009 - Nuevos encuentros

Jeremías Salazar

Me encuentro en la calle con mis Converse pintadas. Era de día, así que los rayos solares iluminaban mi cabello azul, que me había pintado yo mismo. Como era un día soleado, decidí comprar un helado de Oreo, mi favorito. Mientras lo saboreaba, estaba mirando por la ventana admirando el hermoso atardecer, pero me encontré con algo más hermoso: sus ojos. Eran de color verde, que contrastaba con su cabello rojizo. Siempre la molestaba con el apodo "zanahoria". Estaba tomando su helado favorito; siempre lo escogía, incluso de niña. Parecía estar hablando con otra chica, pero le resté importancia. Al terminar, me dirigí a pagar. Al salir, entrelazamos miradas; sus ojos verdes desprendían un brillo especial, aunque sabía que no podríamos estar juntos. La saludé de lejos; había cambiado bastante. No nos habíamos visto hace mucho tiempo, por su mudanza. En la niñez vivíamos juntos, pero tuvo que irse por un año de intercambio. Aunque estuviéramos lejos, nos escribíamos.

Me dirigí a mi coche para comprar mi primera guitarra eléctrica. Mi sonrisa se elevaba cada vez más, revelando mi alegría porque por fin obtendría mi primera guitarra. Aunque no podía negar que una parte de mí no estaba feliz, porque sabía que mi familia no estaría de acuerdo. Por un minuto casi me doy la vuelta; ahí podría volver con mi familia, estudiar para el examen de Derecho, viendo cómo mi familia se enorgullece cada vez más. Pero no podía negar mi sueño, lo que practiqué durante tantos años. Di un largo suspiro, pero éste se vio interrumpido por una llamada. Como siempre, en los mejores momentos, mi padre lo arruinaba todo.

—Hola, padre, ¿qué necesitas?—pregunté, intentando calmar mi nerviosismo. No podía parecer nervioso frente a él.

—Hoy viajaré, así que te dejé comida en la nevera—expresó con una voz grave.

—Está bien—mencioné con una tristeza notoria. Aunque sabía que trabajaba para conseguir lo mejor, no podía evitar sentirme abandonado por él. Ahora me sentía bloqueado, viendo la tienda con la guitarra que siempre había soñado. Mi padre nunca me ha apoyado en mi sueño con la música, porque él ya creó mi vida: ser un abogado exitoso. Recuerdo el día que me gritó tanto que se me aturdieron los oídos. Podría correr el riesgo de que pasara otra vez con una estúpida guitarra (aunque no lo era, porque significaba mi sueño). Sin ganas de pensar, me dirigí a mi casa lentamente, mirando a las personas felices con sus familias, sabiendo que podría obtener eso, hasta que de pronto vi un póster: estaban buscando un guitarrista para una banda. Anoté el número que se encontraba debajo. Fui a casa de mi vecina para contarle la noticia, pero no se encontraba allí, así que, sin quedarme con otra opción, esperé en su puerta hasta que ella viniera, teniendo un debate interno conmigo mismo. Aunque ya era tarde porque ya había mandado el mensaje para el casting, fue un momento impulsivo, pero en el fondo necesitaba arriesgarme para cumplir mi sueño. Hasta que mis pensamientos se vieron interrumpidos; escuché pasos provenientes de las escaleras. Era la persona a quien estaba esperando.

—Hola, zanahoria—le dije en tono sarcástico para molestarla. Ella simplemente me ignoró y abrió la puerta haciéndome señas de que entrara.

—Coméntame las buenas noticias—dijo con calma. Ella ya sabía que venía por buenas o terribles noticias.

—Digamos que hice un casting para ser guitarrista—dije casi gritando mientras mostraba el póster que había encontrado por la calle. Ella me dio una sonrisa.

—Me encanta. Incluso mi amiga es la que se encarga de la organización; si quieres, puedo llamarla para que te reserve un lugar—explicó mientras miraba el póster con atención.

—No lo necesito, yo sé que voy a pasar—expresé con tono arrogante. En realidad, no estaba seguro en lo más mínimo, pero preferí fingir que sí.

—Ash, siempre con tu narcisismo—se levantó para cocinar algo. Ya se estaba haciendo de noche. Había hecho fideos, que era mi comida favorita. En cuestión de algunos minutos me lo entregó. Casi vomito; estaban demasiado crudos. Aunque era perfecta en casi todo (sabe pintar, cantar, tiene buen promedio, ¡incluso sabe andar a caballo!), la cocina de verdad no era lo suyo. Aunque intenté tragármelos para que no se sintiera mal, supongo que estas cosas uno las hace por amor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top