4|Peligro es mi segundo nombre.
—¿Cuál ha sido tu promedio de este bimestre?
Me pregunta Elliot mientras nos sentamos en una banca frente al Palacio de Bellas Artes, me encanta ver la arquitectura del edificio, entre ellos destaca el arte decó y art Nouveau y en su interior, uf, uno se queda sin palabras al apreciar tanta belleza.
—Nueve punto ocho —suspiro. Elliot alza las cejas de manera divertida y me roba un chicharrón de la bolsa, sin embargo, no le digo nada —¿Y qué hay de ti?
—Me fue bien.
—He, te he dicho mi promedio, no se vale —le doy un empujón con mi brazo y se ríe. Contempla por unos segundos el panorama que hay frente a sus ojos y realiza un puchero con los labios.
—He obtenido diez de promedio.
—¡¿QUÉ!?
Le miro con total admiración y le aplaudo.
—Lo tienes merecido, Elliot, bien hecho.
—Tampoco a ti te fue tan mal.
Encojo los hombros.
—Que va, lo más importante para mí es lo que aprendí este bimestre —dejo escapar una bocanada de aire —ya será para la próxima. Aunque, me sorprende, no estoy dudando de tus capacidades, es que nunca te vi tocar un libro. ¿Tienes algún secreto para estudiar?
—¿Me has estado observando todo este tiempo? —Realiza un baile ridículo con las cejas.
Realizo una o con los labios. Mierda, ¿ahora qué le contesto?
No es que lo haya estado espiando todo este tiempo, no, para nada.
—Sigue soñando —le respondo de manera astuta y tomo un chicharrón para llevármelo a la boca.
—No tiene nada de malo, sé que soy jodidamente atractivo.
—Eres vanidoso, eso es lo que eres.
Elliot blanquea los ojos al mismo tiempo que me regala una sonrisa.
—Como sea, tenemos que celebrar que este semestre ha terminado, Leti, ¿sabes de algún lugar donde podamos ir?
—A nuestras espaldas cruzando la avenida hay un Burger King, sino quieres, cerca del zócalo hay una cafetería que me gusta, se llama el Cielo.
—Son buenas opciones, pero, ¿por qué no celebramos de otra manera?
Ladeo la cabeza y miro hacia a los costados para luego fijar mi mirada en él.
—Bueno, no soy adivina, Elliot, ¿qué quieres hacer?
—¿Alguna vez te has detenido a pensar las cosas qué te gustarían hacer, pero que no te atreves?
—Uh, sí. Por ejemplo: Nadar con tiburones, es demasiado tentador, pero, ¿y si me comen?
—Eres tan graciosa —me llevo una mano a la mejilla y bato las pestañas —pero, no es precisamente de lo que hablo, sino a tomar riesgos mínimos, por ejemplo: Dar un paseo por toda la ciudad en el famoso TuriBus de la ciudad.
—Já, cuando veas los precios no querrás ni estar cerca de uno. Además, se necesita un fin de semana para poder organizar un paseo completo en todas las rutas, ahora mismo deben ser como las tres y media, el ultimo bus deja de trabajar a las nueve de la noche.
Al instante me percato que estoy hablando demasiado rápido para que Elliot pueda procesar la información, él entrecierra los ojos con una expresión de desconcierto, al instante cierro el pico y le ofrezco otra fritura.
—Vale, me parece que conoces como funciona, andando, no te preocupes del pasaje, yo invito.
—Estás loco —sin embargo, me ha dejado de escuchar y enseguida se echa la mochila a los hombros para empezar a caminar en dirección al parque de la Alameda —no es por ahí.
—¡Pues andando, tía!, tú eres la guía.
—Ni creas que iré contigo, es peligroso.
—Peligro es mi segundo nombre —lanzo una risa fingida burlándome de su comentario. Se acomoda la corbata del uniforme y se enrolla las mangas de su camiseta hasta los codos.
—Seguro y tu apellido es internado en urgencias.
—Por favor —suplica juntando las palmas de su mano frente a su pecho —es nuestro momento, señorita Guzmán. Somos buenos estudiantes y no estamos haciendo nada malo, te prometo que después puedo acompañarte a casa, a pesar de que la mía está al otro extremo de la ciudad. ¿sííí?
Debería dejar que se vaya, antes de que pueda hacer una total locura, sin embargo, no quiero mentirles, en serio tengo unas ganas de ir de paseo, hace mucho que no voy de visita al museo de antropología, al castillo y a la casa de Frida Khalo.
Le pido que guarde un segundo al instante que rebusco entre los compartimentos de la mochila el celular, desbloqueo la pantalla y rebusco entre los contactos del WhatsApp el número de Nadia, a ella es la que le pido permiso cuando nuestros padres están ocupados en el trabajo.
Tecleo rápidamente y envío el mensaje.
En cinco minutos obtengo respuesta.
Nadia
Está bien, pero ya sabes, un ojo al gato y otro al garabato. No llegues tarde a casa. ¿De acuerdo?, confío en ti.
Leti
Claro que sí, estaré al pendiente y si tengo que usar mis habilidades de karateca, lo haré. ¡GRACIAS!
:3
Nadia
Saluda al chaval de mi parte. 7u7. Y no se excedan en la diversión.
Leti
Que graciosa, chao.
—¿Y bien?
—Tú ganas —le hago saber y comienzo a caminar mientras él me pisa los talones —¡síganme los buenos!
Digo haciendo referencia a la frase que usaba el chapulín colorado en su programa.
En veinte minutos, los dos estamos en el bus, sentados en el segundo piso observando la ciudad. Elliot saca su celular para tomarle foto a todo lo que es desconocido ante sus ojos, entre ellas el ángel de Independencia y el monumento a la Revolución.
El calor está en su punto y ahora mismo siento que me derrito, me deshago del saco y lo uso como sombrilla para no quemarme y quedar después roja como una cereza.
—¡¿Qué es eso que se ve a lo lejos?! —Me pregunta.
—Es la basílica de Guadalupe, es una iglesia católica.
—Vale, que guay.
—Por supuesto que lo es.
—¿Qué lugares te gustan de la ciudad?
Me llevo una mano a la barbilla pensando.
—Uf, tengo muchos, entre ellos está la torre Latinoamericana, la que vimos frente al Palacio de Bellas Artes, ah, que también es de mis favoritas, también están los museos que son demasiados, uf, pero mi mayor atracción es el castillo de Chapultepec y su zoológico que no terminas de recorrer en un día por lo grande que es.
—Suena interesante, ¿podemos ir ahí?
—Como en media hora estaremos llegando a esa parada —le informo y los ojos le brillan de la emoción.
—¿Y si tuvieras que escoger un solo lugar? ¿Cuál sería?
—La torre Latinoamericana —comento con seguridad —es tan alta, que puedes ver toda la ciudad.
Él asiente con la cabeza. Al instante el flash de su celular me da al rostro y lanza un chillido.
—Maldito móvil, creí que se lo había quitado —se ríe apenado.
—Me tomaste una foto.
—Eh, no. Le quería tomar una foto al edificio que acabamos de pasar —entrecierro los ojos mientras niego con la cabeza.
—Mientes fatal.
—Ugh, me declaro culpable, tía —alza los brazos en señal de rendición —¡¿Pero es qué no te has visto en un espejo!?, te dedicaría mi galería entera con tus fotos.
Me estrello una mano en la frente sin creer lo que me está diciendo.
Por otra parte, me parece un gesto adorable viniendo de su parte, si no me caería bien, ahora mismo le lanzaba el celular fuera del bus, pero mi nivel de maldad no llega a ese extremo.
Elliot se pasa una mano por el cabello para acomodárselo, ya que está hecho un desastre como un nido de pájaros.
—¿Estás cabreada conmigo?
Niego con la cabeza y le regalo una sonrisa.
—Es muy gentil de tu parte querer tener un álbum completo de mí, algo super raro, ¿pero por qué?
—Me gusta la fotografía. —Al notar mi confusión —bien, la verdad es que debería dejar de hacerle caso a los consejos estúpidos que me da Samuel acerca de cómo flipar sin que me manden a freír espárragos o tengan ganas de estampar mi rostro en un libro, a estas alturas, soy pésimo.
—Creo que es lindo lo que quieres hacer. No hay necesidad de tirar la casa por la ventana para llamar la atención.
—¿Dijiste que soy lindo? ¡¿De verdad lo crees?!, Leti no juegues con mis sentimientos.
No le respondo y le dejo con la intriga cuando veo a lo lejos la parada para el castillo, al instante me levanto tomando la mochila y él me sigue mientras bajo la escalera, esperamos que el bus se detenga por completo y las puertas se abren para bajar. La peor parte es cuando intentamos cruzar la avenida, ya que de ambas direcciones circulan los autos, a pesar de que hay un semáforo para peatones, este no funciona.
Enseguida me sorprendo cuando su mano se cuela en la mía y me sujeta con fuerza, me percato de sus intenciones y pienso que es una idea descabellada. No puedo echarme hacia atrás, porque cuando ve la oportunidad, tira de mi brazo y corremos como un par de locos, mi corazón late desbocado por la adrenalina. Cuando llegamos al otro lado, me permito liberar esa tensión inhalando y exhalando aire.
—Te lo dije, peligro.
No puedo más y formo un puño con la mano y le doy en el hombro sin importar que se queje y doy media vuelta adentrándome al sendero de Chapultepec.
—Patético —susurro mientras avanzo.
Le escucho quejarse y se incorpora a mi costado, pero no abre la boca. Sabe que ha sido peligroso. Le guio hasta la taquilla y reviso los precios que se muestran en un cartel. Hay bastante personas a mi alrededor. Saco de mi cartera mi tarjeta de estudiante, ya que tenemos descuento.
—Eh, Leti.
—Shhh —le callo mientras camino a la fila.
—¿Me perdonas con unos churros dulces? —Niego —¿Con una mazorca de los que te gustan? ¿Con unas tortitas de nata?
—No podemos entrar al castillo con comida —comento echándole un rápido vistazo. Libera un suspiro dándose por vencido y sonrío disimuladamente, detesto ser dura, pero se lo merece.
Compramos los boletos y nos aproximamos a una de las batallas que tanto visitante se tiene que enfrentar: Caminar.
Para llegar al castillo se tiene que subir una larga colina inclinada (una elevación de casi 2325 metros), según indica en una pantalla, en la que poco a poco uno va teniendo una vista hermosa de las áreas verdes del parque y los suburbios, también uno puede ver el parque de diversiones Chapultepec que está más lejos del lugar.
El lugar es una maravilla, esta lleno de historia y uno puede sentirse conectado con el ambiente al instante que uno recorre cada escalinata, jardín, salas y vestíbulos. Nos toma veinte minutos en llegar a la cima, ya que Elliot necesitaba descansar cada cinco pasos. Le ofrezco que se tome de mi hombro para descansar y me encargo de entregar los boletos y de inmediato ponemos un pie adentro.
Uno pierde el aliento, no solo del cansancio, sino del panorama que uno aprecia frente a sus ojos.
A pesar de que finjo estar molesta con él, no pierde la oportunidad de pedirme que le tome unas cuantas fotos con los niños héroes, las plantas y el paisaje que se deja apreciar en uno de los balcones.
—¿Te tomas una conmigo?
Me pregunta realizando un puchero con los labios. Es imposible mantenerse seria cuando él no pone de su parte, ¿qué nunca se enoja?
Ahora entiendo cuando mi familia me dice dramática. Sin embargo, cuando paso el rato junto a Elliot, presiento que la situación se torna diferente, la verdad es que no me siento incomoda que me vean andando con un chico, es divertido.
Hace que las cosas aburridas sean más divertidas.
—Ya que —encojo los hombros.
No entiendo como lo logra, me encantaría ser más como él. Así que después de darle la vuelta a los rincones del castillo, nos sentamos en una banca que está en el jardín.
Divago dentro de mi cabeza, mientras él se entretiene con su celular compartiendo las imágenes a su familia. Aparto la mirada de lo que está haciendo antes de que se percate y me etiquete como chismosa.
No puedo más y entonces hablo.
—Me gustaría ser más como tú.
—¿Un tío? —Blanqueo los ojos ante su necedad, pero logra sacarme una sonrisa, lo ha hecho intencional —porque siendo sincero, no te quedaría, eres mucho más maja, así como eres.
—Cielos, que mal he hecho para tener que soportarlo —digo mirando al cielo, aunque solo es una broma.
—¡Oye!, ¿quieres ser cómo yo? ¿Se te ha ido la pinza?, porque a mí me encantaría ser como tú, tener tu mejor versión, ser menos revoltoso y aprender a ser maduro.
—Madurar es para las frutas, Elliot —esta vez él es el que sorprende ante de mi comentario y se ríe a carcajadas ganando así miradas curiosas de las personas que pasan frente a nosotros. —Ya, ¿qué dices?
—¿Estás de coña, Leti?
Pero él ya sabe la respuesta y vuelve a reírse con más intensidad que me dan ganas en serio de estrellarle un libro.
ツ ツ ツ
Apreciación estética de Elliot:
¿Se te ha ido la pinza?: quiere decir que se le ha ido la cabeza, se ha vuelto loco.
Chicharrones: No es la piel de cerdo crujiente que se come. Sino que en México existe una fritura de masa que la llamamos de esa manera y la hay de diferentes formas y colores. Se pone en aceite calientes y estas crecen.
También se puede conseguir en las ferias.
Churros: No es el cigarro. Es una masa de harina que se fríe y queda crujiente. En México y España se conoce como tal. Puede estar espolvoreadas en azúcar o rellenas de chocolate, cajeta u otro dulce.
...
¡¿Qué tal?!
¿Qué les ha parecido este capítulo?
:3
¿Qué nombre recibiría este shipp? ❤
¿Son más como Leti o Elliot?
Gracias por su apoyo y animarse a reírse un rato. ❤ No dejen de hacerlo.
Abrazos y besos.
:3
KHYL 🍭
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