39.
—Esto sí es un tesoro.
Silbó en coqueteo hacia el hermoso ser que caminaba frente a él.
—No te alejes que tengo que pulir todo tu oro, mi amor.
Entonces el mencionado giró.
—¿Mexique?
—¿Canadá?
—Hum... ¿Me decías algo?
—Hum... sí —sonrió porque valía verga, era todo o nada—. Que buen cabús que te cargas.
Se enamoró de ese sonrojo y, sobre todo, de esas nalgas.
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