Una Escena de Amor

§

Capítulo 1

La vida se definía por muchas cosas, entre ellas por las que deseamos, como por ejemplo ella queria retroceder el tiempo desde que se desperto.

No sabia como, dado que siempre mantenia las cortinas cerradas, pero una luz se filtraba en la habitació y la joven de pelo café no tuvo de otra más que despertarse cuando la luz dio directamente en su cuerpo, haciéndola sentir calor.

Ella gruñó mientras se movía sobre la cama y en lo que se acercaba a tientas a la mesita de noche para agarrar su celular, no lo sintió. Fue cuando se levantó sobresaltada. Al principio seguía confundida debido a la pesadez que sentía, pero después su cerebro empezó a agarrar conciencia del lugar en el que estaba.

Esa no era su habitación concluyó su materia gris.

Se levantó con torpeza de la cama queriendo escaparse de la endemoniada cobija y casi cae de bruces al suelo. Para su suerte, la cobija que había estado enredada en su cintura la rescató, esta permanecía sujeta bajo algo pesado que dejó a la joven de pelo café con la boca abierta.

-Santa mierda -soltó de repente ante lo que tenía frente a ella.

Ese algo la hizo desear con todo su ser poder retroceder el tiempo.

Lo que sostenía la cobija era un cuerpo desnudo, y con una muy sexy retaguardia, dicho cuerpo yacía acostado sobre la cobija al otro lado de la cama.

Al mirarse a si misma, ella se dio cuenta que también estaba desnuda y corrió a taparse con una toalla que estaba colgada de un sillón gris de muselina.

¡Demonios, pero que había hecho anoche!, penso.

Estaba claro que emborracharse y tomar malas decisiones. Solo rogaba que ambos hubiesen sido cuidadosos.

De a poco. la joven de pelo café fue encontrando sus prendas de vestir, ropa interior, leggins, su fajón y su cartera en donde si había dejado su celular.

Al mirar la hora en su reloj, más bien terminó maldiciendo al cielo. Se le estaba haciendo tarde para llegar a la inducción que daría su universidad a los estudiantes de nuevo ingreso de ese año y ella era una de las encargadas de ofrecer recorridos por todo el campus.

Si se iba a casa a cambiarse, llegaría muy tarde y el presidente del consejo estudiantil se la comería viva después, de forma figurativa claro, porque quien había terminado comiéndosela literalmente había sido otro chico. Su rostro se compujo al pensar más en ello. Quería salir corriendo lo más rápido posible de ahí, antes de tener que pasar vergüenza al encarar al chico con el que pasó la noche, ¡pero su traicionera camisa no aparecía!

Buscó debajo de la cama por el lado que durmió, pero no la vio. Cuidando de no despertar al otro huésped, caminó lo más silencioso que pudo hacia el lado donde dormía el nudista. Su brazo derecho cubría parte de su rostro gracias a Dios, pero mordiendose el labio decidio que quería y no quería ver al dueño de su cuerpo de la noche anterior.

Vestida en solo su sujetador y el resto de su ropa, suspiró agarrando valor y se inclinó hacia el suelo para buscar debajo de la cama del lado del chico, pero no tuvo suerte, no estaba su camisa.

Cuando ella se puso de pie y se dio la vuelta para seguir viendo alrededor del cuarto, quedó helada cuando un brazo le sostuvo la muñeca.

-¿Qué haces? -oyó la voz somnolienta y carrasposa del chico preguntarle. Voz que la hizo estremecerse. Sonaba demasiado sexy en sus oidos como para seguir tomando decisiones racionales.

Ella cerró los ojos. Y esa voz... ella la conocía, no podía no hacerlo, era muy característica y distintivamente de él. Sin tener que verle el rostro, ella ya sabía quién era.

Al mirar por encima de su hombro, se dio cuenta que el chico aún tenía los ojos cerrados, parecía seguir más dormido que despierto.

-S-solo busco mi camisa, n-no la hallo -le respondió ella, de forma titubeante-. Regresa a dormir, no pasa nada, es muy temprano aún.

Temprano para el claramente.

El chico solo asintió con la cabeza y antes de seguir durmiendo le volvió a hablar en esa voz ronca.

-Agarra una de mis camisas limpias del guardarropa -le dijo mientras apuntaba a atrás de él, a lo que parecía ser una puerta.

Ella solo asintió con la cabeza, aunque no estaba siquiera segura de que glúteos romanos la hubiese visto; no fue hasta que lo vio abrazar la almohada de vuelta que ella se movió hacia la puerta que él había indicado.

Llegó a una especie de armario que estaba mezclado con un baño y ahí pudo observar varias camisas dobladas sobre un mueble con estanterías negras y cuadradas. Debido a que sus leggins eran blancos, decidió agarrar una camisa gris de algodón con la palabra "Balenciaga" escrita en letras negras sobre el bolsillo del lado izquierdo del pecho de la camisa y se la puso encima.

Ella revisó su bolso y agradeció haber guardado su kit de higiene de emergencia. Bien podía tomar una ducha rápida e irse a la universidad, pero no quería arriesgarse a que glúteos romanos despertara en serio esta vez y tuvieran una incómoda conversación.

La chica de pelo café simplemente revisó algunos gabinetes del pulcro baño de mármol con piezas de matices grises, tomo la pasta de dientes y el cepillo dental que le sobraban al dueño del lugar.

Aprisa, se lavó el rostro con jabón y pasó sus manos mojadas por todo su rostro caliente y su cuello. Su rostro estaba rojo por la vergüenza de lo que había hecho anoche.

Ella solo había querido salir a divertirse un rato y bailar en la discoteca, pero se había pasado de copas y había terminado divirtiéndose tal vez un poco demasiado. Con un último suspiro, salió del baño y con pasos livianos, cruzó la habitación hacia la puerta del dormitorio. Cuando llegó al pasillo, ella quedó estática en su lugar. Glúteos romanos tenía un condominio pequeño bastante estilizado con colores fríos y superficies metálicas y de mármol.

Decidió que ya había visto suficiente y se movió por el lugar hasta dar con la puerta de salida, y por suerte, frente a esta, al otro lado del pasillo estaba el elevador. Luego de asegurarse que la puerta quedara con llave, se metió al elevador. Como no conocía el edificio, apretó el botón con el numero "1" gravado, esperando a que diera al lobby.

El día parecía ir a su favor, porque el elevador si la llevó al lobby y en la entrada de este había varias unidades sirviendo de taxi.

En todo el trayecto, tuvo que aguantar el fuerte dolor de cabeza que tenía debido a la resaca que se consiguió la noche anterior. Esperaba que esa resaca fuera lo único que hubiese conseguido en esa noche de copas y escapadas sensuales.

En la curva de entrada a su universidad, ella le pagó la tarifa y como pudo, salió corriendo tan por las gradas que llevaban al edificio de entrada al campus a pesar del dolor de cabeza.

Cuando llegó al final de estas, tuvo que parar para agarrar un poco de aire y cuando levantó su mirada, se congeló e internamente gruñó. El presidente del consejo estaba parado frente a ella, mirándola con esos malditos ojos fríos tornasol.

-Llegas tarde -le dijo él como saludó inicial.

La chica de pelo café frunció el ceño, de verdad no quería lidiar con los regaños de él a tan buena mañana sin siquiera haber tomado su mocaccino. Ella miró la hora en su celular, que estaba con poca batería y pronto se le moriría, justo como lo hacian sus ganas de seguir soportando al presidente del consejo.

-Son las siete, llegue a tiempo -se quejó ella.

-Y les dije que estuvieran aquí quince minutos antes de las siete -le recordó él, mientras golpeteaba su dedo de en medio sobre la frente de ella.

La chica de pelo café no pudo evitar gruñir, ese golpe hacía que su migraña empeorara.

-Si, si, sí. Se me olvidaba que a su majestad le gusta que en nuestro tiempo lo alabemos y estemos de acuerdo con él en todo -La chica rodó los ojos, mientras enderezaba su espalda.

El joven presidente de pelo castaño solo la quedó viendo con la expresión de su rostro en blanco, pero sus ojos avellana brillaban con una especie de chispa maliciosa, casi como si le entretuviera ver su molestia.

Imbécil.

Luego él bufó.

-¿Se puede saber qué te atraso?

-Me perdí de camino a la universidad. Empiezo a creer que como tu dices soy medio estupida, pero solo cuando estoy cerca tuyo.

Con sus manos volviendo a estar dentro de sus pantalones color beige le dijo:

-Si vas a llegar tarde mejor empieza tu día alabándome en vez de mintiendo.

Ella solo pudo abrir la boca y dejarla así, estaba sorprendida, era primera vez que él admitía que si le gustaba que lo alabaran.

-Ahora ve al baño y ponte presentable -le ordenó él, con una ceja alzada, mientras sus ojos recorrían su cuerpo y un escalofrío involuntario atravesaba por la espalda de ella ante esa acción. Que sentimiento tan revoltoso la recorrió-. Te ves y hueles como si hubieses olvidado que los seres humanos hace mucho tiempo crearon las duchas. Se que eres de la facultad de artes, pero no te debes tomar tan en serio parecer una vagabunda.

Fue turno de la chica de pelo café dejar su rostro con una expresión en blanco. Y ahí tenían a su tan adorado presidente del consejo, él era toda una bolsa de terrones de azúcar, flores y peluches incendiándose con las eternas llamas del infierno. Sus palabras no merecian ninguna contestación de su parte.

-Luego de que te alistes, cambiaras de posición con Damian -le avisó él, mientras se daba la vuelta para verle la espalda a la chica de pelo café, que se detuvo en su lugar-. No hay forma que te deje acercarte a los nuevos ingresos viéndote así, creerán que esto es Hogwarts y que permitimos el ingreso de jóvenes brujas.

Ella maldijo internamente, Damian había estado encargado de acomodar y supervisar cada mesa que iba a representar a las diferentes carreras de su universidad. Además, el odioso ese era un coqueto de primera, ignoraría a los chicos y solo se encargaría de mostrarle el lugar a las chicas. 

¿Qué demonios pasaba por la cabeza del presidente? Tanto grito de sus admiradoras era seguro que ya lo habían dejado atontado al pobre, su cerebro a lo mejor se había pagado por si mismo y así evitaba oír los balbuceos estúpidos de las pobres ilusas que lo idolatraban.

La chica de pelo café solo suspiró y negó con la cabeza, le daba igual. Si algo salía mal sería la culpa del de pelo castaño, no de ella.

Ella le mostró un pulgar arriba, dándole a entender que aceptaba antes de marcharse al baño más cercano, arreglar su cabello en un moño desordenado, lavarse los dientes y limpiarse con las toallitas húmedas que siempre cargaba con otros productos de belleza e higiene.

Que el día comenzara de una vez. Podría con todo cuando les inyectara cafeína a sus venas y drogara su sistema con pastillas para el dolor de cabeza.

Dios se apiadara de ella, para no quedar con las neuronas muertas como el presidente que aun creía en brujas y hechiceros y en que Damian no se alejaría de la entrada de la universidad atrás la falda de alguna chica.

***

La rubia tomó el rostro del chico de pelo castaño que se encontraba de rodillas frente a ella.

-Por favor, sé que no te merezco, pero por favor -le rogaba él, mientras sujetaba las manos blancas de la rubia-. Tu eres lo único que ha estado en mi mente desde que me pediste que falsificara las notas de tu primo.

La rubia tragó saliva y apretó las manos del chico.

-No te vayas con él, quédate aquí conmigo -le murmuró él, mientras le acariciaba el dorso de la mano derecha con su pulgar. Él seguía viendo las manos de ella, como si quisiera llorar ante lo hermosas que eran.

-No puedo, no sé si sea una buena idea. Tú te desapareces con tu amigo Hale sin avisar, me dejaras como siempre -le reclamó ella, su voz a penas un susurro, como si no quisiera que se le quebrara la voz.

Ella quiso zafarse del agarro del castaño con mirada gris, pero él no la soltó.

-Dime, ¿qué hago para que me elijas a mí en vez de a él esta vez? -le rogó el castaño, sus ojos grises estaban con las pupilas dilatadas, como si quisiese ponerle cara de cachorrito lastimado.

-¿Y si te digo que mi corazón ya lo eligió a él en vez de a ti? -le soltó la rubia, apartando la mirada.

La mano del castaño hizo que volviera a girarse para verlo de nuevo, como debía ser, verlo solo a él.

Él bufó.

-¿Y eso cuando me ha detenido? Dime. Tu querías hacerle caso a tu familia y al final terminaste entregándote a mí en cuerpo y alma -le dijo él, su voz se había elevado una octava más.

La rubia solo pudo abrir los ojos de par en par.

-Solo debo robarme tu corazón -le dijo él, poniéndose de pie y sus ojos se dirigieron en la dirección donde estaban los labios de la chica-, justo como voy a robarme otro beso.

La rubia lo vio acercarse a sus labios, pero no hizo nada para detenerlo, solo se quedó quieta cuando las manos de él soltaron las de ella para sujetar su rostro.

-Me he estado conteniendo, pero no más -le dijo el castaño, mientras su aliento soplaba sobre los labios de la rubia, quien tuvo que lamérselos porque se habían quedado secos de la nada.

-Ale, por favor -le rogó ella, pero solo provocó que sus labios rozaron los de él mucho antes de lo esperado.

-Dana, por favor -le rogó él, mientras chocaba sus labios con los de ella, primero como una caricia, pero luego atacó su labio inferior y lo sostuvo entre los suyos, haciendo que la rubia gimiera, con una mezcla de remordimiento y placer.

- ¡Corte y queda! -gritó la voz del director mientras el chico de la claqueta se ponía frente a la cámara que estaba grabando a los dos jóvenes en escena-. Gran trabajo Angéle y Alec, otra escena perfecta.

Ambos jóvenes le sonrieron al director y agradecieron la ayuda del personal encargado de ayudar en la serie televisiva que estaban protagonizando "Una vida caóticamente rubia". Esta serie estaba basada en las novelas que dos chicas jóvenes habían escrito mucho antes de siquiera haber cumplido la mayoría de edad. Las historias, que eran tres, habían causado el furor de muchos dentro de la plataforma literaria más aclamada alrededor del mundo; en donde se había descubierto tal pequeña joya, que ahora era convertida en un proyecto televisivo transmitido por todo el mundo y cuyo rating aún tenía que bajar porque estaba en pique desde el comienzo de la primera temporada y ya iban por la tercera.

Lo que les gustaba a los fanáticos era que la serie tomaba muchos giros y escenas importantes en loz libros y las cumplía a cabalidad.

Cuando finalmente ambos actores quedaron solos, la rubia suspiró y su coprotagonista solo alzó una ceja, ese movimiento era tan natural en él que se podía decir que lo hacía a la perfección.

-¿Qué te sucede? -le preguntó él.

-Nada. Solo estoy cansada, hoy empezamos a grabar desde muy temprano -le aclaró Angéle, viendo que eran las siete en punto en su celular.

Y era cierto, habían empezado a grabar desde la madrugada para tomar las escenas del libro en donde el personaje conocido como el lobo suizo iba en plena noche a buscar a su amor de infancia Dana antes de que esta se fuera con su actual novio a Gales para no volver.

-Vamos a vestirnos a los camerinos y luego recogemos el desayuno antes de que nos pongamos en marcha hacia donde mis padres -le propuso ella.

Alec aceptó y ambos se fueron en direcciones contrarias, pero volvieron a encontrarse en el estacionamiento del lugar de grabación, que era un aeropuerto, cuando ya se habían terminado de arreglar.

Cuando entraron a la siempre presente y fiel Hummer blanca de Alec, Angéle aún estaba callada, lo cual era raro porque la rubia siempre tenía algo que decir.

-¿Tanto sueño tienes? -preguntó Alec, mientras hacía cambios en la palanca para poner la camioneta en retroceso y parecía haber sacado a la rubia de su ensoñación porque se sobresaltó y terminó acomodando su cinturón de seguridad.

-No. No es eso, es solo que... -La rubia detuvo lo que decía cuando observó que el castaño no tenía el cinturón puesto, por lo cual le frunció el ceño a su compañero de set-. Si no te pones el cinturón juro que te haré detener el auto en marcha y yo misma te ahorco con el sí tanto quieres morir.

Alec rió entre dientes, ahí estaba, la rubia que conocía volvía en sí. Moviendo la mano que tenía en la palanca de cambios hacia el volante, usó la mano que tenía antes en el volante para jalar el cinturón y dejarlo seguro alrededor de él.

-Lo siento -dijo él, con una leve sonrisa, demostrando lo poco arrepentido que se sentía a pesar de sus palabras-. Ahora, ¿qué me ibas a decir antes?

Angéle solo negó con la cabeza y se cruzó de brazos.

-Que solo estaba pensando en la reunión con mis padres hoy -le respondió ella.

-¿Ya hablaste con ellos sobre la carrera que dijiste que querías estudiar? -inquirió Alec, mientras salían finalmente a la autopista, en donde el sol despuntaba por encima del camino y del resto de los autos.

Al ver que no respondía, él la volteó a ver y se fijó que estaba negando con la cabeza.

-Angie...

-Lo hice, pero lo descartaron, como si para ellos mi vida es ser un mantel de lino blanco o de seda que fácilmente pueden quitar de la mesa si no les gusta -finalmente le aclaró la rubia, interrumpiendo el regaño que siempre le impartía el castaño cuando hablaban de ese tema-. Como sea, gracias por darme jalón hasta la universidad, el chofer estaba ocupado llevando a mi madre a desayunar con sus amigas.

-No importa, estoy curioso por saber dónde irá a estudiar mi hermosa coprotagonista -se burló él, girando el auto en dirección al autoservicio de una pequeña cafetería que ambos conocían ya que era una cadena muy reconocida en la ciudad por su café y comida de buen sabor y calidad.

Angéle parecía que al fin se permitía sonreír.

-Como vuela el tiempo ¿no crees? Ya han pasado dos años juntos desde que iniciamos esta ridícula serie -comentó ella, mientras parecía perderse entre pensamientos-. Yo todavía no puedo creer que haya quedado en el papel de Dana VanDerwhaal. ¿En qué mundo los de la audición pudieron creer que me quedaba el papel de una rubia tímida demasiado inocentona para su bien? Totalmente exorbitante.

Alec rió.

-Aunque a ti si te pega el papel del chico malo y frío. Que no puede cambiar a pesar de estar enamorado y que no puede dejar de hacer cosas ilegales, aunque eso solo ponga en peligro a su enamorada. Eres todo un Alejandro Wulf -se burló Angéle.

-Tal vez... -Se encogió de hombros Alec mientras se acercaba el turno de él para hacer el pedido de ambos-. Eso solo demuestra el talento que tienes como actriz al actuar un papel muy diferente a la chica mimada que en realidad eres.

Angéle rodó los ojos y golpeó el brazo de Alec con su palma como retribución por llamarla mimada.

-Debí quedar como Antonieta Pattelle. Tiene las escenas más divertidas -Suspiró la rubia, pero la sonrisa no desaparecía de sus labios.

-Pero me alegro de que no, porque sino, te tocaría actuar con tu buen amigo Santiago Brams -Rió Alec ya que al solo mencionar ese nombre Angéle arrugó la cara, justo como si le hubiesen obligado a tomar un par de cervezas que ella juraba sabían a pipi.

-El peor Adam McKentyre de la historia -murmuró la rubia, mientras Alec hacía la orden de su comida-. Te juro que si ese tipo gana el premio a mejor actor de serie en las premiaciones de Los Huevos Podridos de este año me hago la cero y me quedo calva lista para unirme al primer centro militar que me acepte.

Alec no pudo evitar soltar un ruido extraño con su garganta por tratar de detener la risa que amenazaba por querer salirse.

La rubia podía ser realmente absurda.

-Si haces eso, olvida que iré a visitarte cuando tu base este en descanso en Ucrania. Muchas balas no son buenas para mi rostro.

-No hay bases nuestras en Ucrania, Alec, estudia más Geografía por favor o al menos la Historia del país. No sé cómo no has terminado en Uzbekistán cuando te digo que nos veamos en el centro comercial.

-Quien ocupa la geografía cuando tengo a mi querida Dorothy -le dijo él mientras le daba unas suaves palmaditas al tablero de la camioneta, donde estaba ubicado el GPS.

-Pfft. Aun sigo esperando la invitación a la boda entre tú y Dorothy -le soltó Angéle, rodando los ojos. Si él alzaba las cejas a la perfección, la rubia podía rodar los ojos con mucha maestría.

Cuando su orden estuvo lista, Alec puso la Hummer en marcha y estuvieron de vuelta en la autopista en solo segundos. Ya que la mañana parecía estar fresca, el castaño bajó los vidrios de la camioneta y abrió el quemacocos. Dejando que el sol y la brisa fresca los relajara a ambos un poco. Además, como el auto tenía vidrios polarizados, no podían disfrutar del paisaje frente a ellos y a ambos lados de la camioneta blanca como cuando tenían los vidrios abajo.

Angéle recostó la cabeza en el asiento y se colocó sus gafas de sol de color azul transparente. Queriendo disfrutar de la brisa un poco más, inclinó su cabeza hacia la ventana.

-Me sorprende sabes, unos pocos meses más y terminará la serie -Suspiró Angéle.

-Si, ¿y ya tienes planes para otro papel? -inquirió el castaño.

Angéle solo negó con la cabeza.

-Mi mánager tiene varios para mí, pero aún no me decido aún. Quiero algo diferente ¿sabes? Actuar como una colegiala por dos años me ha dejado exhausta.

Alec rió entre dientes.

-Ha sido un largo camino para Alejandro y Dana.

-Si y todo es gracias a ti. Si no me hubieses obligado a ir a esa audición debido a esa apuesta, quien sabe en los brazos de qué protagonista cualquiera te hubieses enredado.

-Tienes razón, Alejandro no sería el mismo sin su actual Dana.

Angéle también rio entre dientes, al castaño le encantaba bromear con los nombres de los personajes en cualquier oportunidad que tuviesen.

-Eres un buen amigo, Alec, de verdad. Gracias por todo lo que has hecho por mí. No creí nunca que una chica y un chico solo pudieran ser amigos, pero tú has demostrado todo lo contrario. A veces llegué a creer que eras mi mejor amigui gay.

Alec se carcajeó.

-Angéle, el día que yo sea gay tú serás una militar calva en Ucrania.

Angéle casi escupe su Frappe ante la broma de su amigo, también terminó carcajeándose mientras usaba la servilleta para limpiar la mano que había usado para evitar ensuciar la amada camioneta de Alec, o sino nunca viviría para contar su historia jamás. Alec era muy sobreprotector con sus cosas, aún más con su auto.

-Yaaa, Alecsita -se burló la rubia, mientras le robaba las papitas hash browns de la bolsa a su mejor amigo y después se calmó un poco-. Pero lo que dije es cierto, sin ti no sé qué hubiera hecho. Has sido un increíble amigo.

Alec suspiró.

-Me alegro. Porque es lo único que puedo hacer bien aparte de actuar, ser un buen amigo.

Angéle se quedó en silencio un momento, tratando de descifrar el significado en las palabras del castaño, ¿sería que estaba pensando en el pasado de nuevo? Ella le dio otro sorbo a su Frappe.

-¿Y tú qué? ¿Qué planes tienes? -le preguntó la rubia, queriendo esfumar el ambiente casi nostálgico en el que parecía haber caído Alec.

-Descansaré un mes y me decidiré entre las opciones que mi mánager me consiga. Estoy pensando en modelar para una marca de ropa interior mientras sale algo diferente.

-Uuuhhh las fanáticas quedarán encantadas por ver finalmente el trasero de su tan aclamado Alejandro envuelto en en ropa interior -bromeó Angéle, mientras movía las manos como si estuviera dibujando la curva de un trasero, volviendo a hacer reír a Alec.

Después de un par de minutos de silencio de parte de ambos, la rubia volvió a cortarlo, como ya había dicho el castaño, ella siempre tenía algo que decir.

-Oye... -le llamó, mientras se mordía el labio-, ¿dónde dejaste a Maximillian hoy? ¿Qué no siempre andan pegados a la cintura del otro como si fuesen gatos siameses o algo así?

Fue turno de Alec de negar con la cabeza, y una de las comisuras de sus labios se elevó. La rubia era tan predecible.

-No siempre voy a estar al lado de mi mejor amigo ¿sabes? Ambos tenemos vidas aparte que vivir.

El castaño se estaba haciendo el difícil, no quería darle más información de su amigo el rubio, quería ver que tan interesada estaba Angéle en él y ver que métodos de substracción de información usaba ella esta vez.

Pero para sorpresa de él, Angéle no siguió insistiendo con saber más.

Tal vez la rubia estaba más preocupada por esto de la universidad de lo que el creyó. Y el resto del camino fue así, silencioso.

Según Dorothy, ellos solo debían doblar la curva y estarían entrando al campus de la universidad. Pasaron un largo estacionamiento hasta encontrar un lugar donde dejar la camioneta con sombra y cerca del redondel de la entrada.

Al bajarse, Alec reunió la basura que quedó del desayuno que ambos habían acabado en la camioneta en el camino; eso de comer dentro del auto del castaño se había hecho costumbre en ellos desde que empezaron a actuar en la serie de comedia romántica, dándole vida a los personajes de Alejandro y Dana.

Él siguió el ejemplo de Angéle y decidió ponerse sus propios Ray Bans y tomó la gorra negra Ferragamo de la guantera para ocultarse un poco más.

Angéle tomó su gorra blanca de Gucci, asegurándose que combinaba con el conjunto que llevaba, porque el lema de la rubia era antes muerta que mal combinaba. Pero el color quedaba bien con su camisa azul celeste de botones manga larga y sus jeans blancos, y como llevaba Vans blancas la gorra no se veía mal en ella.

En cambio, él llevaba una camiseta negra cuello en "V", por encima una chaqueta jean negra con unos pantalones jeans azul oscuro y unas Timberland de color gris. Uno parecía un ángel guardián y el otro un ángel de la muerte.

Mientras él se revisaba el cabello con el retrovisor del auto, vio a través de este un auto familiar color verde estacionado en la fila contraria a la de él, por un momento se quedó quieto, pero al ver a Angéle observándolo, siguió arreglándose el cabello como si nada.

Con la camioneta cerrada con llave, Alec procedió a depositar la basura en el dron más cercano y luego siguió a Angéle hacia el redondel, que para sorpresa de muchos no tenía una fuente sino una estatua y muchas bancas de mármol alrededor, entre un jardín con flores de colores y pasto verde lustroso.

Había tres entradas a los lados del redondel, una llevaba hacia unas gradas largas, otra llevaba a una especie de corredor con un área al aire libre para deportes y la otra seguía un camino de piedras calizas encima de un bien cuidado pasto verde. El lugar compartía el campus de dos universidades, la universidad de artes y la universidad de carreras técnicas.

Angéle tomó el camino con piedras calizas y Alec agradeció no tener que hacer ejercicio subienda esas gradas a tan buena mañana. Después de un par de minutos, el edificio principal de la universidad de carreras técnicas se irguió frente a ellos. Era una estructura gris imponente de casi seis pisos de altura y muchos ventanales de cristal.

El castaño esperaba que hubiese un elevador ahí dentro o esperaría a Angéle y su familia en el lobby, lo lamentaba por su amiga, pero él no subiría escaleras por nadie sin siquiera poder haber descansado un poco desde la madrugada.

Alec se detuvo de repente, al parecer la entrada al edificio también tenía gradas, que giraban en un redondel hasta la parte derecha del edificio. Angéle supo de inmediato lo que su amigo pensaba, pero claramente no iba a permitir que la dejara sola con su familia, así que enrolló su brazo izquierdo con el derecho de él y lo obligó a seguir caminando con ella.

No fue hasta que llegaron a lo alto de las gradas que finalmente se toparon con los padres de Angéle. Una mujer con pelo rubio en un moño, vestida con una falda blanca y una camisa de seda color rosado y zapatos de tacón alto, la mujer estaba sujetando el brazo de un hombre vestido en pantalón negro y una camisa blanca a botones. Angéle conocía bien a su padre y sabía que ese era su típico uniforme de doctor, estaba segura de que había venido directo del trabajo.

La mujer rubia observó a Angéle con detenimiento, fijándose en que su hija no tuviera ningún problema en su vestimenta, aunque no le gustaba mucho que hubiese llegado con ropa tan casual. El ceño fruncido de la mujer desapareció cuando su mirada se posó en su acompañante y una sonrisa se formó en todo su rostro. De inmediato, se alejó de su esposo y caminó hacia los dos jóvenes, dándole un abrazo rápido a Angéle y luego procedió a abrazar y besar la mejilla de Alec.

El padre de Angéle se acercó a ellos también y saludó a su hija con un beso en la cabeza para luego estrechar la mano de Alec. Ambos padres parecían contentos de ver al joven, y si, esa era el arma secreta de Angéle contra sus padres: su mejor amigo los tenía encantados sin saber por qué. Era raro porque a ellos no les gustaba ninguna de las amistades de ella que tuviera que ver con la actuación, pero con él era diferente.

Finalmente, el director de la institución se presentó frente a ellos, dejando a Angéle con la boca abierta, el mismísimo director les iba a enseñar las instalaciones. Al principio el creyó que venían a matricular a Alec y que ella solo era la novia de él y Angéle estaba que se moría de la diversión por seguir con esa idea, hasta había pensado en toda una farsa para hacerle creer que así era, pero su madre de inmediato corrigió al director, dejando a Angéle murmurando un "aguafiestas" en dirección a su madre.

Para mala suerte de Alec, la facultad de cada carrera técnica de esa universidad estaba en cada uno de los diferentes pisos del edificio y tuvieron que seguir subiendo escaleras de vez en cuando.

Nada era como Angéle esperaba, no había mesas puestas fuera en el campus que presentaran cada una de las carreras, sino que cada club y carrera estaba asignado a presentarse dentro de aulas muy modernas y estilizadas.

De último, el director los invitó a pasar a su oficina, pero de nuevo, los padres de ella decidieron ignorarla y solo ellos pasaron adentro, dejando a Alec y a Angéle esperando en el lobby por ellos. Tal vez así era mejor, capaz estarían hablando de temas que a ella realmente no le interesaban como la matrícula y esas cosas.

Alec parecía estar contento de relajarse sobre el sofá negro de cuero, pudiendo descansar al fin. Él sacó su celular para revisar sus mensajes y notificaciones y no pudo evitar soltar una maldición, llamando la atención de su amiga con un codazo. Ella le alzó una ceja inquisitiva y él le enseño una foto que había publicado un portal de farándula bastante reconocido por provocar escándalos donde no los había.

La foto era de ellos dos de esa mañana, caminado juntos hacia la camioneta de él. El título de la publicación decía:

¿Otra escena de la serie protagonizada por Alec y Angéle o una cita secreta?

Angéle solo negó con la cabeza, esa gente eran buitres en busca de devorar carne fresca. Ya los tenían en la mira de nuevo. La rubia le pidió que guardara el celular y que ambos olvidaran eso por los momentos, después podrían hablar con sus managers al respecto. Sinceramente, esperaba algún día tener el material suficiente para demandar a ese portal por difamación.

-¿Y qué carrera te harán estudiar? -preguntó Alec, cambiando el tema.

Angéle suspiró, fingiendo inspeccionarse las uñas con sumo interés.

-Medicina -murmuró ella, temiendo los próximos años por venir porque aún no sabía que especialidad iba a elegir.

Alec solo abrió la boca y la dejó así.

-¿Sabes que mínimo son ocho años de estudio para esa carrera no? Sin contar los años de maestría.

Angéle asintió con la cabeza.

-Demonios, tus padres si quieren que sigas la línea de doctores en tu familia.

Los padres de Angéle eran dueños de uno de los hospitales más conocidos del país, su madre era la directora y su padre era el doctor en jefe de todos los demás médicos.

-¿En serio los dejarás?

-¿Tienes una mejor idea para convencerlos de lo contrario? Porque soy toda tuya en ese caso.

Fue turno de Alec de exhalar el aire a través de su nariz.

-Diablos no, lo único que se me ocurre es fingir tu secuestro y tu muerte.

Angéle rodó los ojos.

-Esto no es una escena de "Una vida caóticamente rubia", Alec, es la vida real. A menos que tú y tu amigo Maximillian me quieran secuestrar y afrontar la cárcel después.

Alec vio como el humor de su amiga decayó por mucho y él tuvo que morderse los labios por no responderle de forma sarcástica, no era el momento.

-Vamos -le dijo él, poniéndose de pie.

Angéle lo quedó viendo con el ceño fruncido, pero Alec no le dio tiempo de responder, solo la jalo del brazo y la guio fuera del lobby.

-¿Adónde me llevas? ¿No eras tú el que querías descansar? -le preguntó ella.

-Vamos a ver el campus de este lugar, solo hemos visto el edificio y puras aulas y laboratorios. Algo bonito debe tener este lugar a parte de sus paredes y pisos de mármol. Tal vez hallemos algo que haga más grata tu estadía.

-Ok, ok, pero detente ¿puedes? Primero déjame avisarles a mis padres, antes de que realmente crean que me has secuestrado.

Alec se detuvo al pie de las gradas y esperó a que Antonella terminará de mandarle un mensaje de texto a su madre. Luego los dos procedieron a bajar las gradas, pero se detuvieron abruptamente cuando oyeron el ruido de metal siendo golpeado. Ambos se acercaron a la pared baja que servía de riel de manos y se inclinaron sobre esta para tener una mejor visión de lo que ocurría abajo.

Angéle sintió que Alekc se tensaba a un lado de ella.

Un dron de basura yacía caído y frente a este había un chico castaño que estaba caminando de un lado para otro, soltando maldiciones mientras tecleaba en su celular con urgencia. Sus ojos estaban ocultos por unos lentes negros así que no pudo ver su rostro por completo.

-¿Dónde demonios te has metido? -oyó Angéle que él chico murmuraba--. Vamos contesta, ya deberías estar aquí.

El chico se dio la vuelta y lo único que la rubia pudo observar de él fue su ancha espalda cubierta por una chaqueta de cuero negra que si sus dotes de fanática de la moda no le fallaban era Armani. Ella alzó una ceja, levemente interesada en saber cómo un chico de dinero podía andar causando alborotos en una universidad prestigiosa, porque hasta los jóvenes que pasaban parecían huir de él o hablar de él.

Angéle siguió observándolo, el chico se inclinó en el suelo dejando que sus jeans negros acariciaran la porción de trasera de su cuerpo a la perfección. El chico parecía haber juntado sus manos frente a él. ¿El chico castaño estaba rezando?

Alec empujó a Angéle lejos de la pared para que siguieran caminando y dejaran de mirar de forma acosadora al chico molesto. Ambos iban a rodear un lado del edificio para seguir su trayecto de largo pero el chico se había puesto de pie de nuevo y había pateado el dron de la basura otra vez, sobresaltando a la rubia y a Alec.

Angéle frunció el ceño, ¿cuál era el problema de ese tipo? Parecía ser violento y malhumorado.

Otro chico de pelo negro y alto se detuvo a ver al de pelo castaño y casi se acerca a él pero pareció pensarlo mejor y solo negó con la cabeza, luego siguió su camino hasta rodear el edificio y caminar hacia la parte de atrás del edificio, en dirección al resto del campus, a lo que parecían ser unas canchas con diferentes propósitos.

¿Qué les pasaba a los jóvenes de este lugar, no les importaba que alguien dañara su universidad?

- ¿Estás loco? ¿Acaso quieres que los guardias te saquen por andar dañando propiedad de la universidad? -le reclamó la rubia, llamando la atención del castaño, mientras se acercaba a él, pero Alec impidió que se acercara más al poner su mano sobre el hombro de ella.

Otra cosa que carecterisaba a la rubia era su impulsividad.

Debían tener cuidado, ella no conocía a ese chico y estaban llamando la atención de otras personas, además que el chico parecía tener tendencias violentas.

El castaño se irguió y quedó viendo en la dirección de Alec y Angéle.

- ¿Y tú quién mierdas te crees, la power ranger azul que protege la paz de este lugar? Metete en tus propios asuntos ¿puedes? -le respondió el chico de pelo castaño.

Angéle abrió la boca lista para responderle al maleducado ese, pero una mano cubrió su boca.

-Esa no es forma de hablarle a una chica y ella tiene razón, te pueden sacar de aquí por causar disturbios en público peor si estas dañando propiedad de la universidad -oyó que Alec dijo a sus espaldas.

El castaño bufó y movió su cabeza hacia un lado, analizando al amigo de Angéle.

-Ahora el power ranger negro se quiere unir.

Angéle sintió a su amigo dar un paso adelante pero antes de que pudiera seguir hacia el frente, dos cosas ocurrieron. Hubo dos gritos que dejaron helados a los tres jóvenes.

- ¡Anders, ven aquí de inmediato! -gritó la voz de un señor algo mayor vestido en un traje azul marino como todo hombre de negocios.

Los colores del rostro del chico se desaparecieron y este solo pudo maldecir por lo bajo y agachar la cabeza mientras sus hombros se hundían.

- ¡Oh por Dios! -gritó la voz de una chica joven, que estaba parada lejos de ellos, pero al lado derecho-. ¡Son Alec y Angéle!

Fue turno de los dos amigos de palidecer, si tan solo se tuviesen que enfrentar a una fanática de ellos todo estaría bien, pero ambos pudieron observar que atrás de la chica que los había reconocido estaban dos fotógrafos. Eran los paparazzi de otro portal de farándula que le hacía competencia al portal que había sacado una foto de ellos de esa mañana.

-Larguémonos de aquí -le ordenó Alec, mientras jalaba del brazo a la rubia y ambos corrían hacia el área con pasto verde que debían cruzar en camino al estacionamiento para huir en el auto de él.

Y justo como pensó, ella y Alec se vieron en vueltos en una persecución puesto que los paparazzi siguieron el auto de su amigo, queriendo conseguir una noticia jugosa de ambos.

Alec tomó su celular, no le importaba si los multaban porque conducía y lo usaba a la vez, pero tenía que buscar donde podrían ir para escapar de ellos de una vez por todas.

-Hey, ¿estás en tu apartamento? ¿No? ¿Dónde? -dijo él, con el celular ya puesto en la oreja-. Mmmm está bien, te veo ahí.

- ¿Adónde iremos? -le preguntó Angéle, viendo por el retrovisor de en medio del vidrio frontal del auto, buscando el auto de los paparazzi.

Alec apretó las manos sobre el volante cuando terminó la llamada, luego quedó viendo a su amiga por unos minutos antes de responderle.

-Al nuevo apartamento de Santiago. Si vamos a tu casa o la mía estoy seguro de que veremos más paparazzi esperándonos.

Angéle gimió. De todos los lugares que existían en la ciudad, tenían que irse a esconder donde el idiota más grande de la serie. Ella quería discutir y renegar, pero no estaban la posición para ello.

Ahora si deseaba Angéle que los ovnis la secuestraran antes de verse envuelta en otro escándalo.

***

A ella siempre le gustaron los videojuegos, pero siempre fue muy torpe para jugarlos. Así que, en estos días, ella solo se conformaba con ver a otros jugarlos, es por ello por lo que amaba YouView.

En esa plataforma podía seguir a muchos buenos jugadores que subían los videos de sus partidas en cada nuevo juego que probaban.

Su sueño siempre había sido poder diseñar su propio videojuego, uno grandioso, aventuresco y diseñado específicamente para personas como ella que no eran muy buenas jugándolos.

Pero ese sueño... solo sería eso, un sueño, un sueño del cual solo ella sabía, ya que no se lo había contado nunca a nadie. Tampoco sabían que ella se había creado una cuenta secreta para poder ver y seguir aquellos talentosos jugadores y sus videos.

Y debido a esos videos casi se levanta tarde esa mañana, porque se había acostado a dormir ya en la madrugada después de episodio tras episodio. Si no hubiese sido por las diez alarmas de emergencia que había puesto en su celular, muy probablemente tendría que sufrir aguantando la compañía de quienes menos quería ver esos días.

Después de darse una ducha rápida como visita de doctor, salió de su habitación y verificó que nadie en la mansión hubiese despertado aun, luego volvió a entrar a ella, tomó su bolso y la cámara a un lado de su portátil y bajó hasta la cocina.

No quiso hacerse nada muy complicado para no despertar a nadie o tener que ver al cocinero, solo agarró una barra de granola, un par fresas y kiwis recién cortados en el refrigerador y tomó la botella de jugo de manzana. Era el desayuno más raro que tendría, pero si se sentía hambrienta siempre podría comprar algo en la universidad o de camino a casa, ya que de todos modos no pensaba estar mucho tiempo en el campus.

Con su desayuno improvisado en mano, ella corrió hasta el garaje de la mansión y buscó su auto, una Ford Explorer cuatro por cuatro todoterreno de color verde musgo, estaba estacionada al lado de un BMW azul marino.

Después de quitarle el seguro a las puertas, entró en la puerta del conductor y tras subirse, dejó su bolso, cámara y desayuno sobre el asiento del copiloto.

Dayana suspiró y sonrió mientras acariciaba el volante de su auto.

-¿Estas listo, Dingo? -le preguntó al aire, mientras miraba el interior de la camioneta, ella adoraba ese auto-. Tal vez hoy sea la última aventura que tengamos, amigo. No sé si mi abuelo me dejará llevarte conmigo a la universidad. Estoy segura de que pondrá a uno de sus choferes a llevarme y traerme del campus solo para asegurarse que si vaya a clases.

Ella puso la llave en la ignición y encendió el auto, se ajustó el cinturón y revisó los niveles de agua y de aceite de la camioneta en el medidor del tablero.

Ya había tenido una mala experiencia antes por no haber revisado el agua en una noche calurosa, el auto se había quedado varado en medio de la autopista, y Dayana había llamado a su hermano a la una de la madrugada para que la auxiliara y el idiota solo le había dicho que no era su problema que llamara a su abuelo y había colgado, dejándola a sus anchas.

Había tenido suerte que uno de sus amigos de la excursión a la que había asistido había salido un poco más tarde que ella y la había encontrado después, él le revisó el auto y le explicó que se había recalentado debido a que no había agua. Para su suerte él andaba un botellón vacío que usaron para llevar agua desde una gasolinera cercana hasta su auto.

No había sido grave la situación, pero se había llevado el peor susto de su vida al pensar que tendría que dormir en su auto en medio de la autopista, donde podría suceder cualquier accidente. Claro, desde ese momento ella había borrado el número de su hermano de entre sus contactos de emergencia, no era la primera vez que le hacía una pasada así.

Una vez se aseguró todo estuviera en orden, ella abrió la puerta del garaje con su control remoto y puso el auto en retroceso para salir por la cuesta del garaje subterráneo.

Mientras retrocedía, ella pudo ver que la puerta que daba hacia el interior de la mansión se abría y por ella salía su hermano mayor, vestido en su típico piyama de seda azul marino con bordados en color plata. Al verla salir del garaje, persiguió su auto mientras le hacía señas para que se detuviera. Pero Dayana lo ignoró y puso su auto de vuelta en marcha dirigiéndose hacia el portón de la mansión, pero por alguna razón su hermano aún seguía siguiéndola y haciéndole señas por lo que veía a través del retrovisor.

Ella se mordió el labio y detuvo el auto, meditando, ¿y si era alguna emergencia? La rubia suspiró ¿por qué demonios se debía seguir preocupando por alguien como él? ¿Por qué no lo podía solo odiar e ignorar como él a ella? Ella maldijo su propia sangre y puso su auto en retroceso, para acercarse a su hermano.

De no ser porque el castaño notó el auto viniendo en su dirección, bien pudo haber sido atropellado por la camioneta de su hermana si no se apartaba. Cuando la vio bajar la ventana de su auto, le frunció el ceño y soltó una maldición.

-Casi me atropellas ¿te diste cuenta? -le reclamó él, inclinándose sobre la ventanilla de la camioneta mientras trataba de recuperar el aire que había perdido corriendo tras ella.

Dayana solo se encogió de hombros.

-Esa era la idea ¿Qué no lo notaste? -le preguntó ella de forma sarcástica.

- ¿Adónde vas? -le interrogó él.

Dayana no le respondió.

-Hoy toca la matrícula de la universidad, no puedes irte así nomás sin avisar -le regañó su hermano mientras le daba un empujón en la frente con su dedo índice.

-Lo sé y estaré ahí, así que déjame en paz -le respondió ella, con el ceño fruncido, solo que nunca aclaró que a pesar de que estaría en la universidad no prometió estar en el mismo lugar que él-. ¿Solo para eso me hiciste retroceder? Pudiste habérmelo mandado por mensaje de texto.

Anders chasqueó la lengua.

-No. Si lo hago solo dejarás mi mensaje ignorado como siempre -le recordó él, mientras señalaba en la dirección hacia su bolso, como si pudiera ver su celular y las intenciones de su hermana.

-No lo hiciera si no fueras una molestia. Eres como un fastidioso grillo que se mete a tu cuarto y no deja de hacer cri-cri-cri en toda la maldita noche sin dejarte dormir en paz -le comparó la rubia, mientras chasqueaba la lengua también.

El castaño giró sus ojos verdes.

-Cuida tu boca, niña, ¿nadie te ha dicho lo fea que te ves maldiciendo? ¿Acaso eres un chico o qué? Me cambiaron a Dayana por un Duncan ¿acaso? Ahora te empezaré a compartir mis calzoncillos -le regañó él.

-Pudrete, Anders, si no vas a decir nada importante apártate que me voy ya. Si se me hace tarde por tu culpa después no me vengas a regañar -le pidió ella, apretando el botón en su puerta para subir el vidrio de la ventana, dejando a su hermano Anders con la palabra en la boca y saltando hacia atrás antes de que alguna llanta les pasara encima a sus pies; porque sabía que su hermana era capaz de cualquier cosa cuando se enojaba, parecía hasta un chihuahua rabioso puesto en drogas.

Dayana abrió el portón de la mansión con otro control remoto y salió de la vista de su hermano con un suspiro. A tan buena mañana tenía que amargarle la existencia. Ella tomó su barra de granola y le dio un mordisco fuerte, imaginándose que era la cabeza de su hermano la que arrancaba en vez de un pedazo de la barra.

Mientras iba conduciendo, iba agarrando ya sea frutas o su jugo de manzana después de que terminó la granola.

Una vez llegó a un semáforo rojo ella juntó toda la basura en una bolsa plástica que guardaba en su guantera por cualquier emergencia o si necesitaba botar basura como en ese momento, fue entonces que se permitió sacar su celular para revisar sus notificaciones y respondió a varias de las conversaciones que estaban en su grupo de excursiones, aceptando participar en la próxima y luego vio que su hermano también le había mandado un mensaje.

Lo curioso era que solo había mandado un enlace, ella decidió abrirlo, pero juraba que, si era de esos enlaces que te redirigían a una imagen terrorífica o gemidos, pondría polvo pica-pica sobre las sabanas de su cama y sobre su ropa interior. Solo que no era eso. El enlace la dejó helada y había empezado a escuchar un silbido en sus oídos. Todo se puso en pausa por un momento.

El enlace la llevaba hasta la página de un portal de farándula con un encabezado que decía:

¿Otra escena de la serie protagonizada por Alec y Angéle o una cita secreta?

Bajo el encabezado salía la foto de una rubia de pelo ondulado de espaldas mientras estaba entrando a una camioneta blanca, la puerta de esta estaba abierta y siendo sostenida por un chico de pelo castaño que salía parado de lado, mientras veía a la rubia subirse al vehículo.

Ella podía reconocer la postura de ese chico en cualquier lugar y hasta dormida. ¿Por qué Anders le había mandado eso?

Su hermano era un estúpido.

Antes que pudiera mandarle unos emoticones con el dedo de en medio levantado como respuesta, el ruido de bocinas atrás de ella la sobresaltó, se le había olvidado que estaba frente a un semáforo y este ya estaba en verde, estaba deteniendo el tráfico. Soltando una maldición tiró el celular en el asiento del copiloto y puso el auto en marcha.

Mientras conducía por la autopista, sintió como en una parte de la cabeza había una leve presión, debía conseguir su medicamento antes de llegar a la universidad, sino tendría una fea migraña para el final del día. Desde el accidente hace dos años, había quedado con migrañas frecuentes como secuela, es por eso por lo que siempre tenía constantes citas y revisiones con el médico, además tenía siempre guardadas prescripciones médicas en su monedero.

Después de una parada rápida por la farmacia, ella siguió su camino por la autopista hasta que vio la curva que llevaba al interior del estacionamiento de la universidad, en donde dejó su auto estacionado cerca del redondel cuya estatua parecía saludar a todos los recién llegados.

La rubia observó las tres entradas del campus, si mal no recordaba el del camino con piedra caliza era para llegar a la universidad de carreras técnicas y ciencias. Ella decidió tomar la entrada que quedaba frente a ella, cruzando la calle del redondel hacia un corredor con columnas diseñadas en forma de pentágono, con un techo gris que daba sombra a la entrada del lugar.

Cuando llegó a la entrada del corredor, se detuvo de inmediato, frente a ella estaba una pareja, un chico y una chica, parados frente al otro y parecían estar discutiendo, sin querer Dayana pudo oír atisbos de la conversación.

-Por el amor a todo el chocolate sagrado del mundo, Damian, vuelve a la entrada de la universidad de artes -le ordenaba la chica, o mejor dicho le gruñía; ella tenía el pelo café dentro de un moño desordenado-, debes estar ayudando a los de nuevo ingreso a conocer todos los lugares del campus, no usar el campus para recorrer el mejor camino de los lugares secretos del cuerpo femenino.

Damian, que era el chico de pelo negro frente a la chica supuso la rubia, solo soltó una risa entre dientes.

-Creo que tu no deberías estarme dando este sermón cuando tu misma recorriste el mejor camino hacia los lugares místicos del cuerpo masculino -le dijo él, mientras metía sus manos dentro de sus pantalones color caqui.

La chica de pelo café quedó totalmente ruborizada y sin palabras por un momento y si seguía así le entraría la brisa matutina a la boca y se la resecaría, mientras tenía su mirada incrédula clavada sobre el pelinegro.

-No me quedes viendo así -El pelinegro chasqueó la lengua-, se lo que tu hiciste con ese chico, yo estaba contigo en la discoteca anoche ¿recuerdas? Me dejaste botado ahí, solo con mi whiskey. Que mala amiga te has vuelto, por cierto, ni siquiera me dejaste dinero para el taxi.

Ante eso, la chica de pelo café volvió en sí.

-¿De qué hablas, pequeño demonio? ¡Si tú tienes un super auto deportivo, no ocupas taxi! -le recordó la chica de pelo café-, además, aunque hubieses estado conmigo en la discoteca, eso no significa que también estuviste conmigo el resto de mi noche. No podrías saber lo que estaba haciendo.

-No es mi culpa que me hayas hecho una videollamada y dado a conocer tu paradero de esa noche -se defendió él, sacando sus manos de sus pantalones para dejar sus palmas abiertas frente a la chica de pelo café, fingiendo un gesto inocente.

De nuevo, la chica de pelo café quedó ruborizada y con la boca abierta.

-E-eso no es ci-cierto -tartamudeó ella mientras abría y cerraba la boca, buscando que más decir-, yo no haría algo como eso mientras estoy en la cama desnuda. ¿No es cierto?

El pelinegro soltó una carcajada.

-Claro que no es cierto. Tu no me hiciste una videollamada. Nunca supe adónde te fuiste anoche, pero tú me acabas de confirmar lo que estabas haciendo -le aclaró el pelinegro, riéndose, mientras que con su mano derecha le desordenaba el cabello a la chica de forma cariñosa.

La chica de pelo café soltó un sonido con su garganta, era un ruido entre gemido y gruñido.

-Sal de mi vista Damian Brams y vuelve a tu posición como guía en este instante si no quieres que se me olvide que eres mi mejor amigo -amenazó la chica de pelo café, mientras golpeaba el hombro del chico con su puño.

El pelinegro solo volvió a reír.

-Ya voy ya voy -dijo él, mientras se daba la vuelta para regresar a sus labores mientras que la chica de pelo café había aprovechado el movimiento para golpearle el trasero a su amigo con un lado de su pierna haciendo que él riera más aun y se quejara-. ¡Ey! Se que amas mi trasero, pero déjale algo de mercancía a las demás chicas de la universidad.

Ese comentario provocó que la chica le arrojara una toallita a la cabeza al pelinegro, la cual él agarró y se la colocó en el cuello, mientras que, de espaldas a la chica, se despedía con un movimiento de mano.

Dayana se sentía algo avergonzada por haber oído esa conversación y no sabía dónde meterse ahora que el pelinegro caminaba hacia ella, con las manos sujetando firmemente las esquinas de la toallita que le había arrojado la chica.

Al enfocar su atención en ella, él alzó una ceja y ella pudo ver como unas largas pestañas enmarcaban unos ojos preciosos que ella jamás pensó que existieran. Los ojos del pelinegro eran de un color café parecido al caramelo. Al pasar frente a ella, solo le guiñó un ojo y siguió su camino en dirección a las largas gradas que eran la otra entrada que estaba cerca del redondel.

Sin querer, la rubia no pudo evitar comprobar porqué el chico de pelo negro había dicho que su amiga amaba su trasero, hasta ella lo haría viéndose tan bien esculpido.

Dayana se rascó la cabeza mientras alejaba la mirada de la espalda del chico y se enfocaba de nuevo en la entrada del corredor, donde la chica de pelo café ahora la miraba con las cejas alzadas.

La rubia quería cavar su propia tumba de lo mortificada que se sentía, esperaba que la chica no hubiese notado que ella casi había babeado por la parte posterior de su mejor amigo.

Poniendo su mejor cara de inocencia ella se armó de valor y decidió acercarse a la chica, pero antes de que ella pudiera decir algo, la amiga del pelinegro dijo algo que la dejó estática.

-Si me vas a pedir su número de celular te costará caro -le informó ella, con cara de que estaba dispuesta a vender el número del pelinegro.

Dayana tragó saliva y con ojos de bambi a punto de ser atropellado negó con la cabeza.

-No es eso -le aclaró la rubia-, solo quería saber si este corredor lleva al campus de la universidad de artes.

-Oh, si, nosotros tomaremos posesión del área verde y las canchas este año en vez de los de la universidad de carreras técnicas -le informó la chica de pelo café, sonriéndole-, pero si sigues el camino que tomó Damian podrás encontrar un guía que te enseñe el lugar.

Dayana volvió a negar con la cabeza.

-Si no es mucha molestia, me gustaría recorrerlo sola -le explicó la rubia-, no hay nada como perderte dentro del lugar en el primer día de matrícula. Te da toda la experiencia universitaria ¿no crees?

La chica de pelo café volvió a sonreír mientras hacia una mueca con su rostro, extrañada ante la explicación tan única de la rubia.

-Si gustas, entonces solo sigue el corredor hasta el final y llegaras a las mesas de exposición de los clubes y las carreras -le informó la de pelo café mientras señalaba el pasillo en frente de ellas, en vez del que se extendía a la derecha, ya que el corredor se dividía en dos a la mitad del camino.

Dayana asintió con la cabeza y le sonrió después de agradecerle a la chica.

Ella se encaminó por el corredor frente a ella y paró de inmediato al recordar que se había olvidado presentar, pero cuando volvió su mirada hacia atrás, ya no vio a la chica de pelo café. Dayana parpadeó sorprendida ante la rapidez de su desaparición, pero decidió no tomarle importancia y siguió su camino.

Cuando llegó al área verde del campus, quedó encantada con lo que vio. La vista era hermosa, todo estaba rodeado de árboles y bancas café o de mármol estaban colocadas estratégicamente alrededor de cada una de las decoraciones florales sobre el hermoso pasto verde.

Además, le llamó la atención que las estructuras de las canchas eran enormes y coloridas, hasta había grafiti y más expresiones de arte callejero en cada cancha.

No solo eso la dejó encantada, sino que cada mesa bajo cada champa estaba arreglada de tal forma que hacía destacar lo mejor de cada carrera. Había una por ejemplo que estaba arreglada con mesas que tenían piezas pequeñas armadas como si fuesen pequeños sets de grabación.

Por alguna extraña razón, tanto talento y esfuerzo puesto junto le dejo un pequeño calor sobre el estómago. Ella realmente se sentía entusiasmada de poder estudiar ahí.

Los estudiantes eran muy dinámicos, corrían por todo el lugar; yendo de aquí para allá con materiales, hablando entre ellos, gritándose o comiendo. Siempre tenían algo que hacer entre ellos. Esa energía le gustaba ya que ella siempre había sido de las personas que le gustaba estar en movimiento, salir y explorar.

A lo lejos también pudo notar edificios de tres pisos hechos de ladrillo, algunas paredes y columnas pintadas de blanco y piezas de mármol de un rojo alicante. Todos los edificios estaban unidos por correderos en cada piso y parecían estar construidos de tal forma que imitaba un rectángulo con varias entradas. La rubia se preguntaba que había en el centro de tal grandiosa y abierta estructura.

Mientras miraba en cada mesa y agarraba varios panfletos con carreras que le llamaban la atención, había perdido la noción del tiempo. Ya eran casi las nueve de la mañana.

Ya que aún le quedaba algo de tiempo antes de tener que irse, decidió sacar su cámara y tomar fotografías del ambiente. Todo ese lugar la llenaba de ideas y esperaba recordarlas al ver las fotografías que había tomado luego.

Tan absorta estaba en lo que hacía, que no se fijó por donde retrocedía para conseguir un mejor ángulo, hasta que oyó a alguien gritar.

-¡Ey, detente! -Eso la sobresaltó e inmediatamente se dio la vuelta para buscar el origen del grito, pero poco había notado que alguien había caminado hacia su lado izquierdo, y con su brazo golpeó un objeto.

-Oh, mierda, no puede ser -se quejó la persona que había estado parada a su lado sin darse cuenta, mientras se miraba la camisa blanca ahora manchada con pintura verde, pintura que había estado cargando en una lata sin tapadera y la lata ahora yacía a los pies de un chico de pelo negro.

Dayana solo pudo abrir los ojos del susto y taparse la boca con las dos manos, soltando su cámara y dejando esta caer al suelo que también estaba cubierto en pintura.

-Lo lamento mucho, no quise causar todo este relajo -se trató de disculpar la rubia, mientras una persona le tiraba una toalla al pelinegro para que limpiara lo que pudiera de su cuerpo con ella.

-Deberías fijarte por donde caminas o seguirás causando más relajos -le regaño el pelinegro, mirándola con el ceño fruncido-. Hay personas trabajando y moviéndose por todo el lugar, ten más cuidado, niña.

El pelinegro notó como la rubia frente a él se encogió de hombros, aun miraba el pasto que había sido manchado por la pintura, justo como sus zapatos y ahora la cámara de la chica.

Dayana pasó una mano por su cabeza también, la presión que había sentido más temprano había regresado. Odiaba estresarse, el estrés era uno de los detonadores más comunes de sus migrañas.

La rubia sentía como perdía el balance, pero el chico puso una de sus manos en su hombro, dándole algo de estabilidad.

-Lo se lo sé, lo siento, siempre me lo dicen, pero nunca hago caso, es mi culpa, perdón -decía ella mientras la voz se le quebraba y se lamia los labios que se habían vuelto resecos de la nada.

Ella pensaba como podía arreglar esa situación.

-Si alguien te dice algo, deberías hacer caso. No solo por tu bien, sino por el de los demás -le recordaba él mientras negaba con la cabeza, disgustado, dejando de tocar su hombro para seguir limpiando sus brazos de los residuos de pintura y algunas partes mabchadas sobre camisa-. Además, no solo conmigo te debes disculpar, casi te paras en el estandarte en el que los chicos estaban trabajando atrás de ti.

No solo había arruinado la camisa y los tenis del chico, con su mala suerte, su cámara también se podría haber arruinado al mojarse con la pintura.

Dayana levantó su mirada del suelo y la enfocó en su bolso, mientras revisaba su interior. Ella soltó un suspiro de alivio al encontrar las toallitas húmedas que siempre guardaba entre su maquillaje, estas tenían algo de alcohol así que deberían remover la pintura de forma más efectiva.

Levantando la mirada, la rubia sintió como se mareaba de nuevo mientras solo podía observar los ojos azules del pelinegro frente a ella, que parecían haber agarrado un brillo de color zafiro a contraluz.

Ella parpadeó tratando de recuperar su enfoque, pero el chico que ya había notado su malestar, le sujetó el rostro, observando como las pupilas de los ojos verdes de la rubia se dilataban.

- ¿Te sientes bien? -le preguntó él, pero su voz se oía como en una especie de eco en sus oídos.

La rubia trataba de asentir, pero honestamente no sabía en qué dirección iba su cabeza por el mareo.

-Agua, solo necesito agua, en mi mochila... -le dijo ella, mientras cerraba los ojos y trataba de concentrarse en su respiración, debía volver a enfocarse en algo o se desmayaría ahí mismo.

En eso, sintió una brisa en un lado de su rostro, luego un movimiento cerca de su mochila y como algo era puesto cerca de sus labios.

-Bebé -le ordenaba una voz.

Ella abrió los labios y poco a poco sintió como el agua helada recorría su lengua, su garganta y se aposentaba dentro de su estómago.

Cuando sintió que sus pies ya volvían a tocar el suelo, ella se alejó del agarre del chico, empujándolo suavemente lejos de ella por la vergüenza, estaba causando tantos problemas.

-Ya estoy bien -le aseguró ella, mientras se limpiaba la comisura de los labios donde aun quedaba residuos de agua con la manga de su chaqueta jean de azul pálido.

Luego la rubia le acercó sus toallitas al chico de pelo negro, instándolo a tomarlas.

-Tienen alcohol, pueden servirte para limpiarte mejor -le explicó ella, mientras él tomaba el paquete entre sus manos.

El chico solo asintió con la cabeza y se puso en cuclillas, mientras Dayana, aun con la cara roja, se daba vuelta para ver a los jóvenes que habían estado trabajando en el estandarte atrás de ella y que ahora la observaban a ella y al pelinegro.

-Lamento las molestias -se disculpó ella-, seré más cuidadosa.

El grupo solo asintió con la cabeza y ella volteó a ver al pelinegro, que ya se había puesto de pie y para su sorpresa, entre sus manos estaba la cámara de la rubia. La estaba limpiando con las toallitas húmedas.

-Espero no se haya arruinado -murmuraba él, y hasta ese momento pudo notar la voz grave del chico con un delicioso acento de trasfondo.

Dayana volvió a parpadear y luego tragó el nudo en su garganta al ver que él se interesaba más en su dispositivo que en su propia camisa y tenis blancos, cuya marca ella reconocería en cualquier lado ya que su hermano también tenía de esa misma marca y no eran para nada baratos.

Ella devolvió su atención a su bolso, sacando su billetera y de ella un par de billetes de alto valor.

-Descuida la llevaré a revisar después -le tranquilizó la rubia, extendiendo su palma para que el pelinegro pusiera la cámara devuelta en su posesión.

Cuando el pelinegro le devolvió su cámara, ella sujetó la mano del chico y puso los billetes en su mano, dejándolo helado en su lugar. Parecía estar sumamente extrañado con la acción de la rubia.

-Perdón por arruinar tu camisa y tus tenis. Espero esto sea suficiente para que puedas reemplazarlos pronto -le dijo Dayana, mientras alejaba la mirada de los ojos del chico y trataba de guardar su cámara de vuelta en su bolso-. De nuevo perdón. Ahora si, creo que me tengo que ir.

La rubia no dejó siquiera que el pelinegro le dijera algo de vuelta. Ella ya se estaba alejando de él y del grupo en dirección a las canchas.

Dejándo al chico con el dinero en la mano, una botella de agua casi vacía entre su brazo y su costado y la palabra en la boca.

-¡Ey, espera! -escuchó que alguien le gritaba, pero ella no se detuvo, aun recordando como por detenerse y retroceder esa mañana, había tenido un mal encuentro con su hermano.

No quería tener un mal encuentro con nadie más, se conocía y sabía que si hablaba con el chico o alguien más de se grupo diría algo que no quería, siempre lo hacía cuando se sentía acorralada o avergonzada.

Mientras se perdía entre las canchas, ella oyó como le caía una notificación a su celular, lo sacó del bolsillo trasero de su jean y vio que era un mensaje de su hermano.

Ya vamos llegando.

Ella maldijo su suerte. ¿Por qué demonios su hermano quería que ella estuviera presente mientras lo matriculaban ese año en su universidad?

La rubia siguió caminando hasta que llegó atrás de un edificio enorme de casi seis pisos, era una magnifica estructura metálica con ventanales de cristal azulado enormes.

Viendo una banca cerca, ella decidió sentarse, se sentía cansada y su dolor de cabeza aun ejercía presión en uno de los lados de su sien.

Ella movió el cuello de un lado para el otro, tratando de destensar los músculos rígidos y luego se pasó una mano por toda su nuca haciendo una leve presión en esa área ya que de ella sentía que venía toda la tensión.

Decidió recostarse sobre la banca, usando su bolso como almohada por unos minutos.

Dios, ¿por qué siempre causaba tantos problemas a todo el mundo? ¿Qué nunca nada le podría salir bien por una vez?

Dayana suspiró y luego oyó a su celular sonar. El nombre de "Anders" brillaba en toda la pantalla, pero ella no hizo ningún esfuerzo por atender la llamada. También vio un par de mensajes de parte de su hermano caerle a su chat, pero ni siquiera los abrió. Sabía que estaba preguntando por su localización.

Después de un par de minutos de silencio, su celular volvió a sonar, esta vez ella lo puso en vibrador.

Soltando otro suspiró, ella decidió levantarse e ir al encuentro de su hermano para rogarle que la dejara ir a casa.

En lo que caminaba por el lado izquierdo del edificio para rodearlos hasta llegar al frente de este. Se detuvo cuando a lo alto de unas gradas, que giraban en una curva hacia el lado derecho del edificio, aparecieron dos cuerpos empezando a bajar de lo alto de la entrada.

Ella de inmediato reconoció a las dos figuras como los dos modelos de la foto que había visto en el portal de farándula llamado "Una Mosca en la Pared".

Siendo sumamente cuidadosa, ella retrocedió sobre sus pasos y empezó correr lejos de la entrada del edificio, mirando hacia atrás solo para asegurarse que nadie la había visto.

Por dios, no solo era un desastre andante, sino que una cobarde también.

Ella se escondió en la pared trasera de la estructura, dejando su cabeza recostada sobre la pared, mientras miraba en la dirección al cielo que estaba siendo tapado por varias columnas del edificio y luego cerraba los ojos.

Su celular aun vibraba dentro de su bolsillo trasero.

La rubia esperaría ahí unos minutos, el tiempo que ella dictara como suficiente para que esas dos personas se fueran.

Pero la vibración en su bolsillo no la dejaba en paz. Ella se mordió el labio, estaba siendo estúpida, mejor iba en busca de su hermano, si se topaba con esos dos solo los ignoraría olímpicamente.

Tomando valor de otro suspiro, ella dobló la esquina de la pared, pero no avanzó mucho ya que terminó topándose con el pecho de un chico, que la agarró de los brazos para evitar que perdiera el balance.

¡Cual fue su sorpresa al ver que era el pelinegro que había manchado de pintura verde!

Él parecía haber quedado igual de sorprendido que ella, pero inmediatamente se compuso, y una expresión de alivio le invadió el rostro al chico.

Lo que llamó la atención de ella, fue que sus tenis habían quedado casi blancos de nuevo, a excepción de las agujetas que aun eran verdes y ahora combinaban con la sudadera verde que ahora estaba usando.

En ese momento que se detenía a verlo mejor, el chico era alto y guapo, sus cejas negras enmarcaban a la perfección el resto de su rostro y esa mandíbula que tenía era insana.

-Te anduve buscando -le declaró él, mientras que una de sus manos rebuscaba algo en uno de los bolsillos de su jean, sacando dinero-. No puedo aceptar esto. No puedes...

Dayana parpadeó, y se alejó de él, dejándolo parado cerca de la pared del costado izquierdo del edificio y lo interrumpió:

-Se que me dirás que no puedo arreglar mis problemas con dinero, pero yo no se como lavar una camisa y sacarle una mancha de pintura.

Pero el pelinegro negó con la cabeza.

-No. No es eso. Es el hecho que me diste demasiado dinero, mi camisa no cuesta tanto y no tenía una forma para hacerte llegar el cambio que me sobraría -le explicó él, con el ceño fruncido mientras se acercaba a ella a pesar de que la rubia seguía retrocediendo hacia la verja de metal que dividía el edificio con el área donde estaban las canchas-. No puedes ser así de descuidada con tu dinero.

¿Acaso la estaba intimidando?

Pero antes que ella pudiera decir algo, ambos oyeron pasos acercándose en la dirección donde estaban ambos.

El pelinegro volteó a ver quiénes venían y notó a una chica rubia corriendo atrás de un chico castaño, casi a un metro de ellos; pero no tuvo más tiempo de seguirlos observando, ya que sintió que lo jalaban de la sudadera y de repente era impulsado hacia en frente, acercándose al rostro asustado de la rubia que había manchado su camisa.

Él tuvo que dejar ambas manos aferradas a la verja para no perder todo su balance, y para evitar aplastar a la chica frente a él cuando ambos quedaron parados contra el metal de la verja.

La rubia había cerrado los ojos de inmediato, dejándolo confundido, pero luego cayó en cuenta que a lo mejor ella no quería ser vista por las dos personas que corrían hasta acercarse a ellos.

De inmediato él acercó su rostro al de la rubia, dejando la cabeza de ella oculta entre su pecho y su cuello, una de sus manos la dejó encima de la cabellera de ella y la otra mano seguía puesta sobre la verja.

A la vista de cualquiera, parecían una simple pareja que se estaba abrazando después de las vacaciones de la universidad.

El corazón de ambos latía tan fuerte y rápido como las alas de un colibrí y casi podían jurar que los oían latir fuera de sus pechos. Toda esa situación de sorpresas los tenía sudando aderanlina por cada poro.

En eso, el pelinegro oyó como los pasos de los jóvenes se alejaban y el levantó la mirada para observar como ellos se perdían lejos.

Él se apartó un poco de la rubia, pero antes de poder alejarla por completo, la sintió tensarse de nuevo y luego lo empujó un poco. Estaba alejándolo más de ella, pero sus ojos verdes seguían asustados, ahora no viendo en dirección a los jóvenes que se alejaban sino hacia un sujeto que tenía una cámara frente a la cara.

¿Qué demonios? ¿Por qué ese tipo los quería fotografiar? Quien sea que fuera ese sujeto, aún tenía a la chica rubia asustada.

Y fue entonces que no lo pensó dos veces, le tomó la muñeca y la obligó a correr tras él, en dirección contraria a donde estaba el hombre con la cámara.

Dayana tampoco hizo nada por detenerlo, se dejó llevar por el chico, corriendo tras él, solo pudiendo mirarle la sudadera que cubría su ancha espalda.

Sabía que tan pronto se alejara del pelinegro y volviera a la realidad de la situación, estaría en problemas y por un momento, sintió tanto miedo que quiso seguir huyendo con el chico.

«Anders, perdóname» pensó la rubia mientras sentía su celular vibrar como si de una señal de mal augurio se tratase.

Pero, agarrando la muñeca del pelinegro de vuelta, tomó valor y contestó la llamada de su hermano.

-Anders, estoy aquí, pero si tienes al abuelo al lado ocupo que me lo pases -le pidió ella.

En eso, hubo un ruido al otro lado de la línea.

- ¿Abuelo? -le llamó ella-, hay un problema, no sé cómo, pero un par de paparazzi han entrado en la universidad y no te gustara las fotos que han tomado.

-Hablaremos cuando llegues a casa -le declaró la voz del mayor, con una nota de finalidad en sus palabras, que quedaron haciendo eco en la cabeza de la rubia.

Dayana volvió a cerrar los ojos cuando el pelinegro se detuvo, ahí iba de nuevo, más problemas que poner en su canasta.

Cuando ella volvió a abrir sus ojos, notó primero que ambos habían vuelto cerca de las mesas y chapas de exposiciones, luego su mirada volvió a caer en el pelinegro que aún estaba parado frente a ella.

-Gracias... -le dijo ella, mientras agachaba la mirada, algo avergonzada por toda esa situación.

-No fue nada -le murmuró él.

Pero antes que ambos pudieran relajarse y recuperar el aliento, oyeron gritos y gente corriendo.

-Mierda, ya empezó -soltó el pelinegro, mientras veía como una especie de humo se regaba por todo el lugar.

El pelinegro sacaba la camisa blanca que había tenido puesta antes de ser manchada de atrás del bolsillo de su jean y la puso sobre el rostro de la rubia que miraba asustada a su alrededor, cuidando que el humo no ahogara a la chica.

Y nuevamente, ambos se vieron corriendo, pero esta vez uno al lado del otro; con el cuerpo grande del pelinegro cubriendo el cuerpo pequeño de la rubia, a modo de protegerla de que le entrara mucho humo a sus vías respiratorias y a sus ojos.

Corrieron hasta que llegaron a un lugar en donde el humo no llegaba aún.

Un grito se oyó a la distancia, alguien estaba gritando un nombre.

Evan.

Era la voz de una chica, que hizo que el pelinegro se detuviera y esperara a que la dueña de la voz los alcanzara.

Era una chica de pelo café, la misma chica que había visto esa mañana con el tal Damian.

-Ayrin -El pelinegro suspiró con alivio-, ¿puedes encargarte de ella? Tengo que ir a ayudar ahí dentro.

La chica de pelo café asintió con la cabeza y tomó en brazos a la rubia.

-Llévala contigo ya sabes dónde, no la dejes sola, un tipo la andaba acosando hace poco -le pidió él, antes de salir corriendo, alejándose de ambas chicas.

- ¿Ese chico que te acosaba no era Damian verdad? -le preguntó la chica de esa mañana Ayrin.

Dayana quiso reír por la desconfianza que la joven de pelo café le tenía a su amigo, pero solo terminó por negar con la cabeza como respuetsa.

-Vamos -le insistió la chica, guiándola a lo que parecía ser la estructura que la rubia había visto antes, la que estaba hecha de ladrillos y mármol rojo.

Toda la multitud parecía encaminarse a ese mismo lugar y por un momento, la rubia tuvo miedo por enésima vez en ese día.

Ya no le extrañaba en ella, los problemas siempre la seguían, la habían marcado como su víctima favorita.

* * *

¡Hola, hola fantasmitas naranja! Sean bievenidos a este pequeña habitación que llama mi imaginación. Este es mi nuevo proyecto desde hace 2 años mas o menos que no escribía en la plataforma. Siendo honesta, se siente genial poder volver después de que mi llama de creatividad había sido apagada debido a todo lo que hemos venido atravesando en este último año.

Espero que esta pequeña historia les logre sacar aunque sea una pequeña sonrisa entre tantas situaciones terribles por los que esta atravesando el mundo. Si les gusta como va yendo la historia les agradecería mucho que le muestren amor reglandome una estrellita y comentando que les pareció este primer capítulo.

Aclaró que los capítulos posteriores los iré publicando cada sábado o domingo. Además prometo no serán tan largos como el primero, este capítulo lo hice largo para que pudieran disfrutar más de esta pequeña introducción a mi nuevo mundo.

¡Besos catrachos para todos!

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