76.
—Sweetie... ¡Eres una chica!
La sonrisa brillante de USA al recibirlo, borró toda esa fea sensación en su pecho que la acompañó durante el largo trayecto hasta casa de su hermano. Rio bajito, se dejó abrazar y girar en el aire. Fue completamente feliz.
—Wow... ¡Hace tanto que no sucedía! —acarició las mejillas de Canadá—. Eres tan hermosa como la última vez que vi tu forma femenina.
—Gracias.
—Dios... Debo ir de compras.
—¿Por qué? —rio encantada por aquel entusiasmo.
—Eres una señorita ahora, mi amor, y no voy a dejar que uses los pantalones sueltos de siempre. No ropa de niño, quemaremos todo, porque nos adaptaremos a tu nueva forma.
—Estás loco —lo empujó un poquito—. Me gusta mi ropa.
—Sweetie! Bajaste una talla al menos, ¡tenemos que comprarte ropa!
—Me alegro que al menos tú... no te incomodes con el cambio.
Se miró en el espejo del pasillo y suspiró. Quería darse una larga ducha, comer algo y dormir dos años mínimo. Tal vez así se sentiría mejor. Pero era obvio que no la iban a dejar.
—Conozco esa carita triste —abrazó a su hermanita—. ¿Qué sucedió?
—Nada importante.
—No te creo nada.
¿Y qué más daba? Por lo menos hablaría con alguien y se desahogaría.
Porque América era su hermano, y entendería su situación.
Se le escaparon las lágrimas en medio de su relato, sollozó un poquito al recordar que México ni siquiera la detuvo cuando salió del departamento que compartían, y se abrazó a USA cuando se derrumbó ante sus emociones.
Estaba devastada.
México ni siquiera se dio la oportunidad de entender la situación.
—Voy a matarlo.
—¿Por qué él no cambia de género?
—Ya sabes lo que dicen sweetie —USA le besó la frente—. Somos diferentes. Ellos decidieron no progresar, encerrarse en sus creencias, y tal vez eso les impide liberar este regalo —acarició esos largos cabellos.
—Ame...
—¿Te he dicho lo hermosa que eres así, sweetie?
Risitas y cariños. La tristeza ya no había y Canadá dejó que la sonrisa de USA se le contagiara.
Porque era verdad, su cambio de forma era un regalo y debía agradecerlo.
.
.
.
—¿Podemos hablar?
—No —USA tomó el brazo de Canadá y la alejó del tricolor—. Estamos muy ocupados por aquí.
—Pinche gringo, que el asunto no es contigo.
—Sí lo es —lo miró feo—. Así que me llevo a mi hermanita... lejos de ti.
—Ame, espera... —Canadá le sonrió—. Él tiene razón, debemos hablar.
No podía simplemente seguir con aquel silencio extraño, porque se suponía que tenía un noviazgo y llevaban muchos meses, los más bonitos y divertidos.
Y porque tenía esperanzas.
Pero la incomodidad seguía ahí, la mirada dudosa, la misma confusión y rechazo hacia su forma. Canadá sintió tanta tristeza al darse cuenta que todo el sueño vivido se estaba terminando.
—Perdóname, güerito... güerita —México se rascó la nuca—. Es que... estaba acostumbrado a tu otro yo... Casi me da algo al verte esa mañana, y hasta se me olvidó que eso del cambio pasaba, pero solo lo había visto con algunos country europeos y... Lo que trato de decir es...
—Te incomoda mi cuerpo, ¿verdad?
—No te voy a mentir —la miró un ratito—. Se me hace extraño... y no sé cómo actuar... Porque antes eras un vato y ni pedo, no te ibas a romper... y ahora... Bueno, no es tanto eso, sino que yo... Soy joto. No mames... Bien claro lo tenía eso, pero ahora...
—Entonces no te enamoraste de mí —dolió entenderlo—, sino solo de mi cuerpo.
—No, no...
—Me lo acabas de decir.
—No, Canadá... No es... Solo dame tiempo... Yo...
—¿Hasta que vuelva a ser un chico?
—Sí... Digo ¡no!
Canadá lo miró con pena y tal vez un poco de desilusión. Estaba dolida, triste, decepcionada, no sabía exactamente qué. Pero entendía el punto de México, porque nadie debería ser obligado a aceptar algo tan difícil como eso.
—Yo te amo, México —le acarició la mejilla—. Je t'aime, Mexique.
—Y yo... pero...
—Pero así no va a funcionar —le sonrió con tristeza—. Lo sé.
Canadá se acercó un poco, vio al tricolor entrar en pánico, y tras cederle una sonrisa un poco forzada, le dio un beso en la frente. Le repitió que lo amaba, porque era verdad, y después se alejó.
—Si es que es posible... lo intentaremos en la siguiente oportunidad.
—Canadá, espera.
—Mandaré a alguien por mis cosas en los siguientes días —suspiró, soportando sus ganas de llorar—. Aunque creo que no usaré eso hasta después de un par de décadas.
—¿Décadas? Espera... ¿Esa cosa dura tanto?
—Sí —se encogió de hombros—. Así que supongo que este es un "terminamos".
—Canadá...
Sonrió una última vez antes de agitar su mano e irse. Porque no había de otra.
Notas finales:
Esto me pareció muy sad y por eso no lo publiqué en el grupo alv.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top