5| Yo perreo sola.
Una de las actividades que organiza la preparatoria cada año y me fascina, son las excursiones a las ferias, me encantan los juegos mecánicos y la variedad de comida que uno puede encontrarse en los puestos, sobre todo los antojitos tradicionales. Esta vez iríamos a Toluca, en el estado de México, estoy muy ansiosa porque podré ver el famoso nevado de Toluca. No falta mucho para que las temperaturas comiencen a descender, el otoño está cerca.
Me acomodo la mochila al hombro mientras sostengo en una mano mi permiso. Era de esperarse que Elliot también se animara a venir, anoche estuvimos mensajeando desde muy tarde para organizar nuestras actividades una vez que lleguemos a la feria. Pasar mis ratos con él ya es una costumbre, hemos aprendido a tolerarnos y aprender del uno al otro.
Sobre todo, cuando me ha confesado que ha tratado de tirarme los tejos todo este tiempo.
El estomago me da un vuelco cada vez que lo pienso. Y es que, por una parte, él también me ha comenzado a llamar la atención, supongo que va más allá del físico, porque, déjenme decirles, él está buenísimo.
Claro, en un sentido de broma y no vulgar.
Me he dado cuenta que varias chicas de la preparatoria les han llamado la atención, pero Elliot siempre anda sumido en su mundo como para darse cuenta de lo que sucede a su alrededor.
Estás sensaciones solo me dan dolor de cabeza. He hablado con mis padres con respecto a: ¿Qué pasaría si un chico comenzará a gustarme?, mi padre casi se va de espaldas, mientras que mi madre estaba maravillada por el tema y Nadia, bueno, ella chillaba de felicidad. Solamente fue una pregunta.
¿Qué hacen las personas de mi edad?
¿Es parte de crecer? ¿Está mal?
Sé que mi situación no es como en las películas, donde ambos jóvenes chocan y se miran a los ojos y al instante una chispa de amor se enciende. Bah, que horror. Si eso pasara en la vida real, estoy jodida.
Dejo de darle tantas vueltas al asunto cuando me percato de la presencia de Elliot a unos cuantos metros de donde estoy parada. Alza un brazo agitándolo en el aire para llamar mi atención y le saludo imitando su acción.
Lleva puesto unos pantalones de mezclilla, una camiseta verde que se amoldan a sus flacuchos brazos abdomen y sus zapatos deportivos. Y el hombro, su mochila.
—¡Hola! ¡Hola! ¿Me extrañaste?
—Ya quisieras —le muestro la lengua y él blanquea los ojos sin borrar su sonrisa. —Espero que hayas traído tu permiso.
—Por poco y lo olvido —se encoge de hombros —estaba una esquina atrás de casa cuando salí corriendo del auto aun en marcha para regresar, hoy le dado un susto a mi madre.
Es todo un caso. Pienso.
Al instante, la directora nos llama a todos para avisarnos que los autobuses han llegado. Nos pide que armemos parejas o equipos para poder acceder a los camiones. Elliot pasa un brazo debajo del mío y me guiña un ojo, niego con la cabeza y echamos andar a la puerta.
En diez minutos ya estamos sentados dentro cada quien, en su lugar, por supuesto he sido más rápida y le he ganado el asiento cerca de la ventana. El realiza un puchero con los labios fingiendo estar decepcionado.
—Me he traído unas frituras para el camino, ¿gustas?
No espera respuesta y al instante rebusca entre su mochila las frituras, me percato que lleva bastantes golosinas y me rio.
—Eh, a donde vamos hay miles de dulces, parece que te has traído toda la dulcería.
—Que graciosa, tía.
Tomo algunos y él trata de impedirlo, pero soy más rápida.
El trayecto me la paso hipnotizada observando del otro lado de la ventana, mientras que Elliot se ha puesto los auriculares, en pocos segundos comienza a rapear en su lugar.
—Yo perreo solaaa —comienza a cantar y reprimo una risa, ¿pero qué rayos está cantando —¡Canta conmigo, Leti!, tu, ru, ruuu.
—Alan Roth estaría preocupado por ti.
—¿Quién ese tío? ¿Eh? —Se quita un auricular y voltea a verme —¿Es mi competencia?
Lo dice de manera divertida.
—Es mi cantante favorito, es australiano.
—Uf, que alivio.
—No soy tu chica —le advierto. Elliot abre los ojos como si estuvieran a punto de salirse de orbita.
—¿Por quién me tomas, Leti?, soy un chaval decente, si voy a enamorarte, será limpiamente —me susurra.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste.
—Vaya, no sé qué decir, ¿te has vuelto loco? —Frunzo el ceño y se remueve de su asiento y encoge los hombros como respuesta —me siento alagada, en serio, pero, ¿por qué?
—Lo siento mucho, pera esta vez te dejaré con la intriga, muy pronto te lo diré.
—No me gusta que me dejen con la intriga.
—A mí me encanta verte de ese modo —se ríe —te vez linda cuando frunces el entrecejo, sobre todo le da un toque esas gafas de Harry Potter.
—Agh, cállate, que solo hacer que me sienta cohibida.
—Ajá, sé que conmigo te derrites.
Cuando llegamos a Toluca, comienzo a pegar de brincos en mi lugar, a lo lejos diviso el volcán en la cual ha estado liberando humo, en el pico se puede ver la blanca nieve, que suerte que me traje un abrigo o en la noche sería una paleta.
La declaración de Elliot me ha puesto de los nervios, sin embargo, no actúa como un chico enamoradizo y cursi con tal de que comience a evitarlo. Él quiere divertirse tratando de conquistarme, pero, no le dejaré el camino fácil.
Es lindo lo que trata de hacer.
Nadia tenía razón, Elliot lo vale, pero tampoco quiero ir con rapidez, es mi amigo.
El autobús aparca a unos cuantos metros de la entrada a la feria, la puerta se abre en par y todos los estudiantes se apresuran para salir sin importar que se den de golpes y pisotones. Nosotros somos los últimos en salir.
El viento fresco de la estación se cuela en mi cuerpo una vez estando con el resto del grupo, los profesores dan indicaciones, pero estoy más atenta a lo que sucede en la feria, hay muchas luces que resplandecen, ahora mismo parezco una chiquilla con ganas de subirse a todos los juegos mecánicos y comer las chucherías que quisiera.
Había ahorrado para este gran día.
Sin más preámbulos, tiro del brazo de Elliot de manera inconsciente arrastrándolo hasta llegar a las atracciones, voltee donde voltee todo esta lleno de vida y música regional.
—Que alguien me pellizque —susurro —¡Aaah, Elliot! ¡¿Por qué lo hiciste?!
Le recrimino.
—¡Tú lo pediste!
—¡Es un decir!
—Vale, lo lamento —se disculpa mostrándome las palmas de las manos —bueno, ¿qué hacemos primero? ¿Vamos a la montaña rusa?
—Oh, no, puedo subirme a todos los juegos, excepto la montaña rusa, le tengo un terror tremendo.
Él sonríe malévolamente.
—Sino mal lo recuerdo, me dijiste que querías ser como yo, ¿no es así? —blanqueo los ojos —así que, a mi me encanta los juegos extremos, ¡ánimo, Leti!, prometo que no va a pasarte nada.
—Voy a morir —le susurro.
—¡Corre! ¡El que se va a Sevilla, pierde su silla!
—Es: El que se fue a la villa perdió su silla.
Le digo, pero Elliot ya se echado a correr en dirección contraria sin hacerme caso. Las manos me tiemblan cuando nos subimos al carrito, nos ajustan las correas y seguros, todo para no salir volando en las vueltas de la muerte, de tan solo escucharlo, quiero huir y esconderme entre los puestos de antojitos.
Tengo el derecho de estar asustada, no le tengo miedo a las cucarachas, pero sí a los juegos extremos. Cuando este comienza avanzar me aferro con fuerza al barrote que hay delante de mí mientras ignoro los gritos de emoción de Elliot que en cualquier momento me dejará sorda.
A pesar de que me pide que me calme, no le hago caso y cierro los ojos. Me he quitado los lentes con tal de que estos no salgan volando y los he levantado en la mochila antes de subir. La fuerza que ha tomado el juego es horrible y rezo porque esto acabe, al momento de dar la vuelta entera, me sostengo de la mano de mi amigo con fuerza y a pesar de que él no se resiste, le presiono con más fuerza porque en serio esto hace que mi corazón palpite de manera desenfrenada. Fueron los diez minutos más extremos de mi vida y al salir del juego mi cabello esta hecho un desastre.
—Vaya, vaya, pero miren que tenemos aquí —al ver a Gonzalo, el tipo que hundí su cabeza en el lodo junto a Juan, me doy la media vuelta. —¿A dónde vas sangre sucia?
De repente me detengo en seco y abro la boca ofendida y volteo a verlo. Uh, me ha molestado otra vez.
—Parece que la niña estaba a punto de correr a buscar a su mami.
—Iros a la mierda, tíos —Elliot se interpone en mi camino y forma puños con sus manos —no os gustaría meteros conmigo sino queréis terminar en un hospital.
—No me digas sangre sucia, cuando ni siquiera te has leído los libros de Harry Potter, Gonzalo. ¿Quieres volver a comer lodo?
—Huy, pero que miedo —se burla Juan riendo.
—Cállate estúpido español. ¿Alguien te ha dicho que no entendemos ni una mierda de lo que dices?
Aprieto los labios con fuerza, la rabia me invade por completo, pero si terminamos en una pelea estaremos suspendidos
—Eh, calmaos, tíos.
—Gonzalo, vete o me veré obligado a reportarte con cualquier profesor, sabes que estás advertido por la directora —le recuerdo —no te conviene, sobre todo tú, Juan. No tienes por qué seguir sus órdenes.
—¿Así qué dejas que tu noviecita te defienda?, que patético, aquí tenemos a un gallina.
—No tenemos porque hacerle caso —le digo a Elliot —le fala neuronas, ya que no le dieron acido fólico.
Nos damos media vuelta dejando atrás al par de bravucones. Elliot todavía sigue furioso y puedo notar su expresión y esos ojos que se cristalizan.
—No valen la pena. ¿Te encuentras bien?
—Supongo.
—Eh, no me rompas el corazón con esa expresión, Elli, por favor —cuando hemos perdido de vista a los chicos, me detengo frente a él y ahueco su rostro entre mis manos a pesar que él se más alto que yo —no hagas caso a sus palabras, ellos se alimentan de tus sentimientos, he aprendido a ignorar personas tan crueles y demostrarles con una sonrisa y la cabeza en alto que no me hacen daño, porque ellos no nos conocen, ellos no saben de lo que llevamos dentro.
—¿Y qué llevamos dentro? —Me pregunta evitando llorar.
—Nuestra mejor versión, Elliot, esa es nuestra grandiosa armadura que llevamos para evitar que nuestro mundo se derrumbe. Ven aquí.
Al momento envuelvo mis brazos alrededor de su cuerpo. Su colonia varonil invade mis fosas nasales y acepta mi abrazo. He conocido por primera vez una faceta diferente de Elliot, siempre lo he visto saltando de alegría y ahora mismo le veo sin ganas, como si sus baterías se hubieran agotado.
—Gracias —me susurra.
—No hay de qué. ¿Si te invito a un helado volverás a sonreír?
—Vale, acepto tu oferta.
Me rio y me aparto de él para luego comenzar a caminar en busca de un puesto de helados.
ツ ツ ツ
H
ellou!
¿Qué les ha parecido este capítulo? ❤
¿Son más cómo Elliot o Leticia?
¿Son de enamorarse rápidamente? (」゚ロ゚)」
:3
Gracias por leer esta comedia romántica, hace tiempo que no escribía una y me ha costado. (*´∀'*)
¿Pero qué les parece?
Gracias por su apoyo. ( ˘ ³˘)♥
¡Abrazos!
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