Capítulo tres: ¿Eres tú?

—Necesito una explicación —solté—. Todos habían dejado la ciudad, incluso yo, pero me vi obligada a volver, ¿tú por qué volviste? —miré a William de arriba a abajo.

—¿Crees que te debo explicaciones luego de todo lo qué causaste? —se acercó a mi.

—Yo no tuve la culpa de nada —fruncí el ceño e hice de mis manos, puños, aguantando la ira que corría por mis venas.

—¿En serio? No lo recuerdo así —ironizó con la ira y el dolor reflejados en sus ojos.

—Traté de hacer hasta lo imposible, pero no soy...

—No eres nadie, no la salvaste a ella y nunca salvarás a nadie, por eso no sirves para trabajar con nosotros, eres una inútil que se cree persona —me acerqué aún más, hasta que su mirada penetró la mía.

—Ignoraré lo que acabas de decir, porque otro en tu lugar tendría todos los huesos rotos —susurré firmemente.

Sus ojos me observaron con odio, rencor y con una chispa de venganza.

Sabía que todos me veían como la villana de la historia, pero nunca nadie se sentó a mi lado a oír mi versión. Para ellos era más fácil echarle la culpa a alguien, que asumir sus propios errores

Y eso, es uno de los peores errores de los humanos, porque demuestra cuán cobardes son.

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Eran las dos y media de la mañana, no podía conciliar el sueño, había pasado horas y horas dando vueltas en la cama, mientras buscaba una explicación para lo que estaba sucediendo en mi vida.

Me levanté a las tres de la madrugada, tomé mi vaso de vidrio y un poco de alcohol. Lo sé, no era algo normal en mi, pero cuando el pasado acechaba en mis pesadillas, arruinando mi sueño, lo único que me salvaba de ellas era el alcohol.

Me senté en el sofá en forma de L y coloqué mi netbook sobre mi regazo. Luego del incidente que tuve con aquel desconocido por WhatsApp y en el puesto de golosinas, los paparazzis y noticieros querían saber todo con lujo y detalles.

Había imágenes de mí, hablando con mi madre y de todo su pelotón que arruinó mi investigación.

Sin embargo, ese pequeño infortunio no iba a evitar que hiciera mi propia investigación. Algo curioso, es que para ser escritora debes investigar todo sobre en donde se sitúa el país o la región de tu historia, aunque sea una ciudad ficticia.

Aunque no era la primera vez que trataba de investigar un caso, pero esta vez no cometería los mismos errores que en el pasado.

Comencé a buscar los videos que había sobre mí, sobre lo que sucedió hace años, porque nos habían entrevistado a todos los involucrados, para saber que haríamos después de lo sucedido y ser la hija de Elizabeth Connor no ayudó en nada a evitar esa clase de entrevistas, al contrario, solo lo empeoró.

Hice click en un video donde nos habían entrevistado a todos juntos. Estábamos en un estudio, lo recuerdo como si fuera ayer.

No sabíamos qué decir o hacer, nuestros corazones palpitaban fuertemente. El sudor recorría nuestro rostro y la ansiedad por acabar con eso era indescriptible.

Se suponía que sería la última entrevista grupal, pero al mismo tiempo, parecía que los minutos eran cada vez más lentos.

Los cinco nos sentamos en el sofá gris, en el estudio del programa que se estaba transmitiendo en vivo, mientras a un costado nuestro, estaba John McClain, quien era un hombre multimillonario, reconocido por investigar casos y entrevistar a los involucrados, tanto como testigos, víctimas y familiares.

Era un hombre cruel, que no le importaba venderle el alma al diablo con tal de hacerse famoso y crecer.

Mi pierna temblaba y traté de disimular lo más que podía, porque mi madre me dijo que debía hacerlo o ella le diría a todos la verdad sobre ella y yo.

Me colocó entre la espada y la pared, por lo que no tuve más opción que aceptar sus condiciones.

Karen se sentó a mi lado, al igual que Tyler, mientras Will se sentó en la punta, como Sophie. Todos estábamos distanciados, no queríamos estar cerca de los demás. Nuestro grupo de amigos había muerto, todos estábamos contra todos.

Cada quien tenía versiones diferentes de lo que había sucedido, pero Karen nunca me abandonó, siempre creyó en mí.

John dio la orden para que comenzaran la grabación. Nos dieron una señal y la entrevista ya había comenzado.

—Bienvenidos a mi programa, donde relatamos los casos, entrevistamos a absolutamente todos los involucrados y sacamos las verdades que la policía no puede —sonrió—. Esta noche estamos aquí junto a cinco estudiantes de la escuela de LireWood, donde hubo un sospechoso asesinato, donde todos son sospechosos e incluso, el asesino podría ser un inocente —levanté la mirada y lo observé con el ceño fruncido.

Fue él, ese hombre había arruinado nuestras vidas y este imbécil lo estaba defendiendo, como todo el mundo.

—Ya saben que los que quieran, pueden mandarnos sus preguntas a nuestra cuenta de Instagram, que podrán verla en pantalla —dirigió su mirada hacia nosotros, especialmente a mí—. Dime, An, ¿realmente encontraste el cuerpo sin vida o tú lo hiciste?

—Para los amigos es An, para ti es Angelique Connor —río.

—Claro, ahora respóndeme la pregunta —llevó su mano hacia su mentón, mientras con su otra mano peinaba su cabello hacia atrás.

—Sí, yo lo encontré y si tú crees que yo soy la asesina, no deberías dejarme estar aquí, sabiendo que podría asesinar a cualquiera en este estudio —rebatí.

—Creo que eres un peligro para toda la sociedad, pero tu simple existencia es repugnante y no me importa que seas la hija de la comandante de la mayor seguridad de la ciudad. Diré lo que pienso y punto.

Sí, ya sabemos que clase de peligro puedo traerle a la sociedad. Él cree que no entiendí su indirecta, pero se equivoca.

—En ese caso, espero que el peligro que usted cree que provocó, no lo perjudique...

Jhon suspiró.

—Dicen que tienes una cómplice.

—También dicen que fingir es malo y aquí estamos todos, tranquilos, fingiendo que nada de esto es lo suficientemente grave, como para hacer una película sobre el caso sin resolver.

—¿Qué? ¿Pero qué dices?

—Creí que lo sabrías, Jhon, el caso nunca se resolvió, porque no hay suficientes pruebas de que yo soy la asesina,

—Tú encontraste el cuerpo, tu sangre estaba por todo el suelo, pero seguro que tu cómplice te ayudó a cubrir las demás pistas que te incriminan.

Esa entrevista había sido solo el comienzo, luego fue cada vez más preguntas, más acusaciones y más teorías que planteaban que yo era la asesina.

Mis ex amigos, Karen y yo sabíamos la verdad, pero con el paso del tiempo, Tyler, Will y Sohpie se pusieron del lado de la sociedad, olvidando que la verdad era otra, de la cual no teníamos pruebas, pero tampoco dudas.

Seguí mirando todas las entrevistas, las grupales, las individuales y todos los artículos sobre el caso, pero nada de lo que había me ayudaba a saber porqué Will había vuelto o porque un desconocido me había contactado.

De repente un rayo de luz entró por la ventana y me di la vuelta, para luego notar que el sol estaba apareciendo.

—Mierda...

Cerré la computadora y rápidamente me dirigí hacia mi habitación, me puse un jean roto y una camisa blanca, con unaz zapatillas de color blanco y gris. Nada original, pero ya estaba retrasada y no podía llegar tarde.

Tomé mi cartera de color marrón claro, mi celular, mi billetera y mis auriculares, porque podía ser el fin del mundo, pero con música.

Al leer los mensajes que había en mi celular, noté que Karen y Franc me estaban esperando abajo. Salí del departamento y me subí al ascensor. Presioné el botón con el número cero y las puertas se cerraron.

Al salir del ascensor saqué mi llave y caminé hasta la puerta, para luego abrirla.

Me acerqué al auto de color gris y Franc sacó el brazo por la ventanilla y me saludó. Abrí la puerta del auto y me metí dentro, para luego cerrarla.

Karen me observó por el pequeño espejo que estaba colgado del techo y frunció el ceño.

—Pareces un mapache.

—No dormí nada.

—Ten —dijo Franc y me extendió su mano, la cual tenía un vaso de Starbucks con un frapuccino—. Así estarás más descansada —sonrió de lado.

—Gracias.

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La cafetería estaba muy llena, como nunca antes y eso era un milagro. Sin contar a las personas de edad avanzada que venían todas las mañanas, había nuevos clientes y eso era demasiado extraño, pero no me podía quejar.

—¿Lo ven? Soy genial —dijo el pelinegro.

—Eres un idiota, Jake, eso eres —se burló Franc.

—¿No ves que todas las chicas que vinieron aquí fue por mi?

Sonreí de lado al oír esa tontería.

Tomé la bandeja con un licuado de naranja y dos tostadas, para llevárselas a una chica rubia que se había sentado sola. Al dejar la bandeja en la mesa noté que era la hermana de Jake, Sam.

Vestía una remera de tela fina, que dejaba ver su sostén beige y por encima, tenía una gabardina de color rojo, un jean y unos borcegos negros.

—Hola, An —sonrió.

—Sam, no sabía que estabas aquí —me miró confundida.

—Le dije a Jake que te dijera, es que no contestabas mis mensajes.

Al parecer estaba tan centrada en buscar información sobre Will, que olvidé que tenía una vida.

—Disculpa, es que estoy con muchos problemas —tomé el vaso con el jugo y lo coloqué frente a ella.

—No te preocupes, solo quería saber si luego de tu horario estás libre para presentarte a mi amiga, para la cual trabajarás.

—¿Ya tengo el empleo?

—No aún, pero te recomendé y le dije a mi amiga que eres una chica responsable y amable, me dijo que discutirá contigo los detalles del pago y demás.

—Apenas me conoces, ¿cómo sabes que soy responsable?

—Adivina —sus ojos miraron a su hermano.

—A veces se me olvida que tu hermano es chismoso, pero agradezco que me ayude.

—Para mí ya es costumbre —hizo una pausa y sonrió—. ¿Entonces te veo a la salida?

—Claro, hoy termino a la una.

—Perfecto —me guiñó el ojo.

Tomé la bandeja y me di media vuelta, pero luego recordé algo.

—Sam —levantó la vista y me miró—, por cierto, agradezco tu visita.

Ella volvió a sonreír.

Volví a mi trabajo y seguimos convsersando entre nosotros. Jake seguía diciendo que todas estas personas habían venido a verlo y nosotras dos no dejábamos de reír, mientras que Franc le decía que eso no pasaría ni en sus sueños.

Así seguimos durante toda la mañana, entre bromas tontas y haciendo nuestro trabajo.

Aunque me reía, mi cabeza no dejaba de divagar en aquellos ojos celestes que vi, ni en la hipótesis de si era ella o no, ni en la teoría de que si realmente era así, intentaría recuperar el romance que un día fue interrumpido.

¿Pero qué probabilidad tenía de triunfar?

Cero.

Me apoyé en la mesada y Sam trajo el plato y el jugo, vacíos.

—¿Estaban ricos?

—Deliciosos, ambos... —sonrió de lado.

—¿Ya te vas?

—Sí, debo hacer unas cosas en la empresa, pero no te preocupes, volveré para que no me extrañes tanto —bromeó.

—Claro, te esperaré aquí, ósea, aquí trabajo, ya sabes... —dije algo nerviosa.

Miré sus ojos color avellana y por un breve momento brillaron tan fuerte como el sol. Su sonrisa parecía estar iluminada por su propia felicidad y de alguna manera, me contagiaba de su alegría.

—Sí, lo sé...

Antes de irse me guiñó el ojo y saludó a su hermano.

Karen se acercó "disimuladamente", si a arrastrarse como una serpiente chismosa para saber que hablé con mi posible ligue, según mi amiga, era disimuladamente.

—¿Y...?

—Me conseguirá un trabajo y eso —se cruzó de brazos y elevó una ceja.

—¿Me tomas de tonta? Vi como se miraban cuando hablaban, tanto en la mesa como aquí mismo, tus ojos parecían brillar y no dejabas de sonreír —dijo como si fuera obvio.

—Yo no estaba sonriendo, ni me brillaban los ojos.

—Sí, An, hazme caso.

—Bien, digamos que sí me brillaron los ojos y todo eso, yo ya tengo a alguien y es...

—Una chica que te abandonó, que prefirió salvar su pellejo y dejarte aquí, sabiendo el peligro que corrías —bajé la mirada—, perdón, An, pero es la verdad.

—Lo sé, solo quieres que vea la verdad —levanté la mirada y asintió.

—Ella no te amó de la misma forma que tú a ella, es hora de pasar de página y escribir un nuevo capítulo en tu historia, el cual no me pienso perder —se acercó a mí y nos abrazamos.

Me tomó de la mano y le avisó a los chicos que iríamos al baño durante cinco minutos. Abrió la puerta blanca y cuando entramos, la cerró con la traba.

—Ya sé qué me vas a preguntar.

—Entonces respóndeme.

—Bueno, recibí un mensaje de un número desconocido que decía que vaya a Sweet Dream 's, allí encontré un cuchillo y un mensaje que decía; nada es lo que parece, luego mi madre dijo que habría un agente que nos va a ayudar en este caso y no imaginarías quien es.

—Espera, ¿por qué te dijo de ir a Sweet Dream's? Pudo haber escogido cualquier otro lugar —se cruzó de brazos.

—Lo sé, pero algo me dice que esto tiene que ver con lo que sucedió en la secundaria.

—¿Qué te hace pensar eso?

—¿Recuerdas mi teoría sobre que esa chica de ojos celestes podría ser Sophie? —asintió—, creo que es ella, porque el agente a cargo del caso es Will, acaba de volver a la ciudad después de tantos años, solo falta Tyler y estaríamos todos aquí

Abrió sus labios un poco, sin poder creer en lo que estaba escuchando. Traté de calmarla y decirle que todo estaría bien, que no le harían daño y que trataría de alejarla de esto.

Le conté que había estado investigando a Will, porque era obvio que mi madre y él nos estaban ocultando algo, porque no era casualidad que un desconocido me llamara y que luego nuestro amigo de la adolescencia volviera sin motivo alguno.

—¡Entonces esa chica debe ser Sophie!

—¿Es en serio? Te acabo de decir que el caso del pasado vuelve y ¿solo te interesa Sophie?

—Tu madre no dejará que me meta a la investigación para ayudar, pero sin dudas tienes que confirmar si esa mujer es Sophie, porque así podré romperle la cabeza con un bate por lo que te hizo.

Si alguien que no fuera yo, o nuestros amigos, la oyera, pensarían que está ignorando lo que realmente es importante, pero Karen siempre hizo bromas frente a sus problemas. Es su manera de afrontarlos y aunque a veces rompa el ambiente serio, se lo agradezco.

—Bien, rómpele la cabeza, pero para eso debería volver a verla y no sé cuándo sucederá.

Seguro que más pronto de lo que imaginas.

Volvimos al trabajo y la pelinegra siguió haciéndome un interrogatorio sobre qué había hablado con Sam, sobre como lo dijo o sobre cómo hizo ciertos gestos que sólo Karen podía notar, porque claramente yo no había notado nada extraño, más que sonreía demasiado para ser la segunda vez que nos vemos.

Las horas pasaron y mi turno de hoy había terminado.

Fui al baño a quitarme la gorra y el delantal, para luego guardarlo en mi locker de color gris. Me despedí de mis amigos y pronto llegó la chica que me remplazaría.

Salí de la cafetería y vi que Sam me estaba esperando con su auto de color blanco. Al verme sonrió y se acercó a mí.

Abrió la puerta del copiloto, para que yo me pudiera sentar. Al hacerlo, cerró la puerta de mi lado, rodeó el auto y abrió la suya, para luego entrar.

—¿Nerviosa?

—No, creo que no.

—Que valiente.

—Créeme, he vivido cosas peores.

—Sobre eso... —me miró y bajó la mirada.

—¿Jake te contó?

—Yo le pedí que me contara, porque vi algunos artículos y salió en los noticieros que The Lions tenía un nuevo caso y lo había descubierto la hija de la comandante.

Me sorprendía que no distorsionaran todo, como siempre habían hecho a lo largo de los años.

—Como sea, solo quiero que sepas que mi amiga lo sabe...

—¿Y aún así quiere contratarme? —asintió—. ¿Por qué? Si para la sociedad soy una asesina.

—Para mí no lo eres —confesó.

—¿Cómo estás tan segura? No me conoces y no importa lo que diga tu hermano.

—Bueno, no tengo pruebas de que eres inocente, pero tampoco dudas —apoyó su mano en mi hombro y me dio una sonrisa cálida.

—No es un argumento válido.

Claro que desconfiaba de su buena predisposición. No me conocía, seguramente solo le había parecido una cara bonita y por mi apariencia, no parecía ser una asesina, pero estaba acostumbrada a que las personas me señalaran, a que me digan lo basura que era y por esas y más razones, no podía permitirme confiar en ella ni en nadie.

No otra vez,

—A veces solo debes dar un salto de fe —comentó.

Suspiré.

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Llegamos a una gran mansión de color blanco, con una pequeña fuente de color blanco y dorado. Los escalones que nos conducían dentro de la estructura, estaban decorados con diseños dorados y al llegar a la puerta, había una estatua de una diosa griega, que creía que era Afrodita.

La mansión tenía un balcón en forma de medio círculo, parecía que tenía miles de habitaciones, como si fuera un laberinto. La estructura era increíble y parecía una de esas casas de películas, pero no, estaba frente a mis ojos.

Salimos del auto y subimos los escalones.

La rubia parecía no estar para nada sorprendida con semejante estructura, supongo que para alguien que vive en un departamento, esto era demasiado.

Un hombre alto, vestido de traje, con el cabello hacia el costado derecho, se acercó a nosotras con una enorme sonrisa. Parecía ser el típico millonario que era un galán y engañaba a su esposa sin importar qué.

Espero equivocarme, pero mi intuición nunca fallaba.

—Así qué ella será la nueva niñera —sonrió ampliamente.

—Sí, Mason —hizo una pausa—, An, él es Mason, el esposo de mi amiga.

—Es un placer, señor.

—Igualmente, ¿gustas pasar? —asentí.

Se dio media vuelta y comenzó a presumir que esta mansión era una herencia familiar desde su tatarabuelo y que todos debían vivir aquí, para que su futuro crezca como las ramas de un árbol.

¿Qué tenía que ver esto con mi empleo? Ni idea.

Al entrar, observé las enormes e infinitas escaleras que conducían a distintos lugares de la mansión. El suelo era de mármol blanco y dorado, los muebles eran de color negro, gris o blanco, parecía tener una paleta de color algo básica para ser una mansión, pero era bonita.

Estábamos en la sala de estar, Mason, seguía hablando sobre la cantidad de habitaciones y para qué servía cada una de ellas. De repente, oímos a una chica con tacones bajar las escaleras.

Cuando el eco de sus pasos se acercaba cada vez más hacia nosotros, más curiosidad tenía de conocer a la mujer que iba a dejar que una posible criminal trabajara en su mansión costosa.

Cuando apareció frente a nosotros, no pude creerlo.

Su cabello rubio, sus ojos celestes, sus labios carnosos y esa pequeña sonrisa que tenía cuando la vi por primera vez, era ella, la chica de la cafetería.

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