Capítulo 22-Emma

Me doy golpecitos contra la almohada mientras dejo que las lágrimas me inunden. A ver si me ahogo y se acaban mis problemas.

Soy estúpida. Totalmente estúpida. ¿Cómo se me pudo pasar por la cabeza besarle? Y delante de todo el instituto, de las cámaras del reality. Ya tienen espectáculo para el próximo programa, eso está claro.

Me acaricio los labios repetidas veces, recordando el sentimiento, la emoción de sus labios sobre los míos y todo lo que me hace sentir. Es una lástima que eso haya acabado, me encantan sus besos.

—Toc, toc... —susurra Carlos.

—Pasa si quieres.

—Te has ido en medio de las clases. —Se acuesta a mi lado, poniendo sus manos detrás de la cabeza.

—No tenía ganas de nada.

—Álvaro sabe que fingimos.

—Lo sé.

—¿Podrías dejar de contestarme tan desganada? He venido aquí por ti.

—Charlie, no estoy de humor... —Le pego en el pecho.

Inesperadamente, me abraza en la cama. Me quedo algo sorprendida, pero escondo la cabeza en el hueco de su cuello y dejo que las lágrimas salgan.

—¿Cómo soportas estar lejos de Patri?

—No lo hago. Me aguanto porque estoy haciendo esto por ti.

—Pues yo tampoco lo hago. Estoy cada vez peor, y todo porque trato de alejar a Álvaro de mi vida.

—Pues déjale entrar. Él ha sido importante en tu vida... Tu primer beso, tu primer novio, tu primera vez...

—Lo sé, pero hay cosas que no sabes.

—Prueba. —Me mira fijamente a los ojos.

Suspiro, pongo mi cabeza sobre su pecho y le cuento todo lo que pasó ese maldito día que decidimos irnos a Santander.

—Nunca dejaste que se explicara. ¿Y si hay algo que no sabes?

—No hay nada que saber. Me puso los cuernos, se acabó.

—Y a pesar de eso, no se lo has dicho a nadie hasta hoy.

—Porque le sigo amando, Charlie, y no puedo pensar en que Blas le mate por unos cuernos. Sigo queriéndole más que nada.

—Lo he visto hoy. Ese beso ha sido...

—La palabra es intenso. En exceso.

—Pues sí. Has acertado.

Me pica con un dedo, haciéndome reír. Se sube encima mío y, a pesar de mis protestas, empieza a hacerme cosquillas. Yo grito y pataleo, hasta que me rindo y dejo que me mate a cosquillas. Odio a los rubios.

—Si fuera Álvaro, estarías contenta de las cosquillas.

—Te contaré un secreto. —Me acerco a su oído—. No eres Álvaro.

Me mira y me besa. Por un segundo, voy a pegarle, pero luego veo una sombra en la puerta y sé por qué lo hace. Tenemos que actuar.

—¿Habéis terminado ya?

Carlos se levanta de encima de mí y miramos a la puerta. Es Rocío.

—Yo me voy. ¿Te quedas con ella?

Rocío asiente. Se queda mirándome hasta que un portazo avisa de que Carlos ya no está.

—Me han contado lo del beso de esta mañana.

—Escucha... Solo quiero que sepas que no ha sido culpa de tu novio, sino mía. Si te tienes que enfadar con alguien, enfadate conmigo, yo le besé.

—¡Alto ahí, castaña! Relajate, no he venido a enfadarme con nadie. Solo he venido a preguntarte si sigues enamorada de Álvaro.

Me pongo pálida, pero acabo sonriendo como puedo.

—Pues claro que no, mujer... Yo tengo a Carlos, le quiero a él. Álvaro ahora es un amigo.

—No te molestes, Álvaro me contó que no sois novios en serio, que lo hacéis por él.

Me muestro sorprendida aunque en realidad no me sorprende nada.

—Si no lo hacemos, le expulsarán y no puedo permitir que eso pase.

—Yo también te voy a contar un secreto... Álvaro y yo también fingimos ser novios.

¿Es una broma? ¿Qué? ¿Cómo es posible?

—Estás de coña.

—Álvaro y yo llevamos hablando varios meses sobre esto. La cosa era que teníamos que ponerte muy, muy celosa para que te dieras cuenta de lo que te estabas perdiendo.

—¡Será cabrón!

—¡Alto ahí! Puede que no te lo creas pero ha sufrido mucho por ti. Solo quiere recuperarte, poder besarte siempre que pueda. Es un gran chico que cometió un pequeño error y lo está pagando. Y yo creo que ya ha pagado lo suficiente.

—Ahora estoy más confusa que normalmente... —Escondo mi cabeza en la almohada.

—Tú verás, Em. Es tu vida.

La escucho marcharse. Yo me quedo ahí, inmóvil, procesando lo que acabo de descubrir. Los dos estamos fingiendo una relación para el otro. Los dos estamos solteros. Yo le quiero más que a nada. ¿A qué espero?

Me levanto y me miro en el espejo del baño. No tengo ni la mitad del pelo que antes y parezco un desperdicio humano. Que bien.

Al salir, me fijo en un papel que está sobre mi escritorio. Una entrada para una fiesta privada en una discoteca de la zona. Lo habrá dejado Rocío a propósito para que me divierta.

Lo malo es que llevo un siglo sin ir de compras. De los vestidos que tengo, puedo elegir entre uno negro largo, el azul que me puse para la boda y el rojo de fiesta. El rojo que tanto me recuerda a Álvaro. ¿Por qué siempre me pasan cosas con él?

Al final, me pongo el rojo. Solo espero no cruzarme a Álvaro. Este vestido significa mucho para ambos.

En la discoteca, todo el mundo está muy animado, pero yo, por una vez no tengo ganas de bailar. Ni siquiera he salido con mis amigos, para que me animen.

Pido un Nestea. Mientras espero, voy mirando por si veo a alguien que conozca. Ahora mismo, me valdría hasta More. Al que veo es a Álvaro.

Habla con unos amigos, todos vestidos de negro. Beben de sus copas, que no sé qué contienen, pero si Álvaro está bebiendo no creo que sea alcohol.

—Preciosa, tu Nestea.

Le doy las gracias y me muevo. No sé qué están tomando, pero me da mala espina. Creo que es agua y pastillas. No puede ser... No puede estar tomando drogas...

—Hola, nena... ¿Quieres un bailecito?

Pego un respingo y me doy la vuelta. Un rubio algo borracho me mira, lascivo.

—De momento quiero que te alejes de mí, ¿estamos?

—No, no, no, bonita... Así no funcionan las cosas por aquí.

Me muerde la oreja y yo le meto una hostia. ¿Qué se ha creído?

—Me gustan las difíciles.

—¿Cuál es tu nombre? —finjo interesarme.

—Yo soy Marcos, ¿y tú, muñeca?

—Mi nombre es un misterio.

—Me encantan los misterios —susurra a mi oído y trata de morderme la oreja de nuevo.

Reacciono rápido y le tiro mi Nestea en toda la camiseta. Todos los amigos de Álvaro me miran.

—No sé quién te has creído que soy, pero no soy una de tus putas, así que no me toques.

Gruñe.

—Eres igualita a mi novia. Una muerma que no quiere sexo.

Ahora sí que sí. Lo mato y punto. Pero no. Mi moreno favorito tenía que aparecer justo ahora. Me saca a rastras de la discoteca.

—¿Estás loca? ¡Podía haberte hecho daño! ¡Estaba borracho!

—¡Lo tenía controlado!

—Sí, ya lo veo. Ibas a provocar una pelea que no ibas a ganar. ¿Qué estabas haciendo tú en una fiesta privada?

—¿Y tú? Te veía bastante contentillo con esos chicos.

—¡Son amigos míos desde hace años! ¡El cumpleañero me invitó! ¡Y tampoco tengo por qué darte explicaciones!

—Bueno, yo creo que deberías darme explicaciones por las pastillas que te estabas metiendo. Tomas droga, ¿no es verdad?

—Eso no es asunto tuyo.

—¡Sí lo es! ¡Se supone que somos amigos, solo quiero ayudarte! ¡Mírame a los ojos y dime que no te drogas!

Le miro a los ojos. No dice nada, pero los tiene rojos.

—Esto es increíble... Anda, ven.

—¿A dónde vamos?

—A mi casa. No voy a dejar que tu madre te vea así, cacho idiota.

Una vez en mi casa, lo tiro a la cama de un empujón. Suelta un quejido.

—¿Por qué te drogas?

—¿Desde cuando te ha dado por interrogar?

—Desde que me importas mucho y te estás drogando. Responde.

—Hoy ha sido la primera vez.

—Ya.

—Es verdad, Em. Son amigos míos y me dijeron que lo probara. No pensaba repetir esto.

—Eso espero, porque si lo haces, de la hostia que te llevas, se te olvida la tontería.

Le doy un poco de agua, que se la toma ávidamente. Lo que sea que se haya tomado, le da sed.

—Oye, voy a cambiarme. Si miras, te mato.

—¿Y por qué no te vas al baño?

—Porque quiero vigilarte.

—Está bien...

Cierra los ojos. Yo quito la cremallera del vestido, me pongo mi pijama y me siento a su lado.

—Ya está, moreno.

—¿Y ahora qué?

—Deberías dormir.

—¿Y tú que vas a hacer?

—Eso son muchas preguntas. —Sonríe—. Me dormiré cuando tú estés dormido, para vigilarte.

—Tú quieres una excusa para verme dormir...

—Cállate —me pongo roja.

~~~

Cuando me despierto, me encuentro a mí misma entre los brazos de Álvaro. Él parece dormir bastante cómodo, conmigo tan cerca.

Lo cierto es que me encanta tenerle a esa distancia, es como hacer que no hubiera pasado nada, que todo siguiera igual de bien.

—¿Me estás mirando? —gruñe.

—No... Deja de creerte el rey del mundo, no eres lo único, ¿sabes?

—Lo que te molesta es que soy lo único para ti —me susurra, haciéndome estremecer.

—Cállate.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top