Capítulo 41-Álvaro
-¿María?
Dejo las llaves de su piso en una mesa y sigo gritando su nombre. Me ha llamado para que la ayude con algo importante, pero ahora ni siquiera me responde.
Entro en su salón y me quedo asombrado. Los sofás están puestos contra la pared, dejando muchísimo espacio en el centro del salón. En el suelo hay un mantel de picnic. Encima, unas velas cortas encendidas, que quedan genial con el ambiente de las luces apagadas.
-¿María?
Noto a alguien detrás de mí, así que me doy la vuelta.
-Emma.
Una vez más, la veo llevar ese maldito vestido que se puso el día que empezamos a salir y que ha repetido siempre que pasa algo importante entre nosotros. Aunque no sé qué pretende ahora.
-Hola Alv.
Avanza hacia mí, mirándome, entre cohibida y esperanzada.
-¿Qué pretendes con esto?
-Yo... -Se acerca más y me coge las manos, poniéndolas entre las suyas-. Quiero que hablemos sobre lo que ha pasado.
-Ah, ¿ahora quieres hablar?
-Alv...
-¿Qué?
-Por favor, yo solo quiero que estemos como antes.
-Ya has demostrado lo que me quieres, ¿no?
Me arrastra hasta el sofá y nos sentamos. Ella me mira con los ojos cristalizados. Haciendo eso me cuesta estar enfadado, pero tengo que mantener mi postura firme.
-Tardé un año y medio en confesarte que te amaba, ¿y sabes cuándo lo hice? Cuando te perdoné por el beso que More te dio. Yo jamás te hubiera dicho algo así si no estuviera segura de lo nuestro, tenlo claro. Te amo más que a nada en este mundo, y sí, tengo un sentido de la justicia diferente. Me da igual lo peleadas que estemos, si mi amiga necesita algo, ahí estaré yo. ¿O es que no te acuerdas los momentos que yo he estado para ti cuando no salíamos? Yo soy así, pero no pretendía hacerte daño. Hubiera preferido mil millones de veces estar contigo, besarte..., pero a veces tengo que hacer lo correcto. Siento mucho si te he decepcionado.
Suspiro, mirando hacia abajo. Está llorando a lágrima viva.
-Desde lo que pasó tengo muchísimo miedo de perderte. Cada vez que estamos lejos pienso que me acabarás dejando, que te cansarás de mí... Y no puedo evitar tener miedo a que jamás me perdones, a pesar de que te he dicho cientos de veces lo que ocurrió.
-Sabes que eso está perdonadísimo...
Me abraza, apoyando la barbilla en mi hombro. Me besa suavemente el cuello y se queda quieta contra él, haciendo que me lleguen lágrimas de sus ojos.
-Yo también te quiero más que a nada. Sé que suena a lo típico que dicen los adolescentes, que luego no acaban juntos, pero lo mío es en serio.
-Lo sé -susurra sin dejar mi cuello.
Me separo a regañadientes y acaricio sus labios con mis dedos. Me mira sonrojada, con los ojos rebosantes de brillo.
-Te amo.
-Y yo a ti.
Une sus labios a los míos. Primero es con ternura y suavidez, pero poco a poco vamos abriendo nuestras bocas, para dejar pasar las lenguas.
-¿Y el picnic? -pregunto cuando me separo.
-Has llegado pronto, no me ha dado tiempo a prepararlo..., pero siempre podemos comenzar por el postre.
-Tenías preparada esa frase, ¿a que sí?
-Sí -admite, riéndose.
Me empuja al mantel, volviendo a besarme con ganas. Poco a poco, la ropa va desapareciendo y lo que pasa después... Es otra historia.
~~
Me despierto en la cama. Cuando terminamos, tuvimos que recogerlo todo e irnos a dormir a su habitación por si aparecía su hermano. Y bueno, allí volvió a surgir.
-¿Cuánto tiempo llevas mirándome? -Emma me sobresalta, estaba ensimismado en mis pensamientos.
-Acabo de despertarme. Tranquila, no soy un acosador. -Bromeo.
Sonríe y se acerca a mí para volver a besarme.
-Deberíamos vestirnos.
Pongo mala cara.
-Me gustas más desnuda.
-Tú, amigo mío, tienes un problema.
-Que me gustas demasiado.
Me besa y se levanta, haciéndome gruñir. ¿Por qué siempre tiene tanto interés en destrozar el ambiente que se forma entre nosotros por las mañanas?
Se pone sus pantalones vaqueros y mi camiseta. Después se da la vuelta, mirándome sugerente.
-Vístete. -Me tira un zapato. Por suerte, me meto bajo las sábanas y el zapato pasa por encima de mí.
-Vale... Pero deberías llevar siempre mis camisetas.
-Ya te gustaría, Gango...
Me visto y salimos de la habitación. Desayunamos en tranquilidad. Según parece Adrián ha atado a Blas a la cama, porque si no, no me explico por qué no ha aparecido aún.
-Los chicos han quedado en el Starbucks. ¿Vamos?
-¿No podríamos quedarnos aquí hasta que tu hermano nos saque a patadas? -Me voy a convertir en un experto gruñendo.
-No, quiero ver a mis amigos. ¡Vamos! -Da una palmada.
En menos de diez minutos estamos entrando en el Starbucks. Todos nos saludan con la mano, pero falta alguien... ¿Dónde están María y Dani?
-María ha avisado de que se había quedado dormida y Dani va a recogerla.
-Eso me suena a excusa barata de que se han acostado. -Emma se sienta.
-¿María y Dani? Sueñas mucho. -Patri bebe su chocolate caliente.
-¿Os habéis dado cuenta de lo poco que queda para acabar? La semana que viene empiezan los últimos exámenes fuertes y en menos de dos semanas nos graduamos y se acabó...
-Gracias, Blas, por amargarnos antes de llegar al lunes. Solo quería este breve momento del sábado por la mañana para disfrutar con mis amigos antes de ponerme a estudiar como un loco cuando vuelva a casa. Gracias por arruinarlo.
-Dav, no seas exagerado... -Alba le abraza la espalda, besándole la nuca.
-¿Soy el único que está estresado? -pregunta David.
Voy a responder, pero se abre la puerta y todos miramos. Dani y María entran juntos. Se ríen de alguna cosa, pero está claro que hay mucha complicidad entre ellos, y eso que hace dos días que volvieron. Vale, está claro que Emma tiene razón.
-¡Hola parejita!
-Buenos días. -Sonríe Dani, emocionado.
-Ahora que estamos los once me gustaría hacer un brindis. -Dice Isa.
-¿Por qué?
-Por nuestra amistad, por los exámenes finales, por la última selectividad antes de la LOMCE, y por la universidad.
-¡Chin, chin! Por nuestro pequeño mundo. -Sigo yo.
-Y por nuestras pequeñas locuras. -Se ríe Carlos.
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