183.


—¿Te gustan las chicas?

—Sí —Canadá sonrió.

—¿Y los chicos?

—Sí.

—¿Y el pan?

—Sí, me gusta.

—No manches. Literalmente eres perfecto.

Canadá rio bajito.

—¿Por qué sigues soltero, maplecito?

—No sé.

Y es que la respuesta era hasta obvia. Con aquella sonrisa y actitud amable, Canadá era el deseo de todos, y por esa misma razón era difícil acercarse con intenciones románticas.

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