7
¿Qué es el amor?
— Al fin despiertas, Colette —escuchó una voz femenina—. Bienvenida a la realidad de nuevo —una linterna apuntó a sus ojos y Colette volvió en sí logrando que el zumbido desapareciera. Quiso sentarse, más le fue imposible porque su cuerpo no le respondía—. No te aceleres por levantarte, te acabas de despertar luego de tres días.
— ¿Tres días...? —preguntó la albina sintiendo un repentino dolor de cabeza, lo que le causó poner su mano sobre su frente—. Se sintió como un instante... —la mujer revisó de nuevo sus ojos con la linterna y Colette se molestó por eso, su dolor aumentaba con el aparato enfrente—. ¿Puede parar de hacer eso?
— Lo lamento, es solo para asegurarme que estás cien por ciento despierta. El doctor Edgar advirtió al doctor Fang que sueles hablar dormida, y él me lo advirtió —Colette se sentó lentamente y miró a la doctora que tenía frente a ella. Se asustó un poco al darse cuenta que su piel era púrpura como su pelo, pero no quiso demostrarlo para no hacerla sentir mal. Tenía una bata, y muchos vendajes, y soltaba un aroma extraño.
— Disculpe... ¿Quién...? —no pudo terminar por la sorpresa que le dio ver a Edgar a su lado, con la cabeza recostada en la orilla de su cama y su cuerpo en el suelo, plácidamente dormido—. Edgar... —murmuró—, ¿qué estás...?
— Shh... —la calló la doctora—, casi no ha dormido —ella lo miró con cierta dulzura—. Es tan dedicado... Tú eres su primer paciente y como creía que ibas a despertar rápido, se quedó a tu lado todo el tiempo. Afligido, como si temiera que no lograras despertar —la doctora pasó su mano por el rostro de Edgar, ese gesto hizo que Colette la mirara con sospecha—. Pobrecito... Qué susto le diste...
— ¿Quién es usted? —le preguntó tajante y agarrando su brazo para evitar que siguiera tocando a Edgar.
— Oh, es cierto... —carraspeó quitando su mano del agarre de Colette con algo de brusquedad—. No te he dicho mi nombre. Soy Emz, doctora Emz, así me puedes llamar.
— Bien... Doctora, am... —Colette se rascó la nuca dudosa de hacer la pregunta que tenía en mente:— ¿De dónde conoce a mi médico? Sé que es nuevo, y dudo que ya conozca a todo el personal en el corto tiempo que ha estado aquí.
— Edgar fue mi paciente por tres años, supongo que ya sabes que él fue paciente antes de atenderte. Su actual apariencia de seguro te dio una pista.
— ¿Quiere decir que usted también fue una paciente?
— Eh... Sí, bueno, más o menos. Aunque creo, que lo mejor será que me vaya. Edgar puede despertar y la última vez que nos vimos no tuvimos la mejor charla de todas nuestras consultas —Emz se paró y se agachó, a continuación dio un beso en la frente a Edgar, Colette apretó sus manos molesta y Emz susurró:— Deja de fingir que duermes, ya sabes que tenemos que hablar —fue tan bajo y tan cerca de la oreja del muchacho que Colette no pudo oírlo.
— Que tenga un buen día, doctora Emz —le dijo la albina con una mirada ensombrecida, para demostrarle que no le agradaba.
— Muchísimas gracias, igualmente —asintió Emz con una sonrisa falsa entendiendo el mensaje. Con eso, se marchó. Colette suspiró frunciendo su ceño. Sintió que se sonrojaba viendo a Edgar.
— Llorón... —farfulló—, despierta... —agregó picando con su dedo el rostro de él. Edgar no pudo evitar soltar una risa sorprendiendo a Colette. Abrió los ojos al instante y abrazó a Colette de la nada. Ella estuvo confundida por unos segundos, mas luego de reaccionar, lo envolvió con sus brazos por la cintura.
— Pensé que no... —susurró él.
— ¿Que no despertaría? —le preguntó ella apartándose—. ¿No me conoces lo suficiente como para saber que es difícil deshacerse de mí? —se empezó a reír y Edgar respiró hondo aliviado.
— Recordaste —sonrió él—, siendo sincero, esperaba que tardaras más tiempo.
— ¡Ay, sí...! ¿No planeabas decírmelo nunca? —exclamó estirándose con sus brazos arriba y juntos, dando un bostezo—. Muero de hambre... —murmuró.
— Pasaste tres días sin comer, eso es obvio. Haré que te traigan tu comida pronto.
— Te extrañé mucho, Ed —dijo de repente tomando sus manos—. Perdóname por haberte olvidado, estar encerrada en un cuarto sola me ha hecho mucho daño... O quizá hayan sido algunos medicamentos que me dieron. Casi olvido por completo el rostro de mis padres... Si no te hubieras aparecido, quizá no los recordaría.
— Yo también de extrañé —Edgar quitó una de sus manos de las de Colette y le revolvió el cabello. Pero, se detuvo al sentir un bulto entre su pelo. Él hizo un gesto desconcertado y ella se tocó la cabeza de igual manera con la misma cara de desorientación. Pronto sintieron que no era solo un bulto, sino que dos—. Deben ser parte de los cambios que sufrirás... —analizó.
— Cuernos... —ella bajó la mirada—, Btron me ha dicho: Te saldrán cuernos...
— No te preocupes, yo estaré contigo cuando eso suceda.
— ¿La doctora Emz estuvo contigo en los primeros cambios? —indagó claramente enojada.
— ¿Qué dices? —soltó una risa—. Ella ni siquiera me vio cuando pasó.
— No sé... Me pareció que te tenía mucho cariño —ella se cruzó de brazos y Edgar puso sus ojos en blanco.
— Emz fue la doctora que me trató con menos maldad, sin embargo, me torturó como Byron. Por eso fingía dormir, no la quiero ver. Me gustaría que te enteraras que fui un paciente por mi boca y no por la de ella...
— No te angusties, ya lo sabía —él la vio con cierto asombro—, el día que llegaste fue el mismo día que Byron me dijo que un paciente saldría. Pensé que ese paciente se iría y viviría entre la sociedad de nuevo... Cuando viniste, supe de inmediato que eras tú y que si a ti no te dejaron salir, menos a mí.
— No, Colette, eso no es... —él suspiró y puso su mano en la fuente de su nariz imitando un dolor de cabeza—, yo me quedé porque quise, tuve la opción de salir, pero... —guardó silencio en ese instante. Colette, en ese momento, contempló lo que Edgar sentía en su físico y lo difícil que sería que lo aceptaran en la "normalidad" del resto del mundo.
— Edgar, todavía te ves lo suficientemente normal como para estar entre los demás —le decía sonriente—, de seguro voy a verme horrenda cuando mis cambios terminen, la que no volverá a lo mismo, seré yo...
— No digas eso —gruñó Edgar dándole la espalda—. Cuando tus cambios terminen, ambos nos iremos de aquí y viviremos felizmente como antes —Colette se le quedó viendo en completo silencio, con su cara enrojecida, y Edgar continuó sin verla a la cara.
— Edgar, ¿sigues enamorado de mí? —él no tuvo una sola señal de querer regresar su rostro para mirar a los ojos a la albina en el resto de la conversación.
— ¿Enamorado, yo?
— Sí, tú. Cuando éramos niños me...
— No recuerdo eso.
— Ni siquiera me dejaste terminar, cuando éramos niños tú me dijiste antes de irme que te habías enamorado de mí y...
— Creo que dormir por tres días te ha hecho recordar, como a la vez afectado, las mismas memorias. Yo tengo claros los momentos en los que convivimos, y no recuerdo lo que dices. Te traerán tu comida, enviaré a una enfermera —agregó pasando su identificación y colocando la clave salió dejando a Colette con la palabra en la boca. Respiró hondo y recostó su cuerpo en la puerta cerrada con la cara totalmente roja de la vergüenza.
— ¡Ey, eres un grosero, un grosero! —le recriminó poniéndose de pie, aunque ya se había ido, era en vano. Bufó molesta y se acostó refunfuñando.
— Eso... Eso... —él gruñó y se cubrió el rostro colorado con su mano—, hubiera preferido que lo olvidaras por completo.
...
Piper era reconocida en el área de robótica por ser la mejor psicóloga, así es, psicóloga, eso lo que más les molestaba a los ingenieros y científicos, que ella era una simple psicóloga y tenía mejor sueldo que ellos, y su ascenso lo consiguió en un lapso de tiempo muy corto después de su transferencia. Era extraño para los demás e injusto que a pesar de ser solamente una psicóloga y sin ninguna ingeniería que le aportara en su currículum vitae, aceptar que desde que su llegada, el área aumentó su calidad considerablemente. Piper tenía muchos enemigos y rivales ahí, sin embargo, también amigos y por ellos no reaccionaba de mala manera a las habladurías.
Más aún por el aprecio que le tenía a su prototipo estrella: Rico. Ella no lo armó, ni mucho menos le dio vida, sino que entre conversaciones ella pudo percibir que él era más humano de lo que esperaban sus fabricantes. Piper lo apodó Rico, abreviando su nombre completo, que era Ricochet. Él le contaba que sufrió una gran serie de cambios que poco a poco lo volvieron en lo que era hoy en día. Esa tarde, Piper fue a ver su estado para su consulta diaria. Ya había visitado a sus demás pacientes, tenía todo lo que le quedaba del día para charlar con Rico. Él era, lo que ella consideraba, su favorito.
— Hola, Rico —sonrió resplandeciente la rubia en cuanto entró en el cuarto del robot. Rico se movía de un lado a otro, era como si pensara mucho en algo.
Pensar... Muchos de los robots no se molestaban en meditar un tema, fácilmente ellos buscaban en su base de datos y con eso se quedaban. Rico, en cambio, hacía lo contrario. No se quedaba con ninguna duda y siempre que llegaba Piper, él le hacía cuantas preguntas podía alcanzarle el tiempo. A Rico le agradaba que Piper no se molestara con él por preguntarle tanto, sus otros médicos le decían que eran cosas muy "humanas" para explicárselo.
— Buenas tardes, doctora Piper —contestó él sin dejar de moverse de un lado a otro.
— ¿Qué estás reflexionando ahora? —le preguntó riéndose un poco y tomando una libreta que había dejado en la silla que solía sentarse ella en sus consultas con él. Tenía la confianza de dejarla con él porque sabía que él nunca lo tomaría sin su autorización.
— Hay una emoción nueva del que me hablaste ayer que aún no logro entender.
— ¿La tristeza?
— No, es otra.
— ¿Entiendes lo de las emociones en extremo?
— Sí, todo aquello lo comprendo. La tristeza extrema puede ser depresión, la alegría extrema es gozo, el enojo extremo puede llegar a ser peligroso si no se maneja bien... Aunque, hay un sentimiento que une esas tres emociones a un punto que incluso asusta a las personas.
— ¿A cuál sentimiento te refieres?
— Al amor. Doctora, ¿qué es el amor? ¿Por qué vuelve locos a los humanos? —Piper se tomó su tiempo para contestar. Decidió que era mejor no anotar eso hasta estar segura de su respuesta, y Rico la miraba atento.
— Es casi inexplicable —dijo por fin—, algo que no puedes evitar. Cuando amas a alguien o a algo, haces lo que sea para que no se aleje de ti sin saber el motivo exacto y quieres protegerlo. Algunos dicen un dicho al que estoy en completo desacuerdo, pero, quizá tuvieron sus motivos para hacerlo.
— ¿Cuál es el refrán?
— Si lo amas, déjalo ir. En mi opinión, si amas algo o alguien, debes luchar por ello —Rico no le contestó centrado en mirarla fijamente. Era como si no lo entendiera, o eso percibió Piper, mas para Rico fue en realidad un silencio en el que empezaba a comprender muchas cosas que Piper le causaba—. Es complicado de explicar... —le dijo ella para cortar el silencio—. Quizá en algún momento lo entiendas si sigues avanzando con tus emociones. Céntrate en los tres que dijiste: alegría, enojo y tristeza.
— Así lo haré —contestó él y de pronto, la puerta se abrió. Era Byron.
A Rico no le gustaba que llegara Byron, porque los gestos que hacía su doctora no estaban entre los que eran más amigables o de agrado que existieran según su base de datos.
— Buenas tardes, mi querida Piper —le dijo él acercándose a la rubia de manera muy indiscreta, Piper suspiró y tomó algo de distancia.
— Buenas tardes, Byron —respondió cortante.
— Veo que hablabas de nuevo con Ricochet, dime, ¿cuánto ha avanzado en estos días?
— Rico presenta empatía con sus creadores —empezó a decir viendo sus anotaciones—. Es amable y considerado con todo que presenta vida, hace preguntas interesantes —Piper cerró su libreta y sonrió levemente al notar que Rico la escuchaba con atención, aún más que Byron—. Sus preguntas son tan impresionantes como él. Estoy segura que cumplirá con todos sus propósitos.
Lo que Rico estaba experimentando, era lo que se conocía como felicidad. Nadie hablaba tan bien de él como Piper, ella resplandecía mucho más cuando hacía eso.
— Qué bueno —respondió Byron—, apoyará en nuestro progreso —agregó jugando con un mechón de cabello de Piper. Ella se alejó más de él, nuevamente, con una cara de repulsión, por supuesto, trató la manera que no se notara.
— ¿Solo a eso viniste? ¿A revisar el avance de Rico? —preguntó Piper y de reojo miró a Rico, apenada porque él tuviera que ver una de las tantas escenitas que le hacía pasar Byron con su acoso. Sabía manejarlo, pero a veces Byron llegaba a unos límites que eran insoportables.
— Sí, a eso y a invitarte a salir, podemos cenar en el mejor restaurante de Finlandia, yo invito —ofreció, Piper rio tensa y se dedicó a hacer falsas anotaciones mientras se aproximaba a rico fingiendo que lo examinaba. Rico se dio cuenta de eso.
¿Cena? ¡Sí, claro! Como si ella no conociera a los tipos de su clase, siempre querían terminar en algo más que en una simple cena.
— Hoy me temo que no puedo, debo cuidar que Rico no sufra un cortocircuito por sus nuevas partes que han implementado los ingenieros.
— Trabajas demasiado, querida —le dijo atrayéndola hacia él desde la cintura. Piper sintió un escalofrío y regresó su rostro para evitar verlo de frente.
— Por favor, aléjate —declaró en tono molesto.
Disgusto, incomodidad, fastidio, eso creía sentir Rico, eso que se llamaba enojo. Su ojo pasó de ser amarillo a un tono carmesí viendo a Byron detenidamente.
— Tan trabajadora, debes tomar un descanso.
— ¿No me escuchaste? No quiero, estoy ocupada.
— Te estoy dando el día libre, ¿olvidas que soy tu jefe? —insistió Byron apretando más su cintura con su brazo y ladeando su rostro para besarla, Piper forcejeó, pero Byron la había tomado del cuello para evitar que se moviera. Fue cuando ese enojo que Rico estaba apreciando en su ser reaccionó y tomó a Piper alejándola del hombre con delicadeza, por otro lado, le dio a Byron un empujón que casi logra dejarlo en el suelo.
— Ella le dijo —empezó a decir Rico soltándola despacio— que se alejara —Piper quedó boquiabierta mirándolo, y Byron gruñó molesto.
Continuará...
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