Capítulo Diez
Capítulo Diez – El secreto detrás de mis desgracias.
Todos tenemos un secreto escondido bajo llave en el ático del alma.
Marina, Carlos Ruiz Zafon
—¿Dónde se habían metido los dos?—preguntó Elena en tono de regaño después de que Steve y yo nos sentaramos en la mesa de cinco que habían escogido, estábamos todos: Elena, Aayla, James, Steve y yo.
—Yo estaba en nuestra antigua habitación recogiendo algunas cosas, cuando venía para acá me encontré a Steve.— Ustedes saben que mentí, obviamente.
—¿Y tú Steve? Estuve buscándote en todas partes, ¿dónde te metiste?—esta vez preguntó Aayla.
—Estaba por ahí.—comentó desinteresado mientras tomaba una papa frita de la mesa.—¿Dieron esto hoy? ¿Qué se conmemora? La comida está deliciosa.
—¿En serio eso me responderás?—volvió a preguntar un poco enfadada.
—¿Qué más quieres saber?—contestó él con otra pregunta pescando otras cosas de la mesa.
—Soy tu novia.—recordó ella, un poco harta de su indiferencia, yo ni siquiera sabía como sentirme ante esta situación, ¿así quería Steve que las cosas funcionaran y pasaran desapercibidas?
—Exacto Aayla,—la miró esta vez para responder.—Eres mi novia, no mi mamá.
Todos en la mesa nos sentíamos incómodos, se podía percibir que aquella conversación subiría de nivel con cada respuesta de ambos.
—Como tu novia me preocupo por ti, ¿pero eso no te importa cierto? No te vi en todo el día, nadie sabía dónde estabas, estuve preocupada todo el maldito tiempo ¡¿y me vas a decir que estuviste por ahí?! —su tono de voz aumentó drásticamente, anunciando que ya estaba completamente enojada.
—Eres toda una dramática.—respondió él indiferente, para poner la situación aún peor.
Ella ladeó su rostro con una risa sarcástica. —¿Dramática? Claro, tienes toda la razón, en primer lugar no tenía que haberme preocupado, no mereces mi atención, y yo ni siquiera puedo llamarme tu novia, osea, ¿en verdad lo soy? ¿Lo soy cuando desapareces cuando te da la gana sin decirme nada? ¿Lo soy cuando no hemos estado juntos ni más de cinco minutos en toda la semana? ¿Eso es para ti es una relación? ¿Cuál es tu objetivo con esto Steve? No soy estúpida, la noche en que nos conocimos hiciste todo por ganar mi atención y en cuanto pusiste un pie aquí ni siquiera parece que nos conocemos, no se que hay entre Jules y tú pero no lo toleraré más.
—¿Disculpa?—interrumpí su sermón.—¿Estás hablando de mi?
—¿De quién más podría ser? ¿No está lo bastante claro? Ni si quiera saben disimular, ¿vas a negar que existe algo entre ustedes?
—Pues sí, claro que lo negaré, porque no hay nada.—defendí, no era momento para mi nerviosismo, tenía que lograr convencerla.
—Vaya, tienes agallas como para hacerlo aún con todas las pruebas, desde el primer día lo noté, en cuanto lo viste tu boca casi llega al suelo, incluso anuncié que era mi novio, pero no pareció importarte ¿cierto? Al rato ya te habías trancado en el baño con él, porque ¡por favor! En serio no creerán que me trague el cuento de la cerradura con defectos, lo comprobé después y todo estaba perfecto con esa estúpida puerta.
—¿Qué sabes si ya la habían arreglado?—refuté.
—Bien, supongamos que fue eso, pero ¿que me dices de hoy? Estaban los dos en mi habitación haciendo sabe Dios qué.
—Esa sigue siendo mi habitación y puedo entrar allí cuando quiera.—volví a responder ya en un tono retante.
—Lo fue, ¿no recuerdas que saliste por tu maldito ego?—respondió en el mismo tono.
—Mis cosas siguen estando allí.
—Por desgracia.
—Aayla. —habló Elena entre dientes, pero ella lo ignoró por completo.
—¿Por qué te volviste tan aburrida? ¿Ahora eres nerd o que?—preguntó en burla.
—Aayla...—volvió a repetir Elena.
—¿Lo dices porque no soy tan perra como tú?—hablé yo esta vez, no me dejaría pisotear por ella.—Perdona.—me disculpé con obvio sarcasmo.—Todo lo que te pasa es por ser tan puta.—zanjé.
Ella rió como si le hubiera hecho un halago. —Me siento orgullosa de haberte quitado el puesto, todos saben que eres más perra que yo.
—Aayla...—advirtió Elena nuevamente, con su paciencia ya agotándose.
El ambiente en la mesa se concentraba solo en las palabras retadoras de Aayla y yo, la situación estaba perdiendo sus estribos.
—¡Ya no lo soy más ¡¿vale?! ¡Todos tienen sus problemas, controlate!—amenacé.
—¡Claro, todos tienen sus problemas! ¡Por suerte no tan graves como los tuyos! ¡Los demás no tenemos la culpa de que tus padres te hayan abandonado en un callejón de basura, ni tenemos una hermana muerta!
—¡Aayla!—regañó Elena en un tono más fuerte y amenazante, golpeando la mesa con fuerza mientras se levantaba.
Pero eso no detuvo mi pelea interna, las palabras de Aayla me cayeron como un balde de agua fría y traté de contener mis lágrimas.
—Dios, Jules lo siento.—Aayla se levantó de su lugar y se dirigió a mi.—No era mi intención...—intentó tocarme el hombro pero abofetee su mano antes.
—No me toques Aayla Jenner.—amenacé para mirarla directo a los ojos.—Y no me dirijas más la palabra hasta que caiga en conciencia de la mierda en la que te has convertido.—zanjé para irme de allí, necesitaba estar sola en aquel momento.
Steve.
—¡Mierda Aayla! ¡Tienes pura basura en la cabeza. —le discutió a la castaña.
—¡Lo siento ¡¿vale?! Me sentí impotente, se me escapó. —refutó.
—¡Claro, y lo único que se te ocurrió fue decirle que sus padres son unos malnacidos que la dejaron sola a los seis años! ¡¿No?!
—¡Ya dije que lo siento!—contestó irritada, a lo que Elena suspiró claramente intentando entrar en calma.
—Bueno chicas, con discutir ya no van a arreglar nada.—interrumpió James—Lo que tenemos que hacer es buscar a Jules, ¿dónde creen que puede estar?
—Bueno... —pensó Elena.—Supongo que a la azotea, ha estado yendo allí los últimos meses cuando se siente mal.
—Entonces iré a ver.—dijo decidido.
—James, espera...—le detuvo Elena.—Cuídala ¿bien? Se le puede ocurrir cualquier locura en ese estado.—James asintió y se volteó para irse a pasos rápidos del lugar.
Me quedé ahí plantado, menuda bomba me había caído, y me sentí estúpido por dejar que él se me adelantara, pero tampoco me quedaría aquí sin hacer nada, ya sabía que hacer, tenía que buscar a la chica que Jules conoció en el bar.
Me dispuse a ir rápidamente, pero Aayla se metió en el camino.
—¿A dónde vas?
—A limpiar lo que cagaste ¿aún no ves lo que hiciste?
—James ya fue a verla, no tienes por qué ir a ninguna parte.—acató un tanto molesta.—Podemos arreglar nuestras cosas ahora.
Reí completamente sorprendido —¿Cómo puedes pensar en eso en estos momentos? ¿No tienes corazón acaso?
Ella ignoró completamente lo que dije. —Quiero ser parte de tu tiempo también.
Bufé —Mira Aayla, no puedo pensar en arreglar las cosas ahora, lo que hiciste me dejó boquiabierto ¿vale? No se si quiera seguir con una persona así. —zanjé, para finalmente irme.
James.
Nunca pensé que subir cierta cantidad de escaleras se me pudiera hacer tan cansado, aunque era de esperarse, nunca fui un chico muy en forma que digamos. En cuanto vi aquella puerta se me iluminó la vida, e incluso sentí que pude respirar mejor, estaba entreabierta así que solo tuve que empujarla un poco, el sonido rechinante de esta me hizo pegar un salto.
Entonces la vi, solo a unos metros de mi, estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas. Me acerqué hacia ella y no pude evitar sentir algo de lástima, se sentían sus suspiros y como sorbía por su nariz, parecía que si la tocabas de se haría polvo allí mismo.
Me senté a su lado sin hacer mucho ruido y noté que tenía sus audífonos puestos, estaba tan sumergida en su mundo que ni siquiera notó mi presencia a su lado, en una forma de llamar su atención tomé el audífono que quedaba hacía mi lado, aquello hizo que ella tuviera un pequeño sobresalto, pero le sonreí para calmarla un poco.
—James...—pronunció secando el resto de su lágrimas.
—El mismo y en persona bebé.—bromee, pero no obtuve ni siquiera una sonrisa como respuesta.
—¿Qué estás haciendo aquí? Quiero estar sola.
—¡Oh, no me puedes decir eso después de todo lo que pase para llegar hasta aquí! —solté en un quejido.— Tengo un dolor en la espalda que ni te imaginas, esas escaleras me hicieron perder un par de libras.
Esta vez si la hice reír, y aquello me reconfortó —Estas loco.
—¿Tú que haces aquí? Hace bastante frío. —dije frotándome los hombros con las palmas de mis manos.
—Eso es lo de menos... —soltó un suspiro.— Más frío está el corazón de Aayla, la desconozco por completo.
—No le hagas caso, está loca.—respondí para mirarla, ella estaba viendo hacia el frente, la noche estaba muy bonita.
—Pero dijo la verdad... —esta vez miró al suelo, una lágrima rodo por su mejilla y cayó, bien, eso había dolido.
Sinceramente no sabía si estaba aquí, con ella, haciendo un intento de hacerla sentir mejor, para quedar bien o de forma sincera, me encontraba en una posición complicada.
—Jules... —la llamé para mirarla.
—¿Si? —dejó de jugar con el cable de sus audífonos y me miró.
—Soy un completo extraño para ti, nos conocemos de apenas una semana pero—
—¿Quieres que te cuente cierto?—preguntó interrumpiendome. —Jerry, esa parte de mi vida es una de las tantas que no quiero recordar.—explicó.
—Ya pero, siempre es bueno desahogarse, te quita un peso de encima.
—Mira lo que pasó por desahogarme, Aayla lo soltó a los cuatro vientos. —contestó irónica.
—¿Me crees capaz de eso?—pregunté como respuesta, dejándola en silencio.
—Está bien. —soltó en un suspiro—Todo comenzó cuando...
—¡Espera!—la interrumpí quitándome mi chaqueta.
—¿Que?—la puse sobre sus hombros.—Vamos James, no es necesario.—intentó sacarsela pero yo la detuve.
—Hay mucha brisa aquí arriba, puedes pescar un resfriado.
—¿Que hay de ti?
—Me pondré cómodo para escucharte.—me removí en mi lugar, ella sonrió, y con ello comenzó.
—Era muy pequeña, no recuerdo todo a detalle, mi niñez es una mancha borrosa en mi cabeza, solo sé que era muy feliz. —sonrió con añoranza— Eramos mamá, papá y yo, Melanie y Peter eran lo mejor de mi corta vida de cuatro años. Cumplidos los cinco mis padres me dijeron que tendría un hermano, la noticia me puso muy feliz, tendríamos un nuevo miembro en la familia, casi de forma impaciente vi crecer la pansita de mi mamá, hasta que al fin nació, era una niña, su nombre me encantaba ya que yo se lo había puesto en el instante en que la vi recién nacida, pero no logro acordarme de cual era. Siempre pensé que en cuanto ella naciera todo sería perfecto, felicidad y risas, pero se tornó todo lo contrario, mis padres se tornaron preocupados, siempre escondían a la niña, la mantenían en el la habitación todo el tiempo, incluso llegué a pensar que tenía una enfermedad delicada, pero no, todo estaba bien. Un día, el último día, el que menos recuerdo, estábamos todos escondidos en un callejón, no recuerdo de qué o de quien pero mis padres se veían cansados, angustiados, incluso desesperados, siempre había tenido un versión estable de ellos, verlos así fue un golpe duro, el vestido de mi madre estaba sucio y roto, y el traje de mi padre con manchas carmesí, mamá llevaba a la niña dormida en brazos, hubo un momento en que las cosas pasaron demasiado rápido, ella miró hacia todas partes y se dirigió a mi, tocó mi frente y pronunció unas palabras que no entendí, y para culminar, una despedida:
Pequeña, tenemos que irnos, estarás mejor sin nosotros, se que alguien verá la hermosa niña que que eres y te criará mejor que yo, siempre que tengas este collar será como si me tuvieras a mi, así que por favor no me olvides, te amo mi niña, no me olvides...
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