Capítulo cuatro: Reencuentro

—¿Eres tú? —sonrió.

—Sí, la chica trabaja en la cafetería.

—¿Samantha, por qué no me dijiste que era la chica de la que te conté?

—¿Sam, por qué no le dijiste en qué cafetería trabajo?

Ambas la miramos y ella frunció el ceño.

—¿Se conocen? —preguntaron ambos al mismo tiempo.

La chica a la que conocí en la cafetería y yo reímos al mismo tiempo por la confusión.

—Dejen que les explique —dijo—, fui a la cafetería en donde ella trabaja —me señaló—, intercambiamos algunas palabras y me pareció una buena chica.

—El mundo realmente es un pañuelo, querida —comentó su esposo.

¿Cómo le explico que su esposa intentó coquetearme? Según Karen, claro.

—Es increíble que ya se conozcan, pero ahora si no les molesta, debo irme y seguir trabajando —dijo Sam y la miré confundida.

—Espera, ¿saliste del trabajo solo para traerme aquí? —asintió.

—Quería pasar tiempo contigo y conocerte mejor —sonrió de lado.

—Me voy contigo, Samantha, así puedo adelantar papeleo en la empresa —comentó el pelinegro, mientras se acomodaba la corbata de su traje.

—¿Volverás para darle las buenas noches a Leo?

—No tengo tiempo para eso, necesito cerrar acuerdos con unos socios.

—¿Y acaso eso es más importante que tu propio hijo? —espetó molesta la rubia.

—Ahg, no empieces con eso, Sophie, el trabajo siempre es primero.

¿Sophie? No... ¿Cómo es posible qué sea ella? ¿Acaso yo tenía razón?

En ese momento sus ojos celestes me observaron con un poco de miedo y en ellos pude recordar aquellos besos con sabor a amor, a pasión y a felicidad que nos habían sido arrebatados apenas cuando éramos adolescentes.

Mi corazón volvió a latir con fuerza, porque él me decía que aquella chica de la cafetería y mi amor adolescente, eran la misma persona. El tiempo había pasado, pero nuestros corazones aún seguían latiendo fuertemente y en sus ojos... en ellos podía ver lo que su alma ocultaba.

—Al menos ve a la competencia de natación el sábado, es importante para nuestro hijo.

—No tengo tiempo para esa tontería. Debe aprender que en la vida todo no se puede.

Sophie se decepcionó cuando escuchó eso y no pude evitar sentir un nudo en el estómago.

Tal vez estaba siendo muy injusta, pero esta era la vida que nosotras deberíamos estar viviendo, nosotras deberíamos estar juntas, casadas y con muchos niños corriendo por todos lados, pero el destino no lo quiso así.

Mason se fue junto con Sam y un silencio incómodo reinó en el ambiente. No sólo era incómodo el saber que ella era mi amor adolescente, sino que también era horrible notar como Sophie era infeliz en su vida, cuando conmigo pudo haber sido totalmente diferente.

—Lamento que hayas presenciado eso, Mason es muy dedicado a su trabajo, ya sabes —se disculpó con dulzura.

—Tú eras dedicada a los estudios, entiendo, pero nada debe ser más importante para un padre que su hijo.

Comenzamos a subir las escaleras en silencio, hasta que se detuvo y se giró a verme sorprendida.

—¿Qué dijiste?

—Que nada debe ser más importante para...

—Eso no —interrumpió—. Lo otro —aclaró con miedo en sus ojos.

¿Qué sucedería si le decía la verdad? ¿Podría volver a ser como antes? ¿Podríamos arreglar las cosas? ¿El amor podía ganar? Estaba muy confundida y temerosa de lo que podría suceder.

Una parte de mi quería odiarla, gritarle y hacerle el mismo daño que me causó, pero por otro lado, tenía ganas de abrazarla, besarla, sentir su aroma y su cuerpo en contacto con el mío.

El lado bueno y el lado malo, ¿a cúal oír?

Decidí que haría a un lado los rodeos, porque nada evitaría lo que tenía que ser y si el destino nos había unido nuevamente, ¿Quién era yo para interponerme? Debía seguir la corriente y así sería todo más simple.

—¿Qué eras dedicada a tus estudios en la secundaria? —abrió sus ojos como platos.

—¿Cómo lo...?

Me acerqué a ella, hasta que nuestras respiraciones chocaban, su pecho subía y bajaba rápidamente, mientras que en sus ojos podía notar el amor que aún estaba presente, pero encerrado bajo las cadenas de la sociedad.

—Tú lo sabes, Sophie, sabes que soy yo.

Bajó la mirada, como si tuviera que ocultar su felicidad de alguien. Subió las escaleras sin comentar nada a lo que dije y supe entonces que el miedo aún la perseguía.

Ese miedo que tanto nos había dividido como grupo de amistad y como novias aún seguía en su corazón, pero ella jamás lo enfrentaría. Sin embargo, saber que realmente era ella, alegraba a mi corazón, porque sabía que aunque fuera imposible, todavía podía amar, podía vivir y podía disfrutar la vida.

A veces creemos que alguien es nuestra alma gemela y yo sentía eso con Sophie, lo sentía cada vez que teníamos contacto físico y nunca más me sucedió con alguien en todos estos años.

Quería abrazarla, besarla y decirle que jamás dejé de amarla, pero si antes la situación era peligrosa, ahora era un caos. Si tenía el más mínimo contacto fuera de lugar con ella, todos sabrían que realmente le gustan las chicas y sé que eso le haría mucho daño.

Todos sabían que éramos unidas, pero nadie sabía que durante el día éramos amigas y durante la noche éramos dos almas amándose en la oscuridad de la noche.

Al llegar al primer piso, se dirigó hacia una puerta de color marrón y la manija de color dorado. Al abrirla se hizo a un lado para que pudiera pasar, luego de hacerlo, observé que la habitación parecía ser su oficina privada. Su escritorio estaba lleno de papeles, lapiceras y algunos dibujos de colores que seguramente le pertenecían a su hijo.

Tenía una biblioteca llena de libros de todo tipo, infantiles y de adultos. Eso me confundió un poco, porque normalmente los niños tienen libros en sus habitaciones.

Sophie cerró la puerta con cerrojo y cuando me di la vuelta, simplemente me tomó de la cintura, me apoyó contra la pared suavemente y me besó. Luego de tantos años, de tantas noches con el corazón oprimido por nuestros recuerdos, volví a sentir aquellos labios perfectos en mi cuerpo. Sus manos acariciaban mi cintura suavemente, como si sus dedos estuvieran analizando cada parte de mi cuerpo.

Mis manos se dirigieron hacia sus brazos y la aparté lentamente.

Porque por más que lo deseara, por más que soñara con este momento luego de tantos años, no era lo correcto. Sophie estaba casada y estaba segura que jamás aceptaría su verdadera identidad.

Al apartarla, frunció el ceño y me miró confundida.

—Esto no está bien, es mejor mantenerlo profesional —dije con un nudo en la garganta.

El simple hecho de que tu corazón desee algo y que la realidad sea otra, te pone en una posición terrible. Una eterna batalla entre lo que amas y lo que es correcto.

—Tienes razón, perdona, es que... —sus ojos se dirigieron hacia mis labios y tragó grueso—. Creí que te había perdido y ahora estás enfrente de mí y...

—Tú me perdiste, Sophie. No tenías derecho a hacer lo que hiciste, me abandonaste, me dejaste sola en un momento crítico y sobre todas las cosas, me mentiste,

—Si piensas todo eso de mí, ¿por qué me seguiste el beso? —alzó su ceja de manera arrogante.

Ya recordé porque Karen la odiaba antes de conocerla.

—P-porque... porque yo... —hice una pausa—. Para empezar, ¿por qué fuiste tú la que me besó?

—Porque los años pudieron haber pasado, podremos ser más grandes y ser más maduras, pero lo único que no cambió en todo este tiempo fue mi amor por ti —respondió con seguridad.

—¿Y por qué te creería? Me abandonaste y jamás podrás recuperar mi confianza.

Solo recordar su desprecio y sus duras palabras, hacía que el sentimiento de odio apareciera nuevamente luego de tantos años.

La amaba y la odiaba al mismo tiempo.

—Perdone, señorita, Connor, es obvio que esto es solo profesional.

—Y será mejor que continúe así, señorita, McClan.

Sabía que le dolía que la tratara con tanta formalidad, pero sinceramente, por más que el corazón quisiera estar con ella, no era el momento. Tal vez ambas éramos esa clase de personas que se aman con locura, incluso con el pasar de los años, pero que jamás podrían estar juntas.

Era algo triste y horrible, pero a veces el miedo es más alto que el amor.

¿Cuántos amores se perdieron por miedo? No tenía idea, pero nuestro amor estaba en la lista.

Ambas nos sentamos en las sillas, con ganas de revivir todo aquello que nos fue negado. Sin embargo, lo correcto era mantener distancia, aunque ambas sabíamos que eso no iba a durar mucho.

No solo nos amábamos, también había una inmensa tensión y eso nos acercaba, teníamos todo para ser felices, excepto el valor necesario.

—Como sabrás, mi marido es un hombre muy ocupado, a veces no podré estar en casa por las noches y las sirvientas no pueden estar pendientes de Leo y hacer su trabajo, por eso necesito que alguien de confianza cuide a mi hijo —hizo una pausa—. Podrás cuidarlo por las tardes o noches y durante los fines de semana me encargaré yo. Deberás ir a buscarlo a la escuela y en caso de cualquier problema, deberás llamarme de inmediato.

—Sabes que amo a los niños, no tendré problemas con él.

—Cuando le pedí a Sam si conocía a alguna chica de confianza, me dijo que había conocio a una amiga de su hermano, pero nunca creí que fueras tú —confesó.

—¿Preferirías que fuera alguien más?

—No, porque sé cuánto amor hay en tu corazón y sé que cuidarás a Leo como si fuera tu hijo —hizo una pausa y bajó la mirada.

Cuando éramos novias teníamos tantos sueños, tantos planes y el más típico era tener una familia, pero es algo que nunca se podrá concretar.

—En cuanto al pago —levantó la mirada y me miró a los ojos—, estaré dispuesta a pagar lo que sea necesario por la seguridad de mi hijo, solo dime cuanto necesitas y te daré el dinero.

Estaba segura de que si fuera alguien más, no le habría hecho semejante propuesta, pero era yo, su amor de la adolescencia y eso le afectaba demasiado.

—Doscientos dólares estarán bien.

Ella frunció el ceño un poco confundida.

—No tienes que decirme, pero me da curiosidad saber para qué requieres tanto dinero.

—Necesito pagar el geriátrico de mi abuela. Sin la ayuda de mi madre estoy atada de pies y de manos, lo que gano en la cafetería no es suficiente —expliqué y ella me dio una sonrisa de lado—. ¿Te parece gracioso?

Negó con la cabeza y juntó sus manos enfrente de ella.

—No, solo recordé aquella vez en la que me escabullí a tu casa y...

—Eso no volverá a pasar, Sophie, entíendelo.

Ninguna de las dos había olvidado esa noche y al mismo tiempo debíamos entender que el pasado era el pasado y nunca podría ser similar al presente.

Ni tú te crees esa estúpida frase, dile que quieres que sea tuya y bésala.

Púdrete, jamás volveré a caer en sus brazos, no vale la pena sufrir por amor.

—Perdóname, nuevamente, no es fácil contener la emoción después de tanto tiempo.

—¿Empiezo mañana? —ignoré su comentario para no alargar este momento de tensión.

—Sí, ¿puedes mañana a la noche? —asentí.

Ambas nos levantamos para dirigirnos hacia la salida de la oficina.

—¿Entonces te espero mañana por la tarde? —asentí

Tomé la manija de la puerta, la giré y esta se abrió.

—¿Sabes? Si supiera que eres feliz con tu marido, te juro que no te habría seguido el beso, pero todo lo que ves aquí, es una farsa para ocultar quien eres, Sophie y eso no durará para siempre.

—No todos tenemos tu valor y determinación.

—Entonces no me beses más, ni me mires de esa manera, porque tu marido nos descubrirá y no quiero que tu hijo se quede sin madre solo por amar a otra mujer, ¿quedó claro? —dije firmemente.

Era obvio que si su marido se enteraba de nuestro romance, se divorciaría de Sophie y no dejaría que Leo la volviera a ver. Estaba tratando de protegerla, así como ella supuestamente me protegió en el pasado.

Me fui de aquella mansión lo más rápido posible y por suerte encontré un taxi que me podría llevar a casa. Al sacar el celular, me di cuenta que tenía varias llamadas perdidas y mensajes de Karen preguntándome si yo tenía razón y si había conseguido el trabajo.

¿Cómo le explicaba qué ahora cuidaría al hijo de la mujer que amo y odio?

Llegué a casa e inmediatamente llamé a mi mejor amiga, porque realmente necesitaba apoyo. Estaba demasiado confundida y temía no poder aguantar mucho tiempo sin caer en sus brazos.

Que ironía, me contradigo en todo lo que pienso, maldición.

—¡¿QUÉ HIZO QUÉ COSA EN DONDE?! —gritó la morena al otro lado de la llamada.

Alejé el celular de mi oído.

—Que me besó en su mansión, más específicamente en su oficina, donde nadie podía vernos.

—¡Entonces si era Sophie! ¡Maldita perra! Todavía tengo cuentas pendientes con esa mujer —refunfuñó molesta.

—No vale la pena, Karen —puse el celular en altavoz y lo dejé sobre la mesada, para luego tomar la botella de alcohol e invertir un poco del líquido en mi vaso—. Sophie cambió para peor.

—¿Por qué lo dices?

—Ahora ella es millonaria, rica, tiene a millones de sirvientes que hacen todo por ella y yo solo soy la sirvienta que cuida a su hijo.

—¿Por qué dices sirvienta? Eres una niñera.

—Sophie dijo que tenía demasiados sirvientes y que ninguno podía ocuparse de su hijo, debo ser una más.

—Lo peor es que no eres una más —suspiró.

—¿Qué quieres decir?

Llevé el vaso hacia mis labios y dejé que el líquido se deslizara por mi garganta.

—Por más que quiera pegarle con un bate en la cabeza por hacerte sufrir tanto, ella aún te ama, a su manera y no olvides que ella nunca te dice sus sentimientos, solo finge que lo hace.

—Esta vez es diferente, es más madura y...

—Hasta que vuelvas a caer en sus redes, te seduzca, se acueste contigo y te eche de su vida como lo hizo hace años —hizo una pausa al darse cuenta que fue muy directa—. Sé que la amas, pero Sophie jamás valdrá la pena.

Sabía que tenía razón, pero, por Dios, mi mente no dejaba de pensar en ella, en sus labios, ens sus manos y en su perfume. Esto estaba mal y debía impedirlo de alguna manera.

—Sé que solo dices la verdad, no es tu culpa que aún duela.

—Ni tuya que tu corazón ame a alguien que no lo merece.

—Gracias, Karen, siempre me abres los ojos ante mis tonterías.

—Lo sé, ahora ve a descansar que mañana debemos trabajar.

—Buenas noches.

—Descansa —finalizó la llamada.

Realmente Sophie no valía la pena, pero dentro de mí sentía que algo había quedado pendiente y eso era muy peligroso.

El celular emitió un sonido de notificación, al entrar a Whatsapp me di cuenta que se trataba de Sam.

Sam: ¿Cómo te fue? Espero que hayas conseguido el trabajo.

An: Me fue muy bien, conseguí el empleo y mañana empiezo a trabajar.

Sam: Sabía que lo conseguirías.

An: Gracias por llevarme, fuiste muy gentil.

Sam: No fue nada, oye, mañana habrá una feria de juegos en la plaza central, ¿te gustaría ir?

An: Claro, después de cuidar a Leo podemos vernos.

Sam: Perfecto, entonces paso mañana por ti. Descansa.

An: Hasta mañana, Sam y gracias por todo.

Sam: Gracias a ti.

An: ¿Por qué?

Sam: Porque gracias a ti el sol volvió a brillar.

Quise preguntarle a qué se refería, pero preferí dejarlo para mañana. De todos modos Sam y yo solo estábamos iniciando una amistad, seguramente no era nada importante. A lo mejor fue una metáfora.

De cualquier forma, no podía enamorarme de nadie, porque estaba segura que nadie tendría el valor para tomar mi mano en público y no temer a las consecuencias.

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