Nuestra promesa

•》Dios que me ha tocado: Poseidón

•》Fandom: Boku no Hero Academia

•》Número de palabras: 8360.

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"Si pudiera retroceder el tiempo, llévame a la época donde conocí las lágrimas.

Cuando todavía no conocía el dolor, así la soledad no podrá alcanzarme.

Si el mundo llegara a cambiar, llévame a la época en la que no sabía nada. Llévame contigo para que mis recuerdos no se desvanezcan.

Cuando todavía no conocía el dolor, así la soledad no podrá alcanzarme".

「Memories|Ending 1 de One Piece」

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Izuku abrió sus ojos con pesadez y observó somnoliento el lugar en el que estaba. No sabe cómo llegó ahí, su último recuerdo es sentir el filo de una espada rasgar su pecho y caer al mar, ver una sombra difusa acercarsele mientras el agua a su alrededor se teñía de rojizo por la sangre que estaba perdiendo. A los segundos perdió la razón por el dolor y no luchó para impedir que el agua se filtrara en sus pulmones.

Pero ahora, ¿dónde estaba? Ese cuarto no se parecía en nada al dormitorio que compartía con sus compañeros en el barco. Esa habitación tenía un estilo elegante, de esos que de niño vio en dibujos entre las páginas de uno de los tantos libros que había en su aldea; era similar a los aposentos de familias de reyes por el espacio con el que contaba y algunas cosas que se veían ser demasiado costosas pero aun así, si se fijaba bien, también poseía un poco de simpleza en la decoración.

No parecía tener muchas cosas, en realidad daba la impresión que a quien le perteneciera no había estado ahí por un largo tiempo.

Escuchó la puerta abrirse y vio un hombre con una cabellera rubia adentrarse en la habitación teniendo la mirada baja, sin reparar todavía en él hasta que Izuku soltó un suspiro aliviado al ver quién era.

Era su capitán, Bakugou Katsuki o como él lo apodó desde años atras: Kacchan.

Katsuki lo escuchó y de inmediato levantó su rostro para después caminar con rapidez hasta llegar a su lado. Se sentó frente a él mientras sus ojos rojizos lo inspeccionaban y Izuku sólo se limitó a sonreirle tímido.

—Maldita sea, Izuku. ¿Sabes el susto que me diste? —regañó, a lo que él se encogió de hombros.

—Perdón.

Kacchan llevó una de sus manos a su rostro para acomodar uno de sus mechones verdes detrás de su oreja y Izuku pudo ver las sombras oscuras que había debajo de sus ojos que le indicaban que Katsuki no había estado descansando bien.

—¿Cómo te sientes?

Si no lo conociera de años le hubiera sorprendido verlo preocupado por él. Puede que Katsuki mostrara un carácter tosco pero se preocupaba y velaba por cada uno de sus tripulantes, como solo los verdaderos capitanes hacen; se aseguraba de que no les faltara nada y si resultaban heridos o caían enfermos lo verías rondando por los camarotes para ver cómo se encontraban.

Esas pequeñas acciones que hacía significaban tanto, eran una de sus maneras de demostrar afecto sin tener que ponerlo en palabras. Katsuki siempre fue así, más de acciones y gestos que de palabras mientras Izuku era lo contrario; sus sentimientos fluían con más sencillez haciendo uso de su voz y, por ir aprendiendo de Kacchan, pequeños actos con los cuales quería expresar lo que no podía decir.

—Bien —respondió y Katsuki alzó una ceja incrédulo, esperando que se explicara mejor—. Me duele un poco el pecho pero estoy bien, no es nada. ¿Qué sucedió, Kacchan? ¿Dónde estamos?

—Sería mejor que menos supieras pero sé que conociéndote seguirás insistiendo como el nerd que eres. —Katsuki sonrió de manera burlona ante lo último que dijo, conocía demasiado bien todas las manías que tenía—. Estamos en Andrómeda.

—¿Andrómeda? —repitió confuso, el nombre se le hacía remotamente conocido y se esforzó en hacer memoria, lo único que encontró fue un fragmento de una leyenda que se contaba a los niños pequeños sobre una isla hermosa pero difícil de encontrar, que decían parecía de ensueño por todas las cosas que podías hallar ahí hasta que dicho lugar tuvo un final trágico—. ¿Como la isla que se hundió hace miles de años?

—Es esa misma —confirmó asintiendo—, todavía existe. Estás justo en ella.

—¿Qué? Pero no puede ser, es solo una leyenda, un cuento de niños que les cuentan antes de dormir, el lugar en el que todo pirata quisiera llegar pero que buscaron y no la encontraron —reprochó por la incredulidad que estaba sintiendo. Izuku se basaba en libros, en una historia de fondo, relatos que apoyaran una verdad—. Puede que haya existido en algún momento, eso te lo creo, pero no he leído registros y, más actuales, donde la mencionen.

Katsuki bufó, más divertido por la situación que nada.

—En nuestro viaje hemos visto cosas que no tienen explicación y que una isla que creas se volvió una leyenda en verdad exista no es la más extraña —le interrumpió—, simplemente cambió de lugar y su gente evolucionó, todo eso contribuyó a que Andrómeda se hiciera mucho más valiosa de lo que era antes. La marina la dio por perdida y a los reyes del país en ese momento no les importó, en realidad fue lo mejor.

—Ninguno de esos piratas de mierda pudo dar con ella  —comentó a los segundos con un toque de orgullo en su voz que Izuku percibió—. No estaban a la altura para ser dignos de pisar ese lugar, solo hubo una excepción; All Might la conoció al igual que su tripulación.

All Might, un reconocido pirata que recorrió todo el mundo y se ganó el respeto y el odio de muchos. Un pirata que Izuku llegó a conocer y admiró desde temprana edad.

—Entonces... —Izuku tomó una gran bocanada de aire, su mente aceptando esos hechos como legítimos si Kacchan los decía. Él nunca mentiría, mucho menos a él y si lo hiciera se daría cuenta—. Una ciudad perdida, no... un país perdido.

Un lugar que ya no se encontraba en el mapa, un lugar del que nadie sabía absolutamente nada. Excluido del mundo en quien sabe dónde, desconocido por todos y olvidado por el tiempo; era una gran oportunidad para conocer todo lo que pudiera sobre Andrómeda.

—¡Quiero verla! —exclamó con emoción, olvidando el estado en el que se encontraba y queriendo levantarse de la cama pero Katsuki fue más rápido y lo detuvo.

—¡Idiota, si te mueves abrirás tus heridas! —alzó la voz en un regaño y le dio un leve empujón con uno de sus dedos a su frente—. Primero escucha todo lo que te estoy diciendo.

Izuku hizo un puchero con sus labios pero acató la orden de su capitán y guardó silencio.

—Como dije, estamos en Andrómeda. Un reino que está debajo del mar...

—¿Eh? ¿Entonces cómo estamos respirando? —interrumpió Izuku.

—Está habitación está cubierta por una especie de capa con aire dentro, como una burbuja. Eso incluye el balcón —señaló dicho lugar—, así que puedes salir hasta el barandal y seguirás respirando sin ahogarte. Pero si cruzas ese límite o pasas por la puerta, te ahogaras. Es simple, así que no hagas ninguna estupidez e intentes deambular por tu cuenta —terminó mirándolo con sus ojos entrecerrados.

No dijo nada cuando notó lo tenso que se puso Katsuki después, como si no quisiera continuar explicando.

—Hice un trato con los reyes —soltó Katsuki y ahora señaló hacia arriba antes de continuar—, cuando te recuperes volverás con los demás a la superficie y se marcharan.

—Volveremos, querrás decir.

—No —aclaró con firmeza—. Solo tú.

Izuku lo miró anonadado y despabilandose por completo, debía ser un error.

—El trato consistía en que ellos te iban a curar si yo me quedaba aquí, obviamente acepte.

—¿Pero por qué te quieren aquí?

—Tengo asuntos que resolver en este lugar y un trato es un trato. Yo soy alguien de palabra y no romperé el acuerdo que hicimos —dijo Katsuki evitando su mirada—. Solo estuve esperando que despertaras para que te lo dijera en persona, no para que interfierieras.

—¿Pero luego volverás, cierto? Lo harás —murmuró esperanzado—. Solo será temporal...

Pero el silencio de Katsuki fue suficiente para derrumbar sus ilusiones de golpe.

—¡No! ¡Tú también tienes que regresar! —gritó y lo tomó del cuello de la chaqueta negra que siempre usaba para evitar que se fuera y haciendo que la capa roja en sus hombros se moviera, como si de alguna manera eso también impidiera que hiciera lo que estaba diciendo. No le importó que le dolieran sus heridas al moverse—. ¡Eres el capitán de los Red! ¡Eres Kacchan!

Katsuki posó una de sus manos sobre el agarre que mantenía Izuku a su ropa y se dignó a mirarlo de nuevo, para demostrarle que estaba siendo serio con sus palabras.

—No lo haré, ya lo dije. Entiendelo de una vez —al terminar Katsuki se liberó de él y se levantó de donde había estado esos minutos antes de caminar a la puerta de la habitación. 

—¡Vuelve aquí, Katsuki! ¡No me dejes y huyas como un cobarde, no te atrevas a hacerlo!

Su capitán se detuvo con la mano en la perilla de la puerta, sus dedos volviéndose blancos por la fuerza que estaba aplicando.

—No estoy siendo cobarde, Izuku —le aclaró—, te estoy dando el tiempo a solas para que asimiles por completo mi decisión.

Sin decir más se marchó cerrando la puerta con fuerza, dejando en el interior de la habitación a un Izuku que no sabía qué hacer.

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—¡Hola, hola, Midoriya!

Izuku se giró para ver a su amiga que lo saludaba de manera energética, tal y como lo había estado haciendo los últimos días desde que la encontró de curiosa viéndolo el día en el que le dejaron levantarse de la cama y fue directo al balcón. Se asustó cuando vió a la sirena frente a él, había escuchado historias sobre ellas pero esa fue la primera vez que veía una en persona.

Y luego entró en un estado de estupor ante la vista que se presentaba, construcciones de edificios hechos de coral mezclados con una arquitectura única y colorida.

Lo bueno era que gracias a su nueva amiga, durante su recuperación había tenido su compañía y podía distraerse un poco de sus pensamientos.

—Hola Camie.

La sirena se acercó al barandal y se sentó en él. Se acomodó de manera que solo su aleta cruzaba la barrera del barandal y se mecía en el agua. 

—¿Uh? ¿Ese idiota no ha regresado?

Izuku rió, sabiendo a quién se refería. Camie se tomaba muchas libertades y le hablaba sin respeto a Katsuki, y en pequeños momentos podía ver diminutas similitudes entre ellos por su manera de actuar.

—No, no lo ha hecho. ¿Lo has visto? —preguntó, a lo que ella solo asintió antes de responderle.

—Sí, ha estado ocupado poniéndose al día —explicó y Izuku agradeció que diera información de más, por lo menos de esa manera podía saber algo sobre su capitan luego de su abandono—. Está yendo de aquí y allá la mayoría del tiempo, ya no puede estar solo.

Izuku se limitó a murmurar un "entiendo" y se quedó en silencio recargando sus codos en el barandal junto a Camie. Mientras tanto, la sirena mantuvo su mirada en él pensando en cómo cambiar el tema porque notaba que Izuku parecía deprimirse cada que mencionaba a Katsuki. Ya sea porque estaba agotado o por otra razón desconocida, Izuku a sus ojos era transparente; no escondía nada que engañara a quien lo viera sobre cómo se sentía.

—Midoriya —llamó y el nombrado tarareo para hacerle saber que la estaba escuchando—. ¿Por qué eres pirata?

—¿Por qué...? —murmuró pensativo e inconscientemente su ceño se frunció un poco, concentrandose—... Por la libertad, los piratas son las personas más libres que hay, hasta donde yo sé. Navegan por el basto mar en busca de tesoros y aventuras junto a sus compañeros —una pequeña sonrisa apareció en su rostro al recordar a sus camaradas y su recorrido hasta ahora por el mar, aquellas personas que los esperaban en la superficie, ignorantes de lo que había pasado con su capitán y vicecapitan.

Camie también sonrió, como si acabara de agregar una pieza más a un rompecabezas que ella estaba haciendo.

—Ustedes son iguales.

Izuku giró su rostro para verla. Ella solamente cubrió su boca para esconder su sonrisa.

—¿Quiénes?

—Katsuki y tú —ante su mirada curiosa ella continuó—. Quiero decir, no son iguales con todo el peso de la palabra. Más bien, son similares pero a la vez muy distintos pero tienen en común algo: ambos adoran la libertad.

Camie desvió su mirada al frente, perdiéndose entre los edificios de coral y las sirenas y tritones que habían en las calles. Mientras tanto Izuku se preguntaba qué quiso decir antes.

—Katsuki solía enviarme cartas mientras navegaban, por lo que conozco de sus aventuras —relató, sacándolo de sus pensamientos para prestarle por completo su atención—. Eran palabras, pero yo sabía perfectamente que él las escribía con su corazón en cada una. La emoción por lo que harían después, la diversión que sentía por esos pequeños momentos que compartían todos, su preocupación sobre algo o alguien... Katsuki estaba feliz, disfrutaba cada momento y eso me alegraba.

Recordó esos momentos, la espera de una carta hacia ella unas veces por semana para enterarse de nuevas cosas. Ella nunca había ido a la superficie por lo que no conocía mucho de ella mas que las historias que le habían contado o las imagenes de paisajes que había hallado en los libros del palacio donde vivía; no como Katsuki que podía gozar y ver por sí mismo cada lugar, podía contar su experiencia con una sonrisa orgullosa, podía tomar esos momentos y hacer de ellos unos recuerdos que no olvidaría. Camie continuó:

—Y entre ellas, a veces me contaba sobre su primer tripulante, claro, ignorando sus insultos de siempre. Me contó muchas cosas sobre él, sobre su chico ladrón —Camie río mientras negaba con su cabeza rememorando esas ocasiones—. Dios santo, parecía que leía una novela. 

Sus ojos avellana se suavizaron más de lo que eran, la historia que le contaba Katsuki sobre ese personaje en particular le parecía curiosa. Ella no había encontrado a nadie con el que pudiera lograr tener una relación y pensamientos como los que Katsuki relataba.

—¿Ese eres tú verdad? —lanzó su pregunta, no esperando necesariamente un respuesta concreta. Su silencio fue suficiente para indicarle que estaba en lo cierto—. Él vio mucho en ti.

Pero Izuku todavía siguió sin pronunciar nada, su mirada enfocada en la sirena a su lado y en lo acababa de decirle. Parecía tan íntimo que Izuku sintió que debió continuar siendo ajeno a eso, pero no negaría que escucharlo lo hizo feliz. Saber que Kacchan era feliz estaba bien para él; todo lo que conllevara a su alegría, que lograra aparecer sonrisa altanera en el rostro de su capitán, que hiciera que sus ojos brillaran más que las gemas y el oro de sus tesoros era bien recibido por Izuku.

—¿Desde cuándo conoces a Kacchan? Quiero decir, a mi capitán.

—¿Kacchan? —Camie lo vio curiosa y luego se abrazó a sí misma con una sonrisa que le recordó a su querida amiga y navegante de su tripulación  Mina cada que hablaba sobre su novia—. ¡Suena tan tierno!

Izuku se encogió de hombros avergonzado, con un rubor coloreando sus pecosas mejillas.

—¿Él también te puso un apodo?

—Antes solía llamarme solo Deku para todo y estaba bien. Pero ahora, con el tiempo ya no solo me dice así, me llama por mi nombre —contestó y se sintió en confianza con ella para agregar uno de sus pensamientos que rondaban de vez en cuando por su cabeza—: Me gusta cuando lo hace, en su voz suena mejor que en otras.

—¿Deku? Oh, oh —ella volvió a reír—. Es un buen apodo y más viniendo de alguien como él.

Esta vez Camie no se detuvo a dar explicaciones y se guardó para ella lo otro nuevo que había captado de esa charla.

—Y volviendo a lo que habías preguntado, lo conozco desde que nací
—Izuku la vio queriendo saber más y ella amablemente aceptó su peticion—.
Katsuki es mi estúpido hermano mayor.

—¡¿Eh?! ¡Pero no se parecen en nada! ¡Es que tú eres...! —Izuku movió sus manos de una manera graciosa buscando cómo explicar lo que quería decir. Estaba sorprendido, recuerda vagamente a Katsuki mencionarle de su familia que "vivía en una isla poco conocida" y entre ellos hablaba de una hermana menor, no solía entrar en muchos detalles y Izuku respetaba eso por lo que no le preguntaba más para evitar agobiarlo pero todavía no terminaba de comprender bien su relación de hermanos de sangre, si es que lo eran. Tomó aliento antes de intentar poner en palabras lo que le causaba entre confusión y curiosidad sobre ellos—. Eres una sirena Camie, y Kacchan es un humano. ¿Acaso aquí se dan casos de nacimientos variados mezclando la raza de los andromedianos y los humanos de la superficie?

—¿Ah? No, no, no —Camie bufó cruzándose de brazos—. Poseidón, por favor dame paciencia antes de que termine acabando con mi hermano por lo imbécil que puede llegar a ser. ¡Siquiera pudo habértelo dicho a ti! —reclamó a la nada y la expresión en su cara le dio la impresión de que si Katsuki estuviera con ellos la mujer no dudaría y le metería un golpe.

Camie respiró profundamente para tranquilizarse, sabiendo perfectamente que estaba en pleno derecho de Katsuki no decirle y por lo tanto, ella debía aceptarlo. Pero, en este caso, teniendo a ese Midoriya Izuku del que tanto le habló por cartas le hacía preguntarse por qué razón a él no se lo dijo en primer lugar. Ella le había tomado cariño desde antes y estaba agradecida con él por muchas cosas porque al leer todo lo escrito por su hermano sobre ese chico parecía que ella también lo conocía de hace tiempo y no solo unos días.

¿Ella debía decirle el secreto de Katsuki? Quien sabe, pero podía estar segura que eso aclararía un poco de dudas en Izuku de alguna forma.

—Midoriya, Katsuki no es humano.

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Camie le hizo una señal para que se quedara en silencio y miró hacia el suelo desde el otro extremo del barandal del balcón, en donde estaba el agua. Izuku acomodó la capucha sobre su cabeza y asintió para indicarle que estaba listo para seguir con su plan.

Luego de lo último que dijo y del estupor que le causó eso, ahora más que antes quería hablar con él. Dejaría de aceptar estar encerrado entre las cuatro paredes de la habitación y gracias a la ayuda de Camie podría irse sin que lo notaran.

Camie realmente no le especifico qué era Katsuki; y él (a pesar de saber qué estaría entrometiendose en asuntos que por lo que notó no debía saber) por lo menos quería una respuesta sincera de su parte, si por esa razón es que Katsuki debía quedarse en Andrómeda y abandonar su lugar en la superficie como capitán de los Red.

A palabras de la sirena, el lugar donde se encontraba la habitación de Izuku era protegido por unos guardias. Excepto el balcón, tal parece que se confiaron en el hecho de que era un humano y por lo tanto si cruzaba el límite terminaría ahogándose. Sabiendo eso de antemano, Camie usaba ese camino libre siempre para visitarlo y nadie parecía notarlo, y si lo hacían tampoco se lo impedían.

Ella extendió su mano en su dirección y él la tomó sin dudar. Ella lo llevaría a Katsuki y eso era más que suficiente para que las preocupaciones o problemas que causaría su desaparición (si es que se enteraban) fueran lo de menos.

Izuku cruzó el barandal con ella de guía y lo primero que sintió fue frío. Estuvo tanto tiempo en la calidez que le brindaba la alcoba que el cambio de temperatura lo sintió de golpe, tardaría un poco en acostumbrarse. Por mero hábito, aguantó la respiración unos segundos hasta que Camie le dio unas suaves palmaditas en su hombro y le indicó que respirara.

Fue... extraño. Mucho. Más por saber que realmente no estaba respirando aire, sino que gracias a un "artículo mágico que tardaría en explicar" (a palabras de Camie) no le era necesario el oxígeno que había en la superficie y ahora podía obtenerlo del agua también.

—Ven, sígueme —murmuró Camie y volvió a tirar de su brazo, guiándolo para descender rápidamente al suelo. Izuku tuvo que acomodar de nuevo la capucha que se había deslizado un poco mientras Camie continuaba su camino.

Evitaron a los guardias con los que se encontraron en su camino. A Izuku le era fácil hacerlo, puesto que en su niñez y parte de su adolescencia le había robado a algunas personas y por lo tanto el ser sigiloso era primordial para lograr sus botines. Pero solo le había robado a personas que se lo merecían, nobles que se querían pasar de listos, bandidos que presumían su fuerza y terminaban siendo solo palabrerio. No solía quedarse con todo lo que conseguía, se lo regalaba a las personas que realmente lo necesitaban y se quedaba con suficiente para mantenerlos a él, su hermana y su madre.

Rodearon el castillo donde habían estado todo ese tiempo y la sirena lo llevó a un campo abierto, como una especie de jardín con plantas acuáticas.  algas de distintas tonalidades y de un gran tamaño que ondeaban, donde algunos pequeños peces se escondían entre ellas. Corales que adoptaban diferentes formas al igual que sus colores. Todo eso le gritaba a Izuku que sacara su libreta y un lápiz para ponerse a dibujar sobre ellas mientras le preguntaba a Camie sobre cada una.
Pero no tenía tiempo para eso, no ahora.

Camie se soltó de su agarre y le indicó que esperara mientras se adentraba un poco en el área. Izuku esperó mientras sus ojos deambulaban entre las plantas con curiosidad hasta que volvió a ver a la sirena y ella se limitó a señalarle el camino que había seguido.

—Ve tú solo, esperare por allá —señaló hacia atrás, por donde ellos habían llegado—. Me vio a mí, pero no sabe que estás aquí.

Antes de que se marchara Izuku tomó su mano y le dio un ligero apretón, antes de sonreirle agradecido. Ella le respondió con otra sonrisa y luego se alejó. 

Izuku no sintió nervios, estaba decidido a hablar seriamente con Katsuki sin importar qué, por lo que siguió el camino que le había dicho Camie sin pensar en nada más.

Y entonces despues de dar algunos pasos, entre todo ese escenario, lo vio. Finalmente pudo ver a Katsuki de nuevo.

Sin embargo, no fue solo eso. Al fin comprendió a qué se refería Camie con que Kacchan no era humano.

Él estaba sentado en una banca de mármol junto a unas estatuas, su mirada estaba directa al suelo, el flequillo de su cabello rubio moviendose un poco y ocultando sus ojos. Izuku reconoció esa postura como la que tomaba cuando tenía algo rondando en su mente que no lo dejaba de molestar. Empero, no pudo pasar de largo los nuevos detalles que cambiaban las ocasiones anteriores en las que lo vio de esa manera a como estaba ahora frente a él.

Katsuki, perdido en sus pensamientos, no se percataba de los ojos esmeraldas que miraban asombrados la parte inferior donde debían estar sus piernas. En lugar de ellas, había una cola de pez (como la de un tiburón para ser exactos) de un profundo negro con detalles naranjas que resaltaban a la vista.

Por accidente dejó escapar un jadeo sorprendido que fue lo suficientemente alto para que Kacchan lo escuchara y mirara en su dirección. Sus ojos se abrieron de par en par al verlo y en un rápido movimiento se levantó de la banca y nadó para encararlo, haciendo que la capa que portaba se ondulara por sus acciones.

Izuku notó que la capa roja que cubría los hombros de su capitán era la misma que solía usar siempre junto a la chaqueta negra que esta vez no estaba con él. La misma capa a la cual él le tomó cariño y que recordaba que a veces cuando se quedaba dormido después de su turno de vigilancia la capa estaría cubriéndolo cuando despertara.

—¡¿Qué carajos haces aquí, Deku?!

El pecoso abrió su boca y la cerró, repitió la acción un par de veces más sin lograr pronunciar nada entendible. Y cuando lo hizo, no dejó de reproducir las mismas palabras una y otra vez.

—Un tritón... Kacchan es un tritón...

Katsuki lo aguantó las primeras veces y luego comenzó a perder la paciencia. Lo llamó por su nombre y siguió siendo ignorado, después lo tomó de los hombros y lo zarandeó para sacarlo de su trance pero era inútil.

—¡Oi, hazme caso cabeza hueca!

Harto de la situación, Katsuki alzó su mano formando un puño y le propició un golpe en su hombro. Izuku estaba demasiado entrometido en su análisis y pensamientos que si esperaba que reaccionara pasarían horas. Además, había medido su fuerza, así que no lo lastimaria. 

—¡Auch! —Izuku se quejó y lo miró con una mueca y su ceño fruncido como pocas veces ha visto—. ¡¿Y eso por qué?!

—¡Por ignorarme cuando te hablo! 

—Lo siento —murmuró pero no evitó que su mirada se alejara de la extremidad mitad tiburón de Katsuki, haciéndolo sentir nervioso. Para él, Izuku no tenía motivo para estar aquí pero por otra parte, agradeció que lo estuviera.

Aun así, esa curiosidad y fascinación que expresaban sus orbes esmeraldas le parecían demasiadas. Izuku solía tener miradas similares cada que hacía algo que él desconociera y no faltarían las preguntas sobre cómo lo aprendió o sus cumplidos. Pero esta era diferente, no se comparaba a las veces pasadas; sus emociones eran más fuertes y se entremezclaban con otras, tanto que lo hacía sentir diminuto porque no podía controlar el latido frenético de su corazón. 

—Deja de mirarme de esa forma —susurró. Solo así Izuku se concentró en él, haciendo que sus ojos se conectaran con los suyos.

—¿Cómo?

—Como si estuviéramos llegando a una isla nueva y tuvieras algo más para dibujar —dijo—, como si hubiéramos hayado un tesoro, como si consiguieras un nuevo libro o más materiales para tus trabajos.

Sin embargo, aunque lo dijo, tampoco era como esas ocasiones. No se trataba de esa mirada que hacía en sus muchos viajes, no era esa que se formaba en su rostro cuando su lápiz trazaba líneas y formas en sus hojas para hacer un dibujo como parte de su sueño que lo hizo seguirlo al mar en primer lugar.

—Es que... solo... —Izuku se quedó en blanco por un momento. Al final dejó caer sus hombros y expresó rendido uno de sus pensamientos—. Es que te ves hermoso.

E incluso así se quedaba corto con las cosas que quería decirle acerca de su apariencia. Porque siempre había más, siempre si se trataba de Kacchan.

Y Katsuki, Katsuki explotó en rojo. Su rostro se coloreó rápidamente de rosado por lo dicho y maldijo en voz baja. Izuku conocía esa expresión y manera de actuar, no era la primera vez que se presentaba ante él y esperaba que no fuera la última.

—¿Y bien? —preguntó Katsuki rompiendo el trance en el que el pecoso volvió a entrar mientras lo miraba. Todavía quedaban rastros de su sonrojo pero Katsuki los ignoraba, o más bien, intentaba ignorar—. ¿Qué haces aquí? O más bien, ¿cómo llegaste aquí?

—Me ayudaron a venir para hablar contigo, se lo pedí de favor —contestó y Katsuki no tenía que pensar mucho para saber a quién se refería.

—¿Sobre qué?

—Bien sabes a que vengo, Kacchan —dijo, algunos mechones de su cabello ocultaron su mirada al dirigirla al suelo—. No pienso rendirme.

Katsuki entrecerró sus ojos negando.

—Izuku, no. Ya hablamos de esto.

Izuku apretó sus puños con fuerza y como pudo se acercó a Katsuki.

—No, tú hablaste, no yo. Yo te escuché y tú no escuchaste lo que yo quería decirte —tomó sus manos entre las suyas, observando los anillos que habían en sus dedos—. Ahora hazlo, por lo menos esta vez, después puedes hacer lo que quieras y no diré nada.

Sus ojos se detuvieron en un anillo en especial, en el que tenía una bonita piedra esmeralda. Un recordatorio más de su relación con su capitán y que por nada del mundo debería dejarlo ir sin luchar.

—Eres mi capitán y eres Kacchan. Eso no cambiará por nada, sin importar dónde estés. Pero por mí, preferiría que estés a mi lado —le dijo con un nudo comenzando a formarse en su garganta—. No nos abandones... no me abandones, por favor.

La esmeralda del anillo brilló por la luz reflejada en el agua. Izuku recordó el momento en el que él deslizó ese anillo por el dedo anular de Katsuki en una noche con las estrellas siendo espectadoras silenciosas, a su memoria llega el sonido de las olas golpeando la madera del barco mientras recuesta su cabeza en el hombro de Katsuki y observa feliz su propio anillo.

Esa noche se prometieron tantas cosas que ellos harían juntos. Viajar, luchar lado a lado, cumplir sus sueños, beber juntos, divertirse... No contemplaba la idea de que tendrían que separarse.

—No rompas esta promesa. Dijiste que tú eras de palabra y cumplias las cosas sin rechistar, ¿no es así?

Katsuki suspiró, realmente tampoco quería dejarlo. Ni siquiera quería abandonar a su tripulación sin darles explicaciones como se merecían, ellos se habían vuelto su familia. Una extraña familia, pero eran las personas a las que les confiaría su vida.

Pero aun así...

—Tengo obligaciones aquí, me necesitan. No puedo continuar navegando, eso es todo.

Izuku reprimió los gritos que quiso hacerle; la terquedad de Katsuki por quedarse, su razón ahora también era conocida por él y teniendo eso en cuenta podían hablar con mayor libertad o podría causar una situacion inversa a la que espera, donde Katsuki decida marcharse de nuevo sin darle esa oportunidad para hablar que tanto quería.

—Camie me lo contó, me dijo por qué no te vas y que aun si yo no hubiera sido herido estaríamos en una situación similar en algún momento —comentó resumiendo la historia que le contó su amiga. Era mucho para procesar sobre él pero no tenía el tiempo suficiente para hacerlo, lo mejor que se le ocurrió fue actuar al momento y eso lo llevó a este ahora—. ¿No crees que deberías ser un poco más honesto, príncipe Katsuki?

El nombrado se tensó al escuchar lo último, le descolocó que Izuku lo supiera. ¡Camie no tenía que decírselo! ¡No ella! Los planes que había pensando para decirlo en un momento o callarlo hasta que tuviera que marcharse se habían ido a la mierda a causa de su querida hermanita entrometida.

—Ni siquiera parezco un príncipe, ¿un principe de mierda que desaparece y solo llega cuando las cosas se ponen mal? —preguntó a la nada y luego soltó una risa sin gracia—. Pero sí, ese soy yo. Con mayor razón tengo que quedarme, ya perdí mucho tiempo en la superficie.

—¿Perder tiempo? ¿Eso es lo que somos todos? ¿Eso es lo que soy yo? ¿Una perdida de tiempo...? —murmuró Izuku con las crecientes ganas de darle un golpe a Katsuki por decir semejante estupidez. Él no perdió el tiempo, él vivió, eligió vivir antes de responsabilizarse con el cargo que le heredaron. Pero a apesar de saber eso no impidió que le doliera escucharlo. Entonces agregó:

—Eso es un estupidez, una excusa que crees, una mentira.

Pero Izuku no terminó ahí, no aún.

—Eres un príncipe que quiso descubrir más de lo que sabía y decidió aventurarse sobre un barco como un humano y navegar junto a una tripulación de personas extravagantes que encontraron su hogar ahí, a su lado. Esas mismas personas de las que estoy seguro harían todo por él y lo seguirían hasta el fin del mundo.

Katsuki se mantuvo en silencio por unos minutos hasta que al fin decidió romperlo.

—¿Por qué? No me necesitan para avanzar, ustedes pueden por sí mismos.

—No, necesitamos a nuestro capitán —le respondió de inmediato y alzó su mano con el anillo de piedra rubí para que Katsuki lo pudiera ver bien—. Yo quiero estar con Kacchan en más aventuras; quiero estar con mi capitán y esposo, eso es todo lo que quiero, no hay más.

"Cuando las personas que quieres no saben qué hacer, las ayudas en lo que puedas". O al menos, ese es uno de los pensamientos de Midoriya Izuku acerca del tritón/mejor amigo/capitán/esposo tonto que tiene en frente. Y si para ayudarlo tiene que hacer de todo, incluso sabiendo que puede que no le llegue a gustar sus métodos, él lo hará de todas formas.

Todo para darle a Katsuki más tiempo, más momentos que se volverán recuerdos. Para no dejarlo ir aún porque no quiere comenzar a acostumbrarse a la ausencia que formará parte de su vida cuando eso llegue.

—Hice otro trato, te conseguí más tiempo. Solo tienes que aceptarlo y es todo, es simple y está bien.

Pero le daría la oportunidad de elegir lo que quisiera, esta vez respetaría su elección aunque no le gusta. Era su capitán, después de todo Izuku debía seguir sus órdenes. Izuku siente ardor en sus ojos y las lágrimas no tardan en comenzar a acumularse en ellos, mismas que al descender por su rostro se mezclan con el agua del lugar y se pierden.

—Me iré mañana después de que amanezca —le dijo antes de soltar sus manos y comenzar a alejarse un poco—. Camie me llevará a las afueras de Andrómeda y me marcharé.

"Espero verte ahí" fue lo que no agregó. Pero en el fondo de su corazón, sabía que Kacchan también escuchó esa parte a pesar de no decirla.

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Antes de ir en busca de Katsuki, Camie e Izuku tomaron otro rumbo. La sala real que había en el castillo donde Camie le aseguraba que podrían encontrar a la reina de Andrómeda, a su querida Madre: Bakugou Mitsuki.

Lo llevó a una sala grande donde había ventanas que mostraban a los peces nadando en el exterior tranquilamente, ignorantes de las presencias que había dentro del lugar.

En el fondo de la sala Izuku vio dos tronos, ambos dorados y brillantes. El más grande estaba vacío y supuso que ese era el del rey pero en el segundo trono sí había alguien. Fue entonces cuando Izuku le creyó aún más a Camie sobre que Katsuki era uno de los herederos de los reyes. Se trataba de la reina, una sirena con una apariencia elegante e imponente, con una mirada que sintió como si fueran cuchillos y lo atravesaran solo por el hecho de estar pisando esa sala. Era parecida a la mirada que Katsuki le dedicaba a sus enemigos antes de atacar; sus ojos rubí brillando peligrosamente y alertas por cualquier movimiento, con una corona dorada sobre su cabello rubio cenizo que le indicaba el poder como reina que tenía en Andrómeda.

Camie se acercó a su madre y le susurró algo a su oído, ella se veía pequeña a lado de la sirena mayor.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó luego de unos minutos, no tuvo que alzar demasiado su voz para que hiciera eco en el lugar. Izuku tomó un respiro y también se acercó pero se detuvo en lo que creyó era suficiente otra que lo escuchara claramente.

—Mi nombre es Midoriya Izuku —se presentó inclinándose ante ella y colocó una de sus manos en su pecho al levantarse—. Perdone mi repentina intromisión y pedido por querer hablar con usted, primero le agradezco por haberme ayudado antes, estoy en deuda por salvar mi vida.

No se percató que los orbes rojizos de la reina se centraron en su anillo más preciado mientras hablaba.

La reina emitió un tarareo que lo hizo callar y asintió, como si estuviera comprendiendo algo.

—He escuchado sobre ti, el segundo al mando de la tripulación de Katsuki —habló sin perder el tono desconfiado—. Sé que no tienes intenciones malas, que te esmeras por ayudar a los demás y eres un buen líder, lo sé. Pero no confío del todo en ti. Eres un humano, tu raza es egoísta e ignorante de todo lo que no sean ellos mismos —luego alzó su mano izquierda y con la otra señaló su dedo anular, Izuku no pudo evitar ver su propia mano y el dedo que la reina le estaba indicando solo para encontrarse con el anillo de rubí que le había dado Kacchan—. No niego que tú pareces ser diferente, por algo mi hijo te eligió.

—¡Pero es que Kacchan no merece renunciar a sus sueños por mí! —gritó uno de los pensamientos que se clavaron en su mente después de que Katsuki le informara que se quedaría en ese reino. Estuvo recordando todo el tiempo hasta ese momento los esfuerzos de Katsuki por lograr llegar a ese punto; las heridas que consiguió, los días sin comer solo por querer darle más raciones a los demás, lo momentos donde se rompió a causa de un peso que Izuku hasta ahora entendió. Miró sus manos con culpa y odio, si no hubiera sido tan débil no estarían pasando por eso ahora—. ¡Él quiere seguir navegando, quiere seguir siendo un pirata! ¿Es que no hay nada que pueda hacer por él? ¡No quiero obligarlo a abandonar todo por lo que luchó!

Izuku se congeló al darse cuenta de cómo le estaba hablando, que había olvidado por completo dónde y quién estaba frente a él, había cometido un error y puede que eso le costara la razón por la que llegó.

En cambio y para sorprenderlo, Mitsuki soltó una carcajada y la presión en sus hombros que había estado sintiendo desde que pisó la sala se esfumó. Camie todavía estando junto a ella dejó escapar un suspiro de alivio.

—Midoriya —le llamo suavemente, al igual que su mirada—. que Katsuki esté de vuelta es inevitable, este es su hogar, es donde pertenece, es donde está más seguro. Allá arriba puede hacer lo que se le antoje, claro que puede, pero no es del todo seguro —ella suspiró antes de continuar—. Eres joven, no comprendes las preocupaciones de una madre por sus hijos; no conoces el sentimiento de la incertidumbre a cada minuto y el miedo de que llegue un momento en el que te digan que le sucedió algo. Tú no entiendes nada de eso.

No, claro que no lo entendía, ni de cerca. Pero lo que sí entendía es que se había acostumbrado tanto a la presencia de Bakugou Katsuki, de Kacchan, en su vida, que le costaba imaginar qué hacer sin ella.

Por eso, por más tiempo, haría todo a su alcance. Porque aún no quiere llamar recuerdos a todo lo que tuviera que ver con Kacchan.

Izuku se puso sobre manos y rodillas e inclinó la cabeza hasta que tocó el suelo.

—Reina Bakugou, por favor. Se lo imploro de todo corazón, le pido que le dé más tiempo a Kacchan con nosotros —dijo y cerró sus ojos, sabiendo que la reina no lo vería hacerlo pero para Izuku le servía porque pensaba, anhelaba, que de alguna manera sus palabras tomaran fuerza y lograran convencerla—. Como usted mencionó, mi raza es egoísta de nacimiento, y yo me vuelvo aun más por su hijo. No quiero a partir de ahora tener que extrañarlo a cada segundo, todavía no estoy listo.

Cada momento con Katsuki pasó por su mente con rapidez; cuando lo conoció, cuando comenzaron a practicar con la espada para volverse fuertes, cuando comenzaron a reunir dinero para comprar su primer barco, el día en el que zarparon de la costa de Heiwa, su isla natal. Las noches de pesadillas que lo despertaban a plena madrugada y Katsuki estaba ahí para tranquilizarlo, las noches en vela y su compañía silenciosa, extraña para muchos pero para él, especial y amada.

—Soy un pirata, tomo y hago lo que quiero sin preguntar. Sigo mis propias reglas y mi criterio. Pero yo le estoy rogando por más tiempo, le estoy pidiendo más tiempo para tener más recuerdos que guarde para cuando realmente ya no lo pueda ver. Solo quiero eso, por favor.

La sala se envolvió en completo silencio Izuku se preparó y pensó en qué más decirle a reina. Pero en ningún momento dejó la posición que había tomado delante de ella.

—Está bien —Izuku luchó por no alzar su cabeza para ver a Mitsuki e hizo un gran esfuerzo por no llorar—, pero la próxima vez será en serio, no más tiempo, nada de eso. Katsuki vendrá y se quedará, es el heredero al trono de Andrómeda y por lo tanto tiene que dirigir este lugar.

Izuku finalmente y con lentitud, levantó su rostro en dirección a ambas mujeres.

—Muchas gracias

Camie miró a su madre y luego a él con una gran sonrisa antes de nadar rápidamente hacia Izuku y jalarlo de uno de sus brazos para ponerlo de pie con una fuerza que Izuku desconocía. Pero no pensó mucho en eso cuando seguido de eso Camie lo abrazó.

—¡Estoy feliz por ti, Midoriya! —exclamó entusiasmada y él no se negó para nada a la muestra de afecto. Luego ella se alejó y colocó sus manos en la cintura—. Ahora es el turno de convencer a mi hermano.

—Y será difícil sabiendo cómo es.

Camie respondió en un tarareo estando de acuerdo con eso y Izuku sonrió. Ambos lo conocían bien.

Sin embargo, antes de hacer cualquier otro movimiento, la voz de la reina volvió a hacerse escuchar.

—Midoriya.

—¿Sí, reina Bakugou?

Mitsuki observó al pecoso con una expresión calmada, muy diferente a la primera mirada de minutos atrás.

—Cuida de Katsuki.

Izuku le sonrió confiado, no tenía que decírselo. Mitsuki lo vio y entendió que dejaba a su hijo en buenas manos, que podía dejar de pensar tanto en Katsuki porque tendría a alguien a su lado que se aseguraría de proteger a su retoño.

—Lo haré.

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En el idioma natal de Katsuki, Deku significa vida. Una vida sin ataduras, una vida que al verla solo querrás disfrutar de ella, una vida que anheló sin siquiera saberlo hasta que lo conoció por casualidad en un pueblo de una isla cuando era niño.

Sus padres también portaban unos collares que tenían la misma utilidad que el suyo que les permitían cambiar entre su forma humana y tritón/sirena, por lo que acostumbraban a viajar a islas para vender recursos.

Y en una de esas visitas al Pueblo Heiwa, Katsuki se escapó de la vista de sus padres y se dispuso a ir de aventura solo. En ese tiempo eran pocas las ocasiones en las que lo obligaban sus padres a acompañarlo porque él siempre terminaba haciendo rabietas y reprochando sobre los "estúpidos y aburridos habitantes de arriba", sin contar a los piratas, a esos sí los respetaba y admiraba.

No contó que en ese momento se encontraría con un pequeño ladrón que escapaba de una escena. No sabe ni siquiera por qué lo ayudó y ambos se escondieron. El niño humano a su lado se veía agotado y con hambre, por lo que Katsuki le compartió de la comida que le habían dado sus padres antes de dejar Andrómeda.

Vio su desconfianza en los ojos esmeralda que a Katsuki le habían parecido lindos desde que cruzaron miradas y decidido a que el pequeño probara un bocado de comida, Katsuki tomó un pedazo y lo llevó a su boca para masticarlo y demostrarle que no contenía nada malo.

Como en un futuro el sería un rey, su padre le aconsejaba y entre una de las tantas cosas que le dijo fue que era bueno que ayudara a otros. Claro que, debía ser cuidadoso también y no tenía que confiarse del todo. 

El niño ladeó su cabeza sin dejar de mirarlo comer y la desconfianza que antes estaban en sus orbes comenzaba a desaparecer lentamente. Y, ya fuera por el hambre o porque ahora creía que la comida no lo dañaría, el niño tomó la comida con prisa y comenzó a devorarla.

—¡Está bueno! —exclamó entre mordiscos y Katsuki lo miró con cierto asco por eso, ¿es que no tenía modales?—. ¡Gracias!

Katsuki tarareó como respuesta prestando atención a sus movimientos y al niño le pareció menos importante eso.

—¿Cómo te llamas?

El niño se llevó el último bocado y no pudo evitar emitir un sonido de gusto por el sabor que estaba experimentando su paladar, era la primera vez en mucho tiempo que comía algo tan delicioso como eso.

—Midoriya Izuku, ¿y tú?

Y también, por primera vez, a Katsuki le agrado otro humano que no fuera All Might o alguien de esa tripulación.

—Soy Bakugou Katsuki.

El resto del día se mantuvo a lado de Izuku para hacerle compañía y se dio cuenta que era un hablador pero no le molestó. Se entretuvo escuchándolo y a veces interrumpiendolo para preguntarle algo.

Esa fue la razón por la que comenzó a acompañar a sus padres más seguido a la superficie, solo por ver a Izuku. Ellos no se opusieron y se lo permitieron.

Una vez al mes, durante toda una semana podía pasar el tiempo con su nuevo amigo y le gustaba. Era nuevo y ni entendía lo que el chico le decía la mayor parte del tiempo pero eso eran detalles sin importancia que no pasó mucho para que se acostumbrara a escucharlo murmurar o divagar sobre cualquier cosa.

A sus diecisiete años decidió dejar de lado su cargo como príncipe y zarpó al mar como pirata, junto a un Izuku de su misma edad tan emocionado como él. 

Y ahora, a sus veintitrés estaba de nuevo pisando su tierra natal. Estaba de nuevo viendo a su familia después de tantos años y pensando en qué hacer ahora.

Katsuki observó una vez más los edificios de coral que se extendían a la distancia y al castillo donde pasó la mayor parte de su vida. Sus dedos se ciñeron en la correa de la mochila donde guardaba los alimentos que le habían dado para unos días de viaje, mismos que se aseguraría de darle a Sero y Denki para que prepararan una gran cena o comida, realmente no le importaba mucho cuándo se ocuparan mientras fuera para alimentar a su tripulación. A su lado, Izuku miraba fascinado por las ventanas a los bancos de peces que pasaban cerca y casi pega un grito cuando de pronto apareció un tiburón y luego de marchó.

Estaban en un carruaje mientras iban de regreso a la superficie, el vidrio de las ventanas era lo suficientemente fuerte para resistir la presión de ejercía el agua y también les brindaba un espacio con aire para Izuku.

El trayecto fue tranquilo, compartieron algunas palabras pero la mayoría del tiempo se quedaban en silencio. Uno que a decir verdad disfrutaba y podía ponerse a reflexionar. Izuku nunca soltó su mano, no lo hizo desde que lo sorprendió en el punto que había acordado en el día anterior. Notó que llegaron a su destino cuando el carruaje se detuvo y señaló hacia la compuerta que estaba en el techo del carruaje. La abrió y algunas gotas de agua salpicaron su rostro y ropa, antes de asomarse lo suficiente para ver la playa de la isla Nemuri, la única isla cercana a Andrómeda y en la que solo encontrarían animales.

Volvió a entrar y ayudó a Izuku a subir. Luego fue su turno y cerró la compuerta, a los segundos escuchó un chapoteo y no tuvo que levantar su mirada para ver quién era. Solo dio unos pasos y sintió un cuerpo estrellarse con el suyo, el movimiento repentino balanceó la parte superior del carruaje y Katsuki maniobró para evitar que se cayeran.

—Katsuki...

Camie reprimió un sollozo porque sabía que una parte apoyaba la decisión de su hermano pero la otra, la egoísta, quería que se quedara con ella en Andrómeda. Quería verlo todos los días y no estar preocupada en espera de noticias suyas, quería verlo durante las comidas y escucharlo pelear a gritos con su madre mientras ella y su padre charlaban tranquilamente. Pero al sentir que los brazos que la rodeaban hicieron de su agarre más fuerte entendió lo que quería decirle. "Estaré bien, tranquila".

—Si necesitas algo llámame y vendré lo más rápido que pueda —dijo Katsuki con calma antes de agregar con un tono burlón mientras se alejaba y volvía a llevarla al agua, luego despeinó su cabello—. O llama para lo que quieras, sin importar lo estúpido que sea. Pero no te excedas con eso, ¿entiendes?

—Ya, ya —ella rió y secó sus lágrimas—. Te llamare a media noche para despertarte porque sé muy bien que sigues durmiendo temprano.

—Ni se te ocurra hacerlo pequeña mierda —dijo antes de volver a despeinarla para molestarla.

Camie le reclamó entre risas.

—¡Ya no soy pequeña, Kats!

—Bah, da igual lo que digas. Para mí lo sigues siendo —respondió con desgano y sin ocultar la sonrisa de lado que tenía en su rostro.

Su hermana le sonrió una última vez y alzó su mano para despedirse de Izuku que se encontraba detrás de él porque se había alejado para darles espacio. Seguido de eso la vio desaparecer en el agua con un chapoteo y solo así Katsuki le dio la espalda al mar y se acercó a Izuku. Tomó su mano y sus dedos trazaron las cicatrices en su piel antes de detenerse en la gema rubí del anillo que simbolizaba su unión de por vida con el hombre frente a él.

—Te lo dije y lo seguire diciendo las veces necesarias —dijo Katsuki y llevó la mano de Izuku a su rostro para recargar su mejilla en ella, no sin antes haber dejado un beso en su dorso—. Yo no rompo mis promesas.

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Nota:

¡Finalmente pude terminar! Estoy tan feliz de haberlo hecho después de tanto, realmente no he dormido bien los últimos días con tal de escribir esto pero me enorgullezco mucho del resultado. Desde hace pocos meses para acá comencé a ver One Piece y dada la casualidad que me tocó este tema me esforcé el doble y resistí el querer introducir un punto de ese anime en este OS (déjenme el primer ending, está bien bonito y para mí combina con los pensamientos de Izuku ahora con Katsuki, como un pedido silencioso de desear aferrarse al pasado donde desconocía que se alejaría de Baku y por ende, no tendría que pensar día con día cuando volvería a llegar ese momento y decirle adiós)

Pero no pude evitarlo en un pequeño detalle, la edad que Katsuki e Izuku zarparon, diecisiete años. Esa es la misma edad que los hermanos ASL habían decidido que empezarían su viaje como piratas (llora al recordarlos). También en mi cabeza Andrómeda es como la isla Gyojin y todo lo relacionado ahí, como su castillo. Desee introducir más cosas por usar esta temática pero me lo guarde para una idea que se me ocurrió.

Tuve que escribir esta historia dos veces, la primera sería demasiado larga y podría usarla en un fic, por lo que guarde ese avance y empecé desde cero de nuevo ¡pero terminé!

Me estoy durmiendo ahorita mientras escribo esta nota en plena madrugada de mi país, pero sé que los días próximos no podré avanzar aquí así que mejor lo acompleto de una ^^

Espero que resulte bien esto y lamento si se me fueron algunos errores de ortografía, se despide una agotada y feliz Eri ♡

¡Muchas gracias a las personitas que leyeron este OS!

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