Capitulo 1


—¿Otra vez pensando en ella? — pregunta mi beta entrando con una sonrisa triste en mi despacho, un suspiro cansado se escapa de mis labios.

No tener a mi compañera conmigo me pone de mal humor, casi todos los días son así. Mi vida pasó a ser después de los cincuenta; levantarme, tratar mal a todo el mundo y dirigir la manada para después dormir pocas horas en la noche.

Otra cosa que también me molesta es el hecho que mi Beta, Delta y Omega, ya tienen sus mates y no pueden tener hijos hasta que el Alfa tenga su primogénito. No es que no me alegre por ellos, y sé que es algo egoísta de mi parte sentir envidia de su felicidad.

Sé que ellos anhelan tener su primer cachorro y por mi culpa no pueden.

Levanto la mirada sacando mi rostro de mis manos chocando con su iris negro como la noche, su ropa se encuentra sucia y sudorosa como cada día que sale a hacer ejercicio. Teme volver a ser el mismo de antes por eso es que se exige tanto.

Yo estoy en una pequeña habitación que uso para reuniones o cuando hay que tratar un tema serio y no quiero que nadie interrumpa, también lo utilizo como soporte para mis pensamientos. Es la más grande de las habitaciones de planta baja por lo que la utilizo como despacho, las paredes son de color caoba con tres cuadros de mi familia a los lados, consta con una mini biblioteca donde están los libros más importantes sobre los seres sobrenaturales, el escritorio donde estoy con tres sillas frente mío, unos cinco sofás para más comodidad de los acompañantes y después la decoración que son una que otra planta que pone mi madre para que según ella: "le dé el toque". Me encuentro sentado apoyando los codos en un escritorio marrón.

—Quizás —digo restándole importancia.

En realidad, sí, estaba pensando en ella, él lo sabe ya que me da una mirada incrédula no tragándose mis palabras. A él es al único que no puedo mentirle o esconder mis sentimientos frente suyo, creo que tiene un sexto sentido para lo que en eso respecta ya que a pesar de ser mi Beta es mi mejor amigo y confidente.

—¿Porque no salís un rato? Yo me quedo a cargo con Ethan y con Saya hasta que vuelvas. Te haría bien despejarte —tranquilo me dice las palabras una vez más, como si diciendo a cada rato le haré caso.

Asiento dándole mi respuesta porque veo imposible que más palabras salgan de mi boca, me levanto lentamente dando por terminada la charla y antes de levantarme por completo soy devuelto bruscamente a mi silla con su peso sudoroso, tarde cinco segundos en salir de mi estupor y empujarlo lejos.

Cuando abandona el despacho hojeo la mesa hasta dar con unos documentos que había hecho a un lado ya que no podía concentrarme, era una invitación a una manada vecina y el tratado de paz que debíamos entregar al rey.

Abro la invitación ya que provenía de la manada winter quien hacia poco encontró a su luna. Estaba seguro de que me invitaba a la ceremonia de apareamiento que estaba próximo.

"Querido Alfa:

Un lobo de mi manada se ha atrevido a hacer un acto impuro, ha tomado la osadía de asesinar a mi luna, el alma gemela que la diosa luna me concedió y que pocas veces permite conceder otra.
Ese licántropo se escapó arrebatándome la vida de las manos, no sé si entienda el concepto de eso, pero es algo doloroso, como si lo despedazaran vivo.
Necesito su ayuda para poder encontrar al culpable y vengar la muerte de mi amada, yo lo desterré convirtiendo a éste en rouge así será más fácil encontrarlo.
Espero pueda ofrecer de su ayuda ya que quiero evitar una guerra y más con el consejo husmeando en esta época

Atte.

Alfa Zac Storm de la manada Winter"


Mi ceño se frunce a leer lo que decía en la última parte.

¿Quién en su sano juicio sería tan despiadado para asesinar a la luna de la manada?

No quiero empezar a especular lo que podría haber pasado, pero esto me suena mal, tengo un muy mal presentimiento y Sam -mi lobo- parece que igual porque se encuentra inquieto.

Me encaminó hacia la puerta no sin antes haber limpiado mi escritorio, si bien sé que hay personal de limpieza, no dejo que nadie ingrese a estas cuatro paredes, este espacio es preciado para mi. Cuando estoy en el pasillo me encuentro con mis fieles compañeros.

—Saya, necesito que dos de tus mejores guerreros nos acompañen a la manada Winter —empiezo diciendo caminando a la salida con ellos pisándome los talones —.Ethan, mientras no esté no quiero que destroces nada y vayas a entrenar a los nuevos, Andrew, está demás decir que me vas a acompañar.

Una vez fuera de la casa nos dirigimos hacia la cochera para ir en auto, mi beta se sube de piloto y yo me subo en el asiento trasero, arranca luego de corroborar que estén listos los hombres que nos acompañarán en otro vehículo.

(...)

—¡Que agradable sorpresa, Alfa Jordán! —exclama con una sonrisa más falsa que él.

Zac Storm, Tiene el físico de una persona de unos treinta años pero tiene como doscientos, sus ojos azules me repugnan ya que solo muestran lo sádico que es. Para pedirme ayuda este hombre tuvo que haber hecho algo grave ya que los del consejo investigan a fondo y si por algo no los llamo significa que no quiere que investiguen.

—Quería hablar formalmente con usted sin necesidad de mandar otra carta, espero no le moleste mi presencia —digo evitando que se me escape que no me inspira confianza.

—No me molesta en absoluto. Sígame, por favor —nos guía al interior de su manada

A penas llegamos nos interceptó en la entrada ya que se habrá dado cuenta de mi presencia, cuando bajamos del auto se encontraba él seguido por unos cuantos lobos de guardaespaldas. Cualquier persona que ingresa a los límites de la manada, lo percibimos. Por eso no me sorprende que este esperándonos.

Nos adentramos después de intercambiar miradas con mi beta y por lo que me transmitió siente lo mismo que yo: "hay algo que no cierra".

¿Si no fue culpa suya, porque estaba tan al pendiente de quien ingresaba a su manada?

Tranquilamente podría haber mandado a unos de sus guardias.

Los Alfas sentimos cuando alguien ingresa en nuestros territorios, pero sabemos por el olor si es alguien bueno o malo, eso es lo que no me termina de cerrar.

Seguimos caminando hasta adentrarnos bien a su manada, la gente agacha la cabeza con temor cuando él pasa por al lado, siempre mostrando una sonrisa cínica. Al llegar a la casa del Alfa, me percato de otra cosa, las casas de los licántropos son de madera vieja y gastada mientras que la de su gobernante es de concreto y llamativa. Es como si fuese el rey mientras que ellos son los plebeyos.

Nos hace pasar a su despacho mientras que solo entra él, comienza a hacerse la víctima sobre que no quiere verse débil ante las personas, que está cada día más triste y demás palabrerías que hacían que me doliera la cabeza. Ese hombre lo único que logró con su discurso fue que buscara una excusa para salir cuanto antes de allí, me pareció haber visto que se alegró que nos fuéramos y si era así tendría que haberlo dicho a penas nos encontró en la entrada, me ahorraba el dolor de oído.

De vuelta a la manada las cosas seguían igual salvo por cómo mi beta fue recibido por su mate, me alegraba por él ya que había vivido cosas difíciles, pero estaba el sentimiento de la envidia que no me dejaba tranquilo.

—Alfa, ¿cómo les fue? —Pregunta Cristen, haciendo una reverencia cuando se percata de mi presencia.

—Nos fue bien —Le resto importancia. — ¿ya llegaron los nuevos instrumentos quirúrgicos?

Ella era parte del personal médico de nuestro hospital pese a ser humana se adaptó bien a cómo funciona el sistema de un licántropo y por suerte está más que contenta con su trabajo. Cada vez está más cerca de cumplir su sueño de ser directora de ese hospital.

—Llegan esta tarde, por eso me escapé unas horas para comer algo.

Vivíamos todos en la mansión del alfa, que pasaba de generación en generación. Estaba estipulado por el consejo que debían vivir todos juntos, la familia del Alfa, la del Beta y Delta. Nosotros también teníamos a una bruja en la manada que era alma gemela de un licántropo, ella era la encargada de los guardias y el consejo de ancianos dejo que viviera con nosotros ya que era una parte importante de la manada.

—¿y que estamos esperando?, adelante.

Ingresamos todos a nuestro hogar encontrándonos con todos ya sentados, la única que faltaba era la caprichosa de mi hermana, no me importaba que no coma en la mesa, siempre y cuando yo no esté en la casa, mis padres me inculcaron que era una falta de respeto comer en el cuarto o en el despacho y aunque yo la consentía también, no podía dejarlo pasar.

Sin importarme lo que dijeran sobre que la dejara sabiendo que nunca lo hacía, me dirigí a su habitación subiendo las escaleras, caminando sobre el pasillo hasta su puerta donde toque, ella sabía quién era por el olfato, aun así, no contesto.

—Tenes tres segundos para bajar a comen en la mesa Adalyn y sí, es una maldita orden.

No tardo en salir a darme una mirada reprobatoria, bajamos en silencio conmigo pisándole los talones. Estaba así porque no la dejaba viajar a Canadá en busca de su alma gemela, pero ¿porque irse tan lejos?.

—lo bueno se hace esperar —susurre poniéndome a su lado.

Puse mi brazo en sus hombros viendo como suavizaba sus facciones, al fin y al cabo, no era culpa de ella. Era la princesa de la casa hasta que nació Celeste, le dábamos todos los gustos, aunque para mí siempre va a ser una beba a mis ojos. Cuando llegamos a la entrada del comedor se apartó para que nadie la viese, esa parte de ella era tierna.

Nos sentamos cada uno en el lugar que correspondía, nadie había comido aun asique una vez nos acomodamos empezamos a comer. Mi nana se había lucido una vez más, haciéndome mi plato favorito. 

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