Capitulo 6

Al llegar a casa, mi padrastro estaba esperándonos. Mi madre lo miró sin palabras, yo me le quedé viéndola y después lo miré a él en seco. Mi padrastro frunció el ceño.

— Creí que llegarías anoche.

— No pude... El recital terminó pasado de la media noche. Se nos hizo tarde y...

— ¡Deja de decirme excusas baratas! — le gritó a mi madre y yo no soporté más.

— ¡No voy a permitir que le grites así a mi madre!

— ¡¿Que te crees, muchacha insolente?! ¡No voy a permitir que tú me grites, antes te doy una paliza!

— ¡Basta por favor! — miré a mi madre, que ya estaba en un mar de nervios.

— No quiero que sigan discutiendo, por favor.

— ¡Entonces hazme tú el favor de callar a la porquería de hija que tienes! ¡Es la vergüenza para nuestra familia!

— ¡Tú eres el único que avergüenza a esta familia! — le grité sin miedo.

— ¡Stephanie, por favor! — me pidió ella.

— Tranquila, mamá. Me voy a mi cuarto. No vale la pena perder el tiempo con este hombre — mi padrastro deseó solo golpearme.

— ¡Si no fuera por tu madre, ya te hubiera echado a la calle sin contemplación!

— Tú eres el único que debería largarse de esta casa, ya que solo eres un intruso aquí y siempre lo serás.

— ¡Estúpida! ¡Eres una hija de puta!

—...

A mi mamá se le llenaron los ojos de lágrimas, y yo sin más, me fui a mi dormitorio y me refugié en aquellos dulces y lejanos recuerdos de mi querido Joey.

— ¡No, es que me va a oír esa rata! — Gritó furioso.

— Alonso detente ¿Sí? Ya no sigas.

— Eres una estúpida ¡¿Cómo permites que esa rata me trate como lo hizo?! ¡¿Es que yo no tengo lugar, acaso en esta pocilga?!

— Claro que sí, pero...

— Ya no lo tolero más. El día que menos te lo esperes, la echaré y tú, ni nadie, podrá impedirlo...

La discusión siguió, y yo encerrada en mi cuarto, los oí discutir y gritarse y solo quise llorar. Me sentí ahogar y volví a recordar a Joey, en los tres maravillosos días que viví gracias a él y pensé en su número de celular.

Tomé el papel, las manos me temblaron y pensé si en llamarlo o no. Me puse toda nerviosa, temí que no me contestará, que tal vez, ya no quisiera saber nada de mí y recordé sus últimas palabras.

<< Quiero conocer Santiago y quiero conocerlo contigo. >>

<< ¿Por qué me lo habrá dicho? Eso quiere decir que no se irá aún. >>

<< Puedo volver a verlo una vez más...>>

Deseé a toda costa volver a ver sus preciosos ojos y perfecta sonrisa y temblándome aún más la mano, marqué a su número y el tono del "marcándose" se me hizo eterno...

— ¡Halo!

— ¡Halo! ¡Si, hola, Joey! Soy Stephanie — lo oí reír y mi corazón se llenó de alegría.

— Hola, pequeña. Creí que nunca me llamarías — me reí muerta de nervios y felicidad y él volvió a reír.

— Me alegra tanto saber que eres tú, Joey. Pensé que nunca me contestarías —sonrió.

— Jamás podría hacer eso.

— ¿En serio?

— Tratándose de ti nunca lo haría...

Él volvió a sonreír, y yo al otro lado del celular, también sonreí fascinada al oír su voz hablarme.

— ¿Cómo has estado? ¿Llegaste bien a tu hogar?

— Si, gracias. Hace un momento que llegamos.

— Dime una cosa ¿Eres de Santiago, cierto?

— Si, así es.

— ¡Genial!

— Entonces, era cierto lo que me dijiste anoche. Quieres salir a conocer Santiago.

— Solo si tú me acompañas.

— ¿Piensas quedarte unos días más aquí? — le pregunté con interés.

— Así es, todo el tiempo que yo estimule conveniente — más felicidad me causó y Joey la advirtió.

— Qué alegría, Joey.

— ¿Te parece que nos juntemos hoy, pasado del medio día?

— ¿Hoy? — le pregunté envuelta en risitas nerviosas y de felicidad.

— Si ¿No quieres? Lo digo para que nos veamos y para que me lleves a conocer tu enorme ciudad...

Pensé en mamá, en que las cosas en casa no estaban muy buenas, por aquella discusión con mi padrastro, pero solo añoraba volver a verlo y temí el de ilusionarme con él, pero mi corazón no lo soportó más y anhelé arrancarme cuanto antes junto a él y le dije un sí de inmediato.

Me tomé con anhelos el relicario con su foto en mi pecho y las piernas me temblaban. Tenía la duda de si me habría puesto la ropa indicada, para el que sería nuestro encuentro especial, y muerta de nervios, caminé a la estación del metro, donde lo había dejado a él citado.

Solo pensaba en él, en como luciría para nuestra salida. Sí llegaría con sus lentes, jockey y me lo imaginé y sonreí con ilusión.

Me bajé del vagón, me acomodé el cabello y caminé a la boletería, con el alma y corazón temblándome. Solo esperaba volver a verlo.

Mi corazón brincó de amor y de dicha al verlo ahí en la boletería, esperándome tan pasivo. Lucía tal como yo me lo imaginaba; con sus ojos bajo esas infaltables gafas oscuras, una camisa azul, jeans, una chaqueta de cuero, y sus peculiares tenis, que eran del mismo color que la camisa.

Decidida, me le acerqué ilusionada, con el corazón latiéndome alborotado y Joey volteó a verme y me miró anonadado; se levantó las gafas y me miró de arriba abajo. Sonrió con destellos.

— Hola, Joey.

— ¡Cielos! ¡Estás, estás preciosa! — me sentí ruborizar y más lo quise.

— Gracias — me miró perdidamente y yo me dejé atrapar por su apasionada mirada.

Nos miramos sin decir nada; deseé tomar su mano, pero recordé que había mucha gente y enrojeciéndome un poco, los dos desviamos la mirada con vergüenza. Joey tosió con nervios y yo intenté hablarle de cualquier cosa.

— Espero no haberte incomodado por citarte en este lugar tan frecuentado por gente.

— Descuida, no pasa nada. Además, no todos saben quién soy realmente.

— Es cierto — le dije risueña.

— Bien ¿Y a dónde iremos primero?

— Iremos a la Plaza de Armas.

— Creo que la conozco. Cuando vine a Chile, la segunda vez, estuvimos con los chicos allí.

— Pero ahora estás más cambiada. Te gustará.

— Tal vez tengas razón. Además, aquella vez estuvimos muy poco tiempo.

— Vamos entonces para allá ...

Le dije con entusiasmo, y él me sonrió y nos fuimos caminando, contentos, hasta la Plaza de Armas...

Llegamos a aquella plaza, y él miró todo a su alrededor. Yo lo miré risueña y Joey también sonrió.

— No la recordaba tan así.

— ¿Ves? Te dije que estaba cambiada.

— Es muy grande y bonita

— ¿Te gusta?

— Si, mucho. Veo que hay bastante gente.

— Eso es normal. Todos vienen a esta plaza.

— Ya veo...

— ¿Te incomoda?

— No para nada — miró la enorme pileta al centro — Vamos a la pileta. Quiero sentarme ahí un momento — le sonreí.

— Está bien...

Sentados en aquella pileta el agua escurría tras nosotros y miramos la gente y a unos niños jugar en ella y Joey suspiró.

— Vaya, que agradable es esta plaza.

— Sí. Es agradable y grande, pero siempre está llena de gente — volteó a mirarme con detención y sonrió.

— Lo dices como sí te desagradara o algo así — solté una carcajada.

— La verdad es que sí. No me gusta mucho la gente. Prefiero, no sé, los lugares más tranquilos y solitarios.

— Te entiendo.

— ¿De verdad?

— Te lo digo yo que he pasado más de la mitad de mi vida en escenarios y rodeado de fans.

— Debe ser complicado.

— Mmm, si a veces, pero ya estoy acostumbrado.

— Menos mal...

Ambos nos reímos y después Joey se me quedó viendo y yo también lo miré, y él por impulso, tomó mi mano.

— Está haciendo calor.

— Es verdad ¿Quieres que vayamos a otro lugar?

— Me encantaría — me sonrió deslumbrado, recordando nuestro beso, y yo solo lo miré y me latió fuerte el corazón.

De pronto, Joey miró mis piernas.

— Te ves, como dices tú, muy linda con ese vestido — mis mejillas ardieron y desvié la mirada con pudor. Me fascinó que él me encontrara linda y Joey me sonrió enternecido.

Caminando juntos, salimos de aquella plaza, y yo muy feliz, caminaba a su lado, y Joey risueño, iba junto a mí. Toda la gente nos miraba, pero nunca supieron de quien se trataba él.

— ¿Habrá una heladería por aquí?

— Si. Hay una a media calle.

— ¡Genial! Porque te invitaré a comer un helado — le sonreí y anhelé ya vivir aquel dulce momento a su lado.

Nos sentamos en el subterráneo de aquella heladería, y los dos de frente, Joey me miró con detención, y yo muerta de nervios y vergüenza, aún no podía creer, que Joey Tempest me estuviera invitando un helado. Más lo amé y le sonreí inmensamente feliz.

— ¿Está sabroso tú helado?

— Si, está muy rico ¿y el tuyo? ¿Te gustó?

— Si, aunque debo confesar que no soy muy aficionado por el chocolate, pero este está muy sabroso— le sonreí y él me sonrió.

— Háblame más de ti.

— ¿De mí? — me preguntó risueño.

— Si, de ti. Quiero conocer más a ese Joey discreto y reservado y no solo al famoso cantante, que todos conocemos — rio apenado.

— De acuerdo. Con el pasar de los días, te iré contando más cosas de mí.

— ¿No te molesta? ¿verdad?

— No, claro que no. Si fuera un periodista o alguien desconocido, ahí sí que me disgustaría, pero ya contigo es diferente. Tú no eres ninguna desconocida para mí, Stephanie. Siento que ya te conozco, desde hace tanto.

— Contigo me pasa lo mismo. Te conozco hace 12 años — me miró anonado y sus ojos brillaron con intensidad, los que hicieron vibrar más a mi alma.

— ¿Aún lo recuerdas?

— ¿Qué cosa?

— El beso que te di anoche — estallé de pena y nervios.

— ¿Quieres que te diga la verdad?

— Claro.

— Si, aún lo recuerdo...

Le dije viéndolo con coquetería y él me miró intensamente...

Caminábamos tranquilos por las calles del centro; yo no quería que aquella tarde se terminara y miraba una y otra vez a Joey a mi lado, para cerciorarme que en verdad era él. Joey siempre me respondía con una dulce sonrisa.

Llegamos al parque forestal y él se sacó las gafas, las acomodó en su camisa y no lo pensó más y tomó mi mano. Yo me le quedé viendo plasmada, llena de felicidad y de amor y le sonreí y apreté su mano, respondiéndole a su romántico gesto.

Frente al museo "Bellas Artes", a Joey le pareció increíble, y quería volver otro día para conocerlo...

— Es por lo que dejé de fumar. Llevo años sin hacerlo.

— Y haces bien. Es muy mal vicio. A mí nunca me pudo gustar.

— ¿En serio?

— Así es. Lo detesto, el olor me repugna. De tan solo pensar y sentir que se me pasara el cabello y la ropa a cigarro, no lo soportó — soltó una carcajada y yo también reí.

— ¿Y tienes algún novio por ahí? — preguntó de repente y de la nada.

— No. Estoy soltera...

— Pero ¿Por qué? Si eres tan linda y tierna.

—...Prefiero no hablar de eso — me puse nerviosa.

— Entiendo — me sonrió — Tal vez, en uno de estos días, me quieras contar de eso — volví a sonreírle.

— Al igual que tú y de tu vida.

— Así será entonces...

Llegamos al metro y Joey me miró con ternura y con deseos de no despedirse todavía...

— Hoy la pase muy bien.

— ¿En serio?

— Si, en serio. No pensé que Santiago tuviera lugares tan lindos, como los que conocí hoy.

— Y te faltan muchos más por conocer — volvió a sacarse las gafas.

— ¿Te gustaría volver a vernos mañana? — mi corazón se intensificó aún más de dicha.

— ¿Mañana? Pero ¿Puedes? Es decir... — sonrió.

— Si, mañana no tengo nada que hacer, así que ¿Qué dices? ¿Aceptas mi segunda invitación?

— Puedo preguntarte algo ¿Por qué quieres salir conmigo? Siendo que podrías, no sé, salir con los chicos de la banda...

— No sé, porque me simpatizas mucho, porque me siento bien a tu lado — lo miré amándolo desenfrenadamente — Espero que eso no te desagrade.

— No, para nada, al contrario — me miró con ternura.

— Bien, ahora yo te llamaré para que acordemos a dónde iremos mañana ¿sí? — di un suspiro de felicidad.

— Ok, de acuerdo...

Corrí hasta mi cuarto llena de felicidad. No dejé de recordar todo lo que había vivido junto a él ese día, y riéndome sola, no dejé tampoco de pensar en él y me tomé el relicario y miré su foto...

— Joey quiere verme de nuevo. Quiere salir otra vez conmigo. Soy tan feliz...

Eso me dije con dicha, y amándolo más, pensé luego:

<< ¿Por qué lo haría?

<< Aún todo esto me parece un bello sueño, el que estemos él y yo tan cerca.>>

<< ¿Sentirá algo por mí? >>

Se estiró sobre su cama, miró al techo y suspiró y pensó:

<< ¿Qué es lo que me sucede con ella? >>

<< Es tan dulce y encantadora. Me siento tan bien a su lado. >>

<< No quiero encariñarme mucho con ella, pero es tan linda y joven. >>

<< Y ese dulce beso...>>

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