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Pasaron unos minutos más en el Coliseo y luego volvieron tranquilamente al Santuario tomados de la mano a la par que apreciaban las estrellas. Las constelaciones de sus compañeros caídos que parecían brillar con más intensidad. Seguramente están felices porque sus amigos al fin estaban juntos
El libriano propuso quedarse en Aries para no tener que subir esas escaleras demoníacas, y Shion aceptó, no sin antes asegurarse de que tenía alimentos para que el chino cocinara, obviamente.
Al llegar, el tibetano mandó a su novio a ducharse, quien obedeció sin reclamos. Una vez que salió, fue a la cocina.
Un rato después una sencilla, pero deliciosa, cena estaba lista. Él se encargó de llevar los platos a la mesa, donde lo esperaba su novio. Cenaron entre anécdotas, risas, miradas llenas de amor y algunos besos robados.
Más tarde en la noche, cuando todo estuvo ordenado en la cocina, ambos fueron a la habitación del ariano. No era la primera vez que compartían habitación, pero si la primera en la que estaban libres de demostrar el amor que callaban hace mucho. Después de besos y risas, durmieron abrazados pacíficamente en la tranquilidad de la noche.
Ya al día siguiente, el patriarca se despertó temprano, como le era costumbre. Pero esta vez acompañado de su novio que aún estaba dormido. Lo abrazó unos minutos hasta que finalmente despertó. El ariano lo soltó y se sentó en la cama para buscar algo en un pequeño cajón de la mesita de luz.
El libriano lo abrazó por la cintura aún con un poco de sueño y le dio un beso
-Buenos días -Habló con una sonrisa
-Buenos días, mi amor - Le sonrió, somnoliento
-Ya levántate, no seas flojo
-Pero quiero abrazarte...- Dijo cerrando lentamente sus ojos. Pero los abrió al notar que había sacado del cajón un peine. Inmediatamente sonrió - ¿Puedo peinarte?- Dijo con los ojos brillantes
-Solo sonrió y le entregó el peine - Pero no tardes mucho, tenemos cosas que hacer
Después de algunos minutos Dohko había acabado. Dejó en peine en la cama y volvió a abrazarlo por un momento. Luego de intercambiar miradas, se levantaron y desayunaron.
Dohko, ya bañado nuevamente, por "estricta" orden de su ilustrísima y con su armadura en su espalda, se dirigió a la Sala del Patriarca, donde lo esperaba su guardián con su túnica.
Cito el manga
-Bien Dohko, buen viaje
-Si, - Sonrió mientras acomodaba su sombrero - lo mismo va para ti. Necesitarás suerte para terminar de reparar todas las armaduras. 'Gran Nuevo Patriarca'
-Sonrió- No te burles, Dohko
(Recorte de texto del manga)
-En realidad solo quedamos nosotros dos... (...)Hades desapareció. Ni Athena, ni Tenma... Ninguno regresó...Tantos camaradas que llenaban de vida este Santuario
-Pero nosotros que sobrevivimos tenemos un deber que cumplir. Yo, como Patriarca, debo reconstruir el Santuario deshabitado. Y tu debes hacerte cargo de aquel rosario donde fueron sellados por Athena. Vigilando la Torre de Hades, donde el ejercito de Hades, las 108 estrellas malignas, fueron selladas
-Así es. Ese es nuestro deber
Cita de manga finalizada
-Voy a echarte de menos Dohko
-Sabes que yo también. Pero prometo volver a visitarte, ¿Si?- Dijo con una sonrisa guiñando su ojo
Él se acercó al castaño y le dio un cálido abrazo de despedida, mientras el contrario acariciaba su cabello.
-Nos vemos, cielo...
-Nos vemos, mi amor - Besó levemente sus labios, en puntas de pie, luego sonrió y empezó a bajar por los templos
-(Creo en que cumplirás tu promesa... Voy a esperar el tiempo que sea necesario)
Cito nuevamente el manga
- (Así es, Shion, tenemos que vivir la memoria de nuestros camaradas caídos... Aún separados nuestros corazones serán uno. Y es posible que durante los largos años que se aproximan no nos veamos)
Final de la cita
2 años después (Y acá es cuando se pierde la lógica de la serie. No pregunten, solo aprecien jaja)
Ya habían pasado años desde la partida de Dohko. Ninguno olvidó ni su amor, ni la promesa. Tampoco faltaba el día en que se hablaran por telepatía. No necesitaban estar cerca para saber que se amaban, pero aún así, cada día deseaban poder reencontrarse.
Ese día unos aspirantes a caballero se encontraban entrenando en el Coliseo, cuando sintieron un cosmos muy poderoso acercándose. Inmediatamente se reunieron en la entrada del Santuario para evitar que cruzara. Ese cosmos se sentía cada vez mas cerca, y ya estaban teniendo miedo.
Iban a empezar la batalla, de no ser porque el Patriarca apareció bajando de la Casa de Aries a las corridas.
En efecto, el ex caballero de Aries también había sentido el cosmos, pero no estaba asustado en lo más mínimo. Se quedó en la entrada del Santuario, ante las miradas asombradas de los aspirantes.
Un hombre se hizo presente en el Santuario, con una armadura de oro. Tras este detalle, se comenzaron a escuchar murmullos de los jóvenes.
El, ahora identificado como caballero dorado, se acercó hasta la entrada del Santuario, donde, cansado, levantó la vista.
Sus miradas se cruzaron casi al instante. Nuestro caballero dorado dejó la caja de su armadura en el suelo, para extender sus brazos con más comodidad. El ariano no tuvo mucho que pensar o analizar, corrió hasta encontrarse con la comodidad de sus brazos, deseando no soltarlo nunca más.
El caballero lo besó, siendo correspondido, sorprendiendo a los aspirantes. Puesto a que nadie estaba enterado ni de la existencia de otro caballero, ni de que el patriarca tuviera una relación.
Una vez que se separaron, intercambiaron miradas sonriendo para luego estallar en risas, sin razón aparente.
-Por fin volviste, Dohko- Dijo tratando de silenciar sus risas
-Me alegra verte sonreír - Le robó otro beso.
Más murmullos se escucharon aún cuando, a plena luz del día y a la vista de todo el Santuario, Dohko se arrodilló delante del ariano
- Mi amor, pasamos por muchas cosas juntos: la infancia, los entrenamientos, las guerras, y muchas cosas más. Superamos todo, incluso la distancia, y por eso sé que nuestro amor será eterno. Aún así quiero preguntarte esto...- Sacó un anillo y lo miró con una gran sonrisa - ¿Te casarías conmigo?
- Sus lágrimas caían lentamente por su rostro. Se arrodillo y lo abrazó con todo su amor - Claro que si. Aceptaría en esta, y en todas las vidas que siguen, casarme contigo.
- Te amo. - Dijeron al unísono entre los festejos de los aspirantes.
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