Capítulo único: Siempre te amaré

Como cada año, Marinette se encargaba de mantener la alegría en su hogar decorándolo con todo su empeño, dejándolo irreconocible en comparación a cualquier otro mes.

Navidad era una celebración muy importante para ella, más ahora pues sería la primera que pasaría con su marido. Siempre había soñado con compartir sus venturas con la persona que sería su futura pareja, ahora podría hacerlo con el joven de cabellos dorados a su lado.

El rubio se encontraba colocando las luces en su nueva morada, era la primera vez que lo hacía, pues hace unos meses había contraído matrimonio con su querida esposa.

— ¿Cómo lo ves, amor? ¿Se ve uniforme?-preguntó el rubio observando su tarea terminada.

— Se ve muy bien-dijo la joven sonriendo.

— Es nuestra primera Navidad juntos como esposos, y quiero que todo sea especial, incluso la decoración-explicó el rubio.

Marinette se impresionó al escuchar su comentario, ella también pensaba igual, lo único que quería era pasar juntos esa fecha.

— Yo también quiero eso-comentó con timidez.

— Y no sabes las sorpresas que nos esperan este día.

La azabache estaba ilusionada, desde hace unos días el rubio le había dicho que la llevaría a un lugar especial en Navidad, y no podía esperar a que esa hora llegara.

Recordaba esos días de su adolescencia cuando solía hacerle regalos hechos por ella al rubio, ya había pasado un buen tiempo desde que dejó de hacerlos, pero eso no significaba que no sintiera lo mismo por él, pues trataba de demostrárselo de todas las formas posibles.

— ¿Nos vamos?-preguntó el rubio ofreciéndole su mano.

— Sí, vamos.

Las calles de París se veían hermosas con las respectivas decoraciones navideñas, además de la blanquecina nieve que hacía un panorama perfecto, estaba para salir a disfrutar de ese hermoso día.

La pareja de recién casados se acercó a unos jóvenes con sombreros rojos y ropa del mismo color para combinar, cantando los clásicos villancicos de ésta época.

Cuando terminaron de cantar, toda la gente presente y ellos dos aplaudieron dejándoles dinero en un sombrero que habían puesto en el suelo.

— Muchísimas gracias, feliz Navidad para todos-respondió uno de los integrantes del grupo.

La joven pareja siguió caminando hasta llegar a un restaurante donde decidieron almorzar.

Prefirieron sentarse en una de las mesas de afuera, para que el panorama y el ambiente fuera el mejor de todos.

Cuando llegó la comida, Marinette observó como un pequeño perro callejero se acercó a ella a pedirle un poco de sus alimentos.

La joven lo observó con ternura, incluso se acercó para acariciar su cabeza y pecho.

— ¿Estás solo, pequeño amigo?-preguntó con ternura. — Nadie debería estar solo y mucho menos pasar con hambre en estas fechas.

Marinette le dejó un poco de su carne que el pequeño empezó a devorar al instante, parecía ser que había pasado días sin comer al mostrar esa actitud.

— Siempre sueles ser tan amable, incluso con los animales.

— No podía dejar a ese perrito con hambre-explicó la chica.

— Esa es una característica muy peculiar de ti, y que me gusta mucho.

La joven no pudo evitar sonrojarse al escuchar aquel comentario por parte del rubio. Solían decirle mucho que era gentil con los demás, todos los que la conocían la querían mucho.

Cuando terminaron de comer, Adrien pagó la cuenta en contra de la voluntad de Marinette, pues ella también quería colaborar pero al final aceptó ese trato con la condición de que la próxima vez, ella invitaría.

Siguieron su camino observando cada lugar de la gran ciudad, Marinette en particular se regocijó al ver a un niño recibiendo a sus padres, parecía que habían vuelto después de un largo viaje, pues se fijó en las maletas que ambos traían con ellos.

— ¿Cómo siguió tu madre? Olvidé preguntarte cuando volviste esta mañana-dijo el rubio interrumpiendo los pensamientos de la joven.

— Todavía está hospitalizada, pero se ve mejor desde la última vez que fui a verla, papá cuida de ella y eso me deja tranquila.

— Entiendo, espero que pronto se recupere.

— Yo también quiero eso. Estoy segura que pronto saldrá-dijo la azabache con esperanza.

Se podía observar a los diferentes tipos de persona y cómo pasaban su Navidad. Algunos se encontraban en familia; otros estaban solos, quizá porque nadie venía a visitarlos o simplemente no querían ser visitados, o no tenían a nadie quien los visitara; también había parejas de enamorados, que se intercambiaban regalos o iban a comer y a disfrutar de su compañía.

Marinette se fijó en un orfanato donde se encontraban fuera los niños cantando, la dulce melodía llegaba a los hogares cercanos y a las personas que iban pasando por ahí.

En especial, se fijó en una pequeña cuya voz destacaba, parecía tener mucho espíritu navideño por su gran emoción al dejar ser escuchada por las pocas personas presentes.

Cuando terminaron la canción, la gente aplaudió y algunos se empezaban a retirar para seguir sus actividades. Marinette se acercó a la pequeña y se agachó hasta alcanzar su estatura.

— Cantas muy bonito, preciosa-dijo mientras sonreía. — ¿Cómo te llamas?

— Julie-respondió la niña con timidez.

Marinette tomó sus manos y le brindó una tierna sonrisa. Ella se asombró al verla.

— Tienes un nombre muy bonito. Feliz Navidad, Julie.

— ¡Gracias!-respondió la niña con alegría. — ¡Feliz Navidad!

A la pequeña nunca le habían dicho algo así, por primera vez sintió que era querida por alguien más, esperaba que alguien así la adoptara algún día.

Adrien observó la escena desde lejos y simplemente dejó escapar una pequeña sonrisa en su rostro. Luego, Marinette se despidió de la niña y volvió con él.

— Quisiera tener una hija contigo, así de linda y amable, igual que tú-comentó el rubio.

— Sí, espero que algún día tengamos un hermoso niño o niña, y que se parezca a ti. ¡Sería muy adorable!-respondió alegremente.

La noche cayó rápidamente. La ciudad empezaba a resplandecer con las diferentes luces de colores.

Las familias empezaban a reunirse para cenar juntos y poner los villancicos navideños para dejarse llevar por la música.

Las parejas iban a los lugares más bellos e iluminados para gozar lo que quedaba del día.

Las personas solitarias se acomodaban en la calidez de su hogar para cenar y luego dormir temprano.

Los borrachos empezaban a ejecutar su tarea y celebrar con todas las botellas de champaña que pudieran.

Para Marinette había sido el mejor día de su vida, había gozado con su marido y no podía sentirse más satisfecha, debían volver pronto a casa para preparar la cena de Navidad.

— Adrien, debemos irnos ya.

— Espera, todavía hay algo que quiero mostrarte-dijo el rubio tomando su mano.

La azabache estaba con la intriga por las últimas palabras dichas por el rubio, no tenía idea de dónde la iba a llevar.

Adrien guió a su querida esposa a un parque donde en el centro había una fuente que estaba activa. Ese lugar se encontraba cerca de la Place de la Concorde.

El agua de la fuente se veía limpia, el césped recién regado y verde, los árboles iluminados, debido a que tenían algunas luces encima.

Marinette se quedó estupefacta cuando el rubio se detuvo y se puso en frente de ella.

— Aquí... fue donde me pediste matrimonio-dijo la joven recordando ese momento.

— Exacto. Quise que viniéramos de nuevo, debido a que fue justo aquí donde te hice la propuesta que cambió mi vida para siempre-explicó el rubio. — Hoy quiero hacer algo similar, algo así como: renovar nuestra promesa del día de nuestra boda.

La azabache se quedó petrificada al oír sus palabras, siempre lo había escuchado decir cosas tan lindas, pero esta vez era más especial, único, inolvidable lo que estaba por hacer.

El rubio sacó una cajita color vino y la abrió, para dejar a vista un anillo con una perla plateada en el centro.

Marinette estuvo a punto de llorar cuando el rubio abrió la caja, una lluvia de emociones la invadió por completo.

El rubio se arrodilló igual que aquella tarde de verano en que le pidió matrimonio.

— Marinette, este anillo es testigo de esta noche de Navidad, en que quiero renovar la promesa de mi amor eterno hacia ti, por todas esas aventuras, adversidades y momentos compartidos. ¿Aceptarías este anillo?

La azabache no pudo hacer más que dejar que las lágrimas salieran, se sentía tan venturada de tenerlo a él a su lado.

— Adrien... ¡Claro que lo acepto!-dijo la azabache lanzándose a sus brazos. — Te amo y prometo que te amaré por siempre.

El rubio se sintió tan regocijado y aliviado al escuchar esas palabras, no esperaba que le dijera lo contrario, pues sabía que su amor era tan fuerte que nada podría destruirlo. Las dificultades siempre estarían, pero siempre encontrarían la manera de estar unidos.

— Yo también, siempre te amaré-respondió el rubio.

Una bella presentación de fuegos artificiales inició haciendo deslumbrar el cielo con su variedad de colores. Ambos jóvenes la observaban mientras se abrazaban, nada podía arruinar ese hermoso momento.

— Feliz Navidad, Marinette-dijo el rubio besando su frente.

— Feliz Navidad, Adrien-respondió limpiando sus lágrimas.

El rubio tomó su mano y le colocó su anillo lentamente para después besar su dedo.

El ambiente y el lugar eran perfectos para sellar su promesa con un beso, y así lo hicieron.

Un cariñoso y suave beso era perfecto en ese ámbito con fuegos artificiales. Ambos lo disfrutaban y cada vez más iban incrementando su nivel.

Ese día, en esa noche helada en que empezó a nevar de manera leve, la joven pareja nunca olvidaría su promesa, pues ahora quedaba grabada en sus corazones y sus almas.

******************

Marinette se encontraba en su hogar. Encendió la chimenea para que el calor entrara en la casa.

Se sentó en el sofá con un chocolate caliente en mano para calentarse un poco, acababa de llegar y afuera estaba muy helado.

Su perro la acompañaba mientras ella lo acariciaba y este sacó la lengua por estar recibiendo su cariño.

Dos años pasaron desde aquel accidente, a pesar de que todavía le dolía, sabía que no estaba sola, el recuerdo de su adorada persona estaba en su hogar.

— ¡Mamá, mamá!-gritó emocionada la niña.

— ¿Qué sucede, Julie?-preguntó la adulta con una sonrisa.

— Está nevando afuera, ven a ver-dijo la niña halándola del brazo.

La azabache aceptó para complacer a su hija y juntas se dirigieron al marco de la puerta que daba a la salida, el perro las siguió también.

La cara de la niña se iluminó al ver la nieve caer, fue a agarrar un poco y se lo llevó a su madre.

— ¡Mamá! ¡Hagamos un muñeco!-exclamó la niña.

La adulta sonrió y se dirigió a acompañar a su hija. Su actitud le recordaba mucho a su amado esposo, si él la viera en ese momento seguro mostraría una gran cara de felicidad mientras las veía a las dos.

— ¡Feliz Navidad, mamá!-dijo la niña abrazándola.

Por alguna razón, esas palabras la sorprendieron bastante. Esa noche era Navidad, igual que aquel día en que su esposo le juró amor eterno... Y también se cumplían dos años del accidente.

Marinette correspondió al abrazo de la pequeña y con una voz dulce le dijo:

— Feliz Navidad, mi niña.

Su felicidad era inmensa, a pesar de que su marido no la acompañaba, siempre lo recordaba con regocijo, su hija adoptiva era el reflejo de su esposo, y su pequeño y peludo Rex también le hacía sentir en compañía.

Marinette puso una mano en su pecho y miró al cielo, las estrellas se veían muy hermosas esa noche.

— Feliz Navidad, mi amor. Siempre te amaré, lo prometo-musitó.

Besó su dedo, en el lugar donde tenía puesto el anillo que le regaló su amado antes de morir.

Sabía que él estando allá arriba lo escucharía, y seguro también le respondería con un "Feliz Navidad", como siempre lo hacía.

De eso se trataba la Navidad, de estar con tus seres más queridos y confiables, los que un día conocemos, los que siguen con nosotros, los que no están y los que algún día van a volver.

Puede ser que una persona no se encuentre en vida con nosotros, y era una persona muy importante para nosotros, pero, siempre se quedan en nuestros recuerdos, nuestro corazón y nuestra alma.

"Tú fuiste y serás la razón de mi felicidad, mi esperanza, mis fortunas, mi ánimo y mi fuerza para seguir adelante".

*************************

Primero que nada, ¡Feliz Navidad!

Espero que les haya gustado mucho, aunque el final es algo triste, pero así es, las personas más importantes para nosotros pueden irse cualquier día, incluso el día de Navidad. Lo digo porque me pasó hace poco.

Pero lo importante es seguir adelante, sentirse feliz porque esa persona se encuentra descansando en el Cielo.

Gracias por todo su apoyo y espero pasen unas felices fiestas. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top