3
Desde el primer momento en el que ella abrió los ojos por primera vez, ellos supieron que su niña será alguien especial. Será especial, solo por ser ella, solo por ser su hija. Sabían que cada sonrisa y lágrima suya haría que ellos sintieran todo lo que podía llegar a sentir el ser humano.
Les había costado la vida llegar hasta ese momento; los meses del embarazo hicieron que todos sus sueños se detuviesen, el parto fue doloroso y el miedo nunca los abandonó.
Pero cuando llegaron a casa, él con dos bolsos en cada mano y ella con la niña en los brazos, se les dibujó una sonrisa en la cara.
Ella merecía la pena. Por eso, y por mucho más, juraron con la mirada que le darían todo el amor del mundo y que escribirían su nombre en la luna si hiciera falta.
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