le grité antes de que desapareciera por la puerta y el giró para verme.— Gracias de nuevo, y come, no hubo tiempo de nada después de lo que pasó.—él sonrió mientras asentía repetidas veces y con ello se fue.

—¡Pero bueno! —gritó Amber haciéndome pegar un salto.

—¿Que te pasa?—le pregunté colocando mi mano en mi pecho, donde mi corazón latía con fuerza.

—¿Quién–es–ese–chico?—preguntó haciendo pausas en cada palabra mientras se sentaba a mi lado.

—¿Que no te lo presenté ya?—pregunté restándole importancia para sentarme también.

—¡Oh, sabes a que me refiero!—se exaltó una vez más.— Tú, él, muy juntos, risueños... ¿algo que decir? —preguntó amenazante esta vez.

Suspiré —Es un amigo Amber, sólo intentaba alegrarme un poco. —le expliqué con simpleza.

—¡No finjas Jules! No frente a una personalidad experta en el amor como yo.

—¡Apenas tienes quince años Amber! —le refuté.

—En unos meses dieciséis —corrigió— Además, los vi, con mis ojos.

—¿Y con que más ibas a ver?—me burlé.

—Sus miradas estaban conectadas de una forma especial. —evadió mi burla con éxito.— ¡Si no hubiera llegado en ese momento no se que pudieran estar haciendo ahora! —volvió a flipar en colores.

—Habla bajo loca.—la regañé.

—Entonces te gusta... —habló bajo, pero en un tono que no me gustó para nada.

—Te estás haciendo una película en la cabeza, nos conocemos de pocos días, ¡¿te volviste loca?!

—Primero: Eso no tiene que ver, existe el amor a primera vista; Segundo: No sé tú, pero él si esta chiflado por ti.

—¡Sigues estando loca! —entoné algo alto.

—¡Mierda Jules! ¡¿tienes un cartel en el culo que dice: "Soy y estoy cañón" que todos van detrás de ti?! —habló sobresaltada— Quiero ser como tú.

—Muy bien, ahora estás como para manicomio.—dije esta vez pensando seriamente en la idea, ella no podía estar bien después de decir todo eso.

—¿Por qué no le miras el lado bueno? No te gusta Steve, pero te puede gustar este chico, ¿James cierto?

—Bueno, respecto a eso... No lo sé.—miré hacia otro lado.

—Espera, espera, espera ¿de que me perdí?

—Terminé yendo a la puerta de Steve y bueno sus acciones me dejaron confundida, se comportó diferente. ¡Ah, bipolar de mierda! —lo maldije por confundirme de ese modo.

—Pero... ¿te gusta o no? —me miró aunque yo no estuviera haciendo lo mismo.

—Ese es el problema Amber, no lo sé.

—Bueno, entonces sigue contándome sobre ese James... —dijo coqueta.

—¡Ya vas a empezar! —la reprendí para mirarla.

Ella no hizo más que reír, como ven, es lo más insistente del mundo, así que terminé contándole todo lo que conocía de James, y los momentos que había pasado con él, tardamos un rato ya que reaccionaba a cada estúpida cosa que le decía, de verdad Amber era muy graciosa.

Entre tanta plática, pensé en algo que ella me había dicho, en los mensajes de esta tarde ella dijo que no podía ayudarme porque estaba ocupada en algo urgente, así que como yo soy Jules Parking, tenía que preguntar.

—Amber, ¿que era la urgencia que tenías que atender esta tarde?

—¡Oh, eso! —se sobresaltó— Pasó algo muy extraño.

—Cuenta ya.

—¿Recuerdas que me dijiste que querías ir a ver a Manu? —le asentí— Pues hoy fui a su casa, y le conté, él me pidió que le hablara de ti como un pequeño adelanto, la verdad no le conté nada de las cosas privadas que me dijiste, te lo prometo —le hice una seña de que no se preocupara por eso y la dejé continuar— Pues me empezó a preguntar muchísimas cosas sobre ti, yo respondí las que me sabía pero todo era muy extraño, cuando me detuve a verlo estaba todo pálido y sus ojos estaban concentrados en un punto fijo, y venga que ver aquello me puso los pelos de punta, tuve que llamar a Rafael y lo llevamos corriendo al hospital...

—¿Hospital? —la interrumpí enseguida— ¿Si el es vampiro cómo es que...

Esta vez yo fui interrumpida —Sí, eso es algo que tampoco te contó tu novio por lo que veo —la golpee causando una leve risa de su parte— Te explico, en cada centro de trabajo, cafetería o local, siempre hay algún vampiro, nos comunicamos haciendo una seña, ellos la captan y todo arreglado. —culminó.

—Siento que he vivido en una mentira toda mi vida. —comenté.

—Ah, no seas boba. —me dio un leve golpe.

—Bueno, termina de contarme que me traes comiendome las uñas.

—Cierto, cuando me llamaste  estaba esperando que me dejaran a entrar a verlo, por eso estaba así de apurada, en cuanto terminé hablar contigo me llamaron para entrar y ahí fue cuando pasó lo más raro de todo.

—¿Qué?

—Me miró y me dijo:

"Amber, la profecía, busca a la chica y traela hacia mi, aún hay misterios en la Leyenda de Transilvania y ella será nuestra guía"

—Mira, hasta tengo una grabación de la...

—Espera, ¿por qué yo? —la interrumpí— Soy vampira hace dos minutos como quien dice, no lo entiendo —expliqué rápidamente.

—Y yo que voy a saber Jules, eso dijo él. —se quejó.

—Me has dejado algo para ponerme a pensar en toda la noche. —respondí y ella chasqueó la lengua para hablar.

—Mañana es domingo, no tienes que ir a clases, él estará de alta e iremos a verlo juntas en la mañana ¿te parece?

—Bien... —contesté aún perdida en mis pensamientos cuando recordé algo.— ¿Tú cómo supiste que me pasaba y que estaba aquí? —pregunté de una.

—Steve me buscó muy preocupado, lo tenías que haber visto, entró por la puerta del vampibar como un loco buscándome por todo el lugar. —habló emocionada.

—¿Lo ves? Es un estúpido bipolar. —quejé.

—No te martirices con eso, al menos por hoy intenta descansar que yo ya me tengo que ir, no he comido en unas cuantas horas y mucho menos pegado el ojo, así que usted a pesar de haber sido muy bien alimentada por el señor Steve Kim debe recostarse un poco.

—¡No empieces Amber! —regañé.

—Venga, te acompaño a tu cuarto.— se levantó evitando mi queja.

—No es necesario.— me levanté también.

—Pero claro que lo es. —enredó su brazo con el mío, de la misma forma que lo hacían a la hora de llevar una novia al altar. — Tengo que dejarte en las manos del señor Gueller.

—¡Amber! —volví a regañar mientras empezábamos a caminar.

—¿Que? —preguntó entre risas bajando las escaleras.

—Para ya. —nuestras risas hacían eco por todo el pasillo.

El camino hasta mi cuarto siguió siendo entre risas, con Amber era difícil contenerse. Ya en la puerta nos despedimos y la vi irse plácidamente, luego de que desapareció de mi campo de visión abrí la puerta detrás de mi, James siempre la dejaba abierta, lo vi rendido en su cama, y sonreí inconscientemente, fui hacia la mía y me recosté apagando la luz de la mesita de noche, miré al techo bañado en oscuridad, y no podía dejar de pensar en ¿Por qué yo?  

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