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Rememorar 1
— Quiero conocer a mi paciente. Byron habló de una tal... "Colette".
— ¿Ver a tu primer paciente? —preguntó Shelly y negó con la cabeza—. Se tiene que seguir un protocolo, Edgar. Podemos ir a donde quieras, menos a conocer a Colette. Todo a su tiempo.
— ¿No nos podemos saltar el protocolo? —gruñó Edgar notando que Colt miraba con confusión a Shelly.
— Es un proceso, primero debes presentarnos tu solicitud de empleo y hacer una entrevista común y corriente... —empezó a decir, pero Colt la interrumpió.
— No es la mayor cosa, lo puede hacer después de terminar el recorrido.
— ¿Me puedes apoyar? —susurró Shelly al pelirrojo apretando los dientes.
— Ya da igual si él ve cómo se encuentra ella —undió sus hombros Colt—. Fui su doctor por dos años y llegué a la conclusión que no tiene empatía por ningún otro ser.
— ¡Tin-tin! ¡Correcto! —rio Edgar con socarronería—. ¿Estabas preocupada por mis sentimientos, doctora Shelly? Adorable, pero tranquila, no me afectará en absoluto ver a una chica pasar por el mismo trato que yo. Todo sea por el progreso —Shelly y Colt se miraron el uno al otro asombrados, no pudiendo creer que en verdad estuviese hablando como Byron. Shelly entendió que, como Colt le decía hace un rato, Byron sabía lo que hacía con sus pacientes.
— Bueno... —aclaró su voz Shelly—, si tú lo dices y un médico tan bueno como Colt lo recalca, creo que nos saltaremos el protocolo e iremos con tu paciente.
— ¿Tendrán su historial a la mano para empezar a estudiarlo? —les preguntó en cuanto empezaron el camino saliendo del área de recreación. El corredor era silencioso, y aunque Edgar ya lo había pasado, lo observó mejor y con mayor cuidado sabiendo que sería su nuevo espacio laboral.
— Por desgracia, ahora mismo no —explicó Shelly—, tendrás que hablar con Byron para eso.
— Comprendo —dijo mirando a su alrededor—. ¿Cuántos pacientes hay en el hospital? ¿Tienen una cifra exacta?
— Cada mes aumenta uno o dos pacientes —le contestó Colt—, por el momento, solo nos enfocamos en alrededor de veinte y treinta pacientes. Sin embargo, depende de la necesidad que tenga cada uno. Tu paciente, Colette, ella va a necesitarte en un año (si bien recuerdo), mas por ahora es una de nuestras prioridades.
— ¿Estas habitaciones que pasamos son de pacientes? —indagó notando las puertas que se encontraban en aquel eterno corredor, que parecía no tener un final.
— Son nuestras habitaciones —respondió Shelly—, los pacientes residen en otra área.
— ¿No han pensado en cambiar la decoración? Un hospital no es algo muy... "Hogareño".
— Byron no quiere cambiar el ambiente —declaró Shelly.
— Bueno, es de esperarse. ¿Y no han pensado en, no sé, buscar una vida fuera del hospital? Me refiero a rentar un apartamento o comprar una casa...
— Lo hemos pensado —sonrió de lado Colt—, pero al final nos damos cuenta que nuestra mejor opción es aquí: no pagamos renta, tampoco necesitamos un automóvil o pagar el boleto de autobús porque vivimos en el trabajo, y disfrutamos de tener amigos aquí. Lo único de lo que nos quejamos es de no tener cocina propia, aunque eso se resuelve si comemos en nuestras habitaciones. Y las compras las hacemos con nuestro increíble sueldo, este trabajo es más de lo que podríamos esperar de cualquier otro.
— Interesante... —murmuró Edgar—. ¿Cuántas áreas hay?
— Está el área de recreación —enumeró Shelly con sus dedos—, luego esta parte, que la llamamos Zona de Médicos, aunque separamos en cuatro secciones esta área: una para psicólogos, otra para psiquiatras, otra más para trabajadores sociales y la última es para enfermeros. El área de recreación para pacientes tampoco se queda atrás, y tenemos un área de visitantes (pero no recibimos tantas visitas que digamos), y, por último, tenemos el área de los pacientes se dividen de igual manera que la Zona de Médicos, en cuatro secciones: adultos, niños, robótica y resucitados.
— ¿Perdón? ¿Resucitados?
— Ajá —asintió Colt—, pero no hemos tenido mucho éxito en esa sección. Apenas con dos de nuestros pacientes.
— Umm... —fue la única respuesta de Edgar antes de notar que ya estaban cerca de su único cuarto en seis años, lugar en el que pasó encerrado y eso le dio un escalofrío, que no fue tan notorio, porque Edgar había aprendido el arte de parecer sereno en todo momento. Le causó más impacto interno el darse cuenta que su nueva paciente era su vecina de los últimos cuatro años. Una vez al mes la escuchaba gritar, siempre supuso que Byron tenía algún tipo de obsesión con ella, porque sus visitas eran casualmente cada dos o tres meses; con cada cosa que se enteraba de esta persona, más se intrigaba Edgar.
— Aquí es —le indicó Shelly, la pelimorada marcó en la puerta un código y escaneó su identificación en una pantalla frente a la puerta para que la misma se abriera—. ¿Estás seguro que tu paciente es Colette? Ella es un poco difícil de tratar, y al final, tú eres un principiante y no creo que Byron...
— Con lo impredecible que es Byron —la interrumpió Edgar—, ¿no sería esto algo común en él? ¿Una decisión de este tipo no es normal en su persona?
— Ahora que lees te crees intelectual... —farfulló Colt entre dientes. Edgar lo vio mal.
— No me "creo" intelectual —hizo comillas con sus manos—. Simplemente, algunos doctores de aquí aún son personas y me prestaron sus libros favoritos para que no cayera en la locura por completo. Y le comento, doctor Colt, antes de que me encerraran en este lugar injusta y descaradamente, yo me gradué de la mejor universidad de Finlandia con el título de psiquiatra. Por supuesto, era el mejor de la clase. No me tome como un ignorante.
— Ya podemos entrar —intervino Shelly sintiendo que la conversación se ponía tensa.
— ¿Podemos? Creí que vería a mi paciente en privado —les dijo Edgar frunciendo sus cejas.
— Oh, bueno... Am... Entonces entra. Quédate con mi identificación para salir y la contraseña es doce, cero, nueve.
— Doce, cero, nueve, lo tengo —repitió quitándole de las manos su identificación a Shelly. Colt vio con desaprobación todo aquello y no ocultó el hecho que estaba nervioso cuando Edgar entró a la habitación.
— ¿Por qué pones esa cara? —le preguntó Shelly a Colt en cuanto la puerta se cerró—. ¿No te da confianza lo que está pasando?
— No, no me da nada de confianza.
— Tú mismo me lo has dicho varias veces: Byron sabe lo que hace, relájate —concluyó Shelly guiñando su ojo—. ¿Quieres esperar afuera o nos largamos un rato?
— No sé... —suspiró cansado—. Quiero dormir, y por otro lado...
— Vámonos a descansar. Tus pacientes pueden esperar un poco de tiempo —con eso, se fueron. Eso sucedió mientras Edgar cerraba la puerta tras de sí.
Vio a la albina mirando el techo en completo silencio y se preguntó si estaba dormida, idea que fue descartada porque Colette regresó su rostro para verlo sin expresión alguna. Era como si su cara no tuviera algo de vida, a Edgar le sorprendió que siguiera en ese estado a pesar que ella ya había visto su aspecto.
— Buen día —le dijo él y se prolongó un silencio, Colette no quiso responderle y Edgar respetó eso, sintiéndose identificado con su reacción—. Tú debes ser Colette. Mucho gusto, desde hoy, seré tu médico.
— ¿Por eso merece un premio? —soltó y sus labios se volvieron a cerrar al escuchar que él se reía.
— ¿Llevas aquí cuatro años y no has pensado en mejores comentarios sarcásticos? —se rio a lo bajo Edgar—. ¿Qué te sucedió en tu brazo? ¿Por qué sangras y por qué te salen morados? ¿Quién te golpeó, Colette?
— Vaya, no se anda con rodeos...
— Me gustan las cosas eficientes, por lo tanto, me gusta ir al grano en todo lo que realizo. Responde mis preguntas —Colette no respondió y Edgar suspiró—. No estás lista, lo comprendo... Déjame verte —sonrió de lado mientras se acercaba. Colette se puso a la defensiva y se hizo a un lado cuando Edgar se sentó a la orilla de su cama. Él notó que ella estaba intentando evitar que compartieran contacto físico. Por ello, Edgar estiró su brazo con lentitud y Colette lo fulminó con la mirada. Edgar sonrió nuevamente. Le sonrió tan cálidamente como hacía cierta persona en la vida de Colette que no veía desde hace mucho tiempo. Esa manera de sonreír le hizo ablandar su gesto e imitó lo que hacía Edgar mostrándole sus golpes—. ¿Por qué te golpeó esa persona sin nombre? —Colette guardó silencio por unos segundos, mas habló después de ello. Había algo en ese médico que le hacía sentir más segura y confiada, le daba aires de una tranquilidad extraña.
— No sé —se sinceró y Edgar tocó con delicadeza cada uno de sus golpes, lo cual le puso la piel de gallina—. No se refiera a él como "persona sin nombre". Usted ya sabe quién fue.
— Tengo suposiciones, aunque quiero asegurarme —Edgar se dio cuenta de la presencia de un botiquín en el suelo y corrió para tomarlo, sacó unas vendas y, después de desinfectar aquellas partes con sangre, envolvió los brazos de Colette entre la tela—. No sé quién era tu doctor antes de mí, él pudo haber sido. También pudo ser una enfermera o quizá...
— Byron —declaró tajante.
— Me quitaste las palabras de la boca —susurró entre una risita y le volvió a dedicar una sonrisa cálida, Colette no podía evitar mirarle tan profundamente cuando hacía eso—. ¿Las vendas no te apretan mucho?
— No... Así están perfectas —farfulló retirando sus manos para alejarlas del toque de Edgar.
— ¿Las cámaras te vigilan las veinticuatro horas al día? —indagó mirando hacia el techo. Habían cuatro cámaras que los miraban en distintos ángulos.
— Sí.
— ¿Por qué?
— Traté de suicidarme hace mucho tiempo.
— ¿Por eso las colocaron? —Colette asintió—. Interesante... Muy interesante. ¿Dónde está tu baño? No veo otra puerta además de la salida...
— Está por allá... —señaló hasta lo que parecía ser el resto de la pared. Colette, al ver la confusión en la expresión de Edgar, se puso de pie para meter su dedo en un orificio en la pared. Edgar abrió mucho sus ojos cuando pudo presenciar que esa parte de la pared era una puerta secreta. Se enfureció aún más al ver lo que contenía en sí lo que Colette llamaba "baño". Era una habitación asquerosa con un baño que seguramente no funcionaba. En la regadera que tenía, era muy probable entraran y salieran ratas sin ningún problema.
— ¡Pero esto es...! —Edgar gruñó y apretó los dientes—. Al menos no hay cámaras aquí...
— Por allá —señaló Colette una cámara al fondo—. Byron me dijo que puedo herirme o que puedo lastimar a las enfermeras que me ayudan a bañarme si dejan de grabar.
— ¿Ni siquiera te dejan bañarte sola? —Colette negó con la cabeza.
— Me tienen que quitar la camisa de fuerza y después colocarla. Hoy no la traigo porque Byron me la quitó más temprano. Si recibo una visita de Byron, no como ni tampoco recibo visitas de ninguna enfermera o enfermero para que me atienda si él fue muy brusco, como verá... —Colette suspiró—, no tengo salida. Byron me lo ha repetido varias veces.
— ¡Esto es —exclamó de golpe apretando sus puños. Colette se estremeció un poco al ver que las plantas que estaban enroscadas en su cuello se movían violentamente— inconcedible! Vives como si fueras... Algún animal, cuando eres una persona. No se puede permitir.
Colette tragó saliva en seco al verlo dar un salta descomunal para alcanzar las cámaras que estaban hasta la punta de esa alta habitación, las plantas que estaban en los costados de Edgar golpeó la cámara destruyéndola. Ella estaba asombrada con aquel hombre, ningún médico que la atendía le había interesado cómo la trataban y mucho menos se enfurecían si Byron la trataba de todo menos como un ser humano (excepto Shelly, pero al final no hacía nada), en vez de eso, le explicaban que eso lo hacía por un tal progreso. ¿Quién era en realidad el sujeto que tenía enfrente? ¿De verdad él sería su doctor? ¿Por qué le recordaba a aquella persona que yacía en su memoria?
— ¿Cuál es su nombre? —le preguntó cuando vio que se había calmado un poco.
Continuará...
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