3|Cruel es bueno.

Ha pasado dos semanas desde que conocí a Elliot Salas y no ha sido tan malo como pensé, ha resultado ser un gran compañero, habla hasta por los codos, pero su emoción es contagiable.

A pesar de que no compartimos la misma clase, siempre quedamos con vernos en las gradas frente a las canchas de baloncesto a la intemperie. Desde que mencioné la lucha libre, ha estado insistiendo para que asistamos a una, no fue una gran idea mencionarlo, debí convencerlo para que conozca el castillo de Chapultepec o el museo de Replay y cera, pero no.

Sin embargo, tampoco estaba quieto en el WhatsApp, así que he tratado de convencer a mi padre, se rió con todas sus fuerzas cuando se lo comenté, pero, al darse cuenta que hablaba en serio, me mostró el precio de los boletos y me fui para atrás.

Están carísimos y yo no tengo ni un peso.

Así que lo he invitado a mi casa, era una suerte que papá se haya ganado en la rifa de navidad del año pasado una televisión plasma, fue su mejor fiesta de profesores de su vida, porque al fin ganaba algo.

—¡Por Narnia! ¡¿Ese es Elliot?!

Mi hermana mayor sujeta mi celular y le echa un vistazo a la foto de perfil que tiene el chico en su whats, al instante se lanza a la cama cayendo boca abajo mientras me doy cuenta de lo que pretende.

—¡Deja de meterte dónde no te llaman, Nadia!

—¡Pero sí está guapísimo ese chico! —Realiza un baile ridículo con las cejas a la vez que me arroja una expresión macabra —ahora entiendo cuando dicen que los españoles son realmente sexys. ¿No tendrá un hermano mayor?

Blanqueo los ojos.

Sí.

—No —le quito el celular de las manos y realiza un puchero con los labios decepcionada —aun así, no te lo presentaría.

Se llama Samuel y es lindo. Pienso.

—Eres cruel, Leti.

—Cruel es bueno —le contesto orgullosa —¿Y bien? ¿Cómo me veo?

—Eso es un pijama, ridícula —se ríe y trato de no perder la paciencia —es broma, es broma, ¿por qué no te maquillas un poco?, te verías más chula, carnalita.

—Paso —me siento en la orilla de la cama para ponerme mis tenis. Ni siquiera estoy andando en ropa de dormir y si lo hiciera, usaría el de estampados de extraterrestres bailando cumbia.

He preferido usar unos pantalones cómodos y una sudadera de Star Wars. Me echo un último vistazo al espejo y me acomodo los lentes.

El cabello no es un problema, porque lo llevo corto.

—Vamos, solo un poquito de brillo labial e iluminador, te verías deslumbrante y harás babear al chico.

Ahora soy yo quién se ríe ante su sugerencia. Nadia es coqueta por naturaleza, su especialidad es ser enamoradiza demostrándole a todo mundo que puede ser algo más que un rostro bonito.

Ella es morena, me encanta su piel canela, tiene esos ojos cafés oscuros que la identifican con mamá. Al menos ella no tiene por qué preocuparse en quedar colorada en los días soleados.

—No es una cita.

—No lo es, porque estaremos todos, ¿verdad? Ándale, ya quisieras estar a solas con él.

—No te ilusiones, no es lo que quiero —y lo digo con sinceridad —somos amigos.

Weeey, ¿quieres escuchar mi imitación española?

Niego con la cabeza al darme cuenta que no me ha escuchado.

¡Chavales! ¡Creí que lo habéis pillado!

Antes de que pueda hablar, mi celular vibra y desbloqueo la pantalla, es él y está en la puerta.

—¡PAPÁ! ¡¿SE HA PUESTO SUS PANTALONES DECENTES?! ¡ELLIOT YA LLEGÓ!

—¡Ey, ya me dejaste sorda!

Se queja, sin embargo, le doy el avión y salgo corriendo de la habitación.

—¡Ya voy! —Anuncia papá —¡¿Alguien ha visto mi cinturón?! ¡Se me están cayendo los pantalones!

—¡Pá! —Chillo una vez que llego al recibidor para abrir —ya, vaya rápido a la habitación.

—Revisa en los cajones —le indica mamá sentada en el sillón terminando sus deberes para su próxima clase y se levanta para ir con él— siempre anda de olvidadizo. Tú atiende a tu amigo mientras que trato de que tu padre no ande de chismoso.

Le doy las gracias antes de irse. Me acomodo un mechón de cabello y enseguida me percato de lo que estoy haciendo.

Soy patética. ¿Les he dicho que estoy nerviosa?

Ando al full.

Giro la perilla y abro la puerta. Al instante un sorprendido Elliot reacciona, bajo la vista hacia lo que lleva entre brazos. Además, va vestido con ropa deportiva.

—¡Buenas tardes, Leti! ¿Cómo estáis?

—Buenas tardes, Elliot, ando de maravilla, adelante —me aparto para qué el pueda acceder —veo que trajiste dulces.

—Oh, sí. ¿Sabes?, antes de pisar tu casa, tus vecinos aparecieron de repente y me dijeron: Bienvenido al barrio ese, ¡ahí nos vidrios!, que agradables sujetos, no entendí nada.

Me rio y cierro la puerta tras mi espalda.

—Solo te estaban cotorreando. Así hablan algunos de por aquí.

—¿Coto... Qué? —Alza las cejas impresionado.

—Cotorreando, significa: bromeando, broma.

—Vale, mira, también traje paella, lo prometido es deuda. —Me muestra el touper de plástico.

—¿Pa ella? ¿Y para nosotros no hay? —Ese ha sido mi querido padre asomándose desde el umbral de la cocina.

—No, papá, Elliot ha traído paella, una comida tradicional de España.

Le aclaro y él forma una o con los labios y camina en nuestra dirección para presentarse.

—Muchas gracias por recibirme, señor Guzmán, soy Elliot Salas y no se preocupe que traje comida para todos.

Mientras Elliot trata de estrechar su mano con mi papá, le lanzo una mirada de advertencia. Le he dejado claro que es un amigo con un discurso de una hora informándole que las chicas y chicos pueden ser amigos.

Él lo entendió después de media hora ya fastidiado.

—Bienvenido, Elliot.

—Ya, mejor pasemos a la sala, ya está por comenzar la transmisión en vivo —le informo al invitado, mientras tanto, le ayudo con lo que ha traído para ponerlo en la mesita en medio de la habitación.

—¡Sí! Estoy listo.

Él se quita la campera al instante que se deja caer sobre el sillón. Nadia llega con un tazón de palomitas a punto de rebozar.

—Nadia, ¿así que te nos unes?

—¡Claro que sí!

Me guiña un ojo. Seguidamente se presenta con Elliot.

Que rara, ella detesta los deportes violentos.

—Su casa es muy guay.

—Gracias —responde Nadia mientras trato de encontrar el canal de deporte —¿Cómo conociste a mi hermanita?

Blanqueo los ojos.

—Gracias a una máquina expendedora.

Ni siquiera lo estoy mirando, pero sé que está sonriendo.

Trato de concentrarme hasta dar con el dichoso canal.

—¡Ya está! ¡Justo a tiempo!

—Hemos preparado tacos por si gustas.

—Nadia, shhh, era una sorpresa.

—Ups —lanza una risa apenada.

—Eres un amor, Leti, así que, ¿has preparado tacos para mí?

—No te ilusiones, chaval, es sábado de tacos —le guiño el ojo.

He estado como loca investigando por internet frases españolas con tal de entenderlo.

—Vale, lo que tú digas.

Dice de manera coqueta y frunzo el ceño sin entender a que ha venido ese comentario.

Chicos, son tan raros.

Me dejo caer en el otro extremo del sillón con tal de mantener mi distancia y para que Nadia no empiece a tirarme miradas disimuladas, sé de lo que es capaz. Lo mismo me hizo con Fernando, el vecino, hace cinco años atrás.

¡Ella creyó que me gustaba! ¡Y terminó encerrándonos en el armario sin saber que él era claustrofóbico!

Por poco se muere y desde entonces, ya no me habla.

Rayos.

En veinte minutos Elliot se ha vuelto loco gritándole a los luchadores en la pantalla.

—¡Dadle con la silla, tío! ¡¿No ves tres en un burro!?

Nadia comienza a reírse viendo la escena que ha montado mi amigo, trato de reprimir una risa porque en verdad es gracioso.

—¡Qué hostia!, esto es emocionante —nos comenta —tías, jamás me había sentido tan bien.

—Ya nos dimos cuenta —comenta ella —bueno, les dejo, voy ayudar en la cocina.

Al instante se lleva también la comida que trajo Elliot para servirla cuando la transmisión finalice.

Ha sido idea de mis padres invitarlo también a la cena.

No me percato en qué momento me lo quedo mirando en sus payasadas, que enseguida se percata y le regalo una sonrisa.

—¿Qué pasa?

—¿Qué de qué? —Le pregunto.

Él encoge los hombros y deja de ver la televisión y se sienta.

—Ahora mismo tenéis toda mi atención.

Me rio.

—Sigamos viendo la lucha, que para eso te he invitado.

Desvío la mirada para seguir viendo la lucha. Ahora mismo uno de los luchadores enmascarados ha alzado con todas sus fuerzas a su contrincante para arrojarlo fuera del cuadrilátero.

Uh, esa caída no fue agradable.

—Y yo creyendo que querías pasar el rato conmigo —comenta después de un momento de silencio

—Te ilusionas muy rápido, ¿verdad?

—Es la primera vez —me confiesa y siento el corazón latir más rápido de lo normal.

—Yo...

—Está bien, mejor me callo, ya que dicen que calladito se ve uno más guapo.

Me lanza una sonrisa sincera y aparta la mirada.

Tiene un perfil muy lindo, si supiera dibujar cómo una profesional, no dudaría en ir por una hoja y un lápiz, sin embargo, ni siquiera un cuadrado perfecto sé hacer.

Mis habilidades artísticas solo rinden en música, amo tocar la guitarra.

La cena transcurre entre pláticas, Elliot nos comparte sobre su cultura y las costumbres que tienen en España, la cual, son similares con la nuestra.

Por un instante, pierdo el hilo de la conversación al estar sumida en mi comida, cuando pruebo la paella, ya no hay vuelta atrás. Mamá me detiene para que no acabe con la comida, por otro lado, han dejado que Elliot coma los tacos que quiera y cuantos quiera.

¡Seguro se ha comido como seis!

No tiene llenadera.

—Es lo mejor que he probado —me comenta. Sus ojos brillan cada vez que ve un taco —le preguntaré a mi madre si podemos hacer tacos.

—Te aconsejo que no sigas dándole más a los tacos o vas terminar empachado —le recomiendo —es decir, te dolerá el estómago de tanto comer.

—¡Pero si está delicioso! Dime, ¿qué tal la paella? ¿Te ha gustado?

—Ha estado deliciosa, gracias.

—De nada, es una comida valenciana. A mí me encanta su sabor, se le llama paella, porque está hecha en una sartén grande y ancha. Ésta es de mariscos, más conocida como paella marinera.

Y a mí me encantas tú. Pienso.

¿Pero qué?

Nooo.

—Eh, enseguida vuelvo —le aviso levantándome de la silla con rapidez.

—¿Todo bien?

—Sí, sí, un momento.

Me dirijo hasta el baño y me encierro. Le echo un vistazo a la Leti que se refleja en el espejo y lanzo una maldición en voz baja.

Me aparto los lentes y me lavo el rostro. Tengo una sensación en mi interior que me anda molestando demasiado. Y es difícil tratar de que se esfume.

—Carnalita, ¿todo bien?

—Creo que me hicieron mal las salsas —suelto enseguida y me arrepiento de tal estupidez. Nadia lanza una risa del otro lado de la puerta.

—¿Segura qué son las salsas?, porque nunca te habías sentido mal, hasta hoy.

—Nadia...

—Oye, soy tu hermana, sé que me fascina molestarte, pero puedes confiar en mí.

—Luego andas de chismosa.

—Pero ¿qué dices? Bueno, esta vez no lo haré, lo prometo por el meñique. Ándale, no te me achicopales. Elliot anda preocupado.

Siento una invasión galáctica en el estómago.

—¿A poco tiene que ver con el morrito?

—Creo que le gusto —le confieso.

Apoyo mi cabeza sobre la puerta y escucho que lance un chillido de alegría.

—Creí que no lo habías notado —susurra. Le abro la puerta para mirarla —me di cuenta de cómo te mira, no debes sentirte mal, Leti, es natural sentirse extraña.

—Pero, ¿cómo puede ser posible?

—Tal vez estas semanas que lleva conviviendo contigo se ha dado cuenta de lo buena que eres, ¿tu no?, eres todo un amor, Leti, algo distraída, pero lo eres. Tienes muchas virtudes como defectos, pero no hay nada de malo de ser como eres y tú eres la primera en saberlo.

—Él es muy divertido, yo soy aburrida.

—Escucha, Leticia —abro los ojos sorprendida, es la primera vez que la escucho pronunciar mi nombre. Esto es serio —quiero darte un consejo de hermana a hermana, ¿va?

—Te escucho.

—Diviértete todo lo que puedas este ultimo año, no quiero decir que te conviertas en una total rebelde y flojita —se ríe —sino que aprendas hacer un poco suelta como él.

—No sabes lo que dices, Nadia, Elliot es un torbellino.

—Pero de alguna manera su amistad es compatible, ¿no?

—En la escuela nos odian —blanqueo los ojos —nuestra generación es toda una bola de imbéciles.

Nadia no puede contener las risas. Después de nuestra platica, regresamos al comedor donde Elliot se ha quedado charlando con mis padres.

—Este chico me cae muy bien, cuenta unos chistes buenísimos —comenta papá entre risas y yo le echo una mirada a Elliot que enseguida se encoge de hombros.

—Le he contado el de Superman, se ha reído.

—Es que también ama los chistes malísimos —le muestro la lengua en señal de burla.

—Creo que tu pasatiempo favorito se ha vuelto lastimarme el corazón —dice fingiendo estar indignado. Enseguida su celular vibra y revisa sus bolsillos para luego desbloquear el celular —es mi madre, dice que en media hora viene por mí.

—Va, Leti, querida, ¿por qué no vas a dar una vuelta con tu amigo?, así le muestras el barrio.

Sugiere mamá y realizo una sonrisa forzada.

Rayos.

—¡Eso me encantaría! —Anuncia él.

Auch. 

ツ ツ ツ

Que onda ese: Cómo va todo.

Ahí los vidrios: Expresión que se usa para despedirse: nos vemos luego.

Morro (a) o morrito (a) : niño, niña chico, chica.

Achicopalar o agüitar: Estar triste o desanimado.

Hostia: Golpe. 

Nos ves tres en un burro: Expresión española que conota distracción.

Siento mucho la demora. :3

Ahora que las clases en línea han regresado, con ella han llegado las cargas de tarea. :(
Tengo proyectos grandes, en la cual me cuestan seguir el ritmo de las actualizaciones.

Sin embargo, ¡aquí hay nuevo capítulo!

¿Qué les ha parecido?

¿Cuál ha sido su reacción?

Yo me ando enamorando de Elliot jajaja.

:3

Estaré leyendo sus comentarios. ❤

Gracias por su apoyo.

Fuerzas como siempre.

KHYL. 🍭

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